El volante tiene cara de mujer

El volante tiene cara de mujer

Después de Érica Borda, doce mujeres se anotaron en el Registro de Mujeres Aspirantes a Choferes de Colectivo.

Érica Borda logró ser chofer de la Línea 130 después de una batalla legal de ocho años. Finalmente, el Poder Judicial falló a su favor exigiéndole a la empresa que el 30 por ciento de su plantel sea femenino. También obligó al Gobierno nacional que tuvo que crear el primer Registro de Mujeres Aspirantes a Choferes de Colectivo (REMACC). Una historia de lucha -sobre ruedas- por la paridad de género.

Son las 12 del mediodía en la cabecera de Boulogne de la línea 130. Hay siete choferes terminando de almorzar en el comedor cuando entra Érica, que lleva la misma campera y camisa azul que sus compañeros.

– Pero mi camisa es más femenina, tiene pinzas- dice Érica que también tiene los ojos delineados con negro y usa un pañuelo rosa, aunque tiene el que le dio la empresa, con rombos celestes y verdes, guardado en la cartera.

Borda saluda a sus compañeros, uno por uno, mientras guardan sus tuppers y se van levantando. Érica toma una servilleta y empieza a juntar las migas que dejaron en las tres mesas del comedor. Los demás la miran. Hay un chofer que sigue sentado, pero cuando Érica limpia su mesa, se levanta y afirma entre risas:

– Esto es lo que les toca a las mujeres. 

– ¡Qué hijo de puta!- dice alguien desde el fondo.

«No aceptar a las mujeres sería retrógrado», afirman los compañeros de trabajo de Érica Borda.

En un terreno en el que las mujeres fueron históricamente excluidas, Érica abrió camino. Y no es esta la primera vez. Ya había sido conductora de la línea 140 durante doce años hasta que la echaron sin motivos, en 2011. Entonces, buscó trabajo en otras líneas pero la respuesta era siempre la misma: “No tomamos mujeres”. Cansada de la discriminación, presentó junto a la  Defensoría General de la Nación una acción de amparo contra el Estado Nacional y tres empresas de colectivos: Los Constituyentes SAT; Transportes Avenida Bernardo Ader S.A. y Transporte Escalada SAT.

Borda tenía dos pretensiones: la primera de naturaleza individual, reclamaba la protección del derecho subjetivo a obtener trabajo como chofer de colectivo; y la segunda, de dimensión colectiva, con el fin de que las empresas readecuaran sus políticas de selección y contratación de personal, de forma tal que cesaran con las prácticas discriminatorias hacia las mujeres. También, solicitó la anulación del Convenio Colectivo de Trabajo Nº 460/73 de la Unión Tranviarios Automotor (UTA), ya que no contempla a las mujeres como trabajadoras. En el texto se refiere a ellas como las esposas de los trabajadores o quienes alumbran a sus hijos o hijas.

– Inicié el proceso para las que venían, no para mí. No quería que otra mujer sufriera lo mismo que yo- explica Érica que tuvo que buscar otra profesión para mantener a sus cuatro hijos. Estudió enfermería y ejerció durante dos años.

– El trabajo de enfermera es diferente porque implica un esfuerzo físico y mental muy grande. Hay que atender al paciente y contener a la familia. Además, el sueldo de enfermera es casi la mitad que el de un colectivero.

Borda señala que los 15.000 pesos que cuesta el curso de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte es prohibitivo para una mujer.

La defensa de las empresas demandadas se estructuró sobre la base de que los hombres son quienes conducen porque han sido casi los únicos que se postularon para desempeñar esa tarea. Esta afirmación da cuenta de la desigualdad estructural que sufren las mujeres en un mercado laboral sesgado por estereotipos de género.

Recién en octubre de 2018, la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo dictó una sentencia definitiva que dio lugar al reclamo colectivo. Condenó a las tres empresas demandadas a que confeccionaran un Protocolo de Buenas Prácticas en la selección de personal y les exigió la contratación, en el futuro, de personal femenino hasta alcanzar el cupo del treinta por ciento. También, el Tribunal instó a los poderes Ejecutivo y Legislativo a que adopten medidas apropiadas para revertir la discriminación por género.

