Justicia por palabra propia

Justicia por palabra propia

Belén López Peiró, escritora, periodista y licenciada en Comunicación Social.

“Y entonces, ¿por qué volvías cada verano? ¿Te gusta sufrir? ¿Por qué no te quedabas en tu casa?”, condena el libro Por qué volvías cada verano en su inicio e inaugura el recorrido por las variadas voces que reconstruye la escritora, periodista y licenciada en Comunicación Social Belén López Peiró. La autora las pone de manifiesto para reconstruir el contexto del abuso que ella mismo sufrió. Las palabras de su familia, la pediatra, el abogado, la psicóloga, las declaraciones judiciales hablan, juzgan, ocultan, silencian en un libro que le permitió reconstruir su identidad.

¿Cómo fue el proceso de escritura del libro?

Surgió por una convocatoria de Abuelas de Plaza de Mayo para que escritores inéditos hablen sobre identidad. Llegué a mi casa y lo primero que escribí fue el relato de mi abuso. Lo llevé al taller de escritura y Gabriela Cabezón Cámara, mi tallerista, me dijo “dejá todo lo que estás haciendo y escribí esto”. Cuando quise seguir contando, lo primero que me salió fueron las otras voces, porque entendía que la mía no podía entenderse sin todo el entramado, el contexto familiar, las instituciones. Las voces que fueron apareciendo las escribí en un período muy breve, como si las hubiese vomitado. Fue exteriorizar un montón de sentimientos y de sensaciones que cada vez que ponía en papel sentía alivio. Escribía miles de voces y me preguntaba “¿pero qué forma todo esto?” Porque eran papeles sueltos. Llegué a tener cientos de hojas arriba de la mesa sin orden cronológico. En el libro tampoco hay exactitud. Y eso representa tal cual las imágenes visuales de una chica abusada, en las que nunca hay una exactitud puntual, contrario a lo que te exige la justicia.

¿Por qué decidiste publicarlo?

Cuando llegó la propuesta de la editorial, lo pensé. Pero creo que hay dos tipos de justicia: la del tribunal que dispone de la denuncia y que no depende de mí, sino de un juez que dictamine; y otra, que es la mía y que pude hacerla con el libro, para mí y para las otras chicas. Publicarla era eso: poner un cierre a todo este entramado de voces que, al volcarlas al papel, al ponerle palabras, me habían dado un respiro que podía también significar un alivio para muchas otras mujeres. En el libro redacto mi situación, pero todo el ahogo, la asfixia y el silencio que le dieron forma pueden ser adaptados a otras situaciones.

¿Cómo fuiste reconstruyendo las voces que plasmás en la novela?

Un montón me salieron el primer día. A veces me quedaba toda la noche escribiendo. Después, obviamente hay un proceso de edición en el que vas modificando ciertas partes. Al principio tendía a suavizar, no ponía determinadas palabras. Es como si estuviese justificando o protegiendo al lector o pensando que el día de mañana me podían leer y tenía miedo de lastimar a mi mamá, a mi hermano. Pero después me di cuenta que no tenía que hacer eso. Luego, empezó un proceso de recordar un poco más fuerte, de pensar qué otro hecho de toda esta situación me había marcado, de revivir sueños. Recordar momentos en los que había amor, porque también se relatan escenas de cómo mi tío me cuidaba y quería. También de la nena que era yo de chica, pero no relatándolo con ojos de adulta, sino de niña. Entonces fue todo un proceso de trabajo súper intenso que me llevó no solo tiempo de maceración, sino también de búsqueda y de reconstrucción, porque al escribir el libro me reconstruí a mí misma.

¿Nunca habías escrito sobre eso?

No. Ni lo tenía pensado. Era la primera vez y entiendo que al haberme pedido hablar sobre identidad no podía hablar de otra cosa que no sea eso, porque era parte de reconocer que esto también me hace la mujer que soy hoy, me construye como persona. Soy esto y muchas cosas más. No negarlo, sino integrarlo a mi vida.

¿Qué dificultó que puedas reconocerte como víctima?

