Malvinas, la memoria de los huesos

Malvinas, la memoria de los huesos

Luis Fondebrider, presidente del EAAF en Malvinas. Foto gentileza EAAF.

“El 12 de marzo de este año estábamos en el hotel, preparados para viajar a Malvinas al otro día. Dos familias estaban ahí; ellos no iban a buscar a los restos de sus familiares, pues las identificaciones no se habían hecho todavía. Pero para sorpresa de todos, esa misma noche tuve la fortuna de contarles que los habíamos encontrado. Viajaron sabiendo la ubicación exacta de sus seres queridos. En el camino preparamos unos papelitos con sus nombres, porque la placa no alcanzó a estar lista, y ellos mismos los pusieron con piedras sobre las tumbas. La distancia se había acortado”, relata Virginia Urquiza, coordinadora de la Unidad de Casos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

Dedicado desde 1984 a recuperar cuerpos de desaparecidos y reestablecerles la identidad, primero en la Argentina y luego en otros 50 países, hace siete años que el EAAF comenzó con la identificación de más de un centenar de combatientes enterrados en el Cementerio de Darwin. Noventa han recuperado sus nombres y en sus sepulturas ya no se lee “Soldado argentino sólo conocido por Dios”. “El recuerdo y la memoria son necesarios”, dice Virginia en la sede del EAAF, en la ex ESMA, donde recibió a ANCCOM.

¿Cómo se inició el trabajo de exhumación en Malvinas?

Fuimos convocados por la Cruz Roja, en el marco del Proyecto Plan Humanitario Malvinas. El Equipo trabaja hace muchos años en misiones internacionales y, dentro de la Argentina, es la única organización de su estilo (trabajando con desaparecidos y casos actuales). Somos muy rigurosos y hemos ido ganando prestigio. La Cruz Roja convocó a tres especialistas de Argentina, tres de gran Bretaña y otros tres de países neutrales, por lo que enseguida pusimos a disposición a nuestros compañeros, que fueron aprobados para ser partícipes de la iniciativa.

¿Cómo se manejó la relación con Gran Bretaña?

La comunicación con el Gobierno de Gran Bretaña fue realizada desde la Cancillería, que se puso en contacto hasta llegar a un acuerdo. El tema excedía la dimensión política y de soberanía, estábamos hablando de algo más grande: el derecho internacional humanitario, es decir, cumplir con los protocolos que demandan que toda persona que muere en un conflicto armado esté enterrada como corresponde, con su nombre y bajo los rituales que su familia o cultura dispongan. Eso permitió que los dos países se pudieran sentar a charlar. Cuando comenzamos a  trabajar con las muestras en 2012, no sabíamos si en algún momento íbamos a poder ir a Malvinas para cotejarlas. Y finalmente, en 2017, el Equipo arribó a las islas, después de años de negociaciones entre los dos países. El trabajo contrarreloj comenzó el primer día, pues una de las condiciones impuestas era que ningún cuerpo o resto podía permanecer fuera de su tumba por más de un día.

¿Cómo fue el trabajo de campo en el cementerio?

Fueron tres meses muy intensos, de junio hasta agosto. Se montó un laboratorio móvil en el cementerio de Darwin: un container con toda la maquinaria que la Cruz Roja puso a disposición. El trabajo diario consistía en abrir la sepultura, llevar los restos al laboratorio, tomar las muestras para hacer el análisis antropológico, determinando la edad, altura, lesiones. Muchas veces estudiar objetos personales. Se pudo comprobar que efectivamente los soldados estaban en cajones, aunque el paso del tiempo los deterioró. Parte de nuestro trabajo también consistió en darles cajones nuevos.

Visita de familiares y miembros del EAAF a Malvinas en 2018. Foto gentileza EAAF

¿Cuál es la relación del EAAF con los familiares de los ex combatientes?

Los familiares son nuestros jefes. Trabajamos cuando ellos quieren que lo hagamos y quieren tener la posibilidad de una respuesta y un resultado, aunque no sea de identificación, porque se dieron casos en donde los restos no estaban dentro del universo de muestras, es algo increíble. Las familias tienen la certeza de si está, o no. Es un momento muy especial porque la mayoría ha estado más de 35 años esperando. Nunca tuvieron información oficial respecto al fallecimiento; se enteraron de lo sucedido por los testimonios de los que volvían. Tuvieron que reconstruir ellos mismos la historia y la posibilidad de tener una lápida con el nombre de su familiar hace la diferencia. Ya no tienen que adoptar cualquier cruz. El equipo ha identificado exitosamente a 112 de 122. Las dos últimas familias notificadas viajaron el último 13 de marzo y pudieron ponerle nombre a las tumbas de sus seres queridos.

