Oct 12, 2016 | destacadas
Un auto gris, de cuatro puertas, estacionado bajo el rayo del sol, con aire de abandono. Un tapizado colmado de flores rosas y algunos cisnes. El corte diagonal de la imagen introduce de manera frenética a la escena colorinche y, entrando por la ventana, se asoman detalles propios de un lugar habitado. Con mística y tensión, el auto con sus flores rosas se transforma en un espacio ridículamente interesante del cual se quiere saber todo. Tal vez, es esa ventanilla “a media asta” la que invita al espectador a subir, a recorrer, a pasear. Al auto. Y a la muestra de la fotógrafa, Julia Sbriller.
Fotógrafa, arquitecta y performer, Julia Sbriller se entusiasmó hace unos años con «una idea más popular, democrática e inclusiva de la fotografía. No desde el panfleto, sino desde lo real». Ella «hizo de todo», según su propia mirada: expuso en distintos lugares como galerías, museos y festivales, individual y colectivamente.
Su muestra actual, “Fukú/Zafa” es un ensayo fotográfico, inédito hasta el momento, realizado en el sudeste asiático. Según la autora: “Oriente representa, en el imaginario occidental, lo lejano, lo diferente, lo otro”. Y estas imágenes desgarran el velo de la diferencia, desbaratan el planisferio, destruyen la distancia, proponiendo que “ya no tenemos que pasar por Europa para llegar a Asia.”
El ensayo de Sbriller representa un clima colorido y vertiginoso donde se asoma algo absurdo. El recorte deja de lado lo exótico de oriente para situar al espectador en un escenario en movimiento donde lo que sucede es la vida cotidiana. Posters, tapizados kitsch y niños en la calle con flash de frente son parte de un diálogo compositivo heterogéneo. «Fukú/Zafa» insinúa una posible desterritorialización, donde «las palmeras pueden ser Munro, y Vietnam se parece a Perú», analiza la fotógrafa. «Mis procesos creativos tienen mucha intuición. Las palabras llegan después que las imágenes y las veces que intenté tematizarme, fracasé», confiesa.
La rionegrina actualmente coordina «Creadores de Imágenes», un taller creativo de edición, investigación y producción fotográfica. Sobre el despojo que implica poner su obra a la vista, al aire libre y al alcance de todos, dice: «Te genera una sensación doble. Por un lado está buenísimo que estén ahí y por el otro se siente el peligro que corren las imágenes. Para mí es alucinante. Las fotos ahí, perduran. Se instaló un código». La serie expuesta en esta ocasión, producto de un viaje al sudeste asiático, surgió de una selección realizada en equipo, en el marco del colectivo «Fuera!, fotogalería a cielo abierto”, del cual ella forma parte.
«Fuera! fotogalería a cielo abierto» se propone sacar las fotos de las salas, promoviendo el acceso y democratizando los circuitos de exhibición. Fue creado en 2012 por los fotógrafos y editores plateases Emilio Alonso, Lisandro Perez Aznar y Santiago Gershánik. En la galería, ubicada sobre el perímetro del Colegio Liceo Víctor Mercante, se exponen fotos públicamente convocando a espectadores ocasionales «que no irían a un museo», explica Alonso. «Las fotos están ahí. Si alguien las rompe es parte del juego», agrega. Alonso explica que desde “Fuera!” seleccionan fotografías que puedan congeniar con la vía pública porque «la idea es exponer trabajos que completen su sentido estando en la calle». Sobre el ensayo de Sbriller describe la presencia de «algo que excede al lenguaje» y, sobretodo, repara en la importancia de mostrar imágenes que invitan a «correr el eje de Europa».
Alonso rescata una constante predisposición por parte de los expositores que pasaron por “Fuera!”, entre ellos Alfredo Srur y Helen Zout. En relación al proceso de edición, dice: «Nunca sentimos barreras a la hora de tocar el trabajo de nadie y editamos laburos de fotógrafos que tenemos como referentes. Con el trabajo de Rafael Calviño hicimos una edición muy nuestra y él quedó fascinado. Nosotros le dimos un sesgo político y él no lo estaba trabajando así. Se lo redireccionamos totalmente y no hubo ningún problema» cuenta.
