Durante cuatro años, Claudia Sandina fue su propia asistente, encargada de casting, investigadora, guionista, productora ejecutiva y, además, directora. ¿De qué? De Vida Poeta el documental que revive al gran poeta del tango Homero Expósito, innovador en el género, creador de un método (“Cancionística”) para enseñar a escribir canciones. La directora multitareas reveló a ANCCOM cómo fue el proceso de realización interrumpidos por la pandemia, y cuáles fueron los desafíos que le plantearon el presupuesto reducido y ocupar seis roles a la vez. Este jueves, el documental de Sandina se presenta en el Gaumont.
¿Cómo surgió la idea de hacer el documental?
Fueron cuatro años. Empecé a trabajar en octubre del 2017 porque pensaba hacer un documental para noviembre de 2018, que se cumplían cien años del nacimiento de Homero Expósito, pensando que en un año lo iba a terminar. El tema de hacer un documental es porque al ser audiovisual hoy tiene mayor alcance, puede tener más visibilidad que un libro. Primero empecé con la investigación, que fue un proceso largo. Entrevisté a su familia, a las personas que lo conocieron, como Raúl Lavié, y fui a SADAIC, donde entrevisté a Atilio Stampone. También busqué material de archivo, fui al Archivo General de la Nación, al Museo del Cine y a la Biblioteca Nacional, y encontré otros documentos, como diarios y revistas de la época donde había entrevistas a Homero. Lo fui conociendo desde su propia voz, a través de las entrevistas que le hacían, y me fui deslumbrando, porque antes no lo conocía a Homero. Siempre la investigación te enriquece, porque vas conociendo al personaje, conociendo e interpretando la época en la que él vivió, porque Homero fue el producto de una época.
Expósito, autor de reconocidos tangos como Naranjo en Flor, Flor de lino, Afiches y Percal, nació en 1918 en la localidad bonaerense de Campana, pero vivió en Zárate. Fue la época dorada del tango en la década del ‘40, con su explosión artística y cultural, la que vio nacer sus más de 700 obras, entre las que se encuentran las colaboraciones con su hermano Virgilio, Astor Piazzola, Héctor Stamponi, Aníbal Troilo y Armando Pontier, entre otros.
¿A quiénes entrevistaste de la familia?
A Mónica, la sobrina, hija de Virgilio Expósito, y a Nelly, su esposa. Parte de la familia Expósito está en Zárate, donde está Mónica, y parte en Buenos Aires, donde vive Nelly. Ellas me abrieron entusiasmadas las puertas a la documentación que tenían de él. Fui al lugar de Homero, filmé en Zárate y en Buenos Aires. El aporte de la familia fue muy importante.
Claudia Sandina es contadora pública, pero su pasión está en la investigación histórica. Su primer acercamiento al tango fue a través del baile, pero la investigación y la escritura la introdujeron plenamente en el mundo tanguero. Estudió dramaturgia con Ricardo Halac, guión con Michelina Oviedo y dirección de actores, que la convirtieron en autora de obras como Discépolo, historia de un poeta (2011).
¿Después de la investigación, cómo seguiste?
Después de la investigación, el segundo paso fue construir un guión. Yo me formé en Guionarte, creo que eso es importante. A veces se cree que un documental no necesita un guión. Y el guión es una estructura gramatical que potencia la creatividad, porque vos sabés que al construirlo tenés que tener una línea dramática para que fluya la estructura. Y en Vida Poeta todo fluye, quienes lo han visto me han dicho que la construcción del relato los mantiene atentos todo el tiempo, y que van descubriendo todo el tiempo algo, además de emocionarse. Eso es el resultado de un guión, que sufrió muchas modificaciones por razones de producción, o porque a veces he tenido que parar un momento y después retomar.
Y presentaste el proyecto al INCAA…
Y una vez que lo escribí, presenté el proyecto. Fue la primera vez que presenté un proyecto para pedir financiamiento, porque todo lo que hice siempre fue autoproducido y autofinanciado, siempre lo hice yo. En este caso, quería encarar un largo documental, pero era muy costoso hacerlo, y también mi idea era despertar el interés del INCAA —Instituto de Cine y Artes Audiovisuales—. Una vez que presenté el proyecto, seguí manteniendo contacto con los que pensé que iban a ser entrevistados, y después se sumaron otros. Y me lo aprobaron al año siguiente, así que empecé a filmar al año de haber presentado el proyecto, en 2019, con un presupuesto de la línea digital del INCAA.
¿Trabajaste con un equipo reducido?
Fue reducido, solo dos actores y una pareja de baile. Participaron Lucila Díaz Colodrero, Malena Armelin y Facu Argañaraz. También hubo músicos y cantantes. Conté con la presencia de Jacqueline Sigaut, que grabó un disco en homenaje a Anibal Troilo en 2012, y el Negro Falótico, que es zarateño y grabó un disco homenaje a Homero Expósito. También estuvo presente Anibal Corniglio con su guitarra. La música estaba ya grabada de orquesta, pero también incluí escenas artísticas con música en vivo. Fue un gusto contar con ellos. Son cantantes de primer nivel que se sumaron a la movida. Y también hay recreaciones ficcionales, que ayudan a imaginar cómo era la vida de Homero, donde se representa al Homero joven, recreado por Eliam Pico, y al Homero adulto, por Daniel Sansotta. Fue muy lindo trabajar con ellos, todos colaboraron y estaban muy entusiasmados. También participaron la Academia Nacional de Tango, la Academia Porteña del Lunfardo y otros artistas. Fue muy rico en ese sentido. Y en mi caso, yo cumplí varios roles, aparte de escribir y dirigir, fui mi propia asistente, hice la producción ejecutiva, hice el casting. El trabajo de investigación sí fue un trabajo bastante solitario.
