A capella

A capella

Nicolás, vendedor un, local de música de la calle Talcahuano en la Ciudad de Buenos Aires.

La calle Talcahuano condensa, en apenas cuatro cuadras, el epicentro de la industria de instrumentos musicales en la Ciudad de Buenos Aires. Con más de 30 locales distribuidos entre Rivadavia y Corrientes, las vidrieras que exhiben guitarras, teclados, saxos y violines -entre otros- se siguen casi consecutivamente, interrumpidas, a veces, por persianas bajas que no volverán a abrirse. El sector es otro de los tantos golpeados por una política económica centrada en el libre mercado y las finanzas, las importaciones, la desregulación y el ajuste. En esas pocas calles, la situación complicada también queda en evidencia: escasos clientes, negocios vacíos, y gran disposición a hablar por parte de los empleados, los primeros afectados.

Frente a la pregunta sobre las ventas, las respuestas no varían demasiado. Hay quienes reflejan la situación con gestos preocupados y de resignación; hay quienes responden directamente: “Mal”, “en baja”, “pésimo”. Y hay, incluso, quien lanza un “¡ayuda!” dramático, intentando ocultar tras el humor una preocupación que no deja de ser real. “Siempre las ventas, por meses, son irregulares: hay épocas del año que se vende más y hay épocas en que se vende menos. Pero lo que se mantiene del año pasado, del primer sacudón del dólar, a este,  es que va en descenso: no sube ningún mes, siempre se va vendiendo menos que el mes anterior”, explica Marcelo, empleado de Baires Music.

En Antigua Casa Núñez, en tanto, “se vende en pesos lo mismo que se vendía dos años atrás, cuando comenzó a caer el negocio”, cuenta Juan, quien trabaja hace años en la conocida casa de guitarras. El diagnóstico se replica en la mayoría de los negocios de la calle: en promedio, las ventas cayeron entre un 30% y un 50%, según relatan los vendedores. También coinciden en que la demanda de servicios de luthería -arreglo de instrumentos-, si bien acompaña el descenso general de la actividad, es lo que se mantiene más estable: según Marcelo, mucha gente prefiere arreglar los instrumentos antes que comprar uno nuevo, tratando de extender la vida útil de los instrumentos al máximo.

La otra cara del descenso en las ventas es que, en un contexto económico complejo, la gente no sólo deja de comprar instrumentos, un producto que no es de primera necesidad; sino que también comienza a tratar de vender los que ya tiene, en busca de algún ingreso extra. “Hay muchísima oferta de instrumentos usados: de diez personas que vienen al local, cinco están vendiendo”, cuenta Victoria, de Sunset Music. Pero la escena se repite: en los locales tampoco hay dinero para comprar instrumentos, todo lo ganado en las pocas ventas va destinado a pagar los servicios, el alquiler y los sueldos. Y cuando no alcanza, comienzan los despidos.

La situación cambiaria es otra de las circunstancias que afectan a la industria: para un sector en el que el 90% de los productos son importados, la devaluación impacta directamente en los precios de los instrumentos y otros insumos, desde cuerdas y elementos de audio, hasta materiales para fabricación. “Con el incremento del dólar se tuvieron que aumentar las listas. En lo que va del año esta es la tercera vez, y esto afecta en las ventas porque los aumentos son de un 8%, un 13%, y es mucha la diferencia”, dice Victoria, empleada de un local que abrió hace seis meses y que desde un principio sintió la caída del negocio. La mayoría de los trabajadores observan que los clientes priorizan precio sobre otras variables, pero Martín, de Guitar Center,  especifica que es el amateur o quien recién se inicia en la música el que tiene esta conducta, mientras que el músico profesional sigue invirtiendo y elige calidad por sobre el precio. “Yo dejaré de pagar algo, puedo dejar de comer, si esa plata es para el instrumento”, agrega, como un músico más.

