Abr 18, 2019 | DDHH, Entrevistas

El reportero gráfico Eduardo Longoni en entrevista con ANCCOM.
Uno no recuerda lo que vivió sino lo que esa vivencia significó para uno, explicará el reportero gráfico Eduardo Longoni en un momento de la charla que mantuvo con ANCCOM, luego de que sus fotos se convirtieran en la clave del juicio por los desaparecidos de La Tablada. Y tiene razón, aun cuando habla y suelta un ejemplo sin darse cuenta. El día que hizo su primera foto como reportero gráfico estaba en la agencia Noticias Argentinas leyendo unos apuntes de Historia, porque al día siguiente tenía un parcial. “De repente, en la agencia empezaron a preguntar dónde estaban los fotógrafos. Me vieron a mí con la cámara, me agarraron de los pelos y me subieron a un taxi”, recuerda Longoni. Era el 7 de noviembre de 1979 y acababa de ocurrir el segundo atentado al entonces secretario de Hacienda, Juan Alemann. Ese pibe al que nadie conocía, que había ido el día anterior a pedir trabajo a esa agencia y le habían dicho que volviera, acababa de terminar la colimba. Relucía su cabeza calva, última maldad de sus compañeros en la frontera de Beagle, y, justamente por ese perfil, en tiempos de dictadura militar, había sido dejado de lado por los tres fotógrafos de la agencia aquel día, que se fueron a sus notas y no quisieron llevarlo a practicar. Eduardo Longoni había quedado solo frente a la foto que sería tapa de todos los diarios y sentía cómo lo agarraban de los pelos y lo llevaban a debutar.
Podría pensarse que ese estreno dejó una huella en la trayectoria de Longoni, uno de los fotógrafos más destacados en el retrato de la violencia política y social de la historia argentina, en tiempos de la dictadura y durante los primeros años de la democracia. Casi una década después, aquel estudiante de Historia, que “entendía que lo que fotografiaba podía ser testimonio de lo que estaba pasando”, abandonó un congreso de fotografía latinoamericana que se realizaba en La Plata, guiado por esa premisa del ojo documental, y se fue hasta La Tablada. Había oído que algo estaba pasando allí, fue creyendo que era un nuevo alzamiento carapintada y, recién en una terraza, cuerpo a tierra empuñando la cámara, descubrió que estaba fotografiando el copamiento del Movimiento Todos por la Patria (MTP) al cuartel de La Tablada. La famosa serie de ocho imágenes que Longoni realizó aquel día superaron su sueño de testimoniar una época y fueron aún más allá: se volvieron prueba fundamental para desentrañar la verdad sobre las desapariciones y violaciones a los derechos humanos que se cometieron en la recuperación del regimiento, en pleno gobierno democrático de Raúl Alfonsín. En una de las fotos, se ve a un joven arrodillado, con las manos en la nuca rindiéndose, y a otro tirado sobre el pasto del cuartel: son José Alejandro Díaz e Iván Ruiz, miembros del MTP detenidos con vida durante el enfrentamiento, que permanecen desaparecidos desde entonces junto a otros dos militantes del movimiento. El viernes pasado, después de 30 años, las imágenes de Longoni terminaron de rebelarse ante la impunidad, cuando el Tribunal Oral Federal 4 de San Martín condenó a prisión perpetua al jefe del operativo, general retirado Alfredo Arrillaga, por el homicidio con alevosía de José Alejandro Díaz, en la resolución del primer juicio por estos delitos de lesa humanidad que incluyeron la tortura, el fusilamiento y la desaparición de los cuerpos de los cuatro militantes. Longoni, con su cámara, estuvo allí.
¿Cómo viviste el juicio?
Hay cosas que aún estoy procesando. En ese momento, me puse a llorar. Escuché la sentencia como escucha un fotógrafo: mirando por el objetivo a alguien, que en mi caso era el hijo de José Alejandro Díaz, que lloraba, atento. Escuché la sentencia de un juicio que se reabrió por mi foto haciendo otra foto, como un ciclo de la vida. El juicio, para mí, también marca un antes y un después de esa foto.

