De la villa a Europa

De la villa a Europa

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Fuera de Foco Crew es una banda de cuerpos que se gestó en los barrios más vulnerados de San Isidro -La Cava, San Cayetano y el Barrio Sauce- en 2015. La compañía artística, que acaba de presentar la última función de su obra ¿Quién levanta la mano?, se prepara para llevar su performance popular, poética y rebelde en su segunda gira internacional por Europa. Los integrantes de la compañía no actúan por actuar ni bailan por bailar: poetizan, se rebelan y luchan a través de la danza, el rap, el hip hop, el teatro y la poesía. Romina Sosa, la directora, en diálogo con ANCCOM repasa: “Fue la necesidad de mirar más allá de la danza, del rap o la poesía. Daba talleres en La Cava, San Cayetano y el Barrio Sauce, barrios populares de San Isidro y un día se me ocurrió juntarlos. No es fácil, y requiere paciencia, porque hay enfrentamientos territoriales y surge el ‘yo no me quiero juntar con el de este barrio’. Al principio, fue más orientado a las pibas cuando convoqué hace cinco años a una movilización y un flashmob frente al Congreso desde estos barrios para agitar y gritar con nuestros cuerpos lo que nos querían hacer callar a las mujeres, los derechos que nos quieren quitar, la vida misma”.

Fuera de Foco Crew estuvo en Alemania el año pasado presentando esta misma obra y se prepara para volver a viajar el año que se aproxima. Además de presentarse también en Francia y Eslovenia. Evelyn López, una de las artistas del colectivo reflexiona: “Haber llegado hasta allá fue el reconocimiento de tantos años de esfuerzo: ensayar para hacer una coreografía sin tener donde presentarnos y un día que te digan que podés hacer una gira y llegar a Europa. Hasta te da un poquito de esperanza, porque en el contexto en el que vivimos es impensado decir ‘viajamos a Europa’. No sólo para nosotros. Mi hermanito me dijo que nunca iba a poder conocer otro país y después vio que yo pude. Es un mensaje para todos los chicos del barrio: que no tenemos un techo que nos marque hasta dónde podemos llegar y que nadie nos dice si podemos cumplir nuestros sueños o no. Creo que el viaje fue eso: un suspiro de esperanza para nosotros y el barrio. Todos podemos tener las mismas oportunidades, aunque a nosotros nos cuesta un poco más”.

La directora de este colectivo artístico trabaja en la Fundación de Beccar y ha tenido la posibilidad de viajar con el arte, pero dice que aquella vez fue diferente. “Fue la primera experiencia de los chicos. Es un golpe de realidad también. Todo lo que vivimos juntos nos hizo entender quiénes somos, qué hacemos y por qué. Europa no es lo mismo que nuestros barrios. Nos hizo más fuertes saber que hay otros lugares con infraestructura, énfasis en políticas públicas, mientras que acá no hay. Y de ahí sacamos la posibilidad de decir ‘esto es lo que somos, lo que hacemos y sentimos’. Y llegar hasta acá está zarpado porque miramos esto y decimos, ahora más fuerte que nunca, que tenemos que agitar a los barrios y a sus pibes, acompañarlos», explica y reconoce que la gira fue un proceso de creación en sí mismo.

Sosa se tituló en Arte y Danza en la Fundación “Crear Vale la Pena”, un centro cultural comunitario en la localidad bonaerense de Beccar. Además de ser artista y bailarina, es educadora y trabaja dando talleres de Educación Sexual Integral en escuelas. “La educación es cuerpo – dice- y el arte un derecho y educación”.

La propuesta de esta obra teatral performática consiste en ponerse en el lugar del otro. La directora plantea que “la poesía es de todos o no es de nadie: te sentás y podés sentirte realmente en el lugar de todos estos actores. Porque tuviste la posibilidad de vivir dignamente, tal vez no sentís lo que sentimos nosotros. Nos interesa que la gente vivencie a través de nuestros cuerpos emociones, estados y mensajes acerca de ciertas cuestiones políticas y sociales. Pensamos en qué temas tocar y queremos describir en nuestros cuerpos los derechos que merecemos por ser villeros y villeras. En nuestros barrios hay temas como la exclusión, además tocamos género –yo sufrí abuso sexual por muchos años– la educación y la seguridad. Ponemos el cuerpo en marcha y movimiento para mostrar al mundo los diferentes estereotipos que son, al final, un estereotipo uniforme. Y trabajamos con un mensaje de lucha social y transformación consciente a la vez”. Evelyn cuenta: “El mensaje de ¿Quién levanta la mano? no es uno, sino que es el conjunto de la problemática: es pasarla por el cuerpo, vivirla y visibilizar cómo sentimos y vivimos el sistema sobre nosotros”.