Sbriller y Alonso forman parte de una misma generación abocada a la fotografía y que, según el proyecto, se desempeñan en la producción o edición de imágenes. Frente a los circuitos vigentes y las posibilidades de hacer visible su trabajo se mantienen abiertos a las propuestas externas porque «lo importante es que las cosas pasen y que haya actividad», apostando a que «las cosas funcionen sea cual sea el proyecto», explica Emilio. Además, agrega que si hay lugares donde no le dan ganas de participar no es porque sean galerías privadas sino porque «no se entiende lo que hacen». Proactivos y alejados de posturas rígidas coinciden en fomentar la producción y circulación de obra fotográfica. «Somos más under pero podemos ‘curtir’ con el Festival de La Luz, no hay problema», sintetiza Julia.
La muestra se puede visitar en el perímetro del Colegio Liceo Víctor Mercante, ubicado en 47 entre 4 y 5, La Plata, hasta el 22 de octubre.
Actualizado 12/10/2016
Abr 6, 2016 | Entrevistas
Los ex soldados parecían no sentir el frío mientras se empapaban. Unos sostenían una bandera, otros un clavel blanco. Algunos apretaban los párpados como si estuvieran recordando alguna imagen dolorosa, a un compañero, o agradeciendo estar hoy con vida. El acto en La Plata transcurrió durante una hora y media bajo lluvia constante hasta que soltaron 123 globos blancos y celestes al viento: lentamente, entonces, alzaron vuelo a la par y se fueron juntos hacia un cielo que empezaba a ponerse blanco y celeste también. 123 es el número de soldados caídos en la guerra de Malvinas que aún se encuentran enterrados en el Cementerio de Darwin como NN con una placa que reza injustamente “Soldado solo conocido por Dios”. Los Ex Combatientes reclaman, acompañando a las familias de aquellos caídos, recuperar la identidad de cada uno.
La concurrencia, por grupos, fue acercándose al monumento de la histórica Plaza Malvinas de La Plata, donde se realizó el acto en conmemoración, y ofrendó sus flores. Ahí estaba Hugo Robert (54), ex soldado y vicepresidente del Centro de Ex Combatientes de Malvinas (CECIM-La Plata). Robert se saludaba con todos y sus hijos, Alejo y Joaquín, lo escuchaban conversar atentamente con cierta admiración en la mirada. De pie, al lado de la foto de su compañero de trinchera caído en Malvinas, Robert compartió con ANCCOM su experiencia antes, durante y después de la guerra.
En esta conmemoración se destaca el reclamo por identificación de los 123 soldados enterrados como NN en el Cementerio de Darwin. ¿En qué situación se encuentra esta lucha?
Arrancamos hace muchos años, cuando los primeros contingentes de excombatientes comenzaron a volver a las islas a reencontrarse con los “fantasmas de la guerra”. En las visitas al cementerio de Darwin –que es tremendo como imagen, todos los argentinos la tenemos, incluso quienes no fueron a las islas- nos encontrábamos con la dureza de la muerte porque es muy shockeante para nosotros. Pero además de eso, el inmenso dolor de no poder ponerle una flor en la tumba del compañero. Yo fui con el Regimiento 7 de La Plata y no volvimos todos. Del Regimiento 7 hay sólo seis tumbas identificadas con nombre. Del total de tumbas del cementerio de Darwin, hay 123 que tienen una placa que dice “Soldado argentino sólo conocido por Dios” y eso no es verdad, eso es una mentira que nos quisieron hacer creer durante mucho tiempo, porque a esos 123 los conocen sus padres, sus familiares, sus amigos, la comunidad y los conocemos nosotros, recuerdo los rostros de los compañeros. Entonces a partir de eso, empezamos a preguntarnos si era cierto que los familiares no querían la identificación, nos parecía algo raro.
¿Cuáles son para vos “los fantasmas de la guerra”? ¿Qué imágenes o sensaciones vuelven?
Era muy común en los inicios enterarse que a muchos compañeros les costaba dormir al regreso porque soñaban la guerra. Yo he soñado, pero afortunadamente no en forma repetitiva. Los “fantasmas de Malvinas” son, entre otras cosas, saber que tu compañero no volvió. Como siempre en la vida, tenés alternativas, te podés quedar agarrado a ese fantasma y llorar o tomar el camino de la lucha, de convertirte humildemente en la voz de los que nunca van a tener voz, que son los compañeros que quedaron allá. A mí me parece que ese es el camino más valedero, el que más nos sirve. Nosotros siempre decimos que uno de los mejores homenajes que les podemos hacer a nuestros compañeros es haber hecho una buena vida, una vida para disfrutar, para celebrar, porque nosotros sabemos lo que es la muerte.
