Garantes del Derecho

Garantes del Derecho

¿Quiénes son las personas detrás de la Red que sostienen día a día la Interrupción Legal del Embarazo? ¿Quiénes realizan el acompañamiento a quiénes expresan la voluntad de hacer valer su derecho? En la semana en donde se debate en el Senado el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo y el Proyecto de los 1000 días, testimonios de:

• Melina Ceccato – Psicóloga – Red de profesionales por el derecho a decidir
• Mónica Menini – Abogada – Católicas por el derecho a decidir
• Juan Pablo Borda – Médico – Campaña Nacional por el Aborto Legal
• Wada Waldo – Socorrista – Socorristas en red
• Mariana Kielmanovich y Sandra Bernabó – Psicólogas – Red de Profesionales por el derecho a decidir
• Cecilia Ferrero – Médica – Red de Profesionales por el derecho a decidir
• Paula Massa – Trabajadora social – Campaña Nacional por el Aborto Legal

Una película que desarma el discurso romantizado de la maternidad

Una película que desarma el discurso romantizado de la maternidad

Andrea Testa, directora de «Niñas mamá».

Con el eco de miles de mujeres que salieron a las calles a reclamarle al Estado por la Ley de Interrupción Legal del Embarazo y con las memorias de los Encuentros de Mujeres a los que asistió, Andrea Testa se embarca en un nuevo film en el que busca retratar la necesidad de una ley que garantice el aborto legal, seguro y gratuito.

En diálogo con ANCCOM, Testa cuenta cómo surge la necesidad de realizar el film, “Niña mamá me aparecía como una película que quería que dialogue con Pibe Chorro (2016), un documental que buscaba llegar a los lazos sensibles y humanos”. Si en Pibe Chorro buscaba problematizar la estigmatización fogueada desde los medios a los jóvenes del conurbano bonaerense y cómo este estigma se anidaba en el accionar discriminatorio de la sociedad, en Niña mamá desea desarmar los discursos romantizados sobre la maternidad para poner sobre la mesa los relatos de adolescentes que a acuden al hospital ya sea por embarazo, parto, o sobreviviendo a un aborto inseguro, con el peso de la moral de la sociedad en la espalda y de un Estado que en los últimos cuatro años desbarató el sistema de salud.

Pensar el dispositivo cinematográfico
Además de problematizar la romantización de la maternidad, Testa apunta a pensar el dispositivo cinematográfico desde las decisiones que realiza como directora: “Pensamos todo un dispositivo de cuidado para hacer consciente la relación que existe con lo cinematográfico; con el lenguaje, pero también los aparatos que rodean la película, reducirlo al mínimo, no intervenir, no meternos al evento médico, que era lo importante”. Desde un único punto de vista en el que las jóvenes eran las protagonistas, donde lo importante fue escucharlas: “Decidimos, y es muy lindo contarlo, filmar con una lente fija de 50mm, no había posibilidad de hacer zoom, entonces cada vez que queríamos acercarnos teníamos que acercar nuestros cuerpos a esa situación, esto permite un contacto corporal distinto con la persona filmada”.

La decisión se opone a la práctica mediática que durante décadas ha instalado y replicado discursos sin conocer las historias de vida y los contextos de cada mujer niña que quiere decidir sobre su cuerpo. “Cuando pensaba en la película me aparecían mucho esos discursos de ‘se embarazan por un plan’ como una violencia ejercida constantemente desde el sentido común”, detalla Testa. En cuanto a la decisión de que el documental fuera en blanco y negro y con un importante ejercicio de observación, la directora explica que “hay algo del tiempo de la cadencia que tienen que ver con un ejercicio de escucha, de observación, de estar allí con ellas, el blanco y negro suaviza porque hay algo potente en los relatos. Siento como si fuese una caricia a cada una de ellas y que el tiempo de observación permite dejarlas ser, no cortarlas”.

«El tiempo de observación permite dejarlas ser, no cortarlas”, dice Testa.