Quienes forman parte de Fuera de Foco Crew se denominan agitadores culturales. Cada vez que pasa algo en el territorio, lo cuentan, acompañan estos procesos duros en el barrio que tienen que ver con el trabajo esclavo infantil, las adicciones, el abuso sexual, violencia de género, urbanismo social y exigen entre sus reivindicaciones el derecho a un hábitat saludable y a la educación. Agitadores culturales porque la obra comprende una forma de creatividad social y política. Para Sosa: “El muro que separa un country de una villa es también cultural. Hay maestros y maestras que sufren dentro y fuera de la escuela porque siguen padeciendo en sus casas, no se olvidan de los pibes. Para nosotros el arte es una herramienta de transformación poderosa. No somos artistas en escena, sino que también cada uno es referente en su barrio”. Explica la dimensión pasional propia de la creación artística: “No podríamos haber hecho ¿Quién levanta la mano? si no fuésemos personas cognitivas, sensitivas. El cuerpo no sólo respira, canta y siente, sino que también piensa. La cabeza comanda al cuerpo y la pasión es la que nos mueve a crear. Pienso, siento, soy. Pensamos con el cuerpo, poetizamos los ambientes sonoros, somos rebeldes a la hora de plantarnos con un rap. Usamos diversas disciplinas artísticas porque el mundo es diverso cultural y sexualmente y de todas las formas que nos podamos imaginar. Más allá de artistas y activistas jóvenes por los derechos, somos humanos”.

Fuera de Foco Crew está empezando la gestión para el año próximo crear la Escuela de Agitadores Cmunitarios y seguir proyectando el arte en los barrios. Cuenta Romina que ese es también su objetivo: “Llevar el mensaje a más personas y al mundo sobre qué es la cultura viva y popular de acá. Es tierra, cemento, cuerpo, voces queriendo ser escuchadas, de los que están y de los que ya no están”.

¡Qué Quilombo!

¡Qué Quilombo!

El sábado pasado se llevó a cabo la 10º Llamada de Candombe Lindo Quilombo organizado
por las propias comparsas participantes de forma colectiva, independiente y autogestiva.
Comenzaron templando los tambores durante la tarde, en la esquina de las calles México y
Tacuarí, y por el desfile, se desarrolló hasta cerca de la medianoche, cuando las comparsas
llegaron al Bajo. Las comparsas, un año más, se hicieron presentes en este suelo histórico
de los barrios del Tambor Montserrat y de Los Candomberos de San Telmo.
En esta oportunidad, además, la llamada se vio marcada por el intento de reforma del
Código Contravencional de la Ciudad, la cual tiene como objetivo ampliar las facultades de
las fuerzas de seguridad para intervenir en los espacios públicos. Si esta reforma sigue
adelante, ni siquiera va a tener que haber una queja para que la policía intervenga, sino que va a contar con la facultad de hacerlo automáticamente cuando considere que cierta
expresión cultural es un ruido molesto.
Mediante el Decreto N° 658/2017 la Argentina ratificó la implementación del decenio Internacional de los Afrodescendientes (proclamado por las Naciones Unidas para el período 2015/2024). Ya en 2009 el candombe ha sido declarado Patrimonio Cultural
Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, y reconocido en la Ciudad de Buenos Aires
por la Ley N° 4.773, sancionada en el 2013.
Esta Llamada tuvo como consigna el homenaje a “las almas de nuestros ancestros
Afrodescendientes, embajadores del Candombe en Argentina”: la Pocha, Santa Hilda
Techera Da Costa, una “Mama Vieja” del candombe afrouruguayo y el Gramillero, profesor
José Delfín Acosta Martínez, un “Mártir Negro” del Río de la Plata.
“El Ka Ndombe –dice el activista afrodescendiente Ángel Acosta Martínez- nace y se nutre
de influencias de pueblos de varias culturas africanas ancestrales, y surge a consecuencia
del sometimiento y la necesidad de lucha de libertad y resistencia, y del intento de
preservarse como personas, identidad, sentido de pertenencia y formas de vida, a otras
culturas ajenas a este continente colonizado y devastado sistemáticamente por la doctrina de la Iglesia y la ambición de países europeos, que los trajeron en condición de
esclavizados/as al Virreinato del Río de la Plata y Brasil, que luego se convirtieron en países
y se fusionaron con otros elementos.”