¿Qué supone que una persona sea enterrada con su nombre?

En Malvinas se dio una situación de separación de un cuerpo y su identidad. El Estado argentino no identificó a sus muertos, el cuerpo se separó de su historia, de todo lo que esa persona era. Ahora las familias tienen un lugar donde pueden ver el nombre y apellido de los suyos, lo que no es menor. Esto les permite comenzar la etapa de despedida, el duelo. Volver al lugar donde la persona descansa es fundamental. Para el familiar, el nombre le devuelve la historia que se había perdido. Todo lo que esa persona fue antes de morir. La memoria es un derecho humano que merece ser respetado.

¿Qué queda por hacer en Malvinas?

Faltan diez identificaciones, pues hay algunas familias que han sido difíciles de encontrar. Hay una sepultura que fue mal nombrada, y nos dimos cuenta recientemente. Hay tres personas que se suman a las que deben identificarse. Esperamos que las familias se contacten con nosotros o con la Secretaría de Derechos Humanos. Además, también estamos esperando los resultados de las últimas muestras que tomamos. A medida que se va acotando, se va poniendo más difícil. Es un trabajo complejo pero esperamos que se pueda hacer pronto.

¿Cómo atraviesa Malvinas a la memoria colectiva?

Malvinas es un tema reciente en nuestra historia. Las consecuencias de la guerra se ven en el presente y cuando tuvimos que ir a entrevistar a las familias. El ejercicio de acompañarlos, de estar para ellos, supone cuestionarse muchas cosas propias. Más allá de que se intente separar la vida privada y la profesional, no se logra. Cuando viajás con las familias, cuando ves sus caras, cuando les das la noticia, hay algo que te atraviesa: como argentina, como mujer que recuerda la guerra, como humana. Se genera empatía con las personas que tenés enfrente. La dictadura operó ocultando y escondiendo. Solo hay que mirar cómo volvieron los ex combatientes; silenciados, en la mitad de la noche. No fuimos a vivarlos a ninguna plaza. Recuperar todo esto, volver a mencionarlos, darles nombre, recordarlos, y todo este trabajo, permite empezar a poner en valor ciertos hechos históricos. Esto sucedió, ¿qué nos queda? Hacer lo que podamos para repararlo. La incertidumbre no es justa para ningún ser humano.

Foto gentileza EAAF

“Unidos o dominados sigue siendo la disyuntiva histórica”

“Unidos o dominados sigue siendo la disyuntiva histórica”

“La mejor forma, queridos jóvenes, de liberarnos del imperio del capital, es la integración latinoamericana”, aseguró el expresidente ecuatoriano Rafael Correa al recibir el Doctorado Honoris Causa entregado por la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET). En una clase magistral dirigida principalmente a los estudiantes, Correa se refirió al avance neoliberal en la región y destacó la urgencia de construir un bloque latinoamericano para “incidir en el cambio del injusto e inmoral orden mundial”. Terminada la conferencia ANCCOM dialogó con el exmandatario sobre los desafíos del campo popular y el necesario protagonismo de la juventud: “Prepárense en la universidad con ciencia y con consciencia; con rigurosidad y compromiso; con razón y con corazón. No para ocupar un puestito en la sociedad, sino para transformarla”.

Correa comenzó la disertación con una anécdota que vincula su vida académica y política. En 2005 asumió como ministro de Economía del gobierno de Alfredo Palacio. A los 100 días, debido a presiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, tuvo que dejar el cargo y regresar a la universidad donde daba clases desde hacía 13 años, “una universidad bastante cara, privada y de derecha”, según la definió el ex presidente y doctor en Economía. Pero ese año, el viernes anterior al inicio de las clases, el rector le comunicó que no podía continuar con la cátedra “porque era político”, y lo despidió. “Al quedar desempleado no me quedó otra opción que ser candidato a presidente de la República”, explicó entre risas.

