Una película que desarma el discurso romantizado de la maternidad

Una película que desarma el discurso romantizado de la maternidad

Andrea Testa, directora de «Niñas mamá».

Con el eco de miles de mujeres que salieron a las calles a reclamarle al Estado por la Ley de Interrupción Legal del Embarazo y con las memorias de los Encuentros de Mujeres a los que asistió, Andrea Testa se embarca en un nuevo film en el que busca retratar la necesidad de una ley que garantice el aborto legal, seguro y gratuito.

En diálogo con ANCCOM, Testa cuenta cómo surge la necesidad de realizar el film, “Niña mamá me aparecía como una película que quería que dialogue con Pibe Chorro (2016), un documental que buscaba llegar a los lazos sensibles y humanos”. Si en Pibe Chorro buscaba problematizar la estigmatización fogueada desde los medios a los jóvenes del conurbano bonaerense y cómo este estigma se anidaba en el accionar discriminatorio de la sociedad, en Niña mamá desea desarmar los discursos romantizados sobre la maternidad para poner sobre la mesa los relatos de adolescentes que a acuden al hospital ya sea por embarazo, parto, o sobreviviendo a un aborto inseguro, con el peso de la moral de la sociedad en la espalda y de un Estado que en los últimos cuatro años desbarató el sistema de salud.

Pensar el dispositivo cinematográfico
Además de problematizar la romantización de la maternidad, Testa apunta a pensar el dispositivo cinematográfico desde las decisiones que realiza como directora: “Pensamos todo un dispositivo de cuidado para hacer consciente la relación que existe con lo cinematográfico; con el lenguaje, pero también los aparatos que rodean la película, reducirlo al mínimo, no intervenir, no meternos al evento médico, que era lo importante”. Desde un único punto de vista en el que las jóvenes eran las protagonistas, donde lo importante fue escucharlas: “Decidimos, y es muy lindo contarlo, filmar con una lente fija de 50mm, no había posibilidad de hacer zoom, entonces cada vez que queríamos acercarnos teníamos que acercar nuestros cuerpos a esa situación, esto permite un contacto corporal distinto con la persona filmada”.

La decisión se opone a la práctica mediática que durante décadas ha instalado y replicado discursos sin conocer las historias de vida y los contextos de cada mujer niña que quiere decidir sobre su cuerpo. “Cuando pensaba en la película me aparecían mucho esos discursos de ‘se embarazan por un plan’ como una violencia ejercida constantemente desde el sentido común”, detalla Testa. En cuanto a la decisión de que el documental fuera en blanco y negro y con un importante ejercicio de observación, la directora explica que “hay algo del tiempo de la cadencia que tienen que ver con un ejercicio de escucha, de observación, de estar allí con ellas, el blanco y negro suaviza porque hay algo potente en los relatos. Siento como si fuese una caricia a cada una de ellas y que el tiempo de observación permite dejarlas ser, no cortarlas”.

«El tiempo de observación permite dejarlas ser, no cortarlas”, dice Testa.

Compromiso ético y estético

Una vez transitado ese camino, Testa cuenta cómo empezó a preguntarse por los adolescentes en relación a la maternidad: “Me parecía que el lugar era la salud pública, ahí era donde quería enmarcar estas historias”. El rodaje de la película se llevó a cabo durante 2018 al calor de los debates por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en el Congreso y las vigilias multitudinarias en las que participaba. Sin embargo, no era ese el contexto en que había pensado para el film: “Me encontraba haciendo la película en la intimidad de los hospitales porque siento que es algo estructural, que aparece en estas decenas de relatos pero que también están en otras mujeres y cuerpos gestantes a lo largo del país y en Latinoamérica. Son muchas las violencias de este sistema capitalista y patriarcal. Si bien cada relato es diverso, hay algo latente en todas y es el miedo a morir, que a su vez es un miedo de clase”.

Sobre esta realidad estructural se sostienen los relatos de las protagonistas y los tránsitos de sus decisiones en esos contextos y clases sociales, el film dialoga con las posturas distintas entre sí. “Quise ser fiel a un compromiso ético-estético-político del cine –explica Testa-, decidí ir con la cámara a estos lugares y apareció esto. En ese caso (sobre una de las protagonistas que está en contra del aborto) dialoga también con las niñas que reivindican ese lugar de maternidad aunque sea una maternidad forzada. Es una realidad, una emergencia social estructural que se repite generacionalmente y por eso para  mí la mejor ley de aborto que salga es la base. Después, por qué aparece la maternidad en la adolescencia como una decisión en la construcción de vida de las protagonistas, no sé ¿Pueden decidir otra cosa?.

