«Se va a escribir un nuevo capítulo sobre el litio»

«Se va a escribir un nuevo capítulo sobre el litio»

El exministro de Ciencia y Tecnología de la Nación, Roberto Salvarezza, es el presidente del directorio de Y-TEC (YPF Tecnología) y de YPF Litio. Opina acerca del debate sobre la nacionalización del litio, la relación entre el Estado y el sector privado, la necesidad de industrializar el recurso y los riesgos y beneficios que puede presentar para el medio ambiente.

El litio es un mineral clave para una transición energética hacia fuentes renovables por su capacidad de almacenar energía en pequeñas y grandes escalas. Se trata de uno de los recursos más demandados de los últimos años y es un insumo esencial en la fabricación de baterías para de todo tipo de dispositivos, desde celulares a automóviles eléctricos, algo que permitiría reducir el consumo de combustibles fósiles.

Argentina, Bolivia y Chile conforman el denominado “triángulo del litio”, una región que concentra más del 60% de las reservas conocidas a nivel mundial del mineral en un marco en el que los precios del recurso se dispararon un 400% en 2022 y la tonelada llegó a alcanzar un valor de 80.000 dólares.

A mediados de enero, La Rioja declaró el litio como recurso estratégico y reabrió el debate sobre el rol que debe ocupar el Estado en el desarrollo de la explotación del recurso. Por un lado, organizaciones empresariales aseguraron que la decisión pone en juego puestos de trabajo y afecta la inversión privada en un contexto donde el país necesita con urgencia el ingreso de dólares. Por otro, está la postura de que Argentina necesita desarrollar su cadena de valor e industrializar su producción.

Sobre estos temas cruciales para el país, ANCCOM entrevistó a Roberto Salvarezza, exministro de Ciencia y Tecnología de la Nación y actual presidente del directorio de Y-TEC (YPF Tecnología) y de YPF Litio

¿Cómo conviven las tensiones en el sector y cuál es la posición que toma Y-TEC?

 Es un panorama complejo, pero creo que se puede manejar si entendemos el marco legal que hoy tiene el litio en el país, que es el único en el que una empresa como YPF o Y-TEC puede manejarse. Hoy en día, por la Constitución, el litio es propiedad de las provincias. No hay otro marco vigente. Uno podría decir: “Bueno, modifiquemos este marco legal”, pero eso requiere la aprobación por parte del Congreso y una serie de acciones que hoy no son posibles. Más allá de algunas discusiones, está aceptado que el litio es un recurso provincial. En ese contexto, la provincia de La Rioja puede tomar la determinación que ella considere necesaria. Si la provincia no ha logrado que las empresas a las que concesionó áreas potencialmente explotables en litio hayan avanzado e invertido, tiene todo el derecho a retomar el control de esas áreas y entregárselas a EMSE, que es la empresa provincial. Hay otras provincias que tienen otras posiciones y la mayoría de los proyectos están en otras áreas: el caso de Catamarca, Salta y Jujuy. Entonces, me parece que esta polémica no tiene mayormente sentido.

 

¿Se puede esperar un crecimiento en la participación estatal en la producción de litio?

El tema de cómo se explota el litio en el marco hoy legal vigente es una decisión de las provincias. Jujuy tiene una normativa en la cual su empresa provincial, JEMSE, tiene una participación. En Salta se están licitando áreas a distintas empresas y la suya, que es REMSa, no tiene una participación en la producción de litio. En el caso de Catamarca, tampoco. Es un lío, porque uno hace una cosa, otro hace otra. ¿Cómo desarmamos este caos que hay en torno al litio? Todas las multinacionales exportan. No tenemos control sobre el litio, no es un recurso a nivel nacional. Las provincias van acordando cada una de acuerdo a sus intereses. ¿Cómo hacemos? Yo creo que eso se construye, no es un tema que uno lo hace por decreto. No se puede imponer las cosas porque no está la legislación. En el caso de Bolivia todo el litio es del Estado y hoy no exportan una tonelada de carbonato de litio.

 

¿Qué rol tiene YPF en este panorama?

