La fiesta de las letras

La fiesta de las letras

Este jueves se inicia la 17 edición del FILBA, el festival que reúne al mundo literario en todas sus expresiones. Escritores y artistas nacionales e internacionales participarán de talleres y actividades junto a los lectores.

El Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires, FILBA, va a festejar su 17° edición desde el jueves 25 hasta el domingo 28, y se desarrollará en distintos espacios culturales de la ciudad. Esta vez contará con participantes tanto internacionales como  nacionales, permitiendo que se crucen distintas disciplinas y puntos de vista con el objetivo de que la escritura sea la protagonista.

El eje que orienta esta edición es “alter”, que significa “el otro”. Según Victoria Rodríguez Lacrouts, gestora del festival, uno de los grandes desafíos actuales es animarse a ser interpelados por aquello con lo que no nos sentimos identificados, y hacerlo con apertura, sin moralismos ni preconceptos, ya que “cada uno de nosotros está hecho de otros, nos guste o no”. La literatura en ese sentido es un terreno que invita a la empatía, a ver al otro y a reconocerlo en uno mismo. De esta forma, la alteridad, tradicionalmente ligada a la academia es traída a un contexto más cercano. Tal como señala Catalina Labarca, también gestora del festival, la invitación es a “volver a mirarnos las caras y decir: ‘bueno, yo también estoy en ese en frente a mí’”.

Dentro de las actividades, el festival busca impulsar la creatividad desde varios lugares y con distintos formatos. Habrá paneles y talleres, diálogos y conversaciones, entrevistas y lecturas, junto a recitales de poesía, performances, música, y más para satisfacer todos los gustos e invitar a nuevas experiencias. Dentro de los talleres se destacan el de leer cine, el taller de guion, el de dramaturgia y el de narrativa, entre otros. Por otro lado, se proyectarán las películas “Caminos Cruzados” y “Close” el viernes y sábado respectivamente en colaboración con MUBI en el auditorio del MALBA.

Algunas de las iniciativas elementales del festival son la biblioteca abierta, donde se invita a intercambiar libros, la cata de textos, en la que cinco librerías distintas de la ciudad tendrán autores para repasar sus publicaciones, y luego la suelta de ejemplares, que permite que el público se lleve volúmenes de historia, literatura, y otras disciplinas. Las actividades y el festival en si fueron pensados bajo la premisa de que la literatura circule.

”Buscamos que la literatura esté en movimiento, que circule, que una lo que creíamos que nunca iba a estar unido”, afirma  Rodriguez Lacouts. “No buscamos cánones ni canonizar, creo que buscamos transversalidades, tejer una red. Para eso, la literatura tiene que moverse”, agrega.

Filba no está sujeto a las novedades del mercado, por lo que los convidados son elegidos bajo un largo proceso de curaduría que se rige en base a lecturas que les agradaron o recomendaron a las gestoras. Siempre lo piensan tras prestar atención a lo que se viene publicando o lo que crean que sea acorde al tema de cada edición, aunque también depende de donde obtienen apoyo económico y de la disponibilidad de los autores.

Además de los escritores argentinos, este año se suman invitados internacionales tanto de Latinoamérica como del Hemisferio Norte: vendrán autores de Colombia, México, Uruguay, Chile, Ecuador, Finlandia, España, Gran Bretaña y Canadá. También será la primera vez en el festival que participarán escritores de otras provincias argentinas, como Misiones, Córdoba, La Pampa, Tucumán y Salta. “

En su decimoséptima edición, el Filba acontecerá por primera vez también en el microcentro porteño. Además de su locación histórica en el MALBA, se ocuparán diferentes centros culturales como ArtHaus, el Centro Cultural Paco Urondo, y la Casa de la Cultura, recientemente inaugurada por el Gobierno de la Ciudad. Lo especial de estas locaciones es su cernía, se le dio importancia a las sedes y su accesibilidad, buena ubicación, y amplitud.

Es un evento gratuito y abierto al público, exceptuando algunos talleres que tienen inscripción previa y un bono simbólico. Esta instancia de gratuidad es elemental, ya que busca que la mayor cantidad de gente posible se acerque y quiera participar. “Nuestro desafío es que sea el festival más plural posible y ese es uno de los grandes motivos de la gratuidad”,  dice Rodríguez Lacrouts, y agrega: “Si cobrás en esa instancia … queda algo mucho más de nicho: para entendidos y para quienes pueden pagar”.

