Por Sofía Ampugnani (Universidad Nacional de Moreno)
Fotografía: Daniela Morán y Magalí Druscovich

“De piba no tenía noción de lo que era estudiar después de la escuela secundaira, porque no tenía nadie en mi familia ni en mi sector cercano que lo hubiera hecho», dice Fabiana Servín.

Este viernes se cumplen 70 años de aquel 22 de noviembre de 1949 en el que el presidente Juan Domingo Perón firmó el Decreto N° 29337 de Supresión de Aranceles Universitarios, a partir del cual las universidades nacionales pasaron a ser gratuitas. Esta decisión política permitió el acceso popular y masivo a la educación superior, constituyéndolo así en un derecho universal y dejando de ser el privilegio de unos pocos. En conmemoración a este decreto, en el año 2007 se instituyó que hoy sea el “Día Nacional de la Gratuidad de la Enseñanza Universitaria”.

El decreto de 1949 abrió las puertas de la universidad pública a un sector de la sociedad históricamente marginado y aislado, provocó así un acceso masivo e irrestricto y un indudable ascenso social.  Muchos estudiantes y graduados afirman que el paso por la universidad impacta en su forma de pensar y de ver el mundo, transforma sus vidas.

Así le sucedió a Fabiana Servín, reciente Licenciada en Comunicación Social de la Universidad Nacional de Moreno (UNM). Una joven de 30 años de nacionalidad paraguaya, quien llegó a la Argentina a los cuatro años con su familia en busca de mejores oportunidades para vivir dignamente. “De piba no tenía noción de lo que era estudiar después de la escuela secundaria, porque no tenía nadie en mi familia ni en mi sector cercano que estudie, de hecho mi papá y mi mamá no pudieron terminar la primaria siquiera”,  relata Fabiana. Su primer contacto con la universidad fue de grande, viendo a su hermana mayor esmerarse en su formación superior y quien siempre le insistió para que estudie.

“Cuando se abrió la UNM, no dudé en anotarme. Fue una decisión muy importante, implicaba un gran esfuerzo no solo para mi sino para toda mi familia porque ya tenía a mi nena de un año”,   continúa la licenciada Servín. “Para mí estudiar significó un logro colectivo, que hoy haya podido recibirme también es gracias a toda la gente que me apoyó y las decisiones políticas que me permitieron estudiar, y esta es una lectura que pude hacer transitando la universidad”,  concluye.

“Estudiar significó para mi abrir la cabeza, me dio otras oportunidades y otras opciones”, subraya Javier Iturralde.

Los logros conquistados por el movimiento juvenil-obrero que impulsó la Reforma Universitaria del año 1918 fueron significativos en la historia del sistema universitario argentino, tal como el co-gobierno y la perspectiva latinoamericana. Aún con la relevancia de esta lucha, había un obstáculo para que las clases populares pudieran acceder a la educación superior: el arancel universitario. Ese camino de democratización se completó cuando las universidades pasaron a ser gratuitas con el decreto de 1949.

Javier Iturralde es uno de los primeros egresados de Universidad Nacional de Tierra Del Fuego (UNTDF);  vivió dos años en Buenos Aires pero pasó varias complicaciones y volvió a su provincia natal. Para ese momento comenzó a funcionar la UNTDF,  donde estudió Ingeniería Industrial y recientemente recibió su diploma. “La UNTDF está muy ligada al territorio, hay varias prácticas, es uno de los lineamientos que tiene la universidad. También está muy ligada al medioambiente, mi proyecto final fue sobre reciclado de vidrios en la provincia, y en la misma línea hay un montón de proyectos”, expresa Iturralde. Hoy trabaja en una empresa electrónica de consumo donde realizó sus prácticas preprofesionales. El ingeniero enfatiza que “estudiar significó para mi abrir la cabeza, me dio otras oportunidades y otras opciones”.

El decreto que cambió radicalmente el camino del sistema universitario argentino establecía que “como medida de buen Gobierno, el Estado debe prestar todo su apoyo a los jóvenes estudiantes que aspiren a contribuir al bienestar y prosperidad de la Nación, suprimiendo todo obstáculo que les impida o trabe el cumplimiento de tan notable como legítima vocación”.  En el mismo sentido, explicaba que “una forma racional de propender al alcance de los fines expresados es el establecimiento de la enseñanza universitaria gratuita para todos los jóvenes que anhelen instruirse para el bien del país”.