La inestabilidad de la moneda impacta también en la fabricación nacional debido a que, junto con la apertura de importaciones, imposibilita competir con precios como los de los productos chinos, que tienen un menor coste de producción. “Se necesita cerrar las importaciones para que la industria tenga alguna oportunidad, sacarle el IVA a los insumos necesarios para la fabricación”, sostiene Juan, de Antigua Casa Núñez. Pero desde el gobierno no hay recepción a los pedidos, y tampoco se advierte algún interés por el estado del sector: pareciera que los negocios de música, su situación y sus empleados son invisibles. Tal vez por eso los trabajadores responden de buena gana, expresando la incertidumbre del día a día cuando alguien está dispuesto a escuchar.

 

“Hace 20 años que trabajo en Talcahuano, y nunca vi algo así. Cada vez cierran más locales. Acá entra una persona cada 15 horas, y a preguntar o a vender, no a comprar instrumentos. Es todo los días lo mismo, un déjà vu.” Las palabras de Juan, empleado de Monk, resumen un panorama que se extiende por aquellas cuadras en las que la industria funciona como la selva: sobrevive el más fuerte. Mientras tanto, y sin indicios de cambio, el futuro parece ser a capella: sin ayuda, sin respuestas y sin instrumentos.

 

Un domingo de circo

Un domingo de circo

“Un domingo”, obra de teatro circense del colectivo cultural Migra.

La cooperativa cultural Proyecto Migra reestrenó Un domingo, su mayor espectáculo como grupo, en el Galpón de Guevara. La obra circense pone en escena “un domingo en familia donde pasan cosas exuberantes y ridículas acompañadas de momentos profundos y poéticos. Es bastante multicolor”, dice Gabriela Parigi, artista de circo, docente y participante de Proyecto Migra.

La obra propone entrar en el universo de un domingo familiar, donde se producen escenas desde lo cómico y grotesco hasta situaciones oscuras, a través de elementos del circo contemporáneo. “Hay técnica pero tiene las cualidades del circo contemporáneo, no es ni teatro ni circo tradicional ni circo-teatro; es algo bien especial”, sostiene Parigi. No se resaltan las proezas espectaculares de las acrobacias, sino que a través de las imágenes que se crean se busca sensibilizar al público y contar una historia. “Es muy pintoresco, muy de cuadro, somos una familia en domingo y pueden pasar un montón de cosas”, adelanta la artista.

Un domingo es una coproducción entre Proyecto Migra y el Galpón de Guevara, espacio dirigido por PierPaolo Olcese. La idea surgió del Festival Internacional de Circo Independiente (FICI) durante el año 2018. “Nosotres teníamos ganas de hacer esta creación con Florent Bergal, director de la obra. Lo conocemos porque fue profesor nuestro. Es una persona muy querida, admirada y un referente dentro del circo contemporáneo”, comenta Parigi. Florencia Valeri, también artista circense y participante de Migra, dice: “Gracias a la asociación con Olcese logramos traer a este director. Era nuestro sueño, nuestro deseo más grande. pero él es francés y sus viajes salían dinero. La verdad fue buenísimo haberlo hecho, tirarnos así a la pileta. Él tiene un método muy claro y una cabeza enorme”.

La creación, como en todos los trabajos de Migra, se dio de forma colectiva. Bergal, el director, abrió las puertas para que los artistas compartieran sus deseos e ideas y a partir de allí comenzó el proceso creativo. “Hablamos todos y él fue encontrando las coincidencias entre nosotros, empezamos a improvisar y ahí empezaron a salir los personajes, todo fue de cero. Bergal dirigió pero con los elementos que nosotros le fuimos dando”, comparte Valeri sobre este primer momento de la obra. Otra particularidad fue la rapidez con la que construyeron el espectáculo, dado que el director sólo podía viajar a la Argentina por un período de no más de tres semanas por vez: la realización se dio en seis semanas con ensayos de lunes a lunes, un tiempo muy corto para lo que suele ser la producción de este tipo de obras. “En otros proyectos por ahí estás un año pasándolo dos veces por semana, en cambio este método para mí está buenísimo porque nos lanzamos y parece que entrás en un viaje, estás sólo pensando en eso”, sostiene Valeri.

