Con la garganta afilada

Con la garganta afilada

Iván, Ezequiel y Roque posan junto a Nora Cortiñas en la manifestación convocada por La Poderosa.

“No queremos policía, no queremos represión, queremos para los pibes, trabajo y educación”. Ese fue el grito que se escuchó, constante, en la manifestación convocada por La Poderosa en la Villa 21-24. La ecuación es muy simple: la muerte habitual de pibes en manos de las fuerzas de supuesta seguridad.

La marcha no sólo fue en repudio de los actos de represión estatal que se vive en las barriadas, sino también en acompañamiento a los padres de Iván Navarro y a la madre de Ezequiel, quienes declararon en Tribunales, como testigos de los querellantes, sus hijos, víctimas de tortura en octubre del 2016 en manos de seis prefectos, hoy en el banquillo.

Iván y Ezequiel fueron golpeados, torturados, sometidos a simulacros de fusilamiento, atados a las rejas, corridos  picaneados. Hoy siguen siendo amenazados y hostigados por la misma fuerza que se supone que los tiene que cuidar. Y no es un caso aislado. Lo excepcional del hecho es que se haya tornado público y que haya seis prefectos procesados con prisión preventiva.

Se animaron a denunciarlos, tuvieron la garganta bien filosa para gritar que esto no debe seguir sucediendo. En respuesta sufren la persecución diaria de los prefectos al grito de “buchón” y el amedrentamiento constante hacia ellos y sus familias.

Esto, en las villas, es algo cotidiano. El sábado pasado irrumpieron sin orden de allanamiento ni motivo aparente en la casa de Roque, fotógrafo de la Garganta Poderosa, quién intentó registrar con su cámara cómo los uniformados (la mayoría sin identificación) golpeaban a dos menores de edad en la puerta de su casa.

Ivan Navarro observa desde su casa la manifestación.

Lo golpearon y llevaron detenido, también a su cuñado Juan Pablo, sin ningún fundamento. Abusaron y golpearon a su hermana Jesica. Mientras que a su otra hermana, María, la secuestraron en un patrullero durante 90 minutos sin informar donde la llevaban ni por qué. Unos minutos antes habían disparado balas de goma contra la casa de Iván.

Roque y Juan Pablo estuvieron dos días detenidos en la comisaria 30 de Barracas, la misma donde días anteriores habían sido detenidos compañeros de ATE que reclamaban por la liberación de los Metrodelegados (detenidos por ejercer su derecho a huelga).

El lunes 28 de mayo, Roque y Pablo declararon en Tribunales y en menos de 24 fueron  sobreseídos. La causa que intentaron armarles no tenía ningún sustento.

En este contexto de inseguridad para los vecinos de los barrios, el viernes se acercaron distintas organizaciones políticas para acompañar la manifestación, referentes de derechos humanos, Ni Una Menos, PTS, CTEP, Nora Cortiñas, Claudia Korol, Sergio Maldonado, madres de victimas de gatillo fácil, Correpi, la Corriente Villera.

Una de las calles de la villa 21-24.

Mientras la marcha avanzaba en las calles llenas de gente, con los puños en alto, entre bombos y gritos eufóricos se escuchaba: “Olee, ole, oleee, olaa, con Roque y Pablo vamooo’ a gritar, Patricia Bullrich va a tener que renunciar”.

Y fue difícil, de verdad, no emocionarse o sentir el mismo dolor que estaba atravesando Roxana, mamá de Kevin, quien recibió una bala perdida en una zona liberada por la misma policía en la villa Zavaleta. O Mónica, mamá de Luciano Arruga, desaparecido por la policía bonaerense, torturado y enterrado como NN. El dolor de Angélica, mamá de Kiki Lezcano asesinado por un policía que filmó su agonía. Ese dolor que se atraviesa cuando no hay una respuesta del Estado. Cuando la orden está dada para que se ejerza la pena de muerte a criterio de cada uniformado, cuando no hay una política que cuide verdaderamente a lxs pibxs y se comprometa a brindarles opciones reales para vivir mejor (o simplemente vivir, sin ser golpeado, torturado o asesinado por un policía).

Culminó la manifestación en Iriarte y Vélez Sarsfield, donde hablaron Nacho Levy, referente de La Poderosa, Roque, Nora Cortiñas, El sacerdote Toto de Vedia, de la parroquia Virgen de Caacupé en la villa 21- 24 y Sergio Maldonado.

Una vez finalizada, la caravana continuó hasta Tribunales, en un abrazo colectivo y dándole fuerza a Iván y a su familia para que nunca dejen de gritar, sosteniendo el control popular a las fuerzas de seguridad.

Contra el sometimiento sistemático hacia lxs vecinxs de las villas, es que hoy colmaron las calles de la 21-24. Con organización bien de abajo, con resistencia y solidaridad. El codo a codo, las manos agarradas bien fuerte y los dientes apretados de bronca pero callados nunca más.

No estamos todos

No estamos todos

«Hay muchos Lucianos», dice Mónica Alegre, madre de Luciano Arruga, en este especial por el aniversario de la desaparición de Luciano Arruga, un adolescente que fue desaparecido y torturado por la policía en 2009, enterrado como NN y encontrado en 2014.

Mirá el especial