De esta manera, desde la gestión del evento se busca que la literatura abarque todos los públicos posibles haciendo que “pueda estar en el escenario de otras maneras: por eso las performances, la suelta de libros, la biblioteca abierta (que también es otra manera de crear accesibilidad en tiempos donde la compra de libros es tan difícil)” dice Labarca.

El alma del festival es invitar a todos, y que quienes asistan “se lleven reflexiones e ideas que a lo mejor no tenían y de repente en alguna charla, en algún panel, en algún performance les disparó algo que era interesante seguir pensando”, señala. Bajo la misma línea, Rodríguez Lacrouts considera “La vida se hace de este tipo de microtejidos: escuchar una frase que te guardaste, leer un libro nuevo, llevarte una buena lista de libros recomendado, llevarte una nueva mirada sobre algunas cosas”.

Labarca concluye: “El FILBA pone a la literatura en escena a través de diferentes formatos con el simple propósito de que llegue a todos. Poner pausa y pensar creo que es uno de los desafíos más grandes que tenemos hoy en día. El festival hace su aporte ahí y ojalá lo siga haciendo por mucho tiempo más”.

Rescate de un grande olvidado

Rescate de un grande olvidado

La Biblioteca Nacional presenta “Álvaro Yunque, El profeta de Boedo”, una muestra que recorre la obra y la vida del escritor que fudó el Grupo Boedo y el Teatro del Pueblo.

La exposición Álvaro Yunque, El profeta de Boedo, en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, cuenta con la curaduría de los coordinadores Emiliano Ruiz Díaz, María Redondo y Darío Benedetti, quienes hacen un recorrido integral por la obra del autor para volver a poner en agenda a una figura cuya producción abarcó todo el siglo XX, particularmente las décadas del 1920, 1930 y 1940 hasta llegar a los años sesenta. Se trata de un autor que supo contar con un público lector importante pero quedó olvidado y hoy vuelve a ser releído.

Álvaro Yunque, seudónimo utilizado por Arístides Gandolfi Herrero (1889-1982), fue un escritor humanista que usaba el realismo para darle voz a los relegados de la sociedad. La muestra parte del archivo personal del autor que contiene fotografías, libros, manuscritos, cartas, publicaciones de revistas, periódicos y cuadernos, que aquel comenzó a reunir desde 1903. “Es uno de los archivos personales más profuso que tenemos en guarda en la institución”, comenta Ruiz Díaz.
Luego de su muerte, en 1982, ese archivo quedó bajo la guarda de su esposa, Albina Gandolfi, que al morir se lo legó a su hija, Alba, quien lo conservó y continuó sumándole materiales como los recortes de prensa sobre la obra de Yunque y los homenajes póstumos. En 2012, Alba donó las 67 cajas que conforman su archivo a la Biblioteca Nacional que cuenta con un Departamento de Archivos y Colecciones Particulares que se encarga específicamente de ese tipo de material. Son nueve metros lineales de materiales, es bastante grande y gran parte está inexplorado”, revela Benedetti.
Al ingresar a la Biblioteca, un panel verde que introduce a la literatura de Yunque une las salas María Elena Walsh y Lugones, donde se desarrolla la exposición. En su entrada, cuelgan barcos de papel, en alusión al título de su libro de cuentos infantiles. Lo acompaña la ilustración de un hombre trabajando sobre un yunque que aparece en la portada de Antología Poética,de 1949, obra considerada como laboratorio de su estilo, según el catálogo de la muestra.

La exposición destaca su corta pero importante participación en el surgimiento del grupo de Boedo, del que fue uno de sus fundadores y donde aportó su poesía como rasgo literario del espacio. Junto a una fotografía del autor se destaca su primer libro de poesías, Versos de la Calle, publicado en 1924 por la editorial Claridad.
En otras vitrinas se encuentran libros editados por esa casa editora junto al manuscrito de su poema No te Metas, escrito en 1978 durante la última dictadura militar. Además, se puede leer una carta de Antonio Zamora, director de Claridad, evidenciando el contacto permanente entre ellos.
En una televisión se reproducen las entrevistas a Gito Minore, editor, compilador y prologuista de Luces Malas, a Nuria Dimotta, del Departamento de Archivos de la Biblioteca, a Leonardo Candiano, autor de Boedo, orígenes de una literatura militante, y a Adriana Petra, autora de Intelectuales y cultura comunista, quienes trabajaron desde distintos aspectos su obra.