La cooperativa cultural

Proyecto Migra se inició en 2015 a partir de la iniciativa de Leticia Vetrano, quien buscaba construir una carpa de circo que funcionara como centro cultural itinerante para poder viajar y llevar propuestas de circo y teatro a distintas partes del país. Vetrano comenzó a convocar a amigos, amigas y gente que estuviera interesada en participar. “Les integrantes de Migra nos conocemos desde hace mucho tiempo, cada une vivió su camino y decidimos volver a Argentina para hacer cosas por el arte y la urgencia del artista en nuestro país”, cuenta Parigi.  Para Florencia Valeri compartir los ideales y perspectivas de trabajo fue central en la conformación del grupo y al respecto sostiene: “Si no tenés una convicción enorme por lo que estás haciendo es difícil, nunca llegas a ganar el dinero que significa todo el trabajo que haces. Entonces, si no hay otro condimento que te mueva, lo abandonas.”

Proyecto Migra se inició en 2015 a partir de la iniciativa de Leticia Vetrano.

El primer gran paso como cooperativa fue construir la carpa y el trailer para transportarla, para lo cual crearon una página de financiamiento colectivo que tuvo mucho éxito y pudieron comenzar el viaje. Parigi recuerda sobre esos primeros momentos: “Cuando la vimos montada fue una emoción enorme pero al mismo tiempo había cosas que no habían quedado como pensábamos, lo fuimos bajando a tierra”. A partir de la concreción del objetivo, las propuestas y proyectos que se impulsaron desde Migra se fueron diversificando, desde las temporadas que hacen todos los años en Uruguay hasta la participación en la producción del FICI. “Nosotres tenemos esa filosofía de trabajar como cooperativa. Todo lo que hacemos lo gestionamos desde nosotres”, dice Gabriela Parigi.

Los artistas sienten a Migra como una segunda familia donde cada participante puede traer sus intereses e inquietudes para ser plasmados en algún proyecto a futuro en este proceso de creación colectiva. Por ejemplo, pusieron en marcha una residencia artística, Enlace, que ya tuvo lugar en Uruguay, Brasil y en nuestro país en las provincias de Córdoba y este año en Buenos Aires. Allí se abre una convocatoria donde cualquier persona puede presentar un objetivo a trabajar en diez días de entrenamiento intensivo. Se proveen elementos técnicos y también se abre un espacio de laboratorio para la investigación. “No hacemos dirección artística, no nos ponemos como directores sino que la idea es poder acompañar el proceso artístico de cada persona”, sostiene Parigi. La Formación Integral de Circo Contemporáneo (FICICO) es otro de los programas propuestos donde los participantes vivencian un proceso formativo anual.

Desde propuestas pequeñas hasta grandes proyectos como el FICICO o Un Domingo la cooperativa cultural intenta democratizar y federalizar el acceso al teatro y al circo en el marco de una coyuntura económica y política que no facilita el camino. “En estos momentos lo único que te salva, te empodera y te da esperanza es la red humana y la gente que hace las cosas por urgencia, por deseo, por estómago, por sangre”, declara Parigi y resalta lo comunitario como el bien indispensable para la construcción de este colectivo.

Un domingo se puede ver en el teatro El galpón de Guevara; Guevara 326, Chacarita, Buenos Aires, los viernes y sábados de mayo.

 

 

“¿Quién mató a mi hermano?”

“¿Quién mató a mi hermano?”

Lucas Scavino, codirector de la película sobre Luciano Arruga, «¿Quién mató a mi hermano?».

Este domingo 7 de abril se estrena en el Bafici el documental ¿Quién mató a mi hermano?, codirigido por Lucas Scavino y Ana Fraile. El largometraje narra la desaparición forzada de Luciano Arruga y el camino de lucha transitado por su hermana, Vanesa Orieta, y su grupo de familiares y amigos. “Es fuerte, pero a la vez bastante importante para empezar a tener una mirada distinta sobre la problemática –dijo Scavino-. Creo que es una historia muy sensible, más allá de lo dura. Deja un aprendizaje a través del dolor. No tiene golpes bajos, y hay un rescate muy fuerte de la dignidad de las personas, sobre todo”.

