Un evento quita mufa

Un evento quita mufa

El escritor y músico Luis Pescetti cerró el Festival de literatura infantil (FILBITA) con la lectura de cuentos elegidos por niños y niñas y sus tradicionales canciones. «En este contexto político-cultural, que existan estas iniciativas es poderosísimo», dijo el artista.

Pequeñas huellas de zapatitos en la Plaza República de Chile marcan el camino hacia el Centro Cultural Matta. La llovizna de hace unos minutos parece haber subido aún más el ánimo de algunos niños y niñas, que corren de un lado hacia otro imaginando nuevos mundos.

Adentro, miran ansiosos los libros, emocionándose cuando los personajes parecen salir de los cuentos, peleando con sus hermanos por quién es el primero en dar vuelta la página. Dejan registros de su paso en el Festival de Literatura Infantil con dibujitos en las paredes, que muestran orgullosos a sus padres. Los adultos, encantados, les toman fotos a sus hijos con la mini biblioteca de “El Gato Cascabel”, tratando de contener las impacientes manitos que quieren tocar los libros miniaturas.

Llega la hora de darle un cierre a la 14ª edición del FILBITA, el Festival de Literatura Infantil, por lo que las familias rápidamente se acoplan en el auditorio esperando ver al escritor y músico Luis Pescetti. Algunos niños y niñas con chupetes, otros más grandes, vistiendo disfraces de princesas, remeras de dibujitos animados o de equipos de fútbol, con zapatitos y vinchas de colores, stickers coloridos del Filbita pegados en su ropa, maquillaje artístico en sus cachetes, se sientan, se levantan, abrazan a sus padres, comen golosinas, lloran, se sientan, se levantan, se sientan. Una niña le da a una de las organizadoras un papelito, y vuelve a su lugar apresuradamente. Pescetti recibe esa carta, le sonríe cálidamente y saluda desde el escenario.

Las pequeñas manos no tardan en alzarse en el aire una vez que se pregunta: ¿quién quiere que le lea un libro? Facundo es el primero en ser elegido, se aproxima tímidamente al escenario, y toma asiento en la silla enfrentada al autor, quien le lee pausadamente, intercalando miradas con él y con el público. Los niños y niñas se acercan al frente del escenario, en una escucha atenta. Pescetti dice tener diez intentos para adivinar la edad de quien esté sentado junto a él. Carcajadas y aplausos resuenan en el ambiente cuando, finalmente, acierta de una vez. Algunos se animan a verlo fijamente, mostrarle sus propios cuentos y darle un abrazo.

“Amanda, ¿viste que el piso está más bajo que tus pies? ¡El piso está mal hecho!”, exclama el autor, sacando risas de adultos e infancias. Su tono de voz cambia cada vez que llega a una parte graciosa del relato, a ratos lee exageradamente lento, otras rápido, gesticulando de más y fingiendo sorpresa para hacerlos reír.

La tarde transcurre entre libros de otros escritores y escritoras, de los propios nenes y nenas, o de Pescetti, con historias sobre papas sabelotodos, comisarios transformándose en avestruces, vampiros, y personajes emblemáticos como el de Natacha, una serie de libros del propio autor. “Una vez me invitaron a una actividad en la Biblioteca Nacional y no se me ocurría qué hacer y estaba muy a mil. Y dije, bueno, que traigan libros y yo los leo. Y fue maravilloso, muy tierno, muy conmovedor”, expresa Pescetti, en diálogo con ANCCOM. “Lo que busco transmitir con mis cuentos, ahora más conscientemente que antes, es que quien lo lee se sienta normal, entender: lo que me pasa, le pasa a todos. Que no se sienta ni raro ni excluido sino, no normal en el sentido de normalizado, sino de no extraño. Cuando yo veía que los chicos en el grado hacían algo, y escribía un cuento, hacía una canción, tenía ese efecto, aunque yo no me lo proponía”, confiesa.

