“Amor, visibilidad y respeto”

“Amor, visibilidad y respeto”

El festival reúne a artistas de diversas disciplinas que no puedan expresarse en espacios heteronormativos.

Del 3 al 8 de diciembre se lleva a cabo la segunda edición del Festival de Arte Queer (FAQ), como preludio al Día Internacional de los Derechos Humanos. El evento reúne artistas de la comunidad LGBTIQ+ para celebrar la diversidad con música, teatro, literatura, danza, artes visuales, cine y charlas informativas bajo el lema “amor, visibilidad y respeto”.  

El proyecto, que surgió en 2018 con la idea concreta de constituir un espacio exclusivamente queer en la Ciudad de Buenos Aires, reúne a artistas de diversas disciplinas que no puedan expresarse libremente en espacios heteronormativos. La directora creativa, productora y fundadora del festival, Violeta Uman, contó a ANCCOM que, en tiempos de un fuerte neoliberalismo latinoamericano con la asunción de Jair Bolsonaro a la presidencia en Brasil y el avance de la derecha en Argentina, era necesario “establecer un espacio de resistencia, un lugar de encuentros y un canal de expresión donde se pueda reflexionar, hacernos preguntas, fortalecer lazos y conocer un montón de artistas interesantes para visibilizar y difundir”. 

En esta ocasión, se contará con la participación de 60 artistas, el doble que la edición anterior. Uman, al igual que su compañera y cofundadora Lisa Kerner, destaca este crecimiento en cuanto al grado de apoyo y participación: “Nos escriben un montón de artistas pidiendo ser parte y mostrando sus proyectos. La idea es que cada vez sea más fuerte y ampliar la llegada a más personas”, expresó la directora creativa.

Clase abierta y gratuita de la danza vogue.

La inauguración estuvo a cargo del bailarín y coreógrafo Tian Aviardi, quien ofreció una clase abierta y gratuita de vogue, una danza contemporánea originada en 1960 por drag queens afroamericanas de Harlem e ícono de la cultura queer. La sala se llenó con más de 20 aficionades que intentaban seguir los pasos fluidos y elegantes del coreógrafo y aprender algunas de las técnicas básicas del Vogue Fem como el “catwalk” y “duckwalk”. Aviardi cumplió cuatro años practicando este baile y lo considera una deconstrucción de los estilos clásicos. “Siempre estuve obligándome a estar en espacios que no eran seguros para mí, pero tenía que convertirlos en tales para incluirme. El Vogue es eso: una comunidad que te abriga para estar libres y segures”, explicó.

El sábado 7 se realizarán actividades al aire libre sobre la calle Luís María Drago 200 para enfatizar la inclusividad que caracteriza al evento. “En la vía pública podemos romper con la cuarta pared para que se sume un montón de gente que habitualmente no va a ese tipo de espacios, no escucha a estes artistas, ni habla de ciertos temas”, explicó Uman. Ese día se podrá disfrutar de las performances de Gabo Ferro, Femigangsta, Kevin Royk y muchos más.

Black Pearls es uno de los grupos de baile que compartirá escenario con aquellos tres artistas. El equipo, conformado por cinco integrantes, nació en 2015 a raíz de su admiración por la música pop surcoreana, mejor conocida como K-pop. Este sábado ofrecerá un show de baile al ritmo de Lady Gaga y (G)I-DLE con su estilo andrógino característico a través del cual, según el líder Alex Bilanetti, desean transmitir una “imagen fuerte y poderosa a todas las personas para que se sientan seguras de sí mismas”. En diálogo con ANCCOM, el bailarín destacó la importancia de eventos como el FAQ para el crecimiento de la causa: “Les artistas son la imagen de la comunidad, lo que las personas ven y toman como ejemplo. Por eso hay que sentirse libres y expresarse como queramos física, verbal y mentalmente”.

El festival se está llevando a cabo en Casa Brandon, el principal refugio porteño del “artivismo” y de la equidad de derechos LGBTIQ+ ubicado en Villa Crespo, pero algunas actividades especiales se realizarán en las sedes Bachillerato Popular Travesti/Trans Mocha Celis, PROA21 y Cultural Soma. Conocé la programación completa.

Barbudos, pero no tan villanos

Barbudos, pero no tan villanos

En la Argentina, más de 80 barbudos integran la organización.

La caridad, la familia, el respeto, la lealtad y la barba son los pilares de los integrantes de  la hermandad Bearded Villains, un colectivo de “villanos barbudos”. La agrupación surgió en Los Ángeles en 2014 y, un año después, logró reclutar a más de 80 integrantes en toda la Argentina. Comenzó en Buenos Aires y se expandió por Santa Fe, Mendoza, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Neuquén y Chubut. A pesar de la distancia, los une un propósito en común: ayudar a las personas en situación de calle y derribar los prejuicios sobre ellas. 

Los villanos dicen que saben lo que es ser subestimado por la sociedad, que a muchos de ellos los prejuzgan por su aspecto. Sus largas barbas, tatuajes, piercings, ropa de cuero, borcegos y cadenas para algunos inspiran miedo, pero detrás de su estética, prevalece la intención de construir su propia identidad y la de los “fantasmas” que el Estado ignora. Los más necesitados, en cambio, los consideran una mano amiga, como los chicos del Hospital de Niños de La Matanza quienes los llaman “los reyes magos rockeros”.

Todos los miércoles, el grupo de barbudos porteños se reúne en Parque Patricios a las nueve de la noche para iniciar la recorrida semanal. Después de saludarse con un abrazo, comienzan a cargar en sus camionetas las donaciones que recolectaron durante la semana: ropa, juguetes, frazadas, bebidas y conservadoras cargadas de comida caliente.

