Los cuatro fantásticos

Los cuatro fantásticos

Un 12, 9 % de la población argentina tiene algún tipo de discapacidad, según datos del Censo 2010.  En tanto, de acuerdo al informe del último trimestre de 2016 producido por el Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento,  un 34% de la población del Gran Buenos Aires es pobre.  ¿Por qué se cruzan las dos variables? La inserción al empleo, se sabe, es muy compleja para este colectivo.  Según el último Anuario Estadístico Nacional sobre Discapacidad del año 2015, en la provincia de Buenos Aires, un 85,68 % de personas con diferentes tipos de discapacidad a partir de los 14 años no trabaja. A nivel nacional el porcentaje es similar. Leandro Noir, Director del Departamento de Psicología de la Discapacidad de APBA (Asociación de Psicólogos de Buenos Aires),  sostiene: “No hay políticas que estimulen la inserción laboral, en la parte educativa están aumentando las integraciones escolares, muchas más escuelas lo implementan, pero ahí influye el nivel económico porque el Estado no brinda los recursos necesarios.” En ese contexto, los centros de día estatales o asociaciones civiles sin fines de lucro ofrecen herramientas vitales para la autonomía de las personas con capacidades diferentes que no poseen medios económicos.

“Los cuatro fantásticos” se denomina al cuarteto de centros que en Moreno luchan diariamente por aportar a la autonomía de las personas discapacitadas. Ellos son: TADIM, Espejos Cruzados, Centro de Día Crecer y la Asociación Civil Ocupas.

 TADIM es un taller protegido para personas adultas, con discapacidad mental leve a moderada, ubicado en la localidad de Moreno con 32 años de vida. La finalidad del taller es capacitar a aquellos para que puedan insertarse en el mundo laboral. La institución cuenta con dos áreas: el taller de carpintería y el sector de tercerizados donde se presta un servicio de armado y empaquetado. El lugar solo tiene treinta vacantes, utilizadas por personas que reciben becas otorgadas por la Provincia de Buenos Aires, mediante un convenio con la Municipalidad de Moreno. Los asistentes, cobran además un peculio integrado por un aporte de la provincia más un plus que proviene de los ingresos obtenidos de las ventas de la producción del taller. Gabriel, uno de los participantes de TADIM, expresa: “En casa no tengo amigos, entonces acá comparto con mis compañeros. Trabajo. Estos son mis compañeros hasta la muerte, hasta el cielo”. María Esther ingresó al centro hace un año: “Es como una segunda familia. Aprendí a hacer cosas que antes no sabía”. Ella conoció a su pareja en el taller, hoy conviven y se mantienen sin ayuda. “Tratamos que aprendan a manejarse en la vida cotidiana, cuando se quedan solos. Poder pagar la luz, hacer las compras, llevar adelante la casa», expresa Virginia Ventriglia, coordinadora.

Otro centro de atención a la discapacidad de Moreno se llama Espejos Cruzados e integra el Área de Salud Mental de la Municipalidad. Está orientado a personas con discapacidad mental y problemas psicológicos. «Se llama Espejos Cruzados porque uno al ver lo que a otro paciente le pasa, se refleja en el otro, porque ya lo vivimos», explica Manuel Medina, uno de los pacientes.  

«No solo acompañamos al paciente hasta que le den el alta –señala Ana Garay, directora de Espejo-, lo seguimos una vez fuera del manicomio. Hay personas que salen después de estar 20 años internados a una sociedad que no los espera».

La institución cuenta con dos áreas: el taller de carpintería y el sector de tercerizados donde se presta un servicio de armado y empaquetado.

En tanto, Javier Báez es el coordinador del Centro de Día Crecer, ubicado en la localidad de La Reja, partido de Moreno. La institución, que también depende de la Municipalidad, ofrece sus talleres a personas de bajos recursos que no poseen cobertura médica, las edades comprenden desde los 16 hasta los 70 años, y cuenta con un cupo de 23 personas con discapacidades mentales severas a moderadas. La demanda para ingresar a estos centros es muy grande debido a la escasa oferta de sitios públicos y gratuitos.