En línea con el mandato judicial, en enero de este año, el Gobierno nacional creó el Registro de Mujeres Aspirantes a Choferes de Colectivo (Remacc) para que las empresas lo consulten al momento de convocar a nuevo personal. Borda fue le primera inscripta y hoy ya son doce. Sin embargo, Érica advierte sobre el problema que tiene el Registro: “Para anotarte tenés que tener el curso de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) que sale alrededor de 15 mil pesos, más los tres mil de la licencia profesional. Antes del fallo, las mujeres no hacían el curso porque invertir 18 mil pesos era regalar la plata para un puesto de trabajo que no tenías. Y ahora, la mayoría de las mujeres que pueden inscribirse quedaron solas o tienen cargas de familia. ¿De dónde van a sacar 18 mil pesos?, se pregunta.

Por eso, aunque Borda ya cumplió su objetivo, sigue luchando para que se les pueda otorgar un subsidio a esas mujeres. También, se creó un listado alternativo para ellas que ya cuenta con 30 inscriptas.

– Mi deseo es que sea más natural ver a una mujer manejar el colectivo- confiesa Érica. 

Para sus compañeros, que manejen hombres o mujeres es indistinto.

– No aceptar a las mujeres sería retrógrado- afirman. 

– Yo sabía que me iban a recibir bien. No noté rechazo-  asegura Érica.

– El tema es cuando se va, ahí sí le sacamos el cuero- agrega uno de los choferes y todos se ríen.

Para el delegado Ariel Martínez, las bromas y chicanas son “una forma de aceptación”. Sin embargo, Érica se encarga de dejar las cosas en claro:

– Yo no vine a ser conflictiva, pero voy a defender lo mío. 

Y defender lo suyo también implica definirse como chofer o conductora, pero no colectivera:

– Dentro de este rubro decir colectivera es referirse a la acompañante, la “novia” del chofer. A mí no me ofende en realidad, pero prefiero aclararlo.

Desde que Érica se incorporó a la empresa, en abril, el único cambio que tuvieron que hacer los choferes fue en la forma de hablar. 

– Ahora hay que tener más recaudo, pero es un lindo desafío que empiecen las mujeres acá- explica el chofer Martínez.

Ya hay otras tres mujeres en la Línea 130, una manejando y otras dos haciendo las prácticas.

Después de Érica, fue contratada Sabrina Gutiérrez y, actualmente, hay otras dos mujeres haciendo las prácticas. Los pasajeros ven la incorporación de las conductoras con buenos ojos. Explican que las mujeres frenan más suave y tienen más consideración. Según la Asociación Civil Luchemos por la Vida, las mujeres conducen en forma más segura que los hombres y se cuidan más (usan más el cinturón de seguridad y el casco). La tendencia de los varones a arriesgarse en las calles y rutas tiene como resultado que siete de cada diez víctimas de tránsito en el país sean hombres. Los datos demuestran la falsedad del dicho “mujer al volante peligro constante”.

– No sé si decir lo que dicen de los varones… – les comenta Érica a sus compañeros-. El otro día subieron acá, en Ader, dos mujeres y lo primero que dijeron fue: “Tenía que ser mujer para que arrimara al cordón”.  Se ve que algunos no están bien vistos.

– Pero también estamos los buenos… yo estoy casado con una pasajera, así que tan mal no me porté- retrucó Martínez. 

Ya son las 13, Érica tiene que partir. Pasa por el control, toma la planilla de los horarios y va al colectivo que comparte con el chofer de la mañana. Se abrocha el cinturón e inicia el recorrido. 

– Me quiero comprar un parlantito porque si no tengo música me pongo a cantar sola. Es que con el tráfico te volvés loca-  cuenta Érica riendo. 

Ni bien sale de la terminal está la prueba de fuego: la curva de la Avenida Rolón.

El colectivo pasa con lo justo, pero Érica ya le agarró la mano.

– Hoy los colectivos tienen caja automática y sistema hidráulico. La única diferencia con un auto particular es la dimensión. Pensar que el cuerpo de la mujer no está preparado para manejar colectivos es quedarse en el tiempo.

