Ya es media ley

Ya es media ley

Tras veinte horas de debate ininterrumpido, la Cámara de Diputados aprobó el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo. Fueron 248 votos en total, de los cuales 131 fueron positivos, 117 negativos y 6 abstenciones.

Mientras en el recinto los legisladores argumentaban a favor y en contra de la legalización del aborto, afuera del Congreso había una concentración multitudinaria a la espera del resultado. Los 37 grados de calor no impidieron que, como en 2018, se llenaran las calles de personas acompañando el debate. El color que se destacó fue el Verde; la consigna ¡Que sea Ley! El calor descendía a medida que avanzaban las horas, no así la cantidad de personas que se encontraban rodeando el Congreso. Bombos y platillos sonaban de fondo mientras la pantalla de la intersección de las avenidas Callao y Rivadavia  transmitía lo que sucedía dentro del recinto. 

Las personas allí reunidas seguían atentas lo que ocurría en el escenario montado frente al Congreso por la Campaña por el Aborto Legal Seguro y Gratuito. Otras bailaban al ritmo de les artistas que sonaban en el escenario montado en la esquina de Callao y Mitre. En los momentos de pausa o donde no llegaba tan fuerte el sonido, nuevos ritmos afloraban de los gazebos de las agrupaciones. La cumbia feminista y el reggaeton acompañaban la ansiosa espera, que se seguía extendiendo como las sonrisas de les participantes. Carolina, joven trabajadora social, formaba parte de esta multitud: “Estoy feliz, tanto tiempo esperando este momento histórico me genera alegría, veo la potencia de estar en la calle todes juntes nuevamente, conquistando nuestros derechos y poniendo el cuerpo donde hay que ponerlo que me emociona”, señaló. 

Baile y atención: cuando en la pantalla se llenaba de discursos en contra de los derechos de las mujeres, en las calles sonaban silbidos y repudios al diputado de turno. Cuando la pantalla transmitía la importancia del derecho a decidir, aparecían los aplausos y cánticos para ese diputade que representaba la ampliación de derechos que se exige con el proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. 

Lara, militante feminista y del aborto legal, estaba atenta a escuchar los argumentos que se exponían en la pantalla. “Estar acá, en la calle nuevamente por el aborto legal me genera varias emociones. Por un lado es un pesar, como algo que quedó en el tiempo, como un reclamo del pasado, parece un chiste que tengamos que seguir explicando por qué es fundamental la legalización de un derecho tan necesario. Por otro lado, me llena de emoción, orgullo y alegría sentirme parte de un colectivo enorme que no bajó los brazos nunca, que peleó y peleará por nuestros derechos, deseos y sueños todos los días con respeto, con escucha al otre, siempre ampliando, siempre hacia adelante”, refexionó.

 

Fue una alegría contenida que toda junta se encontraba, hacía muchos meses la ola feminista no inundaba las calles de la ciudad. Desde el confinamiento por la pandemia del virus COVID-19, donde hubo que mantener distancia social, el movimiento se vio directamente afectado. Es en la calle, entre todes y a los gritos, que esta marea supo construir una voz fuerte para que los políticos y los gobiernos atiendan las problemáticas que hacen que haya una muerta, por su sola condición de mujer, cada 31 horas.

Este intervalo, durante el período de distanciamiento, no implicó una desarticulación, sino más bien, una vista en perspectiva de la fuerza de las feminidades en la calle que conforman la lucha. Fuerza que pudo trasladarse a la virtualidad, a través de redes sociales, la Campaña por el Aborto Legal Seguro y Gratuito, agrupaciones y  colectivos feministas, inundaron las redes sociales con la consigna  “Alberto tenés un atraso”, ejerciendo presión para que el Presidente incluyera en la agenda del Congreso, el debate de la ley para este año.

Sin olvidar la importancia del cuidado de la salud en contexto de pandemia, tampoco hay que olvidar que esta ley atiende un problema de salud pública. Un aborto legal en vez de clandestino, será una práctica segura que evitará miles de muertes de mujeres y cuerpos gestantes que buscan interrumpir de manera voluntaria sus embarazos.

La presión tuvo sus frutos y se presentó el proyecto junto con el “Plan Mil Días” de acompañamiento a las madres y niñes hasta los tres primeros años de sus hijes.

