Acribillados en la cancha

Acribillados en la cancha

«Los fusilados de Racing» es un documental de Rodolfo Petriz que indaga sobre el asesinato de seis desaparecidos frente a las boleterías del estadio del club de Avellaneda durante la última dictadura militar por efectivos de La Bonaerense.

Se estrena el documental que reconstruye el fusilamiento y posterior desaparición de seis personas, cuatro hombres y dos mujeres, en las puertas del estadio de Racing, en Avellaneda, en durante la noche del 22 de febrero de 1977. Tras cuatro años de trabajo, el documentalista y periodista Rodolfo Petriz trata de esclarecer los sucesos de un caso que se mantuvo oculto durante cuatro décadas en documental Los fusilados de Racing. La identidad de las víctimas de esta masacre y el lugar donde se encuentran sus restos aún sigue siendo una incógnita.

“Lo único que se sabía del caso era la nota de la periodista Micaela Polak, publicada en 2017. Cuando la leí me pareció un tema interesante para seguir indagando”, dice Rodolfo Petriz, el director del documental y quien se encargó de llevar adelante la investigación, en diálogo con ANCCOM. “El documental no está pensado para que sólo lo vean los racinguistas –agrega Petriz– sino que explica cómo funcionó todo el aparato y el circuito represivo en la provincia de Buenos Aires, más precisamente en la zona de Avellaneda. Es un relato policíaco donde voy encontrando pistas que me permiten avanzar en el desarrollo de la investigación.”

Habían pasado casi cuarenta años y del caso no se sabía absolutamente nada. Corría el año 2016, y Rafael Barone fue llamado a declarar por otra causa, la Masacre de Piñeiro. En medio de su testimonio por aquel caso, en el que presenció el fusilamiento de un grupo de jóvenes ingresados a la Comisaría 2° provenientes del Centro Clandestino de Detención Puente 12 relató que días después había visto seis cadáveres que yacían abandonados en las boleterías de la cancha de Racing, sobre la calle Colón. Lo que dijo el testigo no podía quedar impune, y desencadenó en una investigación que se propuso echar luz en un caso donde no había presuntos testigos del hecho, y que velaba en los retazos de un pasado enigmático.

Barone fue la primera persona contactada por el director. Con noventa años, narra los hechos con claridad y certeza. Le contó a Petriz que después de una noche de borrachera, caminaba hacia el estadio junto a su gran amigo Omar Oreste Corbatta, una de las figuras más emblemáticas de la historia del fútbol argentino, que vivía en la pensión ubicada en el playón de la cancha. Cuando estaban por llegar, se toparon con cuerpos acribillados, brutalmente desfigurados e irreconocibles. Al otro día, ya no estaban los cuerpos, pero sí las manchas de sangre. ¿Ningún vecino había visto nada o callaron por temor?

Además de Barone, el documental se nutre de testimonios que aportan información enriquecedora al caso: el director habló con la Comisión Provincial por la Memoria, la Secretaría de Derechos Humanos de Avellaneda, con especialistas del Equipo Argentino de Antropología Forense para rastrear la posible ubicación de los cuerpos, y con muchas otras voces e instituciones que hasta hace poco habían sido pasadas por alto.

El documental abre una serie de interrogantes que intentan resolver el caso y le presenta al espectador la cartilla completa de posibles desenlaces. Una de las hipótesis trazadas por Pablo Llonto, abogado de la causa donde Petriz es el querellante, es que el modus operandi fue el mismo en ambas masacres (la de Piñeiro y la de Racing). Los secuestrados llegaban de centros clandestinos de detención y se desalojaban los calabozos de presos comunes. Allí se quedaban unas horas hasta que se hacía la madrugada, donde los ejecutaban en la vía pública. Después, los mismos policías grafiteaban la pared con pintadas peronistas para simular que se había tratado de un enfrentamiento. La justicia es la que debe determinar si el caso de Racing se inscribe en esta lógica, donde las comisarías funcionaban como depósitos transitorios de los presos políticos, al trabajar en conjunto la patota de Inteligencia del Ejército con la policía local, que coordinaba la logística.

«Lo valioso de nuestro trabajo es que la causa esté siendo investigada por el juzgado, que tomó medidas de prueba y llamó a indagatoria a varias personas”, dice Petriz.

 

Asimismo en un momento histórico donde se había corrompido el sistema democrático, muchos nombres fuertes de la política se exiliaron al fútbol, donde los clubes invitaban a sus socios a participar de las elecciones presidenciales. El director plantea y se interioriza en la posibilidad de que el lugar del fusilamiento no fue casual, sino que se trató de un mensaje a modo de advertencia del jefe de la Policía Bonaerense, Ramon Camps, dirigida al mandatario de Racing Club, en ese entonces, Horacio Rodriguez Larreta (padre), con fuertes vínculos en el Movimiento de Integración y Desarrollo presidido por Arturo Frondizi.

“Es muy difícil conseguir información certera acerca de estos crímenes. La conclusión después de tantos años de investigación, con los recursos que tengo, es que no iba a poder avanzar más –dice Petriz–. Lo valioso de nuestro trabajo es que la causa esté siendo investigada por el juzgado, que tomó medidas de prueba y llamó a indagatoria a varias personas”. Por eso el director resalta la importancia del estreno del documental, donde “quizá aparezca alguien más. Por eso hay que darle visibilidad”.

