“Hay una política de distracción a través de la imagen”

“Hay una política de distracción a través de la imagen”

En diálogo con ANCCOM, analiza el lugar relegado del muralismo dentro de las políticas culturales durante el kirchnerismo y su promoción en la variante publicitaria en el gobierno de Cambiemos. Además, frente al escrache sufrido al mural en homenaje a Madres de Plaza de Mayo en Avellaneda, propone la réplica de la obra.

¿En qué corriente se inscribe el tipo de muralismo al que te dedicás?

Está dentro del muralismo latinoamericano, que lo que tiene es la particularidad de que surge de una actitud crítica de un artista frente a un contexto social y político, algo que no se da en el resto del mundo. Lo que empieza a notarse es más la actitud del artista frente a una realidad o a un contexto social, más que la misma obra. Entonces se puede hacer una obra excelente, con todas las cuestiones técnicas y tecnológicas pero si eso no tiene una base de convivencia con ese medio social no cumple el objetivo de arte público.

«Lo que empieza a notarse es más la actitud del artista frente a una realidad o a un contexto social, más que la misma obra».

¿Qué es el “arte público”?

Todo producto estético y cultural en donde el artista interactúa con el medio social y le da significado a la obra. Y en el muralismo, de lo que uno quiere hacer a lo que queda en la pared hay un trayecto. Lo nuestro varía por el tiempo, puede variar porque nos equivocamos en el mensaje, porque la gente al final se arrepintió y quiere otra cosa. Hay que estar dispuesto a entender que lo que se está iniciando es un punto de comunicación con la gente.

¿El muralismo aporta en la lucha por el sentido?

En verdad, una cosa es lo que uno puede pensar que puede brindar el muralismo y otra cosa es la realidad, porque el muralismo no ocupa el lugar que se pretende y en las políticas culturales no está contemplado. Yo adherí al proyecto nacional de Néstor y Cristina en su momento, pero el muralismo no se benefició en nada, se lo metía dentro de proyectos de desarrollo social,  ni siquiera educativos. Cuando la gente no tiene un micrófono, se apropia de un pincel o de un aerosol, y si eso aparte del mensaje tiene un contenido estético, es revolucionario. Esto no se lo contempla como un hecho cultural que necesita de educación y de un proceso de aprendizaje, y menos que al mismo tiempo pueda ser una fuente de trabajo. Entonces, la disputa de siempre no es tanto por los significados, sino por los proyectos culturales, por la inclusión del muralismo en ellos. La derecha siempre lo tiene, lo entendió mejor.

pinceles

«En general, en casi todos los municipios donde ganó el macrismo hay una política de distracción a través de la imagen, se podría decir de embellecimiento urbano».

¿Y cuál es la política pública de Cambiemos frente al muralismo?

En general, en casi todos los municipios donde ganó el macrismo hay una política de distracción a través de la imagen, se podría decir de embellecimiento urbano. Como diciendo: “Nosotros embellecemos, no decimos nada, no estamos tratando de convencerte de nada ni que vos hables a través de nada, estamos haciendo más bella nuestra ciudad”. En ese punto, lo que se hace es tratar de buscar individualidades que traten de no agruparse, de no pensar en lo que es el trabajo con el vecino, sino ir con un proyecto ya armado. Entonces lo que le importa al Gobierno es que pintes la pared y ya está. Y te paga, te da una súper máquina para que pintes solo, salís en los diarios y te promueve a otros festivales parecidos en el mundo. De ahí sale el muralismo publicitario, porque llegás a una exposición en una galería, vendés la misma imagen que hiciste  en una tela y ya está. Pero no es un hecho que tenga que ver con la organización social, tiene que ver con vos, nada más. Eso son los proyectos de la derecha: desmovilizar.


En Avellaneda hubo un escrache al mural de las Madres y un año atrás también un mural de Mariano Ferreyra había sufrido un ataque parecido. ¿Qué es lo que hay por detrás de estos ataques?

