La ciudad que no miramos

La ciudad que no miramos

Pablo Fernández presenta «Buenos Aires revelada», un libro que reúne fotografías del patrimonio arquitectónico de la ciudad tomadas desde un celular. Un volumen que invita a caminar y levantar la vista.

El próximo jueves 27 será la presentación oficial de Buenos Aires Revelada, el primer libro de Pablo G. Fernández, comunicador, docente universitario (UBA) y fotógrafo urbano que convirtió un gesto simple —levantar la vista al caminar— en un proyecto de memoria colectiva seguido por más de 100 mil personas en su cuenta de Instagram @pablofe70. Su trabajo, iniciado de manera casi accidental en Instagram, se transformó con el tiempo en un registro sensible de la arquitectura porteña y de esa identidad barrial que suele desdibujarse entre el ruido, el tránsito y la velocidad cotidiana.

Fernández confiesa que su fascinación por las fachadas fue un descubrimiento gradual. No hubo un día exacto ni una epifanía puntual. Fue el resultado de caminar sin rumbo fijo y de advertir, poco a poco, que Buenos Aires tenía un lenguaje propio si uno se tomaba el tiempo de mirarla. “Cuando empecé a levantar la vista, descubrí un mundo nuevo. Las fachadas porteñas no tienen nada que envidiarle a las europeas, y su eclecticismo es absolutamente único”, cuenta. La idea de que “los edificios posaban para él” terminó marcando la identidad estética y conceptual de su proyecto.

La pandemia profundizó esa búsqueda. Las restricciones, las calles vacías y el silencio urbano funcionaron como un apagón que dejó al descubierto la arquitectura. “La ciudad bajó el volumen”, recuerda. En esas caminatas limitadas a unas pocas cuadras, comenzó a ver detalles que antes pasaban inadvertidos: la luz que se posa sobre un balcón, una moldura escondida, una simetría inesperada. Esa experiencia lo conectó con la belleza de lo cercano y le enseñó que no hace falta viajar ni preparar una gran producción para capturar una buena imagen. A veces, la foto está ahí, en la esquina que uno mira todos los días sin verdaderamente verla.

Uno de los rasgos distintivos de su obra es que está hecha exclusivamente con celular. “El teléfono es discreto, inmediato, democrático”, explica. Le permite registrar sin rituales técnicos, sin montar una cámara, sin interrumpir la espontaneidad de la escena. También dialoga naturalmente con el formato vertical de las redes sociales, donde nació su comunidad. “Me interesa usar la misma herramienta que todos tienen en el bolsillo para mostrar que la belleza es accesible, que está en la calle y al alcance de cualquiera”.

Pero su fotografía no busca mostrar la Buenos Aires de postal. No oculta cables, ni tachos de basura, ni autos mal estacionados, ni texturas gastadas. “La ciudad real tiene marcas de tiempo. Eso la vuelve humana”, afirma. Para Fernánez, una fachada impecable corre el riesgo de parecer un render; en cambio, una fachada vivida —con una grieta, humedad o una puerta despintada— revela historias. Su mirada apuesta a la honestidad urbana, a una estética que reconoce el caos tanto como la belleza.

Con ese enfoque, su trabajo se volvió también un registro involuntario de la pérdida patrimonial. “Fotografiar una casa antigua hoy es, muchas veces, despedirse de ella”, reflexiona. Demoliciones, desarrollos inmobiliarios y remodelaciones que borran tipologías históricas generan una sensación de urgencia. Cada foto puede ser la última huella de un edificio que ya no estará allí la semana siguiente. Frente a ese paisaje cambiante, sus imágenes funcionan como testimonio: evidencia de lo que existió y que formó parte del ADN arquitectónico porteño.

La comunidad juega un papel esencial en esa construcción. Cada publicación se llena de comentarios que completan o amplían la historia de la fachada: quién vivió ahí, qué había en esa esquina hace 40 años, cómo era el barrio antes. “Yo pongo la imagen, pero ellos ponen la memoria”, dice el autor. Ese ida y vuelta terminó integrándose en el propio libro, que está dividido en cuatro capítulos: Lo cotidiano, dedicado a las imágenes surgidas del camino habitual; De a dos, que celebra las caminatas compartidas; Registros buscados, fruto de expediciones intencionales para encontrar edificios particulares; y Ustedes, un homenaje a la comunidad que acompaña y retroalimenta el proyecto.