“Lará la lero, lará la lero”, “Echele leche al café para hacer café con leche. Para hacer leche con café, ¿qué hace falta que le eche?” Las familias repiten tratando de seguir con su voz, sus pulgares y sus manos, el juego rítmico. Los padres se miran cómplices entre la euforia de sus hijos, e inmortalizan los recuerdos a través de sus cámaras.

“Yo soy un niño caníbal y nadie me quiere a mi. No me quedan amiguitos porque ya me los comí”, cantan entusiasmados El Niño Caníbal, al compás del artista y de su guitarra criolla. Parecen saberse las letras de todas las canciones que Pescetti lanzó en los años 2000. “Se oían gritos” canta en el tema ¡Bua Ja Ja Já!, y ellos gritan con ímpetu. Los pequeños espectadores encuentran su propio ritmo, y siguen las melodías alegremente, cumpliendo con uno de los objetivos del Filbita: darles lugar a todos y todas para reproducir la melodía que les da felicidad; contar, cantar y acompañar vidas y emociones.

“Participar de este evento para mi es un quita mufa. Mufa es cuando uno está enojado, chinchudo. En este contexto político-cultural, que existan estas iniciativas casi individuales de gestión, son poderosísimas, muy necesarias, muy fuertes”, reflexiona el autor, en diálogo con ANCCOM. El festival se realizó del 8 al 10 de noviembre en el Centro Cultural Matta y la Plaza República de Chile, con el fin de celebrar la literatura, la música y las infancias. Contó con la presencia de cuatro autores extranjeros y más de cincuenta argentinos, y se organizaron actividades gratuitas para chicas y chicos de todas las edades, incluyendo presentaciones musicales, lecturas, talleres y clases.

Poesía que brota entre los desechos

Poesía que brota entre los desechos

Literatura, artesanía y reciclado confluyen en las obras de Alejandra Bosch, escritora, tejedora, recicladora y creadora de Ediciones Arroyo, editorial autogestiva santafesina.

Alejandra «Pipi» Bosch es la poeta, editora y gestora cultural santafesina detrás del proyecto Ediciones Arroyo, una editorial autogestiva de poesía contemporánea que utiliza la basura como material principal para producir sus libros. Gestada en Arroyo Leyes, un pueblo costero ubicado a 20 kilómetros de la capital santafesina, la editorial ha publicado más de 130 libros de poetas nacionales e internacionales desde su creación en 2016.

Se destaca por sus llamativas ediciones artesanales: las tapas de los libros tienen un fondo negro con distintos bordados en color que las cubren de pájaros, flores y camalotes y con collages de letras. Son libros-objetos; no sólo es el texto poético, sino también una obra de arte única en cada portada. Para crearlas, Bosch recicla cajas y sachets de leche que juntan para ella una red de recolectores de distintas ciudades. Darle una segunda vida a lo que para otros es basura es la premisa.

Ediciones Arroyo es, en palabras de su creadora “un proyecto absolutamente ajeno a todo el canon y de lo que se entiende por una editorial comercial”. Alejandra y su hijo se encargan artesanalmente de todo el proceso de edición; desde la selección y curaduría de autores y poemas, la creación de ilustraciones, a la impresión, diseño y creación de las artísticas tapas. Otra característica que la hace única es que los textos son cedidos de palabra. “Los libros circulan por el ambiente literario argentino, por librerías, ferias y universidades, pero nosotros jamás hemos registrado un derecho autor. Nos mandan los textos por correo, armamos los libros, series breves de entre tres a diez poemas con alguna ilustración y el trabajo de las tapas que es lo que nos caracteriza” explicó Bosch en una entrevista para ANCCOM.

El proyecto surge de la confluencia de distintas facetas de su creadora; además de poeta, viene de un linaje de bordadoras y estudió artes visuales como primera carrera. Después de vivir 15 años en Brasil, Bosch volvió a Santa Fe y presentó un proyecto al municipio para dar talleres sobre el reciclado de los desechos  domiciliarios en donde las personas podrían aprender a tejer en crochet con bolsas de plástico y otros residuos. “Me dediqué a tejer y enseñarle a la gente a reciclar el plástico. En una oportunidad, una alumna en vez de cortar las tiritas para el tejido me trajo un sachet de leche entero y ahí se me ocurrió hacer una tapa de libro; vi que daba el tamaño justo para un libro de poesía pequeño”. Para ese momento, Bosch ya estaba en el circuito literario santafesino y había publicado su primer libro, Niño pez, en 2015. “Me inventé el trabajo perfecto porque pude cruzar mis dos pasiones: el arte y la poesía” declaró la coordinadora de Ediciones Arroyo.