No solo las limitaciones económicas o las escasas ofertas estatales de los centros de día inciden en el desarrollo de una persona con discapacidad. Para Jorge Báez la familia juega un rol importante: “Existe una mirada antigua de que un joven discapacitado no puede hacer las cosas, pero sí pueden, a su tiempo. Nosotros invitamos a los padres a que vean los trabajos de sus hijos y nos ha pasado que han dicho que ese trabajo no lo hizo su hijo. La mirada sobre la discapacidad, por suerte, cambió; hoy se les da más herramientas, pero hay que seguir trabajando”.

La Asociación  Ocupas, nacida en 2003, también ofrece sus actividades en forma gratuita.  Fabián Crazvoff, cofundador, cuenta: «A raíz de unas encuestas, vimos que había gran cantidad de personas con discapacidad, en situación de extrema vulnerabilidad. La necesidad nos llevó a trabajar con ellos».   Ocupas opera como centro de día, posee la radio comunitaria FM Ocupas 88.3 pero además funciona como hogar.

 La mayoría de los pacientes son mayores de edad, quienes una vez terminado el sistema educativo ya no tienen lugar en la sociedad. «Para nosotros es una decisión recibir a aquellos que viven en extrema pobreza», explica Sara Cravzoff, directora de discapacidad de la Municipalidad de Moreno y cofundadora de Ocupas.

 Los lazos que generan estos centros son profundos, brindan la oportunidad a personas de bajos recursos -algunas de los cuales no han podido educarse en una escuela especial- para superar obstáculos y valerse por sí mismos. A la vez, luchan día a día por cambiar la percepción sobre la discapacidad hacia una mirada que los incluya. El contexto, por otro lado, no ayuda: la pobreza impacta especialmente en forma negativa en las personas con esas características.  De hecho, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el 87 % de las discapacidades se adquiere durante el desarrollo de la vida y está directamente vinculado con necesidades básicas insatisfechas.

La finalidad del taller es capacitar a aquellos para que puedan insertarse en el mundo laboral.

 

Actualizado 10/10/2017

El Arca de los niños

El Arca de los niños

Una nueva forma de lucha por los derechos de los niños. Esa es la premisa que lleva adelante la Asociación Civil El Arca, en Moreno. ¿Cómo? Con un proceso gradual de cierre de los hogares de la entidad a cambio de introducir  la novedosa modalidad de apadrinamiento solidario y así evitar que los chicos pierdan su escuela, su barrio, su familia.

Un poco de historia

Betina Perona, directora y fundadora del Arca, cuenta: «Yo pertenecía a un grupo de parroquia con el que íbamos a la estación de Constitución. Estábamos con los chicos que vivían ahí y que no dormían por el miedo. Así surgió el deseo de tener una casa para ellos». En 1986 se inauguró el primer Hogar en Parque Patricios. Tres años después, se mudaron a un lugar más amplio, en Moreno. «Estuvimos 25 años con los hogares. Funcionamos todos los días y no había vacaciones. Fue una experiencia intensa. Pero esto sirvió para mostrarles a los chicos otros modos de vida posible y que había adultos en los que podían confiar», expresa. El Arca mantuvo en pie un hogar para niñas, otro para niños y otro para los que cumplían la mayoría de edad.

En el año 2000, la asociación sintió que no hacía lo suficiente. Por eso, comenzó con actividades en la zona de Cuartel V. «Nos propusimos evitar que los chicos salieran del barrio, terminaran en la calle y después en un hogar», dice Betina. Años después, cerraron la etapa de hogares. «La decisión fue económica y por cansancio. Fueron muchos años de poner el cuerpo. Pero también por una nueva perspectiva, nuestra tarea iba a seguir, pero de un modo distinto», explica.  

Una nueva forma de lucha por los derechos de los niños. Esa es la premisa que lleva adelante la Asociación Civil El Arca, en Moreno.

