El micromachismo cotidiano puesto en escena

El micromachismo cotidiano puesto en escena

Federico Tombetti repone «Y a otra cosa mariposa», una obra de teatro escrita en la década de 1980 por Susana Torres Molina para denunciar con humor el falocentrismo.

Y a otra cosa mariposa, la obra de teatro escrita en los años ochenta por Susana Torres Molina, vuelve al escenario de la mano de Federico Tombetti como director y cuatro talentosas actrices que, personificadas de hombre, nos invitan a descubrir el mundo privado de los varones poniendo en jaque sus lógicas machistas.

Los sábados a las 22 30 horas el público se agolpa en las afueras del Teatro Nun en Villa Crespo. Todos aguardan con impaciencia la apertura de puertas y el pase a sala. Finalmente, las y los concurrentes de diversas edades se acomodan bajo las indicaciones de las actrices que, ya en personaje, no demoran en “piropear” a los hombres de la sala como parte de una introducción a lo que vendrá.

Y a otra cosa, mariposa retrata la masculinidad con la que la autora convivía a diario en el momento de pergeñar la obra. Hoy, cuatro décadas más tarde, la pieza, con sus respectivas adaptaciones, continúa interpelando a un público diverso que evidencia con carcajadas que tal vez hayan cambiado las formas, las palabras, pero que la construcción íntima del mundo masculino continúa tan cargada de sexismos falocentristas como en aquellos años.

La puesta en escena surge de una actividad que realiza Tombetti en su calidad de docente de la escuela de formación actoral Agustín Alezzo, durante la cual se propone el libreto y se realizan diversas adaptaciones de la obra. Una de esas oportunidades resultó particularmente atractiva para Tombetti,  quien destaca la calidad de las actuaciones de Malena Pereyra y otra alumna de la academia en los personajes de “El Flaco” y “El Gordo”, respectivamente. En ese momento, supo que había encontrado su siguiente proyecto.

Movilizado por la vigencia del texto de Torres Molina, Tombetti encontró la motivación justa para darle vida nuevamente a la obra. “En un punto es maravilloso porque en el 80 la autora supo ver algo que ya venía sucediendo y que indudablemente iba a seguir, y por otro, lo terrible es que las prácticas sean exactamente las mismas”, remarca el director ante ANCCOM.

El libreto original fue levemente modificado con la idea de acercar la obra a nuevas generaciones, con problemáticas que si bien hoy son cuestionadas, aún conforman prácticas y formas de vida que incomodan. “El fin último que tiene la obra es que puedan reírse pero que después venga la reflexión. Por medio de los sonidos y los silencios se deja en claro que los personajes tienen la posibilidad de pensar, pero eligen no hacerlo”, finaliza el director.

Y a otra cosa mariposa trata en concreto sobre las omisiones construidas colectivamente sobre el machismo o los micromachismos cotidianos. Desde una mirada de denuncia se utiliza al humor como canal para habitar por un rato la libertad con la que los hombres ejercen su deseo y cómo éste se construye a partir de la opresión, por momentos discursiva, por momentos corporal sobre las mujeres y todos aquellos que no entran en los cánones estipulados por el patriarcado.

Los personajes fueron construidos colectivamente por medio de los aportes personales de cada una de las actrices. “Un trabajo en conjunto bastante extenso que empezó con ir probando, ir observando la realidad y la experiencia personal también”, comenta la actriz Lucia Di Carlo (quien interpreta a “El Pajarito”). “De hecho, los piropos de la segunda escena no están en el texto original, los agregamos nosotras en base a las barrabasadas que nos han dicho por la calle”. Actrices, coach y hasta el mismo director contribuyen a que este irónico espejo convoque por medio del humor al más variado público que por más de 70 minutos no deja de largar carcajadas hasta en las escenas más polémicas. “La gente grande se ríe un montón, no sé si es por incomodidad o porque se identifican”, concluye Di Carlo.

Aparece cierta sospecha sobre la risa, la sospecha de que se están reproduciendo patrones de opresión que en otro contexto resultan dolorosos pero que aquí, conforman una escena que resulta en su conjunto liberadora. La obra construye sobre una base en común, con personajes fácilmente identificables de la vida cotidiana y resignifica experiencias por medio del humor. Según Di Carlo, “hay cosas que una cree que no están y se las encuentra, y habiendo pasado por esta experiencia, interpela un montón, las mujeres estamos más entrenadas para detectar estos movimientos, más mancomunadas, aunadas en ir entendiendo cosas que suceden y que antes naturalizábamos”. Esto se evidencia en las risas de mujeres de todas las edades, pero sobre todo mujeres contemporáneas a la construcción y circulación de esos chistes históricamente machistas. Se trata de darle al público la capacidad de verse en escena y poder reírse desde el otro lado del escenario.