El preestreno de Los fusilados de Racing se dio en el excentro clandestino El Infierno, de Avellaneda, convertido en Espacio Municipal de la Memoria. El estreno oficial será en el Cine Gaumont el domingo 16 de noviembre, a las 20. Además, el jueves 20 de noviembre a las 18 se va a proyectar en la Ex Esma con entrada gratuita, donde asistirán el director, el periodista deportivo y autor de Los desaparecidos de Racing Julián Scher y Gladys Zalazar, hermana de otro rancingista también desaparecido.

Una extranjera en su propia vida

Una extranjera en su propia vida

Este jueves se estrena «Las Corrientes», un nuevo largometraje de Milagros Mumenthaler que trata de descifrar el mundo interior de una exitosa diseñadora de moda.

Después de pasar por el 50° Festival Internacional de Cine de Toronto, la 73ª edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, el New York Film Festival, Busan y Viennale, entre otros, se estrena en las salas del país Las corrientes, el tercer largometraje de la cineasta argentina Milagros Mumenthaler.

La película comienza en Suiza, con Lina (Isabel Aimé González Solá) recibiendo un premio por su trabajo como diseñadora de moda. En ese escenario idílico, el descontento se manifiesta en su rostro y resalta entre los aplausos, gente enfundada en vestidos de lujo y copas de champagne que la rodean. La tensión se acrecienta con su próxima acción: arrojar el premio al tacho de basura del baño.

Luego de un recorrido por las calles de Ginebra, Lina atraviesa un puente ubicado sobre el Lago Lemán, y a mitad de su recorrido, sin ningún tipo de vacilación, se tira al agua. A partir de esa zambullida, el personaje principal pareciera despertar del hechizo que protagonizó a lo largo de los últimos años.

A través de una videollamada, Mumenthaler cuenta que la película nació de esa imagen: una mujer tirándose a un río helado. La idea se apoderó de su cabeza y comenzó a tomar forma a partir de distintas preguntas: ¿Quién es? ¿Vive ahí o está de viaje? ¿Tiene familia? ¿Lo que hace, es un acto consciente o inconsciente?

Como sugiere su título, las corrientes en las que se sumergió la arrastran, destiñen la fachada de una vida que podría considerarse un Edén: una carrera exitosa, prestigio asociado a su nombre, el piso en Recoleta donde vive rodeada de lujos junto a su marido (Esteban Bigliardi) y su hija pequeña (Emma Fayo Duarte). Aunque nada pareciera estar mal, Lina hace equilibrio sobre una soga que pende de unos pocos hilos, anunciando un inminente punto de quiebre.

La germinación de la idea de Mumenthaler se complementó con la lectura de La mujer temblorosa o la historia de mis nervios, escrito por Siri Hustvedt. “La autora contaba que un día dio una charla en homenaje a su padre y durante el discurso empezó a temblar de una forma muy llamativa –señala-, como si fuesen sacudones, pero ella seguía como si nada sucediese. A partir de eso, empecé a pensar esta idea de la disociación del cuerpo con la mente, y me interesó trabajar la idea de que el cuerpo tiene memoria”.

La protagonista regresa de Suiza con el recuerdo del premio enterrado en su memoria, encerrada en sí misma, con un rechazo hacia el agua y ocasionales ensoñaciones desadaptativas que alteran su percepción de la realidad. A partir del extrañamiento en el que se encuentra sumida, se distancia de su presente y reconecta con su pasado, que pareciera redescubrir junto a los espectadores.

Cuando su higiene alcanza un punto crítico por su imposibilidad de entrar en contacto con el agua, se remite a vínculos deshechos por el tiempo en busca de ayuda. La primera en recibirla es Amalia (Jazmín Carballo), una vieja amiga que trabaja en una peluquería heredada de su madre. En principio, ella es la única persona con la que se sincera y se entrega a sus cuidados. También, impulsada por la especie de trance en el que se encuentra sumida permanentemente, visita a su madre, que vive en una casa protegida de los peligros del exterior y de la luz natural. No se lo menciona explícitamente, pero su forma de vida está marcada por una fobia. En ese encuentro hay tanta alegría como tensión: se reencuentran como si fueran dos desconocidas; no son las mismas personas que se vieron por última vez.

El cuerpo de Lina reclama un punto de fuga. Cada paso que da está marcado por un sentimiento de inadecuación e incomodidad en todos sus roles: de esposa, de madre, pero también de hija. No pertenece a su mundo actual, pero tampoco al anterior.

Mumenthaler reconoce un hilo conector entre Las corrientes (2025) y sus películas anteriores Abrir puentes y ventanas (2011) y La idea de un lago (2016). En todas ellas, hay un interés por representar lo que le pasa internamente a los personajes. “La idea –dice sobre su nueva película- es entrar en la cabeza de Lina y vagar por sus pensamientos”.

