Feminismo y hábitat: diversidades en los territorios

Feminismo y hábitat: diversidades en los territorios

Las mujeres y disidencias en las calles organizadas en cada lugar del mundo instalan cada vez con más fuerza la necesidad de atender sus derechos; cuestionan todos los sitios donde se manifiestan las desigualdades y las violencias, particularmente sobre los cuerpos propios de las mujeres y los cuerpos disidentes y también sobre los territorios donde trabajan y viven. ANCCOM dialogó con distintos actores sociales que luchan por un hábitat digno para todos, todas y todes. ¿Cómo se piensa el hábitat desde una mirada feminista? ¿Cómo combatir las violencias y las desigualdades de géneros en el espacio?

A partir de referentes en la lucha por los derechos de las mujeres y disidencias a la ciudad como las arquitectas Ana Falú y Zaida Muxí, empieza a repensarse la planificación de la misma desde una mirada feminista y popular. “Hay una cosa que no podemos dejar de pensar y trabajar que es la división entre el espacio público y privado que tenemos internalizada como estructural de la ciudad, que es parte de la división patriarcal y patrimonialista que hace que los problemas privados queden en lo privado y los problemas públicos sean públicos. Entonces incorporar la vivienda y el espacio público en las discusiones de urbanismo feminista es estructural para poder transformar las condiciones en que se desarrolla la ciudad”, explica la arquitecta Teresita Sacón de Proyecto Habitar.

Hay distintas formas en las que las desigualdades de clase y de géneros se presentan en el hábitat, tanto en la vivienda como en el barrio y en la ciudad. Sacón expresa que “estas desigualdades se manifiestan en las violencias que sufren las mujeres en sus viviendas. También cuando en barrios donde el suelo está contaminado, donde no hay infraestructura, donde el camión de los residuos no pasa entonces tenés a los niños jugando alrededor de la basura, donde los suelos son más bajos y se inundan, son problemáticas que tienen que resolver las familias que transitan más tiempo en ese barrio”.

Las ciudades históricamente han sido pensadas según la división sexual del trabajo que el sistema patriarcal y capitalista asigna a hombres y a mujeres. La mirada feminista viene a romper con esta lógica binaria en todos los sentidos.. “Hay otra cuestión muy relevante que aporta a la idea del urbanismo feminista que es la de recuperar las diversidades de las personas y de los territorios para incorporarlas en los procesos de programación y proyección haciendo que se constituya un proceso más democrático e igualitario, en la posibilidad de que todes sean parte de la toma de decisiones”, continúa la arquitecta.

Sacón forma parte de Proyecto Habitar, una organización de estudiantes de arquitectura, arquitectos, arquitectas y urbanistas que trabajan desde la reflexión, la construcción y la programación de la transformación social del espacio. Forman parte de Habitar Argentina, una iniciativa multisectorial que tiene por objetivo generar un marco normativo para garantizar el derecho a la vivienda, a la tierra y al hábitat digno para todos. Otra de las organizaciones que forman parte de esta red es la Asociación Civil Madre Tierra, de la zona oeste del Conurbano.

 

Esta institución surge en 1985 con un equipo de técnicos profesionales constituido por trabajadores sociales, arquitectas, psicólogos, abogadas y personal administrativo que en conjunto con organizaciones barriales con mucha participación de las mujeres trabajan desde la temática del acceso justo al hábitat en los barrios populares de la zona oeste del conurbano bonaerense. “Trabajar desde esta perspectiva incluye un montón de aspectos no solo en la vivienda sino en todo lo que hace a un barrio y a una comunidad para que pueda desarrollarse” explica Cintia Rizzo, de Madre Tierra.

Ella agrega: “Trabajamos con distintos programas como de mejoramiento habitacional, de lotes con servicio, tenemos un área de incidencia en las políticas públicas donde promovemos programas y formamos parte de muchos colectivos, entre ellos el Foro de Organizaciones de Tierra, Infraestructura y Vivienda de la Provincia de Buenos Aires que en el 2012 después de muchos años de trabajo colectivo logramos la sanción de la ley 14.449 de Acceso Justo al Hábitat y desde ese momento que estamos peleando por su plena implementación”.

