«Sobreviviendo»

«Sobreviviendo»

En 2002, ocho operarios evitaron el vaciamiento y pusieron a funcionar la imprenta. Ahora, cuenta con 10 trabajadores.

El rubro de la gráfica es un sector muy golpeado por la crisis económica que afronta la Argentina en los últimos años. En este panorama, la fábrica recuperada Artes Gráficas Chilavert no es la excepción. Con una deuda con Edesur que ronda los 950 mil pesos y la consecuente amenaza por parte de la empresa de cortar la luz, el futuro de la cooperativa se encuentra en peligro.

El taller situado sobre la calle Chilavert del barrio de Pompeya es inmenso. Presenta una planta baja donde se encuentran las máquinas antiguas de corte e impresión y un piso superior donde se hacen distinto tipo de actividades comunitarias. El ruido de las impresoras es intenso entre las ocho y las cinco de la tarde, horario pautado para la jornada laboral. Los recortes de papel y cartón recubren el espacio, algunos amontonados de forma ordenada, otros en contenedores y también se esparcen sobre el suelo.

Cuando se recuperó la fábrica se hizo con ocho trabajadores, de los cuales continúan trabajando en el taller dos. Sin embargo, el número se extendió a diez personas que se encargan de diversas tareas. De ellas -impresión, corte, encuadernación y administración-dependen sus ingresos. A veces se quedan más tiempo del estipulado y otras, trabajan algún sábado para que todos puedan llegar a fin de mes. Sin embargo, hoy el dinero no alcanza. “Sobrevivimos, la realidad es esa, nuestro retiro es miserable: estamos cobrando entre doce y catorce lucas”, reconoce Martín Cossarini, que lleva diez años trabajando en la empresa recuperada.

Cada mes, llega a Chilavert una factura de 90.000 pesos de luz.

La situación económica actual del país es compleja y afecta enormemente a las cooperativas. Con el incremento de las tarifas de servicios públicos, el mantenimiento de muchas fábricas recuperadas se vuelve insostenible. A eso se suma una tasa de desocupación que escala al 10,1%, según el informe del primer trimestre de 2019 del INDEC, lo que implica  que dos millones de argentinos se encuentran desocupados.

En este marco, el golpe se hace evidente en el rubro de la gráfica. “De la encuadernación no hay laburo –comenta Cossarini- Bajó mucho todo lo que es el mercado editorial. En parte por el desplazamiento digital y en parte por las políticas públicas.” A su vez, Ernesto, encargado del Área de Administración de la fábrica comenta: “Ha bajado el nivel de demanda de lo que nosotros producimos, que son libros y revistas. La gente está preocupada por lo básico: cuando no tiene plata en el bolsillo, primero la gasta en comer, después, en vestirse.”

Cossarini comenzó a trabajar en la gráfica y continúa hasta la fecha por una convicción política. De joven militó en el centro de estudiantes de su secundario y vio nacer al Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas durante la crisis del 2001. Artes Gráficas Chilavert fue una de las fábricas que durante el 2002 tuvo un intento de vaciamiento dado que la firma Gaglianone, antigua propietaria, pensaba retirar la maquinaria y declarar la quiebra. Al enterarse, los trabajadores ocuparon el espacio y aguantaron allí durante siete meses. Finalmente, gracias a la obtención de una ley de expropiación, la fábrica pasó a estar en sus manos.

Sin embargo, la ocupación difícilmente se hubiera llevado adelante sin un hecho que marcó la historia de la fábrica y permitió que el trabajo continúe. Ernesto González, uno de los trabajadores que vivió el pasaje de empresa privada a recuperada, contó que al ocupar la fábrica, el juez a cargo dio la orden de que podían permanecer allí pero que no podían trabajar y una guardia policial escoltaba, entonces, la puerta del taller. Dado que tenían un encargo grande de libros que se debían presentar en la Feria del Libro el 25 de mayo del 2002, un vecino les dio una idea. “Rompimos el huequito que ahora está tapado con ladrillos –cuenta González- y por ahí sacamos los libros con ayuda del vecino del otro lado y después lo volvimos a tapar, lo disimulábamos con el cuadro. Fue la noche del 24 y el 25 a la mañana sacamos los libros y se pudieron presentar. Así comenzó y después empezamos a entrar y sacar trabajo. Duró hasta que logramos la tenencia legal de este lugar.”

