Nov 17, 2018 | DDHH, Novedades

Guillermo Amarilla Molfino, nieto restituido por Abuelas y el músico, poeta e historiador Gabo Ferro en el segundo encuentro de Música e Identidad.
Guillermo pasea, con café en mano, de lado a lado, nervioso pero entusiasmado. Gabo conversa con la gente que ya está en el bar. El público entra y se acomoda en las mesas, frente al escenario. El vino tinto ya está servido, listo para entrar en calor en un día agobiante que azota la tarde del miércoles 14 de noviembre, en el barrio de San Telmo. La espera se hace larga, y va colmando de ansiedad a los presentes. De pronto, silencio. El micrófono se enciende. Se da comienzo al segundo encuentro de Música e Identidad, organizado por la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, Abuelas de Plaza de Mayo, el Centro cultural Caras y Caretas, el Centro Cultural de la Cooperación, la Fundación Germán Abdala y la agencia de noticias ANCCOM. Pasadas las siete y media de la tarde los protagonistas del día, Guillermo Amarilla Molfino, nieto restituido por Abuelas y el músico, poeta e historiador Gabo Ferro, se sientan en los sillones blancos ubicados sobre el escenario.
Cómo relacionar música e identidad con sus vivencias, es la reflexión a la que los invita la cronista. Gabo y Guillermo se miran. Por mutuo acuerdo es Guillermo quien toma la palabra. Luego de expresar alegría por poder compartir el evento con el músico y el público allí presente repasa: “No hay música que no interpele al oyente. Cuando recuperé mí identidad, hace nueve años, conocí a mi familia chaqueña e indagué sobre el chamamé. Me tocó encontrarme con una familia de músicos. Ahí entré en otro vínculo con la música. En silencio, escuchando la música”.
Siguiendo el hilo de la reflexión de Guillermo, Gabo piensa la música con la construcción de identidad personal y también de un colectivo. “La música en general nos conforma. Me tocó vivir el rock argentino en tiempo real, con los discos de vinilo. Había uno que me gustaba, que sacaba algo de mí, que era escandaloso para mis padres, que me venían mover el flequillo y se preguntaban ¿qué es esa música? En mi construcción de identidad había algo vergonzoso en hacer algún gesto que estuviese considerado mal”. Luego rememora lo difícil que fue aquella adolescencia, con opresión, sin información: “Me transformé en un joven hardcore, ahí está el colectivo. En lugar de encontramos en fiestas, nos encontrábamos en sanatorios, velorios, entierros. Algo que nos conformó. En mi identidad está esa resonancia melancólica”, describe.
Guillermo tiene una historia particular con el acordeón. El día de su restitución, reunido con su familia en la sede de Abuelas, un tío le preguntó a qué se dedicaba: “En ese momento tenía una banda de música, tocábamos tango. Había vendido un auto para comprarme un acordeón, pero no soy acordeonista”, aclara. Fue en esa confesión que entre los familiares se produjo un gran silencio y emoción: “Mi mamá tocaba el acordeón, ella teniendo menos de diez años se puso a tocar en la puerta de una iglesia, y pasaba la gente a dejarle monedas”. Guillermo describe que esa anécdota le generó otro vínculo con el instrumento. “Al tocarlo sentís la vibración en el pecho, en todo el cuerpo, y se viene a mi imaginación cómo vibraría el cuerpo de ella, teniendo diez años. Cuando lo toco, ella se presenta”. El público en la sala, emocionado abraza el relato con un aplauso.