El deseo detrás del libro es claro: invitar a caminar. “Si después de cerrarlo alguien levanta la vista y descubre un detalle nuevo en su propia cuadra, el objetivo está cumplido”, asegura. Para él, Buenos Aires es inagotable: cambia con la luz, con las estaciones, con el estado de ánimo del caminante. Y siempre tiene algo para mostrar a quienes estén dispuestos a ver.

Buenos Aires Revelada, publicada por editorial Olivia, no es solo un libro de fotografías. Es un llamado a frenar, a mirar, a escuchar lo que las fachadas —esas “pieles” urbanas— tienen para contar. Y es, sobre todo, un recordatorio de que la ciudad también es un organismo vivo que se transforma, pero que merece ser observada, cuidada y recordada.

La presentación será el jueves 27 a las 18.30 en el Espacio Barolo (Av. de Mayo 1370) y reunirá a quienes reconocen en Buenos Aires algo más que un territorio: una historia compartida que se escribe fachada por fachada.

«El actual neoliberalismo conduce a la desaparición de la política y la sociedad»

«El actual neoliberalismo conduce a la desaparición de la política y la sociedad»

Pilar Calveiro presentó «De matar a dejar morir: biopolíticas de selección de la vida», un ensayo en el que asevera que, con la pandemia como punto de inflexión, ejerce el poder en el mundo un neoliberalismo más radicalizado y autoritario que practica “un tránsito hacia el exterminio de grupos de población considerados contaminantes».

“No estamos frente a un fascismo, ni un neofascismo, ni un nazismo; creo que estamos ante otra cosa”, enfatizó la doctora Pilar Calveiro en la presentación de su último libro, De matar a dejar morir: biopolíticas de selección de la vida, en el Centro de Documentación e Investigación de Cultura de Izquierdas (CeDInCI). Es un trabajo que se suma a una larga trayectoria dedicada al análisis de la violencia política, esta vez enfocada en la época actual: “Lo que está en el centro no es ni más ni menos que la lucha por la vida”, agregaría.

El título del libro remite a las políticas de “administración y selección de la vida” que identificaría al actual ciclo político en contraste con la exterminación activa del nazismo y las dictaduras latinoamericanas. Se trata de “estas prácticas de selección de la vida que provocan la muerte de millones de personas por distintas formas de exclusión: por hambre, por enfermedad, por distintas prácticas que, sin embargo, no las matan; las dejan morir. Es un procedimiento más sordo, pero menos costoso, tanto en términos económicos como políticos”, plantearía la autora en su ponencia.

El edificio del CeDInCI no tiene un cartel en la entrada. Son apenas dos timbres frente a un portón negro en una fachada elegante de San Nicolás. Adentro, un pasillo blanco con zócalos de mármol flanqueado de posters, cuadros y vitrinas. Están la máscara mortuoria de José Ingenieros y una primera edición de El hombre mediocre. El auditorio queda subiendo una escalera de reja metálica, entrando a un salón con piso de madera rojiza y asientos de cuero color granate. Había gente sentada en los pasillos.

“No logré que Pilar Calveiro se sentara acá”, bromeó la periodista Ana Cacopardo, que ocupaba el centro de la mesa. A la izquierda de Cacopardo se sentaba Luciana Bertoia, politóloga y periodista especializada en derechos humanos. A su derecha, Pilar Calveiro, la autora homenajeada, se perfilaba como evitando acercarse a su micrófono.

En su presentación, Cacopardo enumeró las cuatro principales tesis del libro: la primera, que no estamos ante una nueva versión del fascismo o del nazismo, sino ante un neoliberalismo autoritario y radicalizado; la segunda, el tomar como concepto llave la biopolítica; la tercera, que “la actual organización del neoliberalismo se orienta y conduce a la desaparición de la política y la sociedad”; la cuarta, situar a la pandemia como “el momento en que empezó a gestarse la desaparición de lo social”.

Bertoia, por su parte, planteó de entrada una síntesis del libro: “Pilar nos ayuda a pensar cómo las tecnologías del poder pasan de ayudar a dar muerte a dejar morir”. A lo largo de la conferencia, sus intervenciones tendrían un tono más proyectivo: “Nominar el proceso que estamos viviendo también nos permite diagnosticar y buscar formas de resistir”, afirmó. La escritora, mientras tanto, se mantenía escorada en una gestualidad de escucha activa.

“¿Por qué Pilar está diciendo lo que dice?”, se preguntaba Bertoia, “Porque es una luz que relampaguea. Para abrir los ojos: las soluciones totalitarias, como dice Arendt, sobreviven al totalitarismo. Y el objetivo final del totalitarismo es reducir al ser humano a lo biológico, nada más”.