Cuando los abusos son intrafamiliares está todo entramado: mis tíos eran también los que me cuidaban cuando lo necesitaba, que me llevaban al médico si me pasaba algo. En los veranos que fui abusada también la pasaba bien con mis amigas. Contar esto es fundamental para explicar cómo la figura que suele abusar también suele tener la otra cara y eso te impide hablar. Más allá de querer protegerlo a él, lo que más quería era no lastimar a mi tía y a mi prima que también me habían cuidado. Sentía que si hablaba, las lastimaba. Después me di cuenta que no era así, que era al contrario. Poner luz sobre esta situación podía prevenir un montón de otras cosas, me crean o no. Finalmente, resultó siendo que no.

¿Por qué considerás que reaccionaron así?

Porque lo primero que se tiende a hacer es culpar a la víctima: “Algo tuvo que haber hecho” o “por qué estás diciendo esto si decir esto arruina a la familia”. Y volvés a culpar a la víctima, no ya por provocar al perpetrador sino porque cuando hablaste arruinaste todo lo demás. Las reacciones lo que tienden es a conservar el orden preexistente y ahí está el silencio: los trapos sucios tienen que ocultarse. Cuando hablé, quebré una estructura armada y al desarmarla, se desmorona todo.

«En el libro redacto mi situación, pero todo el ahogo, la asfixia y el silencio que le dieron forma pueden ser adaptados a otras situaciones».

Entre las tantas voces de culpabilidad, de ocultamiento y silencio, aparece la de María Elena, de AVIVI (Ayuda a Víctimas de Violación). ¿Qué rol tuvo esa organización?

Fue muy importante porque en ese momento había presentado la denuncia, me habían llamado a ratificarla durante ocho horas. Me sentía muy sola frente a la institución justicia. Me senté en la computadora, empecé a googlear y lo primero que me salió fue AVIVI. Me imaginé una institución o algo así y en realidad era la casa de María Elena en provincia de Buenos Aires. Su oficina era su comedor, las carpetas las guardaba en un armario de la cocina y ponía el cuerpo ante cada mujer que llegaba a su casa. No le importaban los detalles. Vos le decías que sufrías algún tipo de violencia, que necesitabas su ayuda y ella levantaba un teléfono y te ayudaba. Su rol fue el de no hacerme sentir sola. Me decía “nunca más vas a estar sola”.

En 2014 hiciste la denuncia. ¿Qué fue lo que te motivó?

Entendí que si yo no lo decía podía pasarle a otras chicas, porque él tenía acceso a menores y eso me heló la sangre. Fue un pensamiento más o menos parecido al que tuve cuando decidí publicar el libro: poner la experiencia en palabras, volverla visible.

¿En qué estado está la causa?

Sigue en trámite. Por eso el final del libro es abierto. Siempre está bueno ponerle un punto final, pero a veces no lo tiene.

¿Esperás que suceda algo en lo judicial?

Sinceramente, no lo sé. La decisión que tome la justicia entiendo que no depende de mí. Una persona que abusa de una menor, tiene que tener consecuencias. Pero trato de no poner mis expectativas ahí porque puedo salir muy lastimada. Prefiero que mi vida y mi accionar político y feminista vayan por otro lugar. Y Por qué volvías cada verano, me parece, que va por ahí.

Cuando el maquillaje es salud

Cuando el maquillaje es salud

Servicio de maquillaje terápeutico para pacientes oncológicos del Hospital Municipal Marie Curie.

Las pelucas y el maquillaje ayudan a las pacientes en tratamiento oncológico, en
muchos casos de la mano de mujeres que ya atravesaron la enfermedad.

“El mejor comentario que un paciente oncológico puede hacernos es ‘soy yo otra
vez’», sostiene Claudia Éboli, coordinadora de Maquilladoras Terapéuticas. María
Marta Condéranne, fundadora de Pelucas Solidarias Baradero, habla desde su
experiencia: “Se les ilumina la cara, es como encontrarse nuevamente en esa
imagen”. El cuidado estético “pasa porque el espejo te devuelva una imagen más
parecida a la saludable”, opina Carina Terzian, voluntaria del Movimiento Ayuda
Cáncer de Mama (MACMA) y directora de Amadas Estética Oncológica.