Rizzo es licenciada en Trabajo Social y Maestranda en Estudios Urbanos con especialización en Hábitat y Géneros y cuenta que desde hace más de diez años que en Madre Tierra trabajan con perspectiva de géneros. “Siempre trabajamos sin nombrarlo quizás con esa mirada. Lo que nos pasaba es que nos encontrábamos en los comedores comunitarios, en las ollas populares, en todos los lugares con las organizaciones con las que trabajábamos en los territorios que eran presididas por las mujeres y los proyectos también. Eso no estaba visibilizado ni valorizado, entonces empezamos a darle un lugar y a reflexionar en conjunto con ellas”.

En ese sentido, puntualiza: “También pasaba que cuando había que ocupar lugares más públicos o de tomas de decisiones terminaban haciéndolo los varones que muchas veces no eran los que estaban involucrados en el proyecto y no sabían tanto de las necesidades de la comunidad, pero se les otorgaba ese rol a ellos porque a ellas les daba vergüenza ocupar ese espacio y creían que no podían hacerlo. Por eso formamos grupos de mujeres para fortalecerlas”.

Rizzo describe otras de las formas en que se hacen presentes las relaciones de poder y las desigualdades de géneros en el territorio y cómo las trabajan: “Respecto de los proyectos de mejoramiento habitacional uno se empieza a meter con qué pasa con los vínculos al interior de las familias y de las viviendas, porque ahí también nos encontrábamos con un montón de situaciones de violencia que nos parecía que teníamos que empezar a abordarlas y a fortalecer y darles herramientas a estas mujeres» porque si no mejorábamos el espacio físico de la vivienda pero construíamos cárceles para que ellas vivieran ahí”. En ese sentido, explica que “nos empezamos a interiorizar más sobre el tema y a empezar a tener herramientas para trabajar con ellas estas situaciones. Lo mismo con lo que tenía que ver con los lotes con servicio, que poníamos a la vivienda a nombre de la familia o del marido y no estaban casados, entonces cuando se producía una situación de violencia ellas tenía muy pocas herramientas para poder disponer del lugar donde vivía y no ser expulsadas”.

En el Barrio 6 de Enero de la localidad de Cuartel V del Partido de Moreno, uno de los proyectos que realiza Madre Tierra es el taller de mujeres constructoras. “La idea del taller aparte de capacitarse y aprender, es ir mejorando las viviendas de cada una de las que participa, cansadas de esperar que los varones en algún momento resuelvan o algunas no tenemos quienes en nuestra familia nos den una mano con eso. Participamos entre cuatro y quince mujeres, depende el día. Participamos también porque lo que nos pasaba cuando intentábamos saber, los padres, los tíos, nos mezquinaban la información o te sacaban la herramienta de la mano, no te dejan hacer. En cambio con Juana (la maestra mayor de obras) nada que ver, nos explica y hacemos nosotras, así aprendemos un montón”, relata Mariana Canicoba, vecina del barrio.

Muchas de las mujeres transitan este taller no solo como el aprendizaje de un oficio sino como una experiencia que las interpela en muchos sentidos. Mariana afirma que “la participación en los talleres fue absolutamente transformadora. Hoy por ejemplo terminamos el contrapiso de mi vecina que hace un montón que le dice al marido y no lo hace, y nosotras lo terminamos en horas. Hace un año no podíamos levantar una bolsa de cemento y ahora hacemos cosas que ni nos imaginábamos que podíamos. Yo ahora estoy con exámenes y no puedo levantar las paredes que quiero en mi baño, pero sé que cuando termine nos organizamos y lo hacemos. Ya no estamos esperando. Te hace sentir tan bien que podés”.

Las viviendas, los barrios y las ciudades expresan relaciones de poder y de género. Estas injusticias territoriales deben pensarse y trabajarse porque son espacios que hacen a la calidad de vida de las personas y es donde se construye lo que puede hacerse y lo que no. Las mujeres y disidencias han logrado instalar temas en la agenda política que tiene como eje central la igualdad, el desafío es continuar con esta incidencia hasta que todos los espacios sean dignos de vivir para todos, todas y todes.

“Lo que soñé siempre es que todas las familias pudieran avanzar lo más parecido posible, que todos tengamos acceso a una casa a la que tengamos ganas de llegar. Donde abrís una canilla y puedas lavarte las manos, lavar los platos, la ropa, sin que todo sea un esfuerzo y un trabajo impresionante, y que te lleve tanto tiempo. Que el barrio sea un lugar donde todas las familias pueden crecer, porque por más que vos estés avanzando no te puede dar felicidad que hay un montón de gente que está viviendo mal”, concluye Canicoba.