La directora nació en Buenos Aires pero creció en Suiza. Su familia se exilió para escapar de la última dictadura militar, y se trasladó a Ginebra, escenario inicial de la película. Desde el principio, tenía claro que buscaba una actriz para interpretar al personaje principal que estuviera atravesada por dos países, y la encontró en la mendocina González Solá, que está radicada en Francia. “El personaje es alguien que está medio cortado en dos o en más partes. Ahora veo mi trabajo y pienso que hay trazos de mi persona en Lina, que tienen que ver con cortarse, relacionados con el hecho de que yo me fui de Argentina. Esa situación mía, creo que le daba a Lina algo bastante concreto que aportaba a que se sintiera como una extranjera en su propia vida, preguntándose si es la protagonista de su vida. Incluso que se le olvide cómo llegó hasta ese punto de quiebre” reflexiona la actriz.

La musicalización de la película enfatiza el mundo de las fugas de Lina, explica la directora. Su búsqueda era una mezcla de ensoñación, tensión y suspenso, sonidos lúdicos y nostalgia, un cóctel acorde a la trama. A través de un trabajo conjunto con su marido, seleccionaron “The Planets, Op. 32: II. Venus, the Bringer of Peace”, de Gustav Holst. Mumanthaler explica: “Me pareció un tema muy representativo de Lina, un personaje con una parte lúdica, donde ya no sabe que más le puede pasar, preguntándose por qué le pasó sin terminar de entender del todo qué es lo que le pasó”.

Otra pieza escogida fue “Something Wild In The City: Mary Ann’s Theme”, de Morton Feldman. “Siempre aparece cuando viene una parte más relacionada a su infancia, a la parte de los recuerdos. Cuando aparece esa música hay un cierto temor a ir hacia ese lugar, donde ella no puede resolver nada”, comenta la directora.

 

Las entradas para ver Las Corrientes se pueden conseguir aquí

La cultura popular a través del filtro de Instagram

La cultura popular a través del filtro de Instagram

«La Changuita», la obra de Alejandro Lifschitz, indaga -entre el humor y la ternura- en la crisis económica, la cultura del rebusque y la pérdida de identidad de una pareja de laburantes argentinos frente al brillo globalizado de lo “cool” y lo saludable.

Un carrito en la Costanera, una pareja de cocineros que apenas logra vender un choripán y un influencer extranjero que promete veinte mil dólares para el ganador de un concurso viral. Con esos elementos, La changuita, escrita y dirigida por Alejandro Lifschitz, arma una comedia dramática tan hilarante como punzante sobre la cultura popular en tiempos de “popuchallenges” y filtros de Instagram. La obra puede verse los viernes de noviembre a las 20.30 en Fandango Teatro (Luis Viale y Acoyte, Villa Crespo).Ambientada en un chiringuito venido a menos, la historia gira en torno a Gloria (Graciana de Lamadrid) y José (Javier Barceló), un matrimonio de laburantes que se desvive —y se pelea— por mantener su puestito de choripanes en pie. “Espantan a los clientes con el cuento de la artritis”, les reprocha Antonio (Aníbal Tamburri), el padre de Gloria, poeta maldito del oeste y alcohólico en huelga de hambre porque su familia no lo deja tomar vino. La escena, tragicómica, condensa el tono de toda la obra: humor, ternura y crítica social en dosis exactas.

El equilibrio se rompe con la llegada de Andrew (interpretado por el propio Lifschitz), un influencer yanqui que transmite en vivo “la esencia de la cultura popular argentina” para su canal y promete un premio en dólares para el puesto más auténtico. Pero detrás de su entusiasmo se esconde una mirada colonial y superficial: Andrew romantiza la pobreza y transforma el sufrimiento en estética. “Andrew es odioso a propósito”, confiesa Lifschitz en diálogo con este medio. “La obra la empecé a escribir hace cuatro años y cobró una vigencia que jamás imaginaba. Antes no había tantos influencers ni extranjeros que llegaran con su propia cultura. La changuita no busca dar respuestas, sino generar preguntas sobre el poder del dinero, la identidad y la cultura popular.”

Mientras José y Gloria discuten entre el orgullo de “defender la cultura popular” y la tentación de reconvertirse en un puesto de sushi o comida tailandesa, Antonio emerge como la voz lúcida del despojo. Sus poemas, llenos de lunfardo y belleza dolorosa, son verdaderos manifiestos. En uno de los momentos más brillantes, le recita a Andrew una oda a la patria y termina insultándolo sin que este lo note. Esa poesía lo vuelve viral y Andrew, excitado por los likes, grita que “la democracy son los followers”. El poeta responde, entre risas y rabia: “El arte que no incomoda solo entretiene y el arte que solo entretiene no sirve para nada”.

La obra, sin embargo, también se da el lujo de discutir esa afirmación: José defiende que el arte puede ser “simplemente bello”, y en esa tensión La changuita construye su núcleo dramático.

Andrew dice que en la Costanera hay una “enemistad entre la cultura popular y la billetera”, mientras glorifica la necesidad y declara que “daría todo por haber nacido en una villa”. Sin embargo, calla a José cuando este canta folclore y exige probar “gatopan”, la supuesta delicatessen local. Antonio, con picardía criolla, lo engaña dándole un sándwich de bondiola y lo resume en verso: “Patria cerda que maulla por los morlaquitos extranjeros”. En esa tensión entre lo auténtico y lo impostado, La changuita muestra la lucha desigual entre el yuyo popular y la moda extranjerizante que arrasa con los sabores, los lenguajes y las costumbres locales.

