Pioneras de la militancia

Pioneras de la militancia

 

«Las Pioneras» es un grupo, integrado por chicas y un chico de entre 9 y 15 años, que viven en la villa 21-24 de Barracas. Se reúnen sábado por medio, en asambleas, desde hace dos años. En esos encuentros comparten inquietudes, hablan sobre feminismo, la ESI, el aborto, la maternidad infantil, las transformaciones de sus cuerpos, lo que hacen en la escuela y cómo se sienten por ser hijas e hijos de militantes. Salen a dar batalla para darle una dimensión política a sus infancias poniendo en palabras todo lo que los rodea.

Muchas de ellas son hijas de militantes de la Organización La Corriente Villera Independiente que surgió enl 2009, con vecinos y vecinas del barrio. En ese momento tuvieron la urgencia de organizarse y de autogestionarse ante la ausencia de políticas públicas del Gobierno de la Ciudad, para garantizar condiciones mínimas de dignidad en su vida cotidiana. La Corriente está conformada por distintas orientaciones políticas y por personas independientes.

No solo se gestionaron espacios comunitarios, como el de las ‘cuidadoras’, que son las encargadas de atender a los niños y niñas del barrio para que sus familiares puedan salir a trabajar, sino también se organizaron promotoras de salud, para encargarse dela prevención del dengue. Además, se armaron comedores, mesas de urbanización para evitar la embestida urbanística del Gobierno de la Ciudad y un servicio médico villero para que las ambulancias puedan entrar en los barrios. La Organización funciona como una red que se extiende al resto de los barrios villeros de la Ciudad.

Los integrantes de Las Pioneras son hijas e hijos de militantes de La Corriente Villera Independiente.

Los niños y niñas transitan diferentes recorridos y crecen entre luchas, comedores, asambleas, encuentros y plenarios. Van en los vientres de sus mamás y los más pequeños prendidos de la teta, a upa o en carros. Se largan a caminar, entre las muchedumbres que tratan de organizarse para poder comer, para armar cuadrillas para destapar y arreglar cloacas, para trabajar sobre violencia de género e institucional. En ese proceso se planean acampes para visibilizar sus problemáticas, gestionar un semáforo en la esquina de una escuela o incluso el arreglo de veredas y calles en las que abundan los accidentes en el barrio.

En edad escolar chicos y chicas tienen que buscar un espacio en sus casas, para poder hacer la tarea, porque el comedor está abarrotado de personas comiendo. Estos niños y niñas transitan sus infancias, absorbiendo como esponjas un bagaje del mundo adulto, que los interpela, los condiciona y al ir creciendo, comienzan a tratar de ponerle voz a todo eso. Así surgió: «Las Pioneras».

ANCCOM fue a la Villa 21-24, en Barracas, su lugar de encuentro. Era sábado al mediodía, el sol se presentaba abrasador, levantaba la térmica y competía con el calor de las brasas de la parrilla de una vereda, para ver quien cocinaba antes los pollos. El Cuni controlaba la cocción, impoluto.

En un galpón gigante hay mujeres que van y vienen, una pila de maples de huevos sobre la barra y un cordel repleto de remeras blancas que colgaban recién impresas. Por el doblés solo se leía :21-24.

Las Pioneras hicieron su aparición pública en el Niñetazo de 2018, realizado frente al Congreso.

Y las pibas se fueron juntando

Belén, Lola y Leo son referentes y coordinadores de la asamblea «Las Pioneras» y del centro de alfabetización, entre otras cosas, del Movimiento Popular La Dignidad (MPLD).

Belén le contó a ANCCOM cómo surgió todo esto. Ella conoció a las pibas allá por el 2018, en el funeral de Gilda, una vecina muy comprometida con las cuestiones del barrio, que peleaba por los derechos de los trabajadores y contra la violencia de género. Gilda tenía cinco hijos y murió electrocutada durante una tormenta, mientras se encontraba en una obra del del Gobierno de la Ciudad, que se había considerado finalizada.

Belén continuó su relato, con un hecho sucedido el 29 de septiembre del 2018, frente al Congreso, cuando se realizó el Niñetazo, para visibilizar los peligros que aquejaban a las infancias, producto de la crisis desatada a fines de ese año.

«Las Pioneras» participaron activamente en aquel evento generando consignas claras. Hablaron al público y sabían qué decían. Este hecho formó parte de un antes y un después en la continuidad del grupo. Habían encontrado un espacio de encuentro, de charlas, de contención, para viabilizar todo eso que portaban, que les atravesaba. Luego comenzaron a reunirse los sábados.

Participaron en la Jornada de Norma Pla, que se dio en el marco de la lucha contra el gobierno de Cambiemos, cuando éste quiso echar mano a las jubilaciones de amas de casa. Luego dieron un taller sobre infancias y educación sexual integral (ESI), para niñas y niños, durante el “Encuentro Plurinacional de Mujeres” en La Plata. Y en el último Pañuelazo del 19 F, «Las Pioneras», que estuvieron representadas por seis chicas de entre 10 y 14 años, invitaron a jugar a unos 60 concurrentes y con un manejo escénico sorprendente por la simpatía y la frescura, les sacaron del confort y les llenaron el alma de preguntas.