La experiencia de Ediciones Arroyo trascendió fronteras y captó la atención de algunas instituciones académicas como la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), donde la editorial cartonera es vista como una referente en su campo. Esta institución brasileña, a través de su Programa de Posgrado en Ciencias de la Literatura, no solo incorporó libros de la editorial en su biblioteca, sino que ha invitado a Bosch a compartir su obra.

El encuentro fue organizado por Eduardo Cohelo, Luciana di Leone –profesores de la UFRJ– y Mabel Boechat Telles, estudiante que lleva adelante su tesis doctoral sobre la obra de la poeta. En septiembre, Alejandra viajó a Río a compartir tanto el proceso editorial que lleva adelante en Ediciones Arroyo, como su propia experiencia como autora y la relación de su obra con las prácticas artesanales de bordado que heredó.

Tras descubrir a Bosch a través de una traducción en el sitio «Mulheres Que Escrevem», Boechat Telles se interesó no solo por su poesía, sino también por su labor como editora y artesana. El reciente encuentro en la Facultad de Letras de la UFRJ fue, para ella, un momento clave en su investigación: «Escuchar y conversar con Alejandra y ver sus libros hechos a mano fue muy enriquecedor para mi investigación» declaró Boechat Telles en una entrevista para ANCCOM. La estudiante señaló también la importancia de construir redes entre escritores latinoamericanos, esencial para seguir profundizando en las intersecciones entre poesía, edición y artesanía. Para Alejandra, la invitación representa un reconocimiento al trabajo autogestivo y artesanal que lleva desarrollando durante casi una década. En sus palabras, «esto indica que todavía hay gente interesada en los circuitos no comerciales, en tender puentes y redes».

La red es clave en este proyecto: una de las patas más interesantes del proyecto es la organización para la recolección de la “basura”, que luego Alejandra convierte en piezas de arte. Un gran grupo de recolectores de Arroyo Leyes, Rincón, Santa Fe, Rosario y otros puntos del país recuperan las cajas y los sachets, y se encargan de hacérselos llegar a la editorial. “Nosotros no podríamos existir si no tuviéramos a estas personas que desde el primer momento, cuando consumen un lácteo en sus casas, lo lavan, aplastan y secan para después hacérnoslos llegar” declaró la editora.

En cuanto a los autores, el catálogo empezó recuperando autores locales que habían sido publicados anteriormente y tenían cierto peso en la comunidad.  “Investigué cuales eran las voces que convocaban para las lecturas y las publicaciones en el momento. Con ese criterio seguí invitando a publicar los primeros años. Las primeras ediciones de Arroyo fueron dentro de la serie Dos Poemas. Comenzamos publicando a José Villa, Walter Lezcano, Analía Giordanino, Francisco Bitar, Fernando Callero, Santiago Venturini, Agustina Lescano y Larisa Cumin. Más tarde lo fui abriendo a otros autores no tan conocidos. Hemos dado la oportunidad a poetas nuevos que nunca habían publicado” aclaró Pipi Bosch.

Hoy en día el catálogo está abierto a quién tenga interés de publicar, la premisa es hacerlo lo más horizontal y amplio posible. Durante todo este año está abierta la convocatoria “Fluviales”, para la publicación de libros dobles, que incluyen a un poeta de Santa Fe y a otro de Paraná, fortaleciendo el diálogo literario entre ambas regiones. Para quienes deseen más información sobre esta convocatoria o quieran presentar su obra, pueden escribir a alejandraboschotero@gmail.com.