«Imaginar la distancia de dónde estaba yo y donde estaba la chica que filmaba me destrozaba», confiesa Andrea.

Desandar el camino histórico

“Pasaron cosas muy fuertes. Me pasó igual con la dirección de Pibe Chorro, después de filmar, volvía a mi casa a estar con mi hija, en su cuarto, con todos sus juguetes. Imaginar la distancia de dónde estaba yo y donde estaba la chica que conocí ese día me destrozaba, es sumamente injusto”, confiesa Andrea. Además, cuenta sobre la etapa de montaje de la película y cómo a través de la intuición y del recuerdo de esas imágenes realizaron la selección. Dice que es un ejercicio de desandar el camino histórico del cine, las imágenes estereotipadas que reproducen violencias e infantilizan a los sectores populares. Una vez finalizado el montaje organizó dos proyecciones, una en cada hospital donde filmó y donde las protagonistas volvieron a reafirmar su voluntad de participar en la película. “Las proyecciones fueron íntimas y fue muy emotivo, así como nos conmueve a nosotros al verla, ellas también estaban conmovidas, nerviosas, felices había algo lindo en el verse, mucha emoción. A partir de esa experiencia, algunas pudieron hablar de otras mujeres y decir lo importante que resulta que esto se vea para que no le pase a otra mujer”, cuenta Testa.

A diez años del golpe que lo derrocó, habla Manuel Zelaya

A diez años del golpe que lo derrocó, habla Manuel Zelaya

 

Hace diez años, en Honduras se inició un ciclo de rupturas del orden democrático que se replicaría en la región latinoamericana, cada una con sus características. El ensayo golpista incluyó la irrupción de militares armados en la residencia del entonces presidente José Manuel “Mel” Zelaya y su expulsión del país, acusándolo de querer buscar su reelección, lo que no estaba permitido por la Constitución Nacional. Ese día, la capital hondureña amaneció con al ruido de helicópteros sobrevolando, retenes militares en las principales carreteras del país y los anuncios de estado de sitio y toque de queda.

Desde entonces, y con la destitución de Zelaya, se sucedieron una serie de reformas que hicieron retroceder al país. Por ejemplo, las concesiones hidroeléctricas a empresas extranjeras, violando lo establecido por el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que obliga a una consulta previa a los pueblos indígenas afectados por ese tipo de sesiones. En cuanto a derechos básicos, el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), el sistema de seguro de salud estatal, fue saqueado por miembros del partido oficialista. Hoy, en medio de una profunda crisis política, a diez años del golpe de Estado, la sociedad hondureña vuelve a las calles: esta vez porque el presidente Juan Orlando Hernández sacó de su manga decretos que buscaban una reducción de personal en las áreas de salud y educación. El grito de “Fuera JOH” (por las iniciales de Hernández) se ha escuchado hasta en las graduaciones de jardín de infantes.

Mientras tanto, Zelaya que en 2011 pudo concretar su regreso al país, coordina el principal partido de oposición: Libertad y Refundación (Libre), brazo partidario del movimiento que surge en las calles después del golpe de 2009: Resistencia Popular contra el Golpe de Estado.  Con menos de dos años de haber sido creado el partido,  en 2013 logró disputarle el poder a los dos partidos  que se habían turnado en la conducción de Honduras durante los últimos cien años. En 2017, Libre formó parte de la Alianza de Partidos contra la Dictadura que se adjudicó el triunfo ante  la fórmula de Hernández, quien,  pese a las graves denuncias de fraude, terminó siendo reelegido, luego de haber sido avalado en 2015 para presentarse a un nuevo mandato por la Corte Suprema con mayoría de jueces oficialistas.

En entrevista telefónica con ANCCOM, Zelaya responde  sobre aquel golpe de 2009, los cambios regionales, el papel de los medios de comunicación y la emigración masiva a los Estados Unidos.

¿Cómo recuerda ese día en el que una cúpula cívico militar rompió con la vida democrática del país en pleno siglo XXI? ¿Con los años ha ido cambiando el recuerdo y el balance de lo sucedido?