Al salir de la función que presenció ANCCOM, una espectadora se acercó a la actriz Graciana de Lamadrid y le dijo: “No sé cómo no tiene más prensa: es excelente”. Y lo es: La changuita consigue hablar de la crisis, la desigualdad y las falsas acepciones de lo popular, con humor filoso y una ternura que se cuela entre el humo de la parrilla. Una cita imprescindible para reír, pensar y reconocerse —aunque duela— en el reflejo de un país que todavía busca su sabor propio.

“Estar en contacto con distintas disciplinas es una parte esencial de ser artista”

“Estar en contacto con distintas disciplinas es una parte esencial de ser artista”

Cuatro años después de su último disco, Florencia Núñez regresa con Fe, un proyecto que reafirma su estilo y permite ver la madurez que ha alcanzado como compositora. Su relación con Jorge Drexler y las ocho nominaciones a los Premios Graffiti.

Florencia Núñez sintetiza más de una década de trayectoria en Fe, un disco donde su voz y su mirada sobre la vida se entrelazan con letras introspectivas y poéticas. La artista uruguaya retoma elementos de sus trabajos anteriores -desde la guitarra criolla y el acordeón hasta la impronta pop de los vientos- y los combina con canciones que celebran el presente, los encuentros y el amor.

El álbum, que cuenta con la participación de Jorge Drexler, Laura Canoura y Raly Barrionuevo, recibió ocho nominaciones a los Premios Graffiti y tuvo su presentación oficial en el espacio La Carbonera, ubicado en el barrio porteño de San Telmo.

En diálogo con ANCCOM, Núñez analiza su recorrido, reflexiona sobre la influencia de la literatura en la composición y explica por qué abrirse a distintos estilos y disciplinas es clave para su proceso creativo.

 

¿Qué te inspiró a crear un nuevo disco después de cuatro años?

Como siempre me dediqué a escribir canciones, se sintió extraño estar tanto tiempo sin publicar material propio. Fe nació como una afirmación personal y resume quién soy hoy, cómo crecí y cómo evolucionó mi trabajo. Tiene algo de cada disco anterior, pero con una mirada más madura. La inspiración vino de muchos lugares. Siempre digo que me inspira la vida, porque nunca se sabe qué puede disparar una canción. Este disco habla de afirmación, de celebrar el presente, los encuentros y el estar aquí y ahora. Expresa mi forma de ver el mundo con optimismo esperanzado, convencida de que las cosas pueden mejorar.

 

¿Cómo se relaciona con tus trabajos anteriores?

Siento que el primer disco fue una declaración de intenciones y una forma de marcar hacia dónde quería ir. El segundo llegó con más madurez, con canciones, sonoridades y producciones mucho más trabajadas. Hubo un salto grande entre uno y otro, y solo pasaron tres años entre ambos. En el tercero también hubo un crecimiento, sobre todo a nivel interpretativo y de producción. No tanto en la composición, porque no eran canciones mías, pero sí en la manera en que la música se mostraba y en el lugar que ocupé como intérprete. Este cuarto disco reúne un poco de todo eso. Retoma elementos del primero, como la guitarra criolla, el acordeón y la armónica, que había dejado un poco de lado. También recupera del segundo esa impronta más pop, con los vientos, como la trompeta, que se volvieron una especie de sello del proyecto. Y del tercero toma la soltura interpretativa que gané en ese momento. Por eso me gusta pensar que Fe es el resultado de un recorrido. No podría haber hecho este disco sin haber pasado por los tres anteriores. Lo siento como una maduración natural, tanto en las letras como en las melodías y en todo el proceso creativo. Era necesario transitar ese camino para poder llegar a este álbum.

¿Por qué elegiste llamarlo Fe?

Es un concepto que venía pensando desde hace tiempo. Estaba escribiendo varias canciones que giraban en torno a esa idea de la fe, de creer, de ver un camino posible incluso cuando los demás no lo ven. Me acuerdo que cuando compuse Lo canté, una de las canciones que terminó siendo una especie de emblema del disco, y que además lo abre, incluí la palabra “fe”. En ese momento sentí que tenía sentido que fuera la primera, porque marcaba el tono de lo que iba a tratar el álbum. Ya venía trabajando la idea en mi mente, pero cuando pude plasmarla en una canción sentí que cerraba todo. Haber encapsulado el concepto en un tema me dejó muy conforme, porque se convirtió en una especie de punto de partida para todo el disco.

 

Tras tanto tiempo sin publicar material propio, ¿cómo fue volver a componer?

Me pasa algo, y es que trabajo mucho por etapas y por discos. Cuando estoy en pleno proceso -grabando, produciendo, cerrando detalles-, casi no compongo. Solo puedo comenzar a crear nuevas canciones una vez que un disco está terminado.  Soy bastante estructurada en ese sentido. De hecho, muchas de las canciones de Fe empezaron a tomar forma después del disco anterior, especialmente entre 2021 y comienzos de 2022, en plena pandemia. Ese contexto atravesó mucho la creación, ya que es un disco muy introspectivo, pero también con una mirada hacia adelante, con la idea de que todo se iba a volver a abrir. Si bien estuve bastante tiempo sin publicar canciones propias, no me costó reencontrarme con la escritura. Incluso llegué a componer muchas más canciones de las que finalmente quedaron. Enseguida encontré el rumbo, entendí hacia dónde tenía que ir y cuáles piezas debían formar parte si o si de este disco.