El músico Gabo Ferro habla de la música en relación a la construcción de identidad, tanto personal como colectiva.
Gabo recuerda que de niño, cada cinco de enero, se iba a dormir y al levantarse se encontraba con una guitarra, por eso asociaba la música con algo extraordinario y mágico, los Reyes Magos. “La música me parece la plataforma perfecta para el salto a cualquier lugar. El hacer música te permite plantear problemas de manera más sensible e interesante que una exposición”, cuenta el artista en contraposición a otros formatos por los que ha pasado, como los congresos académicos.
Piensa, suspira, y luego reafirma que no se puede evitar la música. “Hay un himno que define a una Nación, hay música y no una obra de teatro que la defina. Es un gesto colectivo el tener una canción aglutinante. El fútbol tiene música, y una manera de ser cantada”, con tono perspicaz imita el canto de cancha. “Me resisto a pensar que no hayamos tenido nunca una canción de cuna. Todos tenemos una canción con la que conocimos a alguien, una que no escuchamos más porque nos recuerda a alguien”.
Por la cabeza de Guillermo pasa la figura del rock y su respuesta como marca de identidad en años de dictadura. Charly García con su irónico “festival del amor”, haciendo alusión a la expresión del dictador Emilio Eduardo Massera, cuando sin sonrojarse dijo: “Gobernamos con amor”. “Un colectivo tuvo identidad y lenguaje a través de la música. La identidad como rebeldía, como oposición. Ese espacio para decir no. Las identidades se construyeron en espacios de lucha”, remarca el nieto restituido.
El músico tiene una pesadilla recurrente, aunque sabe que es posible que haya pasado y está seguro de ello: “Una amiga de mi mamá vivía cerca del Olimpo, íbamos a jugar al lado de los muros a la pelota. Recuerdo la radio a todo volumen y me deja perplejo”. A su padre y hermano se los llevaron unos días, también en dictadura, pero volvieron. “Mamá me decía que eran cosas del fútbol, que viajaba mucho. Mi papá era dirigente de Chicago”. Las cosas no tenían explicación, era todo muy incierto.

Cuando Guillermo se animaba a preguntar, la respuesta era el silencio o “estos (los peronistas) eran unos reventados y los hicimos mierda porque sí, haciéndote pensar que eran malos”, pero era su apropiador quien comía con un arma en la mesa cuando llegaba alguna visita. “Ellos mismos con sus silencios me contaron todo –asegura- y fue una responsabilidad de toda la sociedad guardar silencio”.
Guillermo pudo golpear las puertas de Abuelas para ir respondiendo esas preguntas resonantes en su cabeza: quién era y quiénes eran sus padres. Obtuvo una respuesta, que fue encontrarse con una familia numerosa. “Un encuentro animal, te salís de tu manada y volvés desesperado. Lo vivimos como un reencuentro, no como un encuentro”. Abrazos, relatos y un silencio que no era el mismo vivido en la casa de su infancia. “Algo que disfruto más con mis hermanos, es poder compartir un mate en silencio”. Parece que se conocieran de todo la vida. Guillermo recuerda una anécdota en especial en los inicios de la reconstrucción del vínculo: “Uno de mis hermanos viajó y se quedó en mi casa, dormimos juntos y era raro dormir con él, era un desconocido o no. Empezamos una charla y ese momento fue más que un abrazo”. También recuerda lo que significaba y significa viajar al Chaco de su familia: “Cuando llegaba a Chaco era como volver a ser bebé, todavía siento cuando viajo que voy a tomar un poco de teta”, y la confesión desata aplausos. Los separaron un tiempo pero ya no van a separarlos nunca más.
En la sala, hay dos amigos de Guillermo sentados en primera fila. Él recuerda que les costó acostumbrarse al cambio de nombre y que sentían culpa al llamarlo, sin querer, Martín –su nombre de apropiado-. “El nombre es una música que nos acompaña desde nuestro nacimiento y era una música que no quería escuchar más. Tomé la decisión de llamarme como mi viejo”, dice el nieto restituido número 99, que no cuenta con testimonios sobre qué nombre habían elegido sus padres para él.
A Guillermo y a Gabo no solo los une la música, sino Abuelas. El músico comenzó a colaborar con ellas en 2006 y las historias se le hicieron carne. Su empatía y amistad llevó a que, con Pablo Ramos, hicieran un tema para ellas. A Guille no hay canción de la dictadura que lo interpele diferente, pero palabras como libertad y amor fueron cambiando su significado.
Guillermo hace una reflexión final. “Todos nos preguntamos a veces quién somos, yo estuve obligado a preguntarme. Escribir mi historia es construir mi identidad y lo voy hacer toda la vida”. La identidad no es algo fijo, se construye todos los días, todos lo hacemos diariamente en relación con el encuentro con los otros, como el del miércoles.

Guillermo es el nieto restituido número 99, que al momento de definir su identidad decidió llamarse como su verdadero padre.
Sep 12, 2018 | Culturas, Novedades