José Alejandro Díaz, arrodillado y con las manos en alto e Iván Ruiz, tirado detrás del oficial que empuña el fusil. Díaz y Ruiz están desaparecidos. (fotografía de Eduardo Longoni).
¿Por qué?
Porque, desde ahora, se convirtió en la más importante que tomé en mi vida. Sirvió para desentrañar un crimen horrible y no hay ninguna otra que yo haya hecho que se acerque a eso. Agradezco tener salud y haber estado en Argentina para haber podido ir al juicio. Allí estuvieron las dos puntas de los personajes que yo había fotografiado: el hijo de José Alejandro Díaz, que ya no está, y el general que mandó a desaparecer a su papá, que en mi foto está representado por el militar que lo detiene, más allá de que él no fue quien lo hizo desaparecer. Todavía estoy conmocionado. Cuando un fotógrafo hace clic con su cámara, no sabe lo que va a pasar con su foto. Y yo nací con la fotografía documental, en diarios y agencias, y siempre pretendí que a mis fotos las viera mucha gente, porque como fotógrafo uno está en un lugar en el que la mayor parte de la gente no puede estar y pasa a ser su mirada. Pero en un momento, las fotos se te escapan. Algunas se volvieron íconos contra la dictadura, como las que hice de los militares o las Abuelas de Plaza de Mayo, y otras se hicieron famosas, como la de “la mano de Dios”. Bueno, esta se hizo prueba judicial.
Después de un largo camino.
Sí. Yo tenía 29 años cuando hice esa foto y ahora tengo 59, eso habla de los tiempos de la justicia también. En el momento en que fue hecha, sólo mostraba dos bandos en pugna. Después, a los años, me entero de la historia de los desaparecidos, cuando me llama Aurora Sánchez Nadal, la mamá de Iván Ruiz, el otro guerrillero que está en mi foto y también está desaparecido. Ella vive en Nicaragua, había venido a la Argentina y me dijo que había visto mis fotos en la prensa y quería contactarse conmigo. Nos juntamos y armamos la serie de ocho fotos. Ella se quedó con copias y, junto a otros familiares de víctimas y procesados de La Tablada, las llevaron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos junto a otros testimonios y entonces fue la Comisión la que logró destrabar el juicio, que había quedado cajoneado.
¿Hay algo que te haya sorprendido especialmente del recorrido de estas fotos?
En realidad, lo que siempre me pareció aterrador es que, en plena democracia, el Ejército tuviera las mismas herramientas que tuvo durante la dictadura, que fue desaparecer gente. Sobre todo para los de mi generación, que nacimos en la fotografía durante la dictadura y que, más allá de imágenes simbólicas, nunca pudimos fotografiar un centro clandestino de detención, ni un secuestro, ni una sala de tortura… No pudimos fotografiar un desaparecido en el momento en el que iba a desaparecer, que es justamente lo que representa esta foto. Es paradojal que pasaran los años y, en democracia, eso sucediera delante de mi cámara.
¿Creés que hay un tiempo humano para tomar imágenes? Una vez dijiste que hoy te sentís mejor fotógrafo que el que eras aquel día en La Tablada, pero que, justamente por eso, quizás hoy no habrías podido tomar esas imágenes.
La reflexión en sí ya tiene que ver con la edad: en ese momento, no paraba nunca de fotografiar y dejaba las reflexiones para más adelante. En las jornadas del 14 y 18 de diciembre de 2017, cuando fue la ley de la reforma provisional y hubo dos represiones terribles, yo fui a Plaza de Mayo y sentí que ya no estaba para eso. Después de meditarlo mucho, me di cuenta que me estaba autojubilando de la calle. Cuando empecé a laburar, en la época de la dictadura, entrenaba para correr más rápido que la policía. Ese día, o los policías habían entrenado mucho o yo estaba mucho más grande… La cosa es que me alcanzaban. A nuestro laburo hay que ponerle mucho el cuerpo: la fotografía documental tiene un sentido de la oportunidad y la ingeniería fotográfica para poder acceder a tomar una imagen, pero además hay que ponerle el cuerpo. Recuerdo que, en la Semana Santa del ’87, en el alzamiento carapintada, dormí engripado cuatro noches arriba de un auto. Hoy no lo podría hacer. Hay una cuestión física.
¿Sólo física?
No solamente. Yo no estudié fotografía, no había dónde estudiar, y lo poco que aprendí lo fui aprendiendo de mis colegas, trabajando. Noticias Argentinas fue una escuela de fotoperiodismo para mí. Creo que en el período que tanto fotografié, en la dictadura y los primeros años de la democracia, mi mirada era muy brutal. Yo era un intuitivo. No tenía timing para la composición, no había mirado suficiente cine ni fotografía… Era una mirada brutal, pero coincidió con una época brutal. Creo que, a lo largo de estos años, he aprendido algo, tanto de mis colegas como de las imágenes del cine y de la literatura, pero temo que esta mirada se hubiera perdido todas aquellas fotos, buscando el encuadre perfecto o la luz más apropiada. Hoy se me habrían pasado muchas cosas que entonces no, porque entonces, para mí, lo importante era congelar ese instante a como diera lugar.
¿Recordás vívidamente aquel día en La Tablada? ¿Cómo se fueron tejiendo esos recuerdos?
Hay una frase de García Márquez que dice algo así como que uno no recuerda lo que vivió sino lo que pensó acerca de lo que vivió. Que uno recuerda sus recuerdos. Mis recuerdos sensoriales de ese día son el calor, porque era un día agobiante, un ruido ensordecedor, de los tiros y los tanques, un olor penetrante a pólvora y muchísimos gritos apagados.
Ese día tuviste un encuentro con un francotirador del Ejército, que te dio un “consejo”. ¿Cómo fue?
Sí, tal vez me salvó la vida. Llegué a La Tablada, pensando que era un alzamiento carapintada, y me agarró un tiroteo feroz en la avenida Crovara, donde estaba una de las puertas de entrada del cuartel. Quedé cuerpo a tierra un montón de tiempo. Fueron como 20 minutos sin poder hacer una foto. Querías meterte adentro de una alcantarilla. Las balas silbaban por todos lados. Yo no sabía qué era lo que estaba pasando, pero suponía que el tiroteo podía repetirse y debía buscar un lugar en altura. Vi que había una terracita: ese era el lugar. Cuando amainó el tiroteo, convencí al dueño. Le rogué de tantas maneras que me dejó pasar. Subí a la terraza, empecé a acomodar mis cosas y apareció una voz del más allá. ‘Flaco, tirate cuerpo a tierra que te van a volar la cabeza’, me dijo. Cuando me di vuelta, era un francotirador del Ejército que estaba en una terraza de la casa de atrás. Desde una posición más elevada, me fue relatando todo lo que iba sucediendo. Me dijo que habían entrado guerrilleros (él dijo ‘zurdos’) y que el Ejército estaba tratando de recuperar el cuartel. Era mi relator de lo que pasaba. No sé cuál era su función desde ahí y, en la confusión de tiros, no sé si disparaba o no disparaba, pero el consejo que me dio fue certero: cuando bajé, a la noche, la pared de mi terraza estaba destruida a balazos.