Además, se rescatan los aportes de Yunque a la literatura infantil. Desde el título de su libro más reconocido Barcos de Papel. Cuentos de niños, el autor señala que su literatura no es para niños sino “de niños”. Son ficciones realistas que cuentan sobre las injusticias que sufren los niños proletarios y que, al mismo tiempo, son incomprendidos por los maestros o los adultos. A su vez, como sus relatos comienzan con un epígrafe también está escribiendo para los adultos que lo leen y son quienes deben garantizar el bienestar de los infantes.
En una pared blanca resaltan los libros Poncho, Jauja, y Lectura Libre junto a fotografías de Yunque rodeados de niñas y niños y una carta que le escribieron los estudiantes preguntándole qué libro de su autoría debían tener en la biblioteca de su escuela.
Se puede ver el alcance de su literatura en los libros que se tradujeron de él, como, Barcos de papel en búlgaro y Los muchachos del sur en ruso, ejemplares que en la muestra están acompañados por un telegrama enviado desde la Universidad de los Escritores de la URSS saludándolo y el memorándum emitido durante la última dictadura militar solicitando sanciones para uno de sus libros.

Asimismo, la obra recupera la amplia participación del autor en el teatro. Publicó más de veinte obras para adultos y niños, donde también vio un espacio para disputar la conciencia del público contando sobre las penurias de los explotados o caídos en desgracia, y a la misma vez a sus explotadores, comerciantes y tiranos.

Se comprometió con experiencias teatrales donde el arte era más importante que lo comercial, como fue su participación del Teatro Libre que un año después devino en el Teatro Experimental de Arte. Asiduamente colaboró con el Teatro del Pueblo dirigido por Leónidas Barletta, su compañero en el grupo de Boedo. También participó en la creación del teatro popular La Máscara, donde fue uno de sus fundadores y su asesor literario, y como militante en la creación del Teatro del Partido Comunista.

También se destacan las obras de Yunque que fueron llevadas a la pantalla grande como la pieza teatral La intrusa,  protagonizada por su hermano junto a su nuera, y el cuento Barcos de Papel, del que se puede visualizar y escuchar unos fragmentos.

En la sala Lugones, en tanto, se exponen otras esferas de su escritura en las que incursionó como un intelectual militante, aunque hay que entender su obra como una unidad.
Sobre la pared izquierda, se reconoce su trayectoria como escritor y se destaca un dossier que reconoce su obra en vida, la carta enviada por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) en 1979 por el otorgamiento del premio de honor. A su vez, se registra su participación en la Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE), dirigido por Aníbal Ponce quien lo introdujo al materialismo histórico, espacio donde los intelectuales de la época se organizaban contra el avance del fascismo en Europa. Y se puede encontrar la letra de la canción que compuso para la Agrupación Femenina Antiguerra (A.F.A) junto a fotografías que dan cuenta que su compromiso por una nueva sociedad lo llevó a visitar la Universidad de Moscú junto con su mujer, pero también a estar exiliado en Montevideo junto a Alfredo Palacios en 1945.

En otra pared se rescata su trabajo periodístico e historiográfico. Yunque, como gran lector de Tolstoi, era un humanista que se consideraba divulgador de sentimientos e ideas nuevas para contribuir al desarrollo de la humanidad, por eso escribió en diversos periódicos y revistas, incluso en los que se podrían considerar contrarios a sus ideas como fue el caso de El Hogar. “Al estudiar su obra podemos encontrar un humanismo cristiano, aunque él no sé consideraría como tal, ya que en su obra los personajes que sufren siempre logran redimirse”, cuenta Benedetti. 

También se destaca el abordaje del autor sobre la cuestión gauchesca, en la que se diferenció de la línea del Partido Comunista y de la celebración acrítica de la Conquista al Desierto. Desde una perspectiva evolucionista, que lo llevó a caer en estereotipos peyorativos, incorporó al indígena en la historia nacional señalando la lucha de algunos pueblos en la Guerra por la Independencia o realzando la figura de sus líderes. En ese sentido, se destaca el libro Calfucurá, publicado en 1956 junto a una edición del 2005 publicada por la Biblioteca Nacional junto al manuscrito original y afiches sobre sus charlas. 
A su vez, en una vitrina encontramos Breves historia de los argentinos donde resume su idea de la historia como dialéctica entre los procesos sociales y los sujetos que participan de ellos. Por eso, también, aparecen las biografías escritas por él como por ejemplo Leandro N. Alem, Esteban Echeverría en 1837: contribución a la historia de la lucha de clases en la Argentina, Rafael Barret y Aníbal Ponce.

