Si la Justicia es machista, que la reforma sea feminista

Si la Justicia es machista, que la reforma sea feminista

A menos de una semana de conmemorarse el Día Internacional de la Mujer, la celebración por las históricas luchas por los derechos de las mujeres terminará en un Paro Internacional Feminista. Mientras tanto, la justicia de la localidad de Malvinas Argentinas, en Córdoba, investiga si Kateherine Saavedra fue atropellada con un auto por su pareja el pasado domingo 28 de marzo. De confirmarse este hecho, la joven de 22 años sería otra víctima de un “noviazgo violento”.

 Durante este año, según el informe publicado por el Observatorio Lucía Pérez, se denunciaron 59 femicidios. Los casos de Úrsula Bahillo y Guadalupe Curual ponen en evidencia un patrón: mujeres que denuncian violencia de género y falta de respuesta del Estado y sus instituciones. Según el Observatorio mencionado, en 15 de los femicidios cometidos entre enero y febrero, las víctimas habían denunciado previamente a su agresor.

A seis años del primer “Ni Una Menos”

“Casos como el de Úrsula o Guadalupe resultan un punto de inflexión por sus características.  Son mujeres que toman conciencia de la violencia y hacen lo que se le reclama a la víctima, que es denunciar. Independientemente de los números estadísticos, lo que supone un agravamiento es que los mecanismos institucionales no funcionan y subestiman la situación de riesgo y peligro en que están las víctimas”, afirma Paula Rodriguez, periodista, escritora y autora del libro  Ni una Menos. 

Los femicidios de Úrsula y de Guadalupe pusieron en debate público, social y mediático el rol del Poder Judicial, con foco en los magistrados, fiscales e instituciones que deben tratar las violencias por cuestiones de género. 

“Estamos viendo un patrón que se repite. Las mujeres hacen las denuncias, piden protección y las instituciones no responden como deberían.  Desde 2015 hasta acá hay un cambio en la sociedad, no son las mismas historias que aparecen en el “Ni una Menos”, porque hay una conciencia del peligro e identificación de las violencias, que lleva a las víctimas a no quedarse pasivas. Lo que no hay es un acompañamiento ni reacción institucional ni comunitaria”, agrega Rodriguez.

Patricia Nasutti, mamá de Úrsula Bahillo frente a Tribunales.

 La agenda del gobierno y la del periodismo feminista por momentos coincide pero reclama más acciones concretas y políticas activas. La Ley Micaela sancionada en enero de 2019, que obliga a los funcionarios de los tres poderes y organismos públicos a capacitarse es sólo un punto de partida que no encuentra aún correlato en la práctica. 

El presidente Alberto Fernández insistió este 1 de marzo, durante la apertura de sesiones ordinarias, en continuar con la agenda por los derechos de las mujeres. Sostuvo que la batalla contra la violencia de género debe ser tomada como política de Estado. Asimismo, apuntó al rol desempeñado por el Poder Judicial para señalar la cultura patriarcal consolidada en sus funcionarios. “Se consuman sin que muchos jueces y fiscales hagan lo necesario para impedirlos”, sentenció.  

Este jueves la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner aprovechó su declaración por la causa “Dólar Futuro” para insistir en el tema: “que se despabilen los argentinos de una buena vez por todas. El Poder Judicial incide todos los días en la vida de los argentinos, en las mujeres que masacran en femicidios espantosos cuando ustedes, como jueces y fiscales, se quedan sentados y no pasa nada, y no hacen nada”.

Rodríguez asegura que aún “no hay un trabajo en cambiarle la cabeza a la Justicia ni una mirada puesta en las víctimas. De todas maneras [la respuesta] no sólo se agota en lo judicial o punitivo, hay una serie de apoyos que deberían existir para que no se llegue a estos niveles de riesgo. La obligación de los Estados es evitar la repetición de los hechos de violencia, no solamente dar una respuesta punitiva o de vigilancia como las tobilleras electrónicas”.

Por su parte, la periodista Claudia Acuña integrante del Observatorio de Femicidios Lucía Pérez y de la Cooperativa lavaca, entiende que “Todo femicidio es evitable. Con una política activa y con los elementos que se pueden detectar a partir de la información que disponemos, podemos de alguna manera establecer muchas políticas y formas de evitarlos”.

3 de junio de 2015. Primer Ni una menos frente al Congreso de la Nación. 

“El Estado puede disponer de la red que está creciendo gracias a las mujeres que trabajan en organizaciones sociales, en sindicatos, en movimientos sociales, en cooperativas, en territorios, en comedores. Todo eso es un ejército que con capacitación y un sueldo podría estar dando batalla a las violencias, acompañando a esas mujeres y atendiendo esas situaciones, cosa que no puede hacerse a partir de una oficina  o una línea de teléfono”, propone Acuña.

“Este año hubo 15 mujeres que hicieron denuncias previas y que terminaron muertas. Ahí está el primer grito que nosotras escuchamos de reclamo en cada barrio y en cada ciudad del país, eso es lo que nos están diciendo esas cifras, no son cifras, son pedidos concretos de alarma que suenan y que nos están diciendo que algo está fallando en el enfoque general y que no es un tema de este gobierno, de aquel funcionario o aquella ministra, sino que es un tema sistémico”, agrega la periodista.