Poder y desaparición

Ésta pregunta, “¿Por qué Pilar dice lo que dice?”, no puede sino responderse mirando la biografía de la autora. Estudiante de sociología en los años setenta y militante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y Montoneros, fue secuestrada y torturada en los centros clandestinos de detención de Mansión Seré, la comisaría de Castelar, la excasa de Massera y la ESMA durante la última dictadura militar. Se exilió y estudió ciencias políticas (UNAM) en México, donde actualmente reside. Horacio Domingo Campiglia, su marido y padre de sus hijas, permanece hasta hoy como detenido desaparecido.

En 1998, Calveiro publicó Poder y desaparición: los campos de concentración en Argentina (Editorial Colihue). Es un libro escrito desde la tercera persona, en un tono descriptivo y analítico, en el que ella apenas aparece nombrada como “Pilar Calveiro: 362”; su número de presa. Se trata de un ejercicio de auscultación de la violencia política que identifica claramente a quienes la ejercen (las fuerzas armadas) y a quienes la reciben (las organizaciones guerrilleras), marcando la conexión tan incómoda entre los campos de exterminio y la sociedad argentina.

A lo largo del coloquio, su biografía permitió a Calveiro hablar con soltura de temas polémicos. Afirmó, por ejemplo, que “el hecho de haber sufrido la represión no exime de dar cuenta de las prácticas políticas que desarrollaste”. También se refirió al resurgimiento del debate en torno a la última dictadura: “No es conducente la discusión por el número”, declaró, “Creo que hay que hablar de las prácticas. Y las prácticas son inaceptables para cualquiera”.

Es desde esta comprensión profunda de la violencia política del siglo XX que Calveiro se aboca al análisis de este siglo XXI. La autora tomó el micrófono y abrió su ponencia:

“Lo que intento es ver el tránsito del exterminio por parte del Estado de otros grupos de población considerados contaminantes (ya sea en términos raciales o términos políticos) a otras formas de desaparición que no son menos letales; son igualmente o más letales. Pero que implican todas estas prácticas que se realizan con migrantes, con los pueblos originarios, con hombres y mujeres pobres que son abandonados a condiciones de vida insostenibles, y también a situaciones de tráfico con fines de explotación sexual o laboral. Es decir, que son abandonados a distintas formas de explotación hasta su exterminio; hasta extraer de ellos toda vitalidad presente y deshacerse de ellos. Y eso es lo que también nos habla de las principales víctimas de nuestro tiempo: creo que allí tenemos que observar los principales daños de esta forma de organización del poder.”

Dejar morir

“Y mire acá, somos todos grandes: los chicos no quieren ni ver lo que pasa”, comentaba una de las asistentes del público que se seguía acomodando en las butacas. Sonaban los ringtones de teléfono antiguo y reproducciones de reels en altavoz. Afuera, en la plataforma que da a un estrecho e iluminado patio interior, se vendían los libros recién desembalados de su caja. Adentro, frente a siete hileras de cabelleras blancas, grisáceas o teñidas, Pilar Calveiro exponía su tesis sobre el tremendo impacto de la pandemia.

“Creo que la pandemia funciona como punto de inflexión: genera, por un lado, una transformación de la relación de las personas con el tiempo, con el espacio, con su cuerpo y con los otros cuerpos, con el trabajo, con la comunicación”, explicaba la autora, “Todo esto es parte constitutiva de un proceso de globalización que considero irreversible. Este proceso está acompañado, desde mi punto de vista, por una profundización de las recetas del neoliberalismo. Se trata de la construcción de un mundo único —lo que Hannah Arendt temía— y, sin embargo, simultáneamente multipolar. Y creo que esta multipolaridad, que creo irreversible, da lugar a las luchas actuales, luchas que se profundizan después de la pandemia, y que tienen que ver con quiénes y cómo se van a adueñar de los territorios. Y hablar de cómo se adueñan de los territorios es hablar de la apropiación de la vida y de la posibilidad de la vida”.

Pilar Calveiro tiene un hablar rápido, seguro, articulado. Sus gestos corporales combinan el énfasis y la serenidad. Cada tantas sílabas, sin embargo, su voz tiende a quebrarse. Una cuestión meramente fonética, pero que remite a una angustia visceral.

“Entonces creo que todas estas transformaciones mencionadas —en el Estado, en la sociedad, en las subjetividades— son formas de amenazas de la vida; de la diversidad de la vida”, seguía la autora, “Porque la vida no puede existir, no puede reproducirse sin la diversidad de la vida. Y creo que esas formas de amenaza de la vida y de la diversidad de la vida se han acelerado. Y esto hace peligrar la supervivencia de la especie.”

