La luz del pasado encapsulada

La luz del pasado encapsulada

Harry Grant Olds (1869 – 1943) fue un fotógrafo estadounidense que a mediados de 1899 emigró a Sudamérica por sentirse menospreciado en su país de origen. En Argentina encontró su lugar y comenzó a desarrollar su ‘colección general’, un archivo de negativos en placas de vidrio de 20x25cm, con tomas de vistas, tipos y costumbres locales. Al mismo tiempo, entre 1901 y 1916 ejerció el cargo de ‘fotógrafo oficial’ de la Sociedad Rural Argentina. Más de un siglo después, Alfredo Srur, fotógrafo contemporáneo argentino, descubrió el trabajo de Olds y comenzó su restauración. Producto de esa investigación y acercamiento se montó la exhibición “Espejos de Plata – Olds/Srur”, un diálogo entre ambos fotógrafos, que se podrá ver hasta el 4 de marzo en la Fototeca Latinoamericana (FoLa).

Dos manos sosteniendo una placa de vidrio del negativo de una fotografía tomada por Harry Grant Olds

Negativo original de una placa de vidrio que forma parte de la producción de Harry Grant Olds.

Para Ariel Authier, curador de la exposición, la obra de Olds consiste de “viajes visuales que incluían desde lo más rico y acomodado de la época hasta lo más pobre y precario”. Fueron Authier y Olds quienes pusieron en marcha este proyecto, que resultó de una alianza entre el Centro de Investigación Fotográfico Histórico Argentino (CIFHA) y FoLa. Authier considera que Espejos de Plata es la puesta en escena de un diálogo entre dos fotógrafos, dos épocas y dos miradas que juntan y mezclan más de 140 años de historia fotográfica.

ANCCOM se sentó a charlar con Alfredo Srur, quien es definido por Authier (además de colegas, amigos) como un “un fotógrafo que no puede tener distancia, por lo menos al principio, de las cosas con las que está trabajando. Para Srur la fotografía es una forma de relacionarse con el mundo y eso es fundamental en su obra”.

¿Cuál fue tu recorrido con el archivo de Olds?

Lo primero que había que hacer con el archivo era evitar que se siga deteriorando, porque había llegado en muy malas condiciones de conservación. Para ello hubo que hacer todo un trabajo de recuperación que llevó un año aproximadamente, sin pensar nada más que en eso. En segundo lugar, había que ver el estado real una vez que se limpiaba y preservaba. Por último vino todo un proceso artístico paralelo, en donde yo venía con una crisis personal en la fotografía que venía haciendo y con la fotografía contemporánea.

El fotógrafo Alejandro Srur en primer plano

El fotógrafo Alejandro Srur se encargó de restaurar el trabajo realizado un siglo atrás de Harry Grant Olds

¿A qué te referís?

A mí me interesaban mucho los avances tecnológicos que ocurrieron a partir de que se inventa la fotografía y que hacen que se modifique la manera de fotografiar. Particularmente, las imágenes del archivo de Olds nunca habían sido ampliadas de modo analógico, sino que siempre habían sido copiadas por contacto. Me parecía interesante comenzar a experimentar con esos negativos y ver qué sucedía con esas copias.

Una vez terminado el proceso de restauración, ¿cómo llegaste a la exposición en FoLa?

Trabajé con Ariel Authier en todo el proceso. La verdad que fue con el trabajo y a través de lo que le iba contando acerca de la crisis que tenía. Fue en un taller que él dictaba sobre fotografía de la década de 1960 y 1970 donde me surgió el interés en recuperar y coleccionar negativos fotográficos. Como fotógrafo considero que el negativo fotográfico es quizás la obra más importante del fotógrafo; el negativo es el original único, siendo que la copia fotográfica es algo reproducible. Y es lo más despreciado por el coleccionismo, porque no se puede exhibir, además de que para trabajarlo hace falta un conocimiento técnico y un plan. Ser el custodio del archivo de Olds fue una responsabilidad enorme. Finalmente el proyecto surge cuando Authier me invita a una muestra colectiva donde expuse lo que sería la obra fundacional de la muestra de hoy en día, que consistía en dos fotografías que conforman una sola obra que es la foto vintage hecha por Olds de la quema de basura y la ampliación hecha por mí de la quema de basura reencuadrada. Esa era la propuesta inicial de lo que fue después toda la muestra.

