En la cárcel también se menstrua

En la cárcel también se menstrua

Como ya se mencionó en una nota de este mismo medio, la salud menstrual es una problemática que urge sea parte de la agenda política dadas las consecuencias que conlleva su inaccesibilidad. Ahora bien, ¿cómo es la situación de mujeres y disidencias que atraviesan, mes a mes, su menstruación en contextos de encierro? ¿Cómo son las condiciones carcelarias en esta materia? 

En Argentina, el Estado tiene la responsabilidad de garantizar condiciones dignas de detención para las personas privadas de su libertad, lo cual contempla, por supuesto, el acceso al derecho a la salud. Sin embargo, se trata justamente del derecho que más violaciones sufre y lo que respecta a mujeres y disidencias no escapa a estas lógicas. “En el penal, como en el afuera, los insumos te los debes garantizar vos. Cada vez hay menos frecuencia en la entrega de elementos de higiene por parte de los Servicios Penitenciarios del país, cuando es un derecho que te los den, ya que te encontrás bajo la guarda del Estado. Cuando los entregan son en muy poca cantidad y de muy mala calidad: un jabón por mes, por ejemplo”, relató Liliana Cabrera, integrante de la organización Yo No Fui

A su vez, Ludmila Azcué, abogada penal e investigadora que lleva adelante distintos talleres en la Unidad Penal 50 de Batán, en el marco de una Extensión de la Universidad Nacional de Mar del Plata, expresó que le consta que en esta Unidad se distribuye sólo un paquete de ocho toallitas por mes en cada celda. “Las celdas están compuestas por cuatro o cinco personas, es decir, se dan dos toallitas por persona menstruante, cuando en verdad necesitamos 16 por mes. El Estado tiene que proveer su totalidad por ley y no lo está haciendo porque no lo considera un producto social”, afirmó Azcué. 

Las opciones para acceder a los productos de gestión menstrual estando presa son comprando estos elementos en proveeduría, donde los precios suelen ser exorbitantes y para lo cual deben contar con dinero depositado o con trabajo. Si este no es el caso, dependen de que las familias puedan proveer estos elementos y de que se los dejen entrar. Pierina Garofalo, referente de la organización Atrapamuros, aseguró que esto último tiene numerosas complejidades, “no sólo por el costo altísimo que tienen los insumos y el viaje a las unidades penales -que, al existir menos unidades de mujeres que de varones, la mayoría de ellas se encuentra alejada de los lugares de origen de las mujeres, lo cual da cuenta del impacto que la prisionización tiene sobre sus redes familiares y comunitarias- sino también porque las mujeres históricamente reciben menos visitas que los varones”.

Por supuesto, la salud menstrual es más abarcativa que el acceso a productos menstruales e incluye cuestiones edilicias que son necesarias para una menstruación digna. En este sentido, “es importante poner sobre la mesa que las cárceles y las unidades penitenciarias han sido construidas por y para varones. De la misma manera que la experiencia de las mujeres, lesbianas, travestis y trans es invisibilizada una y otra vez en los procesos judiciales, también está la invisibilidad de sus problemáticas en la arquitectura penitenciaria y las reglamentaciones vigentes, con la violencia institucional que eso implica”, afirmó Garofalo. 

“Las peores instalaciones para ir al baño, por la falta de asepsia, privacidad y faltos de mantenimiento, son los baños de las alcaldías, que dependiendo del cupo dentro de las cárceles podes pasar días o meses compartiendo un solo baño con 30 personas”, narró Liliana Cabrera y agregó: “Dentro de los penales cuesta mucho también que realicen los arreglos correspondientes cuando no funcionan los baños. También cuesta poder limpiarlos adecuadamente, porque solo contábamos con los elementos de limpieza que nos daban desde el Servicio Penitenciario Federal, la mayoría muy diluidos en agua. Si alguna no tenía la posibilidad de comprar estaba expuesta a un montón de infecciones porque era muy difícil que tus compañeras te pudieran prestar siempre lo que se considera un bien escaso y muy valioso”.