Una sociedad no se puede sostener si no es a través de un pacto social que se respete, cuando una de las partes rompe esa posibilidad de entendimiento se da una ruptura que se manifiesta en violaciones a la ley, crímenes, asesinatos. Desde el 28 de junio en Honduras se instaló un régimen dictatorial, cambiaron las leyes, las estructuras del poder, convirtieron al país en uno más pobre de lo que era. Soy un ciudadano, un ser humano normal, escogí una lucha política con el fin de buscar mejores condiciones de vida y superar la desigualdad que existe en el país. Me debo a un colectivo para buscar soluciones y después de 10 años mantengo con mayor firmeza las convicciones. No cambio nada, lo único que aquí se ha instalado la represión, que con el apoyo de Estados Unidos, defiende los  intereses de la oligarquía.

¿Qué rol jugaron los grandes medios de comunicación hondureños y la prensa internacional?

En Honduras no hay libertad de prensa, todos los medios son privados. Cuando Estados Unidos estaba contra el golpe teníamos a favor a todos los medios internacionales, cuando Estados Unidos apoyó el golpe de Estado, lo mismo hicieron los medios internacionales.

¿Cómo analiza la situación del país en términos de libertad de expresión?

El Código Penal actual castiga con cárcel la libertad de expresión, estamos luchando porque esto se derogue, en este momento le puedo decir que en Honduras no hay libertad de expresión.

¿Cómo evalúa el rol de sus pares en la región latinoamericana cuando sucedió el golpe de Estado en Honduras?  ¿Considera que sus colegas en América Latina actuaron bajo una lógica colectiva?

La comunidad internacional no tiene dientes ni garras, si bien hubo un apoyo fue únicamente moral. En cambio, hubo un bloque en la región que sí nos apoyó fuertemente y estuvo encabezado por Chávez, Lula, Cristina, Correa, Lugo, Ortega y todos los presidentes de izquierda.

¿Qué piensa de los cambios que se sucedieron en la región después del golpe de Estado en Honduras?
Lo que están haciendo los gobiernos de derecha son como manotadas de ahogado, recurren a la violencia porque no tienen legitimidad, es repunte pero como llamarada de tusa (n. de la r: las tusas son las hojas que rodean la mazorca del maíz y que se consumen muy rápido al quemarse). Pronto va a caer frente a la fuerza demoledora de los pueblos. Sólo los pueblos unidos pueden vencer a las dictaduras y los modelos de opresión.

¿Cuál fue la importancia de salir a las calles cuando sucedió el golpe?

Fue de muchísima importancia, toda acción política y social es importante, muestra la conciencia del pueblo. Durante mi gobierno apoyamos mucho a la clase trabajadora de Honduras y lo recordaron saliendo a la calle. La gestión de mi gobierno logró quitar el yugo de las trasnacionales norteamericanas del petróleo que asfixian nuestra economía. Creamos subsidios que iban contra el modelo neoliberal, una forma de dar dignidad frente a un sistema que explota a la clase obrera, entonces creamos subsidios a la energía eléctrica, a los combustibles, a los maestros. Toda nuestra política social iba contra el modelo neoliberal.

En los últimos meses hemos visto el éxodo masivo de hondureños buscando asilo en EEUU por la violencia que hay en el país, la cifra aproximada en 2017 fue de unas 600 mil personas y el fenómeno se ha incrementado con las sucesivas caravanas migrantes. ¿Cómo se explica este éxodo? ¿Se puede relacionar con el quiebre institucional ocurrido con el golpe?

En Honduras siempre ha habido migración hacia Estados Unidos, sin embargo, el éxodo actual responde al deterioro de las condiciones de vida del pueblo.

El partido Libertad y Refundación fue fundado apenas en 2011 y ya en 2013 le disputó poder a dos partidos centenarios y con una candidata mujer, Xiomara Castro, en la fórmula presidencial. ¿Hay posibilidades de que ella se vuelva a presentar?
No es tiempo de hablar de eso. El país está atravesando una crisis severa, en su sistema de salud y educativo, este modelo de explotación capitalista ya no puede subsistir si no es a través de la fuerza, están imponiendo un modelo que ya no resiste.

 

 

 

 

 

“Ser antirracista es algo que nos debemos todes como argentines”

“Ser antirracista es algo que nos debemos todes como argentines”

En 2013 se declaró el 8 de noviembre como el Día Nacional de los Afroargentinos y de la cultura afro. Pero más allá de esa moción no hubo políticas de Estado dirigidas a una población que, según lo declarado por el Grupo de Trabajo de Expertos de las Naciones Unidas sobre Afrodescendientes después de visitar el país en marzo, “no goza del pleno disfrute de los derechos económicos, sociales y culturales. La discriminación racial estructural les impide disfrutar de los niveles internacionales mínimos para el desarrollo”.