Ellas tienen una historia común: la de haber transitado una enfermedad y
transformar esa vivencia en una ayuda para quienes atraviesan por la misma
situación. Claudia y Carina trabajan como voluntarias dentro de un grupo
multidisciplinario de cosmiatras, cosmetólogas y maquilladoras en el Hospital María
Curie de la Ciudad de Buenos Aires y María Marta forma parte, en Baradero, de un
equipo que recibe donaciones de pelo y materiales y confecciona pelucas para luego
darlas a préstamo a quienes las necesiten.

María Verónica Villalva, una de las pacientes oncológicas.

Según cifras del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer,
dependiente de la OMS, Argentina se posiciona dentro de los países con incidencia
de cáncer media-alta, con una tasa de 217 casos cada 100.000 habitantes. El de
mama es el más común, con unos 19.000 casos al año.

Los tratamientos pueden producir la caída del cabello, descamaciones y sequedad
en la piel. Esto hace que, acompañado del diagnóstico de la enfermedad, surjan los
miedos sobre la transformación del cuerpo. Y ese miedo muchas veces paraliza y
hasta hace que, según Carina, “se dilaten los controles médicos”.

El trabajo estético, articulado con los médicos, psicólogos y asistentes terapéuticos,
busca recuperar esa imagen saludable que se siente perdida. Sol Villelma, paciente
oncológica del María Curie, probó el maquillaje el primer día que llegó al hospital.
“No estaba segura, me acababa de enterar que tenía cáncer y no tenía ganas de
nada”, señala. Pero las voluntarias la motivaron a que lo intentara y se sintió “feliz”
con la experiencia.

“El mejor comentario que un paciente oncológico puede hacernos es ‘soy yo otra vez’», sostiene Claudia Éboli.

María Marta, de Pelucas Solidarias, cuenta que el temor fue lo que la impulsó.
Cuando ella se enfermó, en 2014, su amiga Jimena donó su cabello para hacerle
una peluca y así “quedó la idea latente de transformar la enfermedad en algo
positivo, en este proyecto en el que hoy participan muchas mujeres de la ciudad”,
relata.

La sensación de volver a ser una, de reconocerse, es la razón de ser del cuidado
estético. “Cambiamos pelo por sonrisas -dice María Marta-. Cuando les ponés una
peluca a las pacientes y se ven en el espejo, la mirada sobre ellas mismas se
transforma. La peluca les devuelve el anonimato, el no sentirse observadas”.

Para Claudia, el maquillaje hace que la persona se conecte con lo mejor que tiene y
el impacto alcanza a sus seres queridos que, de alguna manera, “recuperan a ese
familiar que perdieron con el tratamiento”.

María Marta, de Pelucas Solidarias, cuenta que el temor fue lo que la impulsó, cuando ella se enfermó, en 2014.

Sol espera ansiosa los miércoles de cuidados estéticos: “Es un mimo al alma. La
primera vez que me vi maquillada sentí que había vida, que no todo terminaba en
un diagnóstico”. Estos resultados generaron cada vez más confianza en los médicos
y los pacientes e hicieron que el grupo de voluntarias crezca. “Somos un equipo
grande: Maquillaje Terapéutico, Amadas y MACMA. Y, desde el año pasado, se
suman las alumnas que egresan de la capacitación profesional en Cosmetología y
Estética Oncológica”, señala Carina.

La formación de profesionales especializados es también el objetivo de Claudia,
quien coordina el programa de maquillaje terapéutico. El curso se brinda de manera
gratuita, tiene varios niveles y el examen final consiste en la organización y
realización de una actividad para la comunidad.

Cuando nació Pelucas Solidarias no tenían conocimientos de costura ni de
peluquería. Participaron en un taller sobre fabricación de pelucas en Gualeguaychú,
aprendieron y se fueron perfeccionando. Al tiempo, abrieron su propio taller y
convocaron a todos los que quisieran ayudar. Se agregaron tantos colaboradores y
entregaron tantas pelucas que su experiencia se imitó y multiplicó. “Nuestro sueño
derivó en que se abrieran nueve talleres más en el país”, destaca María Marta.