Sin dudas, estos datos críticos exponen la imperativa necesidad de redistribuir el presupuesto penitenciario en clave feminista y entendiendo que, en definitiva, lo que está en juego son derechos fundamentales como la integridad y la dignidad de las personas. “El presupuesto penitenciario, como el de otras tantas instituciones, está pensado desde lógicas androcéntricas -expresó Ludmila Azcué y añadió-, no se piensa en que hay un grupo cuyas características fisiológicas y necesidades son diferentes”.

La necesidad de adecuar las instituciones carcelarias apunta también a la transversalización de la perspectiva de géneros y de derechos en la formación del personal penitenciario para desterrar cualquier tipo de preconcepto que atente contra la dignidad de las personas. “Acceder a un control ginecológico ha sido una de las peores experiencias que hemos atravesado muchas de nosotras, por la falta de empatía de profesionales que termina derivando en violencia simbólica, entre otros vehículos para la crueldad”, relató Cabrera.

 

Contextualizar la problemática

 

En los últimos años Argentina ha presenciado un aumento exponencial de las mujeres y disidencias detenidas, lo cual no responde a un aumento en los delitos cometidos, sino a una visión y decisión política que fomenta la prisionización. Esto se inscribe, a su vez, en un aumento del hacinamiento e inadecuación de las instalaciones, la irregularidad en las provisiones y la inaccesibilidad a servicios básicos de salud.

En este contexto, es necesario que los proyectos legislativos de gestión menstrual contemplen la complejidad y particularidad de las personas menstruantes privadas de su libertad. Si bien algunos de los proyectos presentados en Argentina mencionan expresamente a los espacios de encierro como puntos de provisión, es necesario que se piensen desde un acercamiento más concreto con esta realidad. 

Ludmila Azcué, junto a sus pares de la Extensión Universitaria, propusieron -a mediados del 2020- el programa “La copa menstrual: una alternativa para gestionar la menstruación en cárceles bonaerenses”. Si bien dado el contexto de pandemia no cuenta aún con grandes avances en unidades penitenciarias, sí han llevado adelante procesos exitosos en distintos barrios populares marplatenses. A su vez, se pensó -siempre en función del contexto- en una variante de toallas ecológicas que apunta “que las propias mujeres puedan producir y eventualmente después poder hacerlas circular, no solamente al interior de la unidad sino hacerlas circular afuera, para que eso les permita de alguna manera quizás no a dinero, porque es complejo por las lógicas del sistema penitenciario, pero sí acceder -a través del sistema de trueque- a otros productos de difícil acceso en contexto de encierro”, narró la investigadora.

Por otro lado, Azcué remarcó que “es importante que desde el Estado se empiece a producir información sobre la menstruación, ya que tradicionalmente los estudios existentes fueron llevados adelante por la propia industria de la mal llamada ‘higiene menstrual’, es decir, estudios financiados por las empresas que venden esos mismos productos. Tenemos que repensar esa información desde una mirada que abandone lógicas mercantilistas y que avancen en una mirada de construcción y consolidación de los derechos humanos de las personas”. 

Sin perder de vista las fallas sistémicas y las pésimas condiciones antes, durante y después de la vida en las cárceles, es importante resaltar la dimensión de la resistencia de las personas privadas de su libertad. “Me interesa recuperar el tejido de redes cotidianas entre compañeras detenidas y la dimensión colectiva de esta pelea por el acceso a derechos que es fundamental para efectivamente garantizar ese acceso. Recuperar cómo cuando una compañera sufre una dolencia en términos de salud, es imprescindible este contar con otras que puedan acompañarla en hacer ruido y acceder a la sanidad”, expresó Pierina Garofalo y concluyó: “Esto no lo digo con ánimo de romantizar nada sino para poner sobre la mesa que los cuerpos de las mujeres, lesbianas, travestis y trans, así como son depositarias de violencias múltiples en contextos de encierro, también son territorio de batalla, de resistencia. Lo colectivo, la construcción grupal, el tejido de redes son fundamentales en todo esto”. 

