«Cannabis al Congreso»

«Cannabis al Congreso»

 

Los manifestantes llevaron un petitorio al Congreso pero no consiquieron quién se los reciba.

Ni el calor agobiante ni el hecho de ser un día hábil impidió que miles de personas se congregaran en Plaza de Mayo para marchar de allí hacia el Congreso de la Nación en el marco de la décima Marcha Nacional de la Marihuana, con el objetivo de pedir por la despenalización del autocultivo y la libertad de todos los  presos por cultivar.

La convocatoria estaba pautada para las 15, cuando la sensación térmica superaba los 30º y luego marchar por Avenida de Mayo a eso de las 18. Además de las principales agrupaciones que convocaban a la movilización, como Acción Cannabica, Confederación Cannabica, Mamá Cultiva, Flores de Libertad y Agrupación de Cannabicultores del Norte, entre otras, también se sumaron columnas de partidos políticos, como el Frente de Izquierda y la agrupación Kolina.

En 2017, el Congreso aprobó la Ley de Cannabis Medicinal pero con bastantes limitaciones y manteniendo la ilegalidad  del autocultivo. “Pedimos una ley que nos amparara el autocultivo y lo que conseguimos fue una ley de investigación bastante floja que hace dos años está reglamentada pero no tuvo un cumplimiento efectivo – señala Gabriela Cansiero, de Mamá Cultiva-. Somos parte de un Consejo Consultivo que se supone tiene que estar funcionando desde que se sancionó la ley y nos llamaron una sola vez. La reunión a la que fuimos  no nos aportó nada, solo fue informativa para ellos”. 

 

Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo, encabezó la marcha.

Luisa Boggiano, de Flores de Libertad, agrupación de zona sur, también cuestionó  la Ley 27350 al calificarla de “estafa moral” ya que no dio ninguna respuesta. “El cannabis medicinal habilitó un registro que se llama Recam en el ANMAT que es una trampa. Los padres van y se anotan para recibir el Charlotte´s Web que es otra estafa, porque es cannabis sintético. Esa ley no resuelve nada, el Charlotte es carísimo, se lo dan a  muy pocos casos y cuando los padres van a reclamarlo a la obra social tienen que gastar una fortuna en un amparo”, señaló Boggiano.

“Están dándole tierras fiscales a una firma extranjera a través de un acuerdo con una empresa estatal y esas hectáreas están ocupadas por productores agrícolas locales que seguramente serán expulsados”, denunció Gabriela sobre la decisión de Jujuy de producir aceite de cannabis. Además, destacó la contradicción legal existente porque “ellos de golpe pueden cultivar hectáreas y hectáreas y si yo tengo tres plantas para una patología que pueda tener, voy presa”. 

Una bandera con la leyenda  “Basta de presos por cultivar. Regulación del cannabis ya” encabezaba la manifestación hacia el acto donde os referentes de diversas agrupaciones hablarían en el escenario, con un Congreso bajo reformas edilicias detrás. Destacaron la importancia de la campaña “Cannabis al Congreso” por tratarse del derecho a cultivar marihuana, que es un recurso para todos, ya que tiene uso medicinal, industrial o simplemente recreativo. 

Acerca de los usos de la planta, Boggiano aseguró que convocaban por la legalización de toda la planta y no solo en su aspecto medicinal,  ya que la denominación cannabis medicinal a veces se usa para hacer el tema más agradable a la prensa y a la población, según su opinión. “En este momento donde estamos tan golpeados por la realidad social, política y económica, no solo en Argentina sino en Latinoamérica, el cannabis es un bálsamo”, señaló la referente de Flores de Libertad.

Mamá Cultiva envió una carta abierta a la fórmula presidencial electa pidiendo una nueva regulación.

“Yo no soy un delincuente, yo no soy un criminal. Yo cultivo marihuana, no más presos por plantar”, era el cántico que se escuchaba con más fuerza, acompañado por trompetas y percusión, mientras por el escenario seguían pasando referentes de organizaciones y también Luis, el padre de Damián Raña, un joven de Ensenada que lleva más de cinco meses detenido en La Plata. También se denunciaron casos como el de Roberto Baso, preso desde abril y se reclamó que estar preso o libre por cultivar no puede quedar librado a la voluntad del juez de turno.

Además del reclamo por una ley que despenalice el autocultivo, unos días antes de la marcha, Mamá Cultiva envió una carta abierta a la nueva fórmula presidencial electa pidiendo una nueva regulación. Gabriela explicó  la intención: “Era poner en foco la situación en la que estamos porque entendemos que si es con todes es con nosotres y no queremos quedar afuera en este momento de transición de las decisiones que se puedan llegar a tomar”.

Al finalizar el acto, mientras el cierre estaba a cargo de la banda  Sudor Marika, el médico Carlos Magdalena, neurólogo infantil del Hospital Gutiérrez,  acompañado de veinte personas, de agrupaciones como Thepen y Annanda Cultiva, se dirigió hacia el Congreso para entregarle a Agustín Rossi, titular del bloque de diputados del FPV,  un proyecto acerca de la necesidad de legislar la despenalización del autocultivo con fines medicinales para que se lo haga llegar a Alberto Fernández. El 19, Magdalena fue recibido por un asesor del jefe del bloque, quien le selló, con firma pero sin nombre, una nota que decía que en el marco de la movilización se haría la entrega del documento. Sin embargo, a eso de las 20.30, los empleados de seguridad del Congreso avisaron ante la cantidad de gente presente, que no se encontraban ni Rossi ni ningún diputado del bloque para que les recibiera el proyecto. Igualmente, Marcelo Beitia, uno de los trabajadores de seguridad, se mostró muy predispuesto a ayudar y  acompañó a un número reducido de personas al segundo piso, a la Mesa de Entradas de la Cámara de Diputados, donde tampoco les recibieron el proyecto al aclarar que debían presentarlo cuando se encontraran los diputados presentes ya que era una nota dirigida exclusivamente a Agustín Rossi. 

Las miles de personas que se movilizaron esperan por una solución luego del 10 de diciembre cuando asuma el nuevo gobierno. Por lo pronto, convocaron para el viernes 29 a un plenario de movimientos cannabicos a desarrollarse en Hurlingham.

Mamá Cultiva: una experiencia feminista

Mamá Cultiva: una experiencia feminista

Se observa un ventanal con el logo y el nombre de la ONG Mamá Cultiva y en el fondo a Valeria Salech, presidenta de dicha ONG sosteniendo una planta de cannabis en sus manos.“Fue una militancia de hormiga, una militancia transformadora”, afirma con orgullo y satisfacción Valeria Salech, presidenta de la ONG que protagonizó la lucha por la despenalización del cannabis medicinal en la Argentina. La referente acaba de publicar su primer libro, La Historia de Mamá Cultiva Argentina, en donde repasa la historia de la organización, delinea el perfil que adquirió y el proceso de militancia que describe como feminista.

“Me interesaba que haya bibliografía de lo que pasó; me decía a mí misma: ‘Me voy a olvidar de esto y nadie más lo sabe’”, confiesa la autora tras la presentación de su libro en la Legislatura porteña. Esta obra, que emociona desde los agradecimientos, nace de la necesidad de dejar registrado el proceso en el que un grupo de madres de niños con patologías severas junto a cultivadores solidarios se organizaron para exigir una ley que reconozca el uso y el autocultivo del cannabis medicinal.  

La organización, que recibió el nombre Mamá Cultiva Argentina (MCA), fue oficialmente presentada el 7 de abril de 2016. Tiene como objetivo informar y promover el autocultivo y la legalización del cannabis medicinal como única forma de acceso a esta terapia.

-¿Qué perspectivas tiene respecto al libro?

Nosotras queríamos que todo el mundo sepa, que tengan esa opción y que la sigan teniendo para siempre. Que no nos quiten la opción de tener acceso a esta terapia de la manera que encontramos, que nos funciona y nos sirve. En esta carrera por informar vamos a seminarios, hacemos talleres y cursos. Tratamos de divulgar información. El libro es una herramienta más de construcción de sentido que no es el hegemónico en salud. Estamos tratando de naturalizar otra manera de acceder a la salud.  

Salech asegura que esta otra forma de gestionar la salud implica un proceso de producción, en el que cuidador y enfermo forman parte, para ganar calidad de vida. Está basada en el autocultivo y requiere hacerse cargo. Hay que involucrarse, dedicarse y ocuparse, explica, porque sólo desde allí, desde el compromiso y el cuidado con el otro, con la planta y hasta con uno mismo, el tratamiento con cannabis medicinal funcionará. “El sólo hecho de ponerte a cultivar ya es terapéutico: para la cuidadora de la persona con la patología es sentir un poder que no sentiste nunca en tu vida –asevera-. El cultivo tiene ese poder. No nos hubiera pasado con la crotoxina, porque no está al alcance de nuestras manos conseguirla”.

El camino que MCA propone exige desobediencia, abandonar prejuicios; exige autovaloración y sobre todo valentía. Romper con la idea de que el médico tiene el saber absoluto y hacerse cargo de la situación, de apoderarse del saber de madre desvalorizado por un sistema patriarcal que se estructura con esas mismas madres como sostén en el seno de familias que sufren.

En el último capítulo de su libro comienza a ser recurrente el concepto de experiencia feminista. ¿En qué momento percibe que ese sería el perfil de la organización?

Cuando me colocaba frente a las reuniones de comisión en el Congreso, les diputades aliades me decían: hay que traer un médico, un científico, para convencerlos. Se me iba poniendo el espectro verde. Me iba dando cuenta de que lo nuestro venía por una corriente que era contrahegemónica. Para mí siempre que hay una desjerarquización es feminismo, estás yendo en contra de un modelo hegemónico. Empecé a pensar en la discapacidad como diversidad, sin darme cuenta planteaba las cosas desde ese lugar, y veía que cada vez era más feminista. Nosotras tuvimos que desobedecer todas las jerarquías: al médico, a la ley, al Estado. Y nos fue genial, entonces cada vez estoy más convencida. Hasta la planta es feminista. No se deja agarrar, estandarizar, encapsular, encasillar. Es libre.

¿Es perfeccionamiento?

Es docencia. La planta ejerce sobre vos una docencia, tiene que ver con la paciencia, la dedicación, la perseverancia, el amor; todo eso no lo aprendés en una farmacia. Tiene componentes que funcionan de manera distinta en cada persona. Son individuos complejos y nosotros también. No se puede estandarizar. No es “para párkinson tal cosa”, o “para fibromialgia, tal otra”: nos está enseñando eso también, porque diversifica, amplia y te desordena. Te interpela permanentemente. Es la planta, ella misma, una experiencia feminista.

La experiencia feminista que Salech articula en su libro con el autocultivo, la autogestión de la salud y el empoderamiento, tiene que ver con desvictimizarse como cuidadora de la persona que sufre y formar parte de su mejoría. Para asumir un poder que la mayoría suele delegar en la medicina tradicional que hoy resulta insuficiente para tantas personas. “Cuando vi que había madres que usaban cannabis para epilepsia o trastornos de sueño no me pareció tan descabellado –dice-. Al investigar descubrí que en otros países se usa hace muchos años, y me sentí una tarada. Porque hay una parte de la información que no tenés y no es justo. Me enojé. No te la ofrecen por razones económicas, conservadoras, políticas. Nunca se aborda el tema desde la salud; sentí que me estaban cagando y dije: ‘Dame una pancarta, esto se lo tengo que decir a todo el mundo’”.

La obra, si bien tiene un carácter histórico y bibliográfico, invita a practicar la empatía en cada página. Cada experiencia, con sus logros, es narrada desde el compromiso. Salech, que elige contar su historia junto a la de otras, es dueña de un discurso poderoso. De esos incuestionables. Esos que nacen con el dolor pero que crecen para fortalecer a muchos. Quizás sea, este discurso, la voz unificada del dolor de los que aún no tienen voz.

Valeria Salech, presidenta de la ONG Mamá Cultiva y autora del libro "La Historia de Mamá Cultiva Argentina".

«El libro es una herramienta más de construcción de sentido que no es el hegemónico en salud. Estamos tratando de naturalizar otra manera de acceder a la salud», dijo Valeria Salech.

En tu libro describís una situación en la que parece que te tocó esta posición de referente. ¿Cómo convivís con este rol?

Con naturalidad. En el colegio era delegada, había que ser un poco política. Eso surgió naturalmente. Así que cuando estuve en esa situación de “Valeria, hablá vos”, dije: “¡Otra vez!” Me vino con el hardware (risas). Igual que el libro. Era “bueno, hay que contar lo que pasó”, y era importante contarlo tal cual fue, para que quede registro. Un grupo organizado de mujeres pudo lograr una ley que no es la que queríamos, pero pudo instalar un tema en la sociedad. Esto salió bien porque hay una necesidad, una no-respuesta del modelo médico de salud. No se puede ignorar. No deberíamos ser nosotras las que demos respuesta, debería ser el Estado, pero ¿Qué vas a hacer? ¿Te vas a quedar en tu casa? Es ridículo.

Desde que arrancó este camino, ¿en qué cambió?

Todo cambié. Soy otra persona. Soy y no. Siempre fui muy desobediente, rebelde. Hace poco me crucé con una profesora del secundario y me dijo: “Bueno Salech, veo que pudo canalizar toda esa energía que tenía”. Digamos que sigo siendo la misma. Cuando me senté a escribir me encontré conmigo, escribía un montón. Es como que la planta me trajo a mí. Pareciera que hubiera ido evolucionando, pero fui yendo para adentro hasta encontrar mi verdadero yo, que era esta mina comunicadora, desobediente, pero bien, con sustento y razones fundadas. Imaginate, ni Feinmann se puso en contra nuestro.

El uso del cannabis medicinal en la Argentina se aprobó el 29 de marzo de 2017. Pero el acceso aún es limitado e incierto. Un dato no menor es que la autoridad de aplicación de la Ley era el disuelto Ministerio de Salud. En tiempos donde el presupuesto nacional sufre recortes de derecha a izquierda, para las investigaciones en cannabis el gobierno destinaría tan solo un equivalente a 1.000 pesos por día.

En este marco, en el Hospital Garraham acaban de iniciarse ensayos clínicos con cannabis medicinal en niños con epilepsia refractaria. Mediante un comunicado institucional, MCA alentó la iniciativa, así como también resaltó lo insuficiente de esta acción.

Frente a esta situación desde MCA se posicionan como sujeto político, exigiéndole nuevamente al Estado que la ley estipule el autocultivo: debe ser legalizado. Para Salech la solución está al alcance de la mano, es sólo voluntad y decisión política, ya que tanto científicos como médicos se manifiestan a la espera de la habilitación legal para poder colaborar.

¿Cuáles son los objetivos a corto plazo? ¿Cómo sigue esta lucha?

Viene un año electoral, así que hay que aprovechar y seguir visibilizando. Todos los jugadores están arriba de la mesa: hay que ver cómo juegan. Nosotras estamos ahí, vamos a seguir estando. Lo peor para ellos es que somos cada vez más. Ofrecemos una capacitación en la que le damos a las familias lo que necesitan para autogestionar su salud. Hemos capacitado mucha gente, más de la que le gustaría a Patricia Bullrich. Hemos militado fuerte y la vamos a seguir militando. Y a medida que tengamos más estructura más vamos a capacitar. Porque es por ahí, de abajo para arriba. Es empoderarse para que ocurra. No es pedir un martillo. No, fabriquemos martillos. Vamos a romper con lo que no funciona. Esto no está funcionando porque hay gente que está sufriendo y es innecesario, porque es sencillo de resolver. Tenemos todos los recursos.

El camino de MCA está marcado por Salech, esta piba de barrio que comunica con claridad y amorosidad. Fanática de Huracán, mamá de Emiliano y de Ariadna, le puso el cuerpo a esta lucha. Segura, sonríe con frescura; empatiza, abraza y se presenta comprometida, política, combativa. Mujer, hija, mamá, esposa, líder, empoderada, feminista. En el barrio la llaman “la chica del cannabis”.

Mamá Cultiva Argentina, con Salech encabezando el ejército de voluntarios, está escribiendo la historia. Una historia que pretende cambiar una de las tantas caras de este sistema patriarcal, que por todos lados muestra represión.

Cuando la marihuana es salud

Cuando la marihuana es salud

“Te pido por favor que me ayudes. Necesito que al menos me expliques de qué se trata. No sé qué es pero sé que a una mamá la ayudó”, le suplicó Mariana Quiroga al empleado de la tienda. La mujer recuerda que estaba como loca: su hija Lara ya tomaba veintiséis pastillas por día y no solo no mejoraba, sino que había empezado a orinarse encima.  “Que no esté legalizado no significa que yo no esté de acuerdo con que lo hagas”, le dijo el neurólogo. Enseguida abandonó el consultorio decidida a conseguir el aceite de cannabis, costara lo que costara.

El empleado de la tienda de cultivo se puso nervioso, primero dudó en ayudarla. Anotó su teléfono para pasárselo a su jefe. “No te prometo nada”, le dijo. Esa misma noche, el dueño del local la llamó. Dos días después, le estaba dando aceite a Lara.

“Si me hubiera dicho que la jeringa valía cinco mil pesos, lo habría pagado”, asegura Mariana, medio año después, en el living de su casa. Cuesta imaginarse a esa mujer que en enero golpeaba frenéticamente la puerta de un grow shop para aliviar los efectos de la epilepsia refractaria que su hija padece desde 2012.

¿Cuánto es? –le preguntó al cultivador cuando le entregó las jeringas.

Nada. Yo soy un mediador, lo que a vos te ayuda es la planta –le respondió él-. Pero mirá que esto lo podés hacer vos, ¿eh?

 “Que no esté legalizado no significa que yo no esté de acuerdo con que lo hagas”, le dijo el neurólogo.

“Que no esté legalizado no significa que yo no esté de acuerdo con que lo hagas”, le dijo el neurólogo.

A los seis días, la mamá de Lara notó que las crisis epilépticas habían disminuido en cantidad. Las tenía contadas: solo a la mañana, su hija convulsionaba cinco o seis veces, y ahora lo hacía una sola vez. El cuadro se volvió cada vez más alentador: pocos meses después Lara camina, come y duerme bien, va al baño, hace hidroterapia, va a la escuela especial, al psicólogo y a clases de teatro. Hoy solo toma nueve de las veintiséis pastillas que tomaba a principios de año, complementadas con tres dosis de aceite al día.

“Creo que la medicación hizo más estragos que la enfermedad”, afirma Mariana. De los veinticinco medicamentos que existen para su diagnóstico, había probado quince y ninguno le había hecho efecto. Mientras los médicos buscaban la solución, Lara perdía el cabello de a mechones, pasaba por estados de autismo, bajaba de peso y sus crisis no solo empeoraban sino que se multiplicaban. “Ah, debe ser el tal o cual medicamento que está tomando”, respondía el neurólogo cada vez que Mariana lo llamaba alarmada.

Lara pudo acceder a los distintos tratamientos gracias a una prepaga. La única guardia neurológica de 24 horas en la ciudad de Buenos Aires es el Instituto FLENI. Los hospitales públicos no tienen guardias de este tipo para asistir a pacientes en medio de una crisis epiléptica. Además del tratamiento farmacológico, la medicina ofrece otras alternativas: una cirugía que consiste en la extirpación de una parte del cerebro del paciente  y la dieta cetogénica, una dieta muy restrictiva “que les produce anorexia y desnutrición, cosa que no te dicen”, asegura la mamá de Lara.

“¿Qué vamos a hacer, lamentarnos por la patología de los chicos o qué?”, se preguntaron las mamás en ese entonces."

“¿Qué vamos a hacer, lamentarnos por la patología de los chicos o qué?”, se preguntaron las mamás en ese entonces.»

El cultivador siguió día a día el tratamiento de Lara. Un día le dijo a la mamá: “Yo quiero que vos aprendas a cultivar, porque si a mí me pasa algo, me allanan o me voy a vivir a Japón, vos te quedás sin remedio para tu hija”. Hoy Mariana tiene cinco plantas de marihuana de diferentes cepas en el balcón de su casa e incluso su vecina le ofrece cultivar en su patio. No solo mejoró la calidad de vida de su hija, sino también fundó –junto a otras trece mamás- la sede argentina de la ONG Mamá Cultiva, que promueve la visibilización y legalización del uso de cannabis para fines medicinales. Fue Paulina Bobadilla, presidenta de la sede chilena, quien puso en contacto al grupo de mamás vía whatsapp.

“¿Qué vamos a hacer, lamentarnos por la patología de los chicos o qué?”, se preguntaron las mamás en ese entonces. Enseguida tomaron una resolución: “Primero, informemos al resto de la gente y familias con niños con la misma enfermedad, o parecida, de que en el cannabis encontramos una solución”. Unos meses después, la ONG se extendió a Tierra del Fuego, Rosario y Mar del Plata. Asesoran a familiares y ofrecen talleres de autocultivo y cultivo colectivo. Reciben cien consultas por día de personas con todo tipo de enfermedades. La mayoría llega del interior del país.

“Para la acreditación de talleres, damos prioridad a padres con chicos con patologías severas que deriven en crisis convulsivas. Hay enfermedades de las que no tenemos idea, para las que también sirve el aceite de cannabis, pero no podemos agrupar a todos”, explica Mariana. “Cuando los padres se acercan, quieren conseguir el aceite y no cultivar, luego se van interiorizando. No se trata de una solución mágica: hay chicos que responden enseguida muy bien con una cepa de la planta o con dos, y chicos como Lara que necesitan que cultive más variedades para ella. Hay una cepa para cada nene, pero hay que cultivar, no queda otra. Hasta que los padres logran comprender eso, están los que dejan en el camino, y los que prueban otras cosas”.

“Un gramo de flores de marihuana en el mercado cuesta, como mínimo, 150 pesos y para hacer una jeringa podés llegar a necesitar 25 gramos”, comenta Pablo Dolly.

“Un gramo de flores de marihuana en el mercado cuesta, como mínimo, 150 pesos y para hacer una jeringa podés llegar a necesitar 25 gramos”, comenta Pablo Dolly.

No todo el mundo puede o quiere cultivar. Mariana estima que el 90 por ciento de los usuarios consume aceite producido por cultivadores que se dedican a eso. “Un gramo de flores de marihuana en el mercado cuesta, como mínimo, 150 pesos y para hacer una jeringa podés llegar a necesitar 25 gramos”, comenta Pablo Dolly, que cultiva para consumo personal desde hace quince años. En todo este tiempo, ha elaborado medicamentos a base de cannabis para variados tipos de padecimientos: desde paliativos para contrarrestar los efectos colaterales de la quimioterapia, hasta un relajante para mejorar los últimos meses de vida de un abuelo con esclerosis lateral amiotrófica.

“En realidad, al primer usuario de cannabis medicinal al que ayudé fue a mí mismo”, asegura Pablo. “A los tres años tuve mi primera crisis asmática. Cuando empecé a fumar –a los dieciséis -, descubrí que muy por el contrario de hacerme mal, me hacía bien. Mejoraba”. A los veinte visitó Holanda donde descubrió que era posible sentarse en un bar en el que te daban un menú con distintas flores para consumir libremente. “Eso me cambió la cabeza. De Holanda me traje mis primeras semillas y empecé a cultivar en el año 2000. Hace seis, pude dejar todas las medicaciones”, asegura.

Tanto Mariana como Pablo afirman que hay mucha demanda, y muy poca oferta de cannabis para uso medicinal, por eso una jeringa –que a una paciente como Lara le puede llegar a durar como máximo 25 días- puede llegar a valer más de tres mil pesos. “Pueden pasar muchas cosas en el medio –explica Pablo- . Te pueden dar una jeringa y atrás una semilla para que aprendas a plantar. También te pueden vender una jeringa y mantener el negocio.  Otros te pueden dar una jeringa que no tenga nada. En algún momento se tenía que dar esta conversación. Hay gente que no puede cultivar y eso se tiene que regular de alguna forma que no cueste tres mil pesos la jeringa”.

“Creo que la medicación hizo más estragos que la enfermedad”, afirma Mariana

“Creo que la medicación hizo más estragos que la enfermedad”, afirma Mariana

La legislación

Recién en abril de este año se comenzó a debatir el proyecto de modificación de la Ley de Estupefacientes en Argentina. De las cinco propuestas presentadas, tres exigen la autorización de cultivo de marihuana si persigue “fines terapéuticos o para la investigación de su posible eficacia como medicación terapéutica o para el control de síntoma o cuidados paliativos”. Ninguna permite la comercialización de los productos de cultivo personal, pero sí permite la guarda de semillas, producción de extractos y la facilitación de cannabis a título gratuito. Héctor Cachi Gutiérrez, de la UCR, afirma que el proyecto presentado por su partido no admite la posibilidad de que fabricar el medicamento en forma doméstica: “No vamos a autorizar algo que es delito”. Su propuesta se limita a promover la investigación de los efectos del uso medicinal del cannabis a nivel nacional.

“La discusión central es el autocultivo, que debería estar habilitado como el de cualquier remedio casero. Creo que los médicos no deben opinar por sí o por no en ese sentido. La cuestión médica es una excusa del capitalismo, para el cual el autocultivo es un gran problema. Es cierto que cualquier uso médico necesita determinados pasos, pero la ciencia nunca hizo nada. Si estamos investigando el cannabis medicinal no es porque los médicos dijeron ‘esto sirve’, quienes lo advirtieron fueron los usuarios”, explicó Emilio Ruchansky, autor de Un mundo con drogas.

Pablo Dolly también tiene sus objeciones con respecto a la intervención de los médicos: “Llevo más de quince años estudiando la planta y sus efectos en la salud. Sé que hay que variar la cepa que suministrás a pacientes con esclerosis múltiple, por ejemplo. Hace rato conocemos esta realidad. Una legalización del uso medicinal del cannabis que no contemple al usuario está destinada al fracaso de movida, porque va a estar cooptada por intereses ajenos a lo que es el sentido de la planta: en sí, la cura es gratuita y fácil para toda la humanidad”.

La mamá de Lara, que apenas lleva siete meses complementando el tratamiento de su hija con aceite, también aprendió por ensayo y error: “El único efecto adverso si un día se te va la mano con una dosis, es sueño y hambre”, señala. “Yo estoy segura de que este es el camino. Mucha gente nos pregunta: ¿qué aval tienen ustedes? Y les contestamos: ¡El testimonio de una mamá! ¿Por qué mentiríamos sobre la eficacia del tratamiento de nuestros hijos?”

En tanto se discute el proyecto en la Comisión de Salud del Congreso Nacional, la mayoría de los usuarios de cannabis medicinal sigue dependiendo del autocultivo y de los cultivadores. “Mientras ellos analizan las soluciones, yo ya tengo los esquejes. Nosotros no tenemos miedo. El único miedo de que me allanen es que Lara se quede sin medicamento”, afirma Mariana.

“En realidad, al primer usuario de cannabis medicinal al que ayudé fue a mí mismo”, asegura Pablo.

“En realidad, al primer usuario de cannabis medicinal al que ayudé fue a mí mismo”, asegura Pablo.

 

Actualizada 03/08/2016

El torneo más volado

El torneo más volado

“Nosotros vivimos en un estado elevado de conciencia”, afirma Pablo, uno de los organizadores de la Cata Copa de Cultivadores Cannábicos (CCCC) mientras observa las dos mesas largas que reúnen a las noventa y dos personas que presentaron sus flores de marihuana –denominadas “cogollos”- para ser saboreadas y juzgadas durante la jornada. Son las cuatro de la tarde de un sábado soleado de octubre y recién van por la cuarta de un total de seis rondas de degustación que definirán quién es el dueño de la mejor planta del año.

Pablo y su compañero -apodado Puro Humo- se encargan desde hace cinco años de organizar este evento. Para participar, se deben enviar previamente a la organización por lo menos diez gramos de una misma variedad de cannabis, especificando si fue cultivada en interior o en exterior –indoor o outdoor-, o una extracción de un gramo de aceite de marihuana.

Durante el certamen, las mejores muestras son evaluadas por los cultivadores, y el resto se reparte entre los demás asistentes que se dividen entre los invitados de los participantes y distintos actores del canna-business, el negocio del cannabis: dueños de grow shops, miembros de las publicaciones especializadas Haze o THC y representantes de bancos de semillas. Este año se reunieron aproximadamente cuatrocientas personas de Buenos Aires y del interior argentino, e incluso algunos extranjeros, como el caso de una comitiva de uruguayos que llegó en un micro de larga distancia. “Son todos gente de confianza. Si en un grow tenés un cliente que sacó una buena flor ese año, le decís que la guarde para la Copa, y de ese modo tu negocio queda bien representado, porque vos le estás enseñando a ese cliente”, explica Francisco –así lo llamaremos a los fines de esta nota-, que cultiva comercialmente desde hace ocho años, ha tenido plantas premiadas y se refiere a sí mismo como un plantero.

Para participar de la Copa, se deben enviar previamente a la organización por lo menos diez gramos de una misma variedad de cannabis.

Marcelo viajó desde la capital de Córdoba para asistir al evento por primera vez. Vive solo y trabaja como decorador de interiores, pero le dedica mucho tiempo de su vida a sus plantas. Ocasionalmente vende algo de su cosecha, pero no representa gran parte de su ingreso. En su mochila lleva una cámara de fotos con imágenes de su jardín y de libros de medicina cannábica que mandó a traer de España. Enviar la muestra desde su ciudad para participar en la Copa implicó un trámite bastante singular: “Hablé por teléfono con el organizador y me dijo que la mandara por correo. Entonces la metí en una cajita, la envolví con film, le puse café, la volví a envolver con más film, le puse pescado, y funcionó”, comenta entre risas. Su próxima meta es la hidroponia: un método de cultivo en una solución de agua y nutrientes, que requiere un mayor conocimiento técnico.

Las coordenadas de la Copa no se dan a conocer hasta la noche anterior a la reunión. En la tarjeta de la entrada, que lleva impresa la imagen de un tricoma –una especie de protuberancia que le aparece a la planta en el momento de su cosecha-, se cita al artículo 19 de la Constitución Nacional: “Las acciones privadas de los hombres, que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”.

Momentos antes de la degustación se reparte un manual de cata, que explica la forma correcta de apreciar una flor por sus propiedades organolépticas y sus efectos psicoactivos.

La travesía para llegar al evento comienza a las nueve de la mañana de ese sábado. En distintas esquinas de Buenos Aires se encuentran reunidos varios grupos de personas con lentes de sol a la espera de un transporte que pasará a buscarlos para ir hacia un lugar misterioso en el oeste. A las diez de la mañana todos están subidos al vehículo y, no bien cruza la General Paz, el conductor de rastas exclama: “Ahora sí, ¡bienvenidos al Perla Negra! Ya se puede fumar, y espero que llegue algún finito para el chofer”. Segundos después, el micro es invadido por humo y risas.

Al ingresar a la quinta, se ve un grupo de cocineros haciendo el repulgue de varias docenas de empanadas que en breve estarán listas para satisfacer el primer bajón, el momento en que las propiedades del cannabis hacen que el cuerpo reaccione con hambre. Entre los árboles hay mesas con kiwis, frutillas, peras, manzanas, mandarinas, bananas. En un cartel se lee la consigna: “Vegetarianos, por favor anunciarse a las camareras”. Hay muchas bebidas pero muy poco alcohol: “No hay porque no se consume, no porque no se venda. Yo tomo vino en casa, pero tomar en una Copa nos resulta contradictorio porque para nosotros el alcohol es una droga clase uno, y la marihuana debería ser clase cuatro”, declara Francisco.

La diferenciación de los estupefacientes en categorías parte de la polémica Convención Única de las Naciones Unidas de 1961, que divide a las distintas drogas en cuatro listas o clases: las de la primera son las consideradas más peligrosas y por lo tanto están prohibidas. En esta se incluye al cannabis, junto con otras sustancias como la morfina, la heroína y la cocaína. Según afirma el periodista Emilio Ruchansky en su libro Un mundo con drogas: “El preámbulo de la convención antepone la necesidad de prevenir el ‘uso indebido de estupefacientes’. No hay distinción en lo indebido, solo la forma de obtención. Da lo mismo si es ocasional o experimental o si configura un padecimiento crónico”.

El lugar de realización de la Copa es un secreto hasta la noche anterior a la reunión.

Hay otras dos Copas en Buenos Aires en el mes de julio que se realizan en boliches. Una es organizada por la revista Haze –La Copa CABA– y otra por THC –La Copa del Plata. En esas ocasiones, todos se presentan a trabajar: cada grow shop pone su stand desde temprano y se arma una feria. En cambio, la CCCC no admite stands, la única participación comercial se da a través de los premios que se entregan –que son donados por empresas del canna-business– y prácticamente no hay publicidad. Los principales ganadores se llevan también una obra de arte hecha por una mosaiquista uruguaya.

Poco después del mediodía comienza formalmente la degustación. Momentos antes se reparte un Manual de cata, que explica la forma correcta de apreciar una flor por sus propiedades organolépticas y sus efectos psicoactivos. Los cultivadores que presentaron su muestra evaluarán la selección que surgió de la pre-cata realizada días antes, y los demás invitados formarán parte de la “Sub-Copa”. Mientras tanto, se puede seguir disfrutando de los juegos que están dispuestos a lo largo y ancho del enorme jardín rodeado de árboles: una cama elástica, metegol, mesas de ping pong, tejo, hamacas, algunos incluso deciden tirarse a la pileta porque el sol empieza a pegar fuerte.

John, un cultivador estadounidense que reside en Argentina, está sorprendido de que exista un encuentro como este: “En mi país no es fácil hacer estos eventos porque la gente te hace una demanda por cualquier cosa”. Sin ir más lejos, en la Seattle Hempfest, un festival cannábico que se celebra en Washington, hace falta firmar una extensa declaración legal antes de ser admitido.

La Copa no admite stands y prácticamente no hay publicidad, a diferencia de las catas organizadas por las revistas especializadas.

Durante nueve horas circularán empanadas fritas, sándwiches de carne y de miga, tortas, papas fritas, café, gaseosa y más frutas de estación. En tanto las camareras reparten, los integrantes de la organización distribuyen pequeñas bolsas ziploc con cogollos y un formulario para poner puntaje a cada muestra.

¿Cómo hace el jurado para evaluar las flores? En este punto se diferencian los amateur de los que forman parte del negocio. “Ahí se juega un poco del know-how de cómo trabajar en esos lugares. Yo voy a exposiciones en donde tengo que cerrar negocios de miles de dólares, y los tengo que cerrar en ese estado. Vas desarrollando una tolerancia al THC que en un momento te permite trabajar”, comenta Francisco.

La mayoría de los productores que participan del evento no cultivan profesionalmente; para algunos es un segundo trabajo, para otros un pasatiempo.

Recién a las ocho de la noche se dan a conocer los resultados. La planta ganadora triplicará su valor y probablemente sea subastada en privado en otro momento. Los que se llevan los primeros premios, salvo raras excepciones, son personas que se dedican al cultivo comercial de cannabis y así satisfacen el gusto exigente de los compradores de flores.

Muchos de los productores que pertenecen a este circuito tienen un empleo formal y plantar es su segundo trabajo, otros lo consideran un hobby. Los que venden están intentando vivir de lo que les gusta, y a veces también lo consiguen colaborando en alguna publicación cannábica, trabajando para un grow shop, u organizando un evento como este. “No queremos salvar al mundo, no nos interesa la política tampoco”, afirma Francisco con contundencia: “La mayoría de nosotros –completa- lo único que quiere es tener el mejor sistema de hidroponia, y poder pagar el alquiler”.

En nuestro país, la Ley de Tenencia y Tráfico de Estupefacientes establece que quien comercializa cannabis debe ser penado por narcotráfico. Para los cultivadores de la Copa, hay una diferencia entre quienes respetan la planta y los que solamente ven el negocio.

Si bien el clima es festivo, también hay tristeza por los compañeros que no están presentes ya que su faceta como cultivadores comerciales o importadores de semillas les trajo problemas legales. “Existe un muy buen abogado penal que podemos llamar pero, aunque es pro-faso, no se olvida de que vendés y te pide 40 mil pesos para sacarte”, se queja Francisco. “Nosotros trabajamos con el riesgo constante de que te revienten la casa, te pateen la puerta, llegue la brigada y te diga que trabajás para ellos. Y el siguiente riesgo es la cárcel. Cultivar implica asumir ese riesgo”.

En Argentina, la Ley de Tenencia y Tráfico de Estupefacientes establece que quien comercializa cannabis debe ser penado por narcotráfico. Entre los cultivadores realizan una distinción: “Para nosotros el narco es la persona que no le aporta a la comunidad, y solo vende, no le gustan las plantas. No se cuelga a hacer un gajito de algo que encontró por ahí. El narco no respeta la propiedad espiritual de la planta, solo le interesa su faceta comercial, solo vio el business”, argumenta el plantero.

A las nueve de la noche, el micro ya está listo para volver. El conductor de rastas se sienta al volante y los pasajeros se acomodan. Antes de arrancar aparece Puro Humo agitando una cesta llena de golosinas que irá repartiendo para endulzar el viaje de regreso a la otra realidad.