Mirando el futuro de las migraciones en el cine

Mirando el futuro de las migraciones en el cine

CineMigrante nace en el año 2010, en un contexto donde la Ley Migratoria -aprobada en el año 2003 por el Congreso- se comienza a implementar, estableciendo el derecho a migrar como derecho humano. Con el objetivo de promover el diálogo intercultural y la integración de las diferentes culturas, el festival se propone reflejar las actuales problemáticas que conllevan los desplazamientos de las personas, y desnaturalizar los estereotipos propuestos por los medios hegemónicos de comunicación. “La idea es realizar un evento que trascienda lo cinematográfico. Queremos crear consciencia sobre esta problemática en el mundo, que cruza transversalmente a todas las naciones”, comenta Érica Denmon, encargada del Área de Prensa del evento, cuya novena edición se realiza hasta el próximo miércoles en la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano.

El festival se desarrollará en numerosas sedes distribuidas en Avellaneda, Vicente López y el Centro porteño. El Centro Cultural General San Martín, el Espacio INCAA Cine Gaumont y Casa Brandon son algunas de las salas donde habrá proyecciones. Con entrada libre y gratuita, CineMigrante contará con más de 70 películas de 35 países del mundo. Sin embargo, no se conformará con la experiencia cinematográfica, sino que cruzará esa barrera al incluir diferentes actividades como performances, presentaciones de literatura y música.

Foto gentileza Cooperativa SUB

Cristina Voto, curadora de la Sección Central, comenta acerca de la motivación de realizar el festival en la Argentina, país en continua conformación identitaria: “Siendo una tierra indígena, poblada con posterioridad por una enorme migración europea que trajo consigo la migración forzada de África, permeada luego por flujos migratorios de países de Latinoamérica, nuestras prácticas se nutren y fusionan permanentemente, construyendo una identidad necesaria de ser elaborada colectivamente”.

Sin embargo, a pesar de haberse originado en Argentina, CineMigrante, fiel a su naturaleza, ha comenzado a transitar diferentes países, como España, Colombia o Italia, en donde se han organizado presentaciones para generar un espacio cultural que permita la profundización de la temática de la movilidad humana.

“El fenómeno migratorio tiene una especial centralidad en la actualidad, derivado justamente del restablecimiento de políticas económicas, sociales y culturales que refuerzan el poder derivado del sistema colonial. Son hoy los países colonialistas los que ven las consecuencias de su modo de ejercer el dominio en las puertas de sus fronteras. Y es así como CineMigrante entonces toma en cada país un modo particular de tratamiento del fenómeno”, explica Florencia Mazzadi, directora del Festival.

Foto gentileza Cooperativa SUB

Además de las secciones competitivas, el festival contará con dos secciones especiales: “Noches extrañas” y “Territorios en disputa”, tres muestras retrospectivas y la presentación de dos libros de la editorial Caja Negra: Más brillante que el sol, de Kodwo Eshun y Xenofeminismo: tecnologías de género y políticas de reproducción, de Helen Hester. Además, habrá secciones  de realidad virtual y mesas de debate. “Este año va a haber varias mesas que trabajen la temática migrante, la cuestión de género y la cuestión de disidencia sexual. También habrá instalaciones de realidad virtual con el tema principal y el eje de la muestra es el afro futurismo”, agrega Érica Denmon. En tanto, “Futuridades nómadas: temporalidades cinematográficas desde América, África y el mundo árabe”, funcionará como Sección Central y ese recorte será el eje temático de esta edición.

Mazzadi afirma que ante las amenazas causadas por el cambio climático, el agotamiento de los recursos y la crisis financiera, reflexionar acerca del futuro se convierte en una pulsión de vida. “Ante esa sensación de ‘lenta cancelación de futuro’ para muchos, CineMigrante se propone realizar un ejercicio experimental de descubrimiento e imaginación para repensar el presente mirando la presentación del futuro”, afirma.