El proyecto que ayer obtuvo media sanción, autoriza la interrupción del embarazo hasta la semana catorce (inclusive) de gestación. Una vez solicitado deberá ser efectuado en el plazo máximo de diez días corridos. Asimismo, se establece que la práctica deberá ser incluida en el Programa Médico Obligatorio (PMO) para garantizar la cobertura integral y gratuita tanto del sector público como de las obras sociales y prepagas.

El proyecto del oficialismo tiene algunos puntos salientes en relación con el proyecto de la Campaña por el Aborto Legal Seguro y Gratuito. Los diputados que promueven el aborto legal, introdujeron cambios al proyecto de la Campaña en lo referido a la objeción de conciencia de las instituciones sanitarias privadas para facilitar su sanción en el Senado.

Se establece que los centros de salud privados o de seguridad social que no cuenten con profesionales para realizar la interrupción del embarazo por objeción de conciencia, deberán prever y disponer la derivación a un lugar de similares características, donde se realice efectivamente la prestación. Se aclara que «en todos los casos se debe garantizar la realización de la práctica» y que «las gestiones y costos asociados a la derivación y el traslado quedarán a cargo del efector que realice la derivación».

También se incorporó que, para los casos de menores de 16 años que decidan abortar, se requerirá su consentimiento y se procederá conforme lo dispuesto en el artículo 26 del Código Civil y Comercial, que indica que «la persona menor de edad ejerce sus derechos a través de sus representantes legales». Para las menores de 13 años, se exige la asistencia de al menos uno de sus progenitores o representante legal.

 

El debate estuvo dividido no tanto por colores políticos de los representantes sino por sus convicciones individuales. Afuera estaba la multitud, separada en dos bandos separados, que reflejaba esta división. Con un vallado en el medio de la plaza, desde Rivadavia hacia Corrientes, se ubicaron quienes apoyan la ley, representades con el pañuelo verde de la Campaña, el glitter y el baile de la multitud. Del otro lado, de avenida Entre Ríos hacia la avenida Belgrano, quienes se posicionan en contra, con pañuelo celeste, rosarios y crucifijos de la Iglesia católica.

A las 7.23 de la mañana se realizó la votación y estalló la ovación de la multitud que se encontraba del lado verde del Congreso. Fue un canto de alegría por la ampliación de derechos que plantea el avance en esta media sanción. “Estamos en un momento importantísimo de la historia, un antes y un después.  Diputados dió la media sanción y esta vez esperemos que el Senado esté a la altura de las demandas del pueblo”, expresó Lara.

Una de las últimas oradoras fue la diputada del Frente de Todos Gabriela Cerruti: “Cuando una ley se construye sobre los reclamos de las organizaciones y los colectivos, cambian los paradigmas”. La voz de un megáfono confirmaba esta reflexión: “¡Estamos haciendo historia compañeras!”

El tratamiento del Senado se estima que será el 29 de diciembre. Aun si se aprobara, la lucha no terminará en esa votación, como aseguró la joven militante: “Una vez que sea ley, este poderoso colectivo se tendrá que sentar a seguir debatiendo, a ampliar el horizonte, porque esto recién empieza”.

“El covid nos obliga a retomar el concepto de salud comunitaria”

“El covid nos obliga a retomar el concepto de salud comunitaria”

La cuarentena en Argentina atraviesa la semana número diecinueve, el aislamiento obligatorio, aunque más flexible, se sostendrá -por lo menos- hasta el 16 de agosto. El 31 de julio, a través de una conferencia de prensa, el presidente Alberto Fernández junto a Axel Kicillof, gobernador de la provincia y Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno de Ciudad de Buenos Aires,  anunciaron la extensión del confinamiento. Reforzaron, una vez más, la importancia de “quedarnos en casa” para el cuidado y la prevención en la propagación del virus, como lo sugirieron en las fases anteriores. 

En los barrios populares de la Ciudad de Buenos Aires, el distanciamiento social se hace más difícil. Situaciones de hacinamiento habitacional en los inquilinatos y viviendas; cocinas, baños y espacios comunes compartidos entre muchas personas que imposibilitan el aislamiento total. El trabajo a distancia no es posible por las debilidades en la conectividad de la red de internet y quedarse en casa no es opción cuando los salarios se perciben de forma informal. Algunas familias amortiguan el impacto con el cobro del IFE (Impuesto Familiar de Emergencia) y muchas otras, con irregularidades en la documentación, deben exponerse al virus para llevar alimento a sus hogares ¿Cómo es el accionar de los vecinos de los barrios para enfrentar la pandemia?