Scavino, que es egresado de la Universidad del Cine, se mostró muy entusiasmado con la presentación en el festival. “Hay expectativa, y mucha gente que la quiere ver, que ya está escuchando de la película hace cinco años”, señaló. El codirector afirmó que contar la historia de Arruga a través del cine es una gran oportunidad para “sensibilizar, y no solo a un público militante, comprometido, que ya sabe y está convencido. Es que pase una señora por Belgrano, mire, se meta, conozca, se de cuenta. Y si a esa persona le cambia su mirada sobre un pibe que pasa con una gorrita por la calle, es bastante”. 

Comenzaron a filmar en 2014, y a su vez trabajaron con el archivo que ya venía recolectando el grupo de familiares. Scavino contó que a la vez que registraban el material, iban buscando cumplir con los requisitos para que la película tuviera el apoyo del Instituto del Cine. “Con Ana teníamos la idea de que esta película tuviese la mayor trascendencia, fuera del país incluso. Mandarla a festivales, vincular a familiares que de alguna manera estuviesen también en una situación similar a la de Vanesa en cuanto a ser víctimas de desapariciones forzadas, o de algún tipo de crimen por parte del estado. En ese plan empezamos a trabajar, y acá estamos. Fueron muchos años, mucho esfuerzo”.

En palabras de Lucas, la creación del documental fue un proceso de reelaboración constante, al punto que el mismo día en que fueron a presentar el guión al Instituto del Cine encontraron el cuerpo de Luciano enterrado como NN en el cementerio de la Chacarita. “Estamos hablando de una desaparición en democracia, vos leés diarios y portales y hay muy poca presencia de eso, de algo que ocurre –señaló-. No es una cuestión menor. Se fue modificando siempre la percepción que teníamos de lo que iba a ser la película.  Cuando uno va elaborando el guión, la realidad después te lo va dictando, y a medida que vas registrando vas continuamente poniendo de alguna manera en juego qué es lo que querés contar y cómo estás contando”.

“Es fuerte, pero a la vez bastante importante para empezar a tener una mirada distinta sobre la problemática, dijo Scavino, codirector de la película sobre Luciano Arruga.

Scavino es montajista, y ¿Quién mató a mi hermano? es su primera película como director.  En relación a esta experiencia cuenta que “la función del editor generalmente es la de ser como un consultor, un observador, y a la vez un técnico especializado. Es una labor ciertamente objetiva, sobre lo que quien esté dirigiendo quiera contar. Y en este caso era raro porque yo tenía que ejercer esa función y a la vez estaba trabajando desde la dirección, estableciendo qué cosas dirigir”.

La codirección con Ana Fraile fue fundamental, destacó, ya que le permitió “mantener cierta objetividad”. Sobre el trabajo en conjunto dio a conocer que “en la práctica el vínculo principalmente con Vanesa y con el grupo de familiares lo iba afianzando más Ana, y yo estaba como uno o dos pasos detrás. Como manteniendo cierta distancia. Cuando establecés un vínculo emocional con la persona después es difícil distanciarte para ser objetivo, entonces creo que nos complementamos bastante bien en eso”.

Scavino sostuvo que la realización del documental le repercutió sobre todo “en lo humano”, en haberse identificado “con un grupo de jóvenes con tanta voluntad, con tanta fuerza y convicción para reclamar lo que es esencial. Están reclamando una cosa esencial, que no debería estar reclamándose en un estado democrático –enfatizó-. Creo que eso me hizo crecer como persona. Creo que también ese crecimiento es a nivel mucho más amplio, no solamente personal, en mi relación con Ana. Creo que crecimos bastante los dos en ese sentido”.