Las fotos de Longoni se convirtieron en la clave del juicio por los desaparecidos de La Tablada.
En medio de la conmoción, ¿lográs darte cuenta de lo histórico de tu trabajo y de la paz y verdad que le trajo a muchas personas?
Durante mucho tiempo, estuve peleado con mis fotos iniciales. Sentía que no las iba a poder superar nunca y no sabía qué estaba haciendo como fotógrafo. Eso me llevó a estar un año y medio sin tocar la cámara ni hacer una foto. Sentía que se me había acabado lo que tenía para decir. Que no tenía más voz. Esa sensación la superé el día que Estela (de Carlotto) presentó su nieto recuperado: me acuerdo que tuve una complicación y llegué tarde, en el último instante, hice la foto y me di cuenta que había vuelto a fotografiar después de un año y medio. Ese día hice las paces con mis primeras fotos. Ya estoy amigado con ellas. Ahora, después del juicio, la sensación que tengo es que ya no le puedo pedir más a la fotografía. Estoy hecho: una foto mía ayudó a desentrañar un crimen, hay un juicio y una condena. Nadie te devuelve el muerto, pero hay un manto de paz. José Alejandro Díaz se rindió y, en vez de tener un juicio justo, lo desaparecieron, pero ahora el responsable de eso tiene una prisión perpetua por lo que hizo. Hay algo de alivio… Y que una foto tuya sirva para eso es lo máximo que se le puede pedir a una fotografía. Si ya me había amigado con mis fotos, ahora estoy completamente en paz con ellas. Y no entiendo qué habría sido de mi vida si no hubiera sido fotógrafo.
Ene 15, 2019 | DDHH, Novedades
Luego de haber pasado por el Centro Cultural Rojas y el Polo Integral de las Mujeres en Salta, la muestra Guerreras. Historia de resiliencia se puede visitar hasta el 11 de marzo en el Museo Evita. En diálogo con ANCCOM, Eleonora Ghioldi cuenta acerca de su trayectoria, de la continuidad de este proyecto y de otros que aún están en proceso, también vinculados a la lucha de género.
¿Qué te llevó de la sociología a la fotografía?
Cuando tenía 20 años comencé a realizar fotografía y empecé a estudiarla a la vez. Después de un par de años me quise dedicar de lleno a la fotografía. Luego me mudé a Estados Unidos y allí me puse a estudiar intensivamente. Soy una persona muy visual, no las puedo separar porque me encantan ambas áreas de estudio. A los 24 años, en 1986, tuve mi primer trabajo. Consistía en la impresión de fotos en blanco y negro en un laboratorio vinculado a museos, exponían fotógrafos reconocidos como Wim Wenders o Helmut Newton. No era nada comercial, fue una experiencia increíble. Me abrió la cabeza. En ese momento se imprimía todo con película, no existía lo digital, entonces se podía observar todo el proceso creativo cuando se efectuaba el revelado y la impresión. Luego trabajé para documentales, lo que me posibilitó darme cuenta de lo que quería decir y quizás solo con fotografía no me alcanzaba. Por eso la idea de los testimonios, de incorporar audios, videos y entrevistas.
¿Por qué emigraste a los Estados Unidos?
No fue planeado, supuestamente era por un mes. Una vez allá, me di cuenta que podía estudiar fotografía de una manera más seria que lo que se ofrecía acá en ese momento y me quedé.
¿Cuándo surgió Guerreras?
Hace siete años. Siempre quise respetar que sea un espacio de charla. Si bien está terminado, hay personas que se acercan porque quieren participar, específicamente familiares de víctimas de femicidios. Es muy difícil para mí decir que no aunque no estoy activamente tratando de incorporar historias.
¿Qué es lo que te plantean?
Que la historia se sepa, que no caiga en el olvido. Y para mí lo importante es que sea un espacio de diálogo abierto, que no pasen a ser cifras. Con el testimonio y el audio, la intención es salir del anonimato, del número. Que la gente se conecte con que son personas, historias. Por eso la idea de que en los audios fuese una constante que digan el nombre, la edad en que fueron abusadas, la experiencia que tuvieron y la relación que tenían con el abusador. Hay hermanos, médicos, hay padres, amigos, extraños.
Tu inquietud es que se refleje la idea de red, que estén interconectadas, ¿por qué?
Porque quería demostrar que todos tenemos una persona conocida que ha sufrido algún tipo de violencia sexual, se puede armar un árbol o una red enorme sin límite que demuestre que todos conocemos a alguien sin necesidad de visitar una organización. Luego de hacer una fotografía para el testimonio le decía a esa persona que si tenía una amiga que tuvo una experiencia y que quiera formar parte del proyecto que le pase mi contacto. Siempre la respuesta era “no sé, quizás, tengo que ver”… Entonces yo contestaba “pensalo, estoy segura que conocés a alguien”.
¿Cómo llegaste a los testimonios de Ciudad Juárez?
A través de una amiga de una amiga que conocía a unas chicas que son parte de un colectivo que se llama Bordamos por la Paz, son familiares de víctimas de desapariciones y asesinatos.

