“Vivo dentro del lenguaje”

“Vivo dentro del lenguaje”

Llegamos. Una puerta de color rojizo adornada con una media luna y una ventana en el medio con la cara de la escritora dibujada indicaba que algo fantástico nos esperaba: un espacio consagrado a la literatura. 

La autora de Aquí pasan cosas raras, El mañana, Zoorpresas zoológicas, Conversación con las máscaras, entre otras obras, nos invita a pasar. Una casa-cofre de recuerdos en la que se pueden explorar vivencias, viajes, escritos, relatos y mucho encanto. 

Luisa explica el protocolo —por el malvado SARS-CoV-2—, y una vez que tomamos los recaudos correspondientes sacamos todo el material para poder realizar la entrevista. Valenzuela nos guía hacía el lugar en donde pasaremos la mañana de uno de los últimos días otoñales. Entre cafés, bizcochuelo casero, y custodiadas por la atenta mirada de las máscaras de los tres Reyes Magos, empezó a contar la historia de cómo el microrrelato llegó a su vida sin saber que eso que había escrito era un microrrelato. 

“A principios de los años noventa, hubo un gran Congreso en Salamanca de Literatura Hispanoamericana en donde yo tenía que participar de una mesa de cuentos. Veo una [mesa] sobre microrrelatos, y me digo qué interesante, qué será esto. Lo dirigía Francisca Noguerol, una de las grandes profesoras de Salamanca. Ella hacía su ponencia, explicaba lo del microrrelato, toda la teoría que se estaba gestando en esa época. Y citan un cuento mío que se vuelve emblemático, un cuento de 1967 que se llama El abecedario. Empiezo a interesarme, a mirarlo como género y a aprender un poco de la teoría”, recuerda Valenzuela. 

El microrrelato, como su palabra lo indica, es breve, conciso y deja que el lector complete la parte que falta. La cotidianidad está colmada de pequeños detalles, y ahí es donde cobra vida. Una palabra, un objeto, un animal pueden ser los protagonistas de estas pequeñas historias que dejan mucho en la vida del lector cuando lo lee por primera vez. La autora dice: “Dos cosas lográs con el microrrelato. Primero, no te da miedo porque es corto, no sentís que sea apabullante. Segundo, tenes que prestar mucha atención a las palabras, los vocablos y a los puntos y aparte, a toda la puntuación”.

“El microrrelato es la cosa más linda de la tierra porque esa misma gente: novelistas, cuentistas, ensayistas, cuando hacemos microrrelatos nos convertimos en otra persona mucho más jocosa, juguetona. Hay una cosa lúdica, muy literaria y una pasión por la literatura que también está en todo escritor, pero con el microrrelato está latente. Hay mucha atención al lenguaje”, agrega. 

La habitación 201 

El tiempo parece detenido en ese rincón del hogar donde disfrutamos el desayuno. Bajo la mesita de vidrio asomaba una sirena de cerámica tratando de ver a las extrañas que estaban sentadas ahí. Si miraba al techo podía ver un tucán pispiando lo que anotaba. A mis espaldas se percibía una leve brisa que las máscaras de Luisa soplaban como un llamado. Porque Luisa colecciona máscaras de todo tipo que condensan cada uno de sus recorridos.

Luisa está acostumbrada a vivir con esos seres extraños. Ella habla y cuenta una anécdota tras otra. Esos viajes que ha realizado por el mundo se potencian en sus relatos fantásticos. Tal es así, que entre café y café cuenta cómo nació la serie de microrrelatos relacionados con la habitación de los hoteles que tiene como número 201. 

“Hubo un Congreso en Enchanted, Suiza. En estos Congresos se genera el carrusel de microrrelatos. Al final de los Congresos muchos de los microrelatistas, en una mesa larga, empiezan a leer. En una punta de esa mesa larga estaba David Roas, que es un especialista en microrrelato catalán. Lee un microrrelato diciendo que en una gira por España le tocó varias veces la habitación 201, a la tercera vez que le tocó no sé animo a entrar. Cuando entra no le pasa nada, y dice maldita realidad, ese es el microrrelato”, cuenta Luisa. 

Y continúa: “Llega mi turno, estaba en la otra punta de la mesa y digo, yo estoy viviendo una ficción de David Roas porque estoy en el Hotel Enchanted en la habitación 201. Y así se empezó a generar la serie 201. Me encuentro con mi editor italiano que acababa de publicar un libro mío y salimos de gira. Me tocó tres veces la habitación 201, en Italia. Entonces, escribo el primer microrrelato de la 201 que dice que en todos los hoteles antiguos de Europa como no pueden construir más hay una habitación de uso múltiple que entran universos en el multiverso. A la mañana siguiente todos se saludan con cierta distancia sin saber que durmieron todos en la misma cama”.

“Esto lo inició David Roas, luego lo tomé yo y sigue y sigue”, añade la escritora.  

La niñez

Le preguntamos a Luisa si los niños podían acceder al microrrelato, si lo podían contar o escribir, y cómo podían acceder al género. La escritora dice que “primero hay que enseñarle a los profesores sobre el microrrelato”.

“En una época no se le podían contar a los chicos cosas que les den miedo. El escritor y psicólogo Bruno Bettelheim descubre que es necesario. Necesitan el miedo para saber que los monstruos están afuera, que no son propios. Ellos creen que todo es tuyo, y no. Son cosas que están afuera, y ahí las combatís”, explica Valenzuela.