 

¿Qué historia hay detrás de “Gracias, muchacha”?

Esta canción es muy especial porque, si bien se la escribí a la guitarra, surgió a partir de una entrevista que vi en un pequeño documental sobre una guitarrista uruguaya llamada Olga Pierri. En ese video, ella ya era muy mayor. En un momento, mientras tocaba, le preguntan: ¿Te das cuenta, Olga? Tantos años con la guitarra, desde los seis años…” Y ella, con una ternura enorme y toda la fragilidad del mundo, mira su instrumento y le dice: “Gracias, muchacha”. Yo estaba acostada, buscando ver algo tranquilo para dormir, y me pasó todo lo contrario. Me levanté de la cama, me fui al estudio y escribí la canción. A partir de esa historia se me acercó mucha gente que había estudiado con ella. Todos coincidían en que era una mujer muy exigente pero increíble, y me conmovió que esa conexión se generara a partir de una canción. Creo que el amor por la guitarra es algo muy universal porque es un instrumento cercano, portátil, versátil, capaz de adaptarse a muchísimos géneros. Con esta canción quise rendirle homenaje no solo a la guitarra, sino también a todas las personas a las que acompaña.

Todo lo que uno consume se filtra en lo que crea. La permeabilidad que tengas con el arte es directamente proporcional al resultado de tu obra. Si te encerrás y no escuchás música, no ves cine, no leés ni vas al teatro, es muy difícil que tu universo se nutra de otros.

Florencia Núñez

¿Cómo lograste combinar canciones pop con otras más melódicas?

Esa mezcla refleja mucho quién soy porque escucho de todo: desde música criolla, grupos vocales, pop, rock, hasta indie español y boleros. Por eso no es casual que el disco combine distintos estilos y sonidos. Para mí la música es una red, algo que se expande y conecta distintos sonidos. No me gusta limitarme ni dejar nada afuera solo porque no encaje con lo que se supone que debería hacer. Siento que la creación tiene que tener algo de riesgo, de prueba y error. Por ejemplo, la segunda canción de este disco, Un amor así, tiene un aire de vallenato, algo que jamás habría hecho en mi álbum debut, pero responde a una evolución natural y a mi pasión por artistas como Juan Luis Guerra o Carlos Vives. Hay algo de esa energía latina, del movimiento, de la alegría, que también quise transmitir. Creo que todo eso puede convivir perfectamente, no todo es blanco o negro. Hay una gama enorme de grises y colores, y en esa diversidad encuentro mucha riqueza.

 

Algunos pasajes de tu disco tienen un estilo narrativo y poético. ¿Hay influencia literaria en tus letras?

Todo lo que uno consume se filtra en lo que crea. La permeabilidad que tengas con el arte es directamente proporcional al resultado de tu obra. Si te encerrás y no escuchás música, no ves cine, no leés ni vas al teatro, es muy difícil que tu universo se nutra de otros. El arte tiene que ser un sistema abierto. Vengo de una formación que también tiene mucho de eso, ya que soy Licenciada en Comunicación, y en la facultad me formé mucho en literatura y escritura. Esa mirada me marcó, porque cuando estudias guion te enseñan a escribir con imágenes. No se trata de decir “se sintió triste”, sino de mostrarlo a través de gestos y de acciones. Por eso a mí me gusta que una letra pueda generar imágenes y que quien escucha pueda ver algo mientras oye la música. Me pasa seguido que la gente me dice “cierro los ojos y veo una escena de mi vida, de mi infancia”. Eso me encanta, porque tiene que ver con cómo yo misma disfruto de escuchar música. Así que sí, sin duda hay una influencia literaria y poética en mis letras. Estar en contacto con distintas disciplinas artísticas es un privilegio y una parte esencial de ser artista.

 

¿Hay algún ritual que te ayude a entrar en ese estado de creación?

Muchas veces, cuando escribo, no soy plenamente consciente de lo que estoy creando. Hasta que termino la canción y la releo, no me doy cuenta de todo lo que hay ahí. El momento de escribir es como un trance total. Las canciones que realmente funcionan llegan casi de manera mágica; es un proceso bastante espiritual. Es como si fuera un conducto, y la canción simplemente fluye a través mío. Después me doy cuenta del significado de lo que escribí, o alguien más me lo señala y me sorprende, porque no lo había pensado conscientemente. Este proceso tiene mucho de inconsciente, y me gusta que así sea. Yo suelo ser una persona que quiere tener todo bajo control, pero justamente la música es una disciplina donde no hay certezas. Por eso, cuando llega la inspiración, no hay manera de predecirla. Eso es parte de su magia y de su dimensión espiritual. No sabría decir ni el día ni la hora en que aparece, simplemente sucede.

¿Cómo nació la colaboración con Jorge Drexler?