Compromiso ético y estético

Una vez transitado ese camino, Testa cuenta cómo empezó a preguntarse por los adolescentes en relación a la maternidad: “Me parecía que el lugar era la salud pública, ahí era donde quería enmarcar estas historias”. El rodaje de la película se llevó a cabo durante 2018 al calor de los debates por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en el Congreso y las vigilias multitudinarias en las que participaba. Sin embargo, no era ese el contexto en que había pensado para el film: “Me encontraba haciendo la película en la intimidad de los hospitales porque siento que es algo estructural, que aparece en estas decenas de relatos pero que también están en otras mujeres y cuerpos gestantes a lo largo del país y en Latinoamérica. Son muchas las violencias de este sistema capitalista y patriarcal. Si bien cada relato es diverso, hay algo latente en todas y es el miedo a morir, que a su vez es un miedo de clase”.

Sobre esta realidad estructural se sostienen los relatos de las protagonistas y los tránsitos de sus decisiones en esos contextos y clases sociales, el film dialoga con las posturas distintas entre sí. “Quise ser fiel a un compromiso ético-estético-político del cine –explica Testa-, decidí ir con la cámara a estos lugares y apareció esto. En ese caso (sobre una de las protagonistas que está en contra del aborto) dialoga también con las niñas que reivindican ese lugar de maternidad aunque sea una maternidad forzada. Es una realidad, una emergencia social estructural que se repite generacionalmente y por eso para  mí la mejor ley de aborto que salga es la base. Después, por qué aparece la maternidad en la adolescencia como una decisión en la construcción de vida de las protagonistas, no sé ¿Pueden decidir otra cosa?.

«Imaginar la distancia de dónde estaba yo y donde estaba la chica que filmaba me destrozaba», confiesa Andrea.

Desandar el camino histórico

“Pasaron cosas muy fuertes. Me pasó igual con la dirección de Pibe Chorro, después de filmar, volvía a mi casa a estar con mi hija, en su cuarto, con todos sus juguetes. Imaginar la distancia de dónde estaba yo y donde estaba la chica que conocí ese día me destrozaba, es sumamente injusto”, confiesa Andrea. Además, cuenta sobre la etapa de montaje de la película y cómo a través de la intuición y del recuerdo de esas imágenes realizaron la selección. Dice que es un ejercicio de desandar el camino histórico del cine, las imágenes estereotipadas que reproducen violencias e infantilizan a los sectores populares. Una vez finalizado el montaje organizó dos proyecciones, una en cada hospital donde filmó y donde las protagonistas volvieron a reafirmar su voluntad de participar en la película. “Las proyecciones fueron íntimas y fue muy emotivo, así como nos conmueve a nosotros al verla, ellas también estaban conmovidas, nerviosas, felices había algo lindo en el verse, mucha emoción. A partir de esa experiencia, algunas pudieron hablar de otras mujeres y decir lo importante que resulta que esto se vea para que no le pase a otra mujer”, cuenta Testa.

«Junto al patriarcado hay que derribar todo un sistema de vida»

«Junto al patriarcado hay que derribar todo un sistema de vida»

«Estoy deconstruyendo y reconstruyendome todo el tiempo», dice Laura Azcurra.

A finales del 2018, Laura Azcurra acompañó a Thelma Fardin con la denuncia por abuso que realizó contra el actor Juan Darthés y a partir de ahí subió a la escena pública ya no solo por el trabajo actoral sino también por el activismo feminista. Integrante del colectivo Actrices Argentinas, madre de un hijo que le despertó un montón de preguntas, este año la encuentra de nuevo en la marea verde afirmando: “Nosotras estamos luchando acá porque junto al patriarcado hay que derribar todo un sistema de vida.”

Desde la conferencia que dieron junto a Thelma Fardin, ¿cómo evaluás el camino que recorrieron?