«El sábado 13 de julio, a partir de las 13, habrá un festival solidario en la puerta del taller (Chilavert 1136).

En diálogo con ANCCOM, Cossarini reflexionó sobre las ocupaciones de fábricas: “Ha sido una gran escuela para la clase trabajadora, sirvió para comprobar que tiene la fuerza. En definitiva, lo que genera riqueza es el trabajo propio. El tema es que después se hace muy difícil pero no tiene que ver con la cooperativa. Eso es porque estamos en una sociedad capitalista y no hay manera: la autogestión termina en el portón de la fábrica, vos salís y tenés que comprar papel y no está a precio cooperativo, está a precio dólar.”

La deuda de la gráfica Chilavert alcanza los 950 mil pesos y cada mes, entre factura e intereses, la cuota a pagar ronda los 90 mil pesos. “Hoy estamos remando y cada vez el bote se llena más de agua”, suspira Nelson Darín, otro trabajador de la fábrica. “No es que no queremos pagar, se nos hace imposible”, remata Daniel Suárez, quien trabaja en la imprenta desde 1984. Además, en el espacio funciona también un bachillerato popular y el Teatro Comunitario Pompeya. Ambos, en igual situación de peligro.

Sobre el futuro, las palabras de González son alentadoras: “Tenemos confianza de que vamos a salir adelante porque en una situación incluso más difícil en la que estaba cuestionada la existencia misma del lugar logramos sortearla, entonces por qué no vamos a hacerlo de vuelta. Ahora con más experiencia, más gente y más fuerza.” En este sentido, Martín agrega que “existe un ejemplo concreto de que un grupo de trabajadores pudo salir adelante sin necesidad más que de coordinarse. Y esto desmiente una gran mentira que construye este sistema que es que si no hay un patrón vos no podés trabajar.”

Como plan de acción de resistencia a la amenaza de corte de luz de Edesur, la cooperativa planeó un festival para unir fuerzas con otros actores afectados y dar visibilización a la situación. Será el sábado 13 de julio a partir de las 13 en la puerta del taller (Chilavert 1136, Nueva Pompeya). En la jornada tocarán la Orkesta Popular Sam Bomba y Vértigo López, habrá un buffet económico y también se presentará el teatro comunitario.

 

El foco puesto en ocupar, resistir y producir

El foco puesto en ocupar, resistir y producir

La muestra fue organizada por FOTODOC, un taller especializado en fotografía documental.

“Las cooperativas son espacios de resistencia plena. Le debíamos a las organizaciones mostrar las fotografías. Nos pareció que era algo que no se ve actualmente. Queda mucho camino aún”, confesó Nicolás Falduti, uno de los ocho integrantes del Taller de Fotografía Documental FOTODOC, realizadores de la muestra “Ocupar, Resistir, Producir”, que documenta las historias de siete empresas recuperadas y autogestionadas por sus trabajadores.

La muestra montada en el ECuNHI retrata a los trabajadores de Alcoyana, Chilavert Artes Gráficas, San Carlos, Unión y Fuerza, La Nueva Esperanza, Nuevo Guido Spano y Tiempo Argentino que se inscriben en rubros tan diversos como la educación, el textil, la gráfica, la metalúrgica o la comunicación. Pero que tienen en común que, tras estar a punto de perder sus fuentes de trabajo, los otrora empleados con sacrificio, honestidad y solidaridad lograron reabrir las puertas del espacio que los unía para hacerle frente a empresarios, proveedores, facturas de gas y luz, la modernización tecnológica y la competencia de importaciones que permiten el ingreso de productos y servicios que les compiten a bajo costo.

Mientras recorría y observaba las fotos grupales Sabina Romani, otra de las fotógrafas que participó del proyecto, explicó: “Nuestra idea era representar a estos héroes anónimos. El trabajo es para toda la gente de las cooperativas. Las fotos son historias de vida. Las crisis, caer y recuperarse. Siempre está vigente este tema, por eso le llega a la gente. Nuestro objetivo fue reflejar su espíritu de lucha y resistencia para mantenerse con vida y trabajo”.

La muestra montada en el ECuNHI retrata a los trabajadores de Alcoyana, Chilavert Artes Gráficas, San Carlos, Unión y Fuerza, La Nueva Esperanza, Nuevo Guido Spano y Tiempo Argentino.