A Jorge lo conozco desde hace muchos años, primero como artista y después personalmente, porque él veranea en La Paloma, en Rocha, de donde soy yo. Desde que empecé a hacer música me hice amiga de su familia, especialmente de sus hermanos -Daniel, Diego, Paula- y fueron ellos quienes me lo presentaron. En uno de esos veranos, en el festival La Serena, que se hacía en el cine de La Paloma y duraba tres días, él y Kevin Johansen invitaban a distintos músicos a participar. Yo estuve en una de las noches, compartimos escenario y cantamos juntos. Cuando le mostré algunas canciones del disco, le mandé Las vueltas y me dijo que era un temazo, así que le propuse grabarla juntos y aceptó enseguida. Le conté que estaba inspirada en la canción Lucía de Joan Manuel Serrat, como un pequeño homenaje, y me dijo: “Tenemos que mandársela al Nano”. Mucha gente me dice que Las vueltas suena muy a él, que parece escrita entre los dos, pero la canción ya estaba terminada antes de que grabara. Su voz se sumó con total naturalidad y quedó perfecta. Jorge es una persona muy generosa. Justo ahora está grabando un disco nuevo y, en lugar de hacerlo afuera, eligió Uruguay, en un estudio con músicos locales, colegas y amigos de toda la vida. Podría grabar con cualquiera, pero elige a las personas que comparten su mismo espíritu y legado. Creo que el principal activo que tenemos los músicos somos los propios músicos. Esta industria es enorme, pero lo más valioso sigue siendo conectar con quienes comparten tu camino y tus valores.

 

¿Qué representa haber recibido ocho nominaciones a los Premios Graffiti?

Siempre me conmueve que lo que hago movilice a tanta gente, tanto en la industria como en la crítica. Sobre todo porque no es un trabajo mainstream, ya que en Uruguay se hace todo de forma muy artesanal. También creo que tiene que ver con la coyuntura: hoy se presta más atención a los discos hechos por mujeres, algo que hace veinte años era diferente. Si bien ya gané el premio a Compositora del Año en 2018, siendo la primera mujer en lograrlo, volver a estar nominada me entusiasma mucho. Además, estar en categorías como Álbum del Año o Tema del Año con un disco tan personal tiene un valor especial. Ojalá alguno de esos premios llegue a casa, pero más allá de eso, estoy feliz con este álbum porque está llegando a la gente, que es lo más importante.

 

¿Cómo es tu vínculo con el público argentino?

Es una relación que todavía estamos consolidando, pero que quiero afianzar y hacer crecer. Ahora estoy trabajando con una productora argentina, así que siento que tengo una base de operaciones acá y muchas ganas de seguir desarrollando el proyecto. Tengo la certeza de que este es el camino, y esa sensación me impulsa a seguir apostando por este vínculo.

 

Diego Honoris Causa

Diego Honoris Causa

Impulsado por la revista «Meta, Sentidos en Juego, y la Cátedra Maradoniana “Diegologías”, se inauguró en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA el Primer Congreso Internacional sobre Diego Armando Maradona, un encuentro popular y académico que reune voces, recuerdos y debates para pensarlo más allá de la pasión futbolística: como símbolo cultural, político y social.

A días de lo que hubiera sido su cumpleaños número 65, la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA se vistió para celebrar al ídolo eterno, y así darle lugar al Primer Congreso Internacional sobre Diego Armando Maradona. Entre tambores, bombos y banderas, la sede de Santiago del Estero, en el barrio de Constitución, se transformó en una fiesta popular para recordar, a un símbolo de las masas. Investigadores académicos, estudiantes, hinchas, periodistas y visitantes extranjeros – de Chile, Paraguay,Italia, Estados Unidos, entre otras naciones- se reunieron en un mismo lugar con una consigna común: seguir aprendiendo de la mano del 10. El Congreso invita a reflexionar a partir de su figura y usarla como punto de partida para hablar de distintos temas.

Así comenzó el Congreso Internacional sobre Diego Armando Maradona, un encuentro popular y académico que reune voces, recuerdos y debates para pensarlo más allá de la pasión futbolística: como símbolo cultural, político y social. Se extenderá hoy durante toda la jornada y cerrará este sábado, con una extensa y abarcativa programación que incluye conferencias magistrales, mesas debate, trabajos de investigación, la primera feria del libro maradoniano, una exposición con trabajos de sesenta artistas y hasta un “santuario maradoniano”. Entre los expositores se encuentran figuras como Juan Sasturain, Alejandro Apo, Atilio Borón, Ariel Scher, Pablo Llonto, Migue Brindisi, Fernando Signorini, Mónica Santino, Daniel Arcucci, Pedro Troglio, Goyo Carranza, Gabriela Saidón, Cora Gamarnik, Mati Madera, entre otros y otras.

¿La salida a la cancha o la entrada a la universidad?

El jueves 6 de noviembre se realizó el acto de apertura. Aunque el evento comenzó cerca de las 18 horas, desde mucho antes ya se respiraba en los pasillos del Edificio Federico Schuster que la jornada no sería una más. 

Impulsado por la revista Meta, Sentidos en Juego, y la Cátedra Maradoniana “Diegologías”, el Congreso busca recuperar a Maradona desde la memoria colectiva, en clave de comunidad. “Lo hicimos gente trabajadora que ama a Diego, no hay grandes marcas detrás”, señaló Mario Giannotti, conductor de la apertura, al presentar el espíritu del evento.