¿Cuándo empezaron a ocuparse de identificar a sus compañeros que figuran como NN?
El Cecim fue creado meses después de la guerra. En los primeros años los ex soldados tenían como prioridad luchar por las pensiones, el trabajo y su salud. Con respecto a la búsqueda de identidad de los soldados enterrados, en un principio no tuvimos el tiempo necesario para hablar con los familiares, para acercarnos más a ellos. Sin embargo hoy son más de ochenta familiares los que han prestado su sangre para comparar ADN, y este año ya tenemos programadas más de veinte extracciones.
Se está procediendo judicialmente.
Como ex combatientes acompañamos a las familias que iniciaron una causa judicial en el Juzgado Federal N°10 del doctor Julián Ercolini, pusimos abogados del CECIM-La Plata. La causa tiene un fallo y una sentencia. Ercolini explica que las acciones de amparo de las familias por sí mismas ya están reconocidas constitucionalmente, entonces dijo que el reclamo tenía “admisibilidad”. La búsqueda y reconocimiento de identidad a los cuerpos ya está contemplado por la Constitución Nacional y todos los pactos internacionales que firmó Argentina.
Subrayan además que los cuerpos se han hallado y enterrado, y no fueron desaparecidos…
Tenemos los mejores equipos de antropología forense, los familiares están en el continente y los cuerpos están en Darwin: no falta información, como pasó con los desaparecidos del continente. En 2012 el doctor Ercolini le dio “admisibilidad” al reclamo y le ordenó al Poder Ejecutivo que tome todas las medidas necesarias para devolverle la identidad a los 123 NN. La presidenta Cristina Kirchner en ese momento tomó las medidas incluso con anticipación a la orden judicial. Nosotros no queremos que la causa se duerma, que se sigan muriendo los padres de los pibes que están sin nombre en Darwin, y en eso coincidimos los Centros de ex combatientes de todo el país. El Cecim de La Plata se caracterizó por llevar adelante muchos temas.
¿Cómo fueron las relaciones entre el Cecim de La Plata y los últimos gobiernos democráticos?
Con el gobierno anterior tuvimos muy buena relación, en el sentido en que hubo muchas coincidencias respecto a las banderas y luchas que llevamos adelante durante treinta años, como el reclamo permanente de soberanía, preguntarnos por qué los ingleses estaban en las islas… Con las actuales autoridades del Poder Ejecutivo nacional vemos, por lo que demuestran, que hoy por hoy Malvinas no es un tema prioritario. Esperamos que en el corto plazo el tema ingrese a la agenda gubernamental. Sin embargo, a nivel local, hemos tenido buenas conversaciones con las actuales autoridades, hemos sido recibidos en la intendencia y estamos empezando a transitar una nueva etapa. Pero a nivel nacional vemos con preocupación que Malvinas pareciera no ser parte de la agenda. No vamos a dejar que esta causa quede dormida en distintos estamentos del gobierno: la vamos a pelear mientras tengamos fuerzas. Cecim La Plata es una organización de Derechos Humanos y el reclamo que hacemos, acompañando a los familiares de los caídos, es exigir la identidad a aquellos enterrados en Darwin.
JÓVENES DE AYER Y DE HOY
“Malvinas es un sentimiento donde el orgullo y el dolor arden juntos”, decía algo antes Mario Volpe, presidente del Cecim La Plata, cuando tomó la palabra en el acto de conmemoración. El frío y la lluvia no impidieron que, como cada año, cientos de personas se reunieran en la plaza Malvinas ubicada en el centro de la ciudad. Se realizó una vez más el acto organizado por el CECIM local para conmemorar el día de los caídos y ex soldados de la Guerra. “La usurpación de una tierra amada y la paradoja de jóvenes combatiendo al imperialismo más poderoso de la tierra, la OTAN -completaba Volpe-, enviados por un gobierno ilegítimo, genocida y pro imperialista. Ese gobierno que ejerció el terrorismo de Estado y fue una dictadura civil, militar, clerical, empresarial, que debemos nombrar así para reflexionar qué nos pasó como sociedad”.