Además, se destacan libros de varios autores que le dedicaron a Yunque, reconociendo la influencia de su obra  en sus producciones literarias. Ahí aparecen ejemplares de Política Británica en el Río de la Plata, del pensador Raúl Scalabrini Ortiz; Primer cielo de Buenos Aires, que le dedica Barletta por enseñarle a trabajar para el pueblo, Uno y el universo de Ernesto Sabato.

Al final, en una vitrina se muestra parte de los 91 cuadernos escolares que el autor rótulo como Pensamientos, donde como un asiduo escritor organizó 1.868 notas con frases célebres de distintos pensadores que luego utilizaba como epígrafe o problematizaba en sus escritos. La exposición se puede recorrer hasta el 2 de noviembre, lunes a viernes de 9 a 21 y sábados y domingos de 12 a 19.

«Celebrar la palabra para que la esperanza vuelva a encenderse»

«Celebrar la palabra para que la esperanza vuelva a encenderse»

En un contexto signado por ajustes culturales y desafíos para los espacios artísticos, el Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro celebra su decimoquinta edición y se propone revalorizar lo humano. Habrá poetas de toda la región.

Del 19 al 22 de agosto tendrá lugar el Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro, en el Espacio Literario Juan L. Ortiz del Centro Cultural de la Cooperación. Con entrada libre y gratuita, esta edición se presenta como un faro de luz entre tanta oscuridad. “No nos dejamos abatir por la nefasta realidad que nos circunda y vamos a celebrar la palabra para que la esperanza vuelva a encenderse”, sostienen desde la organización.

Desde sus inicios, el evento se construyó como una propuesta autogestiva e independiente. Durante quince años, esa autonomía le permitió reunir propuestas estéticas variadas y consolidarse como un referente cultural en la región. “Nuestro objetivo es convocar una diversidad de voces que representen el mundo actual, generacional y regionalmente”, explica Patricia Díaz Bialet, poeta e integrante de la comisión organizadora, en diálogo con ANCCOM.

En esta ocasión, el Festival reunirá a medio centenar de poetas de toda Latinoamérica. Entre los invitados internacionales se encuentran la colombiana Camila Charry Noriega, la nicaragüense Alejandra Sequeira Aguilar, el uruguayo Diego Cubelli, la venezolana Yanuva León, la boliviana Melissa Sauma y la chilena Camila Fadda Gacitúa. Del ámbito local participarán voces como Marina Arias, Guillermo Saavedra, Pablo Ingberg y Mariana Garfinkel. “El encuentro de nuestra obra con la de los poetas de países hermanos siempre es fructífero”, asegura Díaz Bialet.

La selección de invitados no se guió por criterios estéticos cerrados, sino por la intención de reflejar la riqueza de la poesía contemporánea. Durante un año de trabajo, el equipo revisó una gran cantidad de materiales, que incluyeron piezas tanto de poetas consagrados como de autores emergentes. “Lo humano será lo primordial en esta edición y se transmitirá a través de las obras y de quienes las escuchen”, menciona.

En paralelo a esta pluralidad de voces, el Festival desplegará durante cuatro días una programación que invita a explorar la escritura poética a través de mesas de lectura y conversatorios sobre el lenguaje como resistencia y su manifestación en el arte. “La poesía, con su palabra que permite múltiples interpretaciones, ensancha el pensamiento y nos brinda puntos de vista que no habían sido tenidos en cuenta”, señala Díaz Bialet. Además, se realizará una charla sobre inteligencia artificial y su uso para la elaboración de nuevos relatos, coordinada por el ensayista y director artístico del Centro Cultural de la Cooperación, Juano Villafañe. “Si bien puede aportar a la construcción literaria, ninguna tecnología puede reemplazar a la experiencia poética original”, anticipa Villafañe.