El libro De matar a dejar morir: biopolíticas de selección de la vida, escrito por Pilar Calveiro y publicado por Siglo XXI, ya está disponible en las principales librerías del país. Su presentación terminaría en un cóctel mientras caía la tarde en el patio interior del edificio. La autora se quedó en el piso de arriba firmando autógrafos y recibiendo felicitaciones. Antes, y pese a todo, había cerrado con una nota positiva:

“Y, sin embargo, no es mi intención trazar un escenario apocalíptico”, concluía Calveiro, “aunque efectivamente la aniquilación de la vida es una posibilidad que está adelante. Me parece que en lugar de esto es importante mirar las resistencias biopolíticas. Estas resistencias que en el momento actual se ignoran, se sustraen a la mirada, como si fueran irrelevantes, pequeñas, aisladas, pero están ahí. Y es cierto que son pequeñas, es cierto que están aisladas, pero no es cierto que sean irrelevantes. Están allí construyendo, pujando por construir lo nuevo, otra cosa. Entonces creo que es importante mirarlas y sostenerlas. Y oponer a estas biopolíticas de selección de unas vidas por otras estas otras prácticas de defensa de la diversidad de las vidas que están actuantes aquí y ahora.”

 

Acribillados en la cancha

Acribillados en la cancha

«Los fusilados de Racing» es un documental de Rodolfo Petriz que indaga sobre el asesinato de seis desaparecidos frente a las boleterías del estadio del club de Avellaneda durante la última dictadura militar por efectivos de La Bonaerense.

Se estrena el documental que reconstruye el fusilamiento y posterior desaparición de seis personas, cuatro hombres y dos mujeres, en las puertas del estadio de Racing, en Avellaneda, en durante la noche del 22 de febrero de 1977. Tras cuatro años de trabajo, el documentalista y periodista Rodolfo Petriz trata de esclarecer los sucesos de un caso que se mantuvo oculto durante cuatro décadas en documental Los fusilados de Racing. La identidad de las víctimas de esta masacre y el lugar donde se encuentran sus restos aún sigue siendo una incógnita.

“Lo único que se sabía del caso era la nota de la periodista Micaela Polak, publicada en 2017. Cuando la leí me pareció un tema interesante para seguir indagando”, dice Rodolfo Petriz, el director del documental y quien se encargó de llevar adelante la investigación, en diálogo con ANCCOM. “El documental no está pensado para que sólo lo vean los racinguistas –agrega Petriz– sino que explica cómo funcionó todo el aparato y el circuito represivo en la provincia de Buenos Aires, más precisamente en la zona de Avellaneda. Es un relato policíaco donde voy encontrando pistas que me permiten avanzar en el desarrollo de la investigación.”

Habían pasado casi cuarenta años y del caso no se sabía absolutamente nada. Corría el año 2016, y Rafael Barone fue llamado a declarar por otra causa, la Masacre de Piñeiro. En medio de su testimonio por aquel caso, en el que presenció el fusilamiento de un grupo de jóvenes ingresados a la Comisaría 2° provenientes del Centro Clandestino de Detención Puente 12 relató que días después había visto seis cadáveres que yacían abandonados en las boleterías de la cancha de Racing, sobre la calle Colón. Lo que dijo el testigo no podía quedar impune, y desencadenó en una investigación que se propuso echar luz en un caso donde no había presuntos testigos del hecho, y que velaba en los retazos de un pasado enigmático.

Barone fue la primera persona contactada por el director. Con noventa años, narra los hechos con claridad y certeza. Le contó a Petriz que después de una noche de borrachera, caminaba hacia el estadio junto a su gran amigo Omar Oreste Corbatta, una de las figuras más emblemáticas de la historia del fútbol argentino, que vivía en la pensión ubicada en el playón de la cancha. Cuando estaban por llegar, se toparon con cuerpos acribillados, brutalmente desfigurados e irreconocibles. Al otro día, ya no estaban los cuerpos, pero sí las manchas de sangre. ¿Ningún vecino había visto nada o callaron por temor?

Además de Barone, el documental se nutre de testimonios que aportan información enriquecedora al caso: el director habló con la Comisión Provincial por la Memoria, la Secretaría de Derechos Humanos de Avellaneda, con especialistas del Equipo Argentino de Antropología Forense para rastrear la posible ubicación de los cuerpos, y con muchas otras voces e instituciones que hasta hace poco habían sido pasadas por alto.