¿Cómo contactaste a los bailarines?
Daniel Sansotta es un amigo, lo conocía de sus clases. Colaboró mucho, fue un gusto recibir su colaboración. Fue muy emotivo porque él es bailarín de tango y docente, además de actor, que era algo que yo buscaba, se conectó muy bien con Homero y su poesía. Fue muy lindo compartir con él. Estoy muy contenta con lo que logramos. A Lucila Diaz Colodrero, la bailarina, la conocí porque me contacté con el CETBA, el Centro de Tango de la Ciudad de Buenos Aires, donde Eric Dinzel me la presentó a Luli y también se copó. Ella tenía un estilo que me gustaba, de jovencita, para recrear escenas de una supuesta novia de Homero.
¿Fue un proceso largo? ¿Cuánto duró?
Sí, fue un proceso largo, duró mucho. Empecé en octubre de 2017 y lo terminé a mediados de 2021. Fueron cuatro años. Después, empecé a filmar en agosto de 2019 y terminé a fines de 2020, con períodos interrumpidos por la pandemia. Filmé en dos momentos distintos porque no podía hacer todo junto, y cuando vino la pandemia tuve que parar. Después retomé. Y tuve un año de espera para empezar a filmar hasta que me aprobaran el proyecto en el INCAA, pero ese año lo aproveché para hacer otras cosas, para seguir investigando, fluyendo, buscando. Yo soy de trabajar mucho, hice todo lo que estuvo a mi alcance en los tiempos en que pude hacerlo. El proceso de montaje fue muy largo también, yo pensé que lo hacía en un mes y estuve cuatro meses. En el transcurso hubo interrupciones, y es algo que pasa siempre con este tipo de proyectos chicos. Fue un gran esfuerzo de producción.
¿Qué es lo que te interesaba dar a luz con Vida Poeta?
En el caso de Vida Poeta es el primer documental de un poeta del tango. Hay documentales de músicos y cantantes, pero no de poetas del tango. Entonces lo que me propuse es hacer un documental que ponga en valor la poesía del tango. Porque las letras de los tangos siempre fueron consideradas un arte menor, y en el caso de Homero hay un estudio, una disciplina, un trabajo en la construcción de la poesía que es maravilloso. Quise revalorizar la poesía. Y seguí una línea biográfica y poética. Hablo de la vida de él y de cómo fue su recorrido, además de su obra. Lo que me interesó fue mostrar no solo la obra, sino al ser humano Homero Expósito, la persona que hay en el artista. Al hacerlo en una línea biográfica, hablo de él, de sus sentimientos, de sus valores y de cómo sostuvo su vocación. Eso es lo que se desliza en el documental. Lo mejor que tuvimos, y que tenemos, hay que mostrarlo y conocerlo.
Se dice que él fue innovador en el género…
Homero Expósito fue un hombre de mucho estudio. Estudió Filosofía y Letras, aunque no se recibió, y creó un método que se llama “Cancionística”, que en los años ‘70 lo enseñaba en SADAIC para aprender a escribir canciones. Aportó al tango una forma de escribir con metáforas, por eso se dice que fue un renovador e innovador. Es una poesía muy trabajada. Creo que a través de la obra de Homero también se habla de todos los poetas, más allá de que su poesía fue especial. Hay mucha riqueza y mucho trabajo en lo que él hacía. Y el tema de si él era un letrista o un poeta también me interesó deslizarlo a través del documental. Homero fue un poeta, por eso esta revalorización.
El tango, en pleno siglo XXI, está más vivo que nunca. Desde hace 25 años, la movida tanguera argentina es un espacio en permanente expansión, repleto de nuevos músicos, intérpretes y compositores. Cantores y cantoras que revitalizan al género con sus voces e instrumentaciones. Orquestas que no le temen a la experimentación, tanto en la música como en las letras de sus nuevas canciones. Es marcada la incorporación de una lírica referida a la ciudad y un lenguaje completamente nuevos pero sin llegar a desvincularse del tango tradicional, con raíz lunfarda, con capacidad para decir cosas de la actualidad pero sin forzar ni la contemporaneidad ni lo histórico.
La lírica clásica del tango, bastante más nítida, hoy es actualizada en un registro más oscuro y con problemáticas abiertas que pueden hablar incluso de derechos humanos o de lo urbano como algo alienante.
Según el filósofo, ensayista y músico Gustavo Varela, “el tango actual tiene idas y vueltas. Tiene una vocación de salir hacia adelante que viene de los años 90, marcados por el cosmopolitismo. En ese universo de reunión, aparece como una novedad y a partir de ahí empieza a desplegarse un tango que es nuevo y un tango viejo pero está interpretado por los nuevos. Así se abrió una buena puerta para el género que posibilitó la aparición de figuras importantes, como Lidia Borda, el Chino Laborde o el Negro Falótico, y después hay orquestas muy buenas que traen una novedad musical inédita”.