En este tiempo de cuarentena, e incluso desde antes de la pandemia, en el barrio Rodrigo Bueno la organización de la comunidad fue el paliativo para responder a las falencias estatales y las consecuencias agravadas por el contexto. Es un barrio con pocos habitantes en comparación a otras villas y asentamientos de CABA. Sin salita de emergencia pero con mucha organización vecinal, desde el inicio de la cuarentena los vecinos reforzaron la red de cuidados. Promotoras de salud, cocineras de ollas populares y otras figuras, hicieron de la voluntad de ayudar la salvación para que la situación no sea aún más crítica. 

El rol -voluntario- de las promotoras de salud es indispensable para hacer nexo entre el Estado y el barrio. Gloria Sánchez es una de ellas, forma parte del Club Rodrigo Bueno, y junto con otras organizaciones del barrio, se organizaron al inicio de la pandemia para tomar medidas de prevención frente al virus y todas las complicaciones que trae aparejadas.

“Al ser un barrio chico, nos conocemos todos y eso ayuda a trabajar y abordar varias cosas: acompañar y contener familias, hacer seguimiento social. Antes el Covid significaba muerte, el aislamiento significaba dejar las casas solas, muchas personas no se querían irse y eso nos dificultaba el cuidado, pero se pudo resolver hablando con los vecinos para que cuiden las casas de los que se iban al aislamiento, también con la presencia de la policía, para poner custodia y que tengan vigilancia”, detalla Sánchez.

El vínculo y la coordinación del cuidado van más allá del barrio, el CESAC 15 que está en San Telmo suma acciones de prevención para personas de riesgo que no pueden acercarse al Centro de Salud a buscar medicamentos. “Hicimos una vinculación con el IVC (Instituto de Vivienda de Ciudad) y el CESAC para tomar los datos de las personas con enfermedades crónicas y llevar medicamentos a los domicilios. También entregamos leche a menores de seis años y personas embarazadas”, explica la promotora del Club Barrio Rodrigo Bueno.

María Vilca, además de promotora de salud, es líder de la mesa política de Rodrigo Bueno y cuenta cómo se estructura la organización barrial: “No somos de organizaciones políticas sino vecinas organizadas. Nos sumamos como promotoras de salud por la necesidad de la comunidad, más allá de no tener contrato del Ministerio”.

La situación sanitaria encuentra organizadas a las vecinas que se incorporan como promotoras porque vienen cubriendo, desde hace años, los baches estatales. Desde el 2012 que se acercó una brigada de salud al barrio, reclaman un espacio para atención, pero las prioridades del Ejecutivo porteño parecen ser otras: “Acá hay mucha población de riesgo, han fallecido muchos en el barrio antes de llegar al Argerich, que es el hospital más cercano”.

En este sentido, la pandemia funcionó como una oportunidad porque, a partir del Plan DetecAr, los vecinos pudieron pudieron conectarse con el Ministerio Salud para sellar el compromiso de crear una salita de primeros auxilios en la zona.

El DetectAR es un dispositivo de búsqueda activa de contactos estrechos con personas con Covid-19 que se insertó en el barrio frente a los primeros casos que aparecieron. El objetivo es la detección temprana del virus para luego aislar a las personas positivas y a los contactos estrechos durante diez días.

Rosario Cárdenas, antropóloga y trabajadora social que lleva adelante el DetectAR en CABA, cuenta cómo se implementa el programa en Rodrigo Bueno: “Nos encontramos con un barrio en el que las organizaciones estaban predispuestas a colaborar y donde se podía trabajar bien porque había un lenguaje común en la búsqueda de cuidado”.