En el Pañuelazo del 19 F, Las Pioneras invitaron a jugar a 60 personas.

Viky tiene 13 años y contó que conoció a las chicas en el comedor, le encanta ir los sábados, porque aprende mucho sobre los derechos de los niños y los de las mujeres. Ella tenía 6 años, cuando su mamá, Cristina, fue a la Organización, por primera vez, a buscar leche y ya se quedó para formar parte del movimiento de mujeres villeras. Cristina, ahora, está a cargo de un comedor para 40 familias y además integra el espacio de ‘cuidadoras’. Es catequista y puede transitar su vida perfectamente entre la religión y el feminismo. Madre e hija comparten los viajes a los Encuentros de Mujeres hace dos años.

Zamira, tiene 12 años. Su mamá, Natalia, llegó a la Organización cuando Zami tenía 8 meses, fue en busca de comida, ya que su marido estaba desempleado y ella se había quebrado un brazo y no podía continuar con su trabajo. Natalia, hoy, es la referente de la Organización del barrio.

Vos antes acompañabas a tu mamá y papá a las marchas y asambleas, pero ahora tenés tu propio espacio, ¿qué te parece eso?

Realmente, cambió mucho mi forma de pensar porque en mi escuela no daban nada. Ni ESI, todo lo que aprendí fue sola y en este espacio. Me enseñaron muchas cosas acá.

Nació la Unión de Trabajadores de la Economía Popular

Nació la Unión de Trabajadores de la Economía Popular

 

Miles de personas se encontraron en el Club Ferrocarril Oeste, el 21 de diciembre, para festejar el nacimiento de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP). Referentes de diferentes organizaciones populares, sindicales y políticas se hicieron presentes para acompañar la creación del sindicato.

La UTEP nació de la materialización de cuatro años de resistencia a las medidas neoliberales. Surgió como una herramienta gremial, con el objetivo de permitir la participación de este sector específico en la construcción de políticas públicas.

“Durante 4 años nos dedicamos a limar asperezas -cuenta Dina Sánchez, del Frente Popular Darío Santillán-. En aquel diciembre del 2015, sabíamos que nos venía lo peor y que la unión de todo el movimiento de las organizaciones populares era el único frente posible”.

La creación formal de este sindicato único es un paso más en la legitimación de las nuevas formas de trabajo autogestionado, producto de la incapacidad del sistema económico y social imperante, que no garantiza las condiciones mínimas en la reproducción de la vida. Una gran masa de trabajadores desplazados hacia la nada, se ha organizado para resistir a un capitalismo, cada vez más concentrado y tecnologizado.

En la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) confluyen organizaciones que se conformaron a medida que se intensificaban las políticas neoliberales, durante los 90, que llevaron a la profunda crisis desatada en el 2001. Cada una de estas organizaciones buscaron su denominación, según se constituían con su propia identidad.

El ahora diputado nacional Juan Carlos Alderete, coordinador de la CCC (Corriente Clasista y Combativa), continúa la línea de pensamiento de Dina Sánchez: “Había que darle contenido político y una salida a los trabajadores que habían perdido todo derecho. La unión de la izquierda con el peronismo, es una realidad, por la unidad de los trabajadores. No podíamos ser tan necios de no unirnos”.

Esteban “Gringo” Castro, Secretario General de la UTEP habló con ANCCOM:“Hoy vivimos una muestra de unidad bajo una personería gremial de todos los movimientos sociales, es un paso gigantesco. Esto es la ‘gremialidad’ de los barrios, de la calle, de algunas unidades productivas, de un vasto sector del campo, que tiene poco campo, pero que produce mucho mejor, alimenta, mucho mejor. Esto no es un apoyo asistencial, ponemos el eje en el trabajo”.

Castro continúo: “Somos trabajadores de una nueva construcción del trabajo, que conlleva el proceso de incorporar nuevas formas de plantearse el trabajo. Casi todos nuestros compañeros están trabajando. Lo que no tienen es derechos. Esto implica un debate muy profundo”.

Hacia el 2011, nacía la CTEP, una Confederación de Trabajadores de alcance nacional, integrada por organizaciones como ‘Patria Grande’, ‘La Dignidad’, el ‘Movimiento de Trabajadores Excluidos’ (MTE), ‘La Darío Santillán’, la ‘Corriente Clasista y Combativa’ (CCC) y el ‘Movimiento Nacional Campesino Indígena’, entre otros.

ANCCOM dialogó con Rafael Klejzer, referente del Movimiento Popular ‘La Dignidad’: «Nosotros –dice- adscribimos a una corriente ideológica que nos parece mucho más importante: la realidad».

¿Cómo explicarían la creación del Sindicato de Trabajadores de la Economía Popular?

R.K.: Es un sindicato de trabajadores, una representación gremial y como tal tiene que ver con la dinámica y con la etapa histórica que se vive. El sindicato, como lo conocemos hoy, no es el mismo que planteaban los anarquistas panaderos en 1870, no es el que se planteaban los trabajadores estatales en 1920, ni el de los mecánicos en 1970. Los trabajadores de la economía popular se plantean otra cosa. Las representaciones sindicales tienen que ver con la realidad que viven los trabajadores en un momento histórico. Primero aparece la representación y después, los marcos legales que dan legalidad a ese sindicato. Nuestro sindicato estuvo diez años peleando, cinco años luchando por una legalidad. En 2015 nos dieron una representación muy informal, dentro de lo que es la ley de asociaciones sindicales y recién ahora está tomando forma la inscripción.