Diego De Charras, guitarrista de La Trifulca, profesor y exdirector de la Carrera de Ciencias de la Comunicación (UBA) plantea: “No hay tantos relatos de historias que empiezan y terminan en una canción como había en el tango clásico. Hoy, las letras son un poco más oníricas y cercanas a las letras de rock, más compuestas sobre la base de imágenes y puesta en escena que, necesariamente, de relatos de una narrativa lineal de acciones”.
¿Qué es lo que atrae a tantos jóvenes al tango desde los 2000 hasta acá? De acuerdo a Julián Peralta, pianista y compositor y uno de los principales referentes del tango contemporáneo, ex Orquesta Fernández Fierro y actual director de Astillero, “lo que sucedió es que en los 90 aquello que se suponía que era lo que teníamos que escuchar, el rock, fue perdiendo su rol contestatario y parte de mi generación lo notó y optó por otras alternativas musicales como manera de plantarse ante la vida. En mi caso particular se dio con el tango”.
Por supuesto, hay experimentaciones. tangos de ruptura, orquestas con búsquedas musicales que se distancian del tango tradicional, no solo porque no tocan tangos clásicos sino, también, porque su composición se distancia de ellos en lo que respecta a estructura musical y rítmica. En este punto se puede ubicar a Astillero, La Orquesta Julián Peralta o a Alto Bondi. También distintas formaciones de voces, letras y composiciones que pueden ser con guitarras o con otros tipos de instrumentos en donde se plasma una nueva búsqueda de la canción tanguera, letras humorísticas o políticas que juegan con temáticas que no son clásicas del tango.
Por ejemplo, el Quinteto Negro La Boca elabora las letras de aguda crítica social, intencionadamente, política y metafórica pero siempre girando en lo social, llegando incluso a musicalizar textos de Osvaldo Bayer o mixturando su música con la de grupos y solistas de otros géneros. También, en artistas como China Cruel o Marisa Vázquez, se puede oír una disposición feminista en sus letras. En este sentido, en los últimos años, también tuvo lugar una impugnación a tangos clásicos. “Hay muchos tangos que se han dejado de cantar, por ejemplo ´Tortazos´ o ´Cuando me entrés a fallar´. Podríamos hacer una larga lista de tangos clásicos que ya, prácticamente, no se cantan más por su fuerte contenido machista”, cuenta De Charras.
En cuanto al acceso efectivo de las mujeres en el ámbito del tango, la cantora y compositora Vicky Di Raimondo considera que “el ambiente del tango no es más machista que una oficina o que un grupo de rock. Pero creo que eso ya cambió y no hay vuelta atrás. Yo no quisiera que hubiera que sacar una ley para que las mujeres tuvieran participación equitativa en festivales pero entiendo que esas discusiones son necesarias. La Ley de Cupo Femenino en los festivales vino a equilibrar”. La cantora agrega: “No creo que el creciente acercamiento de las chicas al tango tenga que ver con que ha dejado de ser machista sino con que, desde unos años a esta parte, hay un acercamiento a la música popular en general. Hoy podés ver orquestas que tienen igual cantidad de hombres que de mujeres. Incluso, Altertango que es un proyecto en el que estuve muchos años, estaba liderado por dos mujeres. Hace unos años no era tan común”.
A pesar de todo lo que se señala, aún existe un imaginario social que relaciona al tango con un género representativo de épocas pasadas. Eso genera que a muchos de los protagonistas de hoy no se los aprecie en su justa medida. Como reflexiona el cantor y compositor Alfredo Tape Rubín: “Todo depende de dónde te pares: si para vos el tango terminó en 1950, todo lo demás te va a parecer de baja calidad. Pero, aunque hay oportunistas, hay gente que trabaja muy bien, con mucha honestidad. Al tanguero tradicional el oportunismo y lo que no suena bien no le gusta porque en el tango tradicional, hasta 1950 o 60, hubo una alta calidad interpretativa”. El artista explica: “Las condiciones de trabajo actuales nos hacen más difícil mantener en ese nivel la calidad interpretativa. Esto se debe a que se han naturalizado ciertas maneras de trabajar, en las cuales los músicos, aunque hagan bien lo suyo, no ganen guita”.
¿Y cuál es el público del tango de hoy? Según De Charras “hay un público joven que viene siguiendo a las orquestas y ese es uno de los rasgos más interesantes, porque es un público que no consume exclusivamente tango, es un público que generalmente consume rock y tango.”
En este punto, Pablo Bernaba, bandoneonista, director y compositor del Quinteto Negro La Boca, detalla: “El público es muy heterogéneo. Lamentablemente, la cantidad de público no es acorde a la cantidad de producción que hay. A veces hay más músicos que gente. Romper con el estigma de que ‘el tango es cosa de viejos’, es una batalla que esta nueva generación del tango viene dando hace 20 años. Algo que se está dando pero que en la sociedad no se leyó mayoritariamente.”
En ese sentido, el músico señala: “El tango en la actualidad es un género under, por eso, marco la similitud con el punk. Tenemos que ver más con eso que con la estética de los locales de tango for export o lo que propone Tinelli”.