“Los niños pueden contar sus miedos. Poco a poco los vas llevando a tener conciencia de eso, y después pueden expresar con pocas palabras cosas internas. Es la conciencia del peso de las palabras. Ponés acá tal palabra, y si pusieras esta u otra que es lo mismo, te da otra connotación, podés mirarlo por otro lado. Jerome Bruner, psicólogo norteamericano del conocimiento que trabajó mucho con la niñez, decía que a los chiquitos les sorprendía lo inhabitual, lo inusual. Por ejemplo: en lugar de soplar las velitas de cumpleaños, le tiran un vaso de agua. Al chico enseguida le sorprende y le llama la atención. Eso es lo que hace el cuento, te hace pensar desde otro lugar, es lo que llamamos pensamiento lateral. Es interesante en los pequeños porque los llevás a no pensar por el camino trillado”, comenta en detalle Luisa.

Periodismo y literatura

Luisa Valenzuela dio sus primeros pasos como periodista en la revista 15 abriles. Luego, pasó por los diarios Clarín, El Mundo, La Nación; y, también, escribió para diversos diarios y revistas latinoamericanas. Nos cuenta que en junio de este año un día se despertó y le cayó una novela que va a salir en octubre.

Nace a raíz de un cuento que había escrito un mes antes, incorporé todo el trabajo de experiencia en el área de investigación que venía haciendo en esos meses. Así, armé esta novela rapidísimo, y convencí a la editorial que en lugar de publicar mi libro de las pestes, publique ese antes. Se llama Fiscal muere, es un libro policial”, adelantó la escritora.

A raíz de esta nueva publicación de contenido periodístico, le consultamos si el periodismo y la literatura pueden ir de la mano. Ella responde que “la literatura y el periodismo no pueden ir de la mano porque son dos maneras de mirar el mundo. Dos maneras de trabajar con la lengua y la información. Al periodismo lo tenés que ver horizontalmente, tenés los datos, hay que trabajar con esos datos y conjugarlos”, asegura Luisa.

“En la literatura la mirada es vertical, tenés que penetrar en el lenguaje, escribir lo que no sabés sobre lo que sabés. En el periodismo tenés que escribir sobre lo que sabés. Recabás la información. A veces uno ayuda al otro. Cuando escribí La máscara sarda, el profundo secreto de Perón, me ayudó mucho el periodismo para hacerlo rápido y la cancha que tenía con la investigación”, agrega.

Carnaval toda la vida

Luisa, en su casa del Bajo Belgrano, atesora una impresionante colección de máscaras de todos los continentes. Están agrupadas por región y cada una cuenta una historia particular, las rodean bibliotecas llenas de libros que desbordan los estantes. 

La sala, que parece un museo, está cercada por un extenso jardín que le da aire a ese asombroso lugar repleto de naturaleza en medio de una ciudad. Ahí se respira historia antigua, mitos y los espíritus de los pueblos originarios. La de Luisa es una vida puesta al servicio de la literatura. No sabe exactamente cuándo comenzó su afición por las máscaras, y tampoco se acuerda cuál fue la primera. Siempre coleccionó, asegura, lo que le atraía de esos otros mundos.

Premios y reconocimiento

“Como mujer he tenido éxito afuera, que también es difícil. Hay una memoria argentina que a mí me preocupa mucho, y mucho más allá de lo mío, el círculo que a mí me interesa sí me reconoce, pero me preocupan mucho todos esos grandes escritores que quedan en el olvido. Inventé para PEN (poetas, ensayistas, narradores) un diccionario de escritores argentinos. Tenemos mil nombres. Quiero involucrar a todas las provincias, pero para que vean que tenemos un acervo literario enorme”, reflexiona Luisa.

Y ocurre algo inesperado en esta Era digital. El avance de la tecnología, la conectividad, los tiempos breves de la cultura, combinados al uso de las redes sociales en las que se accede a lecturas rápidas y fragmentadas, interpela a la sociedad en su máxima expresión. Preferimos leer mucho en poco tiempo, contestar mensajes, abrir el mail, bajar algún libro corto o responder un llamado. Es ahí donde el microrrelato cobra impulso y se hace cada vez más fuerte, se mete de a poquito en las lecturas cotidianas y va teniendo más seguidores.

Entrar al santuario del microrrelato es como ese jardín biblioteca-casa-museo. Todo en uno. Un mundo dentro de otros que en la brevedad del mañana ya no te deja escapar.

Por cierto, Luisa es la primera mujer en ganar el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria, en 2019, unos meses antes de que las máscaras se transformaran en barbijos.

Junto a Sandra Bianchi y Ramón Alfredo Blanco, seleccionarán textos realizados por estudiantes de sexto grado de nivel primario hasta cuarto año del secundario de las escuelas de todo el país,  hasta el próximo 10 de noviembre, en este Primer Concurso de microrrelatos. Las y los participantes deberán asumir el desafío de no pasar la extensión máxima de 150 palabras incluyendo el título. Dicen que lo bueno y breve es dos veces más bueno.

“Vivo dentro del lenguaje”

“Vivo dentro del lenguaje”

Llegamos. Una puerta de color rojizo adornada con una media luna y una ventana en el medio con la cara de la escritora dibujada indicaba que algo fantástico nos esperaba: un espacio consagrado a la literatura. 