“Cuando dicen que el país lo sacamos adelante trabajando, yo disiento mucho con eso: al país lo sacamos adelante estudiando, es la clave», sostiene Karina Hador.

Los hijos de trabajadores y obreros pudieron elegir por primera vez la posibilidad de cursar estudios universitarios. Como lo hizo en la actualidad Karina Hador, enfermera universitaria profesional de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR).  “Desde hace muchos años trabajo como enfermera. El estudio impactó en mi manera de trabajar porque empecé a tener una herramienta muy importante que era el conocimiento profesional. No solo las técnicas y los procedimientos sino también de las leyes que hablan no solo de vos, también del paciente, como lo tenés que tratar, cosas que antes no sabía”,   cuenta Karina. Tiene 45 años, tres hijos varones y en 2016 comenzó la Carrera. “Cuando escucho que dicen que el país lo sacamos adelante trabajando yo disiento mucho con eso, yo digo ¡no!, al país lo sacamos adelante estudiando, es la clave. El estudio, la información, la formación de la persona, así tiene herramientas básicas para salir y ayudar a la sociedad.”

Hador sigue trabajando como enfermera y cursando la Licenciatura. Recalca que “estudiar fue todo para mí y voy a seguir, porque me gusta, es lo quiero hacer, es algo que me contagiaron en la UNAHUR. Hay gente que tengo como referente, como profesores que son ejemplos para mí. Yo los escucho y digo: ‘Sí, está bien, no me equivoqué, es lo que yo quiero, este es el camino correcto’”.

En las universidad nacionales los “nadies” que describió Eduardo Galeano no son un número, tienen nombre y apellido: como Gonzalo Garrido Oromí, un joven de 25 años reciente graduado en Administración en la Universidad Nacional del Oeste (UNO). Gonzalo conoció la institución gracias a un profesor de la escuela secundaria que les acercó folletos que anunciaban su inauguración y se entusiasmó enseguida. “Estudiar fue una de las cosas más importantes que pude hacer. Te hace ver cosas que quizás nunca ibas a ver, o al menos no de esa forma. Te hace entender, y también te motiva a aportar lo que uno tenga desde su lugar para poder ayudar a mejorar distintas situaciones” , expresa el flamante licenciado Garrido Oromí.

«Fue fundamental la cercanía y también las políticas de becas, que me permitieron comprar los apuntes, pagarme el tren, el colectivo y comer algo en la universidad para poder seguir cursando», reconoce Gonzalo Garrido Oromí.

Otro hito que continuó con la democratización del derecho a la educación superior fue el incremento del presupuesto universitario que  posibilitó la creación de quince universidades en todo el territorio nacional, instaladas en aquellos sectores donde la distancia y el viaje eran un impedimento para estudiar.

Como la mayoría de estudiantes de las universidades del bicentenario -aquellas creadas durante el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner- Gonzalo es el primero en su familia en acceder a un estudio universitario. Dice: “Sin la UNO no hubiese podido estudiar, por la distancia, por los costos. Fue fundamental la cercanía y también las políticas de becas que me permitieron comprar los apuntes, pagarme el tren, el colectivo y comer algo en la universidad para poder seguir cursando. Me saco el sombrero con respecto a los compañeros y a los docentes. Hay un acompañamiento enorme y la reman día a día para que la universidad siga creciendo. No hay más que palabras de agradecimiento.” Hoy preside el centro de egresados y cuenta que el mayor logro fue la primera bolsa de trabajo de la institución, a través de la cual más de quince compañeros consiguieron empleo en este momento tan complicado en el país.

La educación superior es una herramienta de transformación para la emancipación del pueblo y es una llave para el ascenso social. Es, sobre todo, un bien social y un derecho universal con múltiples beneficios para toda la sociedad, ya que desde las universidades se aporta a la investigación y al desarrollo científico y tecnológico del país.

Sin dudas aquel decreto de 1949 fue una decisión trascendente que dotó de sentido a la educación superior: pública, popular, masiva, democrática, donde el conocimiento está al alcance de una mayoría. La norma convirtió a nuestra universidad en un referente tanto en el país como en la región y el en el mundo.  Hoy, a 70 años,  el desafío es generar y profundizar las condiciones políticas y económicas hasta que todos y todas puedan traspasar las puertas de la universidad pública.