A las once y media del 2 de abril familiares de los caídos y sobrevivientes, estudiantes, representantes de clubes deportivos, sindicalistas, organizaciones políticas y las –nuevas- autoridades municipales, fueron rodeando con sus paraguas a los protagonistas del acto: los sobrevivientes de la cruenta guerra que duró desde el 2 de abril al 14 de junio de 1982, y fue utilizada por la última dictadura argentina como último intento para legitimarse en el poder en un contexto de incipiente crisis política, económica y social, cobrándose la vida de 649 argentinos. “Los represores que estuvieron en el continente no se sacaron el traje de represores para ponerse el traje de héroes cuando pisaron las islas”, dijo a los presentes Manuel Giordano, hijo de un ex soldado que milita en Guará, la organización de los hijos de Malvinas. Y concluyó: “Por ello es que reclamamos juicio y castigo a todos los responsables de la dictadura y de las torturas cometidas en las islas. Defendamos la verdad, la justicia, la paz y la soberanía”.
Los hijos de Hugo Robert, Alejo y Joaquín, también forman parte de Guará. Para él es importante que sus hijos, y todos los que lo rodean, continúen con esta causa, se interioricen. “En estas fechas –cuenta- intento recordarles el tema Malvinas a todos los grupos sociales con los que me muevo por fuera del Cecim también, por ejemplo al equipo con el que juego al futbol. Hace algunos años les mandé una carta sobre mi compañero de trinchera, Rolando, y un amigo la mandó a otro y se terminó publicando en Página/12”.
“El 14 de junio es para los ex combatientes una fecha especial. Perdimos la guerra. Y, la mayoría de nosotros, perdimos algo más. El fin de nuestra adolescencia. Algunos, algunas partes de su cuerpo. Perdimos amigos. […] Mi compañero se llama Rolando. Debo confesar que, aún hoy, me cuesta hablarlo o escribirlo en pasado. Como todos nosotros, Rolando está lleno de vida. Lo veo todos los días de mi vida charlando junto a la piedra que nos cobijaba allá, cerca del Monte Longdon, riéndose con ese vozarrón que le salía franco, con los diecinueve recién cumplidos”.
(Fragmento de la carta escrita por Hugo Robert y publicada en Pagina/12 el domingo 4 de julio de 2010 en suplemento Radar)
LOS OJOS PARA VER MALVINAS
Cuenta Robert que, de a poco, trabaja en un libro. “Desde hace un tiempo se me ocurrió que estaba bueno contar lo que me había pasado en la guerra, para dejarlo escrito: contar el pedacito que me tocó ver a mí –dice-. A poco de empezar a escribir, me di cuenta que habían pasado 34 años y que mi memoria no alcanzaba, hay muchos detalles y cosas que yo creía que sabía, pero a la vez surgen dudas y falencias. Entonces, se me ocurrió que podía contar el pedacito de guerra que vivimos yo y mi compañero de trinchera, pero incluyendo la mirada de otros que habían estado cerca. Les dije a algunos compañeros del Cecim y otros que estuve rastreando que son de la zona de La Plata, que quería escribir lo que nos había pasado a nuestro grupo, que era la tercera sección de la Compañía C del Regimiento 7. Éramos 10 soldados que prácticamente estábamos conviviendo ahí. Les encantó la idea y los estoy entrevistando y empecé a unir anécdotas, miradas, experiencias. No tengo plazos, lo voy haciendo de a poco”.
¿Cómo le contaste a tus hijos que estuviste en Malvinas?
Mis hijos ya son grandes, nacieron escuchando Malvinas, yendo al Cecim de chiquitos; han viajado conmigo a las islas en el año 2014, junto con otros grupos de hijos. Yo hice dos viajes, uno en el 2007 y otro en el 2014. Hay un documental de Sandra Di Luca del viaje que hicimos en 2007. No es que un día los senté y les conté, lo mío fue diario, y con montones de anécdotas….
¿Qué anécdota recordás?