Cambio de rumbo

Una nueva perspectiva surgió, basada en dos ejes: inclusión educativa y participación. Se trata de prevenir en vez de curar y la modalidad es el apadrinamiento solidario. Apadrinar a un niño es una colaboración mensual económica (que parte de 150 pesos), pero además es establecer un vínculo personal. Evangelina Paolucci, del área de apadrinamiento, explica: «La parte fuerte es el vínculo, donde el padrino acompaña el crecimiento de su ahijado». El Arca se encarga de mediar entre ambas partes. Al respecto, Paolucci agrega: «Se comunican a través de cartas, fotos y dentro de lo posible, visitas. Se genera un sostén tanto para los chicos como para sus familias. Tienen una figura que los escucha e incentiva». Por otra parte, el dinero de los padrinos no va directamente al ahijado o a su familia, sino que se utiliza para llevar a cabo las actividades de las cuales participa, generando un beneficio expansivo hacia su entorno.

Llevar a cabo un proyecto de esta envergadura no es sencillo. Mirta Quinteros, secretaria y co-fundadora de El Arca, explica: «Mi tarea es la gestión y administración. El fin último es que a los chicos y al equipo les lleguen los insumos y el capital necesario. El financiamiento es  clave, pero este es más efectivo cuando hay identificación. Por esto, tratamos de ser un colectivo con un mismo objetivo: hacer efectivos los derechos humanos en la niñez». En este aspecto, el área de comunicación lleva a cabo una labor de vital importancia. Su encargada, Ayelén Ramayo,  cuenta: «Nuestro objetivo es difundir, pero trabajamos en especial manera en la recaudación de fondos. La página web y las redes sociales son hoy los mejores canales que tenemos». Desde su área, Ayelén también agradece la difusión externa que reciben. «Todos los medios de comunicación que se acercan y nos dan voz, hacen que podamos ser vistos, lo cual se traduce en más colaboraciones».

Una nueva perspectiva surgió, basada en dos ejes: inclusión educativa y participación. Se trata de prevenir en vez de curar y la modalidad es el apadrinamiento solidario.

Las experiencias

El Arca realiza sus actividades en Cuartel V. Lucas Jaime, del equipo de inclusión, explica: «Somos la parte que se inserta en el territorio. Actualmente llevamos a cabo una juegoteca, apoyo escolar y actividades en las escuelas». Además, cuenta que la experiencia de ir a los barrios y trabajar en el territorio es lo que más motiva. «Cuando llegás por primera vez y decís que sos de El Arca, los pibes se acercan y te abrazan, eso es increíble». Pero trabajar en Cuartel V tiene sus dificultades. «Hay que tener en cuenta el contexto de los niños. Son barrios en continuo crecimiento. Las calles se inundan, no hay servicio de la basura, problemas de luz, gas o cloacas, y realmente hay un déficit de escuelas. Entonces nos adaptamos a sus realidades. Armamos todo en base a ellos, a sus necesidades, inquietudes y miedos», expresa.  

Por otra parte, algo que destaca a este proyecto es su sistema de voluntariado internacional. De todas partes del mundo llegan voluntarios a participar. Clara Helberg, de Alemania, relata su experiencia: «Hay un programa del gobierno alemán que te conecta con ONGs de todo el mundo. Elegí El Arca porque vi lo que hacían y me gustó». El gobierno de aquel país le pagó el viaje y le da dinero por mes para sustentarse. Clara está hace diez meses en Argentina y es parte del equipo de inclusión. Esto la ha marcado, según cuenta: «La primera vez fue muy bueno. Era muy distinto a todo lo que conocía porque no hay lugares así en Alemania. Por más que haya problemas de infraestructura, acá la gente es muy amigable y los chicos son muy cariñosos».

El Arca tiene historia, presente y un gran futuro. Un digno deseo la impulsa: respetar los derechos de los niños. Hoy, con un modelo innovador y eficaz, que genera vínculos de por vida, han marcado un camino. «Mucho nos ha dado El Arca -reflexiona Perona-. Pero cuando veo los resultados, los chicos que hoy han crecido y han podido cambiar las historias de sus vidas, siento mi satisfacción más grande».