Empoderar a las mujeres

A diferencia de la gestión anterior, el gobierno de Alberto Fernández avanzó en la creación de un Ministerio de Mujeres y Diversidades, a cargo de Elizabeth Gómez Alcorta, a través del cual se implementan el Programa Acompañar y el Programa Potenciar Trabajo, este último en conjunto con el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Sin embargo, las medidas resultan insuficientes y no conforman un plan integral contra la violencia de género.

El aumento en el número de casos recogidos este 2021 muestra que la paridad de género en los cargos electivos, entre otros derechos conseguidos por las luchas feministas no tienen un correlato con la deconstrucción de una sociedad machista que exige celeridad en la justicia y un trato no discriminatorio.

 

“El Estado argentino  anunció dos veces un Plan Integral contra la Violencia, la construcción de refugios y la unificación del registro de denuncias, inclusive hay un decreto que lo establece así. Y si bien, obviamente, creo que hay otra voluntad por cumplir con esta medida, también es cierto que son insuficientes. Construir refugios lleva años y necesitamos una solución ahora. Catorce refugios no dan una solución integral a este problema”, explica Acuña. 

Asimismo, remarca la necesidad de una alianza entre el Estado y las organizaciones sociales, entendiendo que esa red es la que va a garantizar poder llegar en tiempo y forma a los territorios y “eso significa también empoderar a las mujeres”, agrega. 

“El Estado tiene que abrir las orejas y los bolsillos, dar recursos y dar escucha. Escuchar que se pide especialmente por aquellas personas que sufrieron, porque son las que más conocen dónde está el sistema y dónde está hoy la clave para poder corregir las respuestas del sistema y después bajar los recursos”, completa Acuña.

Desde la primera marcha de “Ni una Menos” al 2021 hubo un cambio en la sociedad. Las mujeres ya no son pasivas ante la violencia machista y utilizan los recursos y herramientas disponibles para intentar contrarrestarla. El Estado y la Justicia parecen no estar a la altura de las circunstancias. Pensar una reforma política integral con perspectiva de género de estas instituciones es urgente.  

Los tiempos largos de la política y de la justicia no alcanzan. El caso número 60 de Katherine Saavedra confirma que las estructuras patriarcales anidadas en el poder son el principal problema.

«La violencia machista tiene una matriz política, cultural y económica»

«La violencia machista tiene una matriz política, cultural y económica»

«Seguimos demandando un salario de cuidado y que se mejore la atención para las violencias machistas», dice Dillon.

El 3 de junio de 2015, cientos de miles de manifestantes se encontraron en las plazas de todo el país para exigir un freno a la violencia machista. Sin saberlo, estaban viviendo un momento bisagra en la Argentina. Ese día fue histórico y marcó un antes y un después para la sociedad, propulsando una revuelta feminista de organización y toma de conciencia. Aquel primer Ni Una Menos cristalizó en las calles un grito que se venía gestando lentamente y provocó un estallido social que aceleró un cambio necesario. La marea feminista fue creciendo de manera exponencial, haciéndose sentir en cada espacio y proponiendo una transformación de la realidad entera.

Este año, debido a la pandemia del covid 19, no se podrá salir a las calles. Aún así, más de 60 organizaciones feministas se reunieron en asambleas virtuales y armaron una serie acciones para que el reclamo no pase desapercibido. “Nos sostienen las redes feministas. Vivas, libres y desendeudadas nos queremos” es la consigna para este año. 

Marta Dillon, integrante del Colectivo Ni Una Menos y editora del suplemento “Las 12” del diario Página 12, hace un recorrido por lo alcanzado en estos últimos años y para pensar acerca de la movilización virtual.

Tras cinco ediciones consecutivas de marchas multitudinarias y plazas repletas de personas, este año el reclamo colectivo Ni Una Menos no copará las calles. ¿Cómo va a ser la manifestación este año?

Vamos a hacer un vivo en las redes tratando de abarcar todos los hechos que han sucedido desde el 3 de junio de 2015: desde los paros feministas, las huelgas internacionales feministas, el armado de la intersindical, la emergencia de activismos como el de la diversidad corporal, la columna antirracista y otros. Tenemos anotadas más de 48 personas para este vivo que va a durar más o menos cuatro horas. En el medio habrá un ruidazo y la lectura en vivo del documento que se leerá desde distintas organizaciones. También invitamos a colgar banderas y pañuelos de las puertas, de las ventanas, cuando salgamos a la calle para hacer visible que seguimos organizadas y que cuando decimos Ni Una Menos estamos denunciando la violencia machista pero también reconociéndonos entre nosotras y entre nosotres como aliades para seguir en la lucha.

¿Qué particularidades tiene el reclamo este año?

Estamos atravesando una crisis de cuidados. Sabemos que son principalmente las identidades femeninas las que estamos llevando la mayor carga de las tareas de cuidado, tanto en el sistema de salud como dentro de nuestras casas o en las organizaciones territoriales. Hay una enorme carga de trabajo sobre las espaldas de las compañeras y eso necesita visibilización. También seguimos demandando un salario de cuidado y la posibilidad de que se mejore el sistema de atención para las violencias machistas, que está totalmente colapsado. Otro punto importante es el tema de la deuda que es algo que venimos denunciado desde los feminismos porque es un sistema de obediencia. Muchas no pueden salir de los círculos de violencia justamente porque tienen la vida expropiada en función de tener que sostener la vida cotidiana a través del endeudamiento.