Blanquear la historia
El Estado argentino que se construyó en el siglo XIX era eurocéntrico y ese rasgo que persiste en la sociedad y en la Constitución que aún hoy promueve la inmigración europea. Los libros escolares nombran únicamente a una sociedad argentina europea, no se enseña sobre el aporte afrodescendiente, en la universidad la información se limita a un pie de página. “En la escuela no nos enseñan sobre nuestros referentes, en la universidad ni siquiera hay una clase donde te digan algo sobre la comunidad afrodescendiente, es difícil crecer y no tener un modelo a seguir”, cuenta Alí Delgado, estudiante de derecho, afroargentino descendiente de caboverdianos, parte de la agrupación antirracista Xangó.
Esta invisibilización y falta de investigación sobre los argentinos afrodescendientes entorpece el diálogo. “Es difícil hablar de esto porque el argentino no se considera racista, a partir de esta invisibilización naturalicé muchas conductas racistas, uno se cría pensando que es todo así y que debe callar la boca y bajar la cabeza”, cuenta Delgado. En línea con lo observado por el Grupo de Expertos de la ONU, habla desde su experiencia: “Somos los más vulnerados, en las aulas de la universidad somos pocos los afrodescendientes, a veces con suerte hay uno o una en el aula”.

Moustafa Sene es senegalés, vive hace 12 as en el país, se nacionalizó argentino y su interés por el aporte afrodescendiente en la historia argentina lo llevó a investigar por su cuenta ya que en clase únicamente se hablaba sobre el aporte de las colonias europeas, pero a los negros que luchaban en las guerras de Independencia no se los mencionaba. “Incluso los soldados y capitanes fueron borrados de la existencia, en el Museo Histórico Nacional que está en Parque Lezama hay un cuadro gigantesco con los nombres de los soldados y el grado de jerarquía, menos los de los negros”, dice. Moustafa resume así el relato común sobre la conformación de la sociedad argentina: “Orgullo de la Argentina genéticamente blanca y un reconocimiento de la población negra que se limita únicamente a mencionar que murieron en las guerras y por las epidemias”.

Redes y antirracismo

Jacqueline Serrano tiene 20 años y participa en actividades colectivas por el antirracismo y la visibilización de la afroargentinidad. Su tránsito por el sistema educativo primario y secundario estuvo lleno de incertidumbre. “Los profesores nos decían que en la Argentina no hay personas negras, supuestamente habían muerto todas, siempre traté de aportar en clase y dar a conocer que esa historia que cuentan no es real, que estamos ahí y seguimos, no es un momento en el que una se reivindica, es todo el día, todo el tiempo”, explica. Jacqueline utiliza las redes sociales para la militancia antirracista y cuenta: “Les jóvenes venimos impulsando esto desde las herramientas que nos son familiares: Instagram, Youtube. El trabajo en conjunto que hacemos nos fortalece y creo que ser antirracista es algo que nos debemos todes como argentines”.

Argentina Federal y afrodescendiente

En Corrientes, Entre Ríos, Chaco y Formosa cada 5 y 6 de enero se realizan los festejos en honor a San Baltasar. Gabriela Caballero es correntina afrodescendiente y explica que “la comunidad afrodescendiente se identifica con él y esos días de enero ayudan a visibilizar a las personas afroargentinas y a problematizar sobre la estigmatización de lo negro”. Gabriela es hija de madre española y padre afroagentino, y explica que si bien en la actualidad el racismo persiste, para las generaciones anteriores era peor. “Mi papá ha tenido que salir a trabajar con su título en mano para que le crean que es ingeniero eléctrico, entonces entiendo que recién ahora, a sus 66 años, se empiece a reivindicar como afrodescendiente. La estigmatización que sufrió fue tan fuerte que a nosotros nos empoderaban desde el punto de vista blanco europeo y no pensando en nuestros familiares africanos y esclavizados, es lamentable que desde 1880 se haya querido borrar nuestra identidad por considerarla barbarie cuando dieron su vida por el país en el que estamos”, afirma.
Uno de los puntos destacados en la declaración del grupo de expertos de la ONU explica que “ Pocos recuerdan que los afrodescendientes estaban en la primera línea de batalla durante las guerras libradas por la independencia de Argentina y en el período inmediatamente posterior. Asimismo, los y las afrodescendientes trabajaron incansablemente en los establecimientos agrícolas en apoyo del crecimiento de la economía argentina”.