“Si vivo, me voy a dedicar a ayudar a otras personas”, se había prometido Claudia
a sí misma hace cinco años. Al igual que María Marta y Carina, optó por una
solución colectiva y solidaria. Y Sol, que continúa su tratamiento, es contundente:
“El maquillaje me hace sentir viva”, afirma.

La formación de profesionales especializados es también el objetivo de Claudia, quien coordina el programa de maquillaje terapéutico.

“Es un mimo al alma. La primera vez que me vi maquillada sentí que había vida, que no todo terminaba en un diagnóstico” afirma Sol, una de las pacientes.

Las pibas a un paso del mundial

Las pibas a un paso del mundial

Argentina vs Panamá en la clasificación al mundial, Tres jugadoras argentinas festejanLa tarde cae en Sarandí. Las banderas celestes y blancas inundan las calles que rodean al estadio Julio Humberto Grondona de Arsenal. Hay olorcito a choripán y promesa de fiesta en los tablones. Por primera vez, un partido de la Selección Argentina es libre y gratuito. Las y los hinchas que llegan con bombos y redoblantes completan la celebración. Quince mil personas cruzan los molinetes y llenan las tribunas para alentar a las jugadoras que disputan frente a Panamá un lugar en la Copa Mundial Femenina Francia 2019. Hombres, mujeres, niño y niñas. Los pañuelos verdes se mezclan con las camisetas argentinas y las vinchas. 

El equipo recorre el camino que separa al vestuario del campo de juego escuchando la tradicional “que esta barra quilombera / no te deja, no te deja de alentar”. El camino hasta el repechaje fue difícil. Años sin espacio para entrenar, viáticos miserables, nada de indumentaria ni premios, nulo apoyo oficial, pero siempre la pasión y un reclamo en alto: “¡Queremos ser escuchadas!”. Las pibas salen a la cancha y la multitud les da la bienvenida con cánticos y una suelta de globos albicelestes por el cielo de Avellaneda. Suena el himno panameño y el público responde con un aplauso respetuoso. Suena el argentino y lo corea a viva voz. La checa Jana Adamkova da el pitazo inicial y la percusión de la popular no se detendrá en los 90 minutos siguientes. Los hinchas en las gradas están encendidos, los espectadores fugaces que vuelven de sus trabajos en el tren Roca miran con curiosidad desde el terraplén del ferrocarril, el combinado nacional arranca con buen pie.

Mujer tocando el bombo en la tribuna

Las y los hinchas que llegan con bombos y redoblantes completan la celebración.

A los 10 minutos, penal para Argentina. “¡Penalazo!”, grita un plateísta. Pero la “asombrosa Bailey”, tal como la caracteriza la FIFA en su web oficial, hace valer su reciente título de Guante de Oro y ataja el disparo. Once minutos dura el mal trago hasta que Mariana Larroquette manda la pelota a la red panameña y convierte el primer gol. Cinco minutos transcurren nomás y Eliana Stabile amplía la diferencia. El estadio estalla de alegría. Las pibas dejan todo y la hinchada agradece a puro aliento.

Antes de que termine el primer tiempo, un rincón de la popular empieza a cantar “¡Aborto legal, en el hospital!” y el grito se contagia. Ya en el complemento, mientras la zaguera Aldana Cometti para cualquier intento de ofensiva panameña, Estefanía Banini despliega su calidad de juego, corre y gambetea “a lo Banini” –frente a quienes insisten en llamarla “La Messi”– y le deja servido el tercer tanto a Yamila Rodríguez, dueña de todas las pelotas paradas, que hace honor a su potente pegada.

La roja a la panameña Linedth Cedeño desnivela aún más el juego y, sobre el cierre, la referí cobra un nuevo penal para Argentina que Stábile cambia por gol. Las chicas se abrazan y festejan un triunfo adentro y fuera de la cancha. 

Arquera panameña ataja un pelotazo

La “asombrosa Bailey”, tal como la caracteriza la FIFA en su web oficial, hace valer su reciente título de Guante de Oro y ataja el disparo.