La consigna para este año tiene mucho que ver con lo que estabas diciendo de que nos cuidamos entre nosotras.

Así es. Sabemos que muchas de las compañeras que sobreviven cotidianamente a la violencia machista es porque tienen otra compañera que está cerca, que las alienta a denunciar, que las ampara en su propia casa o que consigue generar las redes para poder decirle basta a la violencia machista aun en este contexto tan cerrado que estamos atravesando. Nos cuidamos entre nosotras y entre nosotres. Y demandamos al Estado, por supuesto, pero sabemos que dependemos y que confiamos y que nos sostenemos cotidianamente por nuestras redes.

«Muchas tienen la vida expropiada al tener que sostener la vida cotidiana a través del endeudamiento», señala Dillon.

¿Qué cambios observás desde ese primer Ni Una Menos?

Me parece que hubo un cambio en la escucha y cambió la tolerancia a la violencia machista. Hubo un estallido y después hubo un proceso de crecimiento, un proceso revolucionario en muchos sentidos. Se fue entendiendo que la violencia machista y los femicidios no son hechos que tienen que ver con relaciones interpersonales sino con una matriz política, cultural, económica. Se empezaron a politizar espacios que no estaban ligados al feminismo o donde el feminismo tenía muchos problemas para hacerse oír, como los sindicatos, las escuelas secundarias, en los contenidos culturales. 

¿Y qué cambios notás dentro del movimiento feminista?

Lo que ha sucedido en los últimos cinco años es enorme. Estamos discutiendo desde cómo nos enamoramos hasta cómo se compone nuestro sueldo. Las redes feministas se han fortalecido y multiplicado. Empezaron a surgir otros activismos que ya venían dándose pero que, dentro de esa marea feminista que tiene esa capacidad de transformarse y de abarcar y de integrarse con otras narraciones, tuvieron otra visibilidad, otros diálogos y otra potencia. El paro nos permitió pensarnos ya no solamente desde el lugar de víctimas de violencia o de sujetas de asistencia social, sino como productoras de valor y con capacidad de cambiarlo todo y de detener el mundo. Las tareas de cuidado, la división sexual de trabajo, no son conceptos nuevos pero que se pusieron en acto de otra manera en la calle. Y eso después volvió a las casas, a los barrios, a las plazas, a los lugares de trabajo en forma de discusión, de politización, de entender los propios vínculos. 

Se estima que el número de femicidios ha crecido en comparación con años anteriores. ¿Qué pasa con la violencia machista en la situación que se está viviendo actualmente?

Sí, los femicidios y las denuncias por violencia aumentan, se hace evidente algo que venimos denunciando desde siempre: que la familia cerrada a los parámetros heteronormativos es la tierra fértil para las violencias, donde la autoridad de padre no es discutida, donde niños y niñas no son sujetos sino objetos y donde las mujeres tienen que sostener la reproducción de la vida como si eso fuera una disposición natural y no un trabajo. La casa no es un refugio para todo el mundo. Fue una de las cosas que se rompió desde el primer Ni Una Menos: que no hay un territorio privado donde las cosas se arreglan dentro, si no que eso también es político y sacar la intimidad del encierro de las casas es lo que nos asegura poder enfrentarnos a la violencia machista. En este contexto de pandemia, donde los varones que construyen sus masculinidad en términos hegemónicos no tienen el afuera para sentirse valorados, descargan sus impotencias dentro de las casas. Lo que no puede ser expresado en las calles implosiona en los hogares y se transforma en violencia machista. 

¿Qué rol juega el Estado en todo esto?

Todo esto que estamos hablando repercute en demandas concretas al Estado, que es responsable cada vez que no llega a tiempo a contestarlas. Cada femicidio es una falla del Estado en la protección de esas mujeres o travestis. Cuando hablamos de prevención, pensamos en la ESI (Educación Sexual Integral); en la necesidad de campañas permanentes sobre la prevención de la violencia machista; hablamos de la falta de mensajes dirigidos hacia los varones; hablamos de la falta de una justicia con perspectiva de género. El Ministerio (de Mujeres, Géneros y Diversidad) es una respuesta institucional a una enorme movilización feminista pero no puede ser la única respuesta a nuestras demandas, porque son transversales. La Ley Micaela es una herramienta pero que no puede resolverse solamente con una capacitación de un día, sino que tiene que ser un cambio de perspectiva totalmente estructural.

¿Qué te parecen las medidas que se fueron tomando en la cuarentena?

Me parece que todo es insuficiente. Vos denuncias violencia y te llevan a un refugio y después ¿qué haces? ¿De dónde vienen tus ingresos, dónde vas a vivir, qué pasa si tenés hijes? ¿Qué tipo de red se construyó desde el Estado para los hogares donde hay una sola mujer a cargo y hay niños menores? Falta un plan integral, que entiendo que se está trabajando y que se va a presentar pronto por parte del Ministerio con compromiso de otros ministerios. Nunca en todos estos 70 días que llevamos de cuarentena se mencionó a la violencia machista o a la sobrecarga en las tareas de cuidado de las mujeres en los comités de crisis. Así como se reconoce a los médicos tendría que haber habido la misma mención de lo que significa tener que estar encerrada todo el día en tu casa con la persona que te agrede habitualmente. Tampoco hubo mención sobre lo que sucede con los niños y niñas que están en familias donde hay un abusador sexual o con adolescentes y jóvenes LGBT que están en sus casas y son rechazados por sus familias. El discurso es productor de desigualdades y de jerarquías y de falta de entender la salud como un entramado.

