“Soy una representante de esas voces del encierro”

“Soy una representante de esas voces del encierro”

Yrene Chicoma, integrante de la Coope Esquina Libertad.

“No estamos todas, faltan las presas”, declara firmemente Sofía Campos, “liberada”, que estuvo detenida en la Unidad Penitenciaria N°8 en Los Hornos, La Plata. Es la primera vez que participa de un Encuentro Nacional de Mujeres. “Yo quería venir al taller que habla de cárcel, porque la viví desde adentro”, comenta refiriéndose al taller “Mujeres, disidencias, cárcel y sistema penitenciario”, uno de los más de 80 espacios que formaron parte de la agenda del evento. Sofía comenta que en un principio se dedicó a escuchar los testimonios, hasta que alguien hizo foco en la falta de historias en primera persona: “Una mujer preguntó: ¿dónde están las liberadas, dónde están sus voces?”. Recién en ese momento se animó a contar su historia. “Hoy sentí que soy una representante de esas voces del encierro”, afirma.

Sofía viene acompañada por su hija menor, aún adolescente, de quien estuvo separada los tres años y seis meses que estuvo presa. “Sentí que la abandoné. Ese sufrimiento está presente en cada momento. Es una tristeza que una tiene como madre porque dejás a tus hijas y sentís que les estas haciendo un daño”. Contó que en la cárcel las condiciones de vida son pésimas, y que eso incluye a todo el sistema: desde la falta de políticas de higiene y salud, hasta el recorte de los momentos y espacios de recreación, el hacinamiento en las habitaciones, las requisas sorpresivas y la violencia policial. Al respecto, denunció: “Ellos quieren sembrar la discordia entre nosotras y hacernos pelear para que nos desunamos”. En contraste, describió varias situaciones en las que se manifestaron los lazos de solidaridad entre las presas, lo que destaca como un valor de gran importancia. “Cuando llegué a la cárcel una compañera me contuvo, me ofreció un té: yo tenía un ataque de pánico, ella me dio una mano. Una vez que me calmé, me dijo: ‘A la próxima que entre, la recibís vos’”, narra entre mate y mate. Si bien no extraña la cárcel, admite que se sigue refiriendo a las que quedaron dentro como sus compañeras: “No me lo puedo sacar”. 

Campos relata que lo más duro fue la reinserción en la sociedad. “Es contradictorio, lo que más deseas cuando estás encerrada es estar libre, y cuando llegó ese momento no podía salir de mi casa porque me agarraba taquicardia, mareos, ansiedad”. Pudo reponerse con la ayuda del Patronato de Liberadas, una institución que le brinda una ayuda económica a aquellas mujeres que acaban de salir de la cárcel. Luego de algunas idas y vueltas, pudo recuperar su trabajo como enfermera. Confesó que tuvo miedo de que no la aceptaran tras su experiencia: “Hoy está dura la mano para conseguir trabajo, pero más para los que somos liberados, que tenemos el estigma de haber estado presos”.

En la misma línea, Yrene Chicoma también contó su historia en uno de los talleres. Es peruana, tiene 58 años y estuvo presa cuatro años en el penal de Ezeiza. “Estuve muy deprimida porque perdí dos trabajos por tener antecedentes”, explica al referirse a la doble pena que sufren las personas que habitaron las cárceles: la judicial por el delito por el que se las juzga, y la moral, una vez afuera, por la sociedad. Al respecto, sostuvo: “El Estado dice que está en contra del aborto, pero nos aborta a nosotras cuando salimos de esa suciedad carcelaria, de ese punitivismo, cuando estamos afuera. Yo me sentí así, tirada”.

En la cárcel comenzó las carreras de Sociología y Letras gracias a la extensión universitaria de la UBA, formación que aún hoy continúa. Igualmente, la falta de trabajo le dificulta seguir con la cursada y al respecto comenta: “Yo quiero ganarme la vida, y poder sentarme a leer y estudiar para los parciales”. Confiesa que muchas veces debe conformarse con condiciones de precariedad laboral porque su situación es delicada. No denuncia la discriminación que ha sufrido porque le llevaría mucho tiempo y siente que “no puede darse ese lujo”. También juega un papel importante el temor: “La verdad se tapa porque tenemos miedo de que nos sigan castigando”. Del mismo modo, comenta: “Voy aceptando un montón de latigazos sociales que en mi cuerpo se articulan como cordones, pero eso no me deja caer porque tengo mucha esperanza y mucha fe que al hacer conocida mi situación me ayude para seguir estudiando”.

Yrene forma parte de la Coope Esquina Libertad, un espacio dedicado a facilitar la reinserción en sociedad mediante diferentes capacitaciones, en donde aprendió a encuadernar y adquirió herramientas que le permiten ganarse la vida. Estando presa, comenta, participó de talleres de escritura: “Empecé a escribir cuando estaba adentro, en el papel del paquete de harina”. Este mes se lanzó “Expresa mostra”, un fanzine que recopila diferentes escritos de mujeres que se nuclean en la cooperativa, donde pudo publicar una de sus poesías. En cuanto al Encuentro, comenta que el taller le dio fe y que espera que a partir de él se dé a conocer la problemática. “Necesitamos que se sepa todo lo que pasa adentro (de las cárceles) y también lo que pasa afuera cuando salimos”, agregó. 