El camino al mundial no es sencillo. Tras 11 años de ausencia albiceleste, el tercer puesto en la Copa América las trajo hasta este repechaje. El próximo martes en el Estadio Rommel Fernández, en Panamá, se disputará el partido de vuelta. Será el último escalón para llegar a Francia 2019.

Diez años construyendo memoria

Diez años construyendo memoria

Virna Molina, Ernesto Ardito, Juan Manuel Repetto y Daiana Rosenfeld.

Las sillas acomodadas en filas, en el Auditorio de FM La Tribu, esperan por los espectadores de una nueva función de la muestra «10 años + 10 películas”. La asociación RDI (Realizadores Integrales de Cine Documental) celebra su primera década con la proyección de diez películas que se exhibirán hasta el 10 de julio, todos los martes a las 21. “Una década nos permiten dar cuenta de todo lo realizado y también de pensar juntos cómo seguir contando nuestras historias”, proclaman los integrantes de la asociación, en la invitación al ciclo de cine.

Daiana Rosenfeld, Juan Manuel Repetto, Virna Molina y Ernesto Ardito, realizadores integrales, destacan que la pluralidad es la esencia de su organización. “Las 10 películas que se proyectan son muy distintas”, señala Repetto y explica que si bien todos piensan bastante parecido, en lo que respecta al modo de producir, a las temáticas que abordan y a las estéticas que manejan, hay muchas diferencias. “Esa pluralidad me parece muy valiosa”, enfatiza. Molina coincide en la gran diversidad de miradas y en las diferentes formas estéticas de sus obras y lo atribuye a la pluralidad de modalidades de producción que se permite la asociación.

Todo comenzó en 2008, cuando se juntaron para dar fuerza a la figura del realizador integral: alguien que produce, filma y dirige como un acto único. Quien produce es también quien lleva adelante el proceso creativo y la filmación. Así lo plantea Rosenfeld: “Concebimos a la película como una obra, una unidad orgánica y no como un producto”. El documental no es para ellos una mercancía ni un negocio sino –en palabras de Molina- “una forma de expresarse y de vincularse con el otro y de reflexionar sobre la realidad y poder transformarla”. Una realidad marcada, entre otras cosas, por recientes cambios en el INCAA y sus modos de financiamiento.

Los integrantes de RDI trabajan día a día para que el documental ocupe “el lugar que se merece”.

Trabas y burocracias

El presentador anuncia el comienzo de Raymundo, “un clásico del cine documental” y las luces se apagan. “Con las nuevas políticas del INCAA, muchas películas van a dejar de existir”, se advierte antes de la proyección. Empieza el film de Molina y Ardito y la sala, llena, queda en silencio.

El camino recorrido por los integrantes de RDI los encuentra, diez años después, discutiendo sobre cine, pensando en otras formas de producir, experimentando, compartiendo herramientas y ayudándose en un proceso colectivo. Pero, además, y a su pesar, gran parte del tiempo de sus reuniones lo destinan a reflexionar sobre cuestiones de financiamiento y sobre cómo emprender una lucha junto a las otras organizaciones de realizadores documentales, para defender la producción de cine en la actual situación de “incertidumbre”, tal como la define Molina.

El cambio en el Régimen General de Fomento (RGF) llevado adelante por el INCAA a comienzos de 2017 mediante la Resolución 1/2017 establece un sistema de puntaje que “cuantifica antecedentes y características de los proyectos” con el objetivo de “mejorar los procesos de selección”, tal como establece la normativa.

Para Repetto, el “cambio en el Plan de Fomento y el sistema de puntuación fue dejando a mucha gente afuera e hizo que la producción se concentrara en productoras más grandes”. A esto se le suma, según Rosenfeld, que hay trabas burocráticas en los pagos, lo que genera que muchos realizadores abandonen la película porque no consiguen los recursos para llevarla adelante. “El Estado está poniendo todas las trabas posibles para no ejecutar ese fondo que tiene disponible para el cine en general y, específicamente, para el cine documental”, agrega Molina.