En el otro extremo de la cadena editorial, la distribución en Ediciones Arroyo es artesanal como los libros mismos: “Llevamos los libros a distintos festivales, encuentros, lecturas y ferias de literatura y poesía,  y ahí vendemos. No trabajamos con muchas librerías porque este género no es tan comercializado en el circuito mainstream. Ahora queremos exportar los libros también, pero siempre llevándolos  nosotros o los mismos poetas para que expongan su trabajo mientras los ofrecen. Siempre fuera de lo esperado en el circuito comercial”, aclaró Bosch.

En un tono reflexivo sobre la situación actual de la cultura, Bosch manifestó: «A pesar de las dificultades hay que seguir adelante y batallar, planteando nuevas formas para resistir. Nosotros somos trabajadores de la cultura que estamos en el territorio, no ganamos premios ni estamos en altas esferas. Nuestra construcción es comunitaria». El ambiente literario, según explica, es un espacio de gran resistencia, donde se forjan alternativas al dominio del canon tradicional. «Estamos permanentemente armando redes con otras editoriales, autores y universidades, tanto locales como internacionales», agrega, convencida de que el trabajo en comunidad es el camino para hacer circular la palabra poética de forma más horizontal y menos condicionada por intereses comerciales. En este sentido, Ediciones Arroyo se presenta como un modelo de cómo se puede hacer literatura desde una perspectiva más inclusiva y accesible.

Bosch concluye con una visión que trasciende lo literario: «Nos mueve el deseo, la necesidad de dejar un legado. Hay que hacerlo igual, independientemente de las circunstancias, de las becas o ayudas estatales, premios o concursos que haya. Obviamente, todo eso ayuda, pero si no está, no podemos perder el territorio». Para ella, la clave está en no abandonar los espacios que se habitan, asumir la militancia desde la vida cotidiana y entender que, como sujetos políticos, la cultura y el arte son herramientas esenciales para la transformación social.

Derecho a la belleza

Derecho a la belleza

Esta semana se realiza en Buenos Aires la XII edición del Festival Internacional VaPoesía Argentina, con el propósito de llevar poemas a sectores vulnerables de la población.

La propuesta surgió en 2013 de la mano de Marta Miranda y Ricardo Rojas Ayrala, escritores y gestores culturales. “Este festival nació con la necesidad de aportar algo a nuestra comunidad. Con Ricardo somos codirectores del festival, y como no somos trabajadores de otra cosa que no sea de la palabra, decidimos que la literatura podía ser una herramienta de inclusión social. Por eso decidimos crear un festival que otorgara espacio a las comunidades que no tienen por hábito participar en eventos como festivales de literatura”, afirmó Miranda y completó: “Con la excusa de la poesía generamos un espacio para que, a través de la palabra, las personas se repiensen como sujetos de derecho. En ese espacio de las palabras, que todos compartimos, creamos un momento donde podemos volver a encontrarnos con nuestros sueños, a pensar lo que queremos, recordar lo que deseábamos, y por qué no, tratar de hacerlo posible.”

Desde su primera edición, el festival convocó a más de 170 escritores internacionales y nacionales, recorrió más de 26.000 kilómetros para abrir el diálogo poético en cárceles, escuelas, barriadas populares, comedores, sindicatos, poblaciones originarias y refugios de gente en situación de calle, entre otros ámbitos. “Los que hacemos VaPoesia –afirmó Rojas Ayrala-  creemos que los desafíos que enfrentan las comunidades en situación de vulnerabilidad es que no se las toma en cuenta como sujetos de derecho. Eso no solo implica el acceso a la vivienda, la alimentación, un trabajo digno, la salud y la educación, sino también el acceso a la cultura en general. Uno de los derechos que queda en el camino, porque pareciera no ser muy urgente, es el derecho a la belleza. Por eso, consideramos que hay que atender todas las otras situaciones estructurales sin perder de vista que se tiene derecho a la cultura en todas sus manifestaciones.”