Nosotros creemos que YPF es una buena herramienta para que el Estado participe de la explotación del litio en el actual marco legal. ¿Por qué? Primero, es una empresa mayoritaria del Estado. El 51% está en sus manos, con lo cual tiene una influencia importante, y es una empresa que puede perfectamente presentarse a licitar como cualquier otra compañía internacional. Podemos presentarnos, participar en la exploración, en la explotación y también en la industrialización del litio. Para eso, YPF ha diseñado una estrategia con dos participadas. Una es YPF Litio, de reciente creación en el año 2021, y la otra es Y-TEC, que ya tiene un recorrido más grande, pero que es parte de esa cadena que hace que YPF pueda entrar y ser un jugador más en el área. YPF Litio se ocupa de lo que es la exploración y explotación hasta el carbonato de litio e Y-TEC toma el carbonato de litio hasta la transformación en las celdas para las baterías. Entonces, cubrimos todo el espectro que hace la parte exploratoria, la explotación de la salmuera, su transformación química en un producto como el carbonato de litio o el hidróxido de litio, y luego esto puede ser exportado o puede ser industrializado. YPF tiene espalda para invertir. Ahora estamos encarando la exploración de 20.000 hectáreas en Fiambalá. Ahí, YPF prioriza el acuerdo con las empresas provinciales. Por ejemplo, llegó a un acuerdo con CAMYEN, la empresa minera y energética de Catamarca, y también estamos hablando con REMSa, que es la de Salta, para lograr explotación de salares. Por otra parte, estamos avanzando en dos nuevas plantas, una en Santiago del Estero para electromovilidad, que es cinco veces la de La Plata, y otra en Catamarca para energía estacionaria. Hemos avanzado un montón. Habría que remontarse a dos años atrás para ver cuál era la reacción si uno decía que iba a hacer baterías de litio en el país. El 90% decía: “No se puede, solo los chinos hacen eso”. Sin embargo, hoy en la Mesa del Litio los gobernadores están hablando de industrializar el litio. Algo ha cambiado, hubo 12 años que se trabajó desde la ciencia y la tecnología para entender cómo son las celdas, se trabajó para llevar adelante el desarrollo de un material de cátodo, hubo un proyecto en 2015 para hacer una planta piloto que se terminó de ejecutar, se probaron las celdas y ahora tenemos una planta industrial.

Ya nadie puede decir que Argentina no va a poder hacer celdas. Ahora, ¿quién hubiera discutido industrializar el litio si no hubiéramos demostrado que éramos capaces de hacer celdas para las baterías?, ¿Cómo disputás el carbonato de litio cuando no tenés capacidad para industrializarlo? Muchos cuestionaron por qué hacíamos la batería sin tener el carbonato, pero recién cuando demostrás que sos capaz de hacerlo, podés ir a disputar con las empresas que exportan el litio y pedirles que dejen una fracción en el país. Nadie les va a decir que no exporten, pero dejen una fracción para desarrollar el agregado de valor en Argentina. Entonces, la estrategia que hoy en día yo veo factible en Argentina para que el Estado no quede fuera de la cadena de valor del litio, desde la salmuera hasta la batería, es a través de YPF. Si después en el Congreso Nacional los diputados y los senadores cambian ese marco legal, es otro juego, pero en el marco actual una empresa tiene que jugar con las reglas que tiene.

¿Existe un plan desde el Gobierno nacional para nacionalizar el litio?

Yo creo que no. Sucedió lo mismo en el caso del petróleo. Nosotros no nacionalizamos el petróleo, creamos una empresa nacional y dejamos que convivan las dos cosas. ¿Por qué no nos conviene a nosotros nacionalizar el litio? Porque no tenemos la capacidad de inversión necesaria para desarrollarlo solos. Hoy en día, una exploración de litio de 20.000 hectáreas nos puede salir dos millones de dólares. Si la exploración fuera positiva y te diera litio, hacer una planta piloto sale 30 millones de dólares, y hacer una planta industrial te sale 300 millones. Eso para una empresa privada es un montón de plata. YPF podría hacerlo porque es una compañía que el año pasado ganó 5.000 millones de dólares, pero el Estado no. Yo creo que es una buena jugada tener una empresa nacional que esté ahí y que haya algún conjunto de empresas que estén exportando y sacando litio; y que una parte quede y se industrialice, ya sea por YPF u otra empresa nacional. Es importante pensar el litio desde el lado de que haya una empresa  que sea mayoritaria del Estado, que pueda alinear y marcar el mercado y hacerse cargo de las inversiones que requiera la industrialización, algo que una empresa con la espalda de YPF puede hacer.  Yo creo que es un esquema posible dentro de lo que es la realidad latinoamericana y que sería menos menos conflictivo para los cambios de gobierno.