Una cámara fotográfica antigua que tiene un cartel pegado que dice "primera cámara fotográfica de FOTO SEGAL"

La exhibición «Espejos de Plata» propone un diálogo entre los dos fotógrafos.

¿Qué es lo que se recupera del pasado en una exposición como esta?

La emulsión del negativo contiene la luz del pasado encapsulada en haluros de plata. Entonces es como trabajar con la luz que reflejaron las personas reales, la arquitectura y los objetos; es trabajar directamente con esa luz de un siglo atrás. Ese es el hecho, más allá de la imagen. La imagen, además, es la obra de un gran maestro de la historia de la fotografía argentina.

Uno de los focos de Olds fueron los retratos de personas de sectores populares. ¿Cuáles son las relaciones de poder o privilegio que podría haber tenido Olds en este contexto?

Digamos que todo fotógrafo tiene una situación de privilegio frente al retratado, sea de la clase que sea. El poder de fuerza lo tiene el que posee la cámara. Obviamente vos tenés un aparato fotográfico y estás haciendo una fotografía y después la utilizas como consideres necesario o como puedas. Es siempre una situación de poder tener una cámara de fotos, pero eso no implica que el fotógrafo no tenga una habilidad y conexión con las personas que pueda lograr que el retrato sea algo extraordinario, pero siempre desde una situación de poder. La propuesta que hicimos fue que lo que Olds realmente sentía por la persona que retrataba, es algo que nunca vamos a saber. Yo por lo menos trabajo desde ese lugar, imaginándome qué sentía él frente a esas personas, si se sentía identificado o no, o si era simplemente una foto comercial. Parto de la premisa de que él sentía algo por esas personas, pero es algo que yo quiero creer. Es como una ecuación para seguir creando, pero es algo que nunca vamos a saber. Lo interesante es trabajar con la duda, con cómo habrá sido.

 

Actualizado 07/02/2018

Mariana Enriquez, una muchacha punk

Mariana Enriquez, una muchacha punk

Juan Forn la llamó “muchacha punk”, en una de sus habituales contratapas de los viernes en Página 12, en alusión al afamado cuento de nombre homónimo con el que Rodolfo Fogwill obtuvo notoriedad a principios de los ochenta. Forn rememora aquella ocasión en la que -como editor de Planeta- recibió a una chica de prematuras habilidades literarias y decidió publicarle su primera novela, como “uno de los recuerdos más lindos de su época de editor”. Pero jamás hubiera imaginado que esa adolescente “de mirada negra y pelos electrizados que fumaba como un vampiro” provocaría un cimbronazo en la literatura argentina. O sí. Como uno de esos cazadores de talentos que confían en su olfato y son capaces de improvisar un contrato en una servilleta de bar con una aureola de café, Forn pidió un adelanto de mil pesos-dólares a la oficina de contabilidad de la editorial para que “aquella minipunk humeante e indiferente llamada Mariana Enriquez, pudiera ir a comprarse una computadora, tipear la novela y traerla, porque ese mismo día quedaba contratada”. La novela estaba escrita en un cuaderno espiralado de hojas cuadriculadas y más tarde sería titulada Bajar es lo peor.

“Me gustaba -la novela- pero necesitaba trabajo. Básicamente me dio unas diez indicaciones y me mandó a mi casa a que corrigiera. Juan fue un tipo que en algún punto me enseñó a escribir”, cuenta la escritora, en una extensa charla con ANCCOM.