Daniel Merle y Pamela Ghisla son los responsables de FOTODOC. Respecto a la tarea que realizan desde este espacio, Merle comentó: “El taller nació en 2003. Elegí fotografía documental para salir de la prensa y dedicarme a lo que no está urgido por la inmediatez de las noticias, para tomar una perspectiva más histórica. El taller lo realizó en conjunto con Pamela Ghisla y siempre está en consonancia con las cosas que pasan en el país. El documentalismo siempre ha sido una disciplina preocupada por los procesos sociales. Este proyecto final, organizado por los participantes, surgió particularmente en el medio de una serie de hechos sociales y políticos a los que no escapa nadie.”

“La elección de la temática fue un arduo camino. Nos costó porque éramos varios. Había muchos temas interesantes. Elegimos éste porque es muy actual, social, transmite y tiene fuerza”, expresó Romani. El público, al momento de producirse el contacto con las fotografías, se muestra sorprendido. Es una oportunidad para descubrir la heterogeneidad de los espacios y lo que se puede lograr con esfuerzo y dedicación en conjunto.

Las fotos no poseen autores, lo cual refleja el espíritu de cooperativismo tanto en la muestra como en las fabricas.

Y es que tanto las cooperativas retratadas como FOTODOC tienen un tipo de lógica de organización del trabajo similar. Romani recorría por primera vez la muestra junto a su padre quien al detenerse frente a los retratos, le consultó a su hija: “¿Cuál es tu foto?” Y ella, sonriendo, le contestó: “Nuestra idea como grupo es que no hay una imagen de cada uno. A veces trabajamos en conjunto, uno disparó y los otros asistieron con las luces y la producción. Hicimos algo entre todos, refleja el espíritu del cooperativismo. Unimos fuerzas de todos lados para llegar a este resultado.” Los demás fotógrafos que completan este grupo son Natalia Calabrese, Nilda Fiorito, Andrea Guedella, Silvia Sánchez Puch, Juan Ignacio Sarrabayrouse y Graciela Zaires.

La producción del proyecto finalizó en noviembre del año pasado. De ahí en adelante comenzó un derrotero de llamados, mensajes, inconvenientes, cuentas, buscar un lugar para la muestra hasta que el ECuNHI abrazó la propuesta y todo comenzó a tomar forma. Zaires relató: “En este espacio la memoria es muy importante. Con las fotografías queremos contar que esto también pasó. Poder mirar a la gente, sus caras retratadas en las imágenes que reflejan memoria de toda la lucha emprendida.”

“Todos nos tenemos que rearmar después de una situación así. Se termina todo y hay que volver a empezar. Ellos tuvieron la voluntad de juntarse”, argumentó Zaires, quién se mostró movilizada al apreciar las fotos grupales. Su marido trabajaba en una fábrica textil y se quedó sin trabajo en 2000 porque la empresa cerró.

El cooperativismo abre espacios donde todos los participantes tienen la misma voluntad de decisión y participación. Una de las historias elegidas para reflejar su espíritu y manera de organizarse fue la cooperativa de trabajo del diario Tiempo Argentino. Cuando los empresarios Sergio Szpolski  y Matías Garfunkel abandonaron la empresa y a sus trabajadores, quienes desde diciembre de 2015 no cobraban su sueldo, se terminó de constituir el vaciamiento del Grupo 23. A pesar de este hecho, en abril del 2016 la asamblea formada por 125 trabajadores de los 170 originales votó constituirse en cooperativa y la nombraron Por Más Tiempo. Así fue como Tiempo volvió a la calle y hoy apuesta por un periodismo libre, sin patrones ni condicionantes.

Otra de las elegidas fue la metalúrgica Cooperativa de Trabajo Unión y Fuerza Ltda. que comenzó en diciembre de 2000 a producir con un sistema de fason: los clientes aportaban la materia prima y la fábrica luego cobraba la mano de obra. De esta manera, podían pagar los insumos de luz, agua y gas, sosteniéndose sin subsidios ni créditos del Estado.