¿Cómo sería la relación con el Estado?

RK: Es un problema ideológico: si sos una cadena de transmisión de las políticas del Estado a los trabajadores o si representás los intereses de los trabajadores frente al Estado. Son dos formas de ver el mundo. Nosotros adscribimos a que somos los representantes de los trabajadores, para cualquiera, nos plantamos con autonomía y con independencia política.

¿La economía popular es considerada para el Estado como una economía del ‘pobrerío’?

RK: Nosotros somos trabajadores sin patrón, pero nuestros derechos nacen de políticas públicas estatales, así que hay que ir a discutir ahí. La economía popular, no es una economía del pobrerío, ni de la subsistencia, sino que es una alternativa a la economía de mercado que no puede resolver la reproducción de la vida.

¿Y cuál tiene que ser el rol del Estado?

Si vos tenés un Estado represivo, como el de la Ciudad de Buenos Aires, donde no quieren el trabajo en la vía pública, es imposible que se generen puestos de trabajo. Si nosotros podemos discutir con el Estado, regularizar empleo, trabajo en la vía pública, tiene un impacto de 20.000 o 25.000 trabajadores nuevos. Es muy importante el rol del Estado. Si vos tenés un Estado que no regula nada, el lobo se come a la oveja.

¿Se disputa el territorio, la calle, como un mercado de oferta y demanda?

RK: Generalmente las sociedades han realizado su intercambio en los espacios públicos. Tiene que tener una función social el espacio público, que es un lugar de encuentro y de intercambio, en la medida en que uno ocupe el espacio público va a haber una mayor seguridad, intercambio y mayor solidaridad. Y otra cosa, con respecto al territorio, la economía popular, a diferencia de la economía de mercado, tiene un desarrollo extensivo, federal.

A: ¿De red?

RK: Exacto y es muy poroso en la comunidad, es decir, que si vos generás a través de la economía popular y las cooperativas o los consorcios de trabajadores, laburo, tiene un alto impacto en la propia comunidad, porque lo que gana ese laburante lo consume en el territorio. No hay fuga de divisas, no cambia dólares, sino que lo gasta en la comunidad, eso genera un movimiento importante.

Un pequeño planeta llamado Astillero Río Santiago

Un pequeño planeta llamado Astillero Río Santiago

El Astillero Río Santiago cuenta con 3.300 trabajadores.

Ensenada, junto a La Plata y Berisso, forman un polo industrial que, desde la década del 50, ha sido uno de los bastiones productivos más importantes de nuestro país. En distintos períodos históricos como la dictadura de los 70, el neoliberalismo de los 90 y la etapa macrista, se diezmó su potencial productivo. Pero, pese a todo, el Astillero Río Santiago (ARS) con sus 3.300 trabajadoras y trabajadores resiste como un verdadero emblema de memoria, verdad, justicia y soberanía.

ANCCOM conoció un planeta pequeño. Allí habitan orfebres de joyas de gran envergadura, buques, puentes y aerogeneradores que transforman la energía eólica en eléctrica.

En inmensos talleres confluyen maquinarias, mazas, calderas y computadoras y grandes grúas que de lejos parecen tener vida propia. Al acercarse, se observa que son las encargadas de trasladar las piezas de los buques. Los obreros, sobre los andamios, recuerdan a Gulliver en la isla de Liliput. Todo el complejo de estructuras ensambladas está destinado a la fabricación de las partes de los barcos, o la máquina de hélices para los aerogeneradores.

En ese pequeño planeta también funciona una escuela técnica que prepara a sus obreros en trabajos calificados. Además se encuentra el área de Derechos Humanos, porque el astillero fue un espacio de encuentro y organización de trabajadores durante la última dictadura cívico-militar, cuando medio centenar de ellos fueron detenidos desaparecidos.

El “#Ni una Menos” también entró al astillero. Ya son 360 las mujeres que forman parte de esa gran fábrica, no sólo en las áreas administrativas, sino además en las distintas secciones y talleres.

Los y las empeladas poseen atención médica las 24 horas, porque muchas de las secciones implican trabajos considerados de alto riesgo. Por esa razón, también, cuentan con su propio cuerpo de bomberos.

El gobierno bonaerense de María Eugenia Vidal retuvo las partidas del Astillero y paralizó su trabajo.

 

La última embestida

Durante 2018, el ARS vivió una de las ofensivas más fuertes, a cargo de un Presidente de la Nación hacia el sector obrero. Mauricio Macri lanzó la primera piedra: “Hay que dinamitar el Astillero Río Santiago”, dijo. Luego se instaló el tema en los medios masivos, considerando al sitio como un reservorio de vagos, que se colgaban del Estado. Bajo el lema #Donde hay que ajustar, se mostraban imágenes, tomadas desde drones, de un astillero desierto. A su vez se expresó que los obreros ganaban cifras siderales.