La fama de Forn como editor estrella de la década de los noventa daría sus frutos veinte años después, porque Enriquez ingresaría definitivamente a la escena con Las cosas que perdimos en el fuego (Anagrama, 2016), un libro de cuentos de terror con anclaje realista, que en un año y medio lleva cinco ediciones y se ha traducido a una veintena de idiomas. Además, recibió el premio Ciutat de Barcelona a la mejor obra en lengua castellana. Pero no conforme con eso, la escritora de 43 años publicó en mayo pasado Éste es el mar (Random House), una nouvelle inclasificable de por ahora se escapa a todos los esquemas disponibles dentro de la literatura nacional. Es la macabra historia protagonizada por Helena, un personaje sobrenatural que pertenece a las Luminosas, un rebaño de mujeres oscuras que, al igual que ella, tienen como propósito transformar en leyendas a jóvenes estrellas de rock. De a poco los van empujando hacia la muerte. En este caso la víctima será James Evans, líder de la banda Fallen, el último frontman de estos tiempos.  

«Las cosas que perdimos en el fuego», su libro de cuentos y «Este es el mar», la última novela de Enriquez.

Éste es el mar es como una novela de doble clausura

Tenía ganas de hacer una novela que trabajara un poco con temas de rock y mitologías. Lo que pasa es que también me di cuenta que no se podía hacer una novela rockera de actualidad porque el rock como cultura ya no es relevante. Es una cultura juvenil más dentro de otro montón de culturas juveniles. Cuando yo era chica todavía era la última oleada de eso. En los noventa eso se acaba. Entonces de alguna manera era como cerrar una etapa de escuchar esa música, de tener esos ídolos, de tener esas construcciones culturales que me ayudaron mucho en mi formación como escritora. Porque yo no llegué a la literatura por la literatura, o sí, pero también llegué por el rock. Lo que un músico que me gustaba decía que leía yo lo iba a buscar.

¿Y por qué crees que esto es así?

La idea del escritor que solamente se mueve en el ambiente literario es un poco anacrónica. Ya no existe esa persona que se mueve en un mundo solo. Tenés demasiadas influencias para poder encerrarte ahí. Entonces, hay mucha gente a la que la conocí porque la mencionaba algún músico en alguna nota, y no por la biblioteca.

¿Esas influencias múltiples y transversales, son un síntoma de época?

Sí, claro. Es como una cosa de los escritores de menos de cincuenta. 

Tu generación

Sí. Si fuiste joven en los noventa, con internet básicamente, cambia toda tu forma de circulación. Yo, por ejemplo, no soy nada cinéfila. Pero empiezo a notar en escritores de mi edad o un poco más chicos, la enorme influencia que tienen del cine. Te hablan en escenas. Es un síntoma de época: ya no estás solamente haciendo literatura y nada más. 

Hace poco dijiste que la novela venía a romper con cierta histeria femenina que se le otorgaba a las mujeres por parte de la crítica dentro del ámbito del rock

Siempre me pareció que en el rock -sobre todo desde cómo se leía el fenómeno- había cierto desprecio por un personaje que es muy importante: la fan. Sin la fan, el fenómeno no existe en un punto. En el pop pasa lo mismo. Sin nadie que te venere de alguna manera no existe. Y por algún motivo, sobre todo desde la crítica de rock (en general hecha por varones) y también un poco de parte de ciertos músicos, eso siempre fue despreciado como una cosa de histeria, que a mí me parece que tiene que ver con un desprecio a lo femenino. En el caso de muchos de los músicos, tiene que ver con no reconocer su propia femeneidad (¡chicos, se pintan la cara!). Son muy andróginos. En Argentina un poco menos porque hay como un fenómeno más de «machito». El tema de lo femenino en el rock está muy presente y una de sus manifestaciones es el tema de las fans. Sin las fans no tenés el fenómeno de Elvis Presley.

¿Es como que le faltara algo?