Aunque no todas las historias retratadas comienzan con el abandono de los patrones luego de quebrarlas y fundirlas. Tal es el caso de la Cooperativa de Trabajo San Carlos Ltda. que se constituyó en octubre de 2001. Carlos, su dueño, no resistió la crisis de la década del ’90, que lo empujó a una situación desesperante en la que la única salida era la quiebra y el despido de todos los empleados y tomó la tremenda decisión de suicidarse. Tras este hecho, los dueños de la antigua Mondego SRL cedieron las instalaciones y las máquinas para que los integrantes de la cooperativa tengan un espacio para producir. Una vez recuperada la fábrica, los trabajadores la denominaron “San Carlos” en honor a su dueño. Actualmente se especializan en la fabricación de válvulas.

La muestra estará hasta el 13 de noviembre en el ECuNHI – Av. Del Libertador 8151.

En éstos y en los demás casos, la muestra exhibe fotografías grupales, otros retratos más espontáneos y también se adentran en los distintos espacios de las empresas gestionadas por sus trabajadores.

La muestra estará hasta el 13 de noviembre en el ECuNHI – Av. Del Libertador 8151- una de las 15 instituciones que han transformado a la Ex Escuela de Mecánica de la Armada  en una reivindicación de la memoria, el arte, la cultura y los Derechos Humanos. El espacio se podrá visitar además el sábado 10 de noviembre durante “La noche de los museos” donde a partir de las 20 hs se realizarán talleres, charlas, encuentros musicales y shows de artistas latinoamericanos.

El proyecto fue invitado a mostrarse el año próximo en la Legislatura porteña y en el Congreso de la Nación, donde los fotógrafos prometen crear más material y traer nuevas ideas a la muestra original.

La crisis cala hasta los huesos

La crisis cala hasta los huesos

“Huesitos” transita por el undécimo año de su existencia tras haber sido recuperada por los trabajadores. Un camino que no fue fácil ni lo es aún, ya que por la situación económica en la actualidad sus máquinas funcionan solo dos días a la semana en el edificio ubicado en Salcedo 470, Wilde.

La Cooperativa de Trabajo Huesitos Wilde Ltda., que se dedica a la fabricación de entretenimientos para mascotas, está integrada por ex obreros de Starpet S.A. y se constituyó como respuesta a la quiebra que en 2006 dejó sin empleo a 180 personas.

La firma Starpet S.A. había desembarcado en la localidad de Avellaneda en 1996 y llegó a emplear a más de 200 personas. Se dedicaba exclusivamente a la fabricación y exportación de huesos de cuero vacuno. Diez años después, la compañía presentó inesperadamente la quiebra. Los motivos del conflicto aún no están claros para los trabajadores: «Aparentemente fue un problema interno con los socios que estaban radicados en Estados Unidos», cuenta Mary Chávez, secretaria y socia fundadora de la cooperativa. Pero para Marcelo, esposo de Chávez y encargado de la comercialización, “se dejó de exportar por diversos motivos. Según la empresa, se les quitó los beneficios que le daba el Estado, y así dejó de ser negocio para los empresarios y se fueron”.

Frente a la quiebra, “la gente del Sindicato de Obreros Curtidores decidió no hacer nada y la fábrica fue vaciada en su gran totalidad, se llevaron hasta los inodoros», recuerda Chávez, aún asombrado. Asimismo, indica que la idea de nuclearse en una cooperativa de trabajo nació de la mano de Joaquín Escobar, Director General de Economía Social y Solidaria de la Municipalidad de Avellaneda: “Él nos ayudó, nos brindó información de cómo era una cooperativa, cómo se formaba. Porque nosotros, hasta ese entonces, veníamos, trabajábamos, cobrábamos nuestro sueldo, y nos íbamos. O sea: cero experiencia en administrar”. De esta forma, a fines de enero de 2007, se reunieron 33 personas y armaron Huesitos Wilde que comenzó a funcionar de manera autogestionada el 18 de octubre de ese año.

Actualmente, la empresa cuenta con 30 trabajadores y es presidida por Marcelo Quiroga. La fábrica se divide en dos sectores, uno artesanal, donde se producen los huesos de cuero crudo vacuno anudados; y otro industrial, que elabora palitos para perros hechos de cuero molido y almidón. El edificio ocupa una superficie de 4.490 metros cuadrados y está compuesto por tres pabellones con pisos de cemento y techos de chapa de zinc deterioradas.