 

¿Un cambio de gobierno modificaría la política de producción en el sector? 

Como el recurso es de las provincias, depende de los cambios que haya a nivel provincial. Si las provincias no cambian los gobiernos, no necesariamente tiene que haber una modificación. También hay una enorme demanda internacional, por lo que yo no veo que vaya a variar el tema del litio si cambia el gobierno a nivel nacional. Probablemente le daría más facilidad a las multinacionales y tal vez limitaría a YPF, como lo hizo Macri durante los cuatro años de su mandato.

 

¿Observa una estrategia impulsada desde el Estado Nacional para coordinar la actividad con las provincias para que funcione de manera conjunta y en una dirección similar?

Recientemente, YPF fue admitida en la Mesa del Litio a través de Y-TEC. Nosotros hemos participado de la última reunión en forma oficial y noto que hay una necesidad de construir una estrategia. De hecho, también se sumó a la Mesa, la Secretaría de Asuntos Estratégicos. Primero está el tema del agregado de valor, que surge en las declaraciones públicas de los funcionarios. El tema de empezar a mirar al litio desde una óptica que no sea la de cuánto más vengan e inviertan en poner los piletones y la obra civil, ya está. Esa era la inversión que recibíamos, pero ahí quedaba el tema. Ahora, ya empieza a haber otra mirada sobre lo bueno que sería que podamos industrializar el recurso. A mí me parece que eso está cambiando. Creo que se va a escribir un nuevo capítulo sobre el litio que nos va a permitir que Argentina pueda quedarse una fracción de la riqueza que posee y que hoy en día está perdiendo. El Estado puede ver de ir sacando incentivos, como ha hecho con los reintegros, y tal vez avanzar en esta idea de que una fracción creciente del carbonato de litio sea ofertada para ser industrializada por empresas nacionales. Eso sería para mí un paso muy importante: acordar con todos los que van a producir que el 10% o el 15% lo destinen a industrializar en el país, si hay demanda, obviamente. Y si no la hay, exportarlo. Si logramos consensuar eso, yo creo que tenemos la posibilidad de industrializar el litio y generar mucho valor.

 

¿Qué diferencia representa exportar el producto primario, el carbonato de litio, y el producto industrializado, la batería? 

Simplemente de transformar el carbonato de litio en el material de cátodo que nosotros elegimos, que es el LFP, uno de los que ahora se está imponiendo como una de las mejores tecnologías, ganás el 60% solamente del primer escalón, del carbonato al material del cátodo. Vos hoy podrías exportar LFP, tranquilamente. Si lo llevas a celdas, ganás mucho más, pero podés agregar valor simplemente con una mínima transformación en el material del cátodo de la batería.

 

Como otras actividades mineras, extraer litio requiere una gran cantidad de agua dulce, ¿Cuál es el daño ambiental que el desarrollo de la actividad podría representar para el área donde se realiza?

El tema del agua es muy importante, pero hay que ponerlo un poquito en contexto.  Yo creo que la licencia social está en todo lo que son las actividades mineras. El litio es una actividad un poco diferente porque, por ejemplo, no requiere extracción a cielo abierto como en las intervenciones que se hacen sobre la roca, se extrae de salares. Australia lo saca de roca, o sea, es una minería más convencional, como la del cobre. Nosotros tenemos una minería que es en base a salmuera y requiere menos químicos. Es un manejo más parecido al del petróleo, porque es un manejo de fluidos. El salar es una capa sólida en la parte superficial, pero debajo hay agua y salmueras, y eso es lo que uno extrae. Esas salmueras contienen mucho cloruro de sodio y poco cloruro de litio. Entonces, todo el proceso químico implica poder extraer ese poco que hay de cloruro de litio y bombear la salmuera con el agua. Ese proceso puede afectar la hidrología de la cuenca, por lo que hay que manejarlo con mucho cuidado y trabajar muy bien la hidrogeología de manera tal que uno pueda constatar que lo que uno procesa no afecte la cuenca hídrica en la cual está instalado el lago. Yo hablaba el otro día con gente de Chile, del Ministerio de Minería, que ellos tienen una experiencia ya prolongada en el salar de Atacama, y decían que no tienen evidencia de que haya habido una disminución de los niveles hídricos por la explotación, pero por supuesto está lo precautorio, es decir, hay que controlar y estudiar. Nosotros entendemos que cualquier intervención que haga YPF en el salar va a tener que tener toda la licencia social que requiere la actividad. De hecho, YPF tiene una trayectoria de 100 años de explotar petróleo. En ese tiempo ha tenido reclamos ambientales y ha tenido que intervenir con las comunidades. Lo cierto es que la mirada social que tiene una empresa multinacional que viene a llevarse un recurso y se va es distinta a una empresa que vive en el país, que tiene que hacerse cargo de los pasivos ambientales y dar cuenta a la sociedad. YPF tiene otras garantías y otras sensibilidades con el manejo del tema ambiental.