La autora de Aquí pasan cosas raras, El mañana, Zoorpresas zoológicas, Conversación con las máscaras, entre otras obras, nos invita a pasar. Una casa-cofre de recuerdos en la que se pueden explorar vivencias, viajes, escritos, relatos y mucho encanto. 

Luisa explica el protocolo —por el malvado SARS-CoV-2—, y una vez que tomamos los recaudos correspondientes sacamos todo el material para poder realizar la entrevista. Valenzuela nos guía hacía el lugar en donde pasaremos la mañana de uno de los últimos días otoñales. Entre cafés, bizcochuelo casero, y custodiadas por la atenta mirada de las máscaras de los tres Reyes Magos, empezó a contar la historia de cómo el microrrelato llegó a su vida sin saber que eso que había escrito era un microrrelato. 

“A principios de los años noventa, hubo un gran Congreso en Salamanca de Literatura Hispanoamericana en donde yo tenía que participar de una mesa de cuentos. Veo una [mesa] sobre microrrelatos, y me digo qué interesante, qué será esto. Lo dirigía Francisca Noguerol, una de las grandes profesoras de Salamanca. Ella hacía su ponencia, explicaba lo del microrrelato, toda la teoría que se estaba gestando en esa época. Y citan un cuento mío que se vuelve emblemático, un cuento de 1967 que se llama El abecedario. Empiezo a interesarme, a mirarlo como género y a aprender un poco de la teoría”, recuerda Valenzuela. 

El microrrelato, como su palabra lo indica, es breve, conciso y deja que el lector complete la parte que falta. La cotidianidad está colmada de pequeños detalles, y ahí es donde cobra vida. Una palabra, un objeto, un animal pueden ser los protagonistas de estas pequeñas historias que dejan mucho en la vida del lector cuando lo lee por primera vez. La autora dice: “Dos cosas lográs con el microrrelato. Primero, no te da miedo porque es corto, no sentís que sea apabullante. Segundo, tenes que prestar mucha atención a las palabras, los vocablos y a los puntos y aparte, a toda la puntuación”.

“El microrrelato es la cosa más linda de la tierra porque esa misma gente: novelistas, cuentistas, ensayistas, cuando hacemos microrrelatos nos convertimos en otra persona mucho más jocosa, juguetona. Hay una cosa lúdica, muy literaria y una pasión por la literatura que también está en todo escritor, pero con el microrrelato está latente. Hay mucha atención al lenguaje”, agrega. 

La habitación 201 

El tiempo parece detenido en ese rincón del hogar donde disfrutamos el desayuno. Bajo la mesita de vidrio asomaba una sirena de cerámica tratando de ver a las extrañas que estaban sentadas ahí. Si miraba al techo podía ver un tucán pispiando lo que anotaba. A mis espaldas se percibía una leve brisa que las máscaras de Luisa soplaban como un llamado. Porque Luisa colecciona máscaras de todo tipo que condensan cada uno de sus recorridos.

Luisa está acostumbrada a vivir con esos seres extraños. Ella habla y cuenta una anécdota tras otra. Esos viajes que ha realizado por el mundo se potencian en sus relatos fantásticos. Tal es así, que entre café y café cuenta cómo nació la serie de microrrelatos relacionados con la habitación de los hoteles que tiene como número 201. 

“Hubo un Congreso en Enchanted, Suiza. En estos Congresos se genera el carrusel de microrrelatos. Al final de los Congresos muchos de los microrelatistas, en una mesa larga, empiezan a leer. En una punta de esa mesa larga estaba David Roas, que es un especialista en microrrelato catalán. Lee un microrrelato diciendo que en una gira por España le tocó varias veces la habitación 201, a la tercera vez que le tocó no sé animo a entrar. Cuando entra no le pasa nada, y dice maldita realidad, ese es el microrrelato”, cuenta Luisa. 

Y continúa: “Llega mi turno, estaba en la otra punta de la mesa y digo, yo estoy viviendo una ficción de David Roas porque estoy en el Hotel Enchanted en la habitación 201. Y así se empezó a generar la serie 201. Me encuentro con mi editor italiano que acababa de publicar un libro mío y salimos de gira. Me tocó tres veces la habitación 201, en Italia. Entonces, escribo el primer microrrelato de la 201 que dice que en todos los hoteles antiguos de Europa como no pueden construir más hay una habitación de uso múltiple que entran universos en el multiverso. A la mañana siguiente todos se saludan con cierta distancia sin saber que durmieron todos en la misma cama”.

“Esto lo inició David Roas, luego lo tomé yo y sigue y sigue”, añade la escritora.  

La niñez

Le preguntamos a Luisa si los niños podían acceder al microrrelato, si lo podían contar o escribir, y cómo podían acceder al género. La escritora dice que “primero hay que enseñarle a los profesores sobre el microrrelato”.

“En una época no se le podían contar a los chicos cosas que les den miedo. El escritor y psicólogo Bruno Bettelheim descubre que es necesario. Necesitan el miedo para saber que los monstruos están afuera, que no son propios. Ellos creen que todo es tuyo, y no. Son cosas que están afuera, y ahí las combatís”, explica Valenzuela.