El taller dispone de una decena de mesas de trabajo pero solo una se encuentra operando. Parado junto a ella, Walter empaqueta palitos para perros. Es uno de los asociados más antiguos y relata que aprendió el oficio de armado de huesos en 1989 y nunca más trabajó en otra cosa. Hoy instruye a cinco armadoras que tiene a su cargo. “Antes, se exportaba bastante. Se alcanzó a sacar 30 containers en un mes, ahora no hacemos ni uno y había 96 armadores, ahora somos diez”, rememora. Además, reconoce que “está medio jodido el tema de laburo porque no hay ventas. Los palitos se venden pero los huesos están complicados, lo que más afecta es el tema del dólar”. Los aumentos en la materia prima que necesita Huesitos son constantes: “Los que te venden el cuero te lo venden en dólares, entonces los costos al día de hoy son tan variables que es imposible cubrirlos”, detalla Marcelo Chávez.

Chávez fue supervisor en Starpet S.A. y renunció antes de la quiebra, pero volvió en 2009 cuando Huesitos comenzaba a dar sus primeros pasos como fábrica recuperada. “Hace seis años fue una época buena por desgracias ajenas, dos fábricas cerraron y teníamos muchos encargues de esos clientes. Además, había un buen poder adquisitivo por lo cual teníamos buena demanda”. Pero el panorama se empezó a complicar a partir de 2015. Chávez explica que se trata de un sector de la industria que tradicionalmente exporta sus productos y por eso, “en el mercado interno no le vendés a nadie, porque no es un producto de primera necesidad. Vos antes de gastar 30 pesos en un hueso le comprás un kilo de Dogui al perro”.

Suba del dólar, caída de la demanda, y aumento de tarifas crean un cóctel fatal para la cooperativa, que se ve obligada a reducir jornadas de labor. “Nosotros trabajamos con gas envasado y ha aumentado en un corto tiempo un 80 por ciento”, dice la secretaria de la cooperativa. Sin embargo, la empresa sufre más el impacto de la caída de las ventas. Con una facturación mensual que ronda los 200 mil pesos solo están trabajando dos días a la semana y no llegan a vender esa producción: “El problema es que en la actualidad no hay mucha plata y al no tener una espalda financiera tenés que trabajar con el día a día. Eso genera que no se llegue a vender toda la producción y se frena la entrada de materia prima. Tenemos que parar porque no tenemos los recursos para seguir trabajando”, puntualiza Marcelo.

Pese a la delicada situación que vive Huesitos, su secretaria afirma que por el momento ninguna de las 30 fuentes laborales está en riesgo, así como no pierde la esperanza al afirmar que “en lo inmediato, la idea es vender más para poder producir más y seguir manteniéndonos, porque realmente en la Argentina no conseguís laburo. Si esto se va a pique no hay otra posibilidad de trabajo, más para gente como nosotros que solo tenemos estudios básicos. La situación es crítica”.

El verdadero repulgue noble

El verdadero repulgue noble

La Litoraleña es una fábrica de tapas para empanadas y pascualinas que funciona desde 2015 de manera autogestionada en el barrio de Chacarita. Está conformada por 55 trabajadores que hace pocos meses consiguieron el reconocimiento legal como cooperativa de trabajo. Además, inauguraron un local de venta directa al público ubicado en Garay 3768, en el barrio porteño de Boedo, donde también venden productos de otras cooperativas. ANCCOM recorrió las instalaciones de la planta y dialogó con los trabajadores, que en el plazo de un año deben demostrar que la empresa es solvente.

Seis trabajadores de la fábrica recuperada La Litoraleña.

Desde 2015 La Litoraleña funciona de manera autogestionada y, hace pocos meses, obtuvieron el reconocimiento legal como cooperativa de trabajo.

“El 27 de octubre de 2017 cumplimos dos años desde que se paró la producción y al poco tiempo se empezó la gestión obrera. La nueva etapa comenzó a partir de que logramos legalidad como cooperativa de trabajo”, explicó Fabián Pierucci, asociado a La Litoraleña que integra la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores Autogestionados (FACTA). Durante un año y medio los trabajadores cumplieron con los trámites judiciales necesarios para conseguir la continuidad laboral y la justicia les otorgó el permiso de explotación.

“En 2015 veníamos sufriendo malas condiciones de trabajo, salarios atrasados, incumplimiento de pago de las cargas sociales. Decidimos no irnos de la fábrica hasta que nos pagaran lo que nos debían, hasta que se solucionara nuestro problema. Ahí empezó la lucha, estuvimos dos meses en esas condiciones”, sostuvo Luis Baini, presidente de la cooperativa.