«Lo de los últimos años es enorme: discutimos desde cómo nos enamoramos hasta cómo se compone nuestro sueldo.»

Hace algunas semanas hubo una polémica por una supuesta liberación de presos. Ni Una Menos se declara antipunitivista, ¿qué tienen para decir sobre esta situación?

Dentro de las personas que cambiaron su régimen de libertad restringida, hubo algunas que habían cometido delitos de violencia sexual que fueron a prisión domiciliaria porque se cuenta con la complicidad del sistema penitenciario. Creen que quienes han cometido esos delitos no son en realidad delincuentes peligrosos para la sociedad, sino que han tenido problemas con su mujer, como dijo el gobernador de La Rioja (Ricardo Quintela). Esto habla de cómo todavía no se considera a la violencia machista como un problema político ni estructural. Ahora, que la derecha hable de femicidio solamente para generar pánico social es algo que no podemos aceptar y de ninguna manera se puede decir eso en nuestro nombre. Creemos que la cárcel no puede ser que la única respuesta frente a la violencia machista y frente a los horrores que produce el patriarcado. Pero alimentar sistemas de tortura no va a proteger las vidas de las mujeres, lesbianas, travestis y trans. Habría que revisar quiénes están presos y por qué. Y quiénes están presas: la mayoría de las mujeres y travestis están por narcomenudeo, o sea por delitos relacionados con la pobreza. Se necesita imaginación para pensar la justicia por fuera de la cárcel: una revisión social profunda, prevención y un sistema que pueda ser reparador para las víctimas y que emita mensajes pedagógicos para la sociedad. Hay cosas que no tienen más tolerancia.

 

Marta Dillon recuerda bien el estallido que significó ese primer Ni Una Menos, incluso para las que ya estaban organizadas hace años. El movimiento feminista, que originariamente debatió sobre el cuerpo, la salud sexual, la paridad y las violencias ahora problematiza y analiza también el colonialismo, el racismo, el equilibrio ecológico y los modos de producir valor. Es mucho lo conseguido desde ese entonces: la Ley Micaela, la Ley Brisa, la Ley de Paridad, el debate por el aborto legal, seguro y gratuito, el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, entre otras. Pero, sobre todo, la conquista más grande es el haber logrado que esas voces se escuchen, tengan eco y nunca más vuelvan al silencio. Hijas y nietas de las Madres y Abuelas, de los encuentros y de la organización popular el grito en las calles solo parece expandirse y promete nunca abandonar la lucha. Este 3 de junio, será con esta agenda.

Durante la cuarentena ya hubo 58 femicidios

Durante la cuarentena ya hubo 58 femicidios

“En la Justicia, los divorcios y compensaciones económicas para las mujeres se encuentran paralizados”, dice Rothberg.

Desde el comienzo del aislamiento social preventivo obligatorio (ASPO), el 20 de marzo, los datos de la asociación civil La Casa del Encuentro @Casadelencuentro indican que se registraron 58 femicidios en todo el país. El último informe publicado fue el 28 de mayo y, desde entonces, hubo un femicidio más. Comparativamente con otros periodos similares, es la cifra más alta de los últimos diez años. En palabras de Ada Rico, presidenta del organismo, también cambió la modalidad empleada por los agresores: “Históricamente, las mujeres son asesinadas con armas de fuego. En cambio en estos últimos casos el índice más alto son las mujeres golpeadas. O sea que el agresor utiliza las manos como un arma. Eso es lo que hemos visto, la manera en que creció la saña en estos asesinatos de mujeres”. 

“Lo que estos datos nos muestran en cuarentena es algo que nosotras ya venimos denunciando y es que un alto índice de los femicidios suceden en el círculo más cercano de la víctima y en su propio hogar”, explicó Laura Rothberg, integrante del Área de Comunicación del Observatorio Ahora que sí nos ven, en diálogo con ANCCOM. Según su último informe, con datos hasta el 24 de mayo, 68% de los femicidas eran pareja o ex pareja de la víctima. Esto significa que gran parte de las niñas y los niños que pierden a sus madres en estos hechos violentos quedan huérfanos, bajo la custodia del Estado o de algún familiar, ya que en la mayoría de los casos es su padre el que comete el delito. “No es nuevo que a las mujeres las matan quienes dicen amarlas ni que el principal lugar donde las mujeres mueren son sus viviendas o las viviendas de los agresores. La cuarentena lo que hace es reforzarlo”, denunció Rothberg. En ese sentido, afirmó que si bien durante el aislamiento obligatorio no hubo un crecimiento exponencial de casos, sí se potencia la problemática al tener en cuenta que hay mujeres que están pasando las 24 horas del día con sus parejas violentas.