VaPoesía propone una integración de autores regionales e internacionales para construir un espacio de inclusión que fomente el contacto con la literatura como herramienta para expandir la reflexión y la expresión. Valeria Sandi, poeta boliviana invitada, expresó: “La importancia de la poesía es que nos ayuda a reconocernos en el otro. Hay muchas cosas en común en nuestros territorios, desde las problemáticas hasta nuestros sueños. Escuchar es un acto de crecimiento. Espero que los participantes se lleven interés, ganas de leer y quizás de escribir. Muchos de ellos lo hacen, tienen empatía y ganas de desarrollar actividades desde su barrio o comunidad. Esos impulsos son vitales para continuar.”  Ella, junto a otros poetas, estará el martes a las 15:30 en la Escuela de Artes y Oficios Monseñor Romero, de la Villa La Cárcova, del Partido de San Martín, y el 7 desde las 19 en la Biblioteca El Resplandor, de Boedo.

Por su parte, Magnus Williams Olssen, escritor y traductor sueco invitado al festival, destacó las particularidades de la poesía en nuestro tiempo: “La idea de que la poesía es solo para intelectuales es un concepto que pertenece al pasado. Hoy la poesía es para todos, cualquiera puede publicar sus poemas en una red social. La poesía también es un modo de pensar, un modo de filosofía accesible para todo el mundo.” El autor estará este martes a las 10 en el Instituto de Menores en Conflicto con la ley José de San Martín

En esta edición el festival se desarrolla en dos etapas: desde el 28 de octubre al  primero de noviembre se realizó en la provincia de Mendoza, y del 4 al 8  en Buenos Aires. Su puesta en marcha peligró frente al contexto de crisis social y económica que atraviesa el país, agravado por el desfinanciamiento del gobierno a las políticas culturales.

Al respecto, Miranda sostuvo: “Tuvimos que hacer un ajuste fuerte. Estaba la decisión de suspender el festival por este año o reacomodarnos. No nos dimos la opción de suspender porque la comunidad no se suspende. Invitamos menos autores, recortamos algunos días pero igualmente estamos. Este gobierno claramente no quiere financiar la cultura, no le interesa nada más que los capitales financieros, pero un país está hecho por su gente y nosotros trabajamos con ellos, y somos parte de eso.”

Aparte de Olssen y Sandi, este año el festival contará con la participación de los argentinos Sergio Morán,  Liliana Ponce Laura López, Alejandro y María Laura Decesare, Marcelo Carnero, Mabel Albesa y Jotaele Andrade, y de los colombianos Javier Naranjo y Orlanda Agudelo Mejía.

Otras actividades abiertas al público en Buenos Aires se harán  en el Teatro de la Asociación Bancaria, la Asociación Gremial Trabajadores del Subte, y el  Programa de Alfabetización, Educación Básica y Trabajo para Jóvenes y Adultos (PAEBYT) de la Ciudad de Buenos Aires y culminarán el viernes a las 19 y 30 en el Café-Bar La Poesía. La agenda completa se puede consultar en  las redes del Festival

Instrucciones para leer a Cortázar

Instrucciones para leer a Cortázar

La Biblioteca Nacional ofrece un recorrido por la obra del escritor con la intención de llegar a chicos y grandes a través de un referente de la literatura fantástica argentina.

El Centro de Literatura Infantil y Juvenil de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno inauguró la exposición Julio Cortázar. Instrucciones para viajar  que invita a conocer parte de la vida y obra del famoso escritor argentino de una manera lúdica y amena con el fin de acercar su lectura a las nuevas generaciones. 

Las curadoras Eugenia Santana , Solana Schvartzman y María Ragonese proponen un primer acercamiento a la obra de Cortázar para chicos y jóvenes. La muestra cuenta con tres salas:   “Instrucciones para leer”,  donde se aprecia una línea de tiempo con sus datos  más relevantes y donde se exhiben manuscritos originales de Cortázar: el  cuaderno de trabajo donde fue apuntando Rayuela,  capítulos mecanografiados, dibujos y pasajes de esa  novela que nunca fueron publicados.

