Contrapublicidad

Contrapublicidad

Nadie podría jurar que los ha visto, pero nadie podría negar eso que van dejando: una obra concreta y paradójica. Sus creaciones irrumpen el paisaje callejero y después solo quedan las fotos –testimonios urgentes- de un mensaje nuevo. Porque nadie podría jurar haberlos visto, pero tampoco negar que han pasado por aquí. ANCCOM habló con un pionero de los squatters, el grupo dedicado a intervenir y resignificar publicidades callejeras.  

Los squatters son activistas urbanos que pintan, marcan, sacan o agregan elementos en la señalética de la ciudad. Les cambian el sentido para decir algo nuevo. Sus obras en la calle duran pocos días, porque encima de un cartel se colocará otro en poquísimo tiempo. Entonces toman fotos, las suben a la web y las comparten. La obra squatter es real pero efímera: solo perdura virtualmente, como testimonio de algo que estuvo allí, que realmente existió.

02_NOTA_ProyectoSquatters_YECHUA_ECH0032 copy

En acción: un integrante de los squatters, el grupo dedicado a intervenir y resignificar publicidades callejeras.

Julián es activista urbano hace siete años y contó cómo es la práctica squatter: “Lo que hacemos tiene eso de la cosa fugaz, así son las intervenciones en la calle. A los pocos días, o un par de semanas, ya no está más el cartel y la imagen solo queda en las redes. Esto sucede sobre todo en época de elecciones, porque cada dos días están empapelando todo de nuevo”.

El antecedente más cercano de lo que ellos hacen es un movimiento español de contra publicidad llamado “Consume hasta morir”. “Nosotros queríamos hacer la versión argentina, entonces cuando hubo que elegir el nombre, surgió el concepto squatter que tiene que ver con tomar un espacio marginal y transformarlo en un espacio de expresión contracultural”. Mientras que en España este tipo de intervenciones en la vía pública están prohibidas, en Argentina el contexto modifica la acción. “En un principio, solíamos hacer las intervenciones de noche, porque parecía mejor. Pero con el tiempo nos fuimos dando cuenta que lo mejor es de día porque la noche pone un manto de sospecha sobre toda actividad en la vía pública. Una vez estábamos haciendo una intervención sobre un cartel de un celular, y vino una patrulla. Se acercó un policía y nos dijo: ‘¿Qué están haciendo?’ Y nosotros le contestamos: Una intervención sobre esta publicidad. Y el policía preguntó: ´A ver, ¿pero qué celulares tienen ustedes?´ La publicidad era de un súper celular. Yo le mostré el mío, que era peor y él dijo: ´Ah, está bien, porque si tenían otros, los llevaba´. Y se empezó a reír. Antes de irse, nos hizo un monólogo y dijo: ´Si era algo político, los tenía que llevar’. Terminó bien porque él pensaba que lo político es algo partidario”.

03_NOTA_ProyectoSquatters_YECHUA_ECH0246 copy

“Lo que hacemos tiene eso de la cosa fugaz, así son las intervenciones en la calle».

Los squatters cuestionan lo que la publicidad se la pasa enseñando: lo bueno, lo malo, el ideal de belleza, lo útil. Son artistas de distintos estilos -graffiti, pintura, collage- que se juntan a intervenir publicidades de todo tipo. Desde las típicas propagandas de campaña política -dos candidatos abrazando a «la gente»- hasta publicidades con mujeres desnudas -una chica desgarbada y proporciones inverosímiles- o carteles que venden celulares –el trillado concepto de lo bueno que es estar comunicados-. Ellos se meten ahí dentro y tratan de decir algo nuevo. ¿El objetivo? Uno solo: cambiarle el sentido a las publicidades que nos dicen cómo tenemos que vivir. Los squatters buscan decir otra cosa. Con eso mismo, y en la misma pared.