Otro de los problemas que se evidencia es el de la falta de difusión en medios masivos, como señala Julián Peralta: “Hay páginas en Internet que tienen sus programas de radio pero todo es muy under en estos momentos. A mí me gustaría que hubiera formas de comunicación masiva pero en los medios no hay esa búsqueda de difundir cultura”. Ni siquiera en la principal FM del tango, La 2×4 (92.7 MHz), el tango actual puede romper el cerco para alcanzar la masividad. Al respecto, el cantor y compositor Juan Pablo Serén cuenta que en este contexto de pandemia: “[A la 2×4] le acercamos la propuesta de cubrir material de tango nuevo porque eso implicaba un ingreso para los artistas por SADAIC, y nos dijeron que la línea artística de la radio tiene que ver con el tango clásico y lo nuevo va recién en la trasnoche. En nuestro caso, el material está disponible en todas las redes sociales para quien está en la búsqueda”.
Como sea, el tango sigue siendo esa música que nos define como ninguna otra y es, al decir de Peralta, “una música sincera y profunda, un lenguaje que nos puede representar como ninguno. De la primera a la última nota habla, claramente, de nosotros. Me parece una música súper potente e interesante para indagarnos. Es increíble que un género popular tenga esa profundidad”.
Y, se puede agregar, que esté tan vivo, latiendo en cada compás del bandoneón o el tañido de las guitarras y en las gargantas de sus cantores y cantoras. A pesar de los siglos, nos sigue esperando en los arrabales oscuros de los paisajes urbanos. Estemos atentos para redescubrirlo.
Llevaba un vestido negro, corto, que contrastaba fuertemente con su piel blanca y su tímida cabellera rubia. La buscó con la mirada y se rió un poco, levantando apenas el hombro derecho. Ella la entendió y aceptó, sin dudar, mientras se corría apenas el mechón castaño que le tapaba el rostro. Una mano reposando sobre la otra en lo alto, una palma sosteniendo su espalda, un suave apretón en el hombro. Comenzó el compás violento de D’Arienzo y aquella marcó la salida. Ella la siguió de la forma en que acompañan quienes bailan como se respira. Sus dos piernas delicadas y pálidas, descubiertas apenas por su pollera suelta, se mezclaban con las de su pareja y trazaban un camino propio entre abrazos ajenos. Un vestido negro y un vestido amarillo, yendo y viniendo, florituras de un zapato sutil en el aire, un ocho elegante con la mirada serena un poco agacha.
Así pueden moverse los cuerpos, ese es el sonido que suele acariciar las paredes en este edificio que desde el 2008 se convirtió en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. Nadie olvida, de todas formas, donde está parado: pabellón de armas, Centro de Estudios Estratégicos, Escuela de Guerra Naval fue este edificio dentro del predio de lo que supo ser la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). “Discépolo decía que el tango es un pensamiento triste que se baila. Si uno se pone a pensar en todo lo que pasó acá, bueno, es una gran tristeza colectiva. Y el hecho de poder juntarse, encontrarse y reconstruir esos lazos que rompió la dictadura a través del baile es una forma, entiendo yo, de sanar esa herida colectiva”, razona Tito Bertellotti, quien organizó el cierre de su taller anual de tango con una clase abierta a todo el público. Allí donde supo enseñarse la guerra, donde repiqueteaban los tacazos de botas furiosas, esa noche se aprendió la evocadora caminata porteña.
Sin embargo, los últimos cuatro fueron años muy duros para “El Conti”. A eso de las 19 se corrieron las mesas del pequeño buffet y se encendieron dos reflectores de luz amarillosa. Lentamente iba llegando la gente. “Yo si vienen veinte personas, estoy contento”, comentaba Tito con prudente emoción. Fueron muchos más, pero el número no importaba. Había una sensación de desahogo, de haber sobrevivido. Antes de comenzar la clase, reunió a todos en un círculo, tomó el micrófono y abrió con un breve discurso: “Hace cuatro años que venimos haciendo el taller de tango en la Esma. Fueron cuatro años muy difíciles para todos, para todos los trabajadores del espacio y para el pueblo argentino en general. Y bueno, ahora ya lo estamos haciendo en otro marco, en otro contexto, y creo que un poco más felices todos. Así que espero un buen augurio y un buen comienzo para otros cuatro años de tango y de baile en el Conti”.
Dejó el micrófono a un lado y cambió de semblante: era hora de empezar con la clase. El musicalizador, un trabajador del centro cultural, puso un tango con el volumen bajo y Tito propuso un par de ejercicios de relajación. Mujeres y muchachas, hombres mayores y jóvenes descontracturaban el cuello y relajaban los hombros, elongaban con los dedos de las manos tocando la punta de los pies -en la medida de lo posible- y aspiraban hondo para despabilarse de todo mal pensamiento.
Se trataba, a no olvidar, de otra clase, así que al principio repasaron lo aprendido durante el año. Primero, la caminata: las rodillas tienen que rozarse entre sí, los pasos uno pegado al otro, en una circulación que siga el sentido de las agujas del reloj. Tito marcaba con las palmas el tiempo de la canción para guiar el ritmo de sus alumnos. “Miramos hacia adelante, no miramos hacia el piso”, indicaba.