A su vez Scavino resaltó el rol de la mujer en la película, tanto por las protagonistas de la historia de lucha, como al hablar de la codirectora. “Es una película donde muchas mujeres están al frente –aseveró-. Mi propia codirectora Ana está al frente también. Tengo mucho respeto por eso, para mí es fundamental esa mirada femenina sobre la vida, está muy ligada a la película. Y de cuestionar privilegios, y cuestionar lugares de poder en general”. 

Scavino se mostró absolutamente comprometido con la búsqueda de verdad y justicia por la desaparición forzada de Luciano Arruga, y expresó que haber realizado este largometraje junto con Ana Fraile es su manera de aportar, y de poner al servicio de la causa sus conocimientos.  “Es muy importante que la causa se active, que se encuentre a los responsables, que se los juzgue, se los condene –concluyó-.  Si la película ayuda a mover la causa, y si fuerza a instalar el tema, y construye de alguna manera redes y vínculos a nivel internacional con otros familiares o con otras instituciones u organismos del estado, mucho de lo que imaginábamos o lo que nos proponíamos va a estar realizado”.

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¿Quién mató a mi hermano?
será exhíbida en el cine Multiplex de Belgrano el domingo 7 de abril a las 17:25; el miércoles 10 de abril a las 16:55; y el domingo 14 de abril a las 15:10.

 

Una cita con la historia del Jazz en la Argentina

Una cita con la historia del Jazz en la Argentina

Gentileza Prensa La Gran Orquesta

¿Puede un proyecto audiovisual nacer de una situación fortuita? ¿Cómo una ópera prima puede surgir de la punta de un ovillo? ¿Por qué el fruto del trabajo de investigación se convierta en un estreno de cine? Esa es la historia de Gran Orquesta, el primer largo de Peri Azar, una directora con vasta trayectoria en producciones de cortometrajes.

“Es una película que arranca rescatando un archivo histórico de una manera fortuita. Iba caminando por la calle, vi un contenedor de escombros y en el medio había un baúl antiguo, hermoso pero muy pesado. Cuando pude bajarlo, lo abrí y descubrí adentro carpetas impecables con grabados que decían Héctor y su Jazz”.

Con lo que se topó Azar fue ni más ni menos que con la obra de una orquesta dirigida por Héctor Lomuto, que junto a sus hermanos Enrique y Francisco, hicieron sus primeras incursiones en el mundo de aquel sonido nacido en New Orleans a principios del Siglo XIX.

La banda además contaba con Pablo Ferraresi (saxo y clarinete), Samuel Víctor Paz (flauta y saxo sopranino), Mario Sagradini (guitarra), Enzo Ricci (contrabajo), Luis Varela (batería), Ernesto Martin (piano), Martin Darré (arreglos) y comenzaron a sonar y grabar en 1944. “El hallazgo fue en el año 2000 y el baúl quedó guardado. Pero me decidí a hacer algo con esto. El problema fue que no encontré casi nada sobre Héctor y su Jazz. Había un blog de la hija de uno de los integrantes de la banda, pero nada más”, cuenta Peri. “Mucha gente se acercó. Hay muy poca gente que ha investigado. Pero al ser tan chiquito el ambiente, se generó algo muy lindo y me ayudaron mucho. Aun así la  etapa de investigación y la de producción fue muy complicada”, detalla la directora.

Gentileza Prensa La Gran Orquesta

Gran Orquesta se ha realizado casi enteramente por la labor de la directora. Excepto el sonido, a cargo de Renato Alvarado Plaza, Alejandra Casal y Juan Moseico, la realizadora ha estado a cargo en cada una de las etapas de la película: cámara, producción, edición, montaje y dirección. “Me uní mucho a las familias de los músicos. Eran las únicas instituciones y fuentes que yo tuve acceso. Y eso está cargado de mucha subjetividad. Pero fue de gran apoyo al estar sola”, confiesa Peri.