El graffitero dibuja sobre un lienzo rígido: el cemento. Los squatters dibujan encima de algo que ya tiene un mensaje. La consigna es cambiarle el sentido. Y el fin último –ambicioso, artístico- es transformar en diálogo lo que parece un monólogo. Contestar, responder, pararse frente a eso y decir algo. Después se encargan de socializar: compartir las fotos, intercambiar opiniones, sumar miembros. Difundir una herramienta para que otros hagan lo mismo. “Queríamos armar un grupo de activistas que saliera a la calle a intervenir el discurso de la publicidad, pero no solo hacerlo de manera digital sino que tuviera un impacto en la vía pública, y después que eso se comparta en las redes, se vaya masificando y empezar a socializar esta herramienta. Pensar la contrapublicidad como una herramienta para que cualquiera pueda decir aquello que sabe y que los anuncios ocultan. Con el objetivo último de generar un pensamiento crítico, porque muchas veces el marketing apunta a generar distintos niveles de inconsciencia: te muestran algo para que no conozcas una realidad que hay por otro lado”.

05_NOTA_ProyectoSquatters_YECHUA_ECH0233 copy

Los squatters dibujan encima de algo que ya tiene un mensaje. La consigna es cambiarle el sentido. Y el fin último –ambicioso, artístico- es transformar en diálogo lo que parece un monólogo.

La pelea es por el sentido, por lo que se puede decir con imágenes y por los mensajes encubiertos que hay detrás de ciertos estereotipos. Los squatters defienden la ecología, alertan sobre el uso de productos químicos, discuten la imagen del hombre y la mujer publicitarios, critican el uso y abuso de los celulares y discuten las escenas de campañas políticas. Con respecto a las intervenciones sobre carteles de partidos políticos, Julián comenta: “Tratamos de compensar porque si no, piensan que estamos contra algún partido en particular; lo que pasa es que en la ciudad de Buenos Aires la mayor cantidad de publicidad política es del PRO. Si piensan que somos partidistas no están entendiendo la propuesta”.

En todos los casos, sus mensajes sorprenden. Porque a través de juegos de palabras, creatividad e ironía, invierten el significado y recrean una nueva mirada. Donde la publicidad dice comprá, ellos dicen dudá. Donde la publicidad dice esto es lo mejor, ellos agregan esto también es nocivo. Donde el marketing asocia más consumo con felicidad, ellos piden –simplemente- más amor. Un mensaje rotundo y sencillo, en tiempos de ofertas y (sobre) precios con descuentos.

“Lo fundamental es que para participar no tenés que contactarte con nadie, solo tenés que tomar la herramienta, juntarte con un grupo, salir a la calle y hacerlo: no hace falta ningún intermediario ni que nadie te dé la aprobación.  A lo sumo, si querés, sacale una foto a la intervención que hicieron y compartila con nosotros que la compartimos con nuestros seguidores”, arenga Julián.

06_NOTA_ProyectoSquatters_YECHUA_ECH0210 copy

A través de juegos de palabras, creatividad e ironía, invierten el significado y recrean una nueva mirada.

Cuando los squatters trabajan, parecen seres abstraídos, desconectados. ¿Quién puede estar una hora mirando un cartel publicitario, ensimismado, como en otro planeta? Con un pincel en la mano derecha y un trapo en la otra, de cerca parecen “bichos raros”. Y cuando finalmente termina su tarea, viene el momento de pensar: lograron decir algo de otra manera.

Julián piensa en voz alta: “¿Qué hace falta para hacer contrapublicidad?… Pensamiento crítico y creatividad: dos cosas que todos tenemos”.

Desde que empezaron con las intervenciones callejeras, ya hicieron dos festivales que llevan un nombre particular: Replika. Allí se juntaron muchos activistas urbanos a intervenir carteles in situ, con bandas invitadas, y artistas de todo tipo. “El festival Réplika lo hicimos por primera vez en diciembre de 2013 en el Mercado Bonpland de Palermo. Nunca antes habíamos organizado un festival. En aquel momento hubo bandas de música, proyecciones y artistas variados. Después de un año y medio, nos llegó la propuesta desde el Centro Cultural Matienzo de hacer otro festival ahí, y entonces dijimos: “Sí, lo hacemos. No cobramos entrada y tratamos de organizarnos a través del intercambio y de la colaboración: esa es la idea básica”.

07_NOTA_ProyectoSquatters_YECHUA_ECH0312 copy

Cuando los squatters trabajan, parecen seres abstraídos, desconectados. ¿Quién puede estar una hora mirando un cartel publicitario, ensimismado, como en otro planeta?