Para los trabajadores del DetectAR, la pandemia también es una oportunidad para acercar un concepto de salud diferente. Dado el contexto, la salud se ubica fuera de la salita por la necesidad de distancia social y, además, no para cuidarse del virus no hay medicinas ni vacunas: solo responsabilidad social y colectiva. “El Covid 19, en cierta forma, nos obliga a volver a retomar el concepto de salud más comunitario, se desarma la concepción médico-paciente y se habla del concepto de salud relacionado con un comportamiento grupal, en familia. El programa está planteado con la ayuda de la comunidad porque si no se colabora en el barrio no se puede”, reflexiona Cárdenas.

La asistencia biopsicosocial del Estado que acompaña al dispositivo “DetectARr” en barrios populares busca dar herramientas para el cuidado físico como el uso del barbijo, el alcohol en gel, el descanso nocturno y los horarios de las comidas, muchas veces alterados sin la rutina diaria, interrumpida por la cuarentena.

Los integrantes del equipo DetectAr también abordan el cuidado emocional que merece la pandemia. Zulema Meyer, coordinadora del equipo, explica: “El miedo es normal, pero en este momento donde los medios de comunicación hacen que la gente tenga más miedo de lo común, muchas personas no salen por nada, se quedan encerradas en cuatro paredes sin ventanas, sin sol y eso es perjudicial también”. El trabajo del equipo de salud biopsicosocial, ofrece ideas o herramientas de cuidado para enfrentar el virus: en las capacitaciones se hacen ejercicios de respiración, algo rítmico, se comparten poesías y otras herramientas artísticas. “En general lo toman bien, hay gente que lo toma como algo disruptivo, hay un 20 por ciento que se enoja porque lo entienden como pérdida de tiempo, pero después se vuelve algo cotidiano que lleva pocos minutos y lo agradecen”, dice Meyer.

Dentro de las propuestas alternativas para la salud, aparece el uso de formas tradicionales y ancestrales de tratamiento de dolencias y cuidado, como las hierbas medicinales, yuyos, infusiones, entre otras que están en la cotidianidad de las familias y que es bueno visibilizar y compartir. Porque así, además de darle la validez que generalmente la medicina tradicional subestima, se fomenta la importancia de la autonomía en la salud “prestar atención a las propias dolencias y síntomas pueden darnos autonomía en nuestro cuidado y esto genera libertad”, agrega Meyer. 

La pandemia motivó, también, una mayor vinculación terapéutica de los vecinos con los agentes de la salud estatales. “Antes de la pandemia, cuando hacíamos convocatorias en los centros de atención primaria a la comunidad, la gente no iba, a partir de esta situación muchos se acercaron a escuchar e informarse y lo aprovechamos para hablar de cuidados frente al Covid-19, pero también de otros cuidados que debe haber al interior de una comunidad, otros temas que se resuelven con la organización”. 

Desde que llegó el coronavirus al barrio, se impulsó un importante trabajo en red: “Hay referentes políticos, hay agentes del Estado pero el trabajo es conjunto”, señala Meyer.

Violencia de género

Otra ayuda que se sostiene gracias a la organización de las vecinas es la contención a las víctimas de violencia de género. Desde que inició el aislamiento preventivo y obligatorio muchas mujeres se encuentran encerradas con sus agresores. En el barrio Rodrigo Bueno se dictaron más de 20 perimetrales y hubo un sinúmero de denuncias por violencia. Desde la mesa de mujeres organizadas se cubren las falencias del Estado como pueden dicen: “Somos 65 mujeres que tratamos de contener y ayudar, ponemos nuestras propias casas para resguardar a mujeres porque la línea 144 de atención a mujeres no resuelve. Te dice cómo llegar a hacer la denuncia pero luego no acompaña. Dicen que la policía va a sacar al agresor y después, si los vecinos no están al tanto, estás sola y en riesgo”, explica María Vilca, referente del espacio.

También cuenta que, en el caso de que la denuncia se haga efectiva aparecen otras complicaciones, porque nadie determina cuánto dinero le debe enviar por cuota alimentaria el agresor a la víctima, ni la forma de hacerlo llegar. “Y si nos basamos en la ayuda estatal, la situación no es mejor. Desarrollo Social da 250 bolsas de alimento cada 15 días y somos 3.500 personas. Desde todas las organizaciones solicitamos un tratamiento prioritario para las víctimas de violencia de género, porque ni siquiera figuran como tal y no se puede priorizar su situación y son mujeres que necesitan el alimento ya”.