Desde 1850, los países que más contaminaron fueron los europeos, Estados Unidos y después China. Nosotros, que casi no usamos nuestro gas ni nuestro petróleo, ahora tenemos que pagar el costo de la transformación y nos quieren vender todos los electrolizadores alemanes y los molinos eólicos daneses: negocio redondo.

Roberto Salvarezza

¿Cómo es la relación con las comunidades que habitan las áreas donde se realiza la actividad?

Los proyectos que tenemos en ejecución tienen que trabajar con las comunidades que estén en el territorio, algunas son comunidades originarias, otras son comunidades que viven en el entorno. Siempre hay que trabajar con la licencia social, sin eso no se puede hacer nada. Para habilitar un proceso de este tipo, tenés que cumplir con todos los requisitos de impacto ambiental. La principal queja que hemos visto en las comunidades es que no se las consulta, que no se hacen todos los pasos que hay que hacer para lograr la aprobación de un proyecto. Nosotros decimos que hay que cumplir con todos los pasos: la legislación de cada provincia, los requerimientos y las normas internacionales para el desarrollo de un proyecto minero, las audiencias públicas, hablar con las comunidades para que perciban que la actividad del litio va a tener un beneficio para ellos. Toda actividad de intervención tiene un impacto ambiental, ninguna es neutra, pero vos la admitís cuando tiene un beneficio. Cuando vos no tenés ningún impacto positivo, realmente no hay licencia social. Eso requiere un esfuerzo de comunicación, trabajar con las comunidades y llevar propuestas. Creo que en ese aspecto, YPF tiene una ventaja sobre las empresas multinacionales.

 

¿Existen métodos alternativos de extracción que puedan ser menos dañinos para el ambiente?

Hemos tratado de ver otras tecnologías, pero eso no quiere decir que sean exitosas. La que estamos llevando adelante en la planta de Jujuy está en una etapa piloto. Tenemos que ver si es implementable a un nivel ya escalado. También hay otras tecnologías que están apareciendo. Todo el mundo quiere cortar los ciclos, no quiere evaporar tanta agua, no quiere esperar dos años para empezar a tener algún resultado, es el tema más de frontera para el sistema científico.

 

El litio, si bien posee ventajas que no tiene el petróleo, sigue siendo un recurso no renovable y finito. ¿Cómo se encara esa discusión para el futuro?

Hay algunas diferencias. Hoy, en la transición energética, el petróleo y el gas generan dióxido de carbono, efecto invernadero y un aumento de la temperatura. El litio no tiene ese problema, si bien gasta agua, es más beneficioso. Efectivamente, el litio se podría agotar, pero hay muchísimo. El agua de mar tiene litio, lo que pasa es que está muy diluido. Entonces, vos podrías desarrollar tecnologías donde pudieras concentrar el litio y extraerlo de ahí, que es lo que se está tratando. Pero también puede pasar que dentro de veinte años  tengas otra batería que sea de sodio, que ya se está probando, y no de litio. Sodio hay un montón. Hoy las que te funcionan son las de litio, pero podemos llegar a otros recursos. Yo creo que también hay que mirar eso, la contaminación y los problemas que tenemos. Hoy a la humanidad le preocupa más el efecto invernadero, el dióxido de carbono y el cambio climático. Entonces, los combustibles fósiles son nuestro principal enemigo desde el punto de vista social, y lo digo siendo YPF. Por eso nosotros defendemos el gas de YPF, que es mejor que el carbón. Si nosotros exportamos gas evitaríamos que Alemania vuelva a usar carbón, porque la guerra de Ucrania los dejó sin gas. Y ahí una reflexión: los alemanes empujan el hidrógeno verde, el litio, todo verde, pero tienen el problema de que pasan frío en el invierno y salen a abrir las minas de carbón. Nosotros, que tenemos pibes que no comen y tienen frío todo el año, no queremos explotar el offshore y salimos a protestar en Mar del Plata. También hay que pensarlo esto, porque muchas veces nos embarcan en cruzadas, pero, ¿cuánto contaminamos nosotros? Que ellos cierren las minas de carbón. Desde 1850, los países que más contaminaron fueron los europeos, Estados Unidos y después China. Nosotros, que casi no usamos nuestro gas ni nuestro petróleo, ahora tenemos que pagar el costo de la transformación y nos quieren vender todos los electrolizadores alemanes  y los molinos eólicos daneses: negocio redondo.