Los medios no contaban que el Gobierno provincial tenía retenidas las partidas completas de insumos desde hacía varios meses, cuestión que impedía continuar las trabajos. Tampoco se informó sobre los recortes salariales que sufrían los trabajadores, ni que muchos ya no llegaban a fin de mes, condenados a mirarse las caras, en el silencio insoportable de las máquinas paradas.

 

La suerte estaba echada

 La información se replicó en los medios con velocidad y se construyó un nuevo enemigo Frente a esa situación, los trabajadores del Astillero coparon las calles. Hubo gran cantidad de movilizaciones. Dos fueron emblemáticas.

Una fue la del 21 de agosto del 2018, cuando el ARS se manifestó con fuerza y el centro de La Plata se inundó de trabajadores. Se llegaron a concentrar más de 40.000 personas y la represión se instaló con balas de goma, gas pimienta, heridos y detenidos. La acción transcurrió frente al Rectorado de la Universidad de La Plata, mientras en su interior despedían los restos de Chicha Mariani, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo.

El 18 de septiembre hubo una manifestación importante. La policía cercó a los manifestantes del Astillero. Los trabajadores contaban con la información de que los esperaban las fuerzas de seguridad en la plaza San Martín, por lo que decidieron dirigirse al Ministerio de Economía y tomarlo de manera pacífica para negociar frente al aparato de Estado.

Los obreros accedieron a archivos internos y encontraron un plan de desmantelamiento del Astillero Río Santiago redactado e impreso. En el documento se detallaba de manera muy clara, cuáles serían los pasos a seguir. Todo estaba perfectamente sincronizado: desde el ámbito jurídico, con el armado de causas y desde lo mediático, con una campaña de desprestigio. En el aspecto gubernamental se expresaba la continuidad de los recortes presupuestados para las obras.

Con la certeza entre las manos, los trabajadores del ARS decidieron resistir en el Ministerio y lograr negociar una salida al conflicto, 12 horas después. La gobernadora María Eugenia Vidal se comprometió a dar respuesta a los reclamos, normalizar la entrega de insumos para reanudar la producción, pagar los sueldos sin descuento y respetar el convenio colectivo de trabajo, entre otras cuestiones.

Visita al astillero Río Santiago. Ensenada, 27 de septiembre de 2019. Fotos de Juli Ortiz / ANCCOM.

 

En el diario ya no hablaban de ti…

ANCCOM  entrevistó a Denis Bilardo, secretario del interior de ATE y delegado del ARS, al cumplirse un año del conflicto con el gobierno, en el que los trabajadores del Astillero Río Santiago lograron desbaratar la maniobra de desmantelamiento y cierre de una de las industrias más importantes del aparato productivo argentino.

 ¿Cómo empezó el conflicto?

Este conflicto comenzó en 2016, cuando inició sus gestiones el gobierno. Nosotros salimos a comunicarle a la sociedad por qué el Astillero no producía, qué era lo que necesitábamos para producir, qué podía fabricar el astillero para el país. Toda esa campaña se reflejó en movilizaciones y plenarios de delegados regionales. Y se evidenció el día después de la represión, cuando hubo 40.000 personas en la plaza San Martín, acompañándonos. Además hubo un paro regional en Ensenada y en Berisso.

¿El apoyo de la gente fue inmediato?

Sí y se dio en un momento donde se terminó el gradualismo, en el 2018. Evidentemente hay algunas cuestiones con el tema de la memoria, porque ese gobierno ganó diciendo que íbamos a estar mejor, con frases que tienen fuerza en una parte de la población y lograron ser hegemónicas. Gran parte de la sociedad lo legitimó. Yo creo que, más que en el terreno de la disputa ideológica, de las ideas, lo nuestro fue meter el tema del trabajo, de lo importante que era el Astillero como unidad productiva.

Lo que se hereda no se roba

¿Por qué en el Astillero se escucha hablar tanto de memoria?

Acá hay familias, compañeros, que son cuarta generación de trabajadores del ARS. Desde que se fundó el Astillero trabajaron abuelos, padres e hijos. También tenés algún nieto que va a la escuela. En la puerta, pasando la rotonda, se recuerda a Luciano Sanders, que era trabajador de este taller de estructura y que está desaparecido, asesinado por la última dictadura militar. Hoy trabaja el hijo, en el sector de buques militares y el nieto está estudiando en la escuela técnica del ARS. Hay una cosa muy fuerte en la transmisión de generación a generación. Y lo que es muy fuerte, también, es la memoria, que es muy importante, porque cuando vos salís a pelear y sos consciente de que hubo otros que pelearon antes, se genera un espíritu colectivo muy importante, que da la posibilidad a que otros, más adelante, peleen, por lo que es justo. Eso genera mucha identidad y fortaleza para pensar que no te pueden quebrar en una pelea, por más que, en este caso, hayan jugado muy, muy fuerte.

Denis Bilardo

Soberanía

¿Qué crees que está en juego, en términos de intereses, con respecto al Astillero?