Imagen del interior de la fábrica recuperada La Litoraleña, mientras los trabajadores realizan sus tareas.

Los trabajadores de la fábrica recuperada tienen un año para demostrar que la empresa es solvente.

De los 115 empleados que tenía la empresa, 80 mantuvieron la medida. Actualmente son 55 los trabajadores los que forman parte de la cooperativa.

Baini recordó los inicios de la nueva Litoraleña: “Decidimos por votación conformarnos en cooperativa, vimos que teníamos una manera de salir y decidimos reactivar la producción como autogestión. Teníamos un muy buen abogado de FACTA que la peleó junto a nosotros y ganamos tanto en lo penal como en lo comercial. Yo estaba imputado por usurpación y salí sobreseído hace poco tiempo. Logramos la matrícula de cooperativa y hoy tenemos legalidad.”

Miguel Ángel Ríos trabaja en La Litoraleña desde hace quince años y en los últimos meses vive además en la fábrica junto a otros compañeros. “Los ingresos que nos llevamos por semana son de alrededor de $2500. Confiamos en que mas adelante vamos a poder aumentar la producción y generar mas ingresos para todos”, afirmó. Y destacó la importancia del trabajo en equipo: “Confío ciegamente en el grupo y se que vamos a lograr mejorar la situación. Todos tienen mucha experiencia y son muy trabajadores.”

Dos pilas de masa sobre una mesada, en el fondo, de espaldas un trabajador y otro cargando otra pila de masa.

“Confiamos en que mas adelante vamos a poder aumentar la producción y generar mas ingresos para todos”, dijo Miguel Ángel Ríos.

Pierucci destacó las mejoras de las condiciones de trabajo bajo la modalidad de la autogestión: “En esta etapa se pone de manifiesto la diferencia de objetivos de la empresa bajo patrón y la empresa como cooperativa de trabajo. Mientras bajo patrón el objetivo es la ganancia, aun con formas ilegales o turbias, el objetivo de la cooperativa es mantener los puestos de trabajo genuinos y aumentar todo lo posible la calidad de vida del trabajador.”

“Ahora tenemos que empezar a aumentar el volumen de venta para poder tener nosotros más ingresos”, afirmó Baini. En el mismo sentido, apostando a sostener y acrecentar el nivel de producción,  Pierucci explicó: “La idea es ampliar las ventas lo máximo posible, para eso tenemos que empezar a reconquistar segmentos de mercado y abrir nuevos canales de distribución.”

La Litoraleña produce distintas versiones y tamaños  de tapas de empanadas y pascualinas, que se venden en su local  de venta directa al público ubicado en Boedo.

Dos integrantes de la cooperativa realizando su trabajo, en la zona de maquinaria de la fabrica.

La cooperativa tiene como objetivo mantener los puestos de trabajo y aumentar la calidad de vida del trabajador.

La mayor parte de los insumos que la fábrica necesita para producir los obtiene comprándolos a otras fábricas autogestionadas. “Empezamos a buscar vínculos con otras cooperativas de trabajo, la idea es integrar todo el proceso de producción o gran parte del mismo de forma cooperativa. Hacia afuera lo fundamental es ser solidario”, sostuvo Pierucci. Y agregó: “Creemos que es importante contactarnos con el consumidor de tal forma de dar a conocer que la gestión obrera tiene un plus. Nosotros también somos consumidores y nos interesa mucho mantener la calidad de la producción”.

El fallo judicial que legalizó a la fábrica como cooperativa les impone tiempos. Tienen el límite de un año para demostrar que pueden mantener los puestos de trabajo y estar en mejores condiciones. Confían en que van a lograr mantener la cooperativa: ingredientes fundamentales como el apoyo del grupo y su capacidad de lucha ya los tienen.

 

Ado Petinari, la lucha continúa

Ado Petinari, la lucha continúa

Una fábrica vacía, sueldos e indemnizaciones adeudadas, policías en la puerta, los obreros en la calle y sin respuesta, familias enteras con incertidumbre sobre su futuro. Tras el veto de la Ley de Expropiación a mediados de 2016, llegó el desalojo el 3 de marzo. Y la semana pasada se realizaron allanamientos en viviendas de ex delegados. Hoy, los 120 trabajadores de la Cooperativa Acoplados del Oeste (ADO ex Petinari) se encuentran en el medio de una lucha dispar.