En el aula 7 de la Facultad de Trabajo Social de la UNLP resonó el testimonio de Viviana Aguirre, mujer de 44 años que estuvo cinco meses detenida en una cárcel de Rosario. Relató un episodio de abuso y violencia policial que vivió estando dentro del penal. “Pero lo más duro lo estoy viviendo ahora, por la discriminación. Estoy luchando para que me den un trabajo para poder alimentarme. Salí sin trabajo, y sin la lucha que tenía la gente ahí adentro”. Además, denunció la desigualdad de condiciones entre varones y mujeres dentro de la institución carcelaria: “El Estado solo le da trabajo a los hombres. A nosotras nos discriminan, para ellos van los oficios y los salarios” y reclamó que “las mujeres necesitan más ayuda ahí adentro, que se les de un laburo y un sueldo digno”. También estaba Gloria, la hermana de Viviana, que fue quien la convenció de que asistiera al Encuentro. “Yo quise que viniera para que dé a conocer su historia”, admitió, “se debe remarcar también el maltrato que recibe la familia. Es horrible, como si nosotros también tuviéramos la culpa de que ella estuviera ahí”. La mujer denuncia que nunca recibió ayuda estatal. “Tenía que mandarle plata a mi sobrina y que ella viajara a Rosario para que Viviana pudiera comprar comida ahí adentro. Yo sabía que la estaban alimentando muy mal y sufrí mucho. Fueron cinco meses así”, explicó entre lágrimas. 

Rocio «Roli» Lisa detalló el derrotero que significa ir a visitar a un ser querido a la prisión.

También estuvo presente Roli, una estudiante de Trabajo Social cuyo novio está detenido en Varela. Ella vive en carne propia estas negligencias: “Son un montón las violencias que nosotras sufrimos por parte del sistema penitenciario y también por parte de la justicia. Nos maltratan cuando vamos a preguntar en qué estado está la causa, cuando vamos a pedir que se respete algún derecho. Somos muy maltratadas por ser familiares de presos”. Rocío detalló el derrotero que significa ir al penal a visitar a un ser querido que está en prisión: las requisas, los viajes, las horas de espera, la plata que se gasta. “Son al menos 3.000 pesos por fin de semana”. Sus palabras resonaron con las de las otras compañeras detenidas : “Lo que espero de este Encuentro es que podamos visibilizar esta problemática porque somos muchas. Hay un montón de mujeres que hoy acá no están porque es muy probable que estén viajando a ver a sus familiares presos” y agregó: “Necesitamos que pidan justicia por nosotras”. La joven no olvidó a las mujeres que están privadas de su libertad: “El feminismo tiene que escucharlas, llevar su voz”.

 Roli no era la única mujer allí con un familiar detenido. Ailén, otra integrante de Esquina Libertad, afirmó: “Somos las organizaciones las que proponemos lugares de trabajo. Ni el Estado sabe que hacer. Muchas veces nos preguntan a nosotros porque no tienen la menor idea”. Según ella, es necesario pensar estrategias desde la horizontalidad para combatir “la avanzada del punitivismo”, remarcando que “la cárcel no sirve para nada”. En esa misma línea, enunció: “Un paso más que le avancemos al punitivismo, es un paso más para crear una situación un poco más amena para las personas en situación de encierro”. Respecto al Encuentro, destacó que espera que pueda ponerse la problemática en la agenda y manifestó: “El feminismo está lejos de las cárceles y las cárceles lejos del feminismo”.

En las cuatro aulas en las que se realizó el taller de “Mujeres, disidencias, cárcel y sistema penitenciario” se debatieron distintos ejes, que incluyeron la situación habitacional de las mujeres y disidencias presas, la violencias que sufren allí dentro, las condiciones desiguales que hay para mujeres y varones privados de su libertad. También manifestó la situación de las personas trans en la cárcel: muchas veces deben elegir el pabellón de un género que no es el autopercibido porque corre peligro su integridad física.

La gran mayoría de las participantes eran mujeres profesionales de distintos ámbitos: abogadas, psicólogas, trabajadoras sociales que aportaron desde sus disciplinas su perspectiva sobre la temática. Muchas aprovecharon el espacio para denunciar las condiciones “paupérrimas” en las que viven las personas privadas de su libertad. Se comentó que la principal causa por la que están allí dentro las mujeres pobres es por narcomenudeo, delito que refiere a la venta de drogas. También, se hizo presente otra realidad: muchas están ahí por defenderse de un posible femicidio en manos de sus maridos violentos.

Otra de las problemáticas que más surgió fue la discriminatoria división de los talleres y espacios educativos dentro de las cárceles: los hombres suelen tener la posibilidad de aprender oficios con mayor salida laboral (como carpintería, electricidad o mecánica), mientras en el pabellón de mujeres solo se ofrecen manualidades, como hacer bijouterie.