“Los niños pueden contar sus miedos. Poco a poco los vas llevando a tener conciencia de eso, y después pueden expresar con pocas palabras cosas internas. Es la conciencia del peso de las palabras. Ponés acá tal palabra, y si pusieras esta u otra que es lo mismo, te da otra connotación, podés mirarlo por otro lado. Jerome Bruner, psicólogo norteamericano del conocimiento que trabajó mucho con la niñez, decía que a los chiquitos les sorprendía lo inhabitual, lo inusual. Por ejemplo: en lugar de soplar las velitas de cumpleaños, le tiran un vaso de agua. Al chico enseguida le sorprende y le llama la atención. Eso es lo que hace el cuento, te hace pensar desde otro lugar, es lo que llamamos pensamiento lateral. Es interesante en los pequeños porque los llevás a no pensar por el camino trillado”, comenta en detalle Luisa.

Periodismo y literatura

Luisa Valenzuela dio sus primeros pasos como periodista en la revista 15 abriles. Luego, pasó por los diarios Clarín, El Mundo, La Nación; y, también, escribió para diversos diarios y revistas latinoamericanas. Nos cuenta que en junio de este año un día se despertó y le cayó una novela que va a salir en octubre.

Nace a raíz de un cuento que había escrito un mes antes, incorporé todo el trabajo de experiencia en el área de investigación que venía haciendo en esos meses. Así, armé esta novela rapidísimo, y convencí a la editorial que en lugar de publicar mi libro de las pestes, publique ese antes. Se llama Fiscal muere, es un libro policial”, adelantó la escritora.

A raíz de esta nueva publicación de contenido periodístico, le consultamos si el periodismo y la literatura pueden ir de la mano. Ella responde que “la literatura y el periodismo no pueden ir de la mano porque son dos maneras de mirar el mundo. Dos maneras de trabajar con la lengua y la información. Al periodismo lo tenés que ver horizontalmente, tenés los datos, hay que trabajar con esos datos y conjugarlos”, asegura Luisa.

“En la literatura la mirada es vertical, tenés que penetrar en el lenguaje, escribir lo que no sabés sobre lo que sabés. En el periodismo tenés que escribir sobre lo que sabés. Recabás la información. A veces uno ayuda al otro. Cuando escribí La máscara sarda, el profundo secreto de Perón, me ayudó mucho el periodismo para hacerlo rápido y la cancha que tenía con la investigación”, agrega.

Carnaval toda la vida

Luisa, en su casa del Bajo Belgrano, atesora una impresionante colección de máscaras de todos los continentes. Están agrupadas por región y cada una cuenta una historia particular, las rodean bibliotecas llenas de libros que desbordan los estantes. 

La sala, que parece un museo, está cercada por un extenso jardín que le da aire a ese asombroso lugar repleto de naturaleza en medio de una ciudad. Ahí se respira historia antigua, mitos y los espíritus de los pueblos originarios. La de Luisa es una vida puesta al servicio de la literatura. No sabe exactamente cuándo comenzó su afición por las máscaras, y tampoco se acuerda cuál fue la primera. Siempre coleccionó, asegura, lo que le atraía de esos otros mundos.

Premios y reconocimiento

“Como mujer he tenido éxito afuera, que también es difícil. Hay una memoria argentina que a mí me preocupa mucho, y mucho más allá de lo mío, el círculo que a mí me interesa sí me reconoce, pero me preocupan mucho todos esos grandes escritores que quedan en el olvido. Inventé para PEN (poetas, ensayistas, narradores) un diccionario de escritores argentinos. Tenemos mil nombres. Quiero involucrar a todas las provincias, pero para que vean que tenemos un acervo literario enorme”, reflexiona Luisa.

Y ocurre algo inesperado en esta Era digital. El avance de la tecnología, la conectividad, los tiempos breves de la cultura, combinados al uso de las redes sociales en las que se accede a lecturas rápidas y fragmentadas, interpela a la sociedad en su máxima expresión. Preferimos leer mucho en poco tiempo, contestar mensajes, abrir el mail, bajar algún libro corto o responder un llamado. Es ahí donde el microrrelato cobra impulso y se hace cada vez más fuerte, se mete de a poquito en las lecturas cotidianas y va teniendo más seguidores.

Entrar al santuario del microrrelato es como ese jardín biblioteca-casa-museo. Todo en uno. Un mundo dentro de otros que en la brevedad del mañana ya no te deja escapar.

Por cierto, Luisa es la primera mujer en ganar el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria, en 2019, unos meses antes de que las máscaras se transformaran en barbijos.

Junto a Sandra Bianchi y Ramón Alfredo Blanco, seleccionarán textos realizados por estudiantes de sexto grado de nivel primario hasta cuarto año del secundario de las escuelas de todo el país,  hasta el próximo 10 de noviembre, en este Primer Concurso de microrrelatos. Las y los participantes deberán asumir el desafío de no pasar la extensión máxima de 150 palabras incluyendo el título. Dicen que lo bueno y breve es dos veces más bueno.

Las pandemias tienen historia

Las pandemias tienen historia

Las pandemias y epidemias han transformado a la humanidad entera. Las sociedades y las culturas progresaron y trascendieron, aprendieron una de la otra. Hábitos y costumbres se establecieron y evolucionaron. La cuestión de este tipo de enfermedades globales es un tema que poco se aborda en los libros tradicionales de historia. Juan Manuel Carballeda muestra algunas pistas, como la de seguir las rutas marítimas comerciales para casos como la peste negra

Carballeda se recibió de Biólogo en 2010, hizo un doctorado en esa misma especialidad enfocado sobre virus en aves. Más tarde, realizó un postdoctorado  para entender y combatir el dengue. Investiga y ejerce la docencia en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA). Es investigador asociado del CONICET. 