Finalmente, Voto asegura: “Entendemos que estamos ante un momento bisagra y que debemos intervenir en nuestro futuro como espacio de acción y deseo. Y es por ello que nos animamos a armar la edición de este año con el objetivo de recuperar las visiones del futuro desde esta parte del sur del mundo”.

Foto gentileza Cooperativa SUB

Un bar de colección

Un bar de colección

 

Enrique Fauri, el dueño del bar.

La noche está helada, pero adentro hay calor. Las luces están bajas y la música fuerte. Sobre las paredes cuelgan cuadros realizados con diferentes técnicas y realizados por distintos autores. Un rincón lleva pintado la cara de una mujer que tiene los ojos cerrados y el pecho abierto: parece querer respirar hondo el aire de la madrugada. A su derecha, detrás de un acrílico, el sobre de cartón original del long play Artaud, de Pescado Rabioso, grupo integrado, entre otros, por Luis Alberto Spinetta. A su izquierda, un poco más allá, muñecos en miniatura con personajes de la historia del rock argentino sentados a la mesa como en La última cena, el famoso cuadro de Leonardo Da Vinci. En el centro, una barra de madera larga, con una caja registradora antigua sobre su falda, que sostiene al público y a la columna vertebral del bar: un tercio de la colección de más de 12 mil vinilos que guarda su dueño, Enrique Fauri.

Quique, como es conocido, tiene ojos oscuros, 65 años y lleva 50 viviendo de la música. Su barba larga y tupida se confunde con el pelo lacio que lleva por los hombros. Usa remera oscura y camisa a cuadros desprendida. A simple vista es un hípster o un leñador o alguien que viene del futuro a decirnos dónde está la clave: “Los vinilos es lo único original que existe en el planeta”. Sus dedos tienen memoria técnica. Entre los 2.500 discos que guarda en la estantería decorada con fotos carnets, estampitas del Gauchito Gil y tapas de álbumes históricos, sus yemas leen mejor que un escáner y su oído detecta la energía del ambiente en cuestión de segundos. “Podemos empezar escuchando Gospel, porque entró una pareja y sé que les gusta y terminar bailando tarantela o lentos, como en los ’80. Es espontáneo”, dice. Una espontaneidad que cocinó durante todo este tiempo de vida: una combinación de ser DJ en la zona Oeste durante las décadas del 60 y 70, tener una discoteca y luego una disquería en Mercedes (por aquél entonces un pequeño pueblo), para convertirse hoy en algo más que el dueño de “Vinilo”, uno de los pocos bares del país donde pasan exclusivamente música en ese formato antiguo, original y –al parecer- eterno.

Vinilo nació gracias a un rayo”, dice Esteban Fauri, hijo y productor musical del espacio: “Mi viejo estaba en (el bar) La Oveja Vasca, con mi hermano y hubo un bajón de luz. Cuando volvió se había quemado la computadora con la que pasaban música. Entonces probaron con un tocadiscos que tenían en exhibición, lo enchufaron y andaba. Le dieron diez pesos a mi viejo para que se fuera en taxi hasta mi casa y volvió con veinte vinilos y ahí arrancó a poner música.” Aunque, para ser objetivos y realistas, ahí no empezó la historia. Ni la de Vinilo ni la de Quique Fauri pasando música. Sí, pasando música porque el verbo ‘pasar’ es diferente del verbo ‘poner’. Cuando uno ‘pasa’ música la acción implica una atención constante a lo que sucede con ese artefacto y un uso de las manos distinto al ‘poner’ música donde lo único que hay que hacer es colocar un cd y dar play. “Es como para el gaucho el mate de la mañana. Para mí ese ritual es una parte natural. Es como si fuera una extensión de uno”, explica Esteban. “Yo por ahí tengo las manos como si las tuviera en la bandeja”, dice, mientras imita un movimiento que emula al paso de Thriller. Por decirlo de algún modo, su padre es uno de los creadores de aquel ritual al que hoy asisten adultos y jóvenes. Unos, recordando otras épocas, otros investigando lo viejo y lo nuevo, yendo de lo digital a lo analógico, entendiendo aquello que tiene el vinilo, de irrepetible y singular.

«Vinilo es como un instante, un aura, Vinilo está completamente vivo y en revolución», dice Esteban, hijo de Quique.