El día del festival, todos intervienen carteles: con la música de fondo, el bullicio y las cámaras, los cuerpos que van y vienen. “Un tiempo antes les mostramos a los artistas los carteles que hay disponibles para que vayan pensando qué materiales van a llevar, qué tipo de intervención van a hacer. Porque después te encontrás con un terrible cartel, con un tiempo acotado, tus materiales, y decís ¿qué hago? Hay algunos que van y hacen lo que les sale en el momento y está bien. Pero muchos van con la idea medio resuelta y llevan los materiales preparados para concretarla”.

De noche o de día. De a dos o de a cinco. Nadie podría jurar haberlos visto, pero nadie podría negar que pasaron por aquí. Ellos son, aquí estuvieron, los squatters. Buscando decir otra cosa. Con eso mismo, y en la misma pared.

Galería de Fotos:

 

Actualización: 18/11/2015

“El muralista es un comunicador social”

“El muralista es un comunicador social”

Marcelo Carpita, autor y colaborador de más de cincuenta obras de arte urbano en distintas regiones del país, da a conocer su más reciente iniciativa: el 1º Congreso Nacional de Muralismo y Arte Público “Ricardo Carpani”, a realizarse el viernes 30, sábado 31 y domingo 1 de noviembre en el Centro Cultural Kirchner (CCK). El encuentro, cuenta, surgió de la necesidad de profundizar el debate sobre el rol del arte público y la ausencia de un marco legal que reivindique a los realizadores como trabajadores. El artista plástico dialogó con ANCCOM sobre el papel del muralismo en la vida política y social de la Argentina, definiéndolo como una disciplina de la comunicación social y en consecuencia de las Ciencias Sociales.

¿Cómo surge la idea de este Congreso?

Es una propuesta que surge de un foro que organizamos en el espacio político cultural al que pertenezco, Muralismo Argentino Contemporáneo (MAC), formado por diferentes grupos independientes comprometidos con llevar a cabo un proyecto nacional que empezó a tener un poco más de cuerpo con este gobierno. A partir de la propuesta de formar el MAC, empezamos a reunirnos y organizar un foro en el Centro Cultural de la Cooperación en 2013. Tenía como objetivo empezar a debatir sobre el rol del creador del arte público, del muralista que participa de muchos proyectos de desarrollo social, proyectos culturales y educativos, pero no está contenido dentro de un marco legal o institucional que nos considere como trabajadores. Siempre pasa como una cuestión de voluntarismo, de militancia y no como un trabajo específico. A partir de ahí, los participantes propusieron que esta discusión se debía dar en un marco mucho más participativo y  salió la primera idea del Congreso. Pero no se hizo, seguimos trabajando, haciendo nuestras actividades como siempre. Hasta que este año tuvimos una entrevista con la ministra de Cultura de la Nación, Teresa Parodi, y salió de nuevo la idea del Congreso, como una actividad de corto plazo en el CCK. Con el tiempo queremos lograr que se incluya al muralismo dentro de lo que son las políticas culturales,.

¿Cuáles es el objetivo del encuentro?

El principal objetivo es hacer visible nuestra actividad, que la gente se entere que el muralista en sí, aparte de ser una persona que se dedica vocacionalmente a pintar una pared, a embellecer, es un comunicador social. El muralismo pasa de ser una producción estética por encargo a una disciplina de la comunicación social o de las Ciencias Sociales. Porque, a partir de esa actividad concreta, se desarrollan muchas actividades colaterales que hacen que el objetivo final no sea en sí el muralismo sino la organización popular, la reconstrucción del tejido social, la capacitación laboral, la integración de personas con diferentes tipos de capacidades, la inclusión social de chicos o de personas que están en grados de marginalidad. Es decir, hay muchas cuestiones que no son necesariamente las de la pintura mural. Sin embargo, ese muralista no cobra por ese trabajo, no tiene un seguro social, no tiene una participación como docente.

¿Quiénes participarán y qué actividades se desarrollarán?