Esto es una cuestión de soberanía. Tenés un país que tiene dos tercios de su territorio sumergido en el mar. Hoy nosotros exportamos 2.000 millones en riqueza ictícola y 1.800 millones de carne. Pero hay una cuestión ahí, parecería que lo que está en el mar, no se ve, lo que está en los ríos, no sucede para la sociedad argentina. Ese es el punto fundamental en el que perdés toda posibilidad de soberanía. Digamos que es una gran pelea, también en el terreno cultural.

¿Cómo se insertaría el ARS en nuestra rueda productiva?

Argentina tiene bajo la plataforma submarina 3 veces lo que tiene en Vaca Muerta. Y lo que tiene en Vaca Muerta se va a exportar en barcos. Si lo pensás, somos un país marítimo. Somos un país terminal, es decir que comercializamos con China y con India, que son naciones que están a 10.000 ó 15.000 km. Nosotros vemos la comunicación con el mundo como un bien estratégico, como un bien de desarrollo del país.

¿Cómo se refleja a nivel económico no contar con la flota que podría fabricarse en el ARS?

Hoy Argentina paga, según la cantidad que importa y exporta, entre 7.000 y 10.000 millones de dólares de flete. Y no hay ningún flete de bandera nacional que lo haga. Con lo cual la balanza de pagos es deficitaria. Y hoy Argentina tiene un déficit cercano a los 13.000 millones de dólares.

¿Y qué podría hacer el ARS para modificar esa situación u otra, relacionada con el desarrollo de nuestro país?

Lo explico en un caso. Las shaldags, son unas lanchas súper rápidas, de costa marítima y están diseñadas fundamentalmente para bombardear a la población civil en Palestina. Esas lanchas fueron compradas acá para patrullar el litoral fluvial. Lo que se sumerge del buque es mayor de lo que vos necesitás en tu hidrovía y eso erosiona las costas, genera un costo ambiental relativamente alto. A la vez, tiene cañones de 30 mm, que son para bombardear a la población civil desde el mar, y acá lo están usando para patrullar una hidrovía, supuestamente para combatir el narcotráfico. Imaginate, si disparás un cañón de esos sobre una población ribereña: hacés un desastre. Esas lanchas se pagaron 12 millones de dólares cada una y no es lo que necesitamos. En el ARS, planteamos hacer lanchas fluviales. Con 8 millones, podríamos haber hecho diez que nos permitirían patrullar 1.000 kilómetros. Yy serían otra cosa completamente distinta a lo que se compró, sería algo adecuado a nuestras necesidades.

¿Y en qué otra instancia se nota la problemática de la pérdida de soberanía?

En el tema del dragado. La Argentina hoy draga toda la hidrovía y le paga 300.000 millones de dólares a una de las concesiones más importantes que tiene el Estado argentino, a una empresa holandesa y esa empresa trae todas las dragas de Holanda. No solamente pagás carísimo el dragado de la hidrovía sino que, además, está operado por ellos. Encima en la hidrovía baja toda la producción de commodities del sur de Brasil, Bolivia y Paraguay y vos no tenés ningún buque de bandera en ese trayecto. Ponemos el río para que lo usen otros. Si vos agarrás, desde Malvinas hasta Barranqueras (Chaco), esa gran vía de comunicación que nosotros tenemos, está toda en manos de corporaciones extranjeras y Argentina no tiene soberanía sobre eso.

¿Cómo imaginás la reactivación del ARS?

Lo que está detrás de la reactivación del Astillero es muy importante. Etamos en el siglo XXI y el ARS es una empresa metal mecánica muy compleja, no es solamente una fábrica de buques. Acá se puede hacer todo tipo de material de metal mecánica de gran porte que podría aportar al país. En realidad, el Astillero debería tener una vinculación directa con la universidad, con el INTI, con el CONICET, un desarrollo de proyectos que avalen la construcción de buques navales, otros para la hidrovía, también para la defensa y para la investigación. Sería muy útil renovar la flota pesquera, porque la que tenés es una de las más obsoletas del mundo. En los últimos 20 años desaparecieron y murieron más de 100 trabajadores en el mar. Hay una cantidad de cosas para desarrollar que implicaría duplicar el plantel del ARS, ampliar su estructura productiva, darle trabajo a cientos de empresas Pymes, a decenas de astilleros nacionales. Es decir, el ARS podría ser la cabecera de un complejo industrial importante.

 

Al Gobierno porteño no le gustan las wiphalas

Al Gobierno porteño no le gustan las wiphalas

Funcionarios porteños de Espacios Públicos le pusieron candado al mástil para evitar que los vecinos icen una wiphala.

En sus cinco kilómetros de extensión, el Parque Avellaneda, es el segundo pulmón verde de la Ciudad de Buenos Aires. Históricamente, es un espacio recuperado por los vecinos, después de batallas burocráticas reiteradas, que se materializaron en el terreno, con escombros, basura y pastizales.

Hoy, veinte años después, se convirtió en un sitio donde se tejen redes. “Todo lo que pasa en el barrio, pasa en el Parque”, nos cuenta Carlos, de la Cooperadora de la Escuela Fragata, Junto a Marina, cuentan cómo surgió esta idea de apoyar a la comunidad boliviana.