Siempre va a ver iconoclastas de la imagen, gente que se la agarre con las imágenes como valor simbólico. Es una puja de sentido constante, lo que hay que tratar de hacer es o mejorar los lugares donde se los hace o tratar de hacerlo más veces. Hay que tratar de reforzarlo desde la actitud, no quedarse con una sola obra, hay que hacerlos por todos lados y que se tomen el trabajo de ir a taparlos. O sea que tenemos que entender que en este punto, los detractores siempre van a estar.

¿Alguna vez te pasó con alguna obra tuya?

Hice un trabajo de Paco Urondo en Guaymallén y lo tapó la gente de la misma municipalidad. Después desbordó el Facebook de mensajes hacia el intendente y me tuvo que llamar para que vaya de nuevo. Y les dije: “Hice el mural pero ustedes tenían que cuidarlo, no me puedo estar lamentando porque no hicieron su trabajo”. Entonces les planteé que el mismo mural no iba a hacer,  que podía hacer otra cosa, redoblarles la idea, si antes no les había costado nada ahora sí, cuando lo hice por primera vez fue parte de un proyecto de desarrollo social y ahora no. Entonces lleve cinco muralistas más, hicimos muchos más muros y le doblamos el lugar.

«El arte público es todo producto estético y cultural en donde el artista interactúa con el medio social y le da significado a la obra».

Su caja de pinceles.

Actualizada 27/06/2017

 

 

 

Esa musiquita

Esa musiquita

La calle que conduce a la capilla Luján de Cristo Obrero, en la Villa 31, es angosta y de tierra. Son las cinco y media de una tarde fresca pero soleada, los perros callejeros siguen a los nenes de la zona que deambulan al salir de la escuela. En la entrada del barrio hay un puesto de hamburguesas cocinadas en un tambor viejo, un lavadero, una verdulería, un kiosco, viviendas precarias con techos de chapa y grietas y un gran cartel del Gobierno de la Ciudad que anuncia próximamente una cancha de fútbol. Al llegar al final del caminito, una montaña de tierra emerge y cuatro nenes están parados en la cima mirando a lo lejos, entrecerrando los ojos para ver si aparece a quien esperan. Sostienen una guitarra pequeña de color rosa, otra en su funda negra y agitan los brazos, gritan y se ríen entre ellos, pero no la ven. Después de unos minutos regresan y se sientan en el escalón de acceso a la capilla.

-¿Y seño Pachu? ¿No viene hoy? –se preguntan.

Quince minutos después, Pachu –María Paz Paniego- llega sonriendo desde lejos, en jean, zapatillas, cola de caballo y la guitarra a sus espaldas. Viene de trabajar. Los gritos de alegría dan lugar a un abrazo sincero y, ni bien se abre la puerta de la capilla, unos veinte nenes aparecen desde distintas esquinas y corren a buscar su lugar como si se acabara de pinchar una piñata llena de caramelos. La foto del Padre Mugica los abraza desde lo alto de una pared, al lado de un pequeño altar y de una repisa llena de santos. Desde un cuartito del fondo, traen al menos diez guitarras, un teclado, una flauta dulce y cinco cajones peruanos. Los bancos de madera apilados en un rincón enseguida son desarmados y entre todos los acomodan formando una ronda.

nena tocando la guitarra

«Este taller es mi cable a tierra y la música, un elemento socializador muy grande».

El escenario es el fondo de la Villa 31. Si la se lo mirara en un mapa, el taller de música Ritmo 31 se dicta a la altura de la Facultad de Derecho. Paz es periodista, toca la guitarra, y hace tres años tuvo la idea de armar alguna actividad en la Villa: “Los sábados venía con mi primo Federico a una misa que estaba súper quedada, no asistía mucha gente y en esa época había un cura que tenía ganas de remontar el espacio. A su vez Blanca, una vecina del barrio, nos insistía para que inventáramos algo. Yo trabajaba en Soldati y tenía una hora de viaje hasta acá; me parecía imposible mantener un espacio semanal. Pero un día dijimos: ´Veamos qué pasa´”.

Fueron un jueves, el siguiente, al otro, se metían en la pequeña parroquia y tocaban entre ellos. Como el encuentro era al atardecer, coincidía con el horario de salida de la escuela. Los chicos empezaron a escuchar que desde la capilla del barrio -que solía estar cerrada y en silencio- sonaban los acordes de un par de guitarras criollas. La curiosidad pudo más y un día entraron.