«Que la historia se sepa, que no caiga en el olvido. Y para mí lo importante es que sea un espacio de diálogo abierto, que no pasen a ser cifras», explica Eleona Ghioldi.
¿Qué lugar tiene la violencia de género con el entramado de relaciones que propone el capitalismo?
La violencia contra la mujer está relacionada con un todo. La violencia en contra de la mujer aumenta tomando forma en su expresión más extrema que es el femicidio, abusos, esterilización forzada. En Estados Unidos, en los años 60, se dio mayormente con hispanos, mujeres negras y nativas que cuando iban a hospitales públicos las esterilizaban sin consentimiento luego de parir. Cuando fueron llevados los médicos a la Corte no fueron penalizados. Estos casos sistemáticos muestran cómo se entretejen todas las formas discriminatorias: cuanto más precaria es la situación económica, más se agudiza ese entrecruzamiento. Luego se cambió la ley, si una mujer quiere ligarse las trompas después de dar a luz necesita 48/72 horas por ley de hablarlo con el médico para dar margen a la posibilidad de arrepentimiento.
En los testimonios se ve el maltrato que padecen las víctimas o los familiares durante el proceso judicial, ¿lo notaste más fuerte en Argentina?
En dos de los tres casos de Argentina lo mencionaron. De todos los que documenté en Estados Unidos, solamente dos personas hicieron la denuncia, y de ellas solo una (un profesor de danzas) fue a la cárcel. En la muestra también hay un video de tres horas de entrevistas a profesionales para darle un marco teórico a la información obtenida de los testimonios. La abogada peruana Julissa Mantilla dice allí que este estereotipo del silenciamiento no es verdad, las mujeres hablamos del tema. Lo contamos en el ámbito privado porque es el único en el que sabemos que nos van a creer y que no nos van a enjuiciar. ¿Qué pasa cuando la mujer cuenta? ¿Dónde está la justicia? ¿Cómo protege a la mujer? Es una llamada de atención. No es que la mujer no habla, está silenciada en un marco público porque no está protegida, en cuanto cuenta lo que le pasa su palabra se pone en duda.

«La violencia contra la mujer está relacionada con un todo. La violencia en contra de la mujer aumenta tomando forma en su expresión más extrema que es el femicidio, abusos, esterilización forzada», plantea Eleona Ghioldi.
La muestra dispara la reflexión acerca del vínculo entre arte y denuncia…
El interrogante es qué es el arte y qué queremos de él. Todo puede ser arte. Es lo que uno hace, lo que está creando. Nunca me interesó llamarme artista o llamarlo arte, siempre lo llamo trabajo. Es una herramienta, utilizo lo que siento que va a sumar a la historia que estoy tratando de contar, sea con una foto, un testimonio, un audio, una instalación, un video. El audio lo incorporé porque no quería que fuera solo mi visión, que como fotógrafa es imposible de eludir, el audio funciona como un puente para permitir que el sujeto pueda decir lo que está sintiendo y abrir un espacio para que la persona que está fotografiada pueda decir lo que ella piensa. Por eso llega de otra manera.
¿Hiciste la muestra fuera de Argentina?
En Estados Unidos hice una pero privada porque este trabajo es autogestionado. Llegó un momento en el que se me estaba acabando el dinero, no podía seguir imprimiendo. Fue una iniciativa comunitaria para finalizarla, poder pagar a la editora para que termine el video, imprimir las fotos, enmarcarlas. Mis amigos me incentivaron, fue invitación de boca en boca. Vinieron personas que no me conocían, cuando les contaban del trabajo se involucraban y querían cooperar para que lo pueda terminar. A raíz de eso pude montarlo para que se muestre en el Centro Cultural Rojas que abrió para el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo de 2018, y estuvo un mes. En julio llegó al Polo Integral de las Mujeres en Salta, allí permaneció por tres meses. Atrajo a mucha gente para que conozcan la organización que tiene muchísimas actividades para la mujer en situación de riesgo, también existe un punto destinado a tomar denuncias para que las víctimas puedan realizar los trámites en un solo lugar.
¿Estás encarando proyectos nuevos?
Gracias a haber estado en Salta pude hacer entrevistas a mujeres transexuales que van a formar parte de uno de los otros dos trabajos que estoy haciendo sobre roles de masculinidad. Va a ser muy abarcativo, su fecha de finalización es a largo plazo. El otro es sobre la legalización del aborto en el que hay testimonios de personas gestantes, entonces incluyo hombres que nacieron mujer, en este estoy a la mitad del proceso de investigación.
La muestra termina en marzo, ¿hay posibilidades de que continúe?
Estamos en tratativas, con seguridad se va a exponer en la Universidad de Junín. Hay propuestas para llevarla a Brasil y España. A mí me interesa que continúe en Argentina y en Latinoamérica.