Claro, algo muy esencial: la sexualidad. Los Beatles, sin el griterío de las chicas, no tienen nada de sexualidad. Son cuatro chicos horripilantes. La carga esa de tensión sexual se la ponen las chicas que se enamoran de ellos. Y después eso termina teniendo un diálogo. Luego, los Rolling Stones ya le escribían canciones. Y más adelante, en los ‘70, con el rock de glam y después el punk, directamente se incorporan los músicos que aunque siguen siendo varones tienen una estética andrógina. Las mujeres están desde el primer momento. A mí siempre me interesó hablar de eso como algo constitutivo del fenómeno, no como una especie de desgracia. Yo lo viví, incluso. De muy chica era fan. No tenía ganas de escribir un libro que fuera un manifiesto. Ahora que el rock es más mitología que actualidad me pareció que era el momento de escribir sobre esas mujeres que también son creadoras del fenómeno.

¿El rock es más mitología que actualidad? ¿Por qué?

-Se achicó el campo. Mundialmente el rock se convirtió en una cultura de clase media blanca. Y empezaron a aparecer otro montón de culturas juveniles que son más relevantes que el rock para la gente joven, que es la que termina armando la cultura. El hip hop es más relevante porque es más diverso y pertenece a una minoría. Fenómenos como el reggaeton o el pop latino representan a un montón de gente de la periferia que habla español y que no es la gente blanca que habla en inglés. Y después, las mujeres encontraron algo como el pop adolescente. Hay espacios que resultan más amplios. Son lugares de muchísima más aceptación. El rock se convirtió en algo muy conservador en ese sentido. Representan a muy poca gente en un mundo donde la diversidad es central. 

Teniendo en cuenta la publicación reciente de la novela, ¿cómo tomaste los suicidios de Chris Cornell y Chester Bennington?

Yo no lo hice (risas), no mandé a las chicas (Las Luminosas). Lo tomé con humor. Mucha gente me lo mencionó, de hecho la novela salió la misma semana que murió Chris Cornell. A mí me parecía horrible lo que hacía Chester Bennington, pero de Cornell era bastante fan. Además me parecía hermoso, era un candidato. Un poco viejo para eso, pero no lo parecía físicamente. Estaba lo suficientemente guapo, con el talento casi justo y buen músico (risas nuevamente). Esto viene pasando desde el principio del rock. Yo lo único que le agrego es quién lo produce o cómo se produce. Pero si vos tenés cierta sensibilidad literaria un poco paranoica, las veces que pasa -desde Elvis hasta Cornell y Bennington- es más o menos lo mismo. Una de las primeras cosas que me llamó la atención es intentar armar cómo se produciría la muerte de estos tipos tan famosos y tan rodeados de gente, por una persona que los tiene que matar pero que lo hace para que se vuelvan famosos, para que se vuelvan leyenda. Entonces siempre hay como un componente medio extraño. Cuando se estudian las muertes de los grandes ídolos del rock, hay un hilo conductor que es esa especie de aislamiento que en realidad en algunos casos tiene que ver con el abandono y en otros con la hiperfama. Eso literariamente te sirve mucho para armar una historia fantástica porque podés introducir un elemento mágico, como fuerzas que los aíslan para que alguien pueda entrar y hacer el trabajo que tenga que hacer.

Decís que te sentís más influenciada por el rock que por la literatura. ¿Cuáles son tus  influencias literarias?

Leo muchísimo, lo que pasa es que para mí son dos cosas diferentes. Una cosa es lo que escribís, que de alguna manera te enseña a escribir porque es tu lenguaje. Leo porque escribo y veo como escribe la gente para ver quién me gusta. No leí tantos libros como escuché discos, pero para mí están en un pie de igualdad. Lo cual para un escritor es medio extraño porque la literatura siempre está primero. Para mí son las dos cosas, porque apelan a cuestiones diferentes de mi sensibilidad. Empecé a leer muy chica cosas de grandes. Había libros en mi casa y yo los leía sin demasiado criterio. A los 13 habré leído a (William) Faulkner y no entendía una palabra. Pero había algo en ese mundo que me había inquietado. Y cuando volví de más grande lo pude entender, y me di cuenta que ese tipo era uno de los escritores que me gustaban. Hubo muchas intuiciones así.

«Tenía ganas de hacer una novela que trabajara un poco con temas de rock y mitologías», dice Mariana Enriquez.