Además de Cooperativa Esquina Libertad, también participaron otras organizaciones, como Atrapamuros, que milita hace diez años en distintas cárceles de la región de La Plata y de la Ciudad de Buenos Aires y que busca tener una intervención educativa desde la perspectiva política de la educación popular. Ellas estaban de acuerdo con que la condena no siempre termina cuando salen en libertad: destacan que afuera también hay muchas dificultades. Además, estuvo presente Yo No Fui una asociación civil sin fines de lucro que busca dar contención y herramientas tanto a las mujeres que están en situación penitenciaria como a las que recuperan su libertad.

 

«No somos solo incubadoras»

«No somos solo incubadoras»

“La palabra ancestra no existe en el diccionario, si la buscan aparece error», subrayó Navarro.

El taller de Ancestras se dictó en el SUM de la Facultad de Trabajo Social de la UNLP. El aula se fue llenando de mujeres, el primer día lluvioso del 34º Encuentro Nacional de Mujeres hizo que disminuyera el número de asistentes.

Hubo mujeres viejas, mujeres jóvenes, mujeres nenas. Hubo mujeres con bastones, mujeres con arrugas y sin arrugas, mujeres de todos los colores, todas con el pañuelo verde. Estaban sentadas en sillas y en el suelo, en forma de círculo. 

Mónica Navarro, gerontóloga coordinadora del taller, tomó la palabra y definió el nombre de este taller: La palabra ancestra no existe en el diccionario, si la buscan aparece error. Nosotras nos hemos propuesto resistir a la idea de que lo único que existe, el modelo de todas las cosas es lo masculino.” 

Sexualidad, VIH, mandatos, menstruación fueron algunos de los temas que circularon en el taller de ancestras.

Navarro explicó que así como la repetición de las desigualdades construyen mujeres que las naturalizan, si las mujeres construyen actos que resisten a esas desigualdades se va a poder romper con ellas. Pero para eso, se necesita recobrar la historia. 

Cada mujer entró mojada por la lluvia y apurada. Contrario a lo que se podría esperarse, hubo más mujeres jóvenes que viejas. 

Navarro hizo presente la primera pregunta del taller: ¿Que son las ancestras? ¿En qué pensamos cuando pensamos en ancestras?

Despùés le dio la palabra a cada mujer, de a una y en el orden en el que la fueron pidiendo. Para hacer uso de ella se iban un objeto. Había manos ansiosas levantadas, la mayoría pertenecvían a las mujeres más viejas. 

Una mujer de pelo gris contó su historia, con la voz fuerte y clara: 

“Mi abuela fué para mi lo máximo, crió seis hijos soltera. Separarme fue una lucha terrible. Sufrí maltrato psicológico, donde constantemente recibía: ‘No podés’, ‘callate’, ‘sos una inútil’, ‘no sabés’. Mi lucha interior era ‘sí lo voy a hacer’, ‘sí lo voy a lograr’, ‘sí puedo’. Todo ese sí era porque si mi abuela pudo ¿Por qué yo no? Yo lo logré, logré salir,  y siento que si yo lo logré fue por el ejemplo de ella.”

“Lo que me quedó de mis ancestras es que había que casarse con un muchacho bueno», recordó una de las participantes.

La palabra  pasaba alrededor del círculo, una de las mujeres del pelo más blanco no dejaba de asentir con la cabeza y agradecer cada historia y a cada mujer, gesticulando con su bastón. 

“Para mí aparecía la imagen de mi madre, casi por contraejemplo. A veces son aquello que vimos construido en relación a una tradición de la mujer para la casa. Mi madre fue una mujer que renunció, sin saber que renunciaba, a cosas que le gustaban, porque cantaba maravillosamente bien, y siempre decía que si hubiera sido en otra época habría querido ser actriz. Para mí, el recorrido fue desprenderme de eso, y ser otra ancestra para mis hijas, para mis sobrinas, que están hoy en los talleres. No quedarme con esa renuncia, ya tuvimos una historia de mujeres que renunciaron a demasiadas cosas. Sí, fueron muy valientes, hicieron mucho lo que tenían que hacer, nos cuidaron, pero ya es suficiente, hemos pagado un precio altísimo con nuestras ancestras. No tenemos más culpas que pagar, es hora que podamos elegir lo que queremos ser.”

Entonces, Navarro pidió nuevamente la palabra: “En las discusiones, con las peleas, con las acciones, nuestras ancestras también nos transmitieron el malestar de la manera en que pudieron. Incorporaron toda esa represión en sus vidas no sin haber pagado el precio. Sin las mujeres que arriesgaron todo, no sabríamos que tenemos derecho a replantear esos mandatos e incluso a pensar que los derechos sobre nuestro cuerpo no tienen vencimientos.”

Hoy es creciente el número de mujeres viejas con VIH. Navarro explica que esto se debe a la invisibilización del cuerpo de la mujer después de la etapa reproductiva. “La mujer no es un ser sexuado, no tiene derecho a sentir placer hasta su muerte para las políticas públicas.”

“¿Por qué nos negamos a procesar la edad con el género?», preguntó Navarro.