Más de 120 días  han transcurrido desde que el juez Ricardo Fraga, del Juzgado de Garantías N° 2 de Morón, ordenó el desalojo de los integrantes de ADO a través de un enorme operativo que contó con la presencia de 600 efectivos de distintas fuerzas de seguridad (Gendarmería, Policía Federal y Policía Local). Cien días en que los obreros han tenido que acampar en una carpa blanca situada en la puerta de la fábrica, velando porque no vacíen sus instalaciones y pidiendo colaboraciones para poder llevar comida a sus hogares. Hoy la situación se vuelve insostenible.

ADO-Petinari se encuentra a la altura del kilómetro 32 de la Ruta Provincial 200, ubicada en el partido de Merlo. El predio tiene alrededor de 16 hectáreas, ocupadas entre galpones, maquinarias y extensos espacios de terreno. Desde agosto de 2015 la bandera que se podía ver en la entrada (junto a la nacional y a la provincial) era la de la cooperativa Acoplados del Oeste. Hoy la bandera de ADO fue reemplazada por la de Petinari.

Los trabajadores reunidos en Asamblea, luego de una reunión con directivos del municipio.

Pese a que la fábrica es una de las tres más importantes del mercado nacional dedicada a la fabricación de acoplados y repuestos en general, actualmente la actividad está suspendida. Según cuentan los ex empleados de Petinari, solo hay entre diez y doce personas ocupando la fábrica. Ninguno quiso dar testimonio. Según manifiesta Walter Romero (operario de ADO) esto responde solo a una razón: “Tienen miedo, de que los echen y de quedarse en la calle como nosotros, fijate que no preguntan ni por su deuda. Les deben lo mismo que a nosotros y no lo reclaman porque tienen miedo”. Para Fernanda Lizarraga, vicepresidenta de la Cooperativa, la ocupación de la fábrica no es más que “una pantomima” generada por los dueños.

Entre fines de 2014 e inicios de 2015, los operarios comenzaron a evaluar la idea de emprender una cooperativa. Sin embargo, al momento de aventurarse a crear ADO, el sindicato les quitó su apoyo. Así lo cuenta Walter Romero: “Fuimos a hablar con el sindicato (SMATA) pero nos decían que la cooperativa no era algo posible de llevar a cabo. En ese momento nos dimos cuenta que el sindicato no estaba con nosotros, sino del lado de la empresa”. Esto generó que varios compañeros desistieran de la idea. Otro grupo se siguió movilizando en pos de su objetivo. A través del diputado provincial del Frente para la Victoria, Miguel Funes, pudieron viajar y conocer el caso de la Textil Pigüé (Ex Gatic), otra empresa recuperada que se encuentra a 600 kilómetros de Merlo. Esto les dio a los trabajadores la pauta de que su meta era posible. Así lo detalla Walter: Vimos el modo en el que estaban produciendo, y notamos que era algo muy difícil pero no imposible, así que lo emprendimos. Lo hablamos con los compañeros y empezamos con la Cooperativa”.

Hoy, los 120 trabajadores de la Cooperativa Acoplados del Oeste (ADO ex Petinari) se encuentran en el medio de una lucha dispar.

Desde agosto de 2015 los obreros tomaron la fábrica, luego de conseguir que ambas cámaras de la Legislatura Bonaerense dieran sanción a la expropiación de la planta; sin embargo, todo cambió a partir de mayo de 2016. En ese momento la gobernadora María Eugenia Vidal vetó dicha ley a través del decreto 307/2016. La medida trajo como consecuencia dos realidades: por un lado,  los Petinari empezaron a realizar movimientos burocráticos con el fin de recuperar la fábrica, trabando la causa judicial por la quiebra de la empresa. Por otro lado, en los integrantes de ADO se acrecentó el temor por perder su fuente de trabajo. ¿Qué es lo que los ex empleados esperan actualmente? Que el Estado dé marcha atrás con el veto. Es decir, que se reflote en el Senado el proyecto de la Cooperativa.

El veto a la Ley de Expropiación de ADO no es el único. A partir de la asunción de Mauricio Macri como Presidente de la Nación se han multiplicado los conflictos en torno a las cooperativas. Otros emprendimientos semejantes son la Asociación Pantalón Cortito, de la localidad de Abasto; el Hotel Bauen, de Capital Federal; la Asociación Civil “La Semillita de Algarrobo Colorado”, de Lanús; la Cooperativa de Trabajo “Presidente Néstor Kirchner Limitada” de Bernal; la Cooperativa de Trabajo CDP en Tigre y el caso de la Asociación Civil sin fines de lucro SER.CU.PO de Almirante Brown.