El exmandatario llegó el jueves 22 a la Argentina y entre Santa Fe y Buenos Aires trajinó una agenda muy nutrida, que incluyó otro doctorado Honoris Causa (el de la Universidad Nacional de Rosario) y encuentros con dirigentes como  Agustín Rossi, Hebe de Bonafini y Cristina Fernández de Kirchner. Durante la disertación en la UMET sintetizó su formación académica y su experiencia política, y en una clase de economía heterodoxa explicó el carácter del neoliberalismo actual y el rol de América Latina en ese escenario complejo bajo la restauración de gobiernos conservadores. Para caracterizar la fase anterior al nuevo avance de la derecha, Correa citó a Cristina Fernández: “Fueron años en los que por primera vez los presidentes nos parecíamos a nuestros pueblos. No teníamos cuentas offshore ni plata en paraísos fiscales. Ese rasgo era todo un signo de los tiempos que corrían, diferentes y opuestos a los tiempos que hoy imperan, donde los presidentes se parecen demasiado a los dueños tradicionales de nuestros países, a sus más rancias oligarquías”.

Estos nuevos gobiernos responden a lo que Correa caracterizó como “una globalización que no busca ciudadanos globales, sino consumidores globales y que sin adecuados mecanismos de control y gobernanza puede devastar países enteros. La característica de la globalización de hoy es el completo dominio del capital sobre los individuos. Esa debe ser la disputa política fundamental; quién manda en una sociedad: el capital o los seres humanos”.

Enseguida argumentó que la única forma de contrarrestar los efectos de exclusión del neoliberalismo global que atentan contra el trabajo y la vida digna es a través de la unión de los países de la región. “En la Unión de Naciones de Sudamérica somos 500 millones de personas en 17 millones de kilómetros cuadrados –dijo-. Con sólo unirnos podríamos conformar la cuarta economía más grande del planeta, con aproximadamente el 6 por ciento del PIB mundial; un tercio de la fuentes de agua dulce del planeta; el primer lugar en la producción mundial de alimentos y con reservas de hidrocarburos para los próximos 100 años”. Luego sentenció: “Separados será el capital transnacional el que nos imponga las condiciones; unidos seremos nosotros los que impondremos las condiciones al capital”.

Como ejemplo, Correa se refirió a la Unión Europea “conformada por 18 países, unidos por voluntad propia que tienen historias diferentes, idiomas diferentes, sistemas políticos diferentes y religiones diferentes. Hace 60 años se mataban por decenas de millones y hoy son una unión”, apuntó. “Tal vez los europeos tendrán que explicarle a sus hijos por qué se unieron –continuó- ; pero nosotros, que tenemos una historia común, la misma cultura, la misma lengua, los mismos sistemas políticos y estoy seguro que el mismo futuro, tendremos  que explicarles a nuestros hijos por qué nos demoramos tanto”.

Según el expresidente, la unión latinoamericana sería fundamental “para alcanzar cosas tan sencillas como salarios mínimos regionales que impidan la absurda competencia entre nuestros países en favor del capital nacional, que reduce más los salarios reales para mejorar la inversión y todo el excedente con el sudor, y muchas veces las lágrimas y hasta la sangre de los trabajadores, van a la acumulación del capital transnacional”. Después de subrayar que “América latina es la región más desigual del planeta”, Correa sentenció, finalmente: “Unidos o dominados sigue siendo la disyuntiva histórica, queridos jóvenes”.

Discurso de Rafael Correa en la entrega del Doctorado Honoris Causa en la UMET.

Tras su clase magistral, el ex presidente respondió algunas preguntas de ANCCOM y profundizó aspectos expresados en su disertación.

¿Qué formas de organización juvenil, que respondan a la época y que sean novedosas, cree que son necesarias? ¿Y cuál cree que es la responsabilidad que tienen los jóvenes en la construcción de nuevas subjetividades políticas?

Los jóvenes pueden hacer mucho. El principal deber es prepararse, el voluntarismo incompetente ha hecho más daño en América Latina que la mala fe. Prepárense en la universidad con ciencia y consciencia; con rigurosidad y compromiso; con razón y con corazón. No para ocupar un puestito en la sociedad, sino para transformarla, porque pese a nuestros esfuerzos todavía tenemos sociedades extremadamente inequitativas. Ese es el principal deber de ustedes. Lo mejor que pueden hacer por la patria es prepararse y comprometerse para después tomar la posta. Hay múltiples organizaciones que pueden formar para informarse de mejor manera y para incidir en la vida nacional. En su caso, por ejemplo, la universidad.

¿Cuál cree que es el rol que debe tener la universidad en los debates de la coyuntura política?