Actualizado 22/08/2017

 

Un Arca de los niños

Un Arca de los niños

En el partido de Moreno existe una asociación civil que cuenta con 30 años de vida: el  Hogar de Niños El Arca de Noé, que mantiene una lucha social para lograr conquistas por los derechos de los niños. En la entidad,  el programa central se denomina “Ciudadanía con todos: promoviendo el protagonismo infantil”, que está conformado por cuatro ejes de acción: educación, inclusión, participación y organización comunitaria. Este trabajo involucra a toda la comunidad y  por eso  los esfuerzos de El Arca son en conjunto con tres escuelas primarias públicas, un secundario, dos jardines de infantes, y cinco Centros Comunitarios en el barrio de Cuartel V, situado en el límite con la localidad de José. C. Paz.

El Arca de Noé trabaja con y para 3.000 chicos y chicas de entre 2 y 18 años, promoviendo el pleno ejercicio de los derechos, junto a sus familias y toda la comunidad. La entidad nació  en 1986, con la conformación de un hogar en la Ciudad de Buenos Aires, de la mano del sacerdote católico Pablo Marcenaro. Ya en 1994, y para enfrentar la crisis de los años noventa, que afectó principalmente a los sectores vulnerables del país, se inauguró la sede en Moreno, más precisamente en la localidad de Paso del Rey.

“Contamos con la ayuda de amigos generosos», dice Francisco Marcenaro,  responsable de Desarrollo Institucional de la AsociaciónAdemás, señala: “Tenemos una modalidad que nos caracteriza, una metodología propia, trabajamos a contraturno con el colegio de los chicos. Le damos herramientas y está en ellos aprovecharlas.«

El Arca también cuenta con un comedor, al que asisten 140 niños. Marcenaro dice: “Los chicos a veces no continúan, vuelven a venir y a pesar de todo, la fundación va creciendo”. La entidad también «tiene un programa de voluntariado articulado con otras instituciones, se hacen prácticas, informes, diagnósticos y a nosotros nos da un apoyo muy grande, entre las instituciones se encuentra el Instituto Riglos (Instituto Superior de Formación Docente), que está realizando las prácticas psicopedagógicas. Además  la Fundación cuenta con gabinetes psicopedagógicos”.

Este predio de dos hectáreas, ubicado en la calle Corrientes y Yapeyú, de Paso del Rey, cuenta con un tinglado que permite prácticas deportivas como el básquet, vóley y una pileta de natación. En tanto, en la parte posterior  también hay una cancha de fútbol que, por sus medidas, es una de las pocas que quedan en la zona. También cuenta con una cantidad de aulas donde funciona un jardín de infantes y se realizan talleres que abarcan desde la enseñanza de carpintería hasta de teatro, pasando por armado de PC, huerta, jardinería, música e inglés.

Rosana Stankovich es una vecina del lugar y madre de cinco hijos que participan de las actividades de El Arca. “Mi esposo se quedó sin trabajo en el ferrocarril, teníamos dificultad para darles de comer a los chicos y ya circulaba el rumor de que el Padre Pablo estaba haciendo un comedor. Imaginate, era la época del furor de los trueques”, cuenta, sobre su acercamiento a la entidad.

“Mi hijo mayor tenía 16 años y él se encargaba de traer a los hermanos al comedor, era una sensación de bronca y resentimiento”, recuerda Rosana, y agrega que algunas madres se turnaban para cocinar en el comedor y que los chicos se sumaban a jugar al fútbol en el predio. “En Argentina cualquiera corre detrás de una pelota y se entretiene”, recuerda. En relación a la situación actual, Rosana no duda: “Cuando la gente pidió ‘que se vayan todos’, algo de ese quilombo era nuestro. Presiento que estamos repitiendo la historia. La plata ahora tampoco alcanza”.

 

17/01/2017