Luego llegó el momento de las primeras parejas. Tomados de los codos, chica y chico, chica y chica, chico y chico, calibraban el peso de cada pierna y dieron sus primeros pasos. Obviando la música, el silencio reinaba. Todos estaban concentrados en establecer su conexión con el otro, con los otros y con el espacio. Lentamente, la luz color humedad iba convirtiendo ese círculo de ¿15 metros? ¿20 metros? en una cálida milonga. “El que se choque o se pierda, la idea es que empiece otra vez”, alentaba Tito y, sin darse cuenta quizás, develaba esas enseñanzas que atraviesan el tango y la vida, si es que no son casi lo mismo.
Es un nuevo comienzo. La victoria de Alberto Fernández sobre Mauricio Macri en las elecciones presidenciales insufla una bocanada de aire fresco incluso en los más escépticos. Aquella declaración de principios dicha hace ya cuatro años, “conmigo se acaban los curros en derechos humanos”, anunciaba en forma descarnada a lo que habría que enfrentarse. “Nosotros pensamos que nos iban a echar a todos”, cuenta Luis Nacht, trabajador del centro cultural, mientras iba de una esquina a otra organizando el sonido, las luces, las mesas o lo que sea preciso. “Al final no echaron a nadie, no sé si por el qué dirán o por vergüenza. Pero desfinanciarnos fue una manera de intentar que el espacio desaparezca. Lo que pasa es que no tuvieron en cuenta que nosotros somos unos trabajadores conscientes, muy organizados, muy profesionales, que supimos hacer el trabajo sin un centavo”.
Las parejas ya habían pasado al abrazo propiamente dicho. Tito pidió a su compañera, de a ratos profesora y de a ratos visitante, que lo ayude a mostrar algunos pasos. Los demás observaban atentos y con ansias de poder balancearse de esa misma manera en la pista. Igualmente, más de uno se perdió confianza en lograr el último ejemplo: Tito estirando hacia atrás su pierna derecha mientras su compañera colgaba con una rodilla en el aire, la punta del zapato como sostén y la falda amarilla cayendo suavemente. “El taller lo arrancamos justo cuando fue el cambio de gestión. Al principio lo daba con ella y durante todo el año pasado no cobró por su trabajo”, había contado Tito. -¿Por qué pasó eso, por qué no cobró?
-No sé, no habrá querido- respondió Luis riéndose y siguió, ya en un tono más serio -No, bueno, todo el Conti depende de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, que tenía un tipo…una persona completamente despreciable como [Claudio] Avruj. Él había sido el primero del gobierno en salir a defender el fallo del ‘2×1’ en su momento. Venía acá y decía: ‘el museo es el pasado, el Conti es el futuro’. Con ese slogan estúpido nos desfinanció durante cuatro años, no pusieron un centavo. Sólo el sueldo de los trabajadores, que viene del Ministerio de Justicia. Todo se hace a la gorra. Los artistas y los talleristas vienen a trabajar de esa forma para sostener el espacio, en solidaridad con nosotros, con el centro cultural y con la gente”.
Mientras las parejas seguían girando, iban acomodándose los integrantes del “Trío Aguafuertes Porteñas” en un pequeño escenario al costado del bufet. La propuesta era música en vivo para escuchar o bailar. No eran pocos quienes se sentaban en las mesas desacomodadas con una cerveza en la mano o tomando pequeños sorbos de un tinto de propiedad colectiva, mirando la complicidad creada entre los bailarines poco dotados, que se excusaban con risitas por sus propios pisotones, o aquella otra reservada a los más diestros, que sonreían con una seguridad casi divina. “¡Cambio de pareja, cambio de roles!”, ordenó Tito. “El que conducía, acompaña; el que acompañaba, conduce…como en el peronismo”, remató. Y todos hicieron caso.
Sólo los organizadores debían saber la hora, aquella en que se dio por terminada la clase. De algún lugar surgió un “¡Vamos!” y la milonga amarillosa se llenó de aplausos. “Vino mucha gente al final, eh”. “Yyyy…la perseverancia de Tito”, respondió Luis con una media sonrisa cómplice.
Los músicos ya estaban preparados. Otro de los empleados del Conti, que cumplió funciones imposibles de enumerar, se acercó al mismo micrófono por el que había hablado Tito un rato antes para presentar al trío: “Al centro cultural le ha pasado un poco lo que le pasó al país. En este momento estamos esperando el nombramiento de nuevas autoridades, que nos permitan volver a la normalidad. Nosotros, los trabajadores del Conti, apostamos a que esto sea nuevamente un lugar donde los artistas tengan un espacio donde ser reconocidos, donde sean valorados por lo que hacen, cosa que durante estos años no ha podido ser. En ese sentido, hemos convocado al Trío Aguafuertes Porteñas para que vengan y nos acompañen. Y, como hemos hecho durante todo este último año, financiamos las actividades culturales en forma solidaria, es decir, con el aporte del público. El que pueda, el que lo considere valioso, allí hay una caja para dejar los aportes”.
Una guitarra, un bandoneón y un contrabajo dibujaban esas melodías que invitan a marcar el tiempo con el pie, a agitar un poco la cabeza, a mirar con ojos de ensueño. Y a bailar, pero la pista era amplia y solamente los expertos o los desvergonzados pueden animarse a la inevitable lluvia de miradas. Tito y su compañera rompieron el hielo. Dos o tres parejas se lanzaron enseguida y los más tímidos iban y venían según los invitaran, ya sea un conocido o el propio Tito.