En la siguiente sala  “Instrucciones para explorar”, se aprecia  el trabajo del autor de Bestiario como traductor, las cartas enviadas a sus afectos desde distintas partes del mundo y algunos de sus libros traducidos en diferentes idiomas.  En la última sala  “Instrucciones para jugar”, el equipo de diseño de la Biblioteca Nacional construyó una biblioteca donde los más pequeños se pueden sentar a leer los libros que el escritor leía en su infancia,  pintar y jugar. En esta sala se exhiben  ilustraciones realizadas por la artista plástica argentina Isol sobre algunos cuentos del escritor, mientras se escucha jazz, música favorita del autor de Final del juego.

Al igual que Rayuela, el recorrido de la muestra se puede comenzar por la sala que más guste o convenga,  un homenaje tan lúdico y fantástico al estilo  de Julio Cortázar  para celebrar los  110 años de su nacimiento.

ANCCOM conversó con Eugenia Santana y  Solana Schvartzman dos de las curadoras.

¿Cuál fue la inspiración de la muestra?

Solana Schvartzman: Por un lado es el año Cortázar, pero la idea fue justamente que sea una puerta de entrada distinta de lo que se hace en otras instituciones o museos. Tenemos el cuaderno de bitácora, las cartas manuscritas de Cortázar, tenemos capítulos que él escribió y descartó, tenemos materiales que son riquísimos que pertenecen a la institución y era hora de mostrarlos y exponerlos pero también era una oportunidad de exponerlos no solo para un público interesado en la obra de Cortázar sino especialmente para chicos y jóvenes, los que tal vez no lo leyeron que comiencen a leerlo, la idea es que se acerquen a este autor de una manera distinta.

¿Cuál es el enfoque principal que eligieron?

Eugenia Santana: El enfoque principal de la muestra es, justamente,  recuperar el aspecto lúdico de las instrucciones, la idea de viaje que nos pareció muy amigable para los chicos en general  pero sobre todo el enfoque es casi de divulgación, es como decir cómo hacemos que estos materiales se vuelvan accesibles a los chicos , cómo contemplamos este nuevo público que queremos traer a la biblioteca.

Sch.: La idea se llama “ Instrucciones para viajar” tiene que ver con distintos viajes que hizo Cortazar a lo largo de su vida. Nace en Bélgica muere en París pero más allá de esto la idea también es pensar a la muestra como un viaje, por eso es que tiene tres alas muy distintas pero que se pueden recorrer en un orden o en otro de manera lúdica, como él mismo pensaba en sus libros.

¿Hay alguna obra de Cortázar que haya sido especialmente significativa en el proceso de la curaduría?

E.S.: Para mí fue Los autonautas de la cosmopista que yo no lo había leído antes de hacer esta muestra, había leído bastantes cosas de Cortázar, pero no Los autonautas y cuando entré, dije: “Claro, esto está buenísimo”. Todos estos títulos, medio fantasiosos, refieren a los viajes, había momentos que me hacía mucha gracia, habían registrado todo lo que habían comido en el día, el café, las medialunas, esto, lo otro con lujo y detalle y me pareció espectacular también por eso. Yo decía que lo del viaje es muy importante porque también lo veía en su obra.

S.Sch: En la muestra tienen un lugar muy protagonista  El manual de instrucciones, Historias de cronopios y de famas, de ahí sacamos el título de la muestra y así están escritos los textos de cada una de las salas. Obviamente tienen un protagonismo muy importante Rayuela porque es imposible que no lo tuviese, pero también tienen libros que uno no pensaba , en mi caso por ejemplo Silvalandia, donde se ve un estilo Cortázar que uno piensa que lo escribió para los chicos, es un escritor que se ríe mientras escribe y esa también es una impronta que queríamos que marcase de alguna manera el recorrido de la exposición.

¿Qué aspectos de la vida personal consideran relevantes para entender la obra?

S.SC:  Yo remarcaría muchos datos fundamentales de cuando él era chico, que escribe una primera novela a los 8 años, que lee a Poe a esa edad y el director de su escuela le dice a la madre que por favor lo aleje de los libros, que no le están haciendo bien, que vaya a tomar sol. Pero la madre responde que confía en los libros y confía en Cortázar. Con ese gusto en la lectura es que después se hace escritor y de alguna manera concreta, concretar muchos de sus sueños porque él quería ser marinero y se hace escritor, y de alguna manera viaja por todos lados y con la traducción viaja con sus libros.