El trabajo de las organizaciones que acompañan a mujeres en situación de violencia se centra en evitar que su agresor logre aislarlas. Es una de las tácticas que suelen utilizar para manipular a la mujer y hacerle pensar que está sola, prohibiéndole contactar a sus seres queridos en busca de ayuda. Rico sostuvo que en la sede de La Casa del Encuentro tienen un centro de asistencia y ven cómo las mujeres buscan estrategias para ir y escapar de sus hogares. “Ahora no pueden y con todo esto que sucede no tenemos la manera de llegar a las mujeres. Estamos atendiendo mucho en forma telefónica, o con videollamada para la que puede. Te das cuenta que la mujer no puede hablar porque está él, nos mandan muchos mensajitos a escondidas. Nosotras les decimos que borren los mensajes de su celular porque si él mira con quién habla tendrá el control absoluto sobre ella”, señaló. El mayor peligro reside en que se naturalicen las violencias, que van menoscabando el autoestima de estas mujeres y las van volviendo cada vez más vulnerables.

El funcionamiento de la justicia también se vio afectado por la cuarentena. Según Florencia Zerda de la Red de Abogadas Feministas, “los trámites de denuncias por violencias se encuentran activos pero limitados; lo mismo que en materia penal, hay avances pero mínimos”. Otros fueros, como el laboral, se encuentran completamente paralizados. “En la justicia de familia, los divorcios y compensaciones económicas para las mujeres que durante años fueron violentadas económicamente también se encuentran paralizados”. Desde La Casa del Encuentro, afirmaron que una de las primeras medidas que pidieron al comienzo de la cuarentena es que se prorrogaran las medidas cautelares: “Nos llamaban mujeres de distintos lugares para consultarnos qué pasaba con esas medidas si ya se habían vencido”. Para Laura Rothberg, este momento muestra de forma más cruda una realidad preexistente: “Hombres violando perimetrales acercándose a mujeres que habían hecho la denuncia, que tenían botones antipánico, que tenían una exclusión del hogar, lo vemos todo el tiempo. Hoy queda mucho más en evidencia porque ese hombre además viola la cuarentena y hubo alguien que no estaba controlando que eso no sucediera”, sostuvo. Luego de 17 días de comenzada la cuarentena, el 5 de abril, se exceptuó de penalidad por incumplimiento del ASPO a las mujeres que debieran realizar denuncias por violencia de género. “Están habilitadas a hacerlo sin la tramitación de permiso alguno, porque es un caso de fuerza mayor. Pueden hacerlo y denunciar luego y con las medidas judiciales correspondientes lograr volver al hogar con custodia de alguna fuerza para retirar pertenencias o lograr que se excluya al violento de la vivienda”, afirmó Zerda.

Por otro lado, la caída de la economía es un factor que afecta a toda la población, pero a las mujeres en particular. “Muchas de las mujeres, especialmente en los sectores más vulnerables, trabajan haciendo limpieza en casas de familias, ni siquiera están formalizadas. Por lo tanto, en este momento, no están recibiendo nada de dinero. En cambio, muchos de los hombres sí trabajan en lugares donde le depositan el salario. Eso también juega en contra de ellas”, argumentó Rico e insistió en que no se puede aislar la problemática de la violencia del contexto económico. Según un informe de la Dirección de Economía, Igualdad y Género, las mujeres, además de tener peores salarios en general, enfrentan mayores niveles de informalidad (36% versus 34,2%) y mayores niveles de desocupación (10,8% versus 8,9%) que los varones.

El Congreso de la Nación iluminado con motivo del Ni una menos.

Ni Una Menos: un antes y un después

El 3 de junio de 2015 la sociedad salió a la calle para exigir un Estado presente frente a la violencia de género. “Ni Una Menos fue importantísimo porque toda la sociedad tomó conciencia de lo que significa la violencia de género. Se logró que sea un tema de agenda”, recordó Rico. Por su parte, Rothberg señaló que Ni Una Menos le puso un nombre a algo que ya pasaba: “Cuando a una mujer la mataba un hombre era un caso más de los miles. Era una estadística que no estaba desagregada, una muerte por asesinato y punto. Ahora sabemos que esa muerte tiene sus particularidades propias y que responde a una lógica sobre la que está estructurada nuestra cultura. Entonces ahí podemos pensar de qué manera proponemos soluciones para esta problemática”. También remarcó que es importante comprender que es un hecho que afecta a la sociedad entera y no solo a las mujeres. Ambas apuntan al Estado como principal responsable de revertir esta situación y a la necesidad de políticas públicas integrales para hacerle frente. De hecho, ambos observatorios surgieron en distintos momentos ante la falta de estadísticas oficiales. “Siempre hablamos de la necesidad de políticas públicas integrales y del compromiso de los tres poderes del Estado”, afirmó Rothberg y denunció que en los últimos cuatro años hubo un desfinanciamiento absoluto en todos los programas de asistencia a las víctimas de violencia de género y la promesa de construcción de refugios que nunca se cumplió.

En las últimas semanas, algunas de las medidas que se han tomado desde el Ministerio de Mujeres, Equidad y Géneros, incluyen un refuerzo a la línea 144 (Programa de Asistencia Telefónica sobre Violencia de Género), el traslado a hoteles a las solicitantes de refugio y la campaña “barbijo rojo”, mediante la cual se asegura la asistencia a mujeres que soliciten dicho elemento en farmacias. Sin embargo, esta última recibió críticas por parte de grupos feministas. Rico explicó que no es lo mismo una mujer en la Ciudad de Buenos Aires que va a cualquier farmacia y no conoce a nadie, que una de un pueblo donde saben quién es ella y quién es su pareja. En ese sentido, afirmó que es necesaria una mirada abarcativa que contemple más allá del Área Metropolitana. Un asunto pendiente que señala la activista es que el Ministerio forme parte del comité de crisis, encargado de pensar las medidas para paliar la pandemia y proteger a la población.