La universidad debe tener presencia, debe ser luz; no conozco a fondo el caso argentino, pero en el caso ecuatoriano la universidad brilla por su ausencia. Se cometen las más grandes barbaridades y no dicen nada: por ejemplo, cuando sucedió el rompimiento constitucional con una consulta popular hace pocos meses; era evidente, cualquier estudiante de Derecho sabía que era una monstruosidad jurídica y sin embargo la academia no se pronunció. Ustedes tienen que exigir que la academia se pronuncie. En la conferencia se habló sobre la neutralidad; nadie es neutral, yo no soy neutral, siempre voy a estar con los pobres, con la Patria Grande. En Ecuador los estudiantes deberían exigir que la universidad como institución opine sobre los problemas nacionales; pedir que se organicen foros para debatir la coyuntura, que tome posición sobre las medidas que toman los gobiernos. Por ejemplo, decir qué piensan sobre las offshore, sobre la lucha contra la corrupción. No puede ser que tener una offshore no sea ilícito todavía. Claramente no es honesto y no entiendo cómo un dirigente de un país puede exigir algo a sus compatriotas si manda su plata fuera del territorio nacional porque no confía en su propia patria. Es algo que no se entiende y la academia debe decir algo al respecto.

“Estamos desbordados por la gente que se acerca a buscar trabajo”

“Estamos desbordados por la gente que se acerca a buscar trabajo”

Dueña de una voz firme y poderosa y nacida hace 37 años en Florencio Varela, uno de los distritos del tercer cordón del Conurbano bonaerense más castigados por la crisis, Marianela Navarro es una mujer que no tiene respiro. Maestra de primaria en Bosques y en Ingeniero Alan, y militante de la primera línea del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL), Navarro describe el trabajo territorial en la Provincia y advierte que la organización que integra “no da abasto” con las demandas de los sectores más vulnerados.

Su recorrido personal ya la puso en relación con la situación del país desde pequeña. Proviene de una familia trabajadora, con un padre herrero en la planta de vidrios Cattorini de Quilmes oeste, y una madre que se desempeñaba también en empleos fabriles como la producción de mosaicos y textiles. Se recibió de maestra en diciembre de 2001, cuando colapsaba el gobierno de Fernando de la Rúa. Consciente de que nunca le sobró nada, lo único que quedaba era el sacrificio y la perseverancia de todos los días para salir adelante. Pero esa fuerza debía estar organizada.

La militancia es algo que corre por su sangre. Su papá, un hombre de izquierda, era delegado de fábrica en la última dictadura y fue detenido en 1976, cuando activaba en San Francisco Solano, una de las zonas más humildes de Quilmes. Navarro milita en el movimiento de desocupados desde los 14 años y participó en lo que fue el surgimiento de estos sectores sociales que comenzó a ganar protagonismo en la Argentina del neoliberalismo menemista.

¿Qué recuerdos de tu infancia se conectan con la decisión de militar?

Recuerdo que había que caminar mucha cuadras en el barrio para conseguir azúcar negra, que era más barata. También que con todos mis hermanos trabajábamos en la herrería. A los 12 años con mi hermana hacíamos puntas de rejas con el torno. Otra imagen que tengo es la de mi mamá que cuando terminó la secundaria, escribía en los remitos de la herrería porque no había plata para comprar hojas. Esas situaciones te van marcando y hacen que desarrolles cierta conciencia de clase.

¿Y cómo fueron los primeros pasos en la militancia social?

Empecé haciendo tareas de apoyo escolar en el barrio La Esperanza (ubicado en Florencio Varela) y conocí de primera mano las necesidades tan apremiantes que son acumuladas de décadas. Me acuerdo que el primer corte en el que participé fue difícil porque solamente éramos 100 personas. Se había hecho en Lujan y Ruta 2. Al mes, en un nuevo corte, ya pasamos a ser 1.000 personas. Los vecinos y vecinas iban a comer a los cortes. Era una época donde la gente estaba muy castigada.

 ¿Qué papel tuvieron entonces las mujeres, las madres de familia?

Ellas dieron el primer paso para enfrentar la crisis, como en la actualidad, pero era más difícil entonces. El no tener trabajo hacía que los hombres entrasen en depresión, hubo muchos casos de alcoholismo, de reclusión. Las mujeres, que son las que en general se hacen cargo de sus hijos, son las que sin ningún tipo de vergüenza mantuvieron los cortes.

¿Ves que esto se confirma cuando analizas cómo funciona el FOL hoy en día?

Hay mucha participación de las mujeres en los ámbitos de dirección, lo que significa un cambio en la cultura política de la organización y de la propia familia. En general las mujeres tienen que atravesar muchas trabas para poder tener participación política y en los espacios más importantes, para que dejen de estar solamente en las tareas administrativas y organizativas.