Fue un montón de aprendizaje, muchísimo, porque muchas de nosotras no teníamos experiencia en militar una causa tan contundente. Fue tocar un tema tabú que estaba estigmatizado, un tema del que todas habíamos tenido una experiencia cercana pero no se hablaba abiertamente y lo poco que se compartía era muy sottovoce.

¿Porque es el tiempo de hablar?

Ahora ya no nos bancamos cosas que sucedían en otros tiempos. Es lo que me parece interesante de un momento como este, donde podemos hacer una videollamada a cualquier lado, está todo globalizado, más entramado. Ahora las noticias llegan, como todo lo que pasó el año pasado en América Latina, la marea verde. Bienvenido sea el momento de despertar conciencia como este. Tenemos que conectar con la autenticidad y con quienes somos en la profundidad.

¿Cómo repercutió este cambio de época en tus situaciones más cotidianas?

Cuando nació Marco, hace ya doce años, los velos se fueron cayendo. Fui encontrándome con una persona de otro género que iba creciendo, que quizás había cosas que eran ´de varón´ que a él no le interesaban, no le gustaban. Y ahí me pasó que tuve que hacer el ejercicio de rever eso, de cómo también las mujeres en nuestro rol educamos, cuáles son los valores con los que lo hacemos. Y eso fue un trabajo de todos los días. Porque para mí, mi hijo es quien me pone en espejo las 24 horas del día, es mi maestro. Que no te permiten que se te pase una y te ponen esa cuestión que una trae de Ay, pero tiene que ser así, y te dicen: ¿Por qué tiene que ser así? Y no lo sé. Y así estoy deconstruyendo y reconstruyendome todo el tiempo.

¿Son las enseñanzas que traen las nuevas generaciones?

Sí, puede ser. Hay otra realidad, hay otro tiempo, otro proceso de concentración de información. A veces siento que le llevo algo antiguo para proponerle y que él me lo está renovando. Es una revisión mía de la educación, de mi identidad, de mi singularidad, porque todos somos distintos. Y eso es en el día a día.

Replicamos o reflexionamos, de eso se trata.

Seguro, eran cuestiones que no las analizábamos; eran porque sí: ´Porque mi abuela´, ´porque mi mamá´, ´porque mi tía´. Era determinar algo cuando sin que pasara por el filtro de nuestras sensaciones, de nuestra contemporaneidad, de nuestra profesión y de nuestra propio experiencia. Por eso hablo de que este es un momento incómodo, porque no hay certezas y el modelo, el programa con el que muchos han crecido, está cambiando. Gente de cuarenta, de cincuenta, sesenta y setenta años, tenían una única foto. Tenías que ser heterosexual, casarte por la Iglesia, ´como Dios manda´, tener hijos, biológicos exclusivamente, porque si adoptabas decían: Ay pobre, adoptaron”. Y, además, condicionandonos a que después de que toda esa forma suceda, íbamos a ser felices.

Recién ahí, encima...

Sí, recién ahí. Cuánta gente, cuántas personas en este mundo han ido detrás de querer encasillarse y entrar en esa única forma. Cuántas personas sufrieron porque le gustaba alguien de su mismo género, cuántos sufrieron por dedicarse a lo que realmente les apasionaba y no a lo impuesto, cuánta gente no tuvo hijos, cuánta gente tuvo hijos porque había que tenerlos pero no los deseaba. Cuánto se hizo para que el vecino no se entere, ´no qué va a pensar mi mamá´, ´no, yo no le pude hacer esto a mi papá´. Y en eso vamos rifando nuestra propia vida, que es una sola y es nuestra existencia. Entonces, alabado sea este momento en el que vamos detrás de la autenticidad y de la singularidad de cada uno. Porque eso también es otra cosa, la singularidad no es amiga del sistema capitalista, y por ende el sistema está emparentado con el patriarcado. Por eso, si nos ponemos a pensar en una visión un poco más amplia, también decimos Che, nosotras estamos luchando acá, pero con el patriarcado hay que derribar todo un sistema económico, que ya no va.