“Que sea en el Conti, que estemos tocando mientras bailan y sean todos compañeros…yo, por lo pronto, tengo una relación con la Universidad de las Madres, laburé un tiempo ahí, y siempre me imaginé tocando acá. De alguna manera, es un sueño cumplido”, diría un rato después Federico Arabia, el bandoneonista, con cara de orgullo y un Phillips Morris en los labios. Estaba esa inquietante, ineludible, necesaria tensión: el sitio recuperado al terror, la barricada contra el ajuste, los tangos más blandos que el agua, el amor de vieja arboleda. Un alumno, un hombre mayor de camisa a mangas cortas y rayas, ya había bailado lo suficiente y se sentó a una mesa. Este cronista desconoce de qué canción se trataba, pero él comenzó a silbar la melodía del tema que golpeaba el trío sobre el escenario. “Como había dicho alguna vez algún escritor, el tango es una de las pocas cosas que no le consultamos a Europa. Es un producto cultural absolutamente genuino, para sentirnos orgullosos. Nos interpela. Nos interpela en cuanto a nuestra identidad”, reflexionará Miguel Barci, el guitarrista.
Las últimas canciones se tocaron con una intensidad que pasmaba. Incluso cansados, casi todos siguieron bailando hasta el definitivo y universal “chan-chan”. Aplausos, risas, comentarios y los primeros “¿qué hacemos ahora?” surgieron inmediatamente. Miguel tocó, en forma de chiste, las primeras e inconfundibles cuatro notas de la marcha peronista y provocó varias carcajadas. Federico se apropió de la broma y continuó la canción. El bajista se le unió y Miguel terminó por acoplarse. Más de uno bailó “Los muchachos peronistas” en clave tanguera. Así, en lo espontáneo, parece que se manifiesta la complicidad. Riéndose, más tarde, Miguel recordaría a Alfredo Carlino: “un gran poeta compañero que decía ‘pibe, el tango está prohibido’. Para alguna gente parece que tocar la marcha es peligroso, como lo ha sido tocarla en otros momentos”.
“Creo que hay dos políticas -reflexiona a su vez Federico-: una tiene que ver con el cierre de los locales. Cromañón marcó un antes y un después y está bien que haya políticas de seguridad e higiene. Pero eso lo llevaron a un extremo que se ve en cualquier tipo de proyecto que se quiera hacer en la calle. Lo que hay ahí es una excusa para evitar que la gente se junte, que hable y fomente nuestra ideología, que se da a través de la música. Incentivan el tango for export, para vender afuera y desincentivan lo que realmente es el tango: una forma de pensamiento crítico”.
Tito caminó la pista más que nadie. Ya eran casi las diez de la noche, le caían gotas de sudor a borbotones pero no perdía la sonrisa. Hablaba con el musicalizador, sacaba a bailar a alguna alumna, recorría mesas con una copa de vino en la mano. Se dio un segundo y reflexionó, medio al paso: “este era un lugar de disciplina, de cuerpos ordenados, y ahora está esto” mientras apuntaba el movimiento impredecible de la milonga.
El flyer que invitaba al evento tenía el hashtag #ElContiNoSeAchica, frase que adoptaron sus trabajadores a finales de 2016 para denunciar el vaciamiento del espacio cultural y de la memoria. Como el Pichuco que hace mucho describió Goyeneche, los trabajadores, los militantes y los artistas que dan vida al Conti supieron caminar derecho por atriles torcidos y, ahora que las aguas quizás vayan más calmas, buscarán recuperar parte de lo perdido y, en especial, construir nuevos tiempos.
Mejor artista masculino de tango de la década. Mejor cantante de tango por los discos Aníbal Troilo 100 años, grabado en el Teatro Ópera y Gardel Sinfónico, registrado con la Orquesta Sinfónica de Medellín en un concierto en el aeropuerto de esa ciudad. Nominado dos veces a los premios Grammy. Estos son algunos de los galardones que marcan el camino de Ariel Ardit, nacido en Córdoba en 1974 y que en diálogo con ANCCOM recorre su trayectoria y habla de los shows que brinda los miércoles de mayo a las 21 en Bebop Club (Moreno 364).
¿Cómo fue el inicio de tu carrera y qué te acercó al tango?
El inicio de mi carrera tiene que ver con que vengo de una familia de cantantes de folklore. Finalizando la secundaria mi mamá me preguntó qué quería estudiar, yo le dije que cantar, y empecé a tomar clases de canto lírico. Pasaron los años y en una de estas reuniones familiares donde siempre se cantaba reescuché la voz de Carlos Gardel, ya con la oreja de un estudiante de canto lírico, y descubrí el fascinante mundo de su canto. Yo seguí tomando clases con la intención de ser un cantante lírico en algún momento, pero el destino me tenía preparado un lugarcito con el tango. Sin querer pasé un día por el Boliche de Roberto, en Bulnes y Perón, alguien del barrio me conoció y sabía que yo cantaba, y canté mis primeros dos tangos; esto fue en 1997. Ahí empezó todo porque el Boliche de Roberto fue la vidriera donde me escucharon los muchachos de la Orquesta El Arranque, me tomaron una audición y empecé a trabajar profesionalmente como el cantor de la orquesta en 1999. Y a partir de ahí es que el tango ya me tomó para siempre.
¿Cómo fue tu experiencia con las giras?