La gratuidad universitaria cumple 70 años

La gratuidad universitaria cumple 70 años

“De piba no tenía noción de lo que era estudiar después de la escuela secundaira, porque no tenía nadie en mi familia ni en mi sector cercano que lo hubiera hecho», dice Fabiana Servín.

Este viernes se cumplen 70 años de aquel 22 de noviembre de 1949 en el que el presidente Juan Domingo Perón firmó el Decreto N° 29337 de Supresión de Aranceles Universitarios, a partir del cual las universidades nacionales pasaron a ser gratuitas. Esta decisión política permitió el acceso popular y masivo a la educación superior, constituyéndolo así en un derecho universal y dejando de ser el privilegio de unos pocos. En conmemoración a este decreto, en el año 2007 se instituyó que hoy sea el “Día Nacional de la Gratuidad de la Enseñanza Universitaria”.

El decreto de 1949 abrió las puertas de la universidad pública a un sector de la sociedad históricamente marginado y aislado, provocó así un acceso masivo e irrestricto y un indudable ascenso social.  Muchos estudiantes y graduados afirman que el paso por la universidad impacta en su forma de pensar y de ver el mundo, transforma sus vidas.

Así le sucedió a Fabiana Servín, reciente Licenciada en Comunicación Social de la Universidad Nacional de Moreno (UNM). Una joven de 30 años de nacionalidad paraguaya, quien llegó a la Argentina a los cuatro años con su familia en busca de mejores oportunidades para vivir dignamente. “De piba no tenía noción de lo que era estudiar después de la escuela secundaria, porque no tenía nadie en mi familia ni en mi sector cercano que estudie, de hecho mi papá y mi mamá no pudieron terminar la primaria siquiera”,  relata Fabiana. Su primer contacto con la universidad fue de grande, viendo a su hermana mayor esmerarse en su formación superior y quien siempre le insistió para que estudie.

“Cuando se abrió la UNM, no dudé en anotarme. Fue una decisión muy importante, implicaba un gran esfuerzo no solo para mi sino para toda mi familia porque ya tenía a mi nena de un año”,   continúa la licenciada Servín. “Para mí estudiar significó un logro colectivo, que hoy haya podido recibirme también es gracias a toda la gente que me apoyó y las decisiones políticas que me permitieron estudiar, y esta es una lectura que pude hacer transitando la universidad”,  concluye.

“Estudiar significó para mi abrir la cabeza, me dio otras oportunidades y otras opciones”, subraya Javier Iturralde.

Los logros conquistados por el movimiento juvenil-obrero que impulsó la Reforma Universitaria del año 1918 fueron significativos en la historia del sistema universitario argentino, tal como el co-gobierno y la perspectiva latinoamericana. Aún con la relevancia de esta lucha, había un obstáculo para que las clases populares pudieran acceder a la educación superior: el arancel universitario. Ese camino de democratización se completó cuando las universidades pasaron a ser gratuitas con el decreto de 1949.

Javier Iturralde es uno de los primeros egresados de Universidad Nacional de Tierra Del Fuego (UNTDF);  vivió dos años en Buenos Aires pero pasó varias complicaciones y volvió a su provincia natal. Para ese momento comenzó a funcionar la UNTDF,  donde estudió Ingeniería Industrial y recientemente recibió su diploma. “La UNTDF está muy ligada al territorio, hay varias prácticas, es uno de los lineamientos que tiene la universidad. También está muy ligada al medioambiente, mi proyecto final fue sobre reciclado de vidrios en la provincia, y en la misma línea hay un montón de proyectos”, expresa Iturralde. Hoy trabaja en una empresa electrónica de consumo donde realizó sus prácticas preprofesionales. El ingeniero enfatiza que “estudiar significó para mi abrir la cabeza, me dio otras oportunidades y otras opciones”.

El decreto que cambió radicalmente el camino del sistema universitario argentino establecía que “como medida de buen Gobierno, el Estado debe prestar todo su apoyo a los jóvenes estudiantes que aspiren a contribuir al bienestar y prosperidad de la Nación, suprimiendo todo obstáculo que les impida o trabe el cumplimiento de tan notable como legítima vocación”.  En el mismo sentido, explicaba que “una forma racional de propender al alcance de los fines expresados es el establecimiento de la enseñanza universitaria gratuita para todos los jóvenes que anhelen instruirse para el bien del país”.