¿Cómo acompañar?

Desde el Observatorio Ahora que sí nos Ven expresan que lo importante es tener paciencia y mucha empatía. Recomiendan informarse para poder brindar ayuda; una de las posibilidades es llamando al 144 para obtener asesoramiento. Ahora también tienen una línea de atención por Whatsapp al 1127716463 y una dirección e-mail: linea144@mingeneros.gob.ar En caso de emergencia, se debe llamar al 911. 

Viaje al interior de la marea verde

Viaje al interior de la marea verde

 

Poco antes de las 16 todavía la estación no explota de personas. Todavía no son tantas las que se juntan, pero con cada tren que arriba se van sumando decenas al montón. En realidad, Constitución siempre está repleta de gente, pero hoy tiene un tinte diferente. Mucho violeta, más de lo habitual, llama la atención, enseguida. Hay algo característico que se distingue: los brillos, el pañuelo y los labios pintados. Para muchas son como uniformes. Van asomando los carteles que expresan las consignas como gritos al cielo: “Somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar”, “Nadie le preguntó a mi agresor cómo iba vestido”, “No nací mujer para morir por serlo”. En un brazo se lee un “LIBRE”, así, en mayúsculas, con letras plateadas y brillantes. No es un anhelo, es una promesa: las mujeres hoy se juntan porque quieren ser libres.

Es 9 de marzo y están de paro. Ayer domingo fue el Día Internacional de la Mujer Trabajadora pero el paro se realiza hoy, lunes, bajo la certeza de que “si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”. En Argentina, solo en marzo hubo seis femicidios, lo que acumula 69 en lo que va de 2020.

Encuentros, amigas que esperan a otras amigas, familias enteras, compañeras de trabajo, adolescentes, niñas y niños, adultas, pibas solas, pibas en grupos. Todas en la estación, listas para ir al Congreso. Un grupo de 20 jóvenes se acomoda en ronda. Tiran en el centro sus mochilas, el glitter, las pancartas. “Nosotras nos nucleamos todas en la Facultad”, explica María, una estudiante de Comunicación Social de la Universidad de Lomas de Zamora. “Somos todas compañeras que tratamos de involucrarnos en la realidad de nuestro país. Es una construcción necesariamente colectiva; juntas podemos cambiar el mundo”, afirma mientras espera que se unan más pibas a la manada. A un costado, está Micaela junto a su hermana y unas amigas. También son estudiantes universitarias de zona sur. “El feminismo nos interpela a todas de diferentes maneras”, dicen, “venimos porque nos conecta y nos emociona”.

Cerca de ellas está Romina Domínguez, que viene desde Longchamps. Está con sus hijas -una adolescente y otra de tres años- con las amigas de la más grande y con su ahijada. Mientras ataja a la más chiquita que se distrae con todo lo que pasa a su alrededor, espera a su hermana, que viene desde Temperley. Aunque cree que la sociedad todavía no está lista para tantos cambios, marcha porque quiere que sus hijas “sean libres de pensar lo que quieran” y que “no salgan con miedo a la calle”.

A un costado se congregan Graciela, Nélida, Ana, Fabiana, Gabriela y Florencia, que llegaron en tren desde Almirante Brown. En sus remeras se lee “Unidxs y organizadxs”, una organización peronista que, entre otras cosas, trabaja en conjunto con el municipio en auxilio a aquellas mujeres en situaciones de violencia. “Es importante venir para visibilizar las diferentes realidades que viven las mujeres y las disidencias sexuales”, afirma Gabriela. Graciela agrega que viene por sus hijas y sus nietas: “Yo quiero para ellas un futuro sin violencia”.

Apenas pasaron unos minutos de las cuatro de la tarde cuando llega la estampida proveniente de La Plata. Son decenas las mujeres que atraviesan los molinetes para hacerse paso: ha arribado a destino la marea feminista del tren Roca. Una chica de no más de 15 años sostiene un cartel naranja que con letras negras anuncia “en la voz de mis hermanas escucho la revolución”. Grupos y grupos llegan y se unen a los que ya estaban. Aparece la bandera multicolor del movimiento LGBT+, más carteles, más glitter, más pañuelos. Una tímida batucada se oye a lo lejos, y el murmullo se enciende a cada paso, hasta retumbar por las paredes. “Agite”, una organización estudiantil independiente de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de La Plata marca el ritmo con los bombos y los tambores, mientras continúan su camino hacia el subte. Tras ellas desfila una multitud de personas con el mismo rumbo. Las y los que pasan no pueden evitar darse vuelta: la ola verde pisa fuerte.

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En los vagones de la línea C no entra un cuerpo más, hasta que frena en Avenida de Mayo, donde queda prácticamente vacío. Al salir, el cielo anuncia con sus nubes una lluvia amenazante. En la pared de un edificio unas mujeres pintan un stencil gigante. Son tres profesoras de Bellas Artes, que hace poco decidieron juntarse para hacer intervenciones artísticas en la via pública. “Queríamos acompañar la movilización con alguna acción, por eso cambiamos la conocida imagen de Banksy de un hombre tirando flores, por una mujer con una botella con fuego en la mano”, explica Pía. La imagen se acompaña de la frase “agradezcan que pedimos justicia y no venganza”.