La siguiente mujer en tomar la palabra es rubia, cuenta su historia, tiene sesenta años y se considera a sí misma ya una ancestra: 

Lo que me quedó de mis ancestras es que había que casarse con un muchacho bueno, que había que ser servicial, alegre, una buena chica,  que había que bancarse absolutamente todo. Había que odiar a figuras como Eva Perón, que era la puta, la prostituta. En la adolescencia miré a esas abuelas mayores, pude entender todo lo que les hubiese gustado ser y no pudieron. Después de muchos años, les agradezco infinitamente a todas ellas, porque me pusieron el grito, pude gritar y decir basta, hasta acá. A partir de ahí no dejé nunca de gritar. Me considero una ferviente militante feminista.” 

Tras estas palabras, desnudó su brazo, mostró un tatuaje de colores vivos sobre la piel arrugada: un puño en alto que sostiene un pañuelo verde. Irrumpió un segundo de silencio, de reconocimiento. 

Los relatos se superponían. Hablaban sobre la edad, sobre el género y la vejez. Mujeres jóvenes y viejas contaban sus historias. Navarro preguntó: “¿Por qué nos negamos a procesar la edad con el género? ¿Qué le querés arrebatar al patriarcado?”

Una señora levantó la mano con tanta insistencia que hizo reír a todas. Dijo: “Estaba mirando el listado de los talleres, se filtra hasta en los encuentros de mujeres el patriarcado. Hay una charla que habla sobre cuerpos menstruantes, la mujer sirve cuando está en un periodo de reproducción ¿No es cierto? Pero no hay ningún taller que hable sobre la época del climaterio, seguimos siendo mujeres. Le quiero arrebatar al patriarcado lo reproductivo.”

Un aplauso general la interrumpió y no la dejó continuar, este aplauso duró largo rato. Pero ella agregó: “No somos solo incubadoras.” 

Las respuestas siguieron llegando y se hicieron unísonas. ¿Qué quieren arrebatarle al patriarcado?. El miedo, los femicidios, el no te metás, la represión, los travesticidios, el silencio, la plurinacionalidad, el dominio sobre los cuerpos.

Las mujeres se reían, festejaban y aplaudían. Cada nueva respuesta se llenaba de alegría el aire. 

Una artista rosarina, entonces, se ofreció a cantar. El encuentro cerró con “Lavanderas de Río Chico”, como homenaje a las ancestras. Se le unían las voces del resto de las participantes. Se reían cuando se equivocaban. Las jóvenes, las nenas y las viejas se volvieron una sola voz. 

Desde lejos se las ve,

sentadas en la arena

lavando ropa en el río.

Pueblo duro en ademán,

con la carga en la cabeza

vienen cantando y se van.

Mujer, escucha, únete a la lucha

Mujer, escucha, únete a la lucha

– A veces siento que me habita una contradicción –confiesa una chica.

– Compañera, tenemos que llevar al feminismo como bandera y no como carga. Nosotras somos sujetos de decisión –sostiene otra.

– ¿Sujeto de decisión? La mente está constantemente determinada.

– Todas estamos determinadas. Este es un largo camino de deconstrucción que nos va a llevar toda la vida.

Es domingo 15 de octubre por la mañana. La capital chaqueña amaneció con sus aulas escolares repletas de mujeres participando de las más de setenta comisiones abiertas para el debate, formación y construcción del feminismo. Entre comentarios, silencios, manos en alto pidiendo la palabra, acentuaciones con la cabeza y reflexiones, se respira un marco de contención para todas. Los abrazos invisibles se dan con las miradas que demuestran, una vez más, que las palabras cargadas de experiencia no son meros actos individuales, sino reflejos de una construcción social patriarcal generalizada.

Mujer sosteniendo una muñeca crucificada.

“Ni hetero, ni homo, ni bisexual: soy humana” fue una de las consignas durante el Encuentro.

Feminismo vamos a crear / El aborto tiene que ser legal / Y por las que ya no están / No nos vamos a callar. Un conjunto de tambores, silbatos, risas, discursos amplificados, inundan los oídos en el mediodía de la plaza 25 de Mayo. Pibas con remeras cortadas, cabezas rapadas, flequillos cortos, pañuelos verdes y cuerpos pintados hacen una quema de corpiños. “A tu modelo de belleza me lo morfo”; “Ni hetero, ni homo, ni bisexual: soy humana”; “El consumo te consume”, son algunas de sus consignas.

Distintas agrupaciones tienen allí sus stands donde exhiben revistas, remeras y muchas fotos que documentan su presencia en anteriores encuentros. Un recorrido entre los árboles lleva a las concurrentes a uno de los paseos artísticos. “¿Sabías que dentro de la tasa de suicidios de adolescentes en Argentina, hay un alto porcentaje que corresponde a chicas que no se animan a decirles a sus padres que están embarazadas?”, comenta una mujer a su amiga mientras observa un gran guardapolvo colgado junto a un marcador para denunciar la no aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral. “Por mi culpa, venga a nosotros tu reino”, se lee en una tela que simula ser un confesionario de iglesia. “Pague una coima para no ir presa por haber abortado”, dice un testimonio en otra que simula ser la celda de una prisión.