¿Quién quiere ser financiado?

¿Quién quiere ser financiado?

El presupuesto de este año destinado para Ciencia y Tecnología es un 33% menor al del 2015.

Un joven pasea en bicicleta y se detiene en medio del Parque Rivadavia al ver algo que le llama la atención: una tabla cuadrada de madera en el piso y, al lado, un hombre de guardapolvo blanco sosteniendo una rueda de bicicleta. El hombre le pregunta si quiere acceder a realizar una experiencia de física. El joven, sin dudarlo, se baja de su bicicleta y apoya su mochila roja en el suelo para iniciar el experimento. Se para en la madera, agarra la rueda que el hombre de guardapolvo hace girar, y se sorprende al sentir cómo su cuerpo va girando al ritmo de la rueda. Cuando termina la experiencia, el joven saca un diábolo bronco de su mochila, comparte su habilidad y explica al hombre de guardapolvo cómo funciona. Ambos se halagan y se despiden.

En el Parque, desde lejos, se podía ver un globo blanco y gigante con el lema “S.O.S ciencia”. Los árboles estaban intervenidos con telas de colores, y los postes de luz sostenían carteles con frases como: “Sin ciencia no hay soberanía nacional”, “Sin ciencia no hay futuro” o “No a la fuga de cerebros”.

Lo que sucedía en ese lugar era la segunda edición del Festival Ciencia Paliza, un evento organizado por las facultades de Ciencias Exactas y Naturales y de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, con el objetivo de exponer los temas sobre los que trabajan los científicos argentinos y las consecuencias del ajuste en el área. El presupuesto de este año destinado para Ciencia y Tecnología es un 33% menor al del 2015, lo que representa un recorte de 23 mil millones de pesos.

Diego Golombek fue uno de los científicos que dialogó con el público.

La jornada comenzó a las 14 con la fuerza de la batucada de mujeres Talleres Paliza y contó con la cálida conducción de las científicas del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)   Valeria Edelztein  y Nadia Chiaramoni.  Remarcaron que esta segunda edición fue organizada debido a que  la situación no mejora desde aquel primer festival en Parque Centenario. Sostuvieron que “la idea es visibilizar el impacto que tiene el desfinanciamiento de la ciencia y la tecnología, mostrar qué es lo que hacemos en los laboratorios, crear un espacio de diálogo para escucharnos, discutir propuestas, para ver qué podemos hacer como ciudadanos y también, pasarla bien”.

Durante las cuatro horas que duró el festival, se podían visitar stands que si bien estaban principalmente destinados a los niños, personas de todas las edades se vieron interesadas. La mamá de dos niños de 9 y 4 años expresó: “La ciencia es muy importante en la crianza de mis hijos. Los llevó a un colegio laico y trato de que se fomente la educación razonada y no religiosa. Me interesa todo lo que fomenta el acercamiento a las ciencias duras y sociales. A mi esposo le interesa mucho lo que es el mundo animal, vegetal y a mí todo lo que es cultural. Me enteré por la batucada y nos quedamos porque apoyamos todo lo que sea luchar por el presupuesto en ciencia».

Las conductoras narraron varias historias sobre ciencia y hubo “mateadas científicas” en las que intercambiaban inquietudes y propuestas con el público sobre diversos temas, como el voto electrónico, la educación sexual integral, las tormentas, el narcotráfico, entre otros.

Entre los científicos que conversaron con el público estuvo el biólogo Diego Golombek: “Voy a seguir  insistiendo en que la ciencia y la tecnología son el camino, aun cuando estemos en tiempos tan oscuros y urgentes. Si un chico tiene vocación por la ciencia hay que apoyarlo, ya que la ciencia no es para genios, sino para apasionados. Parafraseando al poeta Gabriel Senaya: ´Si queremos futuro, la ciencia es un arma cargada de futuro´”.