Hace poco hablaste del terror como género que tiene “un lenguaje mucho más apto para entender la realidad moderna que muchos otros géneros realistas”. ¿Considerás que está poco explorado dentro de la literatura argentina?

Se exploró muy poco en español y eso tiene que ver un poco con una tradición literaria. La tradición anglosajona siempre abrazó el terror de una manera muy directa. Siempre tuvo relación con la realidad. Frankenstein es una novela que dialoga con su época directamente. En su origen es así, después va cambiando con escritores como (Edgar Allan) Poe o (Howard Phillips) Lovecraft, que son tipos que lo piensan de otra manera. Pero a partir de los años setenta con Stephen King cambia todo.

¿Y por qué crees que en la literatura argentina hay tan pocos escritores que escriban terror?

Es cuestión de tiempo. Tienen que decantar las lecturas. La mayoría de esos escritores leyeron escritores más populares y leyeron bastante más que literatura argentina. Es una mezcla de cosas. Primero, la literatura hasta por una cuestión elitista nunca incorporó la superstición. En cambio en otras literaturas entra directamente, de alguna manera incorporan las supersticiones del pueblo. Nadie te va a decir que (Julio) Cortázar escribía terror: La puerta condenada o Verano, por ejemplo. Y después, por supuesto, el boom latinoamericano, que pone en la mesa un canon muy contundente que está lejos de eso y está más cerca de un fantástico maravilloso. Hay una generación de escritores que crecieron leyendo más a Stephen King que a Carlos Fuentes.

Y con el éxito de tus últimos libros ¿creés que se abre una nueva puerta para los escritores argentinos?

Hay muchos escritores escribiendo el género, que ven que hay lectores y que de ninguna manera es una cosa marginal que la gente no tiene ganas de leer. Hay bastantes prejuicios de que el terror es un género puramente de la literatura comercial o juvenil. Pero si esto sirve para desprejuiciar las lecturas, está buenísimo. Porque nosotros en realidad fuimos lectores desprejuiciados.

Periodista y docente, Enriquez es subeditora del suplemento Radar de Página 12. Producto de la repercusión de su último libro de cuentos, durante 2017 recorrió 17 países. “Es una situación muy gratificante y sorprendente, que te produce agradecimiento, pero llega un momento que tenés que parar para poder escribir si no terminas siendo un escritor que viaja y no escribe. No me interesa mucho ese tipo de vida. Es alienante ¿De dónde voy a sacar materiales para mi literatura si vivo encerrada en esa tontería?”, cuenta. Su último destino fue Escocia, como invitada al Festival del libro de Edimburgo, ciudad en la que no se privó de visitar el cementerio local, uno de sus pasatiempos preferidos sobre el que publicó un libro de crónicas (Alguien camina sobre tu tumba: mis viajes a cementerios) en 2013.

En estos días se relanza la tercera edición de su opera prima y, para 2018, la editorial Anagrama reeditará La hermana menor. Un retrato Silvina Ocampo. En la actualidad está trabajando en una novela larga: “En realidad no sé muy bien dónde estoy yendo, así que todo lo que diga puede ser utilizado en mi contra”.

Tus cuentos son cuentos muy políticos, donde de alguna manera se puede abordar la coyuntura del momento en que escribís. ¿Cómo te llevas con la situación actual?

Mal (risas). No es la primera vez que me llevo mal con la coyuntura política tampoco. Hiperinflación, Alfonsín, Trocoli en el Ministerio de Seguridad. Patricia Bullrich, al lado, es un chiste. Y después la primera parte del menemismo tuvo como su alivio y la segunda ya era de vuelta una sensación muy insegura, una sensación de tener un gobierno totalmente irresponsable en un montón de niveles. De la Alianza no tengo ni que decir. Y el gobierno kirchnerista tuvo cosas muy positivas pero también tuvo ciertas cosas bastante irresponsables en algún sentido.

¿Por ejemplo?