Un mes sin Tehuel

Un mes sin Tehuel

Este lunes, distintas organizaciones LGTBQ+ se movilizaron a Plaza de Mayo para exigir la aparición de Tehuel de la Torre.

Este domingo se cumplió un mes de la desaparición del joven trans Tehuel de la Torre, hay dos sospechosos detenidos y la búsqueda continúa. Ante la demora en la investigación, la familia organiza marchas, pide que no se olviden de Tehuel y que hablen los que saben algo. “Nosotros si hacemos marchas, la hacemos por él”, dijo Verónica, su hermana, a ANCCOM. Este lunes, se realizaron convocatorias en distintas ciudades del país, organizadas por grupos que defienden los derechos de la comunidad LGBTQ+.

El joven, de 22 años, desapareció el 11 de marzo. Ese día se dirigió rumbo a la estación de trenes de Alejandro Korn; se supone que tenía una entrevista de trabajo con Luis Alberto Ramos, uno de los dos imputados que tiene la causa. En el domicilio de Ramos, tras el trabajo de investigación por parte de la policía, se encontró un teléfono celular y ropa, ambos objetos calcinados, corresponderían a Tehuel. Se pudo rastrear el celular del joven y se constató que estuvo activo el 11 y 12 de marzo en las inmediaciones de la vivienda del sospechoso.

Oscar Alfredo Montes es el otro detenido, un chatarrero de la zona y vecino de Ramos, detenido después de la primera marcha, acusado de falso testimonio. Montes había dicho que no vio a Tehuel el 11 de marzo pero el Poder Judicial cuenta con una foto en la cual aparecen los dos con Tehuel. 

Tehuel desapareció el 11 de marzo cuando se dirigía a la estación de Alejandro Korn parauna entrevista de trabajo.

En los más de 30 días de búsqueda y espera, se han realizado marchas en San Vicente, en Alejandro Korn, en CABA y hasta fuera de la provincia de Buenos Aires, en Córdoba capital. Verónica destaca que la familia busca hacer marchas sin intenciones de contar con banderas políticas, no quiere que se corra el foco del caso. “Desde el primer momento -dice-, la familia acordó no plantar bandera ni tomar partido, las hacemos con antorchas, como ya se hizo. Acá se trata de un ser humano, de mi hermano, no se trata de hacer política sacando provecho de lo que pasó”.

Las movilizaciones organizadas por la familia se han llevado a cabo en San Vicente y en Alejandro Korn, acompañada por los vecinos y amigos, con una frase como insignia: ”El silencio de Tehuel es nuestro grito de justicia”. 

La familia es consciente que existe un apoyo de movimientos sociales y ONGs que se han manifestado en las calles y han ayudado a la difusión de la noticia por los medios y las redes sociales. Sin embargo, desde el entorno de Tehuel intentan dejar en claro que se manejan de manera paralela. La intención reiterativa de aclarar y de querer despegarse de toda organización o movimiento que habitan en las marchas es una decisión que tiene como fin cuidar el entorno familiar de Tehuel, protegerse entre ellos. 

En el domicilio de Ramos, uno de los detenidos, se encontró un celular y ropa calcinados, que serían de Tehuel.