Unas paradas más adelante sube una señora mayor. 

– A Munro- dice y apoya la tarjeta Sube en la máquina. Cuando está por pasar al fondo se detiene y le dice a Érica con una sonrisa: 

– Nunca vi a una mujer chofer, la felicito.

– Ahora nos va a ver un poquito más- retruca Érica.

 Es un día tranquilo, no hay tráfico. Érica va dos minutos adelantada. Si llega a la terminal de La Boca con esa anticipación serían dos días de suspensión.  

– No pasa nada, ya nos va a agarrar un semáforo o una parada con mucha gente y compensa.

En la parada neurálgica de Retiro hay una fila larguísima.

– ¡Cuidado la puerta por favor!- dice Borda y sigue. 

Después de dos horas, llega a La Boca bien de tiempo. Tiene diez minutos para descansar. Come un sándwich, toma un vaso de gaseosa y arranca. A lo largo del día, dará dos vueltas completas, algo así como ocho horas y media. 

– Ahora hay más tráfico, en un rato empiezo a cantar- comenta Érica.

En la siguiente parada sube una mujer que la mira sorprendida.

– Es la primera vez que tomo el 130 y hay una mujer, ¡bienvenida!- le dice tomándola del brazo.

Y Érica vuelve a responder:

– Ahora nos va a ver un poquito más. 

«Sobreviviendo»

«Sobreviviendo»

En 2002, ocho operarios evitaron el vaciamiento y pusieron a funcionar la imprenta. Ahora, cuenta con 10 trabajadores.

El rubro de la gráfica es un sector muy golpeado por la crisis económica que afronta la Argentina en los últimos años. En este panorama, la fábrica recuperada Artes Gráficas Chilavert no es la excepción. Con una deuda con Edesur que ronda los 950 mil pesos y la consecuente amenaza por parte de la empresa de cortar la luz, el futuro de la cooperativa se encuentra en peligro.

El taller situado sobre la calle Chilavert del barrio de Pompeya es inmenso. Presenta una planta baja donde se encuentran las máquinas antiguas de corte e impresión y un piso superior donde se hacen distinto tipo de actividades comunitarias. El ruido de las impresoras es intenso entre las ocho y las cinco de la tarde, horario pautado para la jornada laboral. Los recortes de papel y cartón recubren el espacio, algunos amontonados de forma ordenada, otros en contenedores y también se esparcen sobre el suelo.

Cuando se recuperó la fábrica se hizo con ocho trabajadores, de los cuales continúan trabajando en el taller dos. Sin embargo, el número se extendió a diez personas que se encargan de diversas tareas. De ellas -impresión, corte, encuadernación y administración-dependen sus ingresos. A veces se quedan más tiempo del estipulado y otras, trabajan algún sábado para que todos puedan llegar a fin de mes. Sin embargo, hoy el dinero no alcanza. “Sobrevivimos, la realidad es esa, nuestro retiro es miserable: estamos cobrando entre doce y catorce lucas”, reconoce Martín Cossarini, que lleva diez años trabajando en la empresa recuperada.

Cada mes, llega a Chilavert una factura de 90.000 pesos de luz.

La situación económica actual del país es compleja y afecta enormemente a las cooperativas. Con el incremento de las tarifas de servicios públicos, el mantenimiento de muchas fábricas recuperadas se vuelve insostenible. A eso se suma una tasa de desocupación que escala al 10,1%, según el informe del primer trimestre de 2019 del INDEC, lo que implica  que dos millones de argentinos se encuentran desocupados.

En este marco, el golpe se hace evidente en el rubro de la gráfica. “De la encuadernación no hay laburo –comenta Cossarini- Bajó mucho todo lo que es el mercado editorial. En parte por el desplazamiento digital y en parte por las políticas públicas.” A su vez, Ernesto, encargado del Área de Administración de la fábrica comenta: “Ha bajado el nivel de demanda de lo que nosotros producimos, que son libros y revistas. La gente está preocupada por lo básico: cuando no tiene plata en el bolsillo, primero la gasta en comer, después, en vestirse.”