E.S.: Una, generalmente, conoce como el producto acabado de Julio Cortázar, alto con barba como una especie de prócer de la literatura y está bueno también mostrarlo más desarmado. Pensamos en su infancia, por eso hicimos esa reconstrucción de la biblioteca para pensarlo a él en la situación de lectura cuando era chiquito: qué cosas lo atraían, le interesaban. Hay muchos viajes que para él son muy significativos: su viaje a Cuba no está tan presente en la muestra, pero si está en la línea de vida, la centralidad de ese viaje para sus ideas políticas, pero también el viaje de la imaginación, poder viajar sin moverse del lugar.

¿Cómo creen que Cortázar influyó en la literatura contemporánea?

E.S.: En Argentina es imborrable su huella, el lugar que ocupa en la literatura fantástica es inédito, en comparación con el resto del mundo. Muchas veces hay cierto desprecio por el género fantástico, que se considera una especie de género menor y acá entre Cortázar y Borges es el centro de nuestro canon. Creo que es muy significativa su influencia, también en sus traducciones de Poe porque las traducciones de Cortázar se siguen editando y la mayor parte de los chicos que leen Poe, probablemente lean la traducción de Cortázar.

S.Sch.: No por nada es un autor que se lee en la escuela, especialmente los cuentos, pero Rayuela, que hoy se lee menos, es una novela que si la lees no te la olvidás y en ese sentido marca a quien la lee y creo que va a perdurar en la literatura Argentina.

E.S.: Es un autor inicial, uno está dando los primeros pasos en la literatura y generalmente  alguien te va a acercar un texto de Cortázar y eso también es impresionante, es un autor que abre muchas puertas, si leés a Cortázar después leés otras cosas.

S.Sch.: Atrapa a chicos pero es Interesante como atrapa a adolescentes también, es nuestro esfuerzo que los chicos entren a Cortázar, pero en los adolescentes no hace falta ni hacer ese esfuerzo, entran enseguida.

La exposición “Julio Cortázar. Instrucciones para viajar” se puede visitar hasta el 3 de noviembre de 2024, de lunes a viernes de 9 a 21 y sábados y domingos de 12 a 19 en la Sala Leopoldo Marechal de la Biblioteca Nacional. Entrada libre y gratuita.

Menos gritos y más palabras

Menos gritos y más palabras

Bajo el lema “El silencio” se llevó a cabo la 16° edición del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires en 16 espacios de la ciudad, para poner en valor la lectura y la palabra.

El Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA) es una organización privada sin fines de lucro, que se creó en 2009 con el fin de promover la literatura en todas sus formas y a diferentes tipos de lectores, a través de actividades libres y gratuitas. En un contexto de un fuerte desmantelamiento cultural por parte del Gobierno nacional, la 16° edición del FILBA —que tuvo como temática central el silencio— llegó para satisfacer la necesidad literaria de miles de aficionados, que llenaron cada uno de los 16 espacios de la ciudad donde se llevó a cabo el festival.

“Lejos de ser un llamado a silenciarnos de manera imperativa, de censurarnos o de autocensurarnos, es una búsqueda de aquel silencio que comunica y que permite también poder escucharnos”, expresó la directora del FILBA, Amalia Sanz, en el discurso inaugural de esta nueva edición. “Estamos en una época de mucho ruido, de gritos, de reproducciones de mentiras, de opiniones sobre todo, y ese ruido no deja escuchar lo importante y lo peligroso también”, agregó Sanz.

El penúltimo día del FILBA —que tuvo lugar desde el jueves 26 hasta el domingo 29 de septiembre— constó de múltiples actividades en diversos espacios culturales de la ciudad. “Vivir entre lenguas” se desarrolló el sábado 28 en la Microgalería del Centro Cultural 25 de Mayo; un espacio emplazado en una casa antigua del barrio de Villa Crespo, con paredes intervenidas y salas pequeñas desbordadas de expresiones artísticas en múltiples lenguajes.