La familia piensa que la investigación se ha ido ralentizando a medida que pasaron los días, notaron que los medios y canales de televisión que supieron estar presentes, ya no están acompañando la búsqueda como lo hacían en un principio. Los inconvenientes con el clima y las suspensiones de los rastrillajes demoran los avances. “Hay días en que parece que la investigación no avanza, la búsqueda va a un ritmo muy lento, hubo varios días en silencio y eso nos tiene cada vez peor ”, subraya Verónica. No obstante, destacan el apoyo del Estado, tanto a nivel provincial como municipal, que los acompaña desde el principio. “Vinieron todos los técnicos que tenían que venir, seguimos con el apoyo de ellos, vienen y si necesitamos un psicólogo o lo que sea ellos están continuamente, no podemos decir nada porque desde un principio estuvieron”, detalla Norma la mamá de Tehuel.

Pasó un mes y el pedido sigue siendo el mismo, “que aparezca Tehuel, que se siga difundiendo, que lo sigan buscando y que los que saben algo, por favor hablen”, pide Verónica. Para esta semana se harán marchas, organizadas por la familia y también autoconvocadas en otras ciudades. Este lunes ya empezaron. 

El representante de la familia de Tehuel se reunió con el Ministro de Seguridad de la provincia Sergio Berni y la fiscal Karina Guyot, de la Unidad Funcional Descentralizada San Vicente, y llegaron a un acuerdo para que se publique un comunicado que ofrezca una recompensa a todo aquel que aporte datos fehacientes que proporcionen información nueva para la búsqueda. De acuerdo con los datos obtenidos y al resultado que se logre, el monto se fija entre 1,5 millones y 2 millones de pesos. Mientras tanto, la familia, los amigos y comunidad LGTBQ+ sigue preguntando “¿Dónde está Tehuel?

Un sano libro de dos enfermas distintas

Un sano libro de dos enfermas distintas

Nunca me dejes de responder es una novela epistolar, escrita a partir de una correspondencia por mail que mantienen dos licenciadas en Ciencias de la Comunicación mientras atraviesan distintas enfermedades: la dramaturga Lucila Quarleri y la creadora del blog feminista vagafiebre Estefanía Enzenhofer. Ambas se propusieron publicar el texto en medio del aislamiento por la pandemia, al advertir que muchas personas con problemas de salud estaban como ellas: en sus casas, encerradas y con mucho miedo. 

Comenzaron a dialogar por mail en junio de 2019. Lucila le escribió a Estefanía, después de haber visto la publicación de una foto suya que la mostraba haciéndose una infusión de natalizumab. En esa foto, Quarleri vio un gesto de rebeldía que abrió el diálogo: “Le escribí porque sentía mucha necesidad de hablar con alguien enferma, de mi edad, en una situación similar. Sentía que íbamos a poder empatizar, no porque nuestras enfermedades fueran parecidas -porque no tenían nada en común- sino en el sentido de estar segura de que muchas de sus preguntas y sus miedos eran mis miedos y mis preguntas. Y también muchos de sus enojos”, relató. 

La riqueza del libro está en que no fue pensado para ser publicado y eso lo vuelve muy transparente, muy sincero. La base son cartas concretas, reales, verdaderas confesiones de una amiga a la otra. “Vos te juntas con una amiga y le contás todo: que fuiste a trabajar, que cogiste, que te tuviste que hacer un análisis, que tu jefa es una forra. No tuvimos que trasladarlo, yo le contaba todo y ella también y eso se editó después. Fue todo muy natural“, explicó Quarleri.

La riqueza del libro está en que no fue pensado para ser publicado y eso lo vuelve muy transparente, muy sincero.

La idea de publicar estos intercambios surgió cuando comenzó la pandemia. Sin embargo, las autoras coincidieron en que lo trabajado con las editoras fue agregar alguna información que faltaba para que el lector pudiera ponerse en contexto: transitar la enfermedad con más preguntas, amenazas de más enfermedad sobre la enfermedad, más incertidumbre, más soledad. 