En cuanto a sus trabajos, Carballeda explica cómo cambió su dinámica laboral: “Durante la pandemia  reconvertimos todo el laboratorio y lo que estamos haciendo en la Universidad de Quilmes es buscar trazas o restos de coronavirus en aguas residuales. Cambiamos de investigación para ponernos con la pandemia”. 

Algo poco habitual en el campo científico es su gusto por la divulgación. Carballeda es la excepción que confirma la regla, creciendo cada vez más en el área de la comunicación con la producción de podcast para El Gato y la Caja + Posta. “Siempre me gustó la radio. Empecé con columnas en emisoras chiquitas, ahora tengo varias columnas y un programa de radio los sábados”, agrega Carballeda.

 Primeros pasos y avances en la literatura

“Un día, mi amigo Juancho, que es parte de El gato y la Caja, me dijo: ´Vos tenés que escribir un libro`. Y yo le contesté que no. ¿Por qué iba a escribir un libro? Y me retrucó: ´Vos contás muy bien anécdotas. Hagamos un libro de anécdotas de la ciencia´. Ese fue el primero que salió, en 2019, llamado Breve atlas anecdótico de la ciencia. En el 2020 vino la pandemia y empezamos con el podcast. Todos los días una pieza contando lo que pasaba, y así surgió la idea de escribir un libro sobre distintas epidemias y pandemias en la historia de la humanidad. Siempre dije que los patógenos eran los grandes protagonistas de nuestra historia”, cuenta el autor que acaba de lanzar Fiebre.

«Hoy tenemos la capacidad tecnológica para analizar en tiempo real qué variantes están circulando en el mundo» 

 “El equipo con que hicimos el podcast funcionó espectacular y dijimos: ´Sigamos usando esta capacidad de trabajo para tener un libro´. La idea de Fiebre era tenerlo listo para diciembre. Surgió a finales de julio del 2020 y está íntegramente escrito durante el aislamiento. El Epílogo es sobre el coronavirus. Pensamos qué cosas volvemos a discutir y qué cosas aprendimos en cada una de las epidemias. Fuimos buscando las más famosas, o las que más impacto tuvieron, o las que conocíamos por alguna razón”, explica el autor.

Carballeda o @muycarba para sus casi 13 mil seguidores en Twitter,  nos citó en el Parque Carlos Mugica, ubicado en el barrio de Saavedra, con distanciamiento, tapaboca y protocolo. La mañana recién empezaba y nos encontramos bajo un sol de otoño impresionante. En uno de los bancos de esa inmensa plaza recorrimos el lugar de las enfermedades globales que cambiaron la humanidad.

“El cólera fue muy protagonista en la historia argentina. Una de las primeras enfermedades que entendimos se transmitía por agua cuando se empezaba a aceptar que no eran una cosa mágica la circulación de enfermedades. La gripe española, tal vez la pandemia más grande de la historia entre finales del siglo XVII y principios del siglo XIX, tuvo sus ciclos porque es bien estacional. La poliomielitis es interesante. Yo conocía la historia por mi viejo, porque  es de la época en donde todavía no había vacunas”, recuerda. 

Prohibido matar gatos

“Con la polio recién se comenzó a implementar la vacuna, y me contaba el miedo que le tenían los chicos, una enfermedad que los afectó particularmente. Cuando se globalizó el comercio en el mundo moderno, entre el 1200 y 1300, ahí también empezaron los brotes de peste negra y no se sabía cómo se transmitía. Había toda una persecución con los gatos, porque eran considerados medio diabólicos por la caza de brujas. Fue muy mala idea matar gatos porque justamente la peste negra es una enfermedad que la transmiten parásitos que están en las ratas. Entonces, si vos matas gatos proliferan las ratas, sus parásitos y, por ende, la bacteria que transmiten”, sonríe Carballeda. 

“Los mosquitos -agrega- son el animal que más humanos mata porque transmite la malaria. Y es interesante porque fue la primera enfermedad transmitida por esos insectos que se descubrió. Antes de eso, era impensable. Después de eso se empezó a entender que la fiebre amarilla y que otras enfermedades podían ser transmitidas por mosquitos”.

“La historia con la que más aprendimos y nos divertimos fue justamente con el epílogo del coronavirus porque era lo que estábamos viviendo. Volvimos a discutir muchas cosas. Por ejemplo, con la  polio se habló mucho de las patentes de las vacunas, cuando apareció la vacuna de Salk. Ahora es un tema que se está hablando otra vez”.

Comunicación, ciencia y tecnología

En su capítulo sobre la gripe española @muycarba cuenta que en realidad comenzó en Estados Unidos y que tuvo tantos nombres como países por las que migró: “Lo que está pasando ahora lo vamos a terminar de entender dentro de diez años. Nos comunicamos mucho, quizás demasiado. Tal vez tenemos demasiada información, eso no pasó nunca. Por ejemplo, con la gripe española se mantenían las escuelas abiertas porque eran los chicos lo que les podían transmitir información a los padres que hablaban en otro idioma. En ese momento no había radio”, explica.