Desde el año 1999 que fue mi primera gira a Europa, en estos veinte años siempre he viajado. Las giras lo que te dan es una gran experiencia artística pero también la experiencia de salir de la Argentina y ver el respeto que se tiene por nuestra música, y por la identificación cultural que nos da el tango. No me canso de decir que tal vez el embajador cultural más importante de la Argentina es el tango, y poder ser un transmisor y llevarlo por todo el mundo es algo que me llena de orgullo.
¿Qué sentís con los premios ganados?
Yo gané dos Carlos Gardel con el disco de Aníbal Troilo y con el disco del homenaje sinfónico a Gardel, también tuve dos nominaciones a los premios Latin Grammy con esos discos, y después gané el premio Konex como mejor artista masculino de tango de la década. La diferencia es que cuando uno es un cantante solista lo que hace es poner luz sobre el trabajo de muchísimas personas que trabajan en un disco. Disfruto de los reconocimientos y básicamente de compartirlos con la gente que trabaja conmigo y que muchas veces no tiene la oportunidad de exposición que tiene el cantante que sale en la foto.
¿Cómo fue el proyecto de Gardel Sinfónico en el Colón?
Yo vi un homenaje que se le hacía a Gardel en 1995 con orquesta sinfónica y los solistas de bandoneón más importantes que había en Buenos Aires. Ese año yo había empezado a tomar clases de canto y la sorpresa mía fue que el homenaje era instrumental y que nadie cantaba. Me quedé con la sensación, yo sin ser un cantante de tango en ese momento, que hubiesen estado bien representados también los temas de Carlos Gardel, que se habían hecho para cantar, con la presencia de un cantante. Pasaron los años y al conocer Medellín, hablando con la directora del aeropuerto Olaya Herrera, donde falleció Gardel, le dije que para mí sería importante hacerle un homenaje con orquesta sinfónica. En este caso sentí la necesidad de ofrecerme para hacerlo en el aeropuerto. El 24 de junio del 2015, al cumplirse ochenta años del fallecimiento de Gardel, pudimos hacer este homenaje sinfónico junto a la Filarmónica de Medellín. Luego quedaba un objetivo: el homenaje en el Colón, también por la anécdota de que Gardel era un asiduo concurrente al teatro y que nunca había podido cantar ahí. El 23 de febrero pasado pudimos realizar el homenaje sinfónico en el Colón.
¿Cómo son estos recitales de Bebop?
En Bebop estamos haciendo un trabajo más íntimo, es solamente con el piano. Siempre el primer trabajo es entre el piano y la voz y a partir de ahí se modula el trabajo orquestal. Por eso decíamos que nos debíamos este formato de piano y voz para llevarlo al público, que la gente conozca la posibilidad de hacer el tango desde la versión más íntima. También un poco era buscar un contraste entre el último disco sinfónico y llegar a resumir el tango a la mínima expresión. Estamos grabando un disco y un DVD para que el audio editado tenga un mejor recorrido en las redes: un disco íntimo, un diálogo entre el piano y la voz que seguramente va a tener un recorrido interesante desde la puesta y desde las imágenes.
¿Qué esperás para tu carrera después del ciclo de Bebop? ¿Qué significa el tango para vos en esta etapa de tu vida?
Me siento muy afortunado de poder llevar adelante todos mis proyectos con el tango desde que empecé a cantar, de poder tener la contención de un público que me es fiel y que responde, y que afortunadamente va creciendo y se va renovando. El tango, como siempre digo en estos casi veinte años de carrera profesional, me ha dado mucho y yo siempre estoy pensando en nuevos proyectos porque siento que al tango le tengo que devolver todo eso que todo el tiempo me está dando, devolvérselo en nuevos proyectos, en nuevos trabajos, en ser cada vez más serio en mis propuestas y en mis ambiciones. Si yo te lo tuviese que resumir te tengo que decir que hace veinte años el tango es mi vida.
Los ojos se cierran y se baila con el resto de los sentidos. Con los perfumes de la pista y la pareja, con la interpretación del contacto en el pecho, con la mano en la espalda, con el tiempo marcado en los oídos y en los brazos. Al bailar el tiempo se suspende en un movimiento. Una caricia enérgica en la espalda agradece la pieza. No se dice nada, solo se sintió.
“Tango queer es el estilo que da lugar al intercambio de roles, las reglas de género acá no corren”, explica Mayra Lucio, antropóloga social e investigadora de corporalidad y sexualidad. En la milonga tradicional, el varón saca a bailar, mediante el cabezazo al aire, y marca los pasos. Elige a la mujer por sus cualidades de baile pero también por su belleza. A ella le cabe la posibilidad de rechazar la propuesta, aunque está mal visto negarse. “La mujer es admirada, deseada, pero luego va a casa y sigue haciendo las cosas de su hogar”, sostiene Mayra Lucio, en referencia al machismo característico de la “cultura tanguera”.
En las clases de tango que se dictan en el Club Pemier las reglas de género no corren.
A partir de 2001, una oleada feminista irrumpió en las milongas under y aparecieron variaciones. El cambio de roles, una de ellas, comenzó como un ejercicio teórico dentro de las clases de tango y hoy es un símbolo y una práctica. En los últimos años, se ha ido “naturalizando” bailar entre personas del mismo género y se han abierto puertas para la negociación y la improvisación. Dividirse los cuatro tangos dentro de una tanda y hasta guiar tres pasos cada uno dentro de la misma pieza, son dos opciones. “Estos cambios rompen con lo establecido, se desarma el sentido que estaba dado”, señala Mayra Lucio.