A su vez, el deseo de transformar esas correspondencias en un relato estaba profundamente relacionado con que en las cartas estaban hablando de un montón de otras cosas que iban más allá de sus enfermedades. Por un lado, estos intercambios están atravesados por el feminismo, raíz del encuentro entre ellas, y muchas veces motivo de opresión en las instituciones de salud. Por el otro, la idea de escribir como una herramienta poderosa para abrir la reflexión por fuera de comprender a las enfermedades como trágicas o desde un espacio de autoayuda. Cuando Enzenhofer se comunica con la editorial Populibros, evalúan la posibilidad de la publicación. “Había un principio y un fin, pero lo fuimos trabajando y armando un hilo. El nombre lo sugirieron las editoras. Sin embargo, los mails estaban ahí. Fue un laburo en conjunto, súper lindo, muy orgánico, porque el acto comunicativo en sí era una charla entre amigas”, sostuvo Estefanía.

La decisión de haber iniciado los intercambios en ese soporte tuvo que ver con una cuestión más bien intuitiva. Quarleri, quien escribió primero, no quería dialogar por WhatsAapp o por audios: “Necesitaba algo más profundo y el email tiene esa característica: otra cadencia, otro ritmo, otro tiempo”. Esa vía de contacto le permitía pensar cada respuesta y cada pregunta, sin apuros ni urgencias. 

“Necesitaba algo más profundo y el email tiene esa característica: otra cadencia, otro ritmo, otro tiempo”, dice Quarleri.

En el proceso de escribir los emails, a Enzenhofer le resultó reparador el hecho de poder estar, responder y acompañar a Quarleri. En cambio, Lucila relató que se encontró con Estefanía  “en la insolencia. Pensábamos en hacer una lista de cómo ser una enferma de mierda. Parece que una está enferma y se generaliza lo que es estar enfermo; un enfermo, dos puntos. Yo sabía que ella era una enferma distinta y necesitaba hablar con una enferma distinta que además estaba atravesada por el feminismo. Creo que nos encontramos en el desparpajo y también en la bronca. Me parece que esas son características del feminismo”. 

En ese trayecto de escritura y diálogo, que es la base del libro, Quarleri sostuvo que encontró una compañera, un alivio y, al mismo tiempo, eso le permitió estructurar su pensamiento. Recuerda que cuando ella se enfermó “se quedó como muda”, no podía decir nada al respecto y el hecho de ir elaborando un pensamiento en relación a su enfermedad, le permitió ponerle palabras a lo que le estaba pasando y transitarlo acompañada. 

Nunca me dejes de responder, el título de la novela, tiene un doble significado. En un aspecto, es un pedido a que el cuerpo nunca les deje de responder como un deseo, un anhelo, un grito. Pero también es un llamado a la receptora, de Lucila a Estefanía, de Estefanía a Lucila. Es quizás la falta de atención de los otros hacia sus cuerpos, lo que habilitó el miedo a no recibir una respuesta del otro lado y el pedido de que nunca les dejen de responder, reflexionó Quarleri. Esa desatención principalmente estaba dada por las instituciones sanitarias y ambas autoras lo describen en el desarrollo del libro: muchas veces se encontraron con destratos o menosprecios respecto a sus síntomas y las repercusiones de los mismos en lo emocional, por parte de profesionales de la salud. Invisibilización dada también por el hecho de ser mujeres. Ambas dan cuenta de que esas opresiones están desde lo más básico, desde lo biologicista, incluso ya en el pensamiento de que las mujeres pueden soportar más dolor por el hecho de ser mujeres. Enzenhofer relató que durante su enfermedad “me han llegado a preguntar cómo estaba y cuando yo les respondía ‘bien, me quiero ir, no quiero estar más acá’ me han llegado a decir: ‘¡Ah, bueno! ¡yo tampoco!’, como si fuera lo mismo. Es constante. Y eso es porque soy una mujer, argentina y que encima vive con una enfermedad crónica”.

En relación a la edición y publicación del libro, Lucila confesó no sentir alivio, sino satisfacción. La satisfacción de contar una verdad, porque el libro muestra que no hay una sola manera de estar enferma. Y que hay reparación posible.