Enrique Fauri recibió el don a sus 12 años cuando su padre llegó con un Winco: “Para que pudiera escuchar algo. En ese momento me dio un disco simple y ese simple está allá”, señala. “Era de The Beatles: el lado A, ‘Twist y gritos’ y el lado B, ‘La vi parada ahí’”, recuerda mientras mira una de las paredes de ladrillo a la vista. Después de ese día, la rutina de Quique era ir y venir a la disquería que quedaba a 15 cuadras de su casa: “Pesito que agarraba, me compraba un simple. Me rompió la cabeza eso: el usar el Winco con algo arriba para que suene, sea lo que sea. De ahí no paré más. Como algo físico. Y eso que yo escuchaba me abría la cabeza entonces yo no pensaba en nada más que en juntar eso, como otro pensaría en juntar figuritas.”

El don convertiría a Quique en el extraño de pelo largo que pasaba música en los cumpleaños de sus amigos, para luego transformarse en Dj de la zona oeste de Buenos Aires y tocar en lugares como Juan de los Palotes, Camelot, Pinar de Rocha y Waikiki. El escritor Hernan Casciari, nacido en Mercedes, lo retrató en la revista mercedina La ventana hace 26 años. Allí lo imaginó sobreviviendo gracias a una dieta a base de vinilos, luego de quedar encerrado durante días en una casilla de DJ. Enrique Fauri – y por ende las noches de Vinilo– cuentan con un banquete prodigio. Dentro de su colección aparecen simples como “Rebelde”, de Los Beatniks -considerado el primer disco de rock nacional-, discos originales de Los Gatos, Manal, Vox Dei, La Cofradía de la Flor Solar, y las primeras ediciones del rock internacional editadas en Argentina. Entre ellos, el original de Corazón de madre atómica, de Pink Floyd.

Enrique nombra títulos ingleses en español y, sin querer, remarca un estado de época: “La única guía que teníamos en ese momento era la revista Pelo. Aunque después lo tenías que escuchar cien veces para que te empiece a entrar”, recuerda. La colección se fue ampliando durante los años, gracias a la insistencia y el capricho: “Cuando fue el boom del CD, los vinilos pasaron a valer un peso. No se los llevaba nadie”, cuenta rememorando su época de vendedor en DiscoLibra, local que mantuvo vivo durante 30 años. “Todos deslumbrados por el CD y yo me guardé miles de vinilos. Yo sabía que eran míos y que no podían desaparecer.” La disquería fue el tercer momento luego de una vida de DJ y como dueño de Oikos, un boliche que revolucionó la noche mercedina. Pero en 2007, un incendio arrasó con el local y todo lo que vio a su paso. En el 2011, los planetas se volvieron a encontrar y luego de aquella noche en el Bar La Oveja vasca, su vida y la de sus hijos tomarían un nuevo rumbo habilitando un punto de inflexión en la historia de la colección de música en Argentina.

“Esa noche el bar del Oveja (como le dicen a su dueño) en vez de cerrar a las once cerró a las cinco de la mañana”, dice Esteban, orgulloso. Su padre volvería a pasar música después de décadas. Por otro lado, el deseo de la pasión puesto en una púa y la insistencia hicieron lo suyo: “Teníamos tantos vinilos en casa, tanta música que no sabíamos cómo mostrarla”, dice Quique. “Invitábamos a un par de amigos a nuestro comedor y poníamos a Jimi Hendrix, a Nicola Di Bari, parecía que estaban tocando adentro de nuestra casa. Y surgió la idea, en forma natural, de hacer algo, que no sabíamos en qué formato, para tener los discos, los long plays y los simples a disposición de la gente”, cuenta mientras arma un cuenco con su mano derecha, mostrando el lugar. Hoy, siete años después y varias noches de borracheras y discusiones mediante, esa magia se mantiene: “Yo vuelvo a mi adolescencia”, dice Quique. Su hijo y primer fan, agrega: “Tengo el ojete de tenerlo a él como viejo, yo lo asumo como una escuela de producción del oficio del DJ.”

La estantería guarda 2500 discos y está decorada con fotos carnets, estampitas del Gauchito Gil y tapas de álbumes históricos.