El documental abre una serie de interrogantes que intentan resolver el caso y le presenta al espectador la cartilla completa de posibles desenlaces. Una de las hipótesis trazadas por Pablo Llonto, abogado de la causa donde Petriz es el querellante, es que el modus operandi fue el mismo en ambas masacres (la de Piñeiro y la de Racing). Los secuestrados llegaban de centros clandestinos de detención y se desalojaban los calabozos de presos comunes. Allí se quedaban unas horas hasta que se hacía la madrugada, donde los ejecutaban en la vía pública. Después, los mismos policías grafiteaban la pared con pintadas peronistas para simular que se había tratado de un enfrentamiento. La justicia es la que debe determinar si el caso de Racing se inscribe en esta lógica, donde las comisarías funcionaban como depósitos transitorios de los presos políticos, al trabajar en conjunto la patota de Inteligencia del Ejército con la policía local, que coordinaba la logística.

«Lo valioso de nuestro trabajo es que la causa esté siendo investigada por el juzgado, que tomó medidas de prueba y llamó a indagatoria a varias personas”, dice Petriz.

 

Asimismo en un momento histórico donde se había corrompido el sistema democrático, muchos nombres fuertes de la política se exiliaron al fútbol, donde los clubes invitaban a sus socios a participar de las elecciones presidenciales. El director plantea y se interioriza en la posibilidad de que el lugar del fusilamiento no fue casual, sino que se trató de un mensaje a modo de advertencia del jefe de la Policía Bonaerense, Ramon Camps, dirigida al mandatario de Racing Club, en ese entonces, Horacio Rodriguez Larreta (padre), con fuertes vínculos en el Movimiento de Integración y Desarrollo presidido por Arturo Frondizi.

“Es muy difícil conseguir información certera acerca de estos crímenes. La conclusión después de tantos años de investigación, con los recursos que tengo, es que no iba a poder avanzar más –dice Petriz–. Lo valioso de nuestro trabajo es que la causa esté siendo investigada por el juzgado, que tomó medidas de prueba y llamó a indagatoria a varias personas”. Por eso el director resalta la importancia del estreno del documental, donde “quizá aparezca alguien más. Por eso hay que darle visibilidad”.

El preestreno de Los fusilados de Racing se dio en el excentro clandestino El Infierno, de Avellaneda, convertido en Espacio Municipal de la Memoria. El estreno oficial será en el Cine Gaumont el domingo 16 de noviembre, a las 20. Además, el jueves 20 de noviembre a las 18 se va a proyectar en la Ex Esma con entrada gratuita, donde asistirán el director, el periodista deportivo y autor de Los desaparecidos de Racing Julián Scher y Gladys Zalazar, hermana de otro rancingista también desaparecido.

Hola Sui Géneris

Hola Sui Géneris

El próximo 20 de noviembre se reestrena la película de Bebe Kamin que registró los dos recitales de despedida -realizados hace exactamente medio siglo- de la mítica banda integrada por Charly García y Nito Mestre. Ahora en su versión remasterizada.

La película documental de Bebe Kamin sobre el adiós de la banda argentina Sui Géneris, fue grabada aquel 5 de septiembre de 1975, durante los dos shows que ofreció la banda en el Luna Park ante 30 mil personas. Charly García y Nito Meste se despidieron así de su público y también grabaron un disco doble. La película observa un momento histórico, una época, un mito transmitido a través de la emocionalidad del público vivida durante la jornada.

Entre los intérpretes están, además de García y Mestre, Rinaldo Rafanelli, Juan Rodríguez, y las hermanas Norma y Mimí Pons. “Todo se desarrolla en el Luna Park. Afuera era otro espectáculo, espantoso, muy de riesgo de vida”, contó Bebe Kamin al comenzar la rueda de prensa en la sala de Directores Argentinos Cinematográficos (DAC), donde se presentó la nueva versión de Adiós Sui Géneris. “Vivo esta película como algo que muestra una isla de alegría y vitalidad que era lo que no tenían los jóvenes en ese momento. Cuando uno abre la puerta, siente que valió la pena: era una forma de decir presente en la vida de muchos jóvenes que no se podían manifestar”. En la más alta calidad posible, la cinta de hace 50 años fue digitalizada y tiene una nueva mezcla de sonido que la hace inmejorable para conocer o revivir aquel momento. 

Convocado por Leopoldo Torre Nilsson, Kamin contó que se enteró muy cerca del concierto que iba a dirigirlo: “No sabía de qué se trataba. Tuve que comprarme los discos de Sui Géneris porque no sabía que era un grupo que tocaba, pero cuando los escuché me enamoré un poco”, confesó Kamin causando las risas del público. “Es un regalo que me dio la vida”, agregó. 