“La comunicación es absolutamente distinta. Tenemos una capacidad tecnológica increíble que nos permitió avanzar muy rápido. Por ejemplo, la peste negra se conoce desde 1200 pero el patógeno se aisló en 1890. Con el coronavirus se registran casos el 30 de diciembre de 2019, y 5 días después el patógeno ya estaba aislado. Pasamos de tardar 400 años a menos de una semana. La comunicación va por ese lado. Antes había diarios o comunicación oral, y ahora tenemos redes que nos permiten acceso a noticias de todo el mundo en tiempo real. Eso muchas veces complica las cosas porque también nos llega información y desinformación”, retoma el biólogo. 

“El impacto se vio en distintos momentos. Con la gripe española no se conocía ni siquiera el virus de la gripe. Se pensaba que el patógeno era una bacteria, ahí la tecnología estaba en un lugar equivocado. Se hizo una vacuna contra algo que no protegía, pero si se entendió bien el papel del distanciamiento, de hacer cuarentenas y eso tuvo un impacto impresionante. También con la polio se pudieron hacer vacunas. Hoy en día, tenemos la capacidad tecnológica para analizar en tiempo real qué variantes están circulando en todo el mundo y qué diferencias hay entre unas y otras, y eso también es soñado”, agrega.

«La única cosa que hicimos los humanos que nos permitió erradicar enfermedades fueron las vacunas».

“Cuando la ciencia y la tecnología empiezan a tener impacto, ahí se comienzan a tratar las enfermedades, y llegamos a hoy que, en menos de un año tenemos varias vacunas disponibles para una enfermedad que no conocíamos. Es la mejor cosa que hicimos los humanos, el mejor invento. El mejor adelanto tecnológico fueron las vacunas, y ahora lo estamos viendo. O sea, poco a poco vamos viendo como tienen impacto en países que vacunaron masivamente y ya están volviendo a algún tipo de normalidad con toda la complejidad que hay en el medio”, explica Carballeda.

Y, continúa: “Respecto a la ciencia nunca se pensó, salvo algunos ejemplos muy particulares, pero nunca la estrategia fue combatir una pandemia en curso con vacunas porque nunca se pensó que podíamos tener capacidad tecnológica para hacer vacunas también. Y realmente mucho antes de lo que yo esperaba, tenemos vacunas eficaces para combatir la enfermedad. La única cosa que hicimos los humanos que nos permitió erradicar enfermedades fueron las vacunas. Si ya no existe la viruela en el mundo, fue por la vacunación”.

Estadísticas de las pandemias

Los capítulos del libro empiezan con una ficha técnica. El autor dice que “en muchos casos es muy difícil estimar cómo es el patógeno, qué tipo de patógeno es, dónde causó, sí causó epidemias o pandemias”.

“Por ejemplo, en la malaria hay estimaciones que hablan de que mató a la mitad de las personas que vivieron en la tierra. La malaria nos sigue desde siempre. Hay malaria de aves, no es el mismo patógeno, pero es parecido y se cree que los dinosaurios tenían malaria. Con la gripe española, se habla entre 50 y 200 millones de muertos. La polio no fue tan impactante en muertos, pero sí en cantidad de parálisis. Ahora, si ves cómo va creciendo la población humana crece, crece, crece y en un momento cae y vuelve a crecer, en esa caída se ve el impacto de la peste negra”, añade Carballeda

“En cada capítulo contamos cuántos fallecidos hubo y durante cuánto tiempo circuló y qué impacto causó, si sólo fueron epidemias o también pandemias. La polio afecta a los niños y sobre todo en verano. Ahí nacen los autocines, porque era peligroso que se juntaran los chicos. La viruela, única enfermedad erradicada por las vacunas que mató 300 millones de personas sólo en el siglo XX, es la primera enfermedad para la que creamos una vacuna”, explica. En el libro, colaboraron una revisora histórica y un revisor biólogo dedicados a chequear los datos.

La respuesta del cuerpo

“De algún modo, la fiebre es el síntoma más común de casi cualquier enfermedad. Fue un proceso largo poder elegir el título. Es una palabra fuerte, común a casi todas las enfermedades. Luego le agregamos la bajada: Breve colección de epidemias. También, siempre jugamos con el breve porque las historias son cortas. El primer libro se llamó Breve atlas anecdótico de la ciencia y el podcast se llamaba Breve podcast de la pandemia, también nos sirve para mantener la marca de algún modo”, cuenta el autor.

“Mostramos todo lo bueno y todo lo malo como en todos los casos. Todo eso es gracias a lo que se va estudiando y cómo se compartió el conocimiento durante este año, eso también lo repasamos en el libro”, dice Carballeda y cuenta una anécdota que su abuelo le relató.  

Esa historia tiene que ver con la palabra fiebre: “En el prólogo relato una historia que no tiene nada que ver con el libro. Mi abuelo vendía libros y fue perseguido políticamente toda su vida. Cuando estaba libre, los vendía casa por casa, era una práctica muy habitual en los años 60 y 70. Una vez golpeó la puerta de una quinta muy grande y le abrió Armando Bo, estaba la Coca Sarli ahí cerca. Un tiempo después filmaron Fiebre que no tiene nada que ver obviamente con esto. Aprovechamos todas las oportunidades para contar historias, y hasta en el prólogo contamos una”. 