«Está la desesperación de no saber cuál tiene que ser el nuevo sistema», señala Azcurra.

Pero que sigue generando ganancias…

Es que sigue existiendo porque está la desesperación de no saber cuál tiene que ser el nuevo sistema, cómo se puede reorganizar todo el caos que ha generado, no solamente en lo económico… en lo social, en lo político, en el ecosistema. Ya es hora de empezar a hablar seriamente de esos temas. Ya no es “I´m a dreamer” (yo soy un sonador). Hay que hablar ya de eso. Decimos que los políticos no hacen, ¿pero vos sabes qué es lo que consumis? ¿Sabes que compras plástico para tenerlo cinco minutos en la mano y que quede en el planeta doscientos años? ¿Cuán conscientes somos verdaderamente de lo que adquirimos, no solamente en materia intelectual, sino en cuestión material?. Es un momento de replantearnos todo esto y la verdad que cansa, agota.

¿No te asusta eso también?

Me asusta, pero me asustaría más que sigamos en estado pasivo, viendo cómo las cosas suceden, cómo las injusticias acontecen, cómo matan a niños y nadie se hace cargo, cómo las niñas tiene que estar obligadas a parir cuando no deberían, por eso el aborto tiene que salir. Hay mucha gente que no es consciente. En la medida en que una pueda hablar y entenderlo, que una pueda empatizar con la situación del otro, ahí podemos realmente generar un cambio.

El reggaetón disidente

El reggaetón disidente

Chocolate Remix está produciendo su segundo álbum y planea otra gira europea para el verano 2020.

Romina Bernardo se transformó en la pionera del reggaetón lesbofeminista en Argentina. Su proyecto Chocolate Remix, creado en 2013, innovó en la industria artística con una propuesta hasta entonces impensable: apropiarse del reggaetón, un género musical cuya representación más común es esencialmente machista, y problematizar esta característica como forma de denuncia. Con seis años de carrera, un segundo álbum en camino y más de tres giras por Europa, la cantante, productora y DJ continúa apostando por la libre expresión del placer femenino y reflexiona sobre los cambios culturales producidos desde sus inicios.

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“Torta, puta, marimacha, camión y a mucha honra, bombón”

Del tema:Te dije que no”

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Un avatar de una mujer comiendo una torta de chocolate bajo el slogan “el chocolate no puede dejarte embarazada” representó a Romina Bernardo en el foro de la Universidad Nacional de Artes (UNA) cuando estudiaba Arte Multimedial. “Un compañero empezó a bromear con que el chocolate era yo porque no podía dejar embarazada a nadie siendo lesbiana”, cuenta la ahora apodada Choco por sus amigos y fans.

Nunca creyó que se dedicaría a la música profesionalmente. Pero en 2013, cuando publicó en Facebook su primer sencillo, “Nos hagamos cargo”, a modo de chiste y se viralizó, comprendió que tenía una gran oportunidad. Ese personaje virtual de la “torta reggaetonera” vestida con ropa translúcida, gafas y cadenas de oro que invitaba a “que sepan cómo es que una mujer goza” –según propone en su tema “Lo que las mujeres quieren” develó un deseo que su público tenía inhibido: hablar de placer sexual femenino y, aún mejor, expresarlo bailando.

“Hoy se habla mucho de sexo, goce y placer; cuando empecé, sentía un ojo inquisidor diciendo ‘esto no está permitido’”.

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“Vamos cabrón que yo no valgo tu ego, vamos que aquí nos están prendiendo fuego”

Del tema: “Ni una menos”

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“Entré al feminismo con este proyecto. Había un montón de cosas que yo sentía y pensaba. Lo que no sabía es que había toda una estructura que pensaba igual”, dice Choco. Sus canciones denunciaban la desigualdad de derechos, la violencia de género, el slut-shaming (su traducción es “tildar de prostituta”, pero se utiliza para describir el acto de culpabilizar a una mujer por sus comportamientos o deseos sexuales diferentes a los tradicionales) y la estigmatización corporal de la mujer en un contexto donde la consigna #NiUnaMenos estaba recién aflorando, el aborto legal, seguro y gratuito no estaba en eje de discusión y las denuncias públicas por violación -como la realizada por Thelma Fardín contra Juan Darthés- no alcanzaban la repercusión mediática y el apoyo masivo que generan en la actualidad.