Falta de apoyo
En el Club Premier funciona El Amague, “escuela de tango estilo milonguero”. Su director, Manuel González, además bailarín y profesor, afirma: “Ahora en los centros culturales, como antes en los clubes de barrio, el tango logra la unión, la comunicación, el arte, el abrazo, la música, la poesía. Acá la gente siente, piensa, se expresa, canta”.
“El estilo milonguero es el más sentido, genuino y musical, el que es producto de una transformación real y no un invento, como otros. Nació de una necesidad. Cuando no había lugar en las milongas comenzaron a acercarse y se encontraron los pechos. Es una transmisión, musicalidad y sensibilidad diferente. No hubo vuelta atrás”, cuenta González, para quien los estilos visuales, los más comerciales, se banalizan: “Si te estás mostrando, no te estás comunicando ni con los demás ni con tu pareja, sólo te estás luciendo. Este producto se vendió a Europa, a los japoneses y encima nos lo venden a nosotros. En cambio, el milonguero se caga en los demás, lo importante es la pareja”, opina.
“Ahora en los centros culturales, como antes en los clubes de barrio, el tango logra la unión, la comunicación, el arte, el abrazo, la música, la poesía».
La rosa en la boca, las medias de red, los festivales de la Ciudad, eso no es tango para González, que se queja de la falta de apoyo del Gobierno porteño: “Que te ayuden a la difusión, que los músicos tengan una buena remuneración, nada de eso pasa. ¿Habilitaciones de condiciones edilicias, un matafuego, salida de emergencia? ¡Obvio que sí! ¿Pero habilitar como milonga o como práctica? Es como que me pidas que tenga una habilitación para reírme”. Son numerosas las milongas clausuradas en la era PRO en Buenos Aires, por eso unas cuantas funcionan a escondidas.
“El tango te cambia la vida para bien. Dejás de tener esa actitud absorbida por el laburo. El tanguero sabe que va a vivir cosas maravillosas y se permite cambiar los horarios por un momento único. No importa de dónde vengas o qué estudios tengas, acá somos todos milongueros y ahí surge magia”, dice González y se despide para ir a la pista.
Para uno de los organizadores del club, los festivales de la Ciudad no son tango.
“¿Bailás?”
Suena un violín y le da color a las luces apagadas. Se suma un bandoneón, un piano, dos violines, tres bandoneones… Ya suenan todos y la oscuridad se va. Poco a poco van desapareciendo en un tiempo marcado, el sonido se duerme en su silencio… hasta que irrumpe la orquesta, todos juntos, iluminando los oídos de los presentes.
Bandoneonista y director de orquesta, Federico Boffi asevera que “el tango es un lente por donde se ven las relaciones, la belleza de la ciudad, las distintas realidades, las cosas que tenemos los porteños como el café o los modos de hablar”. Para él hay dos caminos posibles, “lo que el mercado te pide o lo que a vos te llena”: “Conozco colegas que tocan y escriben lo que no les gusta porque comen del tango. Yo puedo elegir con quién y dónde toco. Pero eso de ´ser libre y hago lo que me canta´, no es así tampoco. Yo quiero tocar para alguien, eso es un límite, pero no económico”, remarca.
Boffi le resta importancia a la falta de apoyo del Gobierno de la Ciudad porque considera que arte y política van de la mano: “El gran dolor es que la guita no llega, por eso la lucha artística no se puede separar de cuestiones políticas, porque justamente empieza y se forma con actividades de militancia: la cultura viene a romper lo establecido en la sociedad”. Para él, el tango for export es un claro ejemplo de un producto construido para hacer dinero que deja sin lugar a otras expresiones.
El director de la orquesta, Federico Boffi, entiende que lucha artística no se puede separar de cuestiones políticas.
Defensor de la presencia de los músicos en la milonga, Boffi se desanima cuando le preguntan si lo que hace es bailable. “El tema es que no todo se baila igual, ¡Hay un violín, flaco, no podés estar tirando patadas! ¡Sentí la música!”, exclama. Aunque también reconoce que cuando fue director de una orquesta, había cosas que le costaba explicar desde la música pero sí podía desde el baile, con un gesto corporal. “La nota es una sola, pero yo necesitaba que con el violín se haga otra, y ahí tenía que bailar”, recuerda. “El baile es un viaje donde uno debe subirse y dejarse llevar. Es un juego comprometido con la pasión –expresa Boffi con los ojos cerrados–: es un lugar de escape, de resguardo. Uno se pierde en ese abrazo, en ese cariño”, dice abrazando al aire.
Yo no sé si es prohibido / si no tiene perdón / si me lleva al abismo / solo sé que es amor, suena ahora en la pista, y entonces, con “Pecado” de fondo, una chica le pregunta a otra: “¿Bailás?”. La elegida sonríe y responde: “Sí, ¿pero sabés llevar?”
«El tanguero sabe que va a vivir cosas maravillosas y se permite cambiar los horarios por un momento único», dice González.
A partir de 2001, una oleada feminista irrumpió en las milongas under y aparecieron variaciones.