Teatro afroargentino

El trabajo de las y los afroargentinos y afroargentinas para visibilizar la discriminación que sufren las personas negras en el país también recorre los teatros. La obra No es país para negras de Todo en Sepia-Asociación de Mujeres Afrodescendientes en la Argentina y dirigida por Alejandra Egido propone problematizar la discriminación en una sociedad que no reconoce su racismo. Silvia Balbuena es décima generación de afrodescendientes argentinas y actriz titular de la obra de Egido. Su tatarabuelo era compositor de tango y por eso también reivindica las raíces afro del género musical que han sido apropiadas y su origen negado. Con Todo en Sepia ha viajado por Latinoamérica presentando y representando obras basadas en hechos verídicos para visibilizar la presencia afrodescendiente en el país. “Cuando estábamos en otro país y les decíamos que las artistas eran todas afroargentinas no podían creerlo, no hay visibilidad sobre el hecho de que Argentina también es afrodescendiente”.

Almorzando con Seynabou Sane

Almorzando con Seynabou Sane

Karambenor nació para dar a conocer la cultura senegalesa en el país y generar recursos para la ayuda solidaria.

Un grupo de jóvenes lleva bandejas de un lado a otro mientras empiezan a llegar los invitados, la cocina del Club Eslovaco es pequeña, pero hacen falta muchas manos para llevar adelante un almuerzo para cerca de 100 personas. Cada vez que alguien entra a la cocina deja escapar por la puerta un aroma que hace que la mayor parte de invitados se empiece a concentrar cerca de la comida. Ibrahima es uno de ellos. Tiene 28 años, estudia Programación y trabaja en una panadería. Hace dos años llegó a Buenos Aires, es la primera vez que asiste a un almuerzo organizado por Karambenor. “Me siento bien, como en familia, además es una gran oportunidad para volver a comer comida de mi país”, cuenta.

Karambenor Argentina nació en 2012 del interés de un grupo de mujeres senegalesas en dar a conocer su cultura y, a la veza como una forma de ayudar a la comunidad tanto en Argentina como en Senegal. Karambenor significa ayuda mutua en diola, uno de los idiomas principales del país. Seynabou Sane, la principal referente llegó al país en el 2000. Explica que la idea nació mucho antes, pero por la cantidad reducida de compatriotas la concreción de Karambenor tuvo que esperar al menos una década. “Recién entonces logramos reunirnos unas 10, hasta llegar a las 15 que somos ahora ”, señala.

Las senegalesas agrupadas en Karambenor son de la región del río Casamance, al sur de su país. Esta zona limita al norte con Gambia y al sur con Guinea Bissau. La vegetación de la parte sur del país  y un río de cuatro kilómetros de ancho que la recorre, mantiene al paisaje de un color verde intenso, que no se encuentra en el norte,  donde está ubicada la capital, Dakar.

Con mucha simpatía, las senegalesas ofrecen comidas regionales y muestran su vestimenta y música típica .

“Cuando viene un senegalés de Casamance a Buenos Aires, lo primero que hace es ver dónde están los de su región, así es como nos conocemos”. Seynabou cuenta que Karambenor tiene entre sus objetivos principales la integración en la Argentina, dar a conocer la cultura de Casamance y también encontrar formas de ayudarse mutuamente. “Cuando llegás a un país extranjero, donde estás solo porque tu familia está lejos, donde no tenés muchos recursos, necesitás apoyo. Entonces Karambenor es una asociación de apoyo económico y también espiritual”, dice.

Lo recaudado en los almuerzos se destina a un fondo de ayuda mutua. “Cuando alguno necesita un crédito pequeño que tal vez el banco no te resuelve, lo otorgamos de ese fondo y el compañero o compañera lo va pagando cómo puede”, agrega. En otros casos, la solidaridad llega hasta Senegal: “No es mucho lo que podemos mandar, pero siempre que podemos lo hacemos”, añade Seynabou.

En la actualidad, la situación de los recién llegados al país es complicada. “La mayoría trabaja en comercio, sobre todo venta callejera, alguno tendrá su local, pero en general es venta callejera y la situación está difícil. Si ya lo es para los argentinos, para nosotros no va a ser menor, pero igual tenemos que ir a trabajar para salir adelante”.

Lo recaudado en cada Karambenor se destina a créditos solidarios otorgados a los miembros de la comunidad. También se envía una parte a Senegal.