Pero le costó años ser aceptada como parte del feminismo. Romima Bernardo entró “por otra puerta”, una puerta entrecerrada que necesitaba un empujón para abrirla de par en par. “Me acerqué por el lado de la disidencia sexual cuando todavía no estaba la gran marea que hay ahora”, recuerda. Sus primeras experiencias en la industria musical fueron blanco de críticas tanto desde afuera como dentro del movimiento. “Ahora se habla un montón de cuestiones atravesadas por el sexo, el goce y el placer; cuando yo empecé, sentía un ojo inquisidor diciendo ‘esto no está permitido’”. Su performance, que combina letras explícitas y bailarinas en shorts y medias de red, no fue bien recibida porque insinuaba un parecido al estilo del reggaetón tradicional. Choco asegura que la diferencia es indiscutible: “En primer lugar, estoy enunciando en primera persona y no en el nombre de otra, a diferencia de lo que pasa en el reggaetón donde un hombre determina ‘a ella le gusta la gasolina’. Yo hablo de mi propio goce. En segundo lugar, no hablo de mujeres desde un lugar de privilegios porque soy mujer y lesbiana; hablo de mis pares”.

-¿Y ahora?

-Las cosas cambiaron. Pasó de estar de moda la palabra ‘objetivación’ a la palabra ‘empoderamiento’. Ahora a mucha gente le gusta lo que hacemos a través de esa conceptualización. Se dan el permiso. El problema es que se suele priorizar lo mental por sobre lo corporal y yo no vengo a hacer esto desde un lugar filosófico. Queremos bailar, queremos mover el orto, ese es nuestro deseo.

-Un deseo que puede sentir cualquiera.

-Y aún así, hay personas que siguen diciéndome que lo que hago ‘es fatal’. Yo les propongo: ‘escuchen a ver si les da ganas de bailar’. Pero esa invitación a gozar muchas veces es rechazada.

-¿Por qué crees que suceda?

-La crítica viene desde un lugar misógino donde a la mujer siempre se le exige más. Es una piedra que todas llevamos hace mucho tiempo en el hombro. No solo hablo de mí, sino de mis colegas: Miss Bolivia, Sara Hebe o cualquier otra mujer que produzca música; porque ‘no es lo suficiente’, ‘le falta algo’, ‘porque es careta’… Y no lo dicen solo los chabones, sino también muchas mujeres.

«Las cosas cambiaron. Pasó de estar de moda la palabra ‘objetivación’ a la palabra ‘empoderamiento’», dice Berardo.

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“Homosexuales, putos, tortas, travas, tal vez bisexuales, intersex, o transexuales,

de todo lo que quieras menos neo-liberales”

Del tema: “Bien Bow

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Recordando sus comienzos, cuenta que en 2016 invitaron a Chocolate Remix a tocar en Santiago del Estero. El sitio, lejos de ser un boliche para jóvenes, era un recinto destinado a organizar peñas. El público, integrado por familias y parejas. En el escenario, una banda cover de Los Fabulosos Cadillacs. No era la clase de escenario donde Choco acostumbraba a dar su performance, con todo lo que eso conlleva: letras explícitas, perreo y bailarinas semidesnudas. Para no causar más escándalo que el previsto, decidió empezar con una canción de ritmo más suave y lento: Del Amor al Odio. Pero mientras cantaba el estribillo “boom boom, como me gusta ser tortita”, veía entre los espectadores cejas arqueadas y sonrisas decayendo hasta transformarse en muecas. Al grito de “¡callate, puto!” de un hombre que se encontraba entre el público, un pequeño grupo de mujeres le respondió: “¡¿Qué te pasa, homofóbico de mierda?!”. Ese evento le hizo considerar que la exposición en espacios diferentes podría ser riesgosa pero necesaria para expandir la iniciativa a lo largo del país.