“Nos parece muy importante acompañar a vecinas y vecinos, a la gente con la que compartimos la vida cotidiana, porque sabemos que están tremendamente devastados, con todo lo que les está pasando, que no saben de su familia, de sus hermanos, de sus padres. Teníamos que hacer algo con lo que estaba pasando. Si bien, la idea original era hacer algo chiquito, para nuestra comunidad escolar, se viralizó por las redes y la convocatoria nos excedió”.

Con música de fondo, a través de un micrófono, los organizadores invitaban a los visitantes del Parque a pintar las Wiphalas. A modo de ropa tendida en un cordel, de árbol a árbol, se las iba disponiendo para secar. Las familias y grupos de amigos, desparramados en el pasto, muchos descalzos, cortaban el calor pesado de la tarde. Concentrados en el orden cromático y los bordes de los cuadrados de la Wiphala, le iban poniendo color al domingo.

Alex Igñíguez Apaza, contó que en ese lugar del Parque se celebra la Wak’ a, que es la memoria de los pueblos, una especie de resistencia a las identidades que permite contagiar la idea a otros.

La tranquilidad de la tarde se esfumó, cuando Ruth Apaza tomó el micrófono y comenzó a contar, llorando, lo que su pueblo estaba viviendo. De repente esa mujer de pollera, que desfila por las cadenas de whatsapp, documentó desesperadamente lo que desde hace 500 años soporta su pueblo. Fue un viaje en el tiempo.

«Jeanine Áñez odia a los indios, odia a la gente indígena y a la pollera, que es nuestro patrimonio cultural», dice Apaza.

Ruth Apaza, se acercó y se presentó: “Soy de La Paz, tengo 34 años, vivo en Argentina hace 15. Vine de allá por el octubre negro en 2003. Me escapé de un golpe de Estado en Bolivia, una masacre. Ahora, no sé qué hacer, me duele el corazón, tengo familia allá, tengo hermanos. Dejé mi patria. Esto es un golpe de Estado. Estamos hablando constantemente con mis hermanos. Los amenazaron si salen a apoyar a los de La Paz. Están amenazados y no pueden publicar nada por Facebook. Me puedo comunicar por medio del whatsapp, pero mi hermano no puede hablar mucho, me cuenta cosas y las borra. Si habla, lo agarran”.

Apaza continúa su relato: “Me siento bien triste por mi Patria. Esto no es por un color o por un partido. Nosotros somos bolivianos, todos somos bolivianos… “Ver a los hermanos de Cochabamba, ver cómo los están matando… Quiero dar gracias a los hermanos argentinos, que nos están apoyando acá, que nos están escuchando. Esta presidenta que asumió a mí no me representa, es una mujer que se auto nombró, pero a ella nadie la reconoce. Yo quiero ir para allá, a luchar con ellos, pero no puedo. Y a ellos no los dejan venir para acá, no hay transporte, cerraron la frontera, no se puede ni entrar, ni salir. No tienen agua, les cortaron la luz. Mis hermanos están pasando hambre. Todo esto nos vamos enterando por las redes”.

-¿Por qué crees que es la persecución, sobre todo la de las mujeres con pollera?

Porque esta mujer que entró (Jeanine Áñez, la presidenta autoproclamada), odia a los indios, odia a la gente indígena y la pollera es nuestro patrimonio, el de nuestros abuelos y tatarabuelos. Es una tradición que tenemos las mujeres bolivianas, somos de pollera, la mayoría. Cada lugar tiene su pollera. Cochabamba tiene su pollera, La Paz la suya, Santa Cruz, Tarija… todos tienen sus polleras. Es por eso que este Camacho, nos hizo matar con sicarios, hizo golpear a mujeres de pollera, porque nosotros somos cultura, somos identidad y esa pollera no nos la vamos a sacar. Yo soy de pollera, mi mamá es de pollera y no puedo matar esa cultura que mi mamá me dejó, así, de la noche a la mañana. Me duele mucho ver gente que se ha prestado para hacer ese daño. Yo he visto a los policías arrastrando a las señoras de pollera, gasificándolas en la cara, pateándolas. Cómo es posible, la policía nació de mujer de pollera, han tenido abuela de pollera. Ustedes no tienen cómo informarse, pero yo recibo imágenes por el whatsapp. Veo cómo los matan, sacan la gente muerta de los hospitales, las embolsan y las tiran a los ríos. No quieren que se sepa que han matado, pero hay muchísimos asesinados. Si Evo viene también lo van a matar, le van a hacer como a Tupac Katarí, no quieren un indio que los gobiernen. Camacho quiere hacer desaparecer a la gente pobre, porque la gente pobre se va a parar y se va a levantar, se va a parar de nuevo y se va a levantar otra vez.

-¿Por qué dicen que es la Pachamama o la Biblia?

La Pachamama representa tierra, nunca pueden decir que es algo satánico. La wiphala, ¿cómo la quemaron? La pisaron, la escupieron. Esa wiphala es representación, no solamente de los bolivianos, es de todo el mundo, de todos los países, de los pueblos originarios, que están también luchando por nosotros, pueblos que necesitan comer. Eso representa la wiphala. Es de todos, no tiene partido, somos todos iguales. No es de Evo, él no la creó, viene de nuestros ancestros. Ahora, si estaba en el gobierno y flameaba como la bandera de Bolivia, era porque pensábamos que se había terminado la dictadura, la gente que odiaba al campesino… Él pensaba que se había acabado pero no. Ahora es la otra moneda, es un odio terrible.