Media hora antes del inicio de la primera actividad, el patio interno, con paredes descascaradas, intervenidas con graffitis y plantas que emergen de ellas, ya estaba repleto. En él, decenas de personas con bebidas en mano mantenían conversaciones en diversas lenguas —inglés, francés, italiano, portugués y claro, español— mientras aguardaban el comienzo de “Traducciones homofónicas”. Esta primera actividad tuvo lugar en la sala más próxima a la puerta de entrada, en la que, con una atmósfera íntima y cercana con el público, el autor haitiano, Makenzy Orcel, y el poeta esloveno, Aleš Šteger, leyeron textos propios en su idioma original. Las traducciones fueron llevadas a cabo por los poetas argentinos Ezequiel Alemian y Andi Nachón, aunque no se trató de traducciones literales, sino “homofónicas”, en las que los autores dieron su propia interpretación de los poemas utilizando palabras fonéticamente similares..
Fiel a su estilo, el espacio contaba con una pequeña barra en la que los asistentes podían comprar comida y bebidas entre actividad y actividad. En la pared que se encontraba justo detrás, se podían leer las iniciales “KDA”. “Significa ‘Kiosco De Artistas’ —contó Camila, la joven que atendía en la barra—, es un proyecto que nació en el año 2002  con la intención de agrupar a distintos artistas argentinos que no tenían un espacio para exponer y comercializar sus obras”.

La segunda actividad de la noche tuvo lugar en la sala más grande de la Microgalería. Al ingresar, todos los asistentes se sentaron en el suelo, sin que nadie se los pidiera. Tres mujeres esperaban al fondo de la sala, alumbradas por una luz cálida y tenue. Tras unos segundos esperando a que todos se ubicaran en sus lugares y guardaran silencio, la primera de las tres mujeres, Lucía Pietranera, se puso de pie. Sin emitir sonidos y a través de la lengua de señas, se dirigió al público para dar inicio a la performance. La siguieron la bailarina y profesora Tania Dick, y la escritora francesa Mónica Zwaig. Las tres, ahora paradas frente al público, comenzaron a leer anécdotas sobre cómo sus vidas se vieron atravesadas por la lengua.
“Tuve insomnios tratando de entender a Los Redondos o a Spinetta. Ahora esa época ya pasó. Ahora cuando no entiendo, no sufro más”, contó Zwaig, quien se mudó a Argentina en el 2007 y aprendió a hablar castellano asistiendo a los juicios de lesa humanidad. “Tengo que hacer un esfuerzo para que los taxistas no descubran mi acento y quieran dar vueltas más largas para cobrarme de más”, agregó la escritora, refiriéndose a los problemas que atraviesa diariamente al tener que hablar en una lengua distinta a su lengua de nacimiento. Luego de unos minutos y muchas emociones distintas por parte del público, la performance terminó y las escritoras fueron despedidas con aplausos fuertes, aplausos mudos y algunas lágrimas.

La última actividad de la noche —y una de las más esperadas— fue en la misma sala de la antigua casa. Nuevamente, el espacio quedó repleto de personas —y también se sumó un gato— que se sentaron en el piso a la espera de la “Lectura al unísono”, protagonizada por Kim Thúy, Verónica Jordan, Eugenia Zicavo, Ana Prieto y Luciana Barbieri. Fue la autora vietnamita Kim Thúy quien rompió el hielo y comenzó a narrar en francés su historia de vida y la influencia que la lengua tuvo en ella, cuando a los 10 años huyó junto a su familia de la guerra que transcurría en su país para finalmente instalarse en Quebec, Canadá. La siguieron las otras cuatro mujeres, quienes continuaron con la narración de la historia de Kim en distintos idiomas: español, inglés, italiano y portugués. Cada algunos minutos, la lectura se veía interrumpida por una campana y un breve silencio, que parecía separar la narración en capítulos. Cerca del final, las cinco mujeres leyeron el relato al unísono. El recital de voces que hablaban distintas lenguas, paradójicamente, dificultó la comprensión.  Luego, siguió un nuevo silencio. La lectura había terminado. El público, conmovido, despidió a las mujeres con una cálida y prolongada ovación.