Cossarini comenzó a trabajar en la gráfica y continúa hasta la fecha por una convicción política. De joven militó en el centro de estudiantes de su secundario y vio nacer al Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas durante la crisis del 2001. Artes Gráficas Chilavert fue una de las fábricas que durante el 2002 tuvo un intento de vaciamiento dado que la firma Gaglianone, antigua propietaria, pensaba retirar la maquinaria y declarar la quiebra. Al enterarse, los trabajadores ocuparon el espacio y aguantaron allí durante siete meses. Finalmente, gracias a la obtención de una ley de expropiación, la fábrica pasó a estar en sus manos.

Sin embargo, la ocupación difícilmente se hubiera llevado adelante sin un hecho que marcó la historia de la fábrica y permitió que el trabajo continúe. Ernesto González, uno de los trabajadores que vivió el pasaje de empresa privada a recuperada, contó que al ocupar la fábrica, el juez a cargo dio la orden de que podían permanecer allí pero que no podían trabajar y una guardia policial escoltaba, entonces, la puerta del taller. Dado que tenían un encargo grande de libros que se debían presentar en la Feria del Libro el 25 de mayo del 2002, un vecino les dio una idea. “Rompimos el huequito que ahora está tapado con ladrillos –cuenta González- y por ahí sacamos los libros con ayuda del vecino del otro lado y después lo volvimos a tapar, lo disimulábamos con el cuadro. Fue la noche del 24 y el 25 a la mañana sacamos los libros y se pudieron presentar. Así comenzó y después empezamos a entrar y sacar trabajo. Duró hasta que logramos la tenencia legal de este lugar.”

«El sábado 13 de julio, a partir de las 13, habrá un festival solidario en la puerta del taller (Chilavert 1136).

En diálogo con ANCCOM, Cossarini reflexionó sobre las ocupaciones de fábricas: “Ha sido una gran escuela para la clase trabajadora, sirvió para comprobar que tiene la fuerza. En definitiva, lo que genera riqueza es el trabajo propio. El tema es que después se hace muy difícil pero no tiene que ver con la cooperativa. Eso es porque estamos en una sociedad capitalista y no hay manera: la autogestión termina en el portón de la fábrica, vos salís y tenés que comprar papel y no está a precio cooperativo, está a precio dólar.”

La deuda de la gráfica Chilavert alcanza los 950 mil pesos y cada mes, entre factura e intereses, la cuota a pagar ronda los 90 mil pesos. “Hoy estamos remando y cada vez el bote se llena más de agua”, suspira Nelson Darín, otro trabajador de la fábrica. “No es que no queremos pagar, se nos hace imposible”, remata Daniel Suárez, quien trabaja en la imprenta desde 1984. Además, en el espacio funciona también un bachillerato popular y el Teatro Comunitario Pompeya. Ambos, en igual situación de peligro.

Sobre el futuro, las palabras de González son alentadoras: “Tenemos confianza de que vamos a salir adelante porque en una situación incluso más difícil en la que estaba cuestionada la existencia misma del lugar logramos sortearla, entonces por qué no vamos a hacerlo de vuelta. Ahora con más experiencia, más gente y más fuerza.” En este sentido, Martín agrega que “existe un ejemplo concreto de que un grupo de trabajadores pudo salir adelante sin necesidad más que de coordinarse. Y esto desmiente una gran mentira que construye este sistema que es que si no hay un patrón vos no podés trabajar.”

Como plan de acción de resistencia a la amenaza de corte de luz de Edesur, la cooperativa planeó un festival para unir fuerzas con otros actores afectados y dar visibilización a la situación. Será el sábado 13 de julio a partir de las 13 en la puerta del taller (Chilavert 1136, Nueva Pompeya). En la jornada tocarán la Orkesta Popular Sam Bomba y Vértigo López, habrá un buffet económico y también se presentará el teatro comunitario.