Al terminar de pintar los emblemas, alrededor de 200 personas se dirigieron al mástil del Parque, lo rodearon y con cánticos izaron la wiphala. De allí la columna se dirigió hacia la Casona del Parque, para decorarla con los emblemas originarios y terminar el evento.

En ese ínterin mientras los participantes daban la espalda al mástil, en dirección a la Casona, se acercaron tres trabajadores de Espacio Público del Gobierno de la Ciudad y comenzaron a bajar la wiphala. Eso generó que se acercan dos personas de la organización del evento para evitarlo. “Es una orden del Ministerio de Ambiente y Espacios Público”, explicó el trabajador. “Como la Mesa de Consenso del Parque no permite hacer, ni izar ninguna bandera proselitista, el Ministerio sólo permite izar la bandera nacional”, concluyó. Una de las personas logró que le devolvieran la wiphala. Mientras los funcionarios le pusieron candado al mástil.

¡Vamos las pibas!

¡Vamos las pibas!

Seiscientas estudiantes secundarias de la Ciudad de Buenos Aires viajaron al Encuentro Nacional de Mujeres.

Organizadas por la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB), unas 600 adolescentes de 13 a 17 años de escuelas secundarias porteñas viajaron a La Plata para participar de la aventura feminista más intensa que existe y vivenciar una experiencia colectiva, comunitaria e inclusiva.

Son las 6 de la mañana del 12 de octubre pero para ellas la fecha nada tiene que ver con el “descubrimiento de América” sino con el descubrimiento de vivir bajo el yugo de un sistema colonialista y patriarcal.

La lluvia es constante y los nueve micros estacionados sobre la avenida Ángel Gallardo, en el barrio de Villa Crespo, comienzan a llenarse de expectativas, adrenalina, adolescentes, mujeres, paquetes de arroz, polenta, bizcochos, té, yerba y grandes ollas.

Por la suspensión del acto de apertura del Encuentro, a raíz de la lluvia, la delegación se traslada sin escalas al alojamiento asignado, la Escuela N° 42 “Leopoldo Herrera” de La Plata, donde acomodan sus bártulos y colman las aulas de bolsas de dormir y mochilas.

Muchas chicas se camuflan en un rincón del primer piso y, mientras esperan que empiece la asamblea, sacan una afeitadora, la ponen a cero y se lookean las cabezas con rapados para la ocasión.

Una vez en el salón de actos, las organizadoras plantean la hoja de ruta de la jornada, se deciden los talleres a participar, se aclaran las particularidades del trazo de la ciudad para que las chicas tengan en cuenta a la hora de moverse, y se hace hincapié en el protocolo de seguridad.

El contingente se divide por facultades –donde se desarrollan las diferentes actividades– y se nombran a las adultas encargadas de cada grupo. ANCCOM acompaña al grupo que va a la sede de Trabajo Social. Mujeres y sistema carcelario, Antiespecismos y feminismos y Violencia obstétrica son algunos de los talleres que se organizan allí.

Las estudiantes se distribuyen en cada uno, se pacta un horario y lugar de reunión dentro del predio. Rosángela, la responsable, va con una de las pibas que quedó sola al taller de Pérdida de hijes, hacer el duelo. El salón está completo pero no hay coordinadoras. Psicóloga de profesión, Rosángela toma la iniciativa, hace circular la palabra, van apareciendo los relatos en primera persona y todes, con respeto, escuchan.

Una vez terminados los talleres, las chicas se juntan en el punto acordado, controlan que no falte ninguna y salen hacia 1 y 53, el sitio de concentración de todo el contingente para marchar por los travesticidios y transfemicidios. Miles de personas andan por las calles platenses. Las pibas caminan muy entretenidas intercambiando experiencias. Una le cuenta a otra que en el taller de Mujeres y sistema carcelario, escuchando las historias, se había sentido chiquita.

En una esquina, dos hombres con un megáfono gritan que ellos también sufren la desocupación y la precarización laboral, que no es un problema solo de las mujeres. “¿Por qué no exigen cupo laboral para albañilería?”, reclaman. “¡Organícense!”, responden las pibas. “No les contesten, que se queden hablando solos”, dice otra mujer.

“El miedo se cambió de bando”

De vuelta en la escuela, a la hora de la cena, se pueden ver grupos de adolescentes en la puerta, en el patio, rancheando en los pasillos, algunas con guitarra y ukelele, otras jugando a las cartas.

Táper y cuchara en mano, las adolescentes hacen una fila que atraviesa el hall y parte del pasillo que da al gimnasio. Conversan, se ríen hasta llegar a la olla. Adentro de la cocina, otras pibas se encargan de la olla con tuco y de la de polenta y, con unas cucharas poco prácticas, tratan de servir rápido para paliar tantos estómagos vacíos después de un día intenso.