Enrique Fauri, el dueño del bar.
La noche está helada, pero adentro hay calor. Las luces están bajas y la música fuerte. Sobre las paredes cuelgan cuadros realizados con diferentes técnicas y realizados por distintos autores. Un rincón lleva pintado la cara de una mujer que tiene los ojos cerrados y el pecho abierto: parece querer respirar hondo el aire de la madrugada. A su derecha, detrás de un acrílico, el sobre de cartón original del long play Artaud, de Pescado Rabioso, grupo integrado, entre otros, por Luis Alberto Spinetta. A su izquierda, un poco más allá, muñecos en miniatura con personajes de la historia del rock argentino sentados a la mesa como en La última cena, el famoso cuadro de Leonardo Da Vinci. En el centro, una barra de madera larga, con una caja registradora antigua sobre su falda, que sostiene al público y a la columna vertebral del bar: un tercio de la colección de más de 12 mil vinilos que guarda su dueño, Enrique Fauri.
Quique, como es conocido, tiene ojos oscuros, 65 años y lleva 50 viviendo de la música. Su barba larga y tupida se confunde con el pelo lacio que lleva por los hombros. Usa remera oscura y camisa a cuadros desprendida. A simple vista es un hípster o un leñador o alguien que viene del futuro a decirnos dónde está la clave: “Los vinilos es lo único original que existe en el planeta”. Sus dedos tienen memoria técnica. Entre los 2.500 discos que guarda en la estantería decorada con fotos carnets, estampitas del Gauchito Gil y tapas de álbumes históricos, sus yemas leen mejor que un escáner y su oído detecta la energía del ambiente en cuestión de segundos. “Podemos empezar escuchando Gospel, porque entró una pareja y sé que les gusta y terminar bailando tarantela o lentos, como en los ’80. Es espontáneo”, dice. Una espontaneidad que cocinó durante todo este tiempo de vida: una combinación de ser DJ en la zona Oeste durante las décadas del 60 y 70, tener una discoteca y luego una disquería en Mercedes (por aquél entonces un pequeño pueblo), para convertirse hoy en algo más que el dueño de “Vinilo”, uno de los pocos bares del país donde pasan exclusivamente música en ese formato antiguo, original y –al parecer- eterno.
“Vinilo nació gracias a un rayo”, dice Esteban Fauri, hijo y productor musical del espacio: “Mi viejo estaba en (el bar) La Oveja Vasca, con mi hermano y hubo un bajón de luz. Cuando volvió se había quemado la computadora con la que pasaban música. Entonces probaron con un tocadiscos que tenían en exhibición, lo enchufaron y andaba. Le dieron diez pesos a mi viejo para que se fuera en taxi hasta mi casa y volvió con veinte vinilos y ahí arrancó a poner música.” Aunque, para ser objetivos y realistas, ahí no empezó la historia. Ni la de Vinilo ni la de Quique Fauri pasando música. Sí, pasando música porque el verbo ‘pasar’ es diferente del verbo ‘poner’. Cuando uno ‘pasa’ música la acción implica una atención constante a lo que sucede con ese artefacto y un uso de las manos distinto al ‘poner’ música donde lo único que hay que hacer es colocar un cd y dar play. “Es como para el gaucho el mate de la mañana. Para mí ese ritual es una parte natural. Es como si fuera una extensión de uno”, explica Esteban. “Yo por ahí tengo las manos como si las tuviera en la bandeja”, dice, mientras imita un movimiento que emula al paso de Thriller. Por decirlo de algún modo, su padre es uno de los creadores de aquel ritual al que hoy asisten adultos y jóvenes. Unos, recordando otras épocas, otros investigando lo viejo y lo nuevo, yendo de lo digital a lo analógico, entendiendo aquello que tiene el vinilo, de irrepetible y singular.