El entusiasmo de esos nenes fue fundamental para que el proyecto empezara a tomar forma: se corría la voz de lo que pasaba en el barrio y cada semana nuevos chicos, en lugar de volver a su casa, desviaban el camino para ir en busca de sonidos y armonías. Con el correr de los meses, los organizadores del taller decidieron darle formalidad al espacio.

Según Paz, había una razón muy clara para pensar que esta idea podía funcionar: en el barrio la música suena todo el día, los chicos tienen ritmo, cierto pulso y ganas de aprender.

La metodología de Ritmo 31 consiste en armar grupos reducidos de chicos para detectar las capacidades de cada uno. Los pilares fundamentales se basan en la interacción y el respeto por el otro, el cuidado de los instrumentos en el aula y entender el silencio como un elemento constitutivo de la música, además de destacar los logros individuales. Durante una hora y media semanal, un promedio de veinte chicos de distintas edades observan, prueban, se equivocan, descubren sonidos, reflexionan. Por momentos, los gritos o llantos de los más chiquitos peleándose por la única flauta se mezclan con los acordes de los más grandes que prueban una y otra vez las canciones del repertorio. En cada encuentro se trabaja la memoria auditiva y la concentración, buscando potenciar la autoestima de cada uno y logrando que expresen, a través de la música, las emociones más diversas.

Según Paz, había una razón muy clara para pensar que esta idea podía funcionar: en el barrio la música suena todo el día, los chicos tienen ritmo, cierto pulso y ganas de aprender: “Cuando les traemos canciones que conocen, enseguida agarran viaje, pero también hay un tema generacional muy claro: en el último festival tocó León Gieco y no lo conocían, otra vez trajimos Mariposa tecnicolor como si fuera un clásico y nos miraron raro, pero por ahí traíamos Corazón mentiroso, de Karina, y era furor”.

nene tocando la flauta

«El entusiasmo de esos nenes fue fundamental para que el proyecto empezara a tomar forma».

Dolores, otra de las voluntarias, cuenta que cada vez necesitan más gente que se sume al proyecto y más donaciones de instrumentos: “Hace poco publicamos el pedido a través de la página de Facebook y recibimos muchos mensajes, salimos en bici por toda la ciudad para retirar guitarras, incluso hubo un luthier que puso en condiciones un par de criollas y nos las donó”.

Paz sostiene que la música siempre es un gancho muy atractivo: “Los viernes hay otros voluntarios que dan apoyo escolar y les cuesta un perú. Para mí este taller es una suerte de metáfora de la sociedad: yo puedo tocar mi ritmo pero si no escucho al de al lado, el resultado va a ser espantoso. De a poco los chicos van aprendiendo a escucharse, y de a ratos dejamos que ellos solos se organicen. Ejercitan la paciencia y la constancia, por eso les damos un incentivo fundamental: ´Si venís tres clases, te llevas el librito y la guitarra para practicar en casa´”.

De la vergüenza al escenario

Los voluntarios de Ritmo 31 soñaban con hacer un show en el medio de la cancha del barrio. “Nos interpeló el deseo que a veces uno tiene en estos espacios, contrapuesto al deseo de los chicos -recuerda Pachu– . No quisieron porque les daba vergüenza. Entonces les preguntamos si les gustaría hacer una muestra para sus familias. Al final organizamos una clase abierta con una merienda: vino una sola mamá porque un solo nene se animó a invitarla”.

Con la elección del nombre de la banda nació también una suerte de ritual: antes de empezar una canción, uno de los alumnos se para en medio del salón para presentar la obra y todas las guitarras están dadas vuelta sobre las piernas. Luego gritan como si fueran una tribu: “¡Ritmo 31!” y es la señal de que arranca la melodía: “Hace un año tocamos en una parroquia cercana y el domingo pasado fue la fiesta de Mugica, en Cristo Obrero, ya con escenario y micrófonos. Vino a tocar León Gieco y Raúl Porchetto. A León lo contrataron para esa fiesta, pero nosotros jorobamos diciendo que él fue nuestro telonero”, ironiza Paz.