Organización y mandatos

El FOL es una organización social pero también tiene un conjunto de definiciones políticas. Este Frente, que ya tiene más de una década de trabajo en los barrios, desarrolla tareas sindicales porque representa al sector excluido del mercado laboral, y lo hace desde una posición anticapitalista y antipatriarcal. Cuenta con criterios internos de mandatos en asamblea, de revocabilidad de sus delegados y delegadas, la rotación en las funciones y el control colectivo de toda la organización.

¿La agudización de la crisis económica y de los niveles de marginalidad han tenido efecto en la composición del FOL?

La organización ha crecido de manera exponencial en todo el país y la crisis y la actual política económica hace que día a día nos veamos desbordados por la gente que se acerca a la organización en busca de trabajo.

¿A qué definiciones arribó la organización cuando comenzó el gobierno de la alianza Cambiemos?

Con la asunción del macrismo debimos asumir nuevas tácticas para defender los derechos de nuestros compañeros y compañeras. Hemos definido articular con CTEP, Barrios de Pie y la CCC (además de coordinar históricamente con el Frente Popular Darío Santillán). En términos políticos defendemos distintas perspectivas de lo que hay que hacer en la Argentina pero en el terreno sindical, en el plano defensivo, trabajamos por la unidad de todo el sector para enfrentar las políticas del gobierno. Es nuestra responsabilidad trabajar por un programa mínimo común que recupere y logre la correlación de fuerzas necesarias para enfrentar el ajuste. Esta confluencia lleva más de un año y medio con saldos positivos donde, al mismo tiempo que trabajamos por la más amplia unidad de acción, mantenemos nuestra propia mirada política y nuestro proyecto de largo plazo. Este gobierno viene a concretar un paquete de reformas estructurales junto con los organismos internacionales de crédito y sus consecuencias las van a pagar las próximas cuatro generaciones de trabajadores.   

 Estos espacios de coordinación general suelen tener representación de los hombres, como las caras más visibles de las organizaciones, ¿cómo fue hacerte un lugar allí?

En lo personal ha sido difícil sobrevivir en un ámbito sumamente masculinizado como el de la toma de decisiones. A las mujeres les implica siempre mayor sacrificio que a los hombres, no sólo en el terreno personal sino en general, porque una está más a prueba y tiene que hacer un esfuerzo mayor para ganarse un lugar en que la palabra sea respetada. Que el movimiento feminista haya tomado una gran envergadura de masas en nuestro país en el último período ha sido clave para ganar cada vez más espacios.

Navarro siente que para poder generar esa visibilización como mujer ha tenido que combinar cierta “postura masculinizada” además de utilizar sus herramientas y formas de desenvolverse más genuinas. De todas formas descree de los liderazgos personales porque estos tienen que expresar un proyecto colectivo.

¿Cómo acompañan y potencian los procesos de empoderamiento que atraviesan sus compañeras y el avance del feminismo en nuestro país?

En el FOL participamos de la Campaña contra las Violencias hacia las Mujeres, promovemos la participación política en los Encuentros Nacionales de Mujeres, se conformó el espacio “Tortas de Barrio” para las compañeras que militan en disidencias y en cada regional funcionan equipos de compañeras que hacen trabajo político sobre el problema de los numerosos casos de violencia en los barrios. Desde la organización se acompaña el proceso de denuncia y se hace contención para generar confianza y que puedan salir de esa situación. Esto va de la mano de luchar por la autonomía política y económica. Es bastante amplio el trabajo que se hace, hay comisiones de géneros en todo el país. El proyecto más importante que tenemos es el de la construcción de la Casa de Mujer en Florencio Varela que esperamos terminar el año que viene y que se ponga en funcionamiento. Estamos terminando el segundo piso y tiene el objetivo de funcionar con profesionales, abogados, psicólogos para generar una contención más concreta cuando el estado mira para otro lado.

¿Qué lectura hacés del trabajo que encararon con el debate por la legalización del aborto?

Veo que hemos avanzado en esto y de hecho son las compañeras de los barrios las que recurren a nosotras y a la organización para resolver situaciones de embarazo no deseado y acompañamos esta lucha que es muy  importante. Lo consideramos un problema de salud pública, una responsabilidad del Estado el hecho de que las mujeres no tengan que morir en la clandestinidad. También defendemos el criterio de que tanto el Estado como las organizaciones sociales y los sindicatos deben ser de carácter laico y que la Iglesia no debe inmiscuirse en un problema que es de orden público.

¿Cómo ves el futuro? ¿Hay lugar para soñar en que se pueden cambiar las cosas?