«Vinilo es como un instante, un aura, Vinilo está completamente vivo y en revolución», dice Esteban, hijo de Quique.
Enrique Fauri recibió el don a sus 12 años cuando su padre llegó con un Winco: “Para que pudiera escuchar algo. En ese momento me dio un disco simple y ese simple está allá”, señala. “Era de The Beatles: el lado A, ‘Twist y gritos’ y el lado B, ‘La vi parada ahí’”, recuerda mientras mira una de las paredes de ladrillo a la vista. Después de ese día, la rutina de Quique era ir y venir a la disquería que quedaba a 15 cuadras de su casa: “Pesito que agarraba, me compraba un simple. Me rompió la cabeza eso: el usar el Winco con algo arriba para que suene, sea lo que sea. De ahí no paré más. Como algo físico. Y eso que yo escuchaba me abría la cabeza entonces yo no pensaba en nada más que en juntar eso, como otro pensaría en juntar figuritas.”
El don convertiría a Quique en el extraño de pelo largo que pasaba música en los cumpleaños de sus amigos, para luego transformarse en Dj de la zona oeste de Buenos Aires y tocar en lugares como Juan de los Palotes, Camelot, Pinar de Rocha y Waikiki. El escritor Hernan Casciari, nacido en Mercedes, lo retrató en la revista mercedina La ventana hace 26 años. Allí lo imaginó sobreviviendo gracias a una dieta a base de vinilos, luego de quedar encerrado durante días en una casilla de DJ. Enrique Fauri – y por ende las noches de Vinilo– cuentan con un banquete prodigio. Dentro de su colección aparecen simples como “Rebelde”, de Los Beatniks -considerado el primer disco de rock nacional-, discos originales de Los Gatos, Manal, Vox Dei, La Cofradía de la Flor Solar, y las primeras ediciones del rock internacional editadas en Argentina. Entre ellos, el original de Corazón de madre atómica, de Pink Floyd.
Enrique nombra títulos ingleses en español y, sin querer, remarca un estado de época: “La única guía que teníamos en ese momento era la revista Pelo. Aunque después lo tenías que escuchar cien veces para que te empiece a entrar”, recuerda. La colección se fue ampliando durante los años, gracias a la insistencia y el capricho: “Cuando fue el boom del CD, los vinilos pasaron a valer un peso. No se los llevaba nadie”, cuenta rememorando su época de vendedor en DiscoLibra, local que mantuvo vivo durante 30 años. “Todos deslumbrados por el CD y yo me guardé miles de vinilos. Yo sabía que eran míos y que no podían desaparecer.” La disquería fue el tercer momento luego de una vida de DJ y como dueño de Oikos, un boliche que revolucionó la noche mercedina. Pero en 2007, un incendio arrasó con el local y todo lo que vio a su paso. En el 2011, los planetas se volvieron a encontrar y luego de aquella noche en el Bar La Oveja vasca, su vida y la de sus hijos tomarían un nuevo rumbo habilitando un punto de inflexión en la historia de la colección de música en Argentina.
“Esa noche el bar del Oveja (como le dicen a su dueño) en vez de cerrar a las once cerró a las cinco de la mañana”, dice Esteban, orgulloso. Su padre volvería a pasar música después de décadas. Por otro lado, el deseo de la pasión puesto en una púa y la insistencia hicieron lo suyo: “Teníamos tantos vinilos en casa, tanta música que no sabíamos cómo mostrarla”, dice Quique. “Invitábamos a un par de amigos a nuestro comedor y poníamos a Jimi Hendrix, a Nicola Di Bari, parecía que estaban tocando adentro de nuestra casa. Y surgió la idea, en forma natural, de hacer algo, que no sabíamos en qué formato, para tener los discos, los long plays y los simples a disposición de la gente”, cuenta mientras arma un cuenco con su mano derecha, mostrando el lugar. Hoy, siete años después y varias noches de borracheras y discusiones mediante, esa magia se mantiene: “Yo vuelvo a mi adolescencia”, dice Quique. Su hijo y primer fan, agrega: “Tengo el ojete de tenerlo a él como viejo, yo lo asumo como una escuela de producción del oficio del DJ.”