En la entrada del salón principal hay un grupo de adolescentes que además de recibir a los invitados están atentas a los pedidos que puedan surgir de la cocina. Se conocieron en las reuniones mensuales que organizaban sus madres agrupadas en Karambenor. Desde hace un par de años han asumido un rol más activo en la agrupación. Se hacen llamar las mini Karambenor; Adamaa (20) Cristina (17), Aissatou (16), Rokhaya (13). “Nos empezamos a conocer en las reuniones, nuestras madres nos llevaban y ahí nos hicimos amigas, nos divertimos mucho cuando nos encontramos”, cuenta Aissatou. Adamaa la interrumpe suavemente con un reclamo amistoso  dice: “Ah, pero en realidad nos tendríamos que juntar más seguido”. Las amigas se ríen y reconocen que, como a todo grupo de amigas, a veces dejan pasar el tiempo sin verse.

En el patio, dos amigos esperan que empiece el almuerzo, Ibrahima tiene 19 años y Omar 18, los dos están cursando el secundario y sus madres también participan en Karambenor. “Me gusta porque hay comida, baile, creo que hasta un desfile de moda”, cuenta Ibrahima y rápidamente aclara que él no participará como modelo. Amadou, de 55 años, entra al salón principal y un grupo de las mini Karambenor se le acercan corriendo mientras le piden: “Tío, tío, comprate un número para la rifa, van a sortear telas y un juego de aros para que le regalés a la tía”. “Estas reuniones hacen que me sienta en África, todos me dicen tío”, bromea él, que llegó a la Argentina en la década de 1990,  cuando  no había muchas personas de Senegal en el país, y actividades como las de Karambenor no existían. Amadou es miembro de la Asociación de Residentes Senegaleses en Argentina y trabaja en una fábrica de papel.  El movimiento de comida saliendo de la cocina le recordó que debía ir a buscar un asiento para almorzar con Karina, su pareja de origen argentino con quien formó una familia.

Karambenores y mini Karambenores empiezan a participar en la distribución de platos. Angelina, de 41 años, está en la entidad desde su inicio, aunque ella es de Guinea Bissau. En su mano lleva uno de los platos más representativos de la cocina de Casamance: chebu jen (carne estofada con zanahoria, morrón, repollo y berenjena acompañada de arroz). Explica que hay dos opciones más: cous cous con carne en salsa de maní y la opción vegetariana: arroz con porotos y vegetales. “Cuando hacemos esta comida nos sentimos como si estuviéramos allá, tratamos de hacer esta actividad cada año, con mucho esfuerzo hemos logrado organizar hasta dos almuerzos anuales.

«Las mujeres tienen más facilidad para hacer comunidad y transmitir los valores”, considera Ousmane.

La comida va llegando a su destino.  Ousmane, de 31 años,  reparte los distintos platos entre los invitados, la mayoría ya espera sentado a que llegue alguna de las tres delicias de la cocina de Senegal del sur.  El joven arribó a la Argentina hace diez años y  cuenta  que  antes de Karambenor no había una agrupación que organizara estas actividades. “Creo que las mujeres tienen más facilidad para hacer comunidad y transmitir los valores, así como para ayudarnos entre nosotros”, considera.

A medida que los platos se vacían, avanzan las actividades preparadas por Karambenor. El percusionista Abdoulaye Badian da inicio a la música en vivo, lo acompañan dos argentinos que fueron alumnos suyos en alguna de las dos escuelas de percusión que fundó Badian en Buenos Aires. El ritmo de los tambores se intensifica. Badian explica que lo que hay es un diálogo entre tambores, una suerte de conversación familiar. El ritmo se replica en los pies de los invitados, que empiezan a moverse con agilidad debajo de las mesas. Algunos se paran y empiezan a bailar. Un aroma a café y clavo de olor viene de la cocina y llega hasta las mesas acompañado de beñé (similar a un buñuelo). De pronto, las Karambenor y mini Karambenor entran al salón, esta vez vestidas con los atuendos tradicionales de Casamance. Las mujeres forman una fila que baila hasta llegar al frente, donde las esperan los tres percusionistas que bajan del escenario para acompañar de cerca los círculos de baile o sabar. Una vez que termina la danza, las mujeres vuelven a formar la fila, siguiendo el ritmo de los tambores que van detrás de ellas e invitando a todos unirse, el baile finaliza -o recomienza- en la vereda de la calle José Mármol, en el porteño barrio de Boedo, a miles de kilómetros donde nació, en el sur de Senegal.