Había un personalismo muy fuerte. A mí no me molestaba demasiado pero se volvió tóxico, contraproducente, generó una antinomia en la que se cae fácilmente. Es el ADN de la cultura política argentina. Entonces todo lo aceptable, que está bueno de ese proyecto político, tiene algo que ya no se puede aceptar porque se convirtió en antinomia algo que no lo era. Y con el gobierno de Macri estoy esencialmente en desacuerdo. Es un gobierno que no me interesa, que está yendo hacía lugares innecesariamente violentos para una parte de la ciudadanía.

En cierto modo tu cuento Bajo el agua negra puede leerse en relación a la desaparición de Santiago Maldonado ¿Qué pensas del caso?

Bajo el agua negra es el caso de Ezequiel Demonty. Fue importante, pero no fue la bestialidad de meter 250.000 personas en una plaza porque era un chico pobre, eso también es cierto. Y sobre Santiago, tienen que contar lo que pasó. Es un laberinto del que se sale contando la verdad. Hasta Carlos Menem salió bien de algo así (en referencia al caso del soldado Omar Carrasco). Eliminó el servicio militar, tomó una decisión política brillante. Pero es tal el pantano en el que se ha metido esta gente que hace que las decisiones políticas de Menem parezcan brillantes. Esto demuestra lo rengos de política que están.

Actualizado 20/09/2017

Transgresión

Transgresión

“Todos tenemos la parte masculina y la parte femenina”, dice Naty Menstrual.
“No me siento ni mujer ni hombre”, dice Karen Bennett.
“Creo que soy un devenir”, dice Susy Shock.

Tres artistas transgresivas presentan una visión crítica y reflexiva sobre diferentes temas que nos atraviesan como sociedad: identidad, ‘ser hombre’, ‘ser mujer’, prostitución, igualdad y
transfobia, entre otros.

Karen es cantante, guitarrista y compositora, traductora de alemán e inglés. Susy canta, escribe y
es docente. Naty, también es escritora, actriz, locutora y diseñadora de indumentaria.

Acompañamos a las tres por los lugares donde fluyen y brotan sus virtudes, donde lucen sus
talentos: un recital en el bar El Viejo Buzón, el “Poemario Transpirado” en Casa Brandon, la vigilia del
último ‘Ni una menos’, un café concert en Pride Café y un día de trabajo en la feria de San Telmo.

“Diseñé una remera que dice: ser puto, ser trans, ser trava, ser torta, ser bolita, ser negro, ser
hombre: ser humano”, dice Naty.

“Siempre trato de decirles a mis amigas mujeres: ‘Dejen de ser mujeres, no seamos ni hombres,
ni mujeres’. Es la forma más grosa de romper con el modelo machista”, dice Karen.

“Ser travas es lo más maravilloso que nos puede pasar, el problema es lo que le pasa a este
mundo con esto”, dice Susy.

Desde sus experiencias personales y únicas, Naty, Karen y Susy cuentan cómo comenzaron a
dedicarse a aquello que aman hacer, cómo lograron visibilizarse tal como deseaban y con qué
dificultades se encontraron en ese camino.

Mirá el especial de ANCCOM:

 

Actulizada 02/08/2017

Del artista a su público

Del artista a su público

La feria de pequeño formato es una nueva manera de promoción del trabajo de miles de ilustradores y artistas de todo el país que proponen la venta directa al público de sus obras. Los encuentros se realizan con frecuencia mensual y el último -denominado MANGO– fue el 16 de diciembre en El Taller de Don Omar, Fitz Roy 1245.

La denominación “pequeño formato” surge, no por las dimensiones del evento, sino por el tamaño de lo que allí se vende: fanzines en lugar de revistas, prints (copias impresas de dibujos originales) en lugar de cuadros, stickers, entre otras creaciones. Además, no suelen exponer las grandes editoriales, sino los propios artistas. La relación directa con el público permite a los expositores aumentar los márgenes de ingresos y, al mismo tiempo, ofrecer su obra a valores inferiores de lo que lo haría cualquier intermediario.