Familias y, principalmente chicos, participaron de una jornada reflexiva pero también lúdica.

Una de las actividades más concurridas del evento fue la entrevista abierta a Mario Pecheny, doctor en Ciencia Política, docente, investigador del CONICET y próximamente director del área de Ciencias Sociales y Humanidades de dicho organismo, y Roberto Salvarezza, presidente del CONICET entre 2012 y 2015 y actualmente diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires.

Si bien Pecheny tendría que haber asumido el directorio el año pasado, los conflictos presupuestarios hicieron que su nombramiento se demorara un año. Con respecto a esta situación, aprovechó el espacio para agradecer a Dora Barrancos, quien fue directora del área desde el 2010 hasta el mes pasado, y renunció en señal de protesta.  Finalmente, el doctor en Ciencia Política asumirá el 12 de junio y aseveró que Barrancos tiene “una fuerza inigualable y deja la vara muy alta”.

Durante la charla, las conductoras hicieron mención reiterada a lo ninguneadas que están las humanidades. En el mismo sentido, Pecheny expresó que no está de acuerdo con esa idea de que aquello que hacen los científicos debe ser útil,  ya que la utilidad lleva su tiempo.  “A cualquier cosa que se nos ocurra, desde por qué nos matamos cuando manejamos mal con el auto, o por qué se embarazan quienes no quieren quedar embarazadas, uno podría buscar la respuesta en términos de ingeniería. Pero no tiene que ver con la calidad del cinturón de seguridad, ni con los métodos anticonceptivos,  sino con las relaciones sociales. ¿Por qué seguimos normas?, ¿Por qué no? ¿Por qué tenemos deseos? , ¿Por qué la gente vota en contra de sus propios intereses? Esas son las cosas que estudiamos en las Ciencias Sociales y hay algunos que no les interesa que se sepa todo”.

Los científicos realizaron una parodia del programa «¿Quién quiere ser millonario?!

En relación al valor de la investigación en Ciencias Sociales agregó: “¿Por qué pensar que no es útil trabajar sobre desempleo, pobreza, cuestiones de salud, violencia, género?”. Afirmó que las investigaciones humanistas no tienen que ver con cosas altamente cotizadas como el “litio” o la “nanotecnología”, pero sí con la “felicidad y el sufrimiento de la gente.”

En cuanto a la fuga de cerebros, Salvarezza sostuvo que los jóvenes científicos tampoco tienen lugar en el mundo privado. “La mayoría de los jóvenes que son muy buenos, tienen contactos en el exterior porque el 30% de la ciencia argentina se hace en cooperación internacional, están buscando futuro en otro lado”.

Además, Roberto Salvarezza expresó que la idea de tener más ciencia está asociada al desarrollo de los países: “Durante 12 años argentina apostó a investigar y a tener mayor número de científicos. Teníamos 3.000 científicos en 2003 y llegamos a tener 10.000 en el 2015. Con esto tampoco alcanzaba,  porque en el país tenemos 3 investigadores cada 1.000 habitantes de población económicamente activa y los países desarrollados tienen 8, 12 o 14”.

Denunció que el Gobierno, en vez de alentar a los científicos, reduce bruscamente su ingreso al CONICET y al Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), por ejemplo. Alguien del público quiso saber:

-Por qué al gobierno no le interesa tener más científicos.

-Cuando al ministro del Interior, Rogelio Frigerio, le preguntaron qué estaba sucediendo con el reclamo de los científicos contesto: “Habría que debatir si la ciencia es una prioridad para la Argentina” – recordó y como buen científico interrogó: “En este sentido el diputado preguntó: “¿Qué país del mundo se cuestiona eso? ¿Estados Unidos? ¿Inglaterra? ¿Francia?”

Salvarezza sostuvo que este gobierno tiene una idea de Argentina que va en contra de lo que están realizando esos países: “No vamos hacia el desarrollo en el que la damos inclusión a todos. Vamos al camino del subdesarrollo,  a ser proveedores de materias primas, y como proveedores de materias primas, alcanza para 20 millones de argentinos, los otros veintipico nos quedamos afuera”.