Los integrantes de RDI consideran que la actual dirección del INCAA no tiene voluntad de potenciar el cine de no ficción, sino que está tratando de encauzarlo dentro de un esquema muy limitado, típico de un mercado televisivo, un mercado que, para Molina, “va a pauperizar el desarrollo estético, artístico y narrativo que logró en todos estos años”.

Las sillas acomodadas en filas, en el Auditorio de FM La Tribu.

Una porción de memoria viva

Finaliza la proyección, comienzan los aplausos al tiempo que se encienden las luces. Molina y Ardito invitan a compartir opiniones y a debatir sobre el cine militante y la temática de Raymundo. Las voces y los intercambios se multiplican.

Proyección y debate es el modo en que la muestra está concebida: “El documental tiene una función que excede el mero espectáculo cinematográfico, es un disparador”, señala Molina, una herramienta con funciones culturales, sociales y pedagógicas. Es un instrumento que, para Ardito, persiste en el tiempo: “Son películas que tienen que ver con nosotros, son realmente referenciales y de identidad”, lo cual hace que pasen las generaciones y se sigan viendo.

La asociación RDI pelea no sólo porque los fondos de financiamiento que se lograron se mantengan, sino también para que se abran espacios de exhibición, el punto más débil del cine documental. Son los propios realizadores los que van con sus películas abriendo espacios y consiguiendo pantallas.

Según Repetto, la manera en que el INCAA contabiliza a los espectadores de las películas documentales es “muy injusta” porque no tienen en cuenta a las muchas personas que las ven en espacios alternativos. Ardito coincide con que el Instituto mide el mercado solamente por los espectadores que hay en sala. Y eso, para él, “es sólo un fragmento de lo que es el cine documental, porque en un canal de televisión lo pueden llegar a ver un millón de espectadores”. Además, agrega, se venden para el exterior más documentales que películas de ficción, porque tratan temas testimoniales que permiten conocer la realidad de Argentina o de América Latina. Molina atribuye esta actitud de mantener al documental de manera marginal, a que “el género molesta mucho, porque es poco controlable. La realidad, esencia del documental, te abre la cabeza y te reubica frente a esa realidad, desde otro lugar”.

Los integrantes de RDI trabajan día a día para que el documental ocupe “el lugar que se merece”, produciendo, realizando y filmando memoria viva, como un documento que persiste en el tiempo y traspasa las generaciones.

Las películas se exhibirán hasta el 10 de julio, todos los martes a las 21.

Precarización laboral a distancia

Precarización laboral a distancia

“Mi oficina es mi casa, no tengo compañeros y no conozco la cara de mi coordinadora”. Así describe Andrea su espacio y sus relaciones laborales. Forma parte del 1,2 millones de teletrabajadores que, según las cifras más recientes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), desarrollan su actividad a distancia en la Argentina.

Andrea, teletrabajadora, está frente a su computadora con el teléfono en una mano y una birome en la otra.

El teletrabajo es cada vez más frecuente en nuestro país, según cifras de la OIT.

El teletrabajo es una modalidad de “trabajo a distancia -incluido el trabajo a domicilio- efectuado con auxilio de medios de telecomunicación y/o de una computadora”, tal como lo define la OIT, predominante entre periodistas, diseñadores gráficos, diseñadores web, operadores, programadores y desarrolladores de sistemas, entre otros.

Para Santiago Duhalde, Doctor en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), se parece mucho a la vieja forma de trabajo a domicilio que existía en los siglos XVIII y XIX, ahora atravesada por las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación) y basada en una “individualización de la relación laboral”: el trabajador realiza su tarea fuera del tradicional ámbito laboral y alejado de la presencia física de jefes, superiores y, en la mayoría de los casos, de compañeros.

Full time

Andrea es redactora y elabora artículos para sitios web y blogs españoles. Trabaja desde hace tres años para la misma empresa cordobesa a la que le factura mensualmente de acuerdo a los trabajos que haya realizado. No tiene un vínculo cara a cara con la empresa, se contacta de forma virtual con la coordinadora que le propone nuevos proyectos y controla sus tiempos y calidad de producción. Generalmente trabaja desde su casa, a veces en un bar. Las horas que dura su jornada laboral depende de la cantidad de proyectos en los que esté trabajando. “Para que el ingreso me rinda, tengo que agarrar varios proyectos simultáneos”, señala. Si la fecha límite de entrega del proyecto se acerca y el artículo no está terminado, la jornada se extiende lo que sea necesario. Sus momentos laborales no distinguen entre día o noche y la “comodidad” del hogar hace que muchas veces continúe trabajando durante el almuerzo o la cena y los fines de semana.