En un presente de incertidumbre, el Festival funciona como un espacio de creación y encuentro que transforma la palabra en una herramienta de resistencia, capaz de abrir nuevos caminos de reflexión. “En estos tiempos difíciles, la poesía representa una victoria, ya que nadie permanece igual si es alcanzado en su fibra más íntima por la belleza y la verdad de un poema”, concluye Díaz Bialet.

La programación completa del Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro se puede ver acá

Del papel a la pantalla

Del papel a la pantalla

En la Biblioteca Nacional, cine y literatura se cruzan en una muestra que recupera guiones, afiches originales y cuadernos de dirección vinculados al séptimo arte. Una invitación a conocer la cultura desde una perspectiva lúdica y cercana.

“Pienso que la sala de un cinematógrafo es el lugar que yo elegiría para esperar el fin del mundo”. La frase de Adolfo Bioy Casares, que recibe a quienes ingresan a Escritos en celuloide, abre paso a un recorrido que revela el diálogo creativo entre escritores y cineastas en la historia argentina. La muestra, que puede visitarse con entrada libre y gratuita hasta el 3 de agosto en la Sala Leopoldo Marechal de la Biblioteca Nacional, recupera la historia del cine argentino a partir de sus cruces con la literatura mediante una cuidada selección de manuscritos, guiones, fotografías, objetos y documentos. “Es una propuesta que invita a repensar el cine y mueve una fibra emotiva”, asegura Fernanda Olivera, curadora de la exhibición, en diálogo con ANCCOM.

La idea nació tras una visita al Museo del Cine, cuando Olivera y su equipo buscaban afiches para una muestra sobre seres mitológicos. Allí surgió la pregunta por las adaptaciones literarias en la pantalla grande. “Notamos que desde las instituciones dedicadas al cine nunca fue muy explotado el tema de las transposiciones, así que pensamos que utilizar los textos de la Biblioteca Nacional era una buena forma de contar esa historia”, explica. A partir de esa idea inicial, abrieron nuevas líneas de exploración y comenzaron a relevar no sólo novelas sino también poemarios y antologías de cuentos.

La curaduría se apoyó en los estudios del crítico y periodista Claudio España, quien a lo largo de varios libros recopiló la historia del cine argentino desde 1930 hasta la actualidad. “Tomando como base su trabajo armamos una línea cronológica estructurada en grandes períodos, donde destacamos películas de las que teníamos material y aquellas que no podíamos dejar de lado por ser clásicos”, señala. A lo largo de los paneles, la exposición repasa algunas de las más de 300 adaptaciones cinematográficas. Muchas de las piezas provienen del acervo de la Biblioteca Nacional e incluyen primeras ediciones de novelas como Cicatrices de Juan José Saer o El salvaje de Horacio Quiroga.

Si bien el criterio cronológico guía el recorrido, también hay ejes temáticos. Se destacan autores frecuentemente adaptados, como Jorge Luis Borges –interpretado por diferentes actores a lo largo del tiempo– y Bernardo Kordon, cuya obra fue resignificada por cineastas contemporáneos. Para Olivera, este último caso es especialmente relevante ya que “es un autor gigante que no había sido tan leído y el cine lo puso en el lugar que merecía”. También se destacan duplas creativas fundamentales para el cine nacional como Beatriz Guido y Leopoldo Torre Nilsson, o Michelangelo Antonioni y Julio Cortázar.

Lo que revela el archivo

Además del fondo literario, la muestra se nutre de archivos fílmicos como los de Estudios San Miguel, Lumiton, Argentina Sono Film y Estudios Baires, que aportaron afiches y documentos ausentes en la hemeroteca. Pero su valor va más allá del contenido: también permite pensar el rol que tuvieron las salas de cine en la vida cotidiana. “Los representantes de los grandes estudios nos hablaron de lo que significaba que existiera una ciudad cinematográfica en un barrio o que se inaugurara un cine al estilo palacio, como los que se construían a mediados del siglo XX, donde alrededor del ritual del cine se formaba una identidad barrial y una comunidad”, relata.

Olivera también destaca la colaboración generosa de directores y actores, quienes cedieron materiales de sus archivos personales para reconstruir sobre todo el último tramo histórico de la exposición, que va desde 1990 hasta la actualidad. “Lo que más me sorprendió fue ver los guiones manuscritos, con dudas sobre el título o palabras tachadas y vueltas a escribir. Ese material me pareció maravilloso”, recuerda. Entre las piezas más singulares se encuentran los storyboards de Aballay, el hombre sin miedo (2010), préstamo de su director Fernando Spiner, y los guiones originales de El viento que arrasa (2023) de Paula Hernández.