Las autoridades de la facultad –representadas por el vicedecano Diego de Charras- y de la revista agradecieron la enorme convocatoria, cuando una de las grandes sorpresas de la tarde hizo estallar al auditorio: La madre de Plaza de Mayo Taty Almeida llegó para acompañar y dejar su mensaje. Con su voz firme, hizo énfasis en la memoria, en “no olvidar nunca a Maradona”, pero también en mantener vivo el recuerdo de las luchas sociales del país. Entre aplausos de pie, ovaciones y cánticos, su intervención marcó el tono emocional que atravesaría toda la jornada.

El Congreso incluye múltiples actividades y charlas en diferentes direcciones, pero uno de los espacios más emotivos fue el dedicado a la fotografía. Hablar de Maradona es hablar de una de las personas más retratadas de la historia. En ese marco, el homenaje no podía tener otro nombre que el de Pablo Grillo, el fotoperiodista herido de gravedad –aún está en recuperación- por la Prefectura durante la represión estatal a una marcha de jubilados. Su padre, Fabián Grillo, subió al escenario para agradecer el reconocimiento y conmovió a todos al contar que, antes del acto, le envió a su hijo una foto del homenaje. Pablo, al verla, no pudo expresarlo en palabras, y una lágrima por su mejilla sintetizó toda su emoción.

Con un auditorio repleto y aún con la emoción en el aire, dio comienzo la Mesa de Apertura del Congreso, integrada por figuras del periodismo, el deporte y la cultura, que buscaron desentrañar qué hace de Diego un fenómeno que trasciende generaciones y los límites de la cancha de fútbol. Conformada por los periodistas Ariel Scher y Daniel Arcucci, el guionista Pedro Saborido, la exfutbolista y militante social Mónica Santino y el preparador físico de Maradona, Fernando “el Profe” Signorini, la mesa propuso un recorrido por distintos enfoques y miradas sobre El 10, para abrir nuevas líneas de pensamiento en torno a su figura.

Entre las múltiples direcciones que se abrieron para hablar de Diego, una en particular atravesó la charla: cómo sigue estando presente, incluso a cinco años de su fallecimiento. Scher y Saborido coincidieron en que no se puede imaginar ninguna narrativa de la Argentina sin Maradona, y que su figura se construyó, y se sigue construyendo, a través de la palabra, la memoria y la oralidad popular.

Esa presencia sigue viva también entre quienes nunca lo vieron jugar. “Maradona es el ausente más presente”, dijeron en la mesa. Jóvenes que hoy transitan los pasillos de la Facultad de Sociales sienten la misma devoción que quienes gritaron sus goles en México 86. “Yo no lo vi jugar en vivo, pero Maradona trascendió generaciones y colores. Ver a un tipo que se desvivió por nuestro país y puso nuestra bandera en lo más alto me marcó”, contó Santiago, un estudiante que presenció la inauguración.

Como él, muchos jóvenes participaron de la apertura con orgullo por el hecho de que el Congreso se realice en una institución pública, y en particular en su casa de estudios. “Que la universidad pública sea la sede del Congreso me parece una gran decisión. Creo que Diego estaría muy conforme. No tengo dudas de que en este momento estaría expresándose en contra del desfinanciamiento a la UBA y a otras universidades. Su compromiso social lo hizo más grande”, señaló Manuel alumno de Comunicación Social.

Otra de las expositoras fue Mónica Santino, quien abrió una reflexión tan simple como potente: ¿por qué las mujeres aman a Diego? Desde su mirada, hablar de Maradona es hablar de un punto de partida que permite abordar múltiples temas: el potrero, la solidaridad, el amor por el juego y la identidad popular. “Recuperar la generosidad como categoría política”, sostuvo y subrayó; “Diego la tenía. En su mirada se podía ver lo argentino, lo barrial”.

Tal como señalaron los organizadores, el objetivo del Congreso no era simplemente recordar al ídolo, sino pensar desde él. “Que no sea un ir a la cancha a alentar a Diego. Que no sea solo un recordatorio ni un anecdotario. Que sea un lugar que deje una huella, que podamos hacer ciencia de Maradona”, explicó Leo Albajari, integrante de la Cátedra Diegologías y parte del equipo organizador.

La música también tuvo su espacio en la jornada, como un hilo inevitable en cualquier relato maradoniano. Artistas que alguna vez compartieron momentos con Diego sumaron melodías y letras que ampliaron el homenaje, recordando que Maradona también vive en las canciones y en la cultura popular.

Como invita el Congreso, se puede pensar al ídolo en un sinfín de direcciones, pero cada uno puede tener una definición propia y personal. “Para mí es el abrazo cuando estás mal, es un símbolo, es alguien que lo sigo teniendo presente y que lo valoro aún más hoy, que antes, porque su figura se agranda aún más con la realidad que estamos viviendo”, resaltó Leo Albajari, parte del equipo de la organización.