«Nunca me interesó llamarme artista o llamarlo arte, siempre lo llamo trabajo. Es una herramienta, utilizo lo que siento que va a sumar a la historia que estoy tratando de contar, sea con una foto, un testimonio, un audio, una instalación, un video», cuenta Ghioldi.
Oct 4, 2018 | Noticias en imágenes
Se inauguró ayer la muestra «I(nte)rrupciones de la política: la labor de la agencia de noticias de la Carrera de Comunicación», en el Centro Cultural Caras y Caretas (Venezuela 330, CABA). La exposición propone una selección de fotografías de ANCCOM realizada por el Área de Imagen y Política de la Carrera de Comunicación y la propia agencia, que da cuenta del trabajo de fotoperiodismo recorrido de 2015 a 2018. Las imágenes que componen la muestra atraviesan diferentes problemáticas políticas que se han vuelto cotidianas en nuestro presente, como la represión de la protesta social, la emergencia de identidades políticas negadas y la disputa por el espacio público.
En el panel de apertura, Santiago Mazzuchini, del área de Imagen y Política de la Carrera de Comunicación fue el primer expositor en tomar la palabra, introdujo el espíritu del trabajo y presentó al resto de los oradores. “El eje principal de la muestra es repensar la relación entre imagen y política”, subrayó.
Felisa Santos, otra integrante del área, agradeció la labor de la agencia y remarcó la idea de poder trabajar en conjunto: “Cuando gestamos este espacio, pensamos trabajar con ANCCOM para darle un lugar a la imagen y a su dimensión política; tiene ver con el estar en el barro. Para obtener esa imagen hay que haber estado ahí, el estar ahí de alguien que saca una foto y de alguien que está ahí siendo registrado. Alguien decide que ese momento necesita ser registrado”. Y concluyó: “La política para nosotros es irrupción y lo demás es policía”.
Luego de la presentación y los agradecimientos, tomó el micrófono Victoria Gesualdi, coordinadora -junto con Leandro Teysseire- del equipo de fotoperiodistas de la agencia: “La posibilidad de estar en una muestra permite una nueva relectura, permite nuevas relaciones en las imágenes, una puede detenerse un tiempo sobre ellas y reflexionar, dar un nuevo tiempo a las imágenes para ser pensadas” describió y amplió: “Una mirada histórica de lo que nos está aconteciendo como sociedad, desde la perspectiva de los estudiantes de la Carrera de Comunicación, de la universidad pública. Un medio que se construye dentro de ese contexto y esa perspectiva”.
En el 2015, nació la posibilidad de formar una agencia de noticias y Victoria recordó esos inicios. “La agencia se pensó con el fotoperiodismo como una pata principal, por insistencia un poco del Área de Imágenes y Estudios sobre Fotografía. Teníamos que estar involucrados fotoperiodistas con vinculación a la carrera: yo soy egresada y Leandro Teysseire es docente del Seminario de Fotoperiodismo en la Carrera”, se presentó Leandro. “Nos pusimos a pensar una práctica de fotoperiodismo en una carrera que no forma fotógrafos pero sí comunicadores, con lo cual teníamos un interesante camino que habían transitado los estudiantes pero debíamos pensar cómo compensar el saber técnico. Los estudiantes tienen un pensamiento crítico y debíamos pasarlo a una mirada crítica. Todo eso se da en la práctica, en la calle, en el barro. Algunos agarraban la cámara por primera vez, tenían un interés pero aún no un saber. Tenían que resolver cómo realizar un retrato hasta contar lo que pasaba en algún conflicto social”, repasó Victoria.
Luego se le cedió la palabra a tres fotógrafas que participaron en la agencia, Noelia Pirsic, Camila Alonso Suárez y Daniela Morán que contaron anécdotas y experiencias en su recorrido por la agencia y lo que conlleva realizar el trabajo fotoperiodístico, mientras en la pantalla se observaban imágenes de trabajos realizados. “Empecé a sentir que tenía que estar ahí, en esos momentos históricos del país. Sentía que tenía que estar con la cámara, a sentir que era una responsabilidad”, contó Morán. Para Alonso la agencia es la pata que le hacía falta a la Carrera, el aprender saliendo a la calle, y resaltó el espacio que brinda ANCCOM para generar y producir proyectos que surgieron desde los mismos practicantes.
Mostrando en pantalla las fotos del antes y el después, Pirsic recordó en medio de risas: “Ingresé en el año 2015, todavía no teníamos ni sitio web, unos de mis primeros trabajos era un retrato a un director de cine, saqué dos fotos rápidamente y cuando Tesseyre las vio, eran realmente desastrosas, me dijo: “Rehacer”. Había que adquirir audacia y animarse, después mejorar la técnica, buscar la luz”.
A eso de las seis de la tarde fue el turno de la fotoreportera Emiliana Miguelez que reivindicó la generación de contenidos desde la universidad pública. “En el espacio público es donde se da la disputa del sentido, a nivel imagen se establecen las reglas comunicacionales. Cuando uno está en la calle, pone los pies ahí, está el registro del escenario de lo que pasa, y eso hay que saber leerlo. Qué es lo que se quiere comunicar de todo lo que pasa de ese escenario, qué se quiere visibilizar como sujeto político”. Recordó las fotografías sobre las marchas de Ni una menos, la trata y violencia de género, las historias clandestinas de abortos. “No me parece menor que el espacio público sea quien sostenga una agencia con este tipo de contenido, porque desde los medios comerciales muchas veces hay acuerdos con el poder hegemónico”.
Sebastián Miquel, fotoperiodista, fue el último orador del encuentro, quien en la misma línea recalcó la importancia de que la agencia sea de la universidad pública. Se preguntó, además, qué sentido le darían a estos temas (aborto, transexualidad, problemáticas sociales) las universidades privadas: “Que se sostenga algo como ANCCOM me parece fantástico. Escuchando los testimonios de las chicas pensaba la importancia que es aprender a comunicar responsablemente. Los grandes grupos de comunicación gozan de una irresponsabilidad atroz. Lo que se ve en los trabajos de la agencia es encarado con un grado de responsabilidad de sentido de periodismo y sentido de la política muy alto”. Luego resaltó: “Esto es valioso frente a la realidad que hoy vive el periodismo en Argentina. Los comunicadores emancipados, esos que rompen las cadenas y ven la realidad, nos pueden decir mucho más que un comunicador mal formado o mezquino, o que está solo al servicio del capital o especulación hegemónica”.
Por otro lado, reflexiona sobre la reconstrucción de la memoria que hace la muestra, y que le da sentido histórico: “Los trabajos que hicieron los chicos en esos años retrata, de alguna manera, qué es este momento político en el que estamos viviendo. Le da estética, contenido, sentido, estas fotos van a quedar en la historia de lo que fue el neoliberalismo en la Argentina. Una pugna por derechos, nuevos actores sociales disputando espacio, y la única manera de que quede en la historia es realizando este tipo de trabajos. La Universidad de Buenos Aires, la Carrera de Comunicación y ANCCOM están a la altura de las circunstancias”, afirmó Miquel. Para finalizar remarcó la importancia de la imagen: “La fotografía en sí misma tiene que ver con la percepción del otro. En tiempos en que el otro pasa a ser una especie de obstáculo, o una especie de enemigo. La fotografía tiene un rol importante de mirar al otro e interpelarlo e interpretarlo. Podemos ayudar al resto de la sociedad a que mire, que pueda sensibilizarse frente a realidades que son muy heterogéneas y poder construir un país más justo e igualitario”, concluyó.
La muestra permanecerá en el Centro Cultural Caras y Caretas hasta el 10 de octubre, de 14 a 18 horas.
Los fotógrafos de ANCCOM realizaron la muestra fotográfica Muestra «I(nte)rrupciones de la política», donde expusieron las producciones de coberturas noticiosas para la agencia de noticias. En la muestra Emiliana Miguelez y Sebastián Miquel conversaron con el público en el centro cultural Caras y Caretas.
Ago 15, 2018 | Culturas, Novedades