La estantería guarda 2500 discos y está decorada con fotos carnets, estampitas del Gauchito Gil y tapas de álbumes históricos.
El fuerte de aquel extraño está ubicado en el ala izquierda de la barra donde transcurre la mayor parte de la noche. Desde allí realiza un medio giro que va de la bandeja al público y del público a la bandeja. Les da la espalda y regresa. O regresa, saluda a alguno con sus dos manos cerradas y pulgares en alto y les da la espalda. Realiza la alquimia musical. Luego, apoya sus manos sobre la madera marcada por vasos de Fernet, cerveza, vino y picadas. De este modo recibió y recibe a todos los músicos que pasan por este reducto cultural. Locales e internacionales, como Black Amaya, Daniel Maza, Robin Benjeree (ex guitarrista de Amy Winehouse), Amparo Sánchez y artistas de otras disciplinas como cine, literatura y pintura, que dejaron su aura dentro de Vinilo. Sólo hubo una excepción: Miguel Cantilo. “Casi me desmayo. Vos sabés que la emoción continuó hasta que se fue Miguel. Casi no pude disfrutar del show».
Vinilo, bar temático y cultural, como es su nombre completo, es además un bar familiar. Gastón, su otro hijo, está encargado de la barra y la cocina. “Acá estuvimos 40 días y 40 noches entre amigos, levantando esta esquina que estaba venida abajo”, cuenta Esteban con una sonrisa de orgullo y felicidad. “Lo hicimos desde el amateurismo –dice-. Fue como un sueño hecho realidad y también un sueño colectivo. Algo que se montó con muchísima gente. También fue un homenaje a eso, a ir en contra de los libros que dicen no hagas nada ni con familia ni con amigos”. Y el respaldo de aquellos vinilos, claro. Gracias a ello conocieron también a Gustavo Santaolalla. Quique guarda entre sus ejemplares una de las 500 copias del simple Blues de Dana, con el cual el músico argentino ganó en el Festival Beat de la Canción Internacional de Mar del Plata, en 1970. “Por medio de una amiga que trabaja en el Centro Cultural Kirchner supe que Santaolalla estaba buscando varios de sus discos. Caí de sorpresa. Era encararlo y con el plan efecto sorpresa. Estuvimos hablando un rato. Ni amagó a pagarlo porque sabía que yo no estaba ahí para vendérselo, sino para mostrárselo y nada más.”
En la esquina de la 23 y 24 algunos recién llegados, curiosos de sus trucos, le preguntan qué es eso que suena. El abanico es amplio: tarantela, paso doble, Michael Jackson, Depeche Mode o Gilda. “Mamó la música de ya tres épocas, está super abierto y conoce nuestra generación. Los 80, los 90, los 2000. Vivió de eso y generó una cierta potestad”, resume Esteban.
“Hoy Vinilo es el cierre perfecto de mi vida -analiza Quique- porque con esto ya arrancaron un nuevo oficio nuestros hijos, Gastón y Esteban. Como padre estoy hinchado de felicidad y re orgulloso”, y los ojos oscuros se le llenan de agua salada. “Vinilo es como un instante, un aura, Vinilo está completamente vivo y en revolución”, concluye Esteban. Un instante de forma circular, un aura original de sonido que se gestó con la devoción por un formato y que un rayo terminó de dar vida.
Jul 5, 2018 | Culturas, Novedades, Te puede interesar

“El arte no es delito” fue el grito que reunió a cientos de artistas callejeros frente a las puertas de la Legislatura porteña este martes, para rechazar el Proyecto 1664-J-18 de modificación del Código Contravencional presentado por el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta, que prevé sanciones por “ruidos molestos” en la vía pública.
“La intención es criminalizar el arte callejero y el trabajo autogestivo. Si nos prohíben la posibilidad de ejercer nuestro trabajo libremente nos obligan a la pobreza”, dispara Gonzalo Giuliano, que vive de sus shows callejeros de clown desde hace cinco años. La calle Perú estalló de narices rojas, malabares, tambores y guitarras que sonaron durante toda la tarde como manifestación del rechazo de más de diez organizaciones de artistas a la posible modificación del Artículo 85 del Código Contravencional que, aseguran, perjudicará el trabajo artístico en las calles de la ciudad. “Creemos que tiene que ver con privatizar aún más el espacio público. Lo que está detrás de esta medida es la venta o alquiler del espacio público en función de capitales privados”, denuncia Ana Clara, perteneciente a la agrupación Músicos Organizados.
El proyecto, que engloba una serie de reformas, fue enviado a la Legislatura el 5 de junio por Horacio Rodríguez Larreta y se encuentra en tratamiento en la Comisión de Justicia. La reforma del Artículo 85 consta del agregado de un párrafo en el que se detalla la penalización por “ruidos molestos” provenientes de la calle. Puede leerse allí: “Cuando el origen de los ruidos provengan de la vía pública la sanción será de dos (2) a diez (10) días de trabajo de utilidad pública, multa de cuatrocientos ($400) a dos mil ($ 2000) pesos o arresto de uno (1) a cinco (5) días».

“El arte no es delito” fue el grito que reunió a cientos de artistas callejeros frente a las puertas de la Legislatura porteña .
Además, la modificación establece la posibilidad de realizar denuncias de forma anónima: “Acción dependiente de instancia privada con excepción de los casos donde el origen de los ruidos molestos provenga de la vía pública”, se especifica. El proyecto de reforma aclara, por último, que “No constituye contravención el ensayo o práctica de música fuera de los horarios de descanso siempre que se utilicen dispositivos de amortiguación del sonido de los instrumentos o equipos, cuando ello fuera necesario”.
Los artistas aseguran que esta propuesta de modificación va de la mano con una actitud vigente por parte del Gobierno de la Ciudad para con el arte itinerante. “Los músicos ya vienen siendo hostigados en su actividad en la calle, lo que corre peligro con esta reforma es que el hostigamiento recrudecerá”, afirma Ana Clara. En el mismo sentido, Gonzalo agrega: “Nosotros nos vemos afectados muchas veces por la policía, que nos echa. Pero el público siempre nos defiende, siempre pone el pecho”.