Mujeres reunidas en los talleres que se realizaron en el Encuentro Nacional de Mujeres en Resistencia, Chaco.

Mujeres participaron de más de 70 comisiones abiertas para el debate, formación y construcción del feminismo.

Un grupo de mujeres disfrazadas de Caperucitas Rojas corren en círculo al tiempo de un redoblante. Muestran que crecen, que su cuerpo y que su percepción de ellas cambia. Gritan al cielo, se ríen, suenan silbatos, mientras ellas saltan en distintos sentidos representando la libertad, el desarrollo y el disfrute de la vida. De repente dos se desploman, las caras se les llenan de tierra y todo se detiene, hasta la música. A una espectadora se le llenan los ojos de lágrimas. Una joven mira la escena con un cartel en la mano: “Mamá, perdón por no estar allá celebrando tu día. Pero nos están matando”.

Vamos compañeras / Hoy hay que agitar / Qué tiemblen los machistas / No nos van a parar. Son las 18 y los redoblantes y los platillos suenan hace rato. Las columnas están listas. Banderines, banderas, remeras violetas y pañuelos verdes son los símbolos de las organizaciones. No falta el reclamo de libertad para Milagro Sala y la pregunta dónde está Santiago Maldonado. Con los rostros pintados, los cuerpos escritos, con sus brillos, con sus ojos emocionados, sonrisas de felicidad, puños en alto unas, la V de la victoria otras, decenas de miles de mujeres, de todas las generaciones, marchan hasta el Parque de la Democracia. Las más grandes se acercan y observan a las más jóvenes. Se adivina agradecimiento y admiración en esas miradas, por tomar la posta de la lucha y se despiden hasta el año que viene donde volverán a encontrarse en Puerto Madryn, Chubut. Y todas juntas se unen en un solo canto: Ponemos el corazón / Juntas nos vamos a organizar / Para luchar contra la opresión / el patriarcado tiene que llorar.

Mujeres con el torso desnudo reclamando por aborto legal y Ni Una Menos.

Decenas de miles de mujeres, de todas las generaciones, marchan hasta el Parque de la Democracia.

 

Actualizado 17/10/2017

Rosario, la crónica del debate

Rosario, la crónica del debate

“La Argentina sangra por las barrancas del Paraná. Por estos puertos de Rosario y su cordón, hoy en manos extranjeras, se llevan el 75% de la producción nacional. Por allí circula libremente el tráfico de armas y drogas y la trata de personas, que se han convertido en los negocios más redituables e impunes de los últimos años, para beneficiar a los ganadores de siempre: los grandes monopolios imperialistas, las patronales y los terratenientes. Mientras […] nuestra ciudad es el reflejo descarnado de un país donde, a la par de la concentración de la riqueza, crecen la desigualdad y el hambre. El Gran Rosario registró, en el segundo trimestre, el nivel más alto de desocupación: el 11,7%”. El documento de balance de la 31º edición del Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) celebrado en Rosario toma las demandas por la nueva situación económico-social como un eje rector para advertir sobre las consecuencias del tarifazo, la inflación, la desocupación y el achicamiento de los programas sociales en la vida cotidiana de miles de mujeres.

Sobre ese cuadro, el debate imprimió las discusiones sobre género, participación sindical, trata y legalización del aborto. Debates a los que el Congreso Nacional y las Legislaturas provinciales vienen corriendo bastante más atrás. “Los secuestros de mujeres de diversas edades para trata con fines de explotación sexual crecieron en los últimos años en Santa Fe […] Nuestra región es, desde hace años, no sólo zona de tránsito y operaciones del entramado criminal de la trata, sino también de reclutamiento. Por año, se realizan 300 denuncias de mujeres que faltan de sus casas”, resalta el documento.

Un signo de este tiempo. El debate sobre la legalización de la marihuana, al menos en lo que se refiere al uso de canabbis con fines medicinales, recién se ha instalado este año en las comisiones del Congreso Nacional, y a pesar de la fundamentación por parte de académicos, funcionarios y asociaciones como “Mamá Cultiva” y “Cannabis Medicinal Argentina” (CAMEDA), sigue en discusión en la comisión de Salud de Diputados. En los Encuentros, sin embargo, es un tema recurrente. En talleres de años anteriores el tema aparece. Hasta se han escuchado recetas de lubricantes de canabbis para mujeres. La novedad de este año es la “institucionalización” del debate con la conformación del taller “Mujeres y Cannabis”.

Además de esa innovación, también se incorporaron otros dos talleres: “Mujeres Trabajadores Sexuales”, impulsado por la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR), que ya había funcionado en Encuentros previos pero había sido suspendido por seis años. El segundo: “Mujeres afrodescendientes” que apuntó a debatir la “invisibilización y ocultamiento en los registros de la memoria histórica argentina del pasado esclavista y de los aportes de las comunidades afro al país.