 

A la mañana siguiente, a las 6:30, las designadas pasan aula por aula despertando a todas, hay que desayunar e ir a la Asamblea y ahí marcar la cancha. Las casi 600 pibas se aglutinan en el gimnasio. Con caras de dormidas, pelos revueltos y mucha fiaca, algunas descalzas y otras desparramadas, prestan atención a la veintena de adolescentes, de diferentes colegios, que asumieron el desafío de organizar el encuentro de todas. Establecen cuestiones de convivencia y limpieza, los talleres a los que asistirán, focalizan en la importancia de la marcha multitudinaria e insisten con el protocolo de seguridad.

ANCCOM sigue al grupo que se dirige a Bellas Artes, ya sin lluvia pero fresco, y las pibas se dividen en los talleres. Alrededor del patio se monta una feria con puestos que ofrecen ropa interior, cremas artesanales, comida vegana y numerosos productos que no aparecen en los circuitos comerciales. Una pared está dedicada al Escrache Al Macho Abusador, con fotos de rostros con nombre y apellido de violadores y una lámina gigante a un costado donde cuelga un fibrón, para que cualquiera pueda escrachar a su abusador. Y en la pared del fondo, un grafiti que dice: “El miedo se cambió de bando”.

Violeta, una de las pibas, sale del taller de Feminización de la pobreza. Se siente mal, con lágrimas en los ojos, le duele la garganta y quiere irse. Pero quien acompaña no puede dejar al resto solas. Viole acepta unos mates calientes, come pasas de uvas y maní y se tranquiliza. Entonces se pone a charlar con la acompañante de lo políticamente poderoso del Encuentro. Lo que la moviliza es comprender que la mayor parte de la vida de las mujeres está condicionada por el patriarcado. «Vivo en una burbuja», afirma. Al rato se siente mejor y decide volver al taller.

Al mediodía, la delegación completa se reúne en la plaza San Martín para almorzar, distenderse y disfrutar de la feria y los eventos culturales que hay allí. Algunas volverán a la tarde a otros talleres, para reencontrarse en 1 y 60 y, ahora sí, a marchar.

 

La columna arranca por diagonal 79 hasta calle 7, de ahí hasta 32 y derecho al Estadio Único. Organizaciones barriales, políticas, sindicales, gente suelta, con peinados locos, glitter, pelucas, máscaras, tatuajes, torsos desnudos con inscripciones, brujas con escobas, tambores, bombas de estruendo, humo, canciones. Es una verdadera fiesta popular. Los vecinos en los balcones y ventanas observando. Las pibas encolumnadas, cantando, viviendo el pogo feminista.

Al concluir la masiva movilización, empieza el desafío de atravesar la ciudad con 600 personas y sin controles de tránsito a la vista. Las pibas lo resuelven adelantándose en grupos de cinco a la próxima esquina y formando un cordón para detener los autos, y en la retaguardia un grupo de adultas hacen avanzar a todas, así durante tres kilómetros.

Horas más tarde, a las 7 de la mañana, las organizadoras pasan otra vez aula por aula para despertar a todas. Es momento de desayunar, hacer la asamblea, limpiar el edificio y regresar a casa.

 

La emoción de la vuelta

En el viaje de vuelta, ANCCOM dialoga con pibas y acompañantes. Para Carolina, una estudiante de 16 años de la Escuela Carlos Pellegrini, fue su primer Encuentro. “Me encantó mal”, dice. Participó de dos talleres, Relaciones sexoafectivas y Herramientas para liberar emociones. La sorprendió mucho cómo todo el mundo escuchaba y nadie se interrumpía. Fue algo transformador para ella. “Pude ver el feminismo, lo viví, estuve ahí”, sostiene. También quedó impresionada con el gran trabajo de la CEB y que tan pocas pibas se hayan puesto la organización al hombro.

Para Janet, de 13 años, estudiante del Normal 11 de Parque Patricios, también fue su primer Encuentro. No recuerda el nombre del taller al que asistió. Decidió venir para saber sobre feminismo y aborto y aprendió muchas canciones. En su escuela, dice, hay algunos que opinan que ser lesbiana o gay es malo, y para ella no es así y quiere aprender.

Mercedes es la mamá de Lucero, una alumna del Cortázar que iba a viajar con amigas al Encuentro pero como faltaban adultas acompañantes decidió venir con la CEB. También fue su primera vez. “Estoy feliz de acompañar esta movida, te carga de energía y, sobre todo, de esperanza”, dice. Y si bien ella no eligió talleres porque acompañaba, salió fascinada del que tuvo que ir, Mujeres, política y poder. Y la marcha le pareció “divina”: “Los medios te muestran otra cosa, el descontrol, los quilombos, pero cuando vos estás adentro, las chicas con tanta alegría, tanto amor, viviéndolo, en una columna, es otra cosa totalmente distinta”, asegura.

Para Zoraida, la mamá de Irupé del Mariano Acosta, fue su segundo Encuentro, los dos con la CEB. El Centro de Estudiantes del Acosta cuenta con ella a la hora de rastrear mamás o adultas responsables. Zoraida se cuida de no invadir los espacios de su hija. Esta vez fue al taller de Feminismo, poder político y disidencias. Le encanta venir al Encuentro porque aprende un montón de cosas: “Me abren la cabeza y el corazón, me emociona el trabajo autogestivo y me emociona que hay personas que están pensándose y nos están pensando como grupo”.