 

#TélamSeDefiende

#TélamSeDefiende

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Las y los trabajadores de @somostelam continuan su lucha frente a la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo para exigir que la justicia ratifique la ilegalidad de los 357 despidos. Mariano Suárez, delegado de @cgitelam le cuenta a ANCCOM Noticias sobre la situación actual del conflicto #TelamSeDefiende

El Bauen, otra vez en peligro

El Bauen, otra vez en peligro

El pasado sábado 22 de junio, un hito histórico podría haber tenido lugar: tras 16 años, el Hotel Bauen tenía previsto reabrir las puertas de su sala de teatro con la presentación de la obra Yo, Feuerbarch, protagonizada por Manuel Callau y Francisco González Gil. Sin embargo, a horas del estreno, volvió a ser acorralado por la amenaza de desalojo. Este viernes vencerá el plazo que el Juzgado Nacional Comercial N° 9 le otorgó para llegar a un acuerdo con la empresa Mercoteles, que reclama la propiedad del inmueble. “Es una situación muy compleja e incierta”, revela Federico Tonarelli, vicepresidente de la cooperativa de trabajadores que gestiona el hotel.

Desde hace 15 años, el Bauen atraviesa una conflictiva situación. Luego de la quiebra declarada en el 2001, el emblemático edificio ubicado en la Avenida Callao fue recuperado por sus trabajadores, pero el litigio con los anteriores dueños nunca logró resolverse. Hasta el día de hoy, el espacio funciona de manera autogestiva como una coordinación de cooperativas: allí se albergan la redacción de las revistas Cítrica y La Garganta Poderosa, el colectivo teatral El Descubridor y un almacén del Movimiento Popular La Dignidad. Junto con la del hotel, estas cinco organizaciones suman 200 personas a cargo de distintas tareas.

Luego de reiterados pasos por la Cámara de Apelaciones y por la Corte Suprema, en el 2016 se logró sancionar la ley 27.344, la cual establecía la expropiación del establecimiento a favor de la cooperativa. La medida podría haber solucionado la situación, pero a fines de ese año el presidente Mauricio Macri decidió vetarla mediante el Decreto 1302/2016. “Eso retrotrajo la causa judicial nuevamente a foja cero, y nos volvió a dejar en situación de desalojo”, recuerda Tonarelli.

Si bien hubo nuevos intentos para revertir este panorama, la Corte rechazó el último recurso extraordinario que se presentó en diciembre del año pasado, por lo cual la propiedad y el empleo de los trabajadores están en peligro. La semana pasada, la jueza María Paula Hualde los convocó a una audiencia para comunicarle que, en el lapso de siete días hábiles, debían intentar llegar a un acuerdo con la vieja patronal. Esto implicaría que la cooperativa abandone el edificio a cambio de un resarcimiento económico. “Ellos tendrían que pagarnos una suma millonaria que no están dispuestos a ofrecer, por lo cual va a ser prácticamente imposible”, aclara el vicepresidente.

Una vez finalizado el plazo, que vence las primeras dos horas de este viernes 5, se podrá proceder al desalojo mediante una notificación previa, pero no está claro cuál será el camino a seguir: “A ciencia cierta, nadie sabe qué haría la jueza una vez que se venza este plazo; si nos daría 48 horas, si esperaría a que pasen las elecciones para ver el panorama general –dice Tonarelli-. Veremos cómo reacciona el juzgado”.

Por lo pronto, desde la gestión actual del Bauen se presentó una petición en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, explicando que el veto de Macri cercena el derecho al trabajo de quienes ponen el cuerpo e invierten en el hotel hace más de una década. Además, presentaron un nuevo proyecto de ley en el Congreso, “un calco de aquél que se aprobó en 2016”, señala Tonarelli, pero al ser este un año electoral, la coyuntura nacional no los favorece.

Frente a la tensión y la incertidumbre, los trabajadores también lanzaron una campaña en sus redes sociales, “Todxs por el BAUEN”, que busca visibilizar la situación actual para masificar el apoyo. En uno de los videos institucionales publicados, la presidenta Eva Lossada arenga a sus compañeros y al resto de la población a seguir defendiendo la propiedad del inmueble: “Es una gran familia esto de las cooperativas. Si nosotros no nos sostenemos, no nos sostiene nada, entonces tenemos que seguir adelante y luchar por esto que es algo digno. Como se dice, ‘lucha, cultura y trabajo’”.