Curiosidades

  • Según el autor en el libro “hay un capítulo menos serio en donde hablamos del episodio de 1996 cuando transmitieron un capítulo de Pokémon con mucho cambio de color, con mucho cambio de contraste que causo una “epidemia” de episodios epilépticos, en Japón. Y lo mejor de todo es que después lo repitieron en el noticiero y la repetición volvió a causar epilepsia. Fue como un contagio. Después hablamos de la fiebre del baile en mil quinientos. Una mujer empezó a bailar sin parar y varias personas la acompañaron y no paraban de bailar, son episodios que dicen de histeria colectiva. Y después terminamos con coronavirus”.
  • Cada pandemia tiene detrás una historia; por lo que Carballeda y el equipo que lo rodea partieron de anécdotas que conocían o habían leído en algún lado, y así comenzaban la investigación. “Durante la epidemia de peste negra se suspendieron todas las reuniones científicas en el mil seiscientos y pico en la época de Galileo, Kepler todos genios, pero no se podían reunir porque estaban en el medio de una pandemia, y así nacieron las revistas científicas, tenemos que escribir esto, publicarlo y repartirlo”, cuenta Carballeda.
  • Y la cosa llega al arte: “Sí vamos a hablar de peste negra, tenemos tal historia y tal historia. Un cuadro de Rembrandt, su amante murió de peste negra y los últimos cuadros son mucho más tristes”, relata.

Epílogo

El libro se puede adquirir en elgatoylacaja.com/tienda y lo distribuye Abre Cultura, o descargar gratis desde el sitio de  El gato y la Caja.

Antes de despedirnos, Carballeda muestra su preocupación por la injusticia en el mundo, “por un lado, tenemos eso maravilloso de poder hacer en un año la vacuna o más; y, por otro, lo terrible que somos para repartirlas y lo injusto que es ese reparto”. 

“Es la primera vez que estamos ante una situación así, es que es la primera vez que durante una pandemia podemos ver qué tipo de virus están circulando a la vez y eso también causa mucha confusión y mucha alarma. El lavado de manos es la práctica que más vidas salvó en la historia de la humanidad. Si aprendimos el cuidado, hay conductas que capaz no volvamos a repetir como compartir un mate. Creo que algunas cosas las vamos tomando y otras las volvimos a discutir y, tal vez,  en una futura epidemia”, concluye.

“No queremos una estrella más en el cielo”

“No queremos una estrella más en el cielo”

El último informe de la Agencia Nacional de Seguridad Vial del Ministerio de Transporte releva que durante 2020 se registraron 2.784 siniestros fatales en los que 3.138 personas perdieron la vida. Menos que en periodos anteriores pero con números siempre elevados, en un gran número producto de “picadas” automovilísticas. 

Carteles, pinturas en el asfalto, en una ruta. Bicicletas colgadas en el tronco de un árbol, nombres de personas y fechas son señales de que algo pasó y ahí se quedó.  El lema: “No queremos una estrella más en el cielo” es la campaña de concientización que la Asociación Madres del Dolor lleva adelante para prevenir hechos viales. 

Si vas caminando por la calle y elevas la vista, probablemente te encuentres con una estrella amarilla o una bicicleta, con un nombre y una fecha. Seguro no sepas quién es esa persona, qué hacía o cómo era. Tampoco quién era su familia, sus amigos y qué pasó ahí.

Madres del Dolor fue creada el 10 de diciembre de 2004 con la finalidad de promover y consolidar la prestación de la justicia, brindar servicios de asistencia y constituir un foro de defensa de los derechos y la seguridad ciudadana. Las fundadoras han perdido a sus hijos en diferentes hechos de violencia que lejos están de calificarse como simples accidentes de tránsito. Una de las integrantes es Viviam Perrone, mamá de Kevin Sedano.

Kevin, de 14 años, fue atropellado, abandonado y muerto por Eduardo Sukiassian el 1 de mayo del 2002. A partir de ese trágico momento, Viviam comenzó una larga lucha para pedir justicia por su hijo.

La labor de Viviam está enfocada en visibilizar violaciones a las reglas de tránsito que provocan muertes evitables, algo que se ha incrementado en forma excesiva. Teresa Mellano, mamá de Paolo Mellano, atropellado en una picada el 21 de septiembre de 2003, vio que en Colombia para recordar a las víctimas de tránsito pintaron y colocaron carteles con cruces negras. 

“A nosotras nos pareció mejor la estrella amarilla con el lema «No queremos más una estrella en el cielo» y con el color amarillo, que es el que se usa en la prevención de  tragedias viales”, explica Viviam.

“Nosotras no utilizamos la palabra accidente porque la mayoría de los casos son totalmente prevenibles. Un accidente es algo que vos no podés evitar. En cambio, la mayoría de estos hechos son totalmente evitables. Entonces, colocamos el cartel estrella amarilla para prevenir otros casos”, agrega Viviam.

Cinco puntas

“La Estrella tiene en cada punta una palabra: Memoria, Prevención, Ley, Justicia y Educación”, cuenta Viviam. En cada hecho vial se repetían, por eso las madres fundadoras las eligieron para comunicarse. La representante de Madres de Dolor lo sintetiza en cinco puntos:
1)
“Memoria para nuestros seres queridos, muchos de ellos tenían muchos sueños por delante.” 

2) “Justicia porque no queremos venganza, sino que la justicia sirva para levantar los pedazos que quedaron de nuestras familias y volver a armarla en una nueva vida, nueva familia, porque todo hay que construirlo desde cero. Lamentablemente casi nunca se hace presente.” 