En diálogo con ANCCOM el diputado reflexionó: “Hoy sabemos lo que necesitamos. ¿Pero podemos saber lo que vamos a necesitar dentro de dos años? Está muy bien que uno destine prioritariamente ciertos fondos donde sabés que lo necesitas hoy, pero a toda la ciencia la tenés que financiar porque ninguna sociedad sabe qué va a necesitar mañana. No perdamos de vista lo que es la riqueza del conocimiento o para una sociedad”.

A modo de cierre, Valeria Edelztein  y Nadia Chiaramoni propusieron jugar a ¿Quién quiere ser financiado?, haciendo alusión al programa  de televisión ¿Quién quiere ser millonario?, en el que participó una científica del CONICET para ganar dinero y destinarlo a su proyecto de investigación. En el público se formaron dos equipos, uno liderado por el decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, Juan Carlos Reboreda, y otro por la decana de la Facultad de Filosofía y Letras, Graciela Morgade.  El juego no tuvo dinero como recompensa para el equipo ganador (Filosofía y Letras), pero sí finalizó con un abrazo entre los dos decanos, simbolizando la unión entre ambas facultades que seguirán luchando por más presupuesto para la ciencia.

El sistema científico autoconvocado

El sistema científico autoconvocado

A partir de la identificación de una ruptura en el lineamiento de políticas científicas y principalmente de las de expansión presupuestaria, la agrupación Científicos y Universitarios Autoconvocados organizó el pasado 2 y 3 de julio una jornada denominada Encuentro Nacional Ciencia y Universidad, en la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV). El objetivo del cónclave consistió en realizar un diagnóstico de las problemáticas que atañen al sector y a la sociedad y formular una plataforma alternativa.

El encuentro contó con las adhesiones de diversas facultades y departamentos universitarios, cátedras, equipos de investigación y extensión universitaria, organizaciones e instituciones.

Daniel Jones, Investigador de CONICET y del Instituto Gino Germani se expresó sobre la modalidad del encuentro: “Es necesario generar una discusión colectiva con todos los actores de la comunidad sobre qué modelo de ciencia, de universidad y de país queremos. La idea es generar un trabajo en cuatro comisiones que estudien los vínculos entre la ciencia, la universidad y la sociedad, otra entre la ciencia, la universidad y el Estado, una tercera que relacione la historia y la actualidad de las políticas científicas y universitarias y una cuarta que analice las condiciones de trabajo en la ciencia y en la universidad. Y, a partir de pequeños disparadores de referentes en esos campos, pasar a una discusión horizontal y plural para generar los insumos y poder salir con una plataforma alternativa a la que propone el gobierno nacional.»

El profesor titular plenario de la UBA e investigador superior del CONICET, Alberto Kornblihtt, durante el panel de apertura del encuentro concluyó su discurso planteando una idea que atravesaría la jornada: “Todo indica que el camino de recuperación del poder político con legitimidad democrática, que sea capaz de revertir estas medidas reaccionarias y actuar en beneficio de las mayorías populares, será arduo. Requerirá, sin duda, de la más amplia unidad, incluso de sectores que no compartían la visión del Frente para la Victoria, pero que han tomado conciencia de los efectos nefastos y regresivos de esta política económica, que nos retrotrae a los años 90 y que se inscribe en un giro conservador de alcance regional.”

Foto: Camila Alonso Suarez /ANCCOM

“Es necesario generar una discusión colectiva con todos los actores de la comunidad sobre qué modelo de ciencia, de universidad y de país queremos.» Daniel Jones.

Neoliberalismo y periferia

Roberto Salvarezza, ex presidente del CONICET y actual director de Instituto de Investigaciones Físicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA), habló acerca de las políticas científicas y su articulación con el gobierno actual: “El esquema que se está imponiendo, en cuanto a lo económico y al modelo de país y que se está viendo en el terreno de la ciencia, es un Estado más chico. Una de las primeras consecuencias que ha traído el cambio de Gobierno ha sido la devaluación, que ha producido un efecto enorme sobre el sistema de ciencia y técnica. El presupuesto que el CONICET tenía a fin de año para el 2016 era de 6.900 millones de pesos. Se consiguieron 800 millones más, es decir, tenía 7800 millones. Si eso se pasa a dólares, los 690 millones que había en noviembre de 2015 ahora son menos de 550”.