Los artistas aseguran que esta propuesta de modificación va de la mano con una actitud vigente por parte del Gobierno de la Ciudad para con el arte itinerante.
En diálogo con ANCCOM, Daniel Presti, presidente de la Comisión de Justicia por el bloque Vamos Juntos, argumentó que la reforma no tiene nada que ver con el trabajo de los artistas en las calles. “La génesis del proyecto apunta al ruido que puedan llegar a hacer en la calle una o dos personas a la madrugada, que eso pueda llegar a molestar a terceros –dice-. No tiene nada que ver con los artistas callejeros. Nuestra intención es que ellos sigan trabajando de la misma manera que lo están haciendo ahora”. Presti asegura que la modificación que se intenta realizar al Código, que también enfoca en los llamados “trapitos”, es una política de Estado vinculada con la violencia de género: “Apuntamos a las agresiones diarias que sufren las mujeres en la Ciudad –dice-. Las mujeres se sienten afectadas si, por ejemplo, en una esquina va una persona y le exige plata, o va a estacionar un auto y un cuidacoches le exige plata. Nosotros creemos que estas circunstancias están relacionadas con lo que no se ve, a eso apuntamos”. La carátula de “ruidos molestos” quedará a interpretación del denunciante, a lo que el diputado reflexiona que “en caso de que haya una denuncia contra algún artista callejero yo confío en que el fiscal que lo aborde va a saber que la acusación no tiene ni pies ni cabeza”.
“Los artistas callejeros rompemos con el elitismo del arte, hacemos posible que las personas de la clase obrera, que tienen la plata justa para llegar a fin de mes, tengan la oportunidad de ver un espectáculo. Somos una vacuna al tedio y a la monotonía del día a día en la calle”, expresa Gonzalo sobre la importancia de poder ejercer el trabajo artístico en las vía pública. El próximo martes 10 de julio el colectivo de artistas volverá a manifestarse frente a la Legislatura para exigir la no implementación del proyecto de reforma.
May 23, 2018 | Entrevistas
Mejor artista masculino de tango de la década. Mejor cantante de tango por los discos Aníbal Troilo 100 años, grabado en el Teatro Ópera y Gardel Sinfónico, registrado con la Orquesta Sinfónica de Medellín en un concierto en el aeropuerto de esa ciudad. Nominado dos veces a los premios Grammy. Estos son algunos de los galardones que marcan el camino de Ariel Ardit, nacido en Córdoba en 1974 y que en diálogo con ANCCOM recorre su trayectoria y habla de los shows que brinda los miércoles de mayo a las 21 en Bebop Club (Moreno 364).

¿Cómo fue el inicio de tu carrera y qué te acercó al tango?
El inicio de mi carrera tiene que ver con que vengo de una familia de cantantes de folklore. Finalizando la secundaria mi mamá me preguntó qué quería estudiar, yo le dije que cantar, y empecé a tomar clases de canto lírico. Pasaron los años y en una de estas reuniones familiares donde siempre se cantaba reescuché la voz de Carlos Gardel, ya con la oreja de un estudiante de canto lírico, y descubrí el fascinante mundo de su canto. Yo seguí tomando clases con la intención de ser un cantante lírico en algún momento, pero el destino me tenía preparado un lugarcito con el tango. Sin querer pasé un día por el Boliche de Roberto, en Bulnes y Perón, alguien del barrio me conoció y sabía que yo cantaba, y canté mis primeros dos tangos; esto fue en 1997. Ahí empezó todo porque el Boliche de Roberto fue la vidriera donde me escucharon los muchachos de la Orquesta El Arranque, me tomaron una audición y empecé a trabajar profesionalmente como el cantor de la orquesta en 1999. Y a partir de ahí es que el tango ya me tomó para siempre.
¿Cómo fue tu experiencia con las giras?
Desde el año 1999 que fue mi primera gira a Europa, en estos veinte años siempre he viajado. Las giras lo que te dan es una gran experiencia artística pero también la experiencia de salir de la Argentina y ver el respeto que se tiene por nuestra música, y por la identificación cultural que nos da el tango. No me canso de decir que tal vez el embajador cultural más importante de la Argentina es el tango, y poder ser un transmisor y llevarlo por todo el mundo es algo que me llena de orgullo.
¿Qué sentís con los premios ganados?
Yo gané dos Carlos Gardel con el disco de Aníbal Troilo y con el disco del homenaje sinfónico a Gardel, también tuve dos nominaciones a los premios Latin Grammy con esos discos, y después gané el premio Konex como mejor artista masculino de tango de la década. La diferencia es que cuando uno es un cantante solista lo que hace es poner luz sobre el trabajo de muchísimas personas que trabajan en un disco. Disfruto de los reconocimientos y básicamente de compartirlos con la gente que trabaja conmigo y que muchas veces no tiene la oportunidad de exposición que tiene el cantante que sale en la foto.