Somos optimistas y tenemos una confianza total en la fuerza de la clase trabajadora. Las circunstancias económicas, sociales y políticas que va a atravesar el país se muestran de manera desoladora pero hoy así están dadas las cosas lo que obliga a que los y las trabajadores mejoren sus tácticas y sus formas organizativas para dar una respuesta tanto sindical como política. Solo así podremos tener una mejor proyección para que no sean las opciones patronales de siempre las que se muestren como la alternativa política en la Argentina.

 

 

Resistencia gorda

Resistencia gorda

Mujer parada en una esquina con los brazos cruzados mirando a la cámara.

Una mujer gorda mirándose en un espejo, atravesada por rayas de colores que rozan la psicodelia habita la tapa del libro Gorda vanidosa y sintetiza con precisión lo que transmite cada página. Así, con toda la carne y sobresaliendo sin pudor entre todas las demás, Lux Moreno –en su primer libro- expone a la vanidad como herramienta de resistencia desde el activismo gordo, en una sociedad que propone e impone corporalidades a las que nunca se llega. Sabe lo que le costó construirse, y por eso la gorda vanidosa no agacha la cabeza, te mira fijo y te grita que de este sistema especialista en expulsar no se salva nadie.

En el camino nada fue fácil. Atravesó distintas corporalidades, llegando a la anorexia y crisis anímicas por una nula autoaceptación. Pero en 2013 dijo “basta para mí” y pateó los mandatos. Astutamente no los dejó ir muy lejos, porque en esta mixtura de autobiografía con un vasto marco teórico los desmenuza con una precisión no apta para condescendientes sociales.

¿Cómo comenzó el proceso de escritura?

En realidad me vinieron a buscar de la editorial Paidós. Me pidieron que escribiera un proyecto de libro sobre Crossfit, entonces lo hice desde una perspectiva de diversidad corporal y les gustó tanto que me terminaron pidiendo que escribiera sobre identidad corporal. La idea no era hacer un libro, ya que al venir de la Facultad de Filosofía, trabajo en un registro que es bastante académico. Por eso había que tomar algunas decisiones. Una fue armar un híbrido entre la perspectiva crítica del activismo gordo y el fat body positive, que es la parte más tibia de aceptación corporal que a mí no me interesa. Entonces lo que hice fue partir de mi experiencia, usando la primera persona para ir armando teoría al mismo tiempo. Así, la hilvané con una serie de dispositivos de control, que tienen que ver con el modelo médico hegemónico, los estereotipos de belleza, las tecnologías sobre el cuerpo como el deporte y los modos de reconocimientos: el gran problema del sistema de consumo.

La intersección de esas variables es la brújula que guía todo el libro, y demuestra que su relato no se puede considerar universal. ”Más allá de que haya varios libros sobre experiencias personales de gordas, el tema es que el hecho de ser una gorda que vive en Latinoamérica, en Argentina y de determinada clase social, también dice un montón de otras cosas”, amplía la autora. Por estos motivos, su relato impulsó a que otros quieran contar sus historias desde sus particularidades, o le agradezcan por “al fin” hablar del tema desde este enfoque, convirtiéndolo en una herramienta liberadora.

La autora con los brazos cruzados mirando a la cámara de frente, con una foto de una niña detrás.

La autora Lux Moreno presenta su primer libro Gorda vanidosa, en el que se posiciona en el activismo gordo y propone la vanidad como resistencia.

¿Qué es en tu vida el activismo gordo?

Ser activista gordo tiene que ver con denunciar los estereotipos corporales, y de hecho mi preocupación casi obsesiva sigue siendo el registro del cuerpo, no ser más o menos gorda. También qué pasa socialmente con esas representaciones que tenemos del cuerpo, que hoy en día lo que tenemos es el cuerpo como mercancía, y la idea es preguntarse ¿cómo llegamos a eso, si es un tipo de alienación súper violenta y solo valida una serie de jerarquías? En este caso es: si no sos súper delgado no accedés a la categoría de éxito. Mucho tiene que ver con que yo soy gorda desde que tengo uso de razón. Me hacían mucho bullying. Pasé por lugares más sombríos y oscuros como la anorexia y la bulimia, y quizás fue cuando tenía un cuerpo “correcto” y la presión era terrible. De hecho, ahora me tuve que hacer un bypass gástrico, por la enfermedad de reflujo y bajar de peso no es para mí algo cómodo. Bajo de peso y digo “ay la puta madre, la ropa me queda grande”. Yo voy a ser gorda hasta el día que me muera, aunque baje de peso, porque tengo la marca de la ex gorda. Es una identidad en la que yo me pude reafirmar subjetivamente. Recuerdo que en una nota me preguntaron qué hacía cuando salía de mi casa para sentirme bien. Y yo no hago nada: lo único que hice fue mandar a la mierda todos los mandatos. Por eso la figura resistencial es la gorda vanidosa. Un día me di cuenta de que no había que hacer nada, yo era genial así como era, no me tenía que andar disculpando por ser gorda, o pidiendo perdón por sacarte un poco de asiento en el colectivo. ¿Por qué no ser un gordo vanidoso? ¿Tengo que ser la gorda simpática, la gorda buena onda? ¡Ni en pedo!