Hay anécdotas muy dolorosas y las hay muy divertidas, porque éramos pibes que en lugar de haber ido a un viaje de egresados estábamos en Malvinas; de eso nos reíamos, decíamos “somos la primera clase que hace servicio militar como viaje de fin de curso”. Una anécdota, de las más tragicómicas, es que yo estaba de guardia el 1° de mayo, el día del primer bombardeo, porque hasta ese día estábamos en Malvinas y no pasaba nada. El 1° de Mayo nosotros estábamos en un corredor donde entraban aviones, los famosos Hércules. La idea de la “guardia” de 5 a 10 soldados era hacerlo a 800 metros para delante de donde estaba la posición de la Compañía para registrar si había algún movimiento de tropas y eras la carne de cañón, pero para nosotros era parte de estar ahí, si te tocaba “la avanzada” –como se llamaba a esa posición de guardia- tampoco pensabas que te ibas a morir esa noche. Estábamos acostumbrados a escuchar sin ver –porque era de noche- el ruido de un avión entrando porque estábamos en un corredor aéreo. Yo estaba por terminar la guardia y se escuchaba el avión pero a diferencia de otras noches escuchamos más de un avión pasar, muchos. Eso nos llamó la atención pero no se veía nada, los aviones entraban con la luz apagada justamente. La cuestión fue que esos aviones eran ingleses y se dirigieron al viejo aeropuerto que estaba a 20 kilómetros de las posiciones donde estábamos nosotros y lo bombardearon. Era un bombardeo infernal. Ninguno de mis compañeros, ni yo habíamos estado en un bombardeo antes, y de tan fuerte que fue sentíamos que nos estaban bombardeando a nosotros. La orden era que debíamos avisar en caso de percibir algo, gritando, o avisando de alguna manera… pero esa noche esto se escuchó en toda la isla, obviamente no sabíamos qué gritar y todos se despertaron a los bombazos. Ese fue el día en que despertamos todos a la guerra y es la primera anécdota de otras tantas, pero también hay que pensar que en ese bombardeo murieron compañeros. Nosotros en Malvinas no sabíamos nada acerca de lo que pasaba en el continente, no estábamos al tanto de las negociaciones, estábamos aislados completamente y en realidad confiábamos que se iba a llegar a un acuerdo, esos eran los rumores. Estábamos a 15 km de Puerto Argentino. Las noticias llegaban a cuentagotas al puerto y después por teléfono descompuesto se iban transmitiendo a las tropas. La información, poca o casi nula, era la resolución 502 de la ONU, o de la OEA, que “estaban trabajando para ponerse de acuerdo”, y nosotros confiábamos que se iban a poner de acuerdo. Ese primero de mayo fue el despertar a la guerra, asumir que esto iba en serio.
¿Cómo fue volver a las islas después de tanto tiempo?
En lo personal, yo siempre digo que a Malvinas es muy fácil ir, el problema es volver, siempre me pasó lo mismo: en 1982, en 2007 y en 2014. Cuando voy, sé que es una semana –porque vas de sábado a sábado- de emociones violentas, muy intensa desde lo emotivo, lo espiritual, caminando y recordando los lugares donde estuviste y estuvieron tus compañeros que no volvieron a sus casas después de la guerra, te quedás agarrado a las historias que viviste. Nosotros vamos a Puerto Argentino, que está en la isla Gran Malvina, pero también conocimos otros campos de batalla donde muchos soldados entregaron la vida, como el Monte Longdon, donde estuvo la compañía B del Regimiento 7; yo estaba en la C, a un kilómetro de ahí. En el Longdon, con uñas y dientes y con lo que podían, los soldados argentinos defendían la posición ante el ataque del tres o cuatro veces más en número de gente de los ingleses. Nosotros en el 82’ fuimos espectadores prácticamente de esa masacre, esa locura que es la guerra…
¿Por qué pudieron volver recién en 2007, es decir 25 años después de la guerra?
Los primeros compañeros que fueron lo hicieron en 2001 y decían que era difícil, no es un viaje que vayas disfrutándolo, es bravo. Era todo un proceso interno volver a las islas, saber que te ibas a encontrar con cosas movilizantes. Y por otro lado, es un viaje muy costoso.
¿No hubo políticas públicas que los financiaran?