Desde un cuartito del fondo, traen al menos diez guitarras. Los bancos de madera apilados en un rincón enseguida son desarmados y entre todos los acomodan formando una ronda.

Desde un cuartito del fondo, traen al menos diez guitarras. Los bancos de madera apilados en un rincón enseguida son desarmados y entre todos los acomodan formando una ronda.

En la villa 31 hay muchas situaciones de violencia que los voluntarios perciben, y la posibilidad de actuar es limitada. Sin embargo, cuentan con la ayuda de profesionales y asistentes sociales: “Los chicos nos transmiten inquietudes porque quizá en la casa no está dado el marco para hablar y acá de a poco vamos generando empatía y confianza. Este taller es mi cable a tierra y la música, un elemento socializador muy grande. Soy consciente que en muchos casos es el único abrazo y la única palabra de aliento que reciben en la semana”, considera Paz.

Al terminar la clase harán una actividad conjunta para afianzar la idea de la música como experiencia colectiva: “Y es que por tu amor volví a nacer / Tú fuiste la respiración / Y era tan grande la ilusión…”. A Traicionero, de La Beriso, se sumará Quiero casarme contigo, de Carlos Vives. De golpe todos juntos son capaces de algo mágico, como sacarle sonido a objetos que hasta hace poco tiempo ni sabían que existían: “La idea es que este taller sea un espacio de aprendizaje, dentro de nuestras posibilidades y recursos, de calidad”, sostiene Paz.

“´Te estaba esperando seño, ¡llegaste tarde!’, me decía el otro día una de las nenas. ¡Al final me tienen cagando!”, dice entre risas Cata, profesora de canto y piano, y agrega: “Tratamos de no faltar. Los chicos de verdad te esperan. Son siempre las mismas caritas, nunca hay baja de alumnos. Este taller es hermoso. Yo  lo defino así: un quilombo hermoso”.

“¿Ya me puedo llevar la guitarra? ¡Vine tres clases!”, pregunta un nene al salir de la capilla. “Yo voy a terminar pronto la escuela porque después voy a ser músico”, dice otro. Y desaparecen juntos tras la montaña de tierra hasta el martes siguiente.

Actualizada 20/06/2017

Abierto las 24 horas

La Asociación Espacios Escénicos Autónomos (ESCENA), conformada por veinte salas teatrales autogestivas de la Ciudad de Buenos Aires, realizó el pasado sábado el festival homónimo que desplegó espectáculos de teatro, danza, ópera, clown, poesía e intervenciones artísticas varias durante 24 horas ininterrumpidas. El objetivo común de esta auténtica maratón artística fue demostrar la resistencia de la agrupación ante las dificultades políticas y económicas que deben enfrentar sus espacios. Desde su creación, en 2006, el colectivo defiende a sus salas de las constantes amenazas de clausura y este año, además,   afronta los tarifazos de los servicios de luz y agua que ponen en serio riesgo la continuidad de sus actividades.

El Festival constó de tres momentos: “Dar sala”, “Trasnochada” y “Calle”. En el primero, las funciones se desarrollaron en un circuito formado por cinco sedes: Machado, Habitar Gómez, Silencio de Negras, Casa Temenos y Oeste Usina Cultural. Cada una de estas salas exhibió obras propias y de los demás espacios que integran el colectivo ESCENA. De esta forma, se sucedieron sin parar hasta la medianoche, con precios accesibles y a sala llena, piezas de teatro, performance, danza y ópera. Luego, el festival continuó en la “Trasnochada”, que tuvo lugar en El Piso Teatro, donde hasta el amanecer un “escenario caliente” de varieté fue protagonizado por espectáculos de clown, poesía, improvisación, danza, performances e intervenciones. Finalmente, el domingo hubo murga, música en vivo y otras actividades artísticas diversas en el corte de las calles Hidalgo y Díaz Vélez, en el barrio de Caballito.

dos músicos tocando en la calle

El momento «Calle», con la banda Vértigo López.