“Hoy no hay nadie que levante la voz por el Garrahan o por los jubilados. En cambio, los jugadores hacen publicidad para casas de apuestas”, dijo Signorini

La tarde fue llegando a su fin con dos voces que marcaron los momentos más emotivos: Arcucci y “el Profe” Signorini. Ambos, amigos y compañeros cercanos de Maradona, aportaron desde su propia experiencia una mirada íntima y humana. Arcucci no pudo evitar emocionarse al recordar una anécdota de su amigo, mientras que Signorini apeló a la conciencia colectiva: “Hoy no hay nadie que levante la voz por el Garrahan o por los jubilados. En cambio, los jugadores hacen publicidad para casas de apuestas”, dijo, en una crítica al presente del fútbol y la ausencia de compromiso social. Mientras tanto, muchas remeras que vestían los presentes mostraban una frase maradoniana que por estos días se volvío bandera: “Hay que se muy cagón para no defender a los jubilados”.

Así cerró la primera jornada del Congreso Internacional sobre Diego Armando Maradona, entre aplausos, y reflexiones mientras el auditorio gritaba “Maradooo, Maradooo”. Un espacio que eligió pensar al ídolo desde la memoria, la cultura y la educación pública. Porque si algo dejó claro esta apertura, es que Maradona no se agota en el pasado, sino que sigue siendo una pregunta abierta, una conversación viva, una búsqueda colectiva. Como bien mencionaron desde la mesa de exponente: “Sigamos contando a Diego, ya que contándolo, nos contamos a nosotros mismos.”

 

Recuerdos de mi infancia (en dictadura)

Recuerdos de mi infancia (en dictadura)

Este domingo se estrena «LS83», un documental de Herman Szwarcbart que ofrece, a partiar de los recuerdos del escritor Martín Kohan y de los archivos del viejo Canal 9, una mirada niña de lo siniestro.

“Fuimos al Museo del Cine buscando material de archivo familiar y en esta búsqueda sin éxito nos muestran una bodega llena de latas con las etiquetas: Videla, Massera, Galtieri, Viola. Cuando Alejandro Romay vende Cnal 9, los nuevos dueños se trasladan a otro edificio y este material, que no se podían llevar porque era propiedad estatal por la expropiación en el 73, queda abandonado’”, señaló en la función de prensa Herman Szwarcbart, director del documental LS 83, que se entrena este domingo 9 de noviembre, a las 18, en el Museo MALBA.

Szwarcbart, a través de la voz en off de las memorias de la niñez del escritor Martín Kohan, encuentra nuevas formas de develar las opacidades de la última dictadura cívico militar, los años más funestos de la historia Argentina. Con el ojo entrometido, desfachatado y vivaz que las niñeces poseen, encarnado por las memorias de la infancia de Kohan, el autor de Me acuerdo, y ensamblado cuidadosamente con un vasto archivo periodístico de los setenta, Szwarcbart expone de una forma singular cómo la dictadura militar atravesó el entramado social desde lo cotidiano a todas las esferas de la sociedad.

“Había una intención de trabajar sobre la vida cotidiana en esos años y a pesar de que el material es del noticiero y no es específico de archivos familiares, sí se ven reflejados y se puede notar aspectos de la vida cotidiana de aquella época”, describe el director. “Cuando apareció el libro de Martín Kohan, un escritor que trabajó mucho ese periodo de la historia argentina en sus novelas, nos limitamos solamente a hacer una enumeración de recuerdos, de manera azarosa, que nos pareció que generaban una tensión con el material de los noticieros. Esos recuerdos reflejaban también parte de la vida cotidiana por eso también el uso de ese material”, explica Szwarcbart.

La voz de un Martín Kohan adulto que se burla con sus recuerdos de niño de una sociedad adultocentrista que no le permite ni siquiera elegir el cacao para la chocolatada y escenas inéditas que revelan hasta la faceta más lamebotas y farandulera del dictador Jorge Rafael Videla, son muestra contundente de que el ridículo es una forma menos amarga pero igual de potente para recuperar la verdad sobre la dictadura.

 “Lo interesante, era mostrar que era el material bruto grabado y una de las formas de hacer explícito eso fue dejar estas partes que normalmente se hubiesen cortado. En las gestualidades de Videla, hay momentos en los que él tartamudea que probablemente no hayan salido al aire”, narra Szwarcbart en diálogo con ANCCOM. El director explica que la operación se realizó a la inversa de una cobertura periodística habitual, aprovechando las escenas que usualmente se recortan. Su estrategia fue reemplazar prolijidad por la naturalidad: “Esas imágenes brindan posibilidades adicionales de lectura”.

En la función de prensa de LS83 en el microcine de la facultad de Filosofíay Letras (UBA), en pocas ocasiones, el sonido de las carcajadas se detuvo, el silencio de una sala sin aliento cada vez que aparecía el dictador Jorge Rafael Videla en la pantalla se cortaba antes del escalofrío frente a la risa del público. El humor como antídoto a lo reprimido lograba liberar la tensión de la sala.

“Ciertas imágenes eran parte de mi infancia. Las calles, los actores, los colectivos, toda una vida cotidiana que me generaba nostalgia, pero a la vez, detrás de esa nostalgia estaba Videla”, reflexiona Swarcbart en el auditorio, como un curador de la historia argentina y con un trabajo en equipo de recuperación y restauración de 120 latas de 12.000.

 LS83 es una cápsula del tiempo de 83 minutos de historia viva y un soporte de la memoria colectiva.