Admite que la integración de la mujer en la industria musical argentina es creciente. Pero también reconoce que estos proyectos musicales deben ir más allá de los circuitos formados dentro del movimiento feminista. “Hay que exponerse. Es difícil hacerlo sin saber qué va a pasar, si te van a pegar un tomatazo o te van a linchar, pero si queremos llegar a más espacios, debemos salir de la zona de confort. A veces, la gente termina agradeciéndote por traer otras voces”.

Chocolate Remix se encuentra en instancias de producción de su segundo álbum y planea otra gira europea para el verano 2020. El 28 de diciembre se despedirá de Buenos Aires con su última función del año en el club Beatflow.

“Soy una representante de esas voces del encierro”

“Soy una representante de esas voces del encierro”

Yrene Chicoma, integrante de la Coope Esquina Libertad.

“No estamos todas, faltan las presas”, declara firmemente Sofía Campos, “liberada”, que estuvo detenida en la Unidad Penitenciaria N°8 en Los Hornos, La Plata. Es la primera vez que participa de un Encuentro Nacional de Mujeres. “Yo quería venir al taller que habla de cárcel, porque la viví desde adentro”, comenta refiriéndose al taller “Mujeres, disidencias, cárcel y sistema penitenciario”, uno de los más de 80 espacios que formaron parte de la agenda del evento. Sofía comenta que en un principio se dedicó a escuchar los testimonios, hasta que alguien hizo foco en la falta de historias en primera persona: “Una mujer preguntó: ¿dónde están las liberadas, dónde están sus voces?”. Recién en ese momento se animó a contar su historia. “Hoy sentí que soy una representante de esas voces del encierro”, afirma.

Sofía viene acompañada por su hija menor, aún adolescente, de quien estuvo separada los tres años y seis meses que estuvo presa. “Sentí que la abandoné. Ese sufrimiento está presente en cada momento. Es una tristeza que una tiene como madre porque dejás a tus hijas y sentís que les estas haciendo un daño”. Contó que en la cárcel las condiciones de vida son pésimas, y que eso incluye a todo el sistema: desde la falta de políticas de higiene y salud, hasta el recorte de los momentos y espacios de recreación, el hacinamiento en las habitaciones, las requisas sorpresivas y la violencia policial. Al respecto, denunció: “Ellos quieren sembrar la discordia entre nosotras y hacernos pelear para que nos desunamos”. En contraste, describió varias situaciones en las que se manifestaron los lazos de solidaridad entre las presas, lo que destaca como un valor de gran importancia. “Cuando llegué a la cárcel una compañera me contuvo, me ofreció un té: yo tenía un ataque de pánico, ella me dio una mano. Una vez que me calmé, me dijo: ‘A la próxima que entre, la recibís vos’”, narra entre mate y mate. Si bien no extraña la cárcel, admite que se sigue refiriendo a las que quedaron dentro como sus compañeras: “No me lo puedo sacar”. 

Campos relata que lo más duro fue la reinserción en la sociedad. “Es contradictorio, lo que más deseas cuando estás encerrada es estar libre, y cuando llegó ese momento no podía salir de mi casa porque me agarraba taquicardia, mareos, ansiedad”. Pudo reponerse con la ayuda del Patronato de Liberadas, una institución que le brinda una ayuda económica a aquellas mujeres que acaban de salir de la cárcel. Luego de algunas idas y vueltas, pudo recuperar su trabajo como enfermera. Confesó que tuvo miedo de que no la aceptaran tras su experiencia: “Hoy está dura la mano para conseguir trabajo, pero más para los que somos liberados, que tenemos el estigma de haber estado presos”.