El fuerte de aquel extraño está ubicado en el ala izquierda de la barra donde transcurre la mayor parte de la noche. Desde allí realiza un medio giro que va de la bandeja al público y del público a la bandeja. Les da la espalda y regresa. O regresa, saluda a alguno con sus dos manos cerradas y pulgares en alto y les da la espalda. Realiza la alquimia musical. Luego, apoya sus manos sobre la madera marcada por vasos de Fernet, cerveza, vino y picadas. De este modo recibió y recibe a todos los músicos que pasan por este reducto cultural. Locales e internacionales, como Black Amaya, Daniel Maza, Robin Benjeree (ex guitarrista de Amy Winehouse), Amparo Sánchez y artistas de otras disciplinas como cine, literatura y pintura, que dejaron su aura dentro de Vinilo. Sólo hubo una excepción: Miguel Cantilo. “Casi me desmayo. Vos sabés que la emoción continuó hasta que se fue Miguel. Casi no pude disfrutar del show».

Vinilo, bar temático y cultural, como es su nombre completo, es además un bar familiar. Gastón, su otro hijo, está encargado de la barra y la cocina. “Acá estuvimos 40 días y 40 noches entre amigos, levantando esta esquina que estaba venida abajo”, cuenta Esteban con una sonrisa de orgullo y felicidad. “Lo hicimos desde el amateurismo –dice-. Fue como un sueño hecho realidad y también un sueño colectivo. Algo que se montó con muchísima gente. También fue un homenaje a eso, a ir en contra de los libros que dicen no hagas nada ni con familia ni con amigos”. Y el respaldo de aquellos vinilos, claro. Gracias a ello conocieron también a Gustavo Santaolalla. Quique guarda entre sus ejemplares una de las 500 copias del simple Blues de Dana, con el cual el músico argentino ganó en el Festival Beat de la Canción Internacional de Mar del Plata, en 1970. “Por medio de una amiga que trabaja en el Centro Cultural Kirchner supe que Santaolalla estaba buscando varios de sus discos. Caí de sorpresa. Era encararlo y con el plan efecto sorpresa. Estuvimos hablando un rato. Ni amagó a pagarlo porque sabía que yo no estaba ahí para vendérselo, sino para mostrárselo y nada más.”

En la esquina de la 23 y 24 algunos recién llegados, curiosos de sus trucos, le preguntan qué es eso que suena. El abanico es amplio: tarantela, paso doble, Michael Jackson, Depeche Mode o Gilda. “Mamó la música de ya tres épocas, está super abierto y conoce nuestra generación. Los 80, los 90, los 2000. Vivió de eso y generó una cierta potestad”, resume Esteban.

“Hoy Vinilo es el cierre perfecto de mi vida -analiza Quique- porque con esto ya arrancaron un nuevo oficio nuestros hijos, Gastón y Esteban. Como padre estoy hinchado de felicidad y re orgulloso”, y los ojos oscuros se le llenan de agua salada. “Vinilo es como un instante, un aura, Vinilo está completamente vivo y en revolución”, concluye Esteban. Un instante de forma circular, un aura original de sonido que se gestó con la devoción por un formato y que un rayo terminó de dar vida.

 

Hacer radio como una patriada

Hacer radio como una patriada

Marcelo Figueras fue una de las figuras que llegó a la radio en el 2017.

Las paredes verde antiguo están cargadas con fotos en blanco y negro de distintos tamaños. Son muchas y están casi pegadas entre sí. Aparecen el Che Guevara, Fidel Castro, Carlos Mugica, Juan Perón, Héctor Cámpora, Néstor Kirchner, Simón Bolívar. Más grande, ocupando un lugar privilegiado, luce Evita sonriendo. De fondo suena el último disco del Indio Solari, El ruiseñor, el amor y la muerte. El Café de los Patriotas, ubicado en La Paternal, tiene la estética de cualquier bar porteño y además funciona como cooperativa de trabajo desde el 2012. En 2015 comenzó a funcionar allí FM La Patriada (102.1), una radio popular capaz de poner al aire a figuras como el Indio Solari o Andrés Calamaro.

¿Cómo nació la radio popular que atrajo a figuras con una propuesta alternativa que busca “disputarle el sentido común” a los medios masivos?

Nuestro orígen fue el conflicto y la lucha popular – el que contesta es Pablo Velázquez, que se presenta como un militante. “Termino de hablar con vos y me voy a hacer cargo del café, en el mismo lugar donde fui bachero, delivery, mozo. Acá no somos empresarios”, dice el coordinador general de FM La Patriada, un tipo que arrancó su militancia a los 13 años, con el estallido del 2001.