Este presupuesto otorgado para el sistema de ciencia y técnica, perjudicado por la devaluación y la inflación, afecta de manera transversal a todas aquellas personas que conforman el universo científico. Desde los insumos y equipamiento, que requiere cualquier actividad de laboratorio, que en su mayoría están dolarizados, hasta los sueldos y las becas que se ven reducidos. A partir de este escenario, Salvarezza vaticina una posible consecuencia vinculada a los investigadores y su compromiso con el país, al verse perjudicado por estas condiciones: “Podemos llegar a tener un tipo de escenario que ya hemos vivido, en el que la gente no quiere volver o es tentada por contratos mucho mejores. Podemos llegar a tener situaciones donde perdamos recursos humanos, que con tanto esfuerzo estuvimos formando”.

«El modelo neoliberal es incompatible con la ciencia en los países periféricos, es decir, si se cae el Estado, se cae el sistema científico y tecnológico” Roberto Salvarezza.

El proceso de refundación de instituciones llevado a cabo durante su gestión en la presidencia del CONICET implicó, según Salvarezza, un proceso de federalización, de articulación con otras instituciones, de transferencia del conocimiento y por último, de divulgación. “Todo esto tenía un solo objetivo: ayudar a que la ciencia y el conocimiento sean la base de la sociedad moderna. A eso es a lo que apuntábamos y se hacía desde el Estado, ahora el Estado se achica”. Y plantea: “Hay una discusión muy interesante que dice que el modelo neoliberal es incompatible con la ciencia. Pero no es así. El modelo neoliberal es incompatible con la ciencia en los países periféricos, es decir, si se cae el Estado, se cae el sistema científico y tecnológico”.

Si bien el balance general de los últimos años resulta positivo, Salvarezza reconoce que una estructura de la envergadura del CONICET requiere de la discusión sobre ciertos temas en conflicto: “Siempre hay tensiones en un sistema como CONICET que tiene 24 mil personas, es lógico que las haya y nadie lo oculta, pero el balance general daba que el sistema evolucionaba. Había tensiones, pero eran tensiones de crecimiento”.

Los becarios

Anccom habló con becarios del CONICET, quienes plantearon una serie de problemáticas vinculadas a las condiciones bajo las cuales desarrollan sus tareas en el sistema científico. La primera de ellas responde a las condiciones de precarización. Al no ser reconocidos como trabajadores, no cuentan con aporte jubilatorio, aguinaldo, o licencias por enfermedad. Al respecto, Silvina Fernández, becaria del CONICET, declaró: “Es una discusión interna decirnos a nosotros mismos ‘trabajadores’, hay compañeros que no se consideran como tales. Es un desafío, porque todos estos discursos nos han alienado de nuestra condición de trabajadores”.

La agrupación Científicos y Universitarios Autoconvocados organizó el pasado 2 y 3 de julio una jornada denominada Encuentro Nacional Ciencia y Universidad, en la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV).

En referencia a esta cuestión, Salvarezza explicó: “Nosotros trabajamos sobre este tema, hicimos un nuevo convenio colectivo que el Directorio lo había aprobado y que fue mandado a Jefatura de Gabinete, para sentarse con los gremios, porque el estatuto está derogado desde el año 2000. En ese convenio colectivo separamos el espectro de los becarios en dos: los becarios que son postdoctorales, pasaban a ser contratados con todos los beneficios sociales de un contrato, y manteníamos la figura del estudiante para aquel becario que aspira al título máximo de doctor”. Y concluyó: “El tema implica un debate que no está cerrado, amerita seguir discutiéndolo.”

Una de las raíces de todo el conflicto, que señalan los becarios, se ubica dentro de las estructuras que conforman los institutos de investigación. Por ejemplo, cuenta Fernández, que el ingreso a la Carrera de Investigador puede demorar muchos años y en el transcurso, muchos becarios deciden declinar. “El sistema deja por fuera a un grupo de gente, esa es una forma encubierta de despidos”, dice Silvina.

Por su parte, Salvarezza destaca que hubo un crecimiento en cuanto al rol de la mujer en la ciencia, que se ve reflejado en el lugar que se ha ganado en el CONICET, en cuanto a la cantidad de puestos ocupados, aunque reconoce que aún en los cargos superiores, la diferencia sigue siendo a favor de los hombres: “La mujer ha avanzado muchísimo en el CONICET, es la institución del mundo con mayor proporción de mujeres. Lo que es verdad es que en los cargos directivos hay menos mujeres, pero es cierto que esto es un proceso que va avanzando y que necesita tiempo”.
Actualizada 05/07/2016