Como es su ópera prima, el estreno de Gran Orquesta moviliza muchas emociones para Azar: “Genera muchos sentimientos encontrados. Hay mucha gente que no va a poder ver la película, como mi papá,  mi productor ejecutivo, Edwin Arévalo, y mucha gente que formó parte de la investigación y me ayudó que era ya mayor”.

Poner en pantalla esta cantidad de información, vínculos, investigación e historia es uno de los desafíos que afronta el largometraje que dura apenas 70 minutos. “La duración de las cosas no es lo que más me preocupa -asegura Azar-. La obra te exige el tiempo que necesita. Con Gran Orquesta, la sensación es que es la punta de un iceberg para que el espectador que la vaya a ver pueda conocer un poco más de la historia del jazz en la Argentina.”

La puesta en escena, a su vez, toma importancia al tratarse de una narrativa histórica. “Fue una decisión complicada porque tenía un cuerpo de entrevistas enorme y no quería dejar a nadie afuera. Pero no quise hacer una película de datos duros sobre la historia del jazz en la argentina, sino de sensaciones. Entonces no podía tener 20 entrevistados con sus nombres en pantallas. Así hice un coro de conversaciones que hablan de esa memoria y reconstruyen una idea de los años 40, pero que no importa de quien viene”, se explaya Azar.

Según la directora, el montaje fue la etapa más dura: “A pesar de tener un guión y una buena investigación, cuando te sentás con el material, se comporta de maneras muy extrañas y de modos mágicos. La película te habla y no lo podés llegar a ver hasta que lo terminás. Es un resultado casi accidental, porque hasta que no te decidís, no terminás de saber con qué te vas a encontrar”.

El nexo entre el material audiovisual sin editar y el editor o, en este caso, directora  y editora que son la misma persona a la vez, se convierte en un vínculo muy fuerte: “Se enfrentan dos subjetividades. Muchas veces lo pensás como un bloque de mármol que tenés que tallar, y hasta que no te animás a hacerlo pedazos y darle la forma que querés, no podés hacer nada..”

Gran Orquesta sedujo mucho a BAFICI desde sus inicios. Según Azar, el festival le viene solicitando la película desde hace ya tres años. “Realmente no encontraba la película. Costaba mucho terminarla y decir: es ésta.”

El largometraje compite en la misma categoría, con Casos Complejos (Omar Forero), Mr. Leather (Daniel Nolasco), Cartero (Emiliano Serra), La Fundición del Tiempo (Juan Álvarez Neme), Los Días de la Ballena (Catalina Arroyave Restrepo), Antes Que Llegue el Ferry (Juan Caunedo) y La Asfixia (Ana Bustamante) en la 21ª edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires.

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Gran Orquesta se exhibirá por primera vez este viernes 5 de abril, a las 20.25 en la sala 6 del cine Miltiplex Belgrano (Vuelta de Obligado 2199, CABA) y repetirá funciones todo el fin de semana: sábado 6 de abril, a las 14.50, también en sala 6 y domingo 7 de abril, a las 23 horas, en la sala 8 del mismo cine. El domingo 7 también habrá una función gratuita, al aire libre, en el anfiteatro de Parque Centenario, a las 19 y la directora de la película ya confirmó la fecha de su estreno comercial para el 7 de mayo en el cine Gaumont.

 

La infeliz Mar del Plata

La infeliz Mar del Plata

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Mar del Plata es la ciudad turística argentina por excelencia. “La feliz”, sin embargo, se convierte en un mote que oculta consigo grandes desigualdades en la sociedad marplatense. En principio, ocupadas sus playas por familias pudientes y turistas europeos, la Biarritz rioplatense pronto fue inundada por aguas de clase media y recelos patricios. Quizás ese sea el inicio de una cotidianeidad conflictiva y violenta que sucede hace ya tres cuartos de siglo. Con esa descripción se inicia La Feliz, continuidades de la Violencia, historias de la ultraderecha marplatense, el film de Valentín Javier Diment, se estrenó el pasado jueves 21 de marzo en el Gaumont y se seguirá proyectando allí, todos los días a las 14.45 y 20.15. 