Axel López, un transportista de chicos con discapacidad, aporta su furgoneta para realizar las donaciones.

Axel López, de 26 años, es chofer de transporte de chicos con discapacidades y presta su furgoneta escolar para la recorrida nocturna. Su interés por los actos caritativos surgió de las colectas que realizaba su colegio secundario. Cuando sus tiempos comenzaron a limitarse por trabajar jornada completa, inició su propio proyecto, “Algo Real”, juntando donaciones por su cuenta y visitando comedores. Recientemente, se acaba de incorporar a Bearded Villains y está “en instancias de evaluación”. Es que “para llegar a ser villano pueden pasar cinco o seis meses, depende de la dedicación de cada uno”, explica Agustín Calviño, que cumplió un año como integrante oficial del equipo. “Al mismo tiempo que entré yo, entraron un montón que, al día de hoy, no son villanos porque no se pusieron las pilas. Esto no implica solo venir los miércoles. Hay un montón de valores y una bandera que llevar. Los brothers caminan en la calle, llevan el chaleco, consiguen cosas para eventos que organizamos… Nos ponemos la camiseta. El que no se la pone, no va a convertirse en uno de nosotros”.

Para Héctor Ponti, alias El General, padre de Mauro, fundador de Bearded Villains Argentina, hay un motivo principal por el que se exige tanto compromiso. “No les podemos fallar. Son amigos”, dice en referencia a las personas que visitan regularmente. “Nos abrazamos, acariciamos, nos damos un beso. Y saben que siempre nos pueden pedir algo que necesiten.” Otro de los integrantes del equipo, Antonio Pontelli, agrega: “Nos están esperando siempre como si fuéramos la salvación, porque la sociedad les pasa por al lado, no los mira ni los escucha.” Antonio sabe de qué habla: de joven vivió en la calle, hasta que un médico reconoció su capacidad para la artesanía, le enseñó y le dio las herramientas para iniciar un proyecto laboral.

Los villanos aportaron el guiso de arroz y el jugo de naranja para festejar el cumpleaños de Nicole.

 La primera visita de la noche se llevó a cabo en 24 de Noviembre y Avenida Juan de Garay. Cuatro hermanos sentados sobre un sillón en la vereda, junto a un automóvil que cargaba un cartel titulado “Feliz cumple Nicole, 5 años” y bajo una hilera de globos colgados, recibieron a los villanos con entusiasmo. La pequeña mesa vacía pronto se llenó de bandejas de guiso de arroz y jugos de naranja que los visitantes llevaron. Ponti contó que ven cada vez más familias en estas condiciones.

La imagen se reiteró en el Hospital Ramos Mejía: una pareja con dos niñas pidió una porción de guiso, algunas personas se acercaron a saludar a los Villanos, y otras tantas se abalanzaron sobre una de sus camionetas para encontrar un abrigo. Un grupo de voluntarios ingresó a la sala de espera a repartir bandejas a los pacientes, entre ellos, a un anciano que dormitaba sobre las sillas de plástico. “Mario es un viejito que vive en el hospital. Tenía una armónica, se la robaron, entonces le compramos otra. Cuando nos ve, viene y nos abraza. Es un viejito que todos quisieran tener en su familia, pero está tirado ahí”, lamentó El General

Después de hacer algunas paradas más sobre Avenida Rivadavia y repartir las provisiones a las personas que se encuentren durmiendo sobre colchones despedazados y en las puertas de una iglesia cerrada, los villanos concluyen en la recova de Once. Lo que al principio parece un pasillo desierto, pronto se colma de gente que se concentra alrededor de los recién llegados. 

En el otro extremo de la recova, permanece sentado y encorvado un hombre que no despega su mirada del suelo. Es Juanito, sufre de demencia, y al único que le permite acercarse es al General. “No quiere nada de nadie, ni un plato de comida; pero cuando yo le llevo uno, el tipo se desespera. Logré acercarme a él metiéndome en su pellejo. Juancito no tiene medias, tiene un par de zapatos con punteras de acero que no puede calzar porque tiene los pies hinchados, lastimados de úlceras. ¿Vos pensás que alguien se le acerca, le da una mano o una caricia?”

Juanito es el único que se mantiene alejado del gentío reunido alrededor de las camionetas. Los voluntarios intentan ocuparse de todos: reparten la ropa, ofrecen un segundo plato de comida y entregan vasos de telgopor con saquitos de té y chocolates para el desayuno del día siguiente. Algunas cosas escasean, como el vestuario para hombre, pero sobra la voluntad de los villanos para encontrar opciones alternativas.

Para ser aceptado en la hermandad, primero hay que demostrar compromiso con la causa.

“Siempre hacemos canje”, asegura Ponti. “Mi nuera es tatuadora, y parte de lo que recauda va para Bearded Villains. Mi yerno trabaja en una panadería y aporta bolsas de pan, facturas y bizcochitos. Contamos con la ayuda de dos venezolanos que hacen arepas y tortas. Y otros tantos se dedican a la cocina. Mi señora tiene un local de ropa, y cuando va a comprar mercadería, siempre trae algún abrigo, frazadas o zapatillas”.

La recorrida se reitera todos los miércoles, pero en el resto de la semana predomina el afán de seguir ayudando. Cada villano se acerca a las personas en situación de vulnerabilidad que se cruzan en su rutina diaria y mantienen encendida su misión: “La verdadera revolución del hombre va a ser el día en que pueda mirar al otro a los ojos y se dé cuenta de que el que está enfrente es igual”, reflexiona Calviño. “Esto lo vengo diciendo desde los 18 años, y estos tipos me están haciendo ver que tenía razón”.