En la misma línea, Yrene Chicoma también contó su historia en uno de los talleres. Es peruana, tiene 58 años y estuvo presa cuatro años en el penal de Ezeiza. “Estuve muy deprimida porque perdí dos trabajos por tener antecedentes”, explica al referirse a la doble pena que sufren las personas que habitaron las cárceles: la judicial por el delito por el que se las juzga, y la moral, una vez afuera, por la sociedad. Al respecto, sostuvo: “El Estado dice que está en contra del aborto, pero nos aborta a nosotras cuando salimos de esa suciedad carcelaria, de ese punitivismo, cuando estamos afuera. Yo me sentí así, tirada”.

En la cárcel comenzó las carreras de Sociología y Letras gracias a la extensión universitaria de la UBA, formación que aún hoy continúa. Igualmente, la falta de trabajo le dificulta seguir con la cursada y al respecto comenta: “Yo quiero ganarme la vida, y poder sentarme a leer y estudiar para los parciales”. Confiesa que muchas veces debe conformarse con condiciones de precariedad laboral porque su situación es delicada. No denuncia la discriminación que ha sufrido porque le llevaría mucho tiempo y siente que “no puede darse ese lujo”. También juega un papel importante el temor: “La verdad se tapa porque tenemos miedo de que nos sigan castigando”. Del mismo modo, comenta: “Voy aceptando un montón de latigazos sociales que en mi cuerpo se articulan como cordones, pero eso no me deja caer porque tengo mucha esperanza y mucha fe que al hacer conocida mi situación me ayude para seguir estudiando”.

Yrene forma parte de la Coope Esquina Libertad, un espacio dedicado a facilitar la reinserción en sociedad mediante diferentes capacitaciones, en donde aprendió a encuadernar y adquirió herramientas que le permiten ganarse la vida. Estando presa, comenta, participó de talleres de escritura: “Empecé a escribir cuando estaba adentro, en el papel del paquete de harina”. Este mes se lanzó “Expresa mostra”, un fanzine que recopila diferentes escritos de mujeres que se nuclean en la cooperativa, donde pudo publicar una de sus poesías. En cuanto al Encuentro, comenta que el taller le dio fe y que espera que a partir de él se dé a conocer la problemática. “Necesitamos que se sepa todo lo que pasa adentro (de las cárceles) y también lo que pasa afuera cuando salimos”, agregó. 

En el aula 7 de la Facultad de Trabajo Social de la UNLP resonó el testimonio de Viviana Aguirre, mujer de 44 años que estuvo cinco meses detenida en una cárcel de Rosario. Relató un episodio de abuso y violencia policial que vivió estando dentro del penal. “Pero lo más duro lo estoy viviendo ahora, por la discriminación. Estoy luchando para que me den un trabajo para poder alimentarme. Salí sin trabajo, y sin la lucha que tenía la gente ahí adentro”. Además, denunció la desigualdad de condiciones entre varones y mujeres dentro de la institución carcelaria: “El Estado solo le da trabajo a los hombres. A nosotras nos discriminan, para ellos van los oficios y los salarios” y reclamó que “las mujeres necesitan más ayuda ahí adentro, que se les de un laburo y un sueldo digno”. También estaba Gloria, la hermana de Viviana, que fue quien la convenció de que asistiera al Encuentro. “Yo quise que viniera para que dé a conocer su historia”, admitió, “se debe remarcar también el maltrato que recibe la familia. Es horrible, como si nosotros también tuviéramos la culpa de que ella estuviera ahí”. La mujer denuncia que nunca recibió ayuda estatal. “Tenía que mandarle plata a mi sobrina y que ella viajara a Rosario para que Viviana pudiera comprar comida ahí adentro. Yo sabía que la estaban alimentando muy mal y sufrí mucho. Fueron cinco meses así”, explicó entre lágrimas. 