Marcha

“Qué momento, qué momento, a pesar de todo, les hicimos el Encuentro”, anuncia el despegue de la marcha. Y continúa: “Alerta, alerta, alerta que caminan, mujeres del Encuentro por las calles rosarinas”. Una de las que camina es Ramona. Va debajo de una bandera blanca, del ancho de la calle, que dice “Chaco” en letras negras. Es morocha de pómulos altos, y si bien no lleva insignias, integra el movimiento Pueblos y Naciones Originarios en Lucha. “Nosotras venimos con más de 16 años de Encuentros. Luchamos por las verdades de las mujeres de nuestra cultura originaria y sabemos que es importante la unidad de aquellas que vienen desde las provincias a contar sus experiencias porque aprendemos de ellas y ellas de nosotras. Eso es lo que sirve cada año. Yo participé del taller Mujeres de los Pueblos Originarios donde propusimos que el próximo Encuentro sea en Chaco porque además de los 500 años de opresión que cargamos, la situación política es muy difícil. Es importante que las mujeres vean esa realidad y no solo que se la contemos nosotras”.

“El ajuste también es violencia”, “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal, seguro y gratuito para no morir”, son algunas de las leyendas en las pancartas que se amontonan. Banderas wipala, del Orgullo Gay, partidarias, y otras tantas. Pasacalles acompañan: “Desmantelamiento de las redes de trata”. Graffitti con esténcil: “La solidaridad mata al macho”.

Una estudiante de medicina de Rosario camina con su hijo en una tela portabebés que lo envuelve entre sus pechos y le cruza la espalda. “Creo que es importante estar acá por el futuro de mi hijo, para que sea un buen hombre y tenga mucho respeto por las mujeres”, dice. Y sonríe. La marcha avanza sobre el bulevar Oroño. El cielo apenas asoma entre los árboles y palmeras. Un perro callejero rengo acompaña con un pañuelo verde de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

Un vecino parado en una esquina comenta a una señora mientras ven pasar la marcha: “A las lesbianas las apoyo totalmente”. Entre tanto, una cuadrilla de mujeres con pasamontañas de colores en la cabeza emulan a las rusas pussy riots, mientras pintan con aerosol la iglesia Virgen del Carmen. El paso de la marcha se aminora, pero no se detiene. El repertorio de canciones apunta directo: “Francisco botón no quiero tu perdón”, “Si el Papa fuera mujer el aborto sería ley”, “Iglesia, basura, vos sos la dictadura”.

Minutos después, el chico que atiende un kiosco de la calle Corrientes ve entrar a mujeres en corpiños, brujas con escobas de paja, chicas con la cara y el cuerpo pintado, otras con peluca. Afuera, la marcha avanza al canto de “vecina, vecina, no sea indiferente a las pibas las matan en la cara de la gente”. Algunos curiosos asoman por los balcones, y otros anónimos reparten botellas de soda.

Promediando el final, se escuchan campanadas de una iglesia. El punto de llegada era el Monumento Histórico Nacional a la Bandera, pero una cuadra antes, en calle Buenos Aires, una parte de la marcha se detiene. Allí, se asientan el Palacio Municipal y la Catedral Basílica Santuario «Nuestra Señora Del Rosario». Un señor en la esquina grita: “Que la calle no calle”, mientras una decena de locales ven pasar a las marchantes.

Represión

Frente a la catedral tapiada, una veintena de varones, jóvenes y mayores, enlazan sus brazos y rezan sin parar un Ave María tras otro. Las cámaras apuntan directo sobre los rostros compungidos porque intuyen que algo va a pasar. Mientras van llegando más mujeres a la Plaza 25 de Mayo, el coro se agiganta “Iglesia, basura, vos sos la dictadura”, “Saquen sus rosarios, de nuestro ovarios”, “Sí señores, sí señores, prohíben el aborto, los curas abusadores de menores”. Otras osan interrumpir el Ave María con gritos cara a cara. Dos mujeres bailan y hacen pogo mientras las cámaras las miran. Al lado dos chicas se besan. El Cuerpo General de Infantería entra en primer plano.

La policía más descabezada de los últimos años desciende sin aura desde el interior de la catedral. Cascos en cabeza, escudos y arma en mano. Un grupo se instala al costado del edificio religioso, en un pasillo que linda con el rosado Palacio Municipal y que conduce al Monumento a la Bandera. Las manifestantes retroceden sobre la plaza, mientras otro grupo sacude las maderas y los andamios que ocultan la Basílica. Una veintena de uniformados se ubican frente a la puerta de la iglesia que,  insólitamente, está cubierta de un plástico transparente, como si estuviera embolsada.

Se arma una barricada en medio de la calle. Otra veintena uniformados  sale desde dentro de la iglesia. Son mujeres y están con las manos vacías, no tienen escudos ni cascos. Parecen graficar la subordinación de la mujer porque frente a la primera piedra que las roza se cubren detrás de sus compañeros y deben  volver al edificio.