“La radio pertenece a Proyecto Comunidad, una organización social que se forma producto de las asambleas populares en 2001 y decantó en la construcción de una cooperativa de viviendas para las familias que estaban en La Lechería, una fábrica ubicada en La Paternal, a la vera de las vías del Ferrocarril San Martín”, cuenta Velázquez sobre esa primera época.

Ya en 2009, instalados en Villa Lugano, surge la necesidad de contar con un medio de comunicación que fuese propio y representara las voces de esas familias. “Ese año damos un salto a pensar la política como política pública. Por eso entendimos que era vital tener un medio de comunicación propio, porque lo que pesaba permanentemente sobre los habitantes de La Lechería era la estigmatización por ser pobres y, además, fue una forma de meternos en el debate nacional por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Así nació Radio Comunidad, que luego fue FM La Patriada”, cuenta Velázquez.

Pablo Velazquez.

Con la radio se creó también un proyecto formativo donde se buscó incluir en la comunicación a los propios jóvenes del barrio. “Empezamos una radio escuela con jóvenes de Lugano. Se acercaron pibes del barrio que hoy van a la casa del Indio (Solari) todas las semanas a grabar en su estudio. O pibes que arrancaron haciendo operación y que luego terminaron haciéndose cargo de un puesto de responsabilidad importante en una cooperativa económica, por ejemplo. Lo que hace la organización es generar oportunidades donde no las hay y formar en el trabajo y en la conciencia política e histórica. Ese es el formato, porque si no, no hay ni apropiación popular de la tecnología ni apropiación popular de la comunicación”, subraya Velázquez y agrega: “Hay que profesionalizar, hay que aprender para poder decir, discutir y pensar desde nuestro lugar de trabajadores. Hay mucho esfuerzo, mucha dedicación y mucho estudio de parte nuestra. Nos obligamos al estudio porque más allá de que hay compañeros que pasamos por la universidad, todos tenemos que saber todo. Creemos que es importante que los trabajadores tengan sus propias herramientas económicas para subsistir y desde ahí poder salir a declamar”.

En 2012, Proyecto Comunidad adquiere el Café de los Patriotas, lugar que toma un fuerte sesgo cultural como espacio de reunión y expresión artística. Fue en ese marco que en 2015, Radio Comunidad pasa a funcionar en el bar, cambiando su dial del 88.3 al 102.1, y transformándose en La Patriada.

“En Lugano estábamos bajo el nivel del mar y acá estamos buscando meternos en un lugar de fuerte disputa cultural, buscando también hablarle a otro público”, cuenta el coordinador general de la FM.

“Lo que nosotros estamos haciendo es La Patriada como un concepto: es un medio popular, de propiedad popular, que viene a cambiar un poco con su propio ejemplo, las relaciones capitalistas”, explica Velázquez.

FM La Patriada se ubica en Nicasio Oroño 2200, La Paternal.

“Nunca soñamos con esto”

Un gran punto de inflexión para la emisora se dio en el 2017, cuando se decide buscar la masividad. “Nosotros pensamos, desde Radio Comunidad, hacer comunicación popular y comunitaria, y desde La Patriada, que esa comunicación tenga llegada masiva”, comenta Velázquez.

En ese sentido, destaca el reconocimiento: “Para nosotros lo más importante es el ejemplo. Ejemplo militante, de sacrificarse, de andar cada uno de nosotros endeudado, sin llegar a fin de mes para que esto se mantenga. Y lo hacemos porque somos conscientes que hay una lucha en el medio. Es una lucha quirúrgica, que es la lucha por la disputa del sentido común dominante”.

Para el coordinador de La Patriada esa lucha tiene como una de sus aristas pensar un nuevo tipo de comunicación: “Nosotros no estamos en la lógica del periodismo comercial. Damos libertad para que se investigue y para que se haga lo que se tenga que hacer. No somos ni fanáticos ni obsecuentes de ninguna bandería política. La Patriada no es el órgano de difusión de una organización, es una radio donde hay periodismo, donde hay cultura, donde pasan cosas todo el tiempo y tiene una lógica distinta. Por eso termina pasando que el Indio se acercó a la radio. Nosotros ni soñamos que esto iba a pasar”.