Del Congreso van a participar casi 300 muralistas de todo el país, habrá paneles que desarrollarán ejes temáticos: muralismo y trabajo, muralismo y educación, la función social del muralismo, muralismo y militancia política. También habrá disertaciones de especialistas que no necesariamente son muralistas, como Fernando Buen Abad Domínguez, filósofo mexicano, un doctor en Comunicación muy comprometido con los derechos humanos. Estuvo trabajando en la conformación de contenidos de Telesur. Posiblemente estará el cineasta Tristán Bauer y también Carlos Carpintero que es un diseñador y comunicador a partir de la imagen que es muy importante. El Congreso será en homenaje a Ricardo Carpani, quién es nuestro paradigma de artista y militante. Habrá paneles, disertaciones, talleres participativos. La idea es que se elaboren documentos generales para dárselos a la ministra en forma de manifiesto. Habrá también proyecciones de documentales, va a estar Discursos Murales, que es una producción audiovisual que hicimos junto con la Universidad Tres de Febrero. Yo fui el productor artístico, donde se toman diferentes discursos de líderes latinoamericanos y a la par se va haciendo un mural por diferentes muralistas. También se proyectarán Los próximos pasados, que es una película que hizo Lorena Muñoz sobre el mural de David Alfaro Siqueiros que está en el Museo del Bicentenario y la película Carpani, vida y obra.

¿Dónde ubicaría al muralismo dentro de la esfera artística? ¿Y qué relación tiene con la esfera política?

El muralismo es parte del arte público. El arte público lo contiene, porque también incluye a una obra de arte callejera o una murga, a una acción urbana, a una performance. Es un hecho estético, cultural, al que la gente le da múltiples sentidos y hasta lo puede resignificar para incorporarlo a su vida cotidiana. El arte público es político, entendiendo que la política es lo que me relaciona con el otro. En la comunidad, lo que cohesiona, es el hecho político, entonces este arte también lo es. Ahora que uno lo ligue o no a un hecho partidario es una cuestión de coyuntura y de elección del muralista.

¿Cree que el muralismo argentino tiene una tradición propia?

Nosotros tenemos una tradición heredada de otras culturas que son hermanas, no tenemos tradición muralística. No somos un territorio cultural en donde tengamos grandes pirámides o edificios precolombinos llenos de murales. La tradición es contemporánea, se podría decir decimonónica. Nosotros tomamos el muralismo de la Revolución Mexicana como un puntapié o como un punto bisagra para empezar a discutir la función social y política del muralismo. Anterior a eso, había algunas expresiones más ligadas al realismo social, decorativos, con un anecdotario de la Revolución Industrial o ligado a diferentes aspectos de lo que fue la Revolución Rusa, pero nada más.

¿Y cuál es la función social del muralismo?

La de comunicar. Para mí está dentro de las materias humanísticas y de ciencias de la comunicación. Es un reto la comunicación por imágenes, estamos compitiendo con la publicidad. Creo que el muralismo es una de las alternativas pedagógicas que tenemos para generar otro tipo de discurso, otro tipo de diálogo con las imágenes en la vía pública.

¿Existe una política pública que fomente al muralismo como una expresión artística?

Hay pequeños intentos aislados, pero no una política pública. Ese vendría a ser uno de los objetivos del Congreso. Lo que estamos tratando de hacer es que el Estado se haga cargo del desarrollo de planes educativos, de planes culturales o del trabajo del muralista. Pero el Estado nunca lo asumió como algo organizado, siempre fueron expresiones individuales. Queremos lograr que desde el Estado se asuma la importancia de las actividades del  trabajador muralista dentro de ciertos tipos de políticas culturales. Si lo asumió desde el cine, desde la música, desde la danza, también lo puede asumir desde el muralismo.

Carpita, muralista. Ciudad de Buenos Aires, 13 de octubre de 2015. FOTOS ROCÍO GARCÍA/ANCCOM

«Tenía como objetivo empezar a debatir sobre el rol del creador del arte público, del muralista que participa de muchos proyectos de desarrollo social, proyectos culturales y educativos, pero no está contenido dentro de un marco legal o institucional que nos considere como trabajadores», relata Carpita.

 

¿Hay alguna política pública de conservación y protección de los murales existentes?