La exposición también se detiene en el rol de los medios de comunicación en la difusión del cine. La primera crítica de la que se tiene registro data de 1894, cuando un cronista relató el funcionamiento del mutoscopio, un dispositivo cinematográfico patentado por Herman Casla que se proyectaba como evolución del kinetoscopio creado seis años antes por Thomas Edison. Ya en el cine contemporáneo se exhiben ejemplares de El Amante o Kilómetro 111, revistas especializadas que renovaron la crítica cinematográfica en la Argentina y acompañaron sus transformaciones en el modo de filmar.

Cruce de generaciones

Uno de los aspectos más valiosos es su propuesta lúdica y sensorial. Para ilustrar cómo se filmaban las primeras películas de animación –técnica en la que el cine argentino fue pionero– se exhibe un muñeco articulado de cartón que simula el cuadro por cuadro del stop motion. “Tratamos de incluir objetos que permitan al público tener contacto directo con esas materialidades”, cuenta Olivera.

Entre los más llamativos se encuentra un folioscopio mecánico artesanal creado por Inés Girola, que genera la ilusión de movimiento al hacer pasar rápidamente una secuencia de imágenes. Este objeto recupera el espíritu de los orígenes del cine y se convierte en una puerta de entrada para quienes se acercan por primera vez a este universo, dispuestos a descubrirlo mientras juegan. En esa experiencia se revela una de las claves de Escritos en celuloide: conectar distintas generaciones a través de un lenguaje común.

La muestra también permite seguir de cerca el proceso de transformación de una idea en película. Uno de los casos más reveladores es el de El Patrón: Radiografía de un crimen (2014), que partió de una noticia policial, fue adaptado en formato libro y, más tarde, convertido en film. En el panel dedicado a esta historia se exhibe una copia de la causa judicial, el guion subrayado e intervenido por el director Sebastián Schindel y un hilo rojo que conecta cada elemento, evocando la tensión narrativa propia del thriller. “Es importante que la gente pueda tocar y abrir esos materiales para ver todo el trabajo que hay detrás”, enfatiza la curadora.

Esta combinación de juego y archivo también funciona como un puente. “Está pensada para las nuevas generaciones, pero también para quienes somos más grandes y recordamos no sólo las películas, sino cómo era ese cine que ya no está”, agrega Olivera. A la par del repaso por las adaptaciones literarias, la muestra narra la expansión de las salas a lo largo de las décadas y su progresiva desaparición, un recorrido que invita a reflexionar sobre los modos en se consume hoy el cine.

Memoria y resistencia

En tiempos difíciles para la industria cinematográfica, la muestra ofrece un mensaje contundente: el cine argentino es también una historia de resistencia y creación colectiva. “Cada uno de esos períodos, aunque claramente diferenciados, pasó por momentos de devastación, persecución e intentos de silenciamiento, pero siempre zafó. Esta muestra también es una forma de decir: ‘Esto también lo vamos a superar’”, sostiene.

Más que una cronología, Escritos en celuloide funciona como una puerta de entrada a nuestra historia cultural desde los libros, las películas y los objetos que la preservan. “La Biblioteca Nacional conserva la memoria de nuestra nación, por eso esta muestra, como todas las que hacemos, es una invitación a que conozcan los archivos, que investiguen y la pasen bien”, concluye Olivera.

Escritos en celuloide se puede visitar hasta el 03 de agosto de lunes a viernes de 9 a 21h y sábados y domingos de 12 a 19h en la Sala Leopoldo Marechal de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (Agüero 2502, CABA).

Antiprincesas de 10 años

Antiprincesas de 10 años

La editorial Chirimbote cumple una década publicando literatura infantil alejada de los estereotipos y los clichés. Una de sus creadoras, Nadia Fink, cuenta la historia del sello y analiza la actualidad de las infancias.

Hace diez años, un grupo de personas decidió romper el hechizo de los cuentos de hadas. Frente a una industria cultural que ofrecía historias repetidas y estereotipadas, nació Chirimbote, una editorial autogestiva que propuso narrar otras infancias posibles. Con una impronta colectiva y feminista, lanzaron las colecciones Antiprincesas y Antihéroes, que se atrevieron a contar las vidas de mujeres y hombres reales: artistas, luchadoras sociales, poetas, disidentes, referentes populares. Desde Frida Kahlo hasta el Indio Solari, pasando por Gilda, Juana Azurduy, el Che o Bielsa, los libros de Chirimbote invitan a imaginar mundos más justos desde y para las infancias.