En la industria informática se desdibuja la jornada laboral en la modalidad teletrabajo. Para Ezequiel Tosco, Secretario General de la Asociación Gremial de Computación (AGC), bajo el “discurso de la comodidad, la libertad y la autonomía”, el trabajador termina dedicando más horas, cobrando menos y no contando con los aportes a la seguridad social.

Duhalde explica que trabajar por objetivos y no tener definida una cantidad de horas de trabajo “licúa la idea de jornada laboral” extendiendo el tradicional horario de ocho horas y precarizando aún más esta actividad.

Invisibilizar derechos

Martín no tiene un salario fijo por su teletrabajo, vende sus artículos de acuerdo al precio que esté dispuesto a pagarle su empleador. Es periodista, redacta notas, realiza entrevistas y edita textos para diarios web desde hace tres años. No siempre su trabajo fue remunerado sino que trabajó ad honorem para poder hacer experiencia en su profesión. En ocasiones, “invierte” más de lo que gana para, por ejemplo, costear el transporte para realizar una entrevista. 

El salario de Andrea también es variable, factura a fin de mes de acuerdo a la cantidad de notas que haya realizado. El pago por su trabajo ya está establecido de antemano como parte del proyecto. “La coordinadora me informa que hay que escribir una cantidad de notas con determinados caracteres y que se paga determinado monto por eso. Acepto o no acepto el proyecto, no hay lugar para la negociación”, describe. La paga de los artículos va aumentando, sutilmente, durante el año pero nunca se habla en términos de salario, aunque su relación laboral ya lleve tres años.

La inscripción de los teletrabajadores como autónomos enmascara la real relación de dependencia, tal como lo plantea Duhalde. “En muchos casos, ni siquiera están registrados, es trabajo en negro o un falso trabajo autónomo porque son monotributistas que trabajan únicamente para uno o dos empleadores”, dice y enfatiza en que eso implica un “fraude a la Ley de Contrato de Trabajo”.

Tosco coincide en que la modalidad freelance es un “fraude fiscal y una estafa al trabajador” porque hay un contrato de trabajo encubierto, que no está dentro en ningún convenio colectivo de trabajo (CCT) y que afecta al trabajador por ausencia de aportes patronales y a la Seguridad Social de la Nación”.

Se trata de una “actividad precarizada”, dice Duhalde y agrega: “Con una relación de dependencia encubierta, ni siquiera están sindicalizados ni gozan de otros derechos provenientes del CCT”. Resalta que, por el contrario, “para la empresa es muy bueno porque se evita los costos de las herramientas y la conexión, disminuye el salario respecto a la modalidad presencial y, además, se ahorra las cargas sociales”.

Ezequiel Tosco, de AGC, posa junto a la bandera argentina y a la de su gremio en su oficina.

«El trabajo freelance es un fraude», dice Ezequiel Tosco, de la Asociación Gremial de Computación.

La falta de sindicalización y la ausencia de vínculos legales entre el trabajador y la empresa dejan a los trabajadores en una compleja situación de incumplimiento de sus derechos y condiciones laborales. “Cuando me quiero tomar vacaciones es un problema, tengo que adelantar los artículos que correspondan a los días en que no esté”, señala Andrea, para quién vacaciones pagas, paritarias, aguinaldos, antigüedad e indemnizaciones no existen.

En este marco, la necesidad de regulación es clave. Luego de la presentación al Poder Legislativo, en 2015, de un proyecto de Ley de Teletrabajo en Relación de Dependencia que no prosperó, la problemática ya no está en la agenda. Según Duhalde es un problema que está desatendido. “Se trata de visibilizar esta problemática para no invisibilizar a los trabajadores”, concluye.