 

Los espacios que sostienen el Festival Escena ofrecen la oportunidad de inmiscuirse en un mundo artístico no convencional: el del arte independiente. Ante todo, aquí se desarrolla una lógica autogestiva, horizontal y sin fines de lucro, que favorece la emergencia de obras distintas a las que responden a intereses comerciales e institucionales. “Es un honor para nosotros trabajar acá porque se ponen en juego valores compartidos desde el punto de vista poético e ideológico”, señala Sandy Gutkowski, representante del espacio Ventanas y directora de la obra Cupido.net, una de las que se presentó en el Festival.

Los escenarios del colectivo pueden encontrarse en casonas antiguas, terrazas o galpones adaptados a tal fin. Se trata de espacios pequeños -con capacidades que varían entre 30 y 60 localidades- que permiten generar un clima íntimo entre la obra y el público. Eduardo Pérez Winter, director del espacio Silencio de Negras, afirma: “Lo que hacemos está cerca: se puede ver, tocar y transitar”. En tanto Lailén Álvarez, que participó del Festival como asistente de dirección y actriz de Cupido.net, sostiene: “En el teatro independiente, a diferencia del comercial, se entabla un espacio de comunicación con el público”. A esta interpelación, se suma la calidez que describe Analía Slonimsky, integrante de la comisión organizativa del Festival: «Las salas son espacios a los que nosotros asistimos diariamente a trabajar. En cualquiera de ellas te vas a sentir como en casa, porque es lo que son: casas teatrales». Allí no sólo se presentan obras, muchos artistas también se forman. “Constituyen espacios de investigación y de lo emergente. Funcionan como la cocina de grandes artistas”, agrega.

Los espacios que sostienen el Festival Escena ofrecen la oportunidad de inmiscuirse en un mundo artístico no convencional: el del arte independiente, donde según sus protagonistas, se trabaja a pulmón».

 Esta posibilidad de la experimentación es valorada también por Germán Ivancic, director escénico de la ópera Cendrillon, otra de las obras que participó en el festival: “En estos espacios se les da lugar a proyectos de distinta índole, que arriesgan en sus búsquedas”. A su vez, Juan Pablo Llobet Vallejos, pianista y coordinador musical de la misma obra, afirma que esto hace que el Festival Escena sea muy distinto a otros en su oferta: “Aquí pueden verse abordajes que en otros lugares no encontrarías, maneras de hacer que toman una postura frente a los textos y la música, y que consideran lo que siente el espectador”.

Los responsables de estos espacios intentan dar a conocer su trabajo y mostrar que lo que ofrecen es un bien cultural; un servicio a la comunidad que no puede ser abandonado a las leyes del mercado. No obstante, frente a los problemas que los aquejan, no suelen recibir apoyos estatales. Diego Rodríguez, Director Artístico de Machado Teatro, expresa su preocupación: “Tuvimos un incremento de 300% en la tarifa de luz y la cifra superó un 500% en el caso del agua, cuyo consumo en una sala teatral es mínimo: se emplea sólo para la limpieza y el uso de los baños. No podemos pagar según el tamaño de la superficie. Necesitamos una tarifa diferenciada para la cultura”.

“En el teatro independiente, a diferencia del comercial, se entabla un espacio de comunicación con el público”.

Las subas excesivas de los servicios no son el único problema que afronta ESCENA: “Todos nuestros espacios -subraya Pérez Winter- están en regla y son seguros. Aun habiendo legislaciones específicas que nos protegen, recibimos inspecciones que desconocen la ley o la interpretan de forma arbitraria y nos clausuran injustamente”. Antes de empezar cada función del Festival, Rodríguez le cuenta al público la situación de Machado Teatro: “Hace años inicié el trámite de habilitación y al día de hoy sigo sin obtenerla de manera definitiva”. Slonimsky sintetiza el reclamo: “Nosotros no somos improvisados, tenemos mucha trayectoria y responsabilidad. Queremos trabajar tranquilos. Necesitamos que nos den la habilitación definitiva de nuestros espacios y que el Estado entienda que nuestro trabajo es genuino y que es parte del quehacer cultural de la Ciudad de Buenos Aires”.