En esta entrevista, Nadia Fink, periodista, escritora y una de las creadoras del proyecto, repasa los orígenes del sello, los desafíos de sostener una propuesta editorial con perspectiva de género y compromiso social, y las nuevas apuestas para seguir transformando la forma en que niños y niñas se relacionan con la lectura y con su entorno.

¿Cómo nació la idea de hacer la colección de Antiprincesas y qué las impulsó a contar estas historias de una manera no tradicional?

Creo que había una necesidad. Se van a cumplir 10 años del primer #NiUnaMenos también, y no es menor tenerlo en cuenta, porque a veces los movimientos confluyen por un montón de gente pensando lo mismo. Yo trabajaba en un espacio más “de varones” donde no tenía la posibilidad de hablar ciertos temas, pero tenía mucho contacto con compañeras feministas. Es súper valioso sumar esas miradas. La premisa que teníamos con Martín (Azcurra) y con Pitu (Saá) era hacer algo para las infancias, pero no encontrábamos bien qué. Queríamos hablar de biografía, sí, pero también pensar en cómo. Yo sigo viendo hoy muchos libros para las niñeces que no están pensadas desde ellas, sino que se piensan desde el mundo adulto queriendo llevarles una información. Ahí hubo algo que necesitábamos que sucediera: esta idea de contar las historias de quienes no siempre ganan, pero, además, historias de mujeres, contadas para infancias y desde un lugar que se alejara un poco del “mundo de princesas”, respecto al cual siento que hay algunas conversaciones en las que constantemente avanzamos y retrocedemos. Es el caso Disney, que habían pasado de princesas tradicionales a incluir personas negras, con discapacidad, lesbianas, de un modo incluso forzado, y ahora optaron por sostener que “no se meten más en política porque es entretenimiento”. A lo largo de estos 10 años seguimos sosteniendo que siempre vamos avanzando desde las premisas con las que empezamos.

La política atraviesa todo e inevitablemente influye en las formas de ver las cosas. ¿Pensás que la editorial tiene la intención de “despolitizar” o, por el contrario, dar un mensaje vinculado a la comunicación de ciertos valores? ¿Cuál es la línea que elige Chirimbote?

Coincidimos, como línea editorial, en que la política atraviesa todo. Hay un riesgo en que las personas se muestren apolíticas, y es el de no hablar de un montón de cosas que son inherentes a lo cotidiano. Me parece que lo apolítico termina resultando muy peligroso, porque oculta una verdadera intención. Desde un principio, en Chirimbote expresamos lo que sentíamos, lo que pensábamos, de qué lado nos parábamos, aunque con el tiempo fuimos tratando de ser más suaves y no ir tan al hueso, porque ahora hay otra forma de recibir los temas. Nacimos un poco antes de que surgiera el #NiUnaMenos y revolucionara todo; era un contexto en el que estaba la posibilidad de poner todo sobre la mesa, de que se hablara en todos lados de qué era el feminismo, la violencia hacia las mujeres, pensar en las disidencias, en las personas trabas y trans.

¿Cuáles sentís que fueron los mayores hitos y desafíos que vivieron con el proyecto?

A lo que nosotros nos hizo “romper el cascarón” de esa idea muy chiquita que teníamos fue una nota que nos hizo el portal de la BBC. También fuimos tapa de Clarín, de La Nación… hoy sería imposible. En ese momento era algo disruptivo, pero con el tiempo no quedó ninguna editorial sin hacer una colección de biografías de mujeres. Por ese entonces había muchas de ellas que estaban dando la batalla desde adentro: compañeras feministas dentro de grandes medios, sindicalizadas… hoy hay un desmantelamiento tan grande y una negativa tan profunda respecto a ciertos temas que es mucho más difícil hablar de esto. Otro hito que tengo presente es el libro que hicimos durante la campaña por la lucha por el aborto legal, que se llamó Feminismo para Jóvenas. Obviamente, recibimos muchas críticas por elegir esa A: nos atacaron por redes como nunca, incluso hubo librerías que no quisieron el libro porque era una “aberración al lenguaje”. Pero fuimos avanzando y hoy en día nuestra página casi no tiene haters, algo bastante llamativo. También hubo cosas hacia adentro que nos fueron marcando, sobre todo el crecimiento de la cooperativa y de la editorial: en vez de crecer hacia arriba, decidimos crecer a lo ancho y sustentar nuestra base de compañeras y compañeros.