En el caso de Petinari, además, se suman los allanamientos a los domicilios de cuatro integrantes de la cooperativa, ordenados por el Poder Judicial de Morón. Los operativos, realizados durante la noche del martes pasado,  se ordenaron con el argumento de buscar elementos faltantes en la metalúrgica.

Desde agosto de 2015 los obreros tomaron la fábrica, luego de conseguir que ambas cámaras de la Legislatura Bonaerense dieran sanción a la expropiación de la planta.

Decretos, decisiones arbitrarias y un manejo que va por encima del poder legislativo. Para Fabián Malacalza, referente dentro de Acoplados del Oeste, el veto responde a una política de Estado: Es una persecución hacia todas las cooperativas. Este gobierno es empresarial. El empresario tiene mucha impunidad. El favorecido nunca es el trabajador.” Al mismo tiempo, Malacalza  detalla cifras acerca de la situación: Acoplados Petinari adeuda cerca de 65 millones de pesos a sus empleados (entre salarios, aguinaldos y vacaciones impagas), 75 millones de pesos a la AFIP y entre 7 y 8 millones de pesos al Municipio de Merlo. A esos números es necesario sumarle las deudas que la empresa tiene con sus proveedores directos.

¿Qué dice la familia Petinari sobre el conflicto? Adolfo Petinari fue contactado por ANCCOM pero evitó hablar sobre lo sucedido. En su página web la empresa deja en evidencia su postura ante los hechos. Allí tilda a los obreros de “delincuentes disfrazados de cooperativistas” que actuaron “bajo falso ropaje de una cooperativa de trabajo”. Al mismo tiempo habla de “acciones delictivas llevadas a cabo por los usurpadores”. Sin embargo, los cooperativistas se definen como trabajadores y resaltan que los problemas con la empresa no son algo novedoso, sino producto de años de disputa. Como sostiene Walter Romero, quien trabajó durante 18 años en la planta, la precarización laboral era una constante: “El aguinaldo te lo pagaban en dos o tres veces.  Las vacaciones no te las pagaban, te ibas pero te tenías que volver porque no te depositaban la plata.  Me llegaron a pagar las vacaciones en cuatro veces”.

Entre fines de 2014 e inicios de 2015, los operarios comenzaron a evaluar la idea de emprender una cooperativa. Sin embargo, al momento de aventurarse a crear ADO, el sindicato les quitó su apoyo.

Frente a lo que ocurría en la antigua Petinari, la cooperativa ADO manejaba una dinámica de trabajo distinta. Los empleados ya no se limitaban solo trabajar en su sector, sino que se capacitaban entre sí en diferentes tareas y sectores. Al mismo tiempo, inauguraron un comedor dentro de la planta, donde almorzaban todos juntos. De este modo, se establecía un mejor clima laboral. Como contó Julio Ramírez, operario, la dinámica era diametralmente opuesta: “Con Petinari, entre los compañeros prácticamente no nos conocíamos, teníamos que agachar la cabeza y trabajar. Hoy tenemos un compañerismo bárbaro, sabemos cosas de nuestras vidas, de nuestras familias, nos apoyamos entre todos”.

La mayoría de estos obreros superan los 45 o 50 años, por lo que conseguir un trabajo se torna cada vez más complicado para ellos. Sus cuerpos están marcados por el duro esfuerzo que han realizado en esta fábrica. “Acá dejamos nuestra vida”, dice Julio Ramírez mientras aclara que se enfrentan a una lucha desigual. Esta lucha es la que ha conmovido a los vecinos de la zona, que  se acercan a la carpa blanca a brindar su apoyo todos los días y también a compartir las “mateadas informativas” de los domingos. Este es el caso de Carlos (80 años), un vecino que va todos los días a compartir con los cooperativistas: “Siempre estoy acá y tratando de convocar a los vecinos. ADO está presente siempre. Yo soy parte de ADO, tengo hasta mi camiseta. En este tiempo me comprometí a que volveremos a entrar. Y vamos a entrar, no tengas dudas”.

 

Actualizada 12/07/2017