¿Cómo fue el proyecto de Gardel Sinfónico en el Colón?
Yo vi un homenaje que se le hacía a Gardel en 1995 con orquesta sinfónica y los solistas de bandoneón más importantes que había en Buenos Aires. Ese año yo había empezado a tomar clases de canto y la sorpresa mía fue que el homenaje era instrumental y que nadie cantaba. Me quedé con la sensación, yo sin ser un cantante de tango en ese momento, que hubiesen estado bien representados también los temas de Carlos Gardel, que se habían hecho para cantar, con la presencia de un cantante. Pasaron los años y al conocer Medellín, hablando con la directora del aeropuerto Olaya Herrera, donde falleció Gardel, le dije que para mí sería importante hacerle un homenaje con orquesta sinfónica. En este caso sentí la necesidad de ofrecerme para hacerlo en el aeropuerto. El 24 de junio del 2015, al cumplirse ochenta años del fallecimiento de Gardel, pudimos hacer este homenaje sinfónico junto a la Filarmónica de Medellín. Luego quedaba un objetivo: el homenaje en el Colón, también por la anécdota de que Gardel era un asiduo concurrente al teatro y que nunca había podido cantar ahí. El 23 de febrero pasado pudimos realizar el homenaje sinfónico en el Colón.
¿Cómo son estos recitales de Bebop?
En Bebop estamos haciendo un trabajo más íntimo, es solamente con el piano. Siempre el primer trabajo es entre el piano y la voz y a partir de ahí se modula el trabajo orquestal. Por eso decíamos que nos debíamos este formato de piano y voz para llevarlo al público, que la gente conozca la posibilidad de hacer el tango desde la versión más íntima. También un poco era buscar un contraste entre el último disco sinfónico y llegar a resumir el tango a la mínima expresión. Estamos grabando un disco y un DVD para que el audio editado tenga un mejor recorrido en las redes: un disco íntimo, un diálogo entre el piano y la voz que seguramente va a tener un recorrido interesante desde la puesta y desde las imágenes.
¿Qué esperás para tu carrera después del ciclo de Bebop? ¿Qué significa el tango para vos en esta etapa de tu vida?
Me siento muy afortunado de poder llevar adelante todos mis proyectos con el tango desde que empecé a cantar, de poder tener la contención de un público que me es fiel y que responde, y que afortunadamente va creciendo y se va renovando. El tango, como siempre digo en estos casi veinte años de carrera profesional, me ha dado mucho y yo siempre estoy pensando en nuevos proyectos porque siento que al tango le tengo que devolver todo eso que todo el tiempo me está dando, devolvérselo en nuevos proyectos, en nuevos trabajos, en ser cada vez más serio en mis propuestas y en mis ambiciones. Si yo te lo tuviese que resumir te tengo que decir que hace veinte años el tango es mi vida.

May 23, 2018 | Comunidad, Novedades, Te puede interesar

Liliana Herrero, Juan Falú, Sudor Marika, Las Taradas y Juana Molina le pusieron calor y música a la fría noche de sábado. El festival, organizado por medios alternativos de Argentina y Brasil con la colaboración de organizaciones populares, se llenó pronto con los carteles de “Lula libre” y “Marielle vive”, más tarde sonaron los cantitos contra Macri y luego fue el momento de miles de bocas abiertas de par en par para la foto del grito poderoso de la noche.
Bajo la consigna “Latinoamérica en emergencia”, la plaza fue el reflejo de las problemáticas que cruzan a los dos países: el endeudamiento, la violencia institucional, el debilitamiento de la democracia y el avasallamiento de derechos civiles. “Hay una avanzada oligárquica importante, un mapa en el continente donde el neoliberalismo va poniendo sus fichas. En Brasil fueron a fondo y han puesto en prisión al único que puede poner freno a los grupos concentrados de poder”, afirmó Rafael Klejzer, referente del movimiento popular La Dignidad (MPLD).