Rocio «Roli» Lisa detalló el derrotero que significa ir a visitar a un ser querido a la prisión.

También estuvo presente Roli, una estudiante de Trabajo Social cuyo novio está detenido en Varela. Ella vive en carne propia estas negligencias: “Son un montón las violencias que nosotras sufrimos por parte del sistema penitenciario y también por parte de la justicia. Nos maltratan cuando vamos a preguntar en qué estado está la causa, cuando vamos a pedir que se respete algún derecho. Somos muy maltratadas por ser familiares de presos”. Rocío detalló el derrotero que significa ir al penal a visitar a un ser querido que está en prisión: las requisas, los viajes, las horas de espera, la plata que se gasta. “Son al menos 3.000 pesos por fin de semana”. Sus palabras resonaron con las de las otras compañeras detenidas : “Lo que espero de este Encuentro es que podamos visibilizar esta problemática porque somos muchas. Hay un montón de mujeres que hoy acá no están porque es muy probable que estén viajando a ver a sus familiares presos” y agregó: “Necesitamos que pidan justicia por nosotras”. La joven no olvidó a las mujeres que están privadas de su libertad: “El feminismo tiene que escucharlas, llevar su voz”.

 Roli no era la única mujer allí con un familiar detenido. Ailén, otra integrante de Esquina Libertad, afirmó: “Somos las organizaciones las que proponemos lugares de trabajo. Ni el Estado sabe que hacer. Muchas veces nos preguntan a nosotros porque no tienen la menor idea”. Según ella, es necesario pensar estrategias desde la horizontalidad para combatir “la avanzada del punitivismo”, remarcando que “la cárcel no sirve para nada”. En esa misma línea, enunció: “Un paso más que le avancemos al punitivismo, es un paso más para crear una situación un poco más amena para las personas en situación de encierro”. Respecto al Encuentro, destacó que espera que pueda ponerse la problemática en la agenda y manifestó: “El feminismo está lejos de las cárceles y las cárceles lejos del feminismo”.

En las cuatro aulas en las que se realizó el taller de “Mujeres, disidencias, cárcel y sistema penitenciario” se debatieron distintos ejes, que incluyeron la situación habitacional de las mujeres y disidencias presas, la violencias que sufren allí dentro, las condiciones desiguales que hay para mujeres y varones privados de su libertad. También manifestó la situación de las personas trans en la cárcel: muchas veces deben elegir el pabellón de un género que no es el autopercibido porque corre peligro su integridad física.

La gran mayoría de las participantes eran mujeres profesionales de distintos ámbitos: abogadas, psicólogas, trabajadoras sociales que aportaron desde sus disciplinas su perspectiva sobre la temática. Muchas aprovecharon el espacio para denunciar las condiciones “paupérrimas” en las que viven las personas privadas de su libertad. Se comentó que la principal causa por la que están allí dentro las mujeres pobres es por narcomenudeo, delito que refiere a la venta de drogas. También, se hizo presente otra realidad: muchas están ahí por defenderse de un posible femicidio en manos de sus maridos violentos.

Otra de las problemáticas que más surgió fue la discriminatoria división de los talleres y espacios educativos dentro de las cárceles: los hombres suelen tener la posibilidad de aprender oficios con mayor salida laboral (como carpintería, electricidad o mecánica), mientras en el pabellón de mujeres solo se ofrecen manualidades, como hacer bijouterie.

Además de Cooperativa Esquina Libertad, también participaron otras organizaciones, como Atrapamuros, que milita hace diez años en distintas cárceles de la región de La Plata y de la Ciudad de Buenos Aires y que busca tener una intervención educativa desde la perspectiva política de la educación popular. Ellas estaban de acuerdo con que la condena no siempre termina cuando salen en libertad: destacan que afuera también hay muchas dificultades. Además, estuvo presente Yo No Fui una asociación civil sin fines de lucro que busca dar contención y herramientas tanto a las mujeres que están en situación penitenciaria como a las que recuperan su libertad.