Un policía dirige un paso delante de sus subordinados. Apunta al cielo y empieza a tirar. Las hojas de los árboles de la plaza se desprenden. Y tira, y tira, y se responde. Vuelan hierros, piedras y botellas de vidrio. “Somos malas, podemos ser peores”, se escucha. En el medio, la prensa sigue un movimiento pendular. Filman y fotografían la trinchera de un lado y a la policía de otro.

José Granata, reportero  gráfico de Telam, llega a la plaza un rato después del arribo de la marcha. Siete impactos de balas de goma sobre la cara y el cuerpo no lo dejan sacar ni una foto. Jhoana, fotógrafa de la Garganta Poderosa, también tiene la huella de una bala de goma en su cara. Alberto Furfari de Canal 5 y LT3 de Rosario, Pedro Levy de Televisión Litoral, Sebastián Pittavino de Revista Panza Verde de Concordia; Laura Sosa de Mucho Palo Noticias, y Gisel, corresponsal de la Agencia de Noticias RedAcción (ANRed). Más tarde, el Sindicato de Prensa Rosario (SPR) repudiará la represión.

Cierre

El acto de cierre se realiza en el Monumento que rememora el primer izamiento de la bandera Argentina. De los dos días de sol intenso sólo quedan las mejillas rojas. La lluvia llega el feriado del lunes. Podría sólo ser parte de una anécdota pero termina definiendo la escena. El sonido falla, no se pueden leer las conclusiones.

Frente al escenario, cientos hacen alarde de la próxima sede: Chaco. Más al fondo, replican, “que se vote”, mientras agitan unos papeles firmados en sus manos. Ese grupo sostiene que en los talleres se votó para que la próxima sede sea la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, históricamente, en los talleres de los Encuentros no se vota, y el mecanismo oficial es el consenso. El argumento abreva la idea de pluralidad, donde ninguna posición está por encima de otra, reconociendo que la opresión de género trasciende otras diferencias políticas. Así ha venido funcionando desde 1985. Por este motivo, las firmas no se tienen en cuenta y se define por la ovación de las presentes. La comisión organizadora consagra a la provincia del Norte, no sin resistencias. En las próximas semanas, quizás el panorama se aclare.


Actualizado 12/10/2016

“Construir la paz es dar voz a las mujeres”

“Construir la paz es dar voz a las mujeres”

Paola Salgado Piedrahita es abogada y activista por el derecho al aborto. Feminista y defensora de los derechos humanos. Joven y luchadora. En Rosario, en medio de la Plaza San Martín, punto principal del Encuentro Nacional de Mujeres (ENM), habla con una y otra persona, se pasea entre los puestos de la feria y llega a la radio feminista montada bajo un gazebo y una montaña de cables. Enfrenta el sol tajante con una visera y unos lentes, y toma el micrófono con fuerza para hablarle a las mujeres argentinas mientras, en algún recuerdo no tan lejano, imagina estar frente a sus colegas colombianas. El exilio es nostálgico. Paola aterrizó en Argentina en octubre de 2015, veinte días después de haber salido de la cárcel El Buen Pastor, en Bogotá, donde permaneció detenida, acusada de “terrorista” por su militancia en el Congreso de los Pueblos y su tarea como coordinadora de un programa de salud reproductiva. “Caí en una causa armada por parte de la policía y la fiscalía. Me vincularon a un proceso judicial por terrorismo. Hubo una judicialización no sólo policial, sino también mediática”, reconstruye.

¿Desde cuándo te considerás feminista?

Fue en 2005, cuando empezó a hacerse más fuerte la campaña por la legalización del aborto. Ahí comencé a informarme, a reunirme en grupos de estudio y participar de las discusiones. Estudiaba derecho en la Universidad pública y al principio me involucré en organizaciones como activista de los derechos humanos, frente a la realidad que vivíamos en Colombia. Pero en 2005, con el reclamo por el derecho al aborto, decidí vincularme con la lucha feminista.

¿En qué agrupación empezaste a participar?

En estos once años de lucha, he trabajado dos ejes importantes: el aborto legal y la violencia sexual contra las mujeres en el marco del conflicto armado. Empecé con un proyecto de base estudiantil que se llamó Escuela Feminista, y luego participé de la fundación de la Confluencia de Mujeres para la Acción Pública, que es una red nacional de mujeres campesinas que está en distintas ciudades y que es parte del movimiento social Congreso de los Pueblos. Con la red, la idea fue salir de lo académico y de lo intelectual para aportar al movimiento popular en Colombia y combatir el conflicto armado en el país.

Desde 2005 estás en la campaña por la legalización del aborto, ¿cuánto se avanzó en esta causa?

Por ahora hay tres caudales legalizados: peligro de la vida de la madre, malformaciones o incompatibilidad del feto con la vida y violación sexual. Si bien en los hospitales públicos todavía no se ha logrado implementar la ley como se debe, en Colombia hay prestadores privados legales que brindan la atención médica debida, con un enfoque social que permite a las mujeres más pobres poder acceder, acompañadas de programas estrictos de educación sexual y de anticoncepción. Sabemos que las mayores barreras para un aborto legal y seguro están en el mismo cuerpo médico, porque si bien se modifica la ley, no se modifica la forma de pensar.