El festival, al que asistieron unas 20 mil personas, contó con la presencia de artistas, referentes políticos y organizaciones populares.
Mientras tanto, en Curitiba, frente a la sede de la Policía Federal donde permanece detenido el ex mandatario brasileño, continúa la vigilia popular y hasta allí, gracias a las redes, llegaron las voces e imágenes del festival en Buenos Aires. Rogerio Tomaz, coordinador de Comunicación del Partido de los Trabajadores de la Cámara baja de Brasil, presente en la plaza, detalló que hay entre 500 y 600 personas acampando provenientes de distintos estados. “Casi todos los días hay algún tipo de ataque, ya sean ofensas verbales o agresiones físicas. Nos tiran piedras y hasta hemos sufrido dos ataques armados donde un compañero resultó herido de gravedad pero ya está fuera de peligro. Aguantamos, no nos iremos hasta que Lula salga en libertad”, declaró.
Mídia Ninja, medio brasileño independiente y autogestionado, participó activamente de la organización de Lula Festiva. Oliver Kornblihtt, uno de sus integrantes, se refirió a la Casa de la Democracia que instalaron en Curitiba, un espacio autofinanciado que alberga a periodistas y activistas que viajan de todo el mundo para cubrir la vigilia. “Hay mucha circulación, días en que llegamos a ser 70 personas trabajando. Se realizan debates, proyecciones, hay una sala de coworking con equipos de edición e Internet. Transmitimos en vivo todos los días a las nueve de la mañana el simbólico buenos días Lula y publicamos lo que sucede durante cada jornada”, explicó.

Las imágenes del evento llegaron, gracias a las redes, hasta Curitiba.
El otro reclamo fuerte del festival fue el de verdad y justicia por el asesinato de la concejala feminista Marielle Franco, de 38 años, el pasado 14 de marzo en Río de Janeiro. “Lo de Marielle podría haber pasado en otro momento como un asesinato más de una mujer negra y, sin embargo, se transformó en un símbolo. Lo que los asesinos han querido eliminar no lo han conseguido, porque como todos los símbolos Marielle se siembra en lucha y en rebeldía”, reflexionó la periodista Liliana Daunes después de la lectura de uno de los manifiestos de la noche. “No queremos ni golpes de Estado ni golpes a las mujeres”, sintetizó.
Una de las fundadoras del colectivo Ni una menos, Cecilia Palmeiro, dejó en claro que en estos casos el disciplinamiento funciona a la inversa ya que “matando a Marielle la convirtieron en un ícono para el mundo de la resistencia de las feministas, negras, lesbianas y faveladas. Renueva el compromiso con la lucha y nos muestra que nuestros cuerpos están en peligro y si no nos organizamos nos van a matar de a una”.

“Latinoamérica en emergencia” fue la consigna central del festival.
Sentada desde temprano en la segunda fila frente al escenario, Analba Brazao Texeira, referente del movimiento Articulación de Mujeres Brasileras (AMB), sostuvo: “El golpe en Brasil fue un golpe patriarcal y racista que fomenta y profundiza actualmente el odio de clase, a las personas negras y a las mujeres. La sociedad brasileña es muy machista y homofóbica, no soporta la resistencia y búsqueda de autonomía de las mujeres. Esa era una de las luchas diarias de Marielle”. También subrayó su preocupación por la asesora de prensa de Marielle, única sobreviviente de la balacera, quien tras prestar declaración para la reconstrucción del hecho debió exiliarse del país ya que su seguridad no estaba garantizada.

El pedido de verdad y justicia por el asesinato de Marielle Franco sonó fuerte en la plaza.
Luego de cantar acompañada por el guitarrista Juan Falú, Liliana Herrero, en diálogo con ANCCOM, expresó: “Si bien es un momento abismal en Argentina y Latinoamérica, estoy convencida que el arte y la música son una promesa de comunidad libre e independiente y en eso la política debería copiarnos un poco”. Se sumó a la conversación Silvia León, secretaria de Organización de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), quien reivindicó el papel de las mujeres dentro de las estructuras sindicales, históricamente machistas. “Para que dejen de ser patriarcales debe conformarse un espíritu democrático y participativo que incluya la mirada de la mujer y nuestras formas de forjar alianzas y tomar decisiones”, remarcó.
Las siempre emotivas palabras de Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora, y las canciones de Juana Molina cerraron el festival. El grito “¡Marielle vive y queremos a Lula libre!” retumbó un buen rato, quizás con la esperanza de que se escuche en toda Latinoamérica.