El primer viaje me lo pagué yo en 2007. Después el Cecim-La Plata firmó un convenio con la Municipalidad –que lo viene cumpliendo y esperamos que este año también se cumpla con el nuevo intendente-. En 2008 logramos que el municipio otorgue 16 viajes por año para ex combatientes de la ciudad. Nuestra ciudad tiene más de 400 ex combatientes, por eso fue un Centro que siempre fue fuerte, por la cantidad.
¿Qué edad tenías cuando estuviste en la guerra?
Veinte años, y era grande comparado a los demás combatientes. Es muy movilizante, emoción pura, cuando voy a las islas la semana se me pasa volando. Lo bueno es ir en grupo a Malvinas. No conviene ir solo porque es demasiado. Un compañero decía que había que ir en grupo porque “no iban a alcanzar los ojos para ver Malvinas”. Y es la verdad.
¿Cómo fue el regreso a tu casa con la edad 20 años después de vivir la guerra?
Antes de Malvinas yo ya había cursado el primer año de Ingeniería. Después, cuando volví de la guerra estuve 20 días encerrado en mi casa, no hacía otra cosa que dormir y mirar Pepe Biondi. Yo no hablaba. Al tiempo empezaron a venir dos compañeros míos de la facultad a insistirme que tenía que cursar, y yo no quería saber nada, quería tomarme todo el año, pero la verdad es que estos dos compañeros me insistieron, me trajeron los apuntes, me llevaron de prepo a la facultad, hablaron con los profesores, y bueno… a mediados de julio yo ya estaba reincorporado a mis tareas de estudiante universitario de la facultad de Ingeniería, además yo trabajaba vendiendo diarios. Una de las formas de salir de una gran conmoción es ocupar la cabeza en otras cosas, y yo creo que pude hacer eso. Durante mucho tiempo mi preocupación fue el laburo y la facultad y jugar al futbol, que era lo que me gustaba.
¿Qué consecuencias y secuelas te dejó haber estado en Malvinas?
En La Plata, la falta de Estado al regreso de Malvinas costó vidas, eso es lo más doloroso. La falta total de Estado, el mismo que te había mandado a la guerra, se desentendió de sus soldados, los dejó librados a su suerte, sin asistencia médica, sin una contención en lo laboral con el discurso de “den vuelta la página, la guerra ya pasó”. El Cecim, como muchos otros centros de ex combatientes del país, cumplió el rol que no cumplió el Estado, se consiguió laburo para los compañeros, funcionó y funciona para la contención de los ex soldados. En La Plata, que fue junto con Berisso y Ensenada una de las regiones que más ex combatientes tiene, hubo un solo caso de suicidio. Eso habla a las claras de la importancia que tuvo el Centro –gracias al compromiso de muchos- como contención. Todos sabíamos que cuando se nos venía “el fantasma de la guerra” ibas en el Cecim y le podías contar a un compañero, a todos nos pasaba que en las familias no nos gustaba hablar mucho al principio. Particularmente, en mi caso, pasaron muchos años para que yo pueda hablar con mi familia sobre este tema.
Actualmente, ¿cuál es la posición del Cecim sobre el fallo de la ONU favorable a Argentina en Plataforma Continental y la lucha por la soberanía?
El fallo es un granito de arena más en la lucha por la recuperación y la soberanía. No es vinculante, no es que es un fallo que emitió el Comité de Seguridad o la Mesa central de Naciones Unidas, pero es una presentación más que avala el reclamo, es un paso más. Acá hasta que no se logre que los ingleses se sienten a una mesa de negociación no se puede hacer otra cosa que ir así, sumando cada granito de arena. Los ingleses están desde 1833 en las Islas, desalojaron a una población por la fuerza, son usurpadores, lo que pasa es que son una de las potencias que mandan en el mundo. La guerra es un punto más en esta discusión.
¿Qué significa Malvinas en tu vida?
Malvinas es el día a día. Nosotros nos sentimos atravesados por Malvinas y cada uno lo manejó como pudo: muchos prefirieron el silencio y “dar vuelta la página”, frase que no se ajusta a lo que piensa Cecim La Plata. Nuestro logro en común con los demás compañeros es el Cecim y es mi mayor orgullo, después de cuestiones personales como el nacimiento de mis hijos. No es que hable todos los días de este tema pero en días como el 2 de abril se vuelve inevitable.