 

El director Federico Tombetti retomó la obra de los años ´80 por la vigencia de sus textos. 

La obra cierra aportando a la vigencia de los dichos recuperados por Torres Molina que, sin spoilear, marca los puntos recitando frases machistas de conocidos personajes de la escena pública actual. Las actrices encarnan un cuerpo político al repetir las palabras de ex presidentes de América Latina y Estados Unidos, cantantes argentinos y periodistas. En esta línea, y considerando el reciente corrimiento discursivo hacia la extrema derecha, la obra representa una apuesta vital, parte de una militancia activa y creativa, una denuncia sobre quienes dominan espacios discursivos de la escena pública y reproducen modelos arcaicos.

El elenco está formado por Ana Belén Capistrano, Lucía Marshall, Malena Pereyra y la mencionada Di Carlo. Las entradas están a la venta por medio de Alternativa Teatral o en boletería (Velasco 419).

 

Desarmar al machismo también salva vidas de varones

Desarmar al machismo también salva vidas de varones

¿Por qué los varones cuidan menos su salud? Esta pregunta guía la campaña #EsDeVarón, realizada por Fundación Kaleidos y Casa FUSA. Es que, si bien el patriarcado es conocido por las consecuencias extremas que implica para las mujeres y el colectivo LGBT, también reserva su cuota de daño para la salud física, mental y emocional de los hombres.

“Ambas organizaciones creemos que es clave modificar comportamientos y prácticas en espacios institucionales”, asegura Lucía Sucari, coordinadora de Comunicaciones de Fundación Kaleidos. Los objetivos de la campaña son evidenciar cómo los roles de género enseñan a los varones a naturalizar conductas violentas y potencialmente dañinas para su salud y la de sus entornos, y desarmar los estereotipos que impiden que los adolescentes busquen ayuda o asistencia frente a diversos malestares.

“Aquellos estereotipos que se van reproduciendo en las crianzas, enseñanzas y a través de la socialización en las escuelas, se traducen en más vulnerabilidad para los varones en el acceso y el cuidado de su propia salud”, afirma Daniela Giacomazzo, psicóloga y coordinadora del equipo de expansión comunitaria y especialista en ESI de Casa FUSA.

Entre las conductas de riesgo usualmente llevadas a cabo se encuentran el demostrar resistencia a alcohol y drogas, involucrarse en situaciones de violencia callejera, manejar vehículos a alta velocidad, tener sexo sin protección o subestimar el cuidado de salud mental. Un capítulo aparte merece el último punto ya que, según las estadísticas, son los hombres quienes encabezan las listas cuando de suicidio se trata. “La creencia de que los varones tienen que ser fuertes y el no poder mostrarse sensibles o pedir ayuda son factores que van obstaculizándolos muchas veces para hablar de lo que les pasa y solicitar ayuda”, expresa Giacomazzo.

Pero el vínculo entre la alta tasa de muertes y el machismo no termina ahí: el modelo tradicional de hombría también alcanzó a los cuidados que implica el coronavirus. Si bien se observan porcentajes similares de varones y mujeres contagiados, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas, los primeros representan un 58% del total de los fallecidos. Esto sucede, entre otras cosas, porque las normas de la masculinidad hegemónica llevan a que se cuiden en menor medida y utilicen menos o de peor manera el barbijo. El resultado no solo los afecta a ellos sino a quienes los rodean y quedan expuestos al riesgo de contagiarse.

La necesidad de probar que se cumple con los mandamientos de la virilidad hace mella sin importar la edad. Sin embargo, ambas organizaciones entienden que la adolescencia es una etapa clave en la construcción de la masculinidad. Por eso, la campaña está dirigida principalmente a ellos. Aun así, además de apuntar a este grupo en particular y a la sociedad en general -porque estos mandatos no solo son reproducidos por los varones-, la iniciativa busca llegar a los adultos que los acompañan en espacios como centros de salud, instituciones educativas o la misma familia, por un lado, y a las políticas públicas, por otro.

Para Giacomazzo, una de las barreras a la hora de transversalizar la perspectiva de género en las políticas que hacen al cuidado y la prevención en materia de salud masculina es que, muchas veces, en el imaginario social se entiende la únicamente refiriendo a mujeres cuando, en realidad, implica entender cómo las estructuras, los mandatos, la socialización y los estereotipos generan diferentes consecuencias para mujeres, varones y disidencias.

Las asociaciones proponen abordar las políticas públicas desde tres lugares: con programas para prevenir la violencia machista; con iniciativas para el cuidado de la salud mental de los hombres, que busquen prevenir o mitigar el estrés, la depresión y el suicidio; y, por último, pensando políticas que tengan en cuenta cómo las practicas masculinas influyen en sus comportamientos.  Por sobre todo, la tarea de las organizaciones es impulsar el cuestionamiento de lo que se nos fue enseñado. Cuidar la salud también es de varón.