¿Cuál era el rol del Programa de Salud Sexual y Reproductiva del cual estabas a cargo en Bogotá?

El trabajo está en lograr que los profesionales de la salud tengan la mayor claridad posible sobre qué hacer en los casos de aborto, y que entiendan que tienen un rol protagónico para garantizar la vida y la salud de las mujeres. Nosotras los ayudamos a elaborar los protocolos y los apoyamos en el proceso de formación. Como profesionales nosotras tenemos que hacer cumplir la ley, y por eso queremos que los trabajadores de la salud entiendan que somos sus asesoras y sus acompañantes, que queremos que lo hagan bien y que cumplan el rol que tienen que cumplir.

En 2015 tuviste que abandonar la coordinación del Programa, ¿Qué pasó?

Estuve desde el 2013 hasta el 2015. El 8 de julio del año pasado caí en una causa armada por parte de la policía y la fiscalía que me vincularon a un proceso judicial por terrorismo, donde hubo una judicialización no sólo policial sino también mediática. Conmigo se llevaron a otras doce personas. Estuvimos en prisión dos meses, y aún sigue el proceso judicial. Tenemos el riesgo de ser condenados a 30 años de cárcel por terrorismo, por haber sido vinculados a una protesta estudiantil en la Universidad Pública. Entre los 13 detenidos hay estudiantes y además personas vinculadas a diversos sectores. La única coincidencia es que todos pertenecemos al Congreso de los Pueblos. Lo que entendemos es que fue una excusa para criminalizar al movimiento».

En 2003 el gobierno de Álvaro Uribe, actualmente principal crítico del acuerdo de paz entre el Estado y las FARC y líder de la campaña por el “no”, logró que el Congreso aprobara el Estatuto Antiterrorista en Colombia. Este documento modifica cuatro artículos de la Constitución que dejan el camino libre para que unidades especiales de la policía judicial y también fuerzas militares puedan interceptar a los ciudadanos sin previa orden judicial, además de ejecutar detenciones, allanamientos y registros domiciliarios. En 2006, aún bajo la gestión de Uribe, este documento se formalizó en la ley 1121, por la cual se dictan normas para la “prevención, detección, investigación y sanción de la financiación del terrorismo y otras disposiciones”.

Mencionás que uno de los ejes es la violencia contra las mujeres dentro del conflicto armado, ¿A qué te referís?

Cuando la militarización ocupa un pueblo sucede como en las guerras medievales. Llegan a reclamar el territorio a través de la violencia, y con la misma violencia toman el cuerpo de las mujeres. Entonces, la mujer se convierte en un instrumento en disputa por parte de los guerreros. Castigar a las mujeres es igual a castigar al enemigo.

¿Qué pasa con esas mujeres después de las situaciones de violencia?

Para las mujeres que sobreviven de la desaparición forzada de sus familiares queda la marginalidad, la exclusión social y la pobreza. Estas mujeres víctimas de la guerra que son desplazadas de sus territorios, terminan engrosando las redes de prostitución y de explotación en el trabajo doméstico informal.

¿Cómo se puede revertir esta situación?

Lo que hay que hacer es apropiarse de la participación política, de los espacios públicos. Construir la paz en Colombia implica construir transformaciones sociales y duraderas que abran espacio a la voz de las mujeres.

Y ahora que en el referéndum se votó  el “no”…

La campaña por el “no” utilizó un discurso misógino y un discurso de discriminación. Nos surge la preocupación de que se construya un modelo ideológico de derecha en el país, que entendemos que nace del miedo de que las mujeres salgamos de la casa a la calle a reclamar, a dejar los lugares tradicionales, y también miedo a que la enseñanza de género en las escuelas pueda transformar en homosexuales a los niños. En definitiva es lo mismo que ocurre en Brasil en el golpe contra Dilma. Si no se transforma el modelo de país, y en esto las mujeres tienen un rol importantísimo, el conflicto armado no va a desaparecer. Hay una frase que tiene que ver con esto y que decimos mucho allá: en Colombia es más fácil armar una guerrilla que armar un sindicato.

El 11 de septiembre del 2015, el Juzgado N°44 declaró que el procedimiento de captura de los trece integrantes del Congreso de los Pueblos era ilegal y que la orden de prisión preventiva no tenía fundamento jurídico, no había argumentos legales. Sin embargo, tanto Paola como los demás continúan relacionados al proceso judicial.

Desde que saliste de la cárcel estás viviendo en Argentina. El exilio, ¿es decisión personal o es decisión política?

Es personal y política. Política porque la situación es complicada de afrontar allá, en especial por una serie de condiciones de riesgo que no vale la pena asumir. Y personal porque fue una recomendación tanto del Congreso de los Pueblos como de los organismos de derechos humanos que nos acompañaron en el proceso. La refrendación de los acuerdos de paz abría una posibilidad para regresar porque la jurisdicción especial de paz incluía algunos beneficios para referentes sociales judicializados que nos daban la posibilidad de regresar. Con el “no” eso queda en el limbo y nos toca seguir esperando.

 

Actualizado 12/10/2016