Luján baja las persianas

Luján baja las persianas

En lo que va del año, en Luján se perdieron 1.800 puestos de trabajo industriales.

Luján concentra uno de los polos textiles más importantes del país. Sin embargo, en 2019 ya cerraron Sportech y Tecnosport, dos empresas tercerizadas. La primera trabajaba para Adidas y Puma, y la segunda para Nike. En tanto, la suba del dólar, las tarifas impagables y las consecuentes suspensión de la producción y cese de la actividad laboral son los principales problemas en Algoselán Flandria. Por su parte, en la planta de Estampados Rotativos los despidos son masivos: la baja del mercado interno y prácticas empresariales autoritarias encuadran el conflicto. ANCCOM recorrió la zona y habló con los diferentes actores involucrados: la Asociación Obrera Textil (AOT), los empresarios y los trabajadores, todo en el marco de una crisis que ya dejó sin empleo a 1.800 personas en el distrito.

En Sportech, un grupo de trabajadores está en juicio, mientras la Justicia habilitó a que una cooperativa de ex empleados pueda reabrir la otra planta que tenía la firma en Villa Lynch. Otros se reinsertaron laboralmente. De todos modos, coinciden que la situación es  desesperante. En estos meses, la inflación agudizó la crisis económica y los más golpeados son los nuevos desocupados. Un ex trabajador, que reservó su identidad, comentó su experiencia: “A principios de 2017 empezó la reducción de producción y por ende de personal, al punto de cerrar uno de los dos galpones del taller. A principios de 2018 empezaron a pagarnos con atrasos, en cuotas, y estuvimos prácticamente un año así. A mediados de 2018 empezamos a parar, a hacer reclamos, porque no se sostenía más. El 2 de enero de este año fuimos a trabajar y nos encontramos con un cartel de quiebra. Obviamente trucho porque estaban en plena feria judicial. A partir de esa fecha quedamos todos en la calle”.

En 2019, cerraron las textiles Sportech y Tecnosport, ubicadas en el Polo Industrial de Jáuregui, en las afueras de Luján.

Tecnosport era una empresa radicada dentro del Parque Industrial Villa Flandria, localidad cercana a Luján. Carlos Di Forti, empresario y presidente del parque, manifestó: “Es una empresa que sufrió mucho el tema gremial porque tuvo unos empleados bastantes belicosos, a pesar de ser una de las que mejor pagaba dentro del rubro textil, teniendo en cuenta que la industria del calzado y la nuestra no pagan mucho. Esta empresa era sumamente cumplidora, tenía todo en orden y ese fue el primer golpe que tuvimos dentro del parque”.

Sin embargo, el hombre de negocios reconoció: “También se dio una gran caída de la demanda porque los precios que tiene este tipo de mercadería son prohibitivos para el común de la gente, porque una zapatilla de marca Nike es cara. Antes se podía vender en doce cuotas y ahora eso se terminó”. Y agregó: “También hay que decir que era una empresa brasileña, de mucha calidad empresaria, muy profesional e invirtió mucho dinero. Se fue poniendo mucha plata y perdió bastante. Pregunto ¿van a venir las inversiones cuando este señor dueño de la fábrica, la cierra por medidas económicas y presión sindical?”

Jonatan Salvarezza comenzó a trabajar en la fábrica en 2018, y luego de dos entrevistas quedó seleccionado para el puesto de operario de producción. Los horarios laborales eran de 7 de la mañana hasta las cuatro de la tarde, de lunes a viernes. En la línea de producción hacían zapatillas y botines para la marca Nike. Recordó: “No podías parar un segundo, si querías ir al baño tenías que pedir permiso a los encargados. La línea no paraba de producir. Solamente parábamos cinco minutos cada cuatro horas para dar una vuelta a la línea y hacer unos ejercicios innecesarios. El tiempo para almorzar era de media hora, de 12 a 12:30, pero desde que salíamos de la línea y volvíamos, eran veinte minutos en total. El trato con los jefes siempre fue un saludo y nada más. Como en cualquier empresa, solamente éramos un número”.