“Cuando dicen que el país lo sacamos adelante trabajando, yo disiento mucho con eso: al país lo sacamos adelante estudiando, es la clave», sostiene Karina Hador.

Los hijos de trabajadores y obreros pudieron elegir por primera vez la posibilidad de cursar estudios universitarios. Como lo hizo en la actualidad Karina Hador, enfermera universitaria profesional de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR).  “Desde hace muchos años trabajo como enfermera. El estudio impactó en mi manera de trabajar porque empecé a tener una herramienta muy importante que era el conocimiento profesional. No solo las técnicas y los procedimientos sino también de las leyes que hablan no solo de vos, también del paciente, como lo tenés que tratar, cosas que antes no sabía”,   cuenta Karina. Tiene 45 años, tres hijos varones y en 2016 comenzó la Carrera. “Cuando escucho que dicen que el país lo sacamos adelante trabajando yo disiento mucho con eso, yo digo ¡no!, al país lo sacamos adelante estudiando, es la clave. El estudio, la información, la formación de la persona, así tiene herramientas básicas para salir y ayudar a la sociedad.”

Hador sigue trabajando como enfermera y cursando la Licenciatura. Recalca que “estudiar fue todo para mí y voy a seguir, porque me gusta, es lo quiero hacer, es algo que me contagiaron en la UNAHUR. Hay gente que tengo como referente, como profesores que son ejemplos para mí. Yo los escucho y digo: ‘Sí, está bien, no me equivoqué, es lo que yo quiero, este es el camino correcto’”.

En las universidad nacionales los “nadies” que describió Eduardo Galeano no son un número, tienen nombre y apellido: como Gonzalo Garrido Oromí, un joven de 25 años reciente graduado en Administración en la Universidad Nacional del Oeste (UNO). Gonzalo conoció la institución gracias a un profesor de la escuela secundaria que les acercó folletos que anunciaban su inauguración y se entusiasmó enseguida. “Estudiar fue una de las cosas más importantes que pude hacer. Te hace ver cosas que quizás nunca ibas a ver, o al menos no de esa forma. Te hace entender, y también te motiva a aportar lo que uno tenga desde su lugar para poder ayudar a mejorar distintas situaciones” , expresa el flamante licenciado Garrido Oromí.

«Fue fundamental la cercanía y también las políticas de becas, que me permitieron comprar los apuntes, pagarme el tren, el colectivo y comer algo en la universidad para poder seguir cursando», reconoce Gonzalo Garrido Oromí.

Otro hito que continuó con la democratización del derecho a la educación superior fue el incremento del presupuesto universitario que  posibilitó la creación de quince universidades en todo el territorio nacional, instaladas en aquellos sectores donde la distancia y el viaje eran un impedimento para estudiar.

Como la mayoría de estudiantes de las universidades del bicentenario -aquellas creadas durante el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner- Gonzalo es el primero en su familia en acceder a un estudio universitario. Dice: “Sin la UNO no hubiese podido estudiar, por la distancia, por los costos. Fue fundamental la cercanía y también las políticas de becas que me permitieron comprar los apuntes, pagarme el tren, el colectivo y comer algo en la universidad para poder seguir cursando. Me saco el sombrero con respecto a los compañeros y a los docentes. Hay un acompañamiento enorme y la reman día a día para que la universidad siga creciendo. No hay más que palabras de agradecimiento.” Hoy preside el centro de egresados y cuenta que el mayor logro fue la primera bolsa de trabajo de la institución, a través de la cual más de quince compañeros consiguieron empleo en este momento tan complicado en el país.

La educación superior es una herramienta de transformación para la emancipación del pueblo y es una llave para el ascenso social. Es, sobre todo, un bien social y un derecho universal con múltiples beneficios para toda la sociedad, ya que desde las universidades se aporta a la investigación y al desarrollo científico y tecnológico del país.

Sin dudas aquel decreto de 1949 fue una decisión trascendente que dotó de sentido a la educación superior: pública, popular, masiva, democrática, donde el conocimiento está al alcance de una mayoría. La norma convirtió a nuestra universidad en un referente tanto en el país como en la región y el en el mundo.  Hoy, a 70 años,  el desafío es generar y profundizar las condiciones políticas y económicas hasta que todos y todas puedan traspasar las puertas de la universidad pública.