Aquí aparece nuevamente el barrio respondiendo. El comedor comunitario que tiene Desarrollo Social, está cerrado por casos de covid-19. Si no fuera por organizaciones con merenderos, o las ollas populares la situación sería más alarmante aún. Ramona Carballo es vecina del Rodrigo Bueno y cocinera los días sábados. Prepara ollas de comida elaborada que se distribuyen desde el espacio del bachillerato popular del Hormiguero. “El panorama general es un desafío diario, mi participación es por la necesidad y la inquietud de poder resolver problemáticas de las más simples, que parecen estar al alcance de la mano, como tener un plato de comida, y no lo están. También mi rol es acercar las emergencias barriales a quienes tienen que dar respuestas”.

Carballo celebra la organización barrial pero llega a la conclusión de que son siempre mujeres las que toman las tareas de cuidado y prevención. Reconoce que socialmente está habiendo un cambio a favor de visibilizar el rol de la mujer, pero esto no hace que los varones tomen tareas, siguen cargando la responsabilidad de cuidado de familias y de la comunidad. “Se ve que nosotras somos más fuertes para contener, para acompañar. Me emociona ver vecinas sin conocimiento de salud pero que igual salen a patear el barrio, a correr riesgos por el cuidado de la comunidad. Tanto nos dijeron que nos quedemos en nuestras casas lavando platos y limpiando y ahora que hay que salir a acompañar, somos las primeras en poner el cuerpo, en colaborar entre nosotras porque siempre estuvimos atentas de generar red”,

También tiene expectativas de que la pandemia sirva, al menos, para recuperar la tolerancia entre vecinos, la importancia de los hábitos de higiene y salud y que gane visibilidad las faltas estatales que cubren: “Acá estamos haciendo un tremendo trabajo de ser la membrana de contención para que la situación no se desborde. Muchos perdimos laburo y otras situaciones que nos tienen aguardando con paciencia, por encima de todo está esperar que esto pase con las menores consecuencias y poder tomar nuestras tareas cotidianas”, concluye Carballo. 

El trabajo a realizar es grande y riesgoso, el compromiso de los vecinos sigue siendo acompañar. Las mujeres de los barrios son las que motorizan accionan y resuelven las problemáticas de la comunidad y que sin obtener reconocimiento ni compensación, sostienen día a día su labor. “Vamos a seguir haciendo porque ya está en nosotras seguir colaborando, esperamos algún día ser reconocidas”

Campo de Mayo: segunda audiencia virtual

Campo de Mayo: segunda audiencia virtual

De los 22 acusados, 13 no tienen condena previa y 9 ya han sido sentenciados por otros delitos de lesa humanidad.

La Megacausa  por los crímenes cometidos en Campo de Mayo se reanudó ayer con la segunda audiencia virtual de testigos por el caso conocido como “Ferroviarios”.  Jorge Catnich declaró por el secuestro y desaparición de su hermano Juan Carlos y de su cuñada, Leonor Landaburu. Nora Beatriz Montarcé, testimonió por el secuestro y desaparición de su padre Enrique Pastor Montarcé y su madre Iris Beatriz Pereyra. 

Las declaraciones de ayer, como la de la semana pasada, fueron familiares de desaparecidos obreros ferroviarios de la empresa Ferrocarriles Argentinos, en su mayoría militantes de base de los ramales Mitre y Belgrano, algunos de ellos integrantes de la Juventud de Trabajadores Peronistas. 

El 31 de agosto de 1977, Juan Carlos Catnich y Enrique Pastor Montarcé fueron detenidos cerca del mediodía en los galpones ferroviarios de José León Suárez, donde trabajaban. A las pocas horas se llevaron de su domicilio a Iris Beatriz Pereyra, esposa de Enrique, y a Leonor Landaburu, compañera de Juan Carlos Catnich, quien estaba de reposo absoluto por su embarazo de ocho meses.

Hubo al menos 323 víctimas que pasaron entre los años 1976 y 1978 por el Centro Clandestino de Detención y Exterminio Campo de Mayo y fueron secuestradas en la Zona de Defensa IV. Los jueces Daniel Omar Gutiérrez, Silvina Mayorga y Nada Flores Vega juzgan a 22 militares, de los cuales 13 no tienen condena previa y 9 ya han sido sentenciados por otros delitos de lesa humanidad. En esta causa están imputados los represores Carlos Javier Tamini, Carlos Eduardo José Somoza, Hugo Miguel Castagno Monge, Carlos Francisco Villanova, Luis Sadí Pepa y Santiago Omar Riveros.