Daniel Vides, presidente de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA), toma la palabra.
El lunes por la tarde se llevó adelante el primer encuentro de “Fotoperiodismo y conflicto social”, organizado por el departamento de Comunicación del Centro Cultural de la Cooperación (CCC) y el Area de Estudios sobre Fotografía de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la/UBA. Contó, además, con la colaboración de ANCCOM y la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA).
Más de cien personas llenaron la Sala Pugliese del CCC donde se realizó una charla con fotoperiodistas y otra con colectivos de fotógrafos.
Yamila Ocampo, investigadora del CCC, junto a Cora Garmanik, doctora en Ciencias Sociales, fueron las presentadoras y hablaron sobre la necesidad de analizar la relación entre el fotoperiodismo y los conflictos sociales tanto en la historia como en la actualidad. También remarcaron la importancia del intercambio de experiencias entre fotoperiodistas de agencias y medios y colectivos de fotógrafos y fotógrafas.

Cora Garmanik, doctora en Ciencias Sociales.
Paula Ribas fue la primera expositora en tomar la palabra. La fotógrafa despedida por el vaciamiento de Télam comenzó a hablar sobre su experiencia en agencias de noticias, definió al conflicto social como la “disputa de intereses de la sociedad y el Estado” y remarcó que “la fotografía es la búsqueda de una imagen democrática”.
Mientras en la pantalla se observaban imágenes de marchas como la que se realizó en contra de la Ley de Reforma Previsional en diciembre del año pasado, Ribas afirmó que “en la actualidad el conflicto social está agudizado y el periodismo ha pasado a ser el blanco de la violencia”. Acto seguido, sentenció: “Hay que tener una posición ética y moral frente a estos acontecimientos”.
El segundo en tomar el micrófono fue Pepe Mateos, el exfotoperiodista de Clarín que estuvo presente -entre otros conflictos sociales- en la masacre de Avellaneda, cuando la Policía Bonaerense asesinó a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Durante su exposición proyectó obras fotográficas que le tocó hacer durante el alfonsinismo y el menemismo y, en ese sentido, afirmó que “los años interesantes son tremendos porque son años de cambios de paradigma y tienen un costo altísimo para la mayor parte de las personas”. Finalmente remarcó: “La fotografía tiene que comunicar algo”.

Pepe Mateos y Paula Ribas.
Pablo Piovano fue el tercero en tomar la palabra. El autor del libro “El costo humano de los agrotóxicos” y exreportero gráfico de Página/12 abrió un debate sobre el conflicto dentro de la fotografía en “este tiempo”. Afirmó que “están sucediendo cosas en el interior del país que no son narradas” y, como consecuencia, se preguntó: “¿Para qué fotografiamos?”. Piovano contó lo que significó llevar adelante la investigación sobre la problemática de los agrotóxicos y, en ese sentido, manifestó que “no hay forma de contar una historia que no sea con el tiempo”.