La película fue filmada en 16mm porque los chasis de 35mm de ese momento podían filmar hasta 3 minutos, mientras que en 16 llegaban a 11. Según Kamin, “eso también nos daba margen para el cambio de los chasis”. Grabaron los dos recitales de la noche, el ensayo y también el público que esperaba en la calle. En otra jornada de grabación donde se hicieron tomas para algunas canciones, Kamin comentó que Charly le pidió hacer de Drácula, eso se ve en “Un hada, un cisne». El director también contó que cuando cantaron Mr Jones: “Yo les decía ‘Ustedes son una familia, son todos muy buena gente pero poco a poco se van descomponiendo’. Ellos hicieron la actuación, yo no les indiqué ni que tiraran el vino ni que hicieran payasadas. Se produjo una comunión lúdica. Es una de las partes que más me gusta; es muy vital, muy divertida. De hecho, algunos dicen que fue el primer videoclip que se filmó en Argentina, no lo sé”.

Entre los colaboradores de Bebe Kamin, figura como camarógrafo Raymundo Gleyzer, cineasta argentino integrante del grupo de Cine Liberación, desaparecido por la dictadura en mayo de 1976. Ambos habían compartido la experiencia de filmación de la primera película de Kamin, El Búho.

 Sobre la situación que vivió todo el equipo de filmación, Kamin destacó que “había una efervescencia muy grande en todos nosotros, contagiados por todo lo que había pasado en el primer concierto”. Para la segunda parte del show, los que estaban a cargo de la parte eléctrica se fueron porque tenían que desmontar todo. Eso explica que hay escenas que casi no se ven. Kamin recordó: “Eso me resultó un estímulo para el rodaje. Hasta yo agarré una cámara profesional. Antes había filmado en Súper 8. Fue un gran aprendizaje de montaje, con poco material, que no era sincrónico, temas de luces y colores, fue un ejercicio notable para entender cómo era relatar una canción”.

“No me interesaba tanto el concierto y la música como la relación entre el artista y el público. Esa fue mi guía, ese vínculo invisible que se establece con una potencia muy poderosa. Por eso insistí mucho en que se enfocara a la gente, necesitaba material de la gente que estaba ahí. Cómo documenta la época es notable”, consideró Kamin. Acerca de lo anecdótico, el director confesó: “Yo no sabía si la película se iba a terminar. Le pedí tres días más de rodaje a Torre Nilsson. Cuando la película estuvo revelada, invité a Torre Nilsson a verla en 16mm, en una pantalla chiquita y sin sonido. Por supuesto que se levanta y se va. Yo me fui corriendo atrás, me dijo ‘Tírelo a la basura’. Le propuse un pacto, hacer el montaje de una canción, que si lo convencía seguíamos hasta el final. Y bueno, lo convencí”.

El año pasado se proyectó el documental en el BAFICI a partir de una copia en 35mm que tenía el director. “Todavía tengo ecos de eso, la proyección en el Gaumont: fue tremenda” subrayó Kamin. “Que la obra vuelva a los primeros planos 50 años después es una sensación muy difícil de describir y de contar”, confió el director emocionado.

Adiós Sui Géneris se reestrena el 20 de noviembre en salas comerciales, a 50 años del concierto y a 49 años del estreno de la película. Un recuerdo imperdible.

 

Una extranjera en su propia vida

Una extranjera en su propia vida

Este jueves se estrena «Las Corrientes», un nuevo largometraje de Milagros Mumenthaler que trata de descifrar el mundo interior de una exitosa diseñadora de moda.

Después de pasar por el 50° Festival Internacional de Cine de Toronto, la 73ª edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, el New York Film Festival, Busan y Viennale, entre otros, se estrena en las salas del país Las corrientes, el tercer largometraje de la cineasta argentina Milagros Mumenthaler.

La película comienza en Suiza, con Lina (Isabel Aimé González Solá) recibiendo un premio por su trabajo como diseñadora de moda. En ese escenario idílico, el descontento se manifiesta en su rostro y resalta entre los aplausos, gente enfundada en vestidos de lujo y copas de champagne que la rodean. La tensión se acrecienta con su próxima acción: arrojar el premio al tacho de basura del baño.

Luego de un recorrido por las calles de Ginebra, Lina atraviesa un puente ubicado sobre el Lago Lemán, y a mitad de su recorrido, sin ningún tipo de vacilación, se tira al agua. A partir de esa zambullida, el personaje principal pareciera despertar del hechizo que protagonizó a lo largo de los últimos años.