Gastón Mengo, ilustrador detrás de Mengoloton, aclara que “es como una oportunidad para que el artista tenga un ingreso y se haga conocido sin necesitar una editorial atrás”.

La autogestión es uno de los pilares más importantes en este tipo de ferias. Sin depender de ninguna empresa o entidad mayor, las exposiciones son impulsadas por los mismo artistas, con el afán de juntarse entre amigos, poder brindar al público calidad, y ofrecer oportunidades de trabajo. Si bien, como señalan los organizadores de la feria MANGO, hoy están golpeadas por el ajuste general que vive el país, “el poder autogestivo que encontramos es único y ofrece resistencias, apostando al tejido de redes y a la construcción de un sistema comunitario y desde las bases”.

Las ferias varían en su tamaño, temáticas y locaciones. Generalmente se realizan en multiespacios, casas culturales prestadas a la organización. Sus nombres también varían: Ey!, MANGO y DINÁMICA son algunos de ellas.

Caridibuja, ilustradora venezolana radicada en Argentina, participó de la feria “Vamos Las Pibas”, dedicada especialmente a artistas e ilustradoras de género femenino. Su perspectiva sobre la experiencia fue -según sus propias palabras- muy gratificante. “Tener contacto directo con personas que aprecian mi trabajo y otras que lo conocen gracias a la feria es una experiencia única -describe-, las redes quitan mucho del contacto humano que uno puede llegar a tener con el público”.

Así como Gastón menciona la oportunidad con bajo presupuesto, Caridibuja hace hincapié en que las ferias son una manera muy efectiva de hacerle llegar su trabajo a otras personas, compartir con otros creadores y ver en vivo las reacciones que los trabajos generan en los demás. Los organizadores de MANGO agregan que para muchos artistas estas ferias son su principal fuente de ingreso, tanto por la venta directa de sus obras como por los contactos y trabajos que surgen a raíz de ellas.

Florencia Tedesco, asidua visitante y especial coleccionista de las intervenciones de la dibujante Pum Pum, opina que “las ferias tienen lo especial de estar frente al artista sin nadie en el medio, y además ofrecen la posibilidad de encontrar miles de cosas muy originales que no tienen nada que ver con los productos que podés encontrar en un local comercial. Ir a una feria es toda una salida”.

MANGO, la feria constituida por Diego Jit Martínez, Sasha Reisin, Euge Petre, Maca De Pablo y Lu Benvenuto, es un ejemplo de cómo este formato autogestionado de promoción cultural va ganando terreno. “La feria nace en un cruce de oportunidades, las ganas de encontrar y divertirnos entre los artistas, el deseo de hacer accesible las creaciones que se exponen en la feria, la casa que permitió esa primera experiencia —explican a ANCCOM—.  A partir de la motivación y con el mayor ánimo de jugar y probar, aun tomándolo con seriedad nace MANGO”.

Descripta por los propios organizadores como feria, festival, evento, falso cumpleaños, carnaval y todo lo que no entra en palabras, es una ejemplificación de cómo la feria del pequeño formato ha logrado convertirse en algo más que un espacio de promoción cultural. “Para nosotros es mucho más que una feria. MANGO es un lugar de encuentro entre amigos. Un lugar en donde compartir con pares, divertirse y hasta para generar nuevas conexiones”.

La feria del pequeño formato es una demostración de cómo, ante un panorama desfavorable y un sistema de difusión más bien cerrado, los mismos artistas logran ampliar las formas de trabajo y establecer nuevas reglas del juego. Y quizá, la mayor cualidad de las ferias, más allá de crear espacios artísticos, generar conexiones y poder dar acceso a productos artísticos a bajo costo, sea la capacidad de hacer sentir a todos sus visitantes como si estuviesen en casa, entre amigos.

Acutalizado 12/12/2017

Un festival feminista a pulmón

Un festival feminista a pulmón

“El arte constituye un escenario privilegiado de lucha y de práctica política, desde ahí nos pensamos e invitamos a ser parte de este proyecto”, dijo a ANCCOM Cynthia Judkowski, directora de la séptima edición del Festival Mujeres en Foco. La idea original del evento fue la de construir un espacio de encuentro para visibilizar problemáticas, sensibilizar a la sociedad para el debate y fomentar el diálogo entre géneros a través de la proyección y posterior debate sobre films seleccionados.