Pablo Piovano.
A continuación, el actual presidente de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA), Daniel Vides, habló acerca de la rama institucional del fotoperiodismo y señaló que “no se puede construir lo que no ocurrió, se puede tomar posición pero no se puede inventar una realidad”. Luego, aseguró que “estamos atravesando una crisis salvaje que el año pasado tomó una gran dimensión y durante diciembre fuimos, claramente, objeto de la represión”. Además reafirmó: “Estaba claro que había algo que no querían que mostráramos”. En ese sentido, Vides reconoció que ARGRA es una gran herramienta para poder enfrentar ese atropello.
Pasadas las 18:15 se abrió el debate y una de las concurrentes preguntó: “¿Cómo se pueden sacar los estereotipos y reflejar el origen del conflicto en las fotografías?”. Piovano insistió en la necesidad de “tomarnos el trabajo de investigar por qué pasa lo que pasa, de ir al interior del país, pero el problema es que no tenemos forma de que nos financien. Y así, ¿cómo hacemos para mostrar a aquellos que no tienen voz?”. En esa línea surgió el dilema entre registrar lo inmediato o lo profundo y fue Ribas quien remarcó que “la fotografía de la inmediatez también tiene una función social muy grande” Y afirmó: “Es tan importante lo profundo en el tiempo como la rapidez en lo inmediato”. Otra de las preguntas hizo referencia a “¿cómo seguir comunicando en un contexto donde no hay trabajo?” Mientras todos asentían cabizbajos, Piovano remarcó que “lamentablemente tenemos enfrente a los grandes medios concentrados que lo único que hacen es engañarnos. Por eso ser fotógrafo en este momento es un gesto romántico”.
Antes de iniciar la segunda parte del encuentro, la pared del escenario desplegó un cartel con la consigna “Todos somos Télam” y, en apoyo a los 357 trabajadores y trabajadoras despedidas, el panel y el público se acercaron al escenario para tomar una foto en apoyo a la lucha y en defensa de los medios públicos y estatales.
La segunda mesa inició pasadas las 19:00 y por el panel fueron desfilando, en palabras de Yamila Ocampo, “distintos colectivos de fotógrafos y fotógrafas con experiencias muy diversas”. Posteo, medio de origen rosarino, fue quien abrió la charla. El expositor agradeció la invitación y explicó que pertenece a un espacio de práctica de la fotografía que realiza trabajos desde la ciudad de Rosario de corte documental. Además remarcó que trabajan con material analógico y que son irregulares, ya que no tienen una agenda determinada ni un cierre de edición porque “publicamos cuando sentimos que conseguimos abordar una problemática de manera seria, profunda, con paciencia y con empatía. Apurar una publicación para responder a una fecha estipulada de antemano es atentar contra la calidad de los trabajos que estamos haciendo y, eventualmente, faltarle el respeto a nuestros posibles lectores”. Desde Posteo definieron a la fotografía como un hecho colectivo- “No tenemos tanta presencia en la web sino más bien en ferias, en presentaciones como estas -expresaron-. El colectivo debe entenderse como puente hacia otros colectivos”.

Colectivo POSTEO de Rosario.
El colectivo Sado, el segundo en presentarse, se formó hace cinco años en la Ciudad de La Plata y, según una de sus expositoras, lo que tratan de hacer es “construir nuevas formas de vida cotidiana”. Aseguraron que el medio surgió con la necesidad de contar los conflictos sociales de la ciudad y “mostrar lo que está sucediendo que los medios hegemónicos no están contando”. Mientras la pantalla mostraba imágenes de conflictos laborales en una línea de colectivos platenses, otro de los expositores señaló: “La horizontalidad es el valor que intentamos construir todo el tiempo”.

Colectivo SADO de La Plata.
A continuación, tres integrantes de La Garganta Poderosa se sentaron en el panel. Daniela fue quien contó cómo surgió el medio y, en ese sentido, enfatizó que “La Garganta nace con la necesidad de terminar con la estigmatización”. Luego Rodrigo, otro de los integrantes, aseguró que “ser fotógrafo es un privilegio de clase”. De manera simultánea, en la pantalla, no dejaron de circular fotos de actividades en distintas villas, coberturas de movilizaciones, imágenes del Pu Lof de Cushamen. Roque continuó con la exposición y contó la experiencia que le tocó vivir junto a sus vecinos en la Villa 21-24 donde el 24 de mayo “me encontré con 200 policías reprimiendo a los alrededores de mi casa y como no hice a tiempo de buscar mi cámara para registrar lo que estaba pasando, usé mi celular. Entonces la fotografía es importante pero todos los recursos son válidos”. En ese sentido, Daniela aseguró que trabajan para que “dejen de hablar de nosotros y seamos nosotros los que hablemos de nosotros”, y afirmó: “Hay algo que no se muestra porque no quieren que se muestre y es ahí cuando tomamos nuestras propias armas: la cámara es una de ellas”.

Fotógrafos de La Garganta Poderosa.
Enfoque Rojo fue el último colectivo fotográfico en exponer. El equipo forma parte de La Izquierda Diario. Mariana, una de sus integrantes, manifestó que “la fotografía es como un arma para la crítica”. Aseguraron que lo que intentan es hacer periodismo pero de forma militante y estar en los conflictos “que atraviesa la clase trabajadora como el de Pepsico o Lear”. Desde Enfoque Rojo aseguraron que “la fotografía, como todo proceso identitario, es colectivo”.
Luego de una gran ola de aplausos y antes de finalizar la jornada, las presentadoras recordaron que el próximo encuentro tendrá lugar el 10 de septiembre. Ese día, los fotoperiodistas podrán exponer sus obras. Para ello, se abrió una convocatoria hasta el 27 de agosto para que los reporteros o colectivos envíen sus trabajos. Un comité editor seleccionará los trabajos a proyectar en una jornada en la que también habrá espacio para conversar con los autores.