A través de una videollamada, Mumenthaler cuenta que la película nació de esa imagen: una mujer tirándose a un río helado. La idea se apoderó de su cabeza y comenzó a tomar forma a partir de distintas preguntas: ¿Quién es? ¿Vive ahí o está de viaje? ¿Tiene familia? ¿Lo que hace, es un acto consciente o inconsciente?

Como sugiere su título, las corrientes en las que se sumergió la arrastran, destiñen la fachada de una vida que podría considerarse un Edén: una carrera exitosa, prestigio asociado a su nombre, el piso en Recoleta donde vive rodeada de lujos junto a su marido (Esteban Bigliardi) y su hija pequeña (Emma Fayo Duarte). Aunque nada pareciera estar mal, Lina hace equilibrio sobre una soga que pende de unos pocos hilos, anunciando un inminente punto de quiebre.

La germinación de la idea de Mumenthaler se complementó con la lectura de La mujer temblorosa o la historia de mis nervios, escrito por Siri Hustvedt. “La autora contaba que un día dio una charla en homenaje a su padre y durante el discurso empezó a temblar de una forma muy llamativa –señala-, como si fuesen sacudones, pero ella seguía como si nada sucediese. A partir de eso, empecé a pensar esta idea de la disociación del cuerpo con la mente, y me interesó trabajar la idea de que el cuerpo tiene memoria”.

La protagonista regresa de Suiza con el recuerdo del premio enterrado en su memoria, encerrada en sí misma, con un rechazo hacia el agua y ocasionales ensoñaciones desadaptativas que alteran su percepción de la realidad. A partir del extrañamiento en el que se encuentra sumida, se distancia de su presente y reconecta con su pasado, que pareciera redescubrir junto a los espectadores.

Cuando su higiene alcanza un punto crítico por su imposibilidad de entrar en contacto con el agua, se remite a vínculos deshechos por el tiempo en busca de ayuda. La primera en recibirla es Amalia (Jazmín Carballo), una vieja amiga que trabaja en una peluquería heredada de su madre. En principio, ella es la única persona con la que se sincera y se entrega a sus cuidados. También, impulsada por la especie de trance en el que se encuentra sumida permanentemente, visita a su madre, que vive en una casa protegida de los peligros del exterior y de la luz natural. No se lo menciona explícitamente, pero su forma de vida está marcada por una fobia. En ese encuentro hay tanta alegría como tensión: se reencuentran como si fueran dos desconocidas; no son las mismas personas que se vieron por última vez.

El cuerpo de Lina reclama un punto de fuga. Cada paso que da está marcado por un sentimiento de inadecuación e incomodidad en todos sus roles: de esposa, de madre, pero también de hija. No pertenece a su mundo actual, pero tampoco al anterior.

Mumenthaler reconoce un hilo conector entre Las corrientes (2025) y sus películas anteriores Abrir puentes y ventanas (2011) y La idea de un lago (2016). En todas ellas, hay un interés por representar lo que le pasa internamente a los personajes. “La idea –dice sobre su nueva película- es entrar en la cabeza de Lina y vagar por sus pensamientos”.

La directora nació en Buenos Aires pero creció en Suiza. Su familia se exilió para escapar de la última dictadura militar, y se trasladó a Ginebra, escenario inicial de la película. Desde el principio, tenía claro que buscaba una actriz para interpretar al personaje principal que estuviera atravesada por dos países, y la encontró en la mendocina González Solá, que está radicada en Francia. “El personaje es alguien que está medio cortado en dos o en más partes. Ahora veo mi trabajo y pienso que hay trazos de mi persona en Lina, que tienen que ver con cortarse, relacionados con el hecho de que yo me fui de Argentina. Esa situación mía, creo que le daba a Lina algo bastante concreto que aportaba a que se sintiera como una extranjera en su propia vida, preguntándose si es la protagonista de su vida. Incluso que se le olvide cómo llegó hasta ese punto de quiebre” reflexiona la actriz.

La musicalización de la película enfatiza el mundo de las fugas de Lina, explica la directora. Su búsqueda era una mezcla de ensoñación, tensión y suspenso, sonidos lúdicos y nostalgia, un cóctel acorde a la trama. A través de un trabajo conjunto con su marido, seleccionaron “The Planets, Op. 32: II. Venus, the Bringer of Peace”, de Gustav Holst. Mumanthaler explica: “Me pareció un tema muy representativo de Lina, un personaje con una parte lúdica, donde ya no sabe que más le puede pasar, preguntándose por qué le pasó sin terminar de entender del todo qué es lo que le pasó”.