Este año, fueron presentados más de 500 films de Argentina y del mundo para participar. Desde el viernes 1 al 6 de diciembre se podrán ver las 25 películas seleccionadas – largos, medios y cortometrajes –, entre las cuales se encuentran las diez que forman parte de las competencias oficiales (cinco en la competencia de largos, y cinco en la de cortos y mediometrajes).

“A partir de la convocatoria es que llegan los materiales, la verdad que es impresionante porque vienen de partes del mundo que no podes creer cómo se enteran que esto existe, pero tiene que ver con una convocatoria que nosotras hacemos”, dijo Judkowski.

Imagen del documental "Wanderlust, cuerpos en tránsito". En una playa, dos mujeres, una sentada y la ota parada (solo seven sus piernas), mirando al mar.

“El arte constituye un escenario privilegiado de lucha y de práctica política”, dijo Cynthia Judkowski.

A partir de esto, la agrupación pone en juego distintos criterios de selección según las temáticas a tratar que son: formas de violencia, salud, migración, prácticas culturales, trabajo, compromiso político, diversidad, infancia y juventud, y vínculos, hasta que finalmente, según la cantidad de horas de proyección que tengan disponibles, eligen las que mejor reflejen los ejes planteados.

“Mujeres en Foco surge en 2009 pero ahora hubo muchos cambios y fue muy difícil la presentación de los proyectos con todos los problemas que pasó el Instituto (INCAA) a partir de la nueva gestión. Hubo muchos cambios en el área de Festivales Internacionales y eso impactó mucho, algunos se cayeron, no existen más, nosotros estuvimos ahí de no hacerlo y hubo un descuido total por los proyectos”, dice Judkowski.

Como se trata de un festival independiente, cada año deben buscar diferentes apoyos  y ahora ya no cuentan con el subsidio del INCAA: “Cambiaban las personas responsables del área, mandabas un mail y no te contestaban, tenías que ir de nuevo y explicar todo y así fue pasando el tiempo, llegó el festival y quedamos sin el subsidio. Muy desprolijo y eso impactó directamente en nosotras”.

Imagen del film "El dominio de las piedras". Ilustración en la que aparece la cara de una mujer y el fondo negro.

Imagen del film «El dominio de las piedras».

El cine Gaumont (avenida Rivadavia 1635) es lo único que el Instituto facilita, cobrando una entrada simbólica. También será sede de las proyecciones el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (avenida Del Libertador 8151) con entrada gratuita. El dinero para costear la prensa y los diseños del Festival fue producto de algunas itinerancias que hacen Mujeres en Foco para llevar las películas por el resto del país. “La idea, parece, es que el festival desaparezca, sino no se entiende. No sé cuánto le sirve a ellos que haya estos proyectos”, se queja Judkowski.

Un refugio para mayor inclusión

La película proyectada y elegida para la apertura de la inauguración fue Refugiado, de Diego Lerman, estrenada en 2014. Fue elegida por parte del programa Sordas sin Violencia, para adaptarla junto a la Productora Access Media Argentina, con un subtitulado específico que incluya, además de los diálogos, la referencia a los sonidos de lo que pasa en el film para que sea accesible a hipoacústicos.

La película, protagonizada por Julieta Díaz y Sebastián Molinaro, trabaja con temáticas de violencia familiar, tiene una trama compleja en la cual los sonidos hablan más que las palabras, es por ello que la inclusión de estos elementos en un subtítulo contribuye a garantizar el derecho a la cultura de tod@s.

Imagen del film "Refugiado". Aparece la actriz Julieta Díaz abrazando a un niño.

La película proyectada y elegida para la apertura de la inauguración fue Refugiado, de Diego Lerman, estrenada en 2014.

Actualizado 30/11/2017