En cuanto a su salario mientras trabajó en esa fábrica, dijo: “No me alcanzaba para nada, el sindicato del calzado no acompañó nuestros reclamos y pedidos. Hoy en día aumenta todo, menos el salario, y el de Tecnosport, menos todavía”.

De los 400 empleados que tenía Algoselán Flandria, quedan solo 250.

El conflicto también llegó a Estampados Rotativos, cuyos propietarios evitaron dar comentarios a los medios de comunicación. Los trabajadores sufren la inestabilidad laboral y exponen su realidad. “Hace dos años que nuestro salario viene corriendo atrás a los precios. En el rubro textil, el salario es bajo. Por suerte, pude terminar mi casa hace unos años. Ahora no llego a fin de mes”, expresó un trabajador, quién prefirió resguardar su nombre, que trabaja en Estampados.

Ignacio Lopolito, secretario gremial de la AOT, fue partícipe en la pelea por los despidos masivos en la fábrica. “La conflictividad aquí se da por las prácticas empresariales -explica-, son empresarios que no aceptan y no quieren la presencia del sindicato porque nos oponemos a algunas cosas que ellos hacen que no corresponden. El último conflicto se dio porque querían pagarles a través del artículo 247 (implica pagar la mitad de la indemnización a  los 19 despedidos) cuando no estaba aprobado el recurso de crisis preventivo. Hubo una baja de producción con relación al mercado interno, capacidad ociosa, máquinas paradas, propio de la crisis del sector textil”.

Por otro lado, Algoselán Flandria tenía 400 empleados y ahora solo 250. Se eliminaron 150 puestos de trabajo a partir de marzo de 2018.  Di Forti, dueño de la fábrica y presidente del Parque Industrial Villa Flandria reconoció que “nosotros arrancamos el año pasado de una manera durísima, dónde se hicieron todos los ajustes gruesos de tarifas y un salto muy grande del dólar. Eso implicó que en poco tiempo los costos se trasladen a las materias primas, eso a los precios al público, y paralelamente los aumentos de salarios quedaron retrasados. Entonces el poder adquisitivo bajó muchísimo y el mercado prácticamente desapareció”.

“Desde la Cámara Textil y el sindicato entendimos que tenemos que ir de la mano en este contexto de crisis», dijo Bianchi.

La relación entre empresarios y trabajadores es por naturaleza conflictiva porque se reparten inequitativamente las ganancias y las pérdidas. Para el dueño de Algoselán, los reclamos tienen su parte de razón. “¿A dónde se van a quejar? A la gente que lo emplea. Por otro lado, las empresas estamos con mucha inflación y vendemos muy poco. En nuestro caso, competimos con empresas grandes y multinacionales, que están en el interior. El caso de Alpargatas, por ejemplo, despidió a mil trabajadores y así ni se animan a preguntar por el aumento salarial.”

Sobre los números recientes, el empresario aseguró que “en marzo se vendió más o menos, porque de noviembre en adelante fue lamentable, fueron muy pocas las ventas, a un nivel que si no repuntaba, todo el mundo pensaba lo peor. En marzo, se levantó un poco, pero cubrimos los costos con febrero. Y el dólar después se disparó, las tarifas de servicios subieron… y lo de marzo lo cobramos recién entre mayo y junio. Cuando repusimos, fue menos de lo que vendimos. Lo mismo pasó con lo que facturamos en abril. Lo vamos a hacer durante julio y no tenemos con qué comprar”.

Por su parte, Rodolfo Bianchi, presidente de la Cámara Textil de Luján, comentó el vínculo con los sindicatos y expuso su apreciación: “Desde la cámara textil y el sindicato entendimos que tenemos que ir de la mano juntos en este contexto de crisis, junto con una parte de la política que hoy es la oposición. La crisis unifica, todos nos colgamos del barco porque sentimos el peligro de desaparecer”.

Nadie puede negar la crisis textil. Pero el problema principal son los nuevos desocupados que todos los días son noticia. A los que están adentro de la fábrica les cuesta pagar la olla, los que están afuera se cuelgan la máquina de cortar el pasto o prenden la parrilla al costado de la calle para vender un chori o una bondiola. Así es la estética de la recesión en modo 2019.