Casi como un juego de palabras, Velázquez hace un guiño inconsciente al estribillo de “JiJiJi”, el mítico himno de Los Redonditos de Ricota, para hablar de la llegada del Indio Solari a la radio, quizás la más paradigmática de varias figuras conocidas que se integraron a la emisora.

“Los artistas acá tienen posibilidad de desarrollarse. Seguramente tienen ganas de hacer o decir cosas que de otra manera no las podrían hacer y acá tienen un espacio”, explica al respecto.

El orígen de la radio fue el conflicto y la lucha popular.

Marcelo Figueras fue una de las figuras que llegó a la radio en el 2017. Desde agosto de ese año conduce Big Bang, un programa diario que va de lunes a viernes de 22 a 00 hs. Fue además, quien le ofreció al ex líder de Los Redondos sumarse.

Figueras destaca a La Patriada como “una posibilidad para ejercer un periodismo distinto”, alternativo a los grandes medios masivos de comunicación. “Nosotros tenemos la sensación que nos estamos enfrentando con un poder que es muy monolítico, que tiene todo el dinero, todos los ‘fierros’, pero hay una rajadura inevitable porque no pueden engañar eternamente a la gente. Ahí es cuando comienzan a emerger medios alternativos donde todos laburamos sabiendo que no hay competencia entre nosotros, al contrario, nos alegramos porque sabemos que el adversario verdadero es otro. Sabemos que somos los ‘Davides’ de la historia y nos estamos enfrentando a un Goliat. Por eso hay que relacionarnos y apoyarnos cada vez más: potenciarnos y resonar lo que dice el otro para que trascienda la cadena de desinformación que estos medios tan grandes hacen”.

Figueras es además el biógrafo del Indio Solari, que al igual que él también vio en La Patriada un espacio de expresión. “Cuando apareció la posibilidad del programa, el Indio había empezado a tener páginas en Facebook con alias distintos que se las terminaban cerrando siempre. Entonces le dije que podía usar el programa para lo que quisiera, con el nombre que quisiera, como un medio de expresión, y se enganchó de inmediato. Tanto es así que muy rápidamente dijo que quería programar toda la música, cosa que nunca se me hubiese ocurrido. Mirá si le iba a decir que programara la música de un programa de radio diario de dos horas (risas)”, contó el escritor sobre el cantante.

Figueras consideró que este acercamiento se trató de “un gesto político clarísimo. Un gesto de poner los huevos en el lugar donde uno cacarea: ver dónde está la gente que está tratando de hacer algo parecido a lo que él trató de desarrollar a lo largo de toda su vida. Más allá de nuestras limitaciones técnicas, él sabe que nuestro espíritu está más cerca de eso. Se me hace que para él es como un volver a la fuente, a los principios en los cuales los medios que le daban bola eran todos medios alternativos”.

Pablo Ramos es otro de los nombres conocidos que integran la radio popular. El escritor y guionista forma parte de La Patriada desde el desembarco de la emisora en La Paternal, en 2015. “Al ver lo que era, me quede acá. Era una posibilidad. Confío en mi destino de radiador”, contó Ramos, que en la radio conduce El orígen de la tristeza y participa en Cosa de negros.

Al ser consultado sobre qué significaba estar en La Patriada, Ramos hizo una salvedad: “Nadie está en La Patriada, todos hacemos La Patriada. El que está en La Patriada, sobra. Todos hacemos. Cada uno sabe lo bueno que tiene el compañero, cómo te ayuda, los límites, cómo escuchar. Es hacer la patriada. Cada uno de nosotros somos La Patriada”.

Pablo Ramos.

En este ser La Patriada también se encuentra Andrés Calamaro, quien se sumó a la FM el año pasado por intermedio de Ramos y hoy produce contenido de lunes a lunes.“Calamaro se acercó primero a mí como escritor, para que colabore con una revista. Le dije lo que estaba haciendo, le conté de este proyecto, no le pedí nada, y se sumó, igual que el Indio”. “De repente, te hacen una nota y no pueden creer que no haya plata de por medio”.

“A veces creo que me voy y me termino quedando. Siempre termino abrazando”, dice Pablo Ramos. “¿Por qué me quedo? Me quedo en la radio por amor. Por amor me quedo”.