En los inicios, ¿cómo fue el recibimiento del público?

Muy bueno. Muchas familias estaban buscando algo así. Nos decían: “Me tienen podrido con las princesas”. Nos contaban que en cualquier salón de fiestas las nenas sólo podían vestirse de princesas, pero también les gustaba el fútbol, las espadas, cosas absolutamente comunes que no resonaban con un estereotipo de género ni de juego. También fueron libros trabajados por docentes, que los siguen usando porque encuentran referencias en cierto tipo de valores y de construcción colectiva. Sí nos han preguntado: “¿Por qué ‘Antiprincesas’? ¿No es ir en contra de algo?” Pero recorrimos todo el país y nunca hemos tenido una situación violenta, enojos ni agresiones directas.

En algún punto sí se va contra algo: esa construcción literaria más hegemónica, pero también es dar la probabilidad de “otro algo”, que lo que hay no deje de estar, pero que haya otra cosa también para elegir. En ese sentido, ¿cómo eligen a las figuras que trabajan? ¿Qué criterio usan para narrar en un lenguaje accesible para las infancias?

Las primeras tres (Frida, Violeta y Juana) fueron pensadas juntas, las tenía muy estudiadas. Eran figuras que me gustaban y en las que quería profundizar. Ahí nos dimos cuenta que estábamos buscando formas de rotar el interés de las mujeres, promulgar la idea de que se puede llevar adelante lo que una desea, más allá de la familia y las construcciones más antiguas representadas en las princesas conocidas. Con Gilda, la primera argentina, quisimos incorporar un poco de cultura popular (la cumbia, los santos populares). Comenzamos a pensar en formas de llegar a todos los públicos, incluyendo los formatos (que sean accesibles, baratos, fáciles de manipular). Respecto a la forma de narrar, cada libro cuenta la historia de una manera distinta. Ninguno es igual. Leemos los personajes y luego los pensamos en “clave de infancia”, para que no suceda esto de readaptar lo que fue pensado para grandes. Está directamente pensado para la infancia: lenguaje claro, directo, adaptado pero no empobrecido, siendo respetuosos. Buscamos que cada cuento sea algo diferente, único, que no tenga un formato preestablecido. Tenemos como premisa seguir divirtiéndonos con lo que hacemos, para ser lo más honestas y honestos posible con las niñeces.

¿Qué nuevas preguntas traen las infancias hoy?

La pregunta más grande es cómo desafiar a las tecnologías, ante esta idea que está establecida de que “compite con el libro”, o que ciertas cosas “van a desaparecer”. Sin embargo, sentimos que el libro nunca se fue de las infancias. Por ahí es un poco más complicado en la pre-adolescencia y en la adolescencia, etapas donde, por lo general, se suele perder el hábito de la lectura y se retoma un poco después. Hay muchas investigaciones que recomiendan que las pantallas se usen cada vez más tarde, y ahí es donde el libro está. En bebés, en niños, en escuelas, antes de dormir. Estamos convencidos de que hay que ralentizar el tiempo, volver a pensar en lento, en pequeño y en comunidad. El libro es una posibilidad absoluta.

En ese sentido, ¿cuál es el papel que tiene la literatura en esa construcción de infancias más libres?

Yo pienso no sólo en la literatura sino particularmente en la ciencia ficción. La literatura atraviesa, es un lugar donde se puede respirar. En estos tiempos de vorágine, de tanta información, de tanta violencia, que se ejerce de forma directa de parte del Estado, incluso física (algo que vemos todos los miércoles en las marchas de los jubilados, en las que también son reprimidas niñeces), sumado al constante bombardeo de las tecnologías, que todo es placer-placer al segundo… me parece que la literatura y la ciencia ficción ayudan a imaginar, a bajar ese ritmo, a parar, algo que nos refresca incluso como personas adultas. Me gusta la metáfora de “salir a tomar aire”, que no es poca cosa en este contexto tan hostil en el que nos encontramos.