Sobre 9 de Julio y Avenida de Mayo, justo debajo de la estatua de Don Quijote de la Mancha, Adriana y Eli de la Comunidad Danzante se encuentran con sus compañeras para ultimar los detalles antes de bailar la danza del Tinku. “Para nosotras representa el encuentro con otras comunidades. El Tinku reivindica nuestras raíces ancestrales. Es una danza guerrera, de resistencia y lucha”, explica Adriana. Su compañera, Eli, agrega: “Reivindicamos el feminismo comunitario, antipatriarcal, antiracista”.

En esa misma esquina, se concentra la Asamblea por la Salud Integral Travesti-trans-no binarie. “Decidimos visibilizar el conflicto que tenemos para acceder a los tratamientos de reversión hormonal en todo el país. En julio del año pasado los laboratorios que proveen de nuestro tratamiento al Estado se bajaron de las licitaciones y ahora está habiendo faltantes en todo el país”, cuenta Ese Montenegro, uno de los referentes del colectivo. “Una de las cosas que reclamamos es la producción estatal de hormonas. No podemos seguir siendo rehenes de las multinacionales, ellos definen nuestra vida según sus ganancias”. Ante la pregunta de si encuentran amparo en el feminismo, contesta que sí pero señala que hay un avance del discurso fascista transexcluyente que le preocupa. “Con ese grupo no transamos”, declara.

Un poco más atrás está el proyecto “Preservativo para Vulvas”. La iniciativa surgió hace un año y ya se expandió por varias ciudades del país. Desde el colectivo denuncian la falta de voluntad política y de información que hay sobre el tema y plantean cuatro ejes de acción: concreción de un preservativo para vulvas, distribución gratuita de los métodos que ya existen en otros países vecinos, la creación de un protocolo ginecológico con perspectiva de género y la difusión de información para docentes. Sofia, referente del movimiento, también exige que en las escuelas se hable de sexo, y que específicamente enseñen cómo cuidarse entre personas con vulva”.

El ruido va en aumento y a los cánticos se le suman las bocinas: poco a poco se va complicando el tránsito en la 9 de Julio. Las personas no paran de caminar rumbo al Congreso, con banderas, bombos y pancartas. Carla Oviedo, docente de primer grado en una escuela doble jornada de Quilmes, se detiene a ver una murga del partido de San Martín. Su delantal está intervenido con la frase “la seño te cree siempre”, en referencia al abuso infantil. “En las escuelas tendrían que poder encontrar ese apoyo. Las maestras tenemos un rol importante, pero sin políticas estatales nos excede la situación”. Ella aplica la Educación Sexual Integral en su aula pero denuncia que, al no estar debidamente reglado, queda a discreción de cada docente hacerlo o no.

A pocos metros de la Plaza de los dos Congresos, se despliega una pancarta gigante con el lema “Separación de la Iglesia y el Estado”. En la columna que avanza hay cantos, hay intervenciones artísticas, hay saltos, hay movimiento. Las mujeres organizadas vienen de todos puntos de la Capital y Gran Buenos Aires y se agrupan bajo las consignas más diversas: algunas que surgieron recientemente, como “la revolución de las viejas”, otras que ya tienen años de lucha, como “Mamá Cultiva”. En el centro de la Plaza, un grupo de mujeres artistas con hijes y carteles que decían “Vomite todo aquí”. Karina, una de las integrantes del movimiento, describe que se trata de poesía de la urgencia, una escritura catártica, donde se invitan a las personas a participar para sacarse las opresiones mediante la escritura y la deposite en un chango vomitario”.

El deporte también dijo presente en la jornada. A un costado, Greta Martinelli, jugadora de voley en Boca Juniors, pide por la profesionalización del voley femenino: ellas no tienen médicos, ni kinesiólogos, ni contratos, ni la paga de sus compañeros hombres. “Es un largo camino pero esperamos que se pueda lograr”, comenta con esperanza. “Trabajamos desde abajo para llegar hasta arriba”. También estuvo Romina, de 26 años, que forma parte de San Lorenzo Feminista, una organización de hinchas que busca generar un cambio dentro del club. “A veces hay acciones para combatir; el machismo dentro del fútbol pero es difícil. Se da un paso para adelante y tres para atrás”, comenta.

Hay, también, relatos más difíciles de digerir. Sobre esa misma calle, mientras caen unas tímidas primeras gotas, tres mujeres y una niña despliegan una tela sobre la vereda de los números impares. En el cartel se hacía mención a la desaparición de Claudia Repetto. Susana, su hermana, denunciaba: “Estamos pidiendo para que aparezca Claudia, desaparecida desde el domingo pasado. Su expareja se la llevó y no sabemos nada de ella. Se hicieron los rastrillajes en la playa y se encontró una pala en los acantilados”.

El día se cierra con el acto final y la lectura del documento en el que confluyen todos los reclamos. Ya es de noche cuando Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo, se sube al escenario. Una vez más y como siempre, recuerda a lxs  detenidxs desaparecidxs y exige justicia. El conocido “ahora y siempre” resuena en el barrio del Congreso. Poco después de las 20 se empiezan a disipar los contingentes y comienza el regreso a los hogares. Aunque, sobre avenida Callao, aún quedan multitudes saltando al grito de “aborto legal, en cualquier lugar”.