Nora Montarcé tenía dos meses cuando desaparecieron sus padres.

Palabra de hermano

El primero en enterarse de la desaparición de Juan Carlos Catnich fue su padre a través de un colega ferroviario, en San Juan, dado que en ese momento residía allí, lejos de su hijo. Fue quién hizo llegar la dolorosa noticia a Jorge Catnich. 

De la desaparición de su cuñada se enteraron por María Esther Landaburu, la hermana de Leonor, que vivía junto a ella en un departamento en el barrio porteño de Flores. Cuando volvió del trabajo, encontró colillas de cigarrillo en la puerta de la casa y al entrar, las cosas revueltas y el departamento vacío, su hermana no estaba. “Suponen que entraron con las llaves de Juan Carlos, porque la cerradura no estaba forzada y las llaves de Leonor estaban dentro”, declaró Jorge Catnich.

Luego de enterarse de la desaparición de Juan Carlos y Leonor, Jorge Catnich y su padre viajaron a Buenos Aires para averiguar sobre el paradero de Juan Carlos y su esposa. Allí se encontraron con el hermano mayor de Leonor, Roberto Landaburu, con quienes presentaron los primeros habeas corpus y denuncias correspondientes.

El padre de Juan Carlos se acercó a José León Suárez  para iniciar averiguaciones. “No acompañé a mi papá porque ser joven y estar averiguando este tipo de cosas también era sospechoso”, explicó Jorge. Compañeros de trabajo de Juan Carlos le contaron que el 31 de agosto alrededor de las 11 de la mañana se presentaron dos personas de civil diciendo que eran policía de tráfico, que los acompañen porque los necesitaban para declarar por un conflicto en Retiro. Adelantaron que no era nada grave, y que en dos horas estarían de vuelta. Pero nunca volvieron.  

Tiempo después Jorge Catnich volvió a Buenos Aires. “La persona que había avisado a mi padre en San Juan sobre la desaparición de mi hermano me pasó el contacto de un tal Zamora, compañero de militancia que después supe que era dirigente del gremio de la Fraternidad. Habían compartido una reunión días antes de su desaparición y cuando se enteró lo acontecido se escondió en el Tigre, fui a visitarlo a ver si tenía más información pero él no sabía nada”.

La búsqueda continuaba, sin embargo no lograban dar con el paradero de Juan Carlos. Tiempo después, Jorge volvió a Buenos Aires y pidió ayuda a un oficial de la Policía Federal, Felipe Jalil, casado con una prima de su madre: “Nos pasó a buscar un chofer y nos llevó a un edificio de la policía para averiguar por mi hermano. Mientras esperaba, por la ventana que daba al playón de estacionamiento del edificio, vi cómo cargaban camionetas con armas. Me asusté mucho al ver con mis propios ojos la impunidad con la que se manejaban. Por mi hermano, me recomendó que dejara de insistir, que lo mejor que podía hacer era volver a San Juan”.

En averiguaciones futuras, gracias a la recomposición de relatos e información brindada por testigos, familiares y organismos de Derechos Humanos, llegaron a la conclusión que habían sido llevados a Campo de Mayo. “Ese mismo día, más temprano, se habían llevado de su casa a (Egidio) Battistiol y a su familia, parece que era una avanzada contra un grupo de ferroviarios militantes y sus familias. Luego soltaron a Ema Battistiol y Sandra Battistiol bajo amenaza de muerte y mucho tiempo después ellas declaran haber visto a una mujer vestida tal cual estaba mi cuñada, Leonor Landaburu, el día que se la llevaron”.

La declaración de Jorge Catnich terminó con un pedido de justicia, para que los culpables cumplan condena en cárcel común perpetua y efectiva. También celebró la adaptación del juicio al formato virtual ya que, pese a la situación extraña en la que se llevó a cabo la audiencia, “ha llegado de una vez y bienvenida sea”

Palabra de hija

Al mediodía del 31 de agosto de 1977, junto con Juan Carlos Catnich, detuvieron a Enrique Montarcé en los galpones ferroviarios de José León Suárez. Por la tarde secuestraron a su compañera, Iris Pereyra, que luego de darle un beso en la frente, despidió a su hija de dos meses para siempre.