Fotógrafos de Enfoque Rojo.
Feb 7, 2018 | Culturas, Entrevistas
Harry Grant Olds (1869 – 1943) fue un fotógrafo estadounidense que a mediados de 1899 emigró a Sudamérica por sentirse menospreciado en su país de origen. En Argentina encontró su lugar y comenzó a desarrollar su ‘colección general’, un archivo de negativos en placas de vidrio de 20x25cm, con tomas de vistas, tipos y costumbres locales. Al mismo tiempo, entre 1901 y 1916 ejerció el cargo de ‘fotógrafo oficial’ de la Sociedad Rural Argentina. Más de un siglo después, Alfredo Srur, fotógrafo contemporáneo argentino, descubrió el trabajo de Olds y comenzó su restauración. Producto de esa investigación y acercamiento se montó la exhibición “Espejos de Plata – Olds/Srur”, un diálogo entre ambos fotógrafos, que se podrá ver hasta el 4 de marzo en la Fototeca Latinoamericana (FoLa).

Negativo original de una placa de vidrio que forma parte de la producción de Harry Grant Olds.
Para Ariel Authier, curador de la exposición, la obra de Olds consiste de “viajes visuales que incluían desde lo más rico y acomodado de la época hasta lo más pobre y precario”. Fueron Authier y Olds quienes pusieron en marcha este proyecto, que resultó de una alianza entre el Centro de Investigación Fotográfico Histórico Argentino (CIFHA) y FoLa. Authier considera que Espejos de Plata es la puesta en escena de un diálogo entre dos fotógrafos, dos épocas y dos miradas que juntan y mezclan más de 140 años de historia fotográfica.
ANCCOM se sentó a charlar con Alfredo Srur, quien es definido por Authier (además de colegas, amigos) como un “un fotógrafo que no puede tener distancia, por lo menos al principio, de las cosas con las que está trabajando. Para Srur la fotografía es una forma de relacionarse con el mundo y eso es fundamental en su obra”.
¿Cuál fue tu recorrido con el archivo de Olds?
Lo primero que había que hacer con el archivo era evitar que se siga deteriorando, porque había llegado en muy malas condiciones de conservación. Para ello hubo que hacer todo un trabajo de recuperación que llevó un año aproximadamente, sin pensar nada más que en eso. En segundo lugar, había que ver el estado real una vez que se limpiaba y preservaba. Por último vino todo un proceso artístico paralelo, en donde yo venía con una crisis personal en la fotografía que venía haciendo y con la fotografía contemporánea.

El fotógrafo Alejandro Srur se encargó de restaurar el trabajo realizado un siglo atrás de Harry Grant Olds
¿A qué te referís?
A mí me interesaban mucho los avances tecnológicos que ocurrieron a partir de que se inventa la fotografía y que hacen que se modifique la manera de fotografiar. Particularmente, las imágenes del archivo de Olds nunca habían sido ampliadas de modo analógico, sino que siempre habían sido copiadas por contacto. Me parecía interesante comenzar a experimentar con esos negativos y ver qué sucedía con esas copias.
Una vez terminado el proceso de restauración, ¿cómo llegaste a la exposición en FoLa?
Trabajé con Ariel Authier en todo el proceso. La verdad que fue con el trabajo y a través de lo que le iba contando acerca de la crisis que tenía. Fue en un taller que él dictaba sobre fotografía de la década de 1960 y 1970 donde me surgió el interés en recuperar y coleccionar negativos fotográficos. Como fotógrafo considero que el negativo fotográfico es quizás la obra más importante del fotógrafo; el negativo es el original único, siendo que la copia fotográfica es algo reproducible. Y es lo más despreciado por el coleccionismo, porque no se puede exhibir, además de que para trabajarlo hace falta un conocimiento técnico y un plan. Ser el custodio del archivo de Olds fue una responsabilidad enorme. Finalmente el proyecto surge cuando Authier me invita a una muestra colectiva donde expuse lo que sería la obra fundacional de la muestra de hoy en día, que consistía en dos fotografías que conforman una sola obra que es la foto vintage hecha por Olds de la quema de basura y la ampliación hecha por mí de la quema de basura reencuadrada. Esa era la propuesta inicial de lo que fue después toda la muestra.

La exhibición «Espejos de Plata» propone un diálogo entre los dos fotógrafos.
¿Qué es lo que se recupera del pasado en una exposición como esta?
La emulsión del negativo contiene la luz del pasado encapsulada en haluros de plata. Entonces es como trabajar con la luz que reflejaron las personas reales, la arquitectura y los objetos; es trabajar directamente con esa luz de un siglo atrás. Ese es el hecho, más allá de la imagen. La imagen, además, es la obra de un gran maestro de la historia de la fotografía argentina.
Uno de los focos de Olds fueron los retratos de personas de sectores populares. ¿Cuáles son las relaciones de poder o privilegio que podría haber tenido Olds en este contexto?
Digamos que todo fotógrafo tiene una situación de privilegio frente al retratado, sea de la clase que sea. El poder de fuerza lo tiene el que posee la cámara. Obviamente vos tenés un aparato fotográfico y estás haciendo una fotografía y después la utilizas como consideres necesario o como puedas. Es siempre una situación de poder tener una cámara de fotos, pero eso no implica que el fotógrafo no tenga una habilidad y conexión con las personas que pueda lograr que el retrato sea algo extraordinario, pero siempre desde una situación de poder. La propuesta que hicimos fue que lo que Olds realmente sentía por la persona que retrataba, es algo que nunca vamos a saber. Yo por lo menos trabajo desde ese lugar, imaginándome qué sentía él frente a esas personas, si se sentía identificado o no, o si era simplemente una foto comercial. Parto de la premisa de que él sentía algo por esas personas, pero es algo que yo quiero creer. Es como una ecuación para seguir creando, pero es algo que nunca vamos a saber. Lo interesante es trabajar con la duda, con cómo habrá sido.
Actualizado 07/02/2018