El documental a cargo de Diment se enmarca en las investigaciones sobre la ultraderecha marplatense que Pablo Waisberg y Felipe Celesia plasmaron en el libro La noche de las corbatas (2016). El secuestro, desaparición y asesinato de siete abogados laboralistas en 1975 deja al descubierto el letal accionar de la Concentración Nacional Universitaria, un grupo paramilitar de extrema derecha con manifestaciones fascistas, en connivencia con la Policía Federal. “La idea del film es plantear las conexiones que hay entre la violencia paraestatal de los setenta, vinculada a ciertos sectores sociales y a ciertas ideas de superioridad racial, y los recientes episodios de discriminación y vandalismo por partes de grupos autodenominados neonazis. Hay nombres y organizaciones que se repiten”, señala Diment.

El guión del documental fue ideado por los autores de La noche de las corbatas y Federico Desántolo, quienes para el film se arriesgaron a incorporar testimonios de personajes controversiales como Carlos Pampillón, quien fuera candidato a intendente del partido de General Pueyrredón en 2015 y que ha manifestado, abierta y reiteradamente, que “los milicos se quedaron cortos” o que “los 30.000 son un invento para seguir financiando zurdos”. “Es interesante ver a Pampillón explicar sus ideas con soltura, ya que realmente son atroces. El problema es que hay gente que coincide en gran parte con ese discurso. Desde Carlos Arroyo (intendente de General Pueyrredón), que defiende a la dictadura (de la que fue funcionario) hasta las patotas y las organizaciones nacionalistas, católicas y de derecha (de antes y de ahora; con nombres parecidos y modus operandi calcados). Con el respaldo institucional, el amedrentamiento hacia la militancia resurgió”, explica Pablo Waisberg.

Consultados por ANCCOM, sobre las dos campanas presentes en el documental,  Diment y Waisberg reflexionan que “la experimentación documentalista plasmada tiene su causa. Suele prestársele más atención a la víctima, pero acá lo cabal es meterse en la cabeza de estos personajes controversiales, saber qué piensan y ver qué tan seguros hablan de las barbaridades que hablan. Son personajes que, más allá de agredir en las calles y hablar ante una cámara, juegan políticamente y, lo más importante, opinan con sus ideas sobre el espacio público. Es fundamental saber qué pasa por ellos”. Además de Pampillón, aparecen en el film Nicolás Márquez, escritor y abogado ultraconservador e ideólogo de plataformas políticas (como la que compartió poco tiempo antes con Javier Milei), y el abogado Cristian Moix, defensor de acusados por crímenes de lesa humanidad y, por si fuera poco, el pelotón de jóvenes neonazis juzgados en 2017 por ataques a militantes políticos y de derechos humanos en Mar del Plata.

Los testimonios de Carlos Petroni, militante atacado por la CNU en un tiroteo, y de Marta Sánchez de Candeloro, secuestrada, torturada y abusada por miembros de la CNU y de la Policía Federal, aportan experiencias sobre el accionar violento y perverso de la derecha armada. Activistas por la libertad sexual y del Movimiento Antifascista de “La Feliz” agregan actualidad al recelo fascista.

Valentín Javier Diment y Pablo Waisberg.

A través de sus virtuosos saltos de continuidad y abundantes testimonios, el filme pone en evidencia que las patotas con cadenas y bates en la mano, águilas bicéfalas en el pecho y esvástica en las paredes son, en esta década, un calco de los inicios de la Triple A, y de su secuaz costero, la CNU. “Así empezaron en los setentas. Gritos, pintadas, banderas. Luego, golpizas, amedrentamiento y persecución. Con un gobierno de derecha, comenzaron las torturas, desapariciones y asesinatos en el espacio público. Hoy estamos en un gobierno que los pone cómodos, hablan más, aparecen más. Así también los ataques”, explican Diment y Waisberg.

La Feliz, continuidades de la violencia, es una advertencia.