Otra pieza escogida fue “Something Wild In The City: Mary Ann’s Theme”, de Morton Feldman. “Siempre aparece cuando viene una parte más relacionada a su infancia, a la parte de los recuerdos. Cuando aparece esa música hay un cierto temor a ir hacia ese lugar, donde ella no puede resolver nada”, comenta la directora.

 

Las entradas para ver Las Corrientes se pueden conseguir aquí

La cultura popular a través del filtro de Instagram

La cultura popular a través del filtro de Instagram

«La Changuita», la obra de Alejandro Lifschitz, indaga -entre el humor y la ternura- en la crisis económica, la cultura del rebusque y la pérdida de identidad de una pareja de laburantes argentinos frente al brillo globalizado de lo “cool” y lo saludable.

Un carrito en la Costanera, una pareja de cocineros que apenas logra vender un choripán y un influencer extranjero que promete veinte mil dólares para el ganador de un concurso viral. Con esos elementos, La changuita, escrita y dirigida por Alejandro Lifschitz, arma una comedia dramática tan hilarante como punzante sobre la cultura popular en tiempos de “popuchallenges” y filtros de Instagram. La obra puede verse los viernes de noviembre a las 20.30 en Fandango Teatro (Luis Viale y Acoyte, Villa Crespo).Ambientada en un chiringuito venido a menos, la historia gira en torno a Gloria (Graciana de Lamadrid) y José (Javier Barceló), un matrimonio de laburantes que se desvive —y se pelea— por mantener su puestito de choripanes en pie. “Espantan a los clientes con el cuento de la artritis”, les reprocha Antonio (Aníbal Tamburri), el padre de Gloria, poeta maldito del oeste y alcohólico en huelga de hambre porque su familia no lo deja tomar vino. La escena, tragicómica, condensa el tono de toda la obra: humor, ternura y crítica social en dosis exactas.

El equilibrio se rompe con la llegada de Andrew (interpretado por el propio Lifschitz), un influencer yanqui que transmite en vivo “la esencia de la cultura popular argentina” para su canal y promete un premio en dólares para el puesto más auténtico. Pero detrás de su entusiasmo se esconde una mirada colonial y superficial: Andrew romantiza la pobreza y transforma el sufrimiento en estética. “Andrew es odioso a propósito”, confiesa Lifschitz en diálogo con este medio. “La obra la empecé a escribir hace cuatro años y cobró una vigencia que jamás imaginaba. Antes no había tantos influencers ni extranjeros que llegaran con su propia cultura. La changuita no busca dar respuestas, sino generar preguntas sobre el poder del dinero, la identidad y la cultura popular.”

Mientras José y Gloria discuten entre el orgullo de “defender la cultura popular” y la tentación de reconvertirse en un puesto de sushi o comida tailandesa, Antonio emerge como la voz lúcida del despojo. Sus poemas, llenos de lunfardo y belleza dolorosa, son verdaderos manifiestos. En uno de los momentos más brillantes, le recita a Andrew una oda a la patria y termina insultándolo sin que este lo note. Esa poesía lo vuelve viral y Andrew, excitado por los likes, grita que “la democracy son los followers”. El poeta responde, entre risas y rabia: “El arte que no incomoda solo entretiene y el arte que solo entretiene no sirve para nada”.

La obra, sin embargo, también se da el lujo de discutir esa afirmación: José defiende que el arte puede ser “simplemente bello”, y en esa tensión La changuita construye su núcleo dramático.

Andrew dice que en la Costanera hay una “enemistad entre la cultura popular y la billetera”, mientras glorifica la necesidad y declara que “daría todo por haber nacido en una villa”. Sin embargo, calla a José cuando este canta folclore y exige probar “gatopan”, la supuesta delicatessen local. Antonio, con picardía criolla, lo engaña dándole un sándwich de bondiola y lo resume en verso: “Patria cerda que maulla por los morlaquitos extranjeros”. En esa tensión entre lo auténtico y lo impostado, La changuita muestra la lucha desigual entre el yuyo popular y la moda extranjerizante que arrasa con los sabores, los lenguajes y las costumbres locales.

Al salir de la función que presenció ANCCOM, una espectadora se acercó a la actriz Graciana de Lamadrid y le dijo: “No sé cómo no tiene más prensa: es excelente”. Y lo es: La changuita consigue hablar de la crisis, la desigualdad y las falsas acepciones de lo popular, con humor filoso y una ternura que se cuela entre el humo de la parrilla. Una cita imprescindible para reír, pensar y reconocerse —aunque duela— en el reflejo de un país que todavía busca su sabor propio.