“Debemos impedir que el miedo nos paralice”

“Debemos impedir que el miedo nos paralice”

Sólo en los dos primeros meses del año se produjo un femicidio cada 30 horas en Argentina, según un informe del movimiento Mujeres de la Matria Latinoamericana  (MUMALA). La Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires estima que ocho de cada diez mujeres han sufrido acoso callejero. En este marco, La Sorora, la primera casa feminista de Vicente López, ofrece un taller de autodefensa  para que las mujeres puedan sentirse más seguras en la calle.

Los instructores de artes marciales David Hudson y Laura Duarte están a cargo de la clase. Entre las asistentes se forman parejas de madres e hijas, tías y sobrinas o amigas, que van entrando en calor en la tarde fría. Los transeúntes y vecinos de Munro pasan y miran curiosos desde afuera. Encima de colchonetas y un par de mantas coloridas las participantes practican defensa en el piso. “Ante un ataque siempre va a haber miedo, pero debemos impedir que nos paralice. El movimiento es vida, nunca hay que dejar de moverse”, dice Hudson.

Durante las dos horas que dura el taller, se trabaja la idea de mantener el dominio de la situación, usar la respiración como aliada para lograr la calma, y pensar. La resistencia desesperada sin estrategia no sirve -explican los instructores- porque requiere demasiada energía que, en cambio, bien direccionada, puede salvar la vida. Es necesario manejar las distancias a favor, buscar romper los puntos de sostén y de equilibrio del agresor para así ganar tiempo y escapar.

Durante las dos horas que dura el taller, se trabaja la idea de mantener el dominio de la situación.

El taller se inscribe dentro de otras actividades culturales con perspectiva de género organizadas por un grupo de mujeres del colectivo Mala Junta, rama feminista de Patria Grande. “La idea es que La Sorora sea un lugar de encuentro, debate y empoderamiento para quienes vienen a participar de los distintos talleres. Pensar entre todas cómo prefiguramos una ciudad más feminista donde nuestras voces sean protagonistas. Este era un espacio vacante en el municipio. Vinimos a llenarlo”, afirma Érica Porris, referente de Mala Junta Vicente López.

Los instructores de autodefensa enseñan posturas y movimientos cortos y rápidos. Tratan de derribar el temor de que no hay salida cuando el que ataca nos dobla en tamaño, en peso o en fuerza. A través de técnicas que demandan un mínimo de fuerza, Duarte y Hudson muestran a las talleristas cuáles son las zonas del cuerpo más débiles, las que permiten desequilibrar en pocos segundos al atacante: golpes en la nariz nublan la visión, en la tráquea dejan sin aire y en la ingle entorpecen al agresor. La clave de estas herramientas está en la articulación con la biomecánica, la disciplina que estudia las funciones de articulaciones, huesos y ligamentos cuyo conocimiento ayuda a maximizar el potencial físico y evitar lesiones.

“Si bien en medio de las clases reímos y nos divertimos, no hay que subestimar que a través del juego y la práctica reiterada de estos ejercicios, si llega el momento de vivir una situación de riesgo real, el cuerpo, más allá del miedo, tiene memoria y recordará la técnica para liberarse que ha incorporado con anterioridad”, explica Hudson en el descanso entre un ejercicio y otro. La clase finaliza con un aplauso y las chicas se quedan charlando en grupos.

Los instructores de artes marciales David Hudson y Laura Duarte están a cargo de la clase.

“Vivimos situaciones de invasión de nuestro espacio personal todo el tiempo, está bueno aprender a poner el cuerpo y la mente en otro registro donde el hombre no nos puede doblegar por la fuerza. Ponernos en un rol antes impensado, el dominante, saber que de antemano nada está perdido, en cada segundo hay una chance”, reflexiona Julieta Omil, diseñadora de indumentaria de 24 años que llegó al taller junto con una amiga.

Si de empoderamiento se trata, la coordinadora de los talleres de cultura de La Sorora, Silvia Meloni, destaca la labor de las recientemente formadas Brigadas Feministas Populares, integradas por militantes y voluntarias que realizan trabajo territorial en la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano. “Tienen una duración de cuatro semanas donde se planifica una actividad o campaña concreta. Dentro del voluntariado hay un alto porcentaje de jóvenes de escuelas secundarias y docentes. En el caso de Vicente López se armaron dos brigadas, una de educación sexual integral y otra de género y salud comunitaria en el barrio Las Flores, de Villa Martelli”, cuenta.

Para Érica Porris, “ser feminista no es solo un tema de autopercibimiento, sino de salir a poner el cuerpo y pensar la cultura, la salud y la educación en los barrios desde el feminismo, porque el feminismo está inundando una multiplicidad de espacios, ya no es un gueto”.

En La Sorora, ubicada en Sgto. Cabral 2488, Munro, también se dictan talleres de teatro, literatura, cine debate, mecánica de bicicletas, astrología, siempre desde una perspectiva feminista, y sábado por medio se lleva a cabo la entrega de bolsones de verduras, frutas y productos naturales recibidos directo de productores y cooperativas a través del programa de Economía Popular. El próximo encuentro de autodefensa será este sábado 14 de julio a las 15.

En las clases enseñan posturas y movimientos cortos y rápidos, tratando de derribar el temor.