3) “Prevención, que sea llamativa y llame la atención.”

4) “La Ley estaría emparentada con la justicia”

5) “Educación porque sentimos que todavía hay mucha gente que no sabe lo que significa la estrella”.

“En la bici va una vida” hay gente que pone la bicicleta y la estrella porque también es un hecho vial. La verdad es que no queremos llenar las ciudades y el país con estrellas, bicicletas, lo que queremos es que no existan”, concluye la referente de Madres del Dolor.

Señales

La muerte de Kevin Sedano fue un caso que ningún medio cubrió. Viviam necesitaba saber quién había atropellado a su hijo, qué pasó, por qué se escapó y encontrar al responsable. 

Hoy, cuando alguien se escapa rápidamente, la prensa cubre la noticia. “En ese entonces no había tanta cámara. Nos acompañan los medios, la gente comprende que realmente son evitables; y, la gente sabe que no hay que correr picadas, que no hay que estar conduciendo en estado de ebriedad”, analiza Viviam sobre las dificultades iniciales y los cambios propios de entornos urbanos con muchas cámaras de seguridad..  

Las estrellas amarillas empezaron en 2006. En Vicente López se colocó la primera, fue la de Paolo Mellano, a dos cuadras de donde mataron a Kevin (Corrientes y Libertador). La segunda estrella fue la de Kevin, recuerda Viviam. 

Penar el “homicidio vial” 

En la Cámara de Diputados hay dos proyectos legislativos importantes: La Ley Tahiel recupera el nombre de Tahiel Contreras, un niño de 6 años atropellado por un automóvil que corría una picada en la localidad bonaerense de Gregorio de Laferrere. Este proyecto crea las figuras penales de “homicidio vial” y “lesiones viales” y determina que quien cause la muerte haciendo picadas ilegales, tendrá una pena de 8 a 25 años de prisión. Según la norma, el delincuente vial quedaría preso desde el momento cero de la investigación, además de fijar la pena de inhabilitación absoluta para volver a conducir.

La Ley Kevin, otra iniciativa  elaborada por la diputada María Luján Rey, aplica no sólo para los que participan de las picadas, sino también para aquellos que las promocionan o las organizan.

Viviam Perrone también está trabajando en el proyecto de Ley Alcohol Cero. “Nosotras queremos, que si el test de alcoholemia le da a un conductor un gramo de alcohol en sangre, se considere un delito aunque no haya chocado o matado a nadie. Si te dio más de uno, que es una barbaridad, además de eso te queda un antecedente penal y si lo volvés hacer tenés que quedar preso seis meses”, propone Viviam.

Picadas en pandemia

Durante las medidas de aislamiento preventivo los hechos viales se frenaron a partir del 20 de marzo. La primera semana la Asociación Madres del Dolor no recibió ningún llamado, pero en la segunda comenzaron a sonar los teléfonos. 

“Fue impresionante la cantidad de picadas que había en diferentes municipios, no pararon. Al contrario, cuando se liberó un poco fue increíble la cantidad de casos que hubo”, señala Viviam, y agrega: “A partir de junio ya estuve en el Congreso. Dije: “¡Basta, la gente se está muriendo, algo tenemos que hacer!” Siempre con los cuidados, manteniendo la distancia, estuve en marchas y cuando murió Tahiel me fui a La Matanza”.

Con las calles vacías y pocos autos circulando, las picadas callejeras durante la cuarentena cambiaron la metodología: se citaban por whatsapp y se encontraban al costado de alguna ruta. Hoy en día ocurren en cualquier horario. La Agencia Nacional de Seguridad (ANSV) está tomando medidas jurídicas de fiscalización para erradicarlas. También, solicita a quienes detecten estas competencias prohibidas las graben y las compartan con el organismo para que actúe de inmediato. 

Siniestros viales en Argentina

Comparando los datos del año 2020 con los anteriores disponibles se observa una contundente baja en la siniestralidad vial como un impacto directo de las primeras fases de la cuarentena.

De acuerdo con el análisis realizado por el Observatorio Vial, la tasa de mortalidad del año 2020 resultó ser de un 44% menor al último dato registrado. Un 6,9% durante 2020 contra 12,3% de 2018, último registro disponible. 

En abril del 2020 se registró una circulación 80% menor que la observada en el mes de febrero. No obstante, ese porcentaje se reduce a medida que avanza el año y aumenta la movilidad, en concordancia con los cambios de fases. Así, alcanza a una cantidad de víctimas fatales para el mes de diciembre similar a los de comienzo de este 2021 (369 para diciembre, 407 para enero y 340 para febrero).

Viviam Perrone hace 19 años inició una nueva etapa en su vida. Una historia que, lamentablemente, la cambiaría para siempre. Desde que su hijo murió en un hecho vial evitable, impulsó una lucha tenaz que Madres del Dolor sostuvo de manera continua. Sin embargo, hasta ahora sólo logró promover tres proyectos de ley que aún se encuentran en la mesa de entradas del Congreso de la Nación. 

Desde el 2007, Madres del Dolor participa en la campaña global  Calles para la vida o Streets for Life con el hashtag #Love30 para la Seguridad Vial que defiende el establecimiento del límite de velocidad de 30 km/h en todo el mundo, con el objetivo de lograr ciudades más seguras, saludables, ecológicas y adecuadas para vivir.