Con la autorización del juez para tener entre sus manos una foto de sus padres y la compañía física de una persona, Nora Beatriz Montarcé -hija de Enrique Pastor Montarcé e Iris Beatriz Pereyra- declaró sobre la desaparición forzada de sus padres. 

Nora tenía dos meses cuando se los llevaron. La información provista por su abuela materna Beatriz Vivero, quien la cuidó y crió desde entonces, le permitió conocer lo ocurrido ese día y también recuperar la información sobre sus orígenes. 

Beatriz Vivero y Roberto Alside Pereyra, los abuelos de Nora, vivían en San Cristobal, Santa Fe. Allí recibieron un telegrama desde Buenos Aires que decía “mamá volvé pronto”. Viajaron a ver qué pasaba. Cuando llegaron a la casa de su hija Iris, encontraron que estaba deshabitada. Los dueños del terreno (que vivían al fondo) tenían en brazos a su nieta. “Ellos le contaron a mi abuela lo que había pasado: varios autos blancos cortaron la calle Pasteur de la localidad de Pacheco, ingresaron al domicilio y robaron todo, hasta mi DNI, hasta los recuerdos, no dejaron nada”.

Luego, tras un golpe en la cabeza con el dorso de un arma, metieron a la fuerza a su madre en un baúl del auto y, antes de irse, dejaron un papel con la dirección a la que debían llevar a Nora. “Los dueños del terreno no encontraron esa dirección y volvieron, quedé a su cuidado hasta que apareció mi abuela”.

A partir de allí Beatriz Vivero, la abuela de Nora Montarcé, inició una incansable búsqueda sobre el paradero de su hija y de su yerno. “Fue ella quien de puño y letra inició un habeas corpus apoyada por mi padrino, el doctor Santillán. Me decía que gracias a mí seguía adelante, que yo era el motor para levantarse día a día y continuar”. Nora describió la valentía de su abuela y la de otras madres y abuelas en esta búsqueda. Fueron ellas quienes lograron que se publicara en el diario la lista de desaparecidos donde figuraban su padres y muchos jóvenes más. “También se organizaron para hacer la denuncia a distintos espacios de la Iglesia. Hicieron una carta al cardenal del momento, hasta hicieron petitorios al Papa. También mi abuela paterna hizo la denuncia correspondiente a la CONADEP”.

Dónde llevaron a Enrique Pastor Montarcé e Iris Beatriz Pereyra se supo mucho tiempo después, gracias al trabajo de organismos de Derechos Humanos y a sobrevivientes y testigos que en su momento aportaron información y declararon haber visto un grupo de ferroviarios y sus compañeras y familiares en “El Campito”, uno de los centros de reclusión en Campo de Mayo. Fueron Lorena y Flavia Battistiol, integrantes de Abuelas de Plaza de Mayo e hijas de Egidio Battistiol y Juana Colayago –los primeros secuestrados de la caída de los ferroviarios-,  quienes se acercaron con esta información a Nora Montarcé. 

Para cerrar la declaración, Nora leyó una carta que condensa años de dolor, de búsqueda y militancia. En ella agradeció especialmente a Abuelas de Plaza de Mayo, a las hermanas Battistiol, y a otros sobrevivientes que están dando testimonio para dar luz con memoria verdad y justicia a una realidad oscura. Agradeció también a su abuela Beatriz, quien lamentablemente murió sin saber el paradero de su hija. Mencionó la importancia de conocer la propia historia y lo doloroso que resulta la existencia de desaparecidos en democracia. “Seguimos soñando con un mundo más justo, más solidario, donde no haya tanta desigualdad. No podemos permitirnos ni un poco dudar sobre esto, tenemos que creer que es posible, porque ese era el sueño de mis padres, ese era el sueño de una generación y el mío también, por eso tenemos el legado de continuar lo que ellos comenzaron”. Como sello final del documento, una consigna que atraviesa la memoria de toda la sociedad: “¡30.000 compañeros detenidos desaparecidos, presentes, ahora y siempre!”