Lo que hay son políticas sobre la restauración patrimonial, no de preservación y conservación, es uno de los temas que se tocarán en el Congreso. Existen muchísimos murales históricos que se están deteriorando y no hay una política centralizada sobre eso. ¿Por qué llegar al punto de la restauración? Hoy la gente que está en esa materia habla de conservación, de preservación y no de restauración. Y cada vez hay más murales hechos y grandes inquietudes por saber cómo se mantienen, cómo se preserva y si se necesita de una escuela para eso. Gente de conservación patrimonial dice que ahora hay nuevas técnicas, nuevos abordajes estéticos y no hay una actualización hacia los conservadores. El conservador sigue trabajando con herramientas viejas, con edificios viejos, con técnicas viejas y no cuenta con nuevas tecnologías, con acrílicos, polímeros, aerosoles. Ya hay obras muy importantes hechas así. De esto también tiene que hacerse cargo el Estado. Cuando hablo de Estado, habla de una comunidad organizada, no quiere decir que el Estado tiene que hacerse cargo de todo. Porque cuando ponemos eso frente a las empresas sabemos  que pasa: restauran lo que a ellos les importa; lo demás se deteriora. La gente le da importancia a cierto tipo de obra y por ahí no es necesariamente estéticamente bella, pero tiene mucho significado, como podría llegar a ser el mural de un nene que murió en un accidente o un pibe víctima de gatillo fácil. Tal vez ese mural es mucho más importante para la comunidad que un mural al estilo mexicanista; eso también necesita preservación. El Estado debería empezar a pensar en un instituto de muralismo que pueda nuclear todas esas problemáticas.

¿Cuáles son los espacios en donde se enseña muralismo en la Argentina?

Tuvo unos primeros inicios en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Nación Ernesto de la Cárcova, con un taller de oficios, donde se enseñaba el desarrollo de algunas técnicas. Se le daba un encuadre pseudo socia. Más que nada se practicaba la técnica en pequeños murales. Pero el abordaje en un territorio para poder colaborar y participar de un desarrollo social y educacional no estaba dado. Poco a poco, esos talleres se transformaron en un poquito más participativos. Algunos se transformaron en carreras y después los fueron cerrando cuando los diferentes gobiernos, golpes y dictaduras vieron la capacidad organizativa que tiene el taller de mural. Recién en esta etapa democrática, a partir del 83, se volvió a trabajar sobre la idea de los talleres de formación. Uno de los primeros fue el de la Escuela de Bellas Artes ‘Manuel Belgrano, que se creó en 1990. La realización de mural está incluida también en las currículas de Educación Inicial y Primaria, lo que no tienen son profesores capacitados. Uno de los problemas que estamos abordando es que el muralismo cada vez se complejiza más como para poder realizarlo como cualquier actividad porque, previamente, se necesita ver cómo se aborda la problemática espacial. Hay muchísimas cosas que un profesor común de Plástica no sabe; piensa que solamente pintando en la pared con chicos es suficiente. Es necesario trabajar con ciertos elementos didácticos y metodológicos, como para poder ayudar a la dimensionalización de la imagen, del traspaso de lo chiquito a lo grande, al poder estructurar el campo compositivo. Hay muchas cosas que no saben y eso lo tienen que estudiar.

¿Qué es lo que busca expresar en sus murales?

Es como una especie de promedio entre lo que yo quiero contar, lo que necesito contar y  la forma en que lo cuento. No me ato a una sola forma de realización, estoy muy atento a las nuevas imágenes, a cómo se involucra la gráfica o cómo se involucran los diferentes aspectos de la comunicación a través de la imagen. Puedo decir que lo que busco no es expresar, sino tratar de interpretar ciertas características del momento en el que vivo. No soy muy retardatario, como para que me digan “te quedaste en el 45”, ni muy novedoso como para decir: “Lo que hacés no se entiende nada”. Me dirijo a un sujeto común, no está dirigido a públicos eruditos ni a amantes del street art, ni de la galería. Es para la gente común y en ese promedio está el no subestimar el gusto ni el nivel de complejidad de lo que es la comunicación a través de la imagen. No les estoy vendiendo productos ya fagocitados, ya deglutidos, trato de incentivarlos a que partan a través de la mancha, a través de una figura que está sugerida y que al mismo tiempo, todo junto va describiendo algo.