El libro lo escribió a gran velocidad trabajando en una oficina full time. Gran parte fue llevada al papel en viajes rutinarios de colectivos o huecos temporales entre las obligaciones. En solo dos meses Lux le dio el cierre a su primer libro. Ella lo relaciona con lo aceitada que tiene la problemática ya que da clases y está escribiendo su tesis de maestría sobre identidad corporal. De todas maneras, no deja de ser poco tiempo, como si de transmitir un mensaje urgente y necesario se tratase. ”La idea era que fuese un texto amigable para quien hace teoría, pero también para quienes no y tengan ganas de acceder a una temática como es la diversidad corporal y el activismo gordo. No quería algo que fuera críptico enunciativamente, y la verdad que lo que es difícil es escribir fácil”, explica la escritora y sin dudas lo logra. El texto llega en su totalidad a quienes se dejan atravesar por sus relatos personales que interpelan y desnaturalizan la cultura, como también a quienes se aferran a autores como Gilles Deleuze y Michel Foucault, porque el marco teórico es el que sostiene y hace crecer todas sus experiencias narradas.

Mujer mirando a la cámara con las manos en la cintura.

«Yo voy a ser gorda hasta el día que me muera, aunque baje de peso, porque tengo la marca de la ex gorda», dice Lux Moreno.

¿Cuáles fueron las expectativas a la hora de escribirlo?

Aunque suene medio berreta, pasó eso de tirar un mensaje en una botella al mar y ver qué pasa. Y siento que por ahora muchas cosas. No tenía la expectativa de que me reconozcan por el libro que hice, pero yo no me achico ante ninguna crítica porque siento que mi opinión es algo válido. Aunque sea conjetural teórica o lo que fuere, siento que construí una voz dentro del activismo gordo y desde un lugar muy particular. Quizás era eso lo que más me interesaba: empezar a atravesar fronteras. Porque el gueto es re-cómodo y divertido pero llega un punto que te hincha las bolas.

“La manera en que la tecnología está vinculada con intereses políticos y económicos es causante de angustia”

“La manera en que la tecnología está vinculada con intereses políticos y económicos es causante de angustia”

La entrevistada mirando de frente a la cámara, con los brazos cruzados.

Renata Salecl, filósofa, socióloga y teórica jurídica eslovena que aplica la teoría del psicoanálisis al estudio de la sociedad post industrial, presentó en agosto pasado -durante la Feria del Libro Independiente de la Argentina- su último libro, Angustia, publicado por Ediciones Godot. En un contexto en que la innovación, la economía de datos y la tecnología informática parecen haber trazado una línea imborrable con la historia pasada, la autora sospecha e interroga nuestro presente: “Pero tal vez, la percepción según la cual el mundo actual es tan diferente del viejo por los avances de la tecnología moderna es la fantasía final que nos protege, primero, del hecho de que el sujeto (el individuo) sigue marcado por una falta y de que lo social (es decir, la sociedad) sigue marcado por los antagonismos”, dice la escritora, que dialogó con ANCCOM durante su visita al país.

En el libro, habla de diferentes eras de angustia a lo largo de la historia. ¿Cuáles son las principales características de la era actual?

Hubo muchas eras de angustia. Por ejemplo, luego de la Primera Guerra Mundial, la angustia estaba vinculada a la caída del ideal de progreso y al miedo a que se repita la violencia. Veo que cada sociedad se piensa a sí misma como sometida con mayor intensidad al sentimiento de angustia. Creo que eso es un artificio y que a lo largo de todas las épocas sufrimos angustia pero de manera diferente. En esta era, las divisiones tradicionales políticas, económicas y de clase fueron dejadas de lado por un discurso neoliberal que promueve el individualismo, la idea del poder de elección y de que todo está en nuestras manos. Por eso, el contexto económico y cultural en que viven los individuos no se percibe como algo que pueda influir en el bienestar de las personas. Es la idea propia del capitalismo norteamericano de que cualquiera puede lograrlo, incluso los pobres. Esta idea continúa en el modelo de Silicon Valley: solamente necesitas crear una aplicación para lograr el éxito. Pero todo esto implica que si las cosas salen mal, también es tu culpa, porque no hiciste lo suficiente. Lo que genera esta concepción es la negación de las diferencias sociales y económicas en la sociedad. En la realidad, nos determina la situación económica familiar, la violencia, el lugar donde nacimos. En foros online, veo un crecimiento de preguntas del tipo “¿cómo puedo ser más productivo?” o “¿cómo puedo organizar mejor mi día?”, lo cual indica que ser un fracaso es un importante factor causante de angustia. Pero no todo es homogéneo porque, aunque esta ideología es muy poderosa, se la negamos a los inmigrantes.

¿Qué es la angustia, en términos contemporáneos?

Trabajo con los desarrollos del psicoanálisis de la angustia como una parte constitutiva muy importante de la subjetividad. Me centro en las tradiciones freudianas y lacanianas que, por supuesto, no son homogéneas. Freud estudió la angustia diferenciándola del miedo: en la primera, el sujeto experimenta malestar pero no identifica el objeto causante de la angustia y por eso la angustia es un sentimiento a un miedo potencial que todavía no tiene forma, mientras que el miedo siempre es causado por un objeto nombrable e identificable para el sujeto. Lacan complejiza esta teoría porque señala que la angustia aparece en el momento en que el objeto ocupa el lugar de la falta y esta desaparece de manera inesperada: por ejemplo, nos miramos a nosotros mismos en el espejo y de repente vemos que un doble nos devuelve la mirada.

¿Cómo utiliza este concepto en su libro?

Yo empecé por analizar la angustia en el individuo y luego agregué el contexto social en el que está inmerso, es decir, tomando al sujeto como parte de un discurso social. Por discurso social entiendo los micromecanismos de funcionamiento del poder o lo que Louis Althusser llama Ideología. Esta constituye los cimientos de la sociedad y contribuye a reproducir las relaciones sociales, divisiones de clase y modos de producción, pero es algo que no podemos identificar claramente ni señalar su procedencia. Permite que percibamos nuestro entorno social como algo obvio, dado, que no cuestionamos. Empiezo por el discurso que circuló a partir del atentado del 11 de septiembre del 2001 y la forma en que la sociedad comenzó a percibir la vulnerabilidad y la amenaza del terrorismo, de afecciones internas del cuerpo como los virus y la incertidumbre que genera el cambio climático y las condiciones de vida precarias. Todos estos factores del entorno aumentan el sentimiento de angustia en el individuo.

¿Hay relación entre la gran cantidad de información disponible en nuestra era y la angustia?

Sí, definitivamente. Es el problema de en quién confiar, de la procedencia de la información, de la desinformación, la abundancia de información sobre todo tipo de peligros, la identificación con nuevas ideas de éxito y belleza que constantemente aparecen en los medios. Pero creo que ante esta situación, cada vez más personas están tratando de apagar ese flujo, de encontrar espacios donde no los afecte, inclusive los grandes referentes de Silicon Valley. Llamo a esta actitud una nueva forma de ignorancia: cuando tratamos de aislarnos de las presiones sociales en las redes y los medios de comunicación. Recientemente escribí un artículo sobre cómo ignoramos que empresas y gobiernos se quedan con nuestros datos y estamos constantemente vigilados. La ignorancia es también una forma de permanecer conectados porque no sabemos realmente quién ve todo lo que producimos online. La manera en que la tecnología está vinculada con intereses políticos y económicos también es causante de angustia.

¿De qué manera contribuyen las redes sociales al sentimiento de angustia?

En Estados Unidos, por ejemplo, Donald Trump usa una estrategia agresiva e irracional en Twitter para atacar. Que el presidente de la Nación más poderosa del mundo juegue con las redes como si fuera un adolescente cambió la manera en que funciona la autoridad. Las redes se convirtieron en la forma en que se comunica el poder; también son el principal medio para la manipulación, como el caso de Cambridge Analytica. Aunque estamos cuestionando el poder de las redes sociales y quién tiene el derecho de recolectar datos, lo cierto es que las grandes empresas todavía se encuentran fuera de una regulación clara y efectiva y las herramientas de los legisladores, como se presentan actualmente, son ineficaces.