  Una nueva edición del Festival se ha ido, pero el colectivo artístico que lo organizó continúa en plena resistencia de la estrangulación de sus salas, llevando a cabo lo más vital que tienen: su arte. “El Festival es una invitación a contactarse con lo que sucede todo el año en los veinte espacios que lo integran: nuestras obras, nuestros cursos y muchas otras actividades que siguen esta forma autogestiva de producción”, invita Pérez Winter. Respecto a los peligros que acechan su supervivencia, Gutkowski afirma: “Aquí estaremos presentes de pie y con la luz encendida en todas las salas. Ninguna amenaza nos va a apagar”.

 

Actualizado 28/09/2016

 

Con la música a otra parte

Con la música a otra parte

El arte callejero es una actividad con miles de años de antigüedad y que forma parte del paisaje de numerosas calles y medios de transporte en todo el mundo. Actualmente, en Buenos Aires, estas manifestaciones culturales se encuentran en alerta por un proyecto de ley presentado en la Legislatura porteña. En respuesta a esta situación, el Frente de Artistas Ambulantes Organizados (FAAO) decidió realizar una una serie de medidas colectivas y unificadas para alertar sobre el tema

El proyecto de ley 2538, “Ley de artistas ambulantes”, fue presentado en diciembre del 2015 por la legisladora del PRO, Lía Rueda. Según su autora, el objetivo es brindar un marco normativo a los espectáculos que se realizan en espacios públicos, buscando una mejor convivencia con los vecinos y los espectadores que asisten a las funciones. Sin embargo, desde el FAAO denuncian que se trata de un proyecto construido en forma inconsulta y que oculta un reglamento prohibitivo.

“En realidad no es un proyecto de ley, es un reglamento restrictivo, penalizador y de desaliento al arte ambulante. Entendemos que un proyecto que habla del artista callejero no puede estar en cada uno de sus artículos enunciando y desarrollando la posibilidad de penalizar”, señaló Alejandro Cabrera Britos, músico y organizador de la movida.

Entre sus principales artículos, el proyecto establece que las actividades artísticas solo podrán llevarse a cabo mediante un permiso de uso del lugar público. Además, se fijan restricciones temporales y espaciales para la realización de los espectáculos, con sanciones y multas para quienes incumplan la normativa. En una  asamblea de la que participaron alrededor de un centenar de artistas, se discutió sobre cuál es el camino para enfrentar a una ley que consideran perjudicial. “La salida es colectiva y en base a esto presentamos un proyecto alternativo, que simplemente tiene un espíritu despenalizador. Cuenta con 16 artículos pero no habla de permisos sino de posibilidad de registros, no habla de zonificación. Buscamos que no borren lo que se hizo durante más de 30 años, o mucho más, con los artistas callejeros, artistas que ya han dejado historia en la ciudad”, expresó Cabrera Britos.

El proyecto de los artistas es apoyado por el legislador del Frente para la Victoria Pablo Ferreyra, quien define su fin como proteger, propiciar y fomentar la actividad artística en la vía pública, los espacios públicos y subterráneos. “La actividad que desarrollan no requiere de ningún permiso, proponemos la creación de un registro a cargo del Ministerio de Cultura de la Ciudad que no exige requisito alguno para inscripción y no puede ser exigido como permiso para el ejercicio de la actividad”, explicó.

Asamblea artistas callejeros - CTA - Foto: Melisa Molina /Anccom

La legisladora Rueda sostiene la necesidad de una ley al tratarse de actuaciones que no se encuentran reglamentadas. “Creemos que es importante que estén contemplados dentro del ordenamiento legal a fin de que la actividad que se realice en la vía pública tenga en cuenta la vida de los vecinos y las demás actividades que se desarrollan normalmente en una ciudad. Los artistas están y conviven con vecinos, organizaciones, instituciones y comercios. Todos deben respetarse entre sí y no generar molestias o interrupciones a las demás actividades”, expresó.

Al respecto, Cabrera Britos desmintió acusaciones sobre conflictos o inconvenientes con vendedores y comerciantes. “No son enemigos. Cuando hubo algún roce o algo lo resolvimos entre nosotros. Quieren usar eso para reglamentar también un supuesto enfrentamiento en los subtes con los vendedores ambulantes y en la calle con los manteros. Nosotros sabemos que lo podemos resolver entre nosotros”, señaló. Sin embargo, aclara que son actividades incomparables: “Nosotros no somos los manteros del arte. Son nuestros primos pero lo nuestro es muy distinto, eso es lo que hay que entender. Es como una contracultura, algo que está desde siempre. Primero estuvo eso y después todo lo demás”, sintetizó el humorista Fernando Chacovachi Cavarozzi.

En la asamblea se invitó a los participantes a apelar a la simpatía social del público y a advertir sobre la real magnitud del problema que se enfrenta. En ese marco, el malabarista German Welchli remarcó el rol que los artistas cumplen en la cultura y que de aprobarse la ley 2538 no sólo se les quitaría el derecho a trabajar sino que se perjudicaría a la ciudadanía en su totalidad. “Tenemos tres argumentaciones importantes: la primera es que somos trabajadores de la cultura y tenemos derecho a trabajar. La segunda es que somos una de las pocas líneas de acceso a la cultura que tienen los sectores desfavorecidos. Y la última es que tocar a los artistas es tocar los derechos del niño. ¿Cómo el Estado le va a sacar un músico, un malabarista, un mimo, a un niño? ¿Les preguntaste a los niños?”, sentenció.

Actualizada  15/06/2016

Casa pintada

Casa pintada

El domingo 10 de abril fue la tercera intervención de Proyecto Persiana, una organización de artistas callejeros, muralistas y graffiteros que tienen por objetivo convertir las deslucidas persianas de los comercios del centro de la ciudad de Buenos Aires en un espacio visual donde los caminantes se sientan interpelados por el arte urbano.

En esta oportunidad la temática definida fue “selva” y la actividad contó con la participación voluntaria de 64 artistas que cubrieron dos cuadras completas de comercios de la calle Libertad, entre Teniente Juan Domingo Perón y la avenida Corrientes.

Milagros Avellaneda tiene 24 años y oficia de organizadora general de la propuesta. Su propuesta es transformar la ciudad a través del arte y darles valor a los artistas graffiteros y muralistas. Por eso, el colectivo admite una variedad de estéticas completamente heterogénea, aunque predomina lo figurativo.

Las persianas pintadas en los locales de la calle Libertad por los integrantes del Proyecto Persianas, modifican el paisaje urbano de esa región de la Ciudad de Buenos Aires.

Las persianas pintadas en los locales de la calle Libertad por los integrantes del Proyecto Persianas, modifican el paisaje urbano de esa región de la Ciudad de Buenos Aires.

La elección del espacio surgió de la impresión que producen calles como Libertad y Talcahuano, por ejemplo, que de día son conocidas por la aglomeración de negocios dedicados a la venta de elementos para iluminación, joyas y relojes e instrumentos musicales, pero que por la tarde-noche, al cerrar los locales, se convierten en un compendio de persianas despintadas o vandalizadas, que no invitan a transitar por la zona.

Santiago Cavanagh, de 29 años, es el fundador de este movimiento artístico y como vecino del barrio de San Nicolás solía caminar a diario estas veredas en horarios en los cuales los comercios ya estaban cerrados. Fue desde su propia experiencia de desagrado que se le ocurrió esta intervención. Además, busca romper con la idea negativa que se tiene del graffiti, asociado a escraches y al deterioro edilicio. “Nosotros hacemos esto desde el lugar del respeto, por eso pedimos permiso a cada uno de los comerciantes. No nos parece correcto que un laburante llegue a su negocio y se encuentre con una pintada por la que nunca se le consultó”. Por otro lado el grupo juega con el pasaje de un mundo comercial y diurno a un submundo artístico y nocturno.

El trabajo para convencer a los comerciantes comienza dos meses antes de la acción. Algunos dueños se han negado pero, con el paso del tiempo, la aceptación mejoró de manera notable: la profesionalidad del trabajo terminado en los locales vecinos atrajo a muchos que al principio se oponían al proyecto.

Ariel Cohen tiene 44 años y atiende el negocio que adquirió su padre en 1967. Al principio no le pareció buena idea, cuando una empleada le comentó que unos chicos le pedían permiso para pintar su persiana. “A mí las pintadas en las calles me parecen lo peor, sobre todo porque en general son insultos y firmas raras. Pero después, el relojero que está al lado de mi local me contó que la idea era pintar paisajes y cuadros y que pensaban hacerlo con muchas persianas de la cuadra. Entonces les dije que sí”.

Otros dueños comentan que lo aceptaron porque es un trabajo que los chicos hacen gratis y que si bien es algo que se puede apreciar sólo cuando ellos cierran, les gustó la idea de destacarse entre otras calles de la zona.

Todo a pulmón

La forma de contactarse entre los artistas y de organizar el trabajo es a través de las redes sociales. Como no tienen sponsors de ningún tipo, ni colaboración del Gobierno de la Ciudad, los integrantes aceptan la tarea como una labor a pulmón. El año pasado consiguieron que la marca Kuwait donara aerosoles y gracias a eso redujeron el gasto. Milagros agrega: “La consigna en cada jornada es: ‘Una persiana – un artista’, y hasta ahora lo hemos mantenido. Como así también la propuesta de trabajar contra reloj, empezando y terminando las obras durante las 24 horas del domingo, que es el único día en que la calle de las joyerías tiene todos sus comercios cerrados”.

El objetivo inmediato del Proyecto Persiana es lograr que esta intervención adquiera una regularidad bimestral y tener el apoyo del Gobierno de la Ciudad, tanto en la difusión, como en el reconocimiento del trabajo de los artistas. “Pero nuestro fin último es crear pulmones estéticos en calles que son muy oscuras y muy sucias”, remata la dibujante.

En cuanto a los riesgos de lo efímero del arte urbano, a la intemperie, los responsables del colectivo aportaron una mirada optimista: sostienen que el arte es respetado, incluso por aquellos que hacen pintadas con aerosol por hobby. Hasta ahora han mantenido la única regla de no hacer obras vinculadas a equipos de futbol, símbolos religiosos o partidarios, y los resultados han sido satisfactorios, sin ninguna obra arruinada.

“El arte –asegura Cavanagh- tiene un efecto transformador, porque por un lado transforma el exterior y por el otro transforma a quien lo mira. En el caso del arte en la vía pública, esa fusión entre lo urbano y lo artístico se da a la vista de todo el mundo, cualquier persona que está pasando es permeable a esa obra que está en la persiana. Nosotros lo vivimos con los vecinos que nos felicitan por el trabajo que hacemos, los comerciantes nos agradecen, nos hacen regalos. Nos divierte y nos apasiona poder generar eso”.

Animales y océanos

La primera irrupción de Proyecto Persiana fue en 2015, bajo la temática “océano”. Participaron diez artistas con intervenciones en una cuadra de la calle Libertad, entre la avenida Rivadavia y Bartolomé Mitre. En diciembre pasado realizaron la siguiente pintada, con la consigna: “Animales”, entre Mitre y Lavalle, y en esa ocasión crecieron a treinta participantes. Desde la organización explican que estas temáticas fueron elegidas porque traen la naturaleza a la ciudad y así se crea una suerte de dualidad de ecosistemas, un choque entre lo urbano y lo natural. En cuanto a lo que esperan provocar en la gente, el fundador arriesga: “Es importante lograr ese doble efecto de sorpresa y contemplación, en que el espectador es transportado a otra realidad, al océano o a la selva. Lo efímero habita en este tipo de arte, y no le tenemos miedo, también en lo efímero de la mirada se aprecia el arte”.

Los integrantes del Proyecto Persiana.

Los integrantes del Proyecto Persiana.

El grupo apuesta a la idea de usar lo artístico como herramienta de transformación urbana y de integración social y les gustaría poder llevar su labor a los barrios más marginados de la Ciudad. Todos los trabajos pueden verse en el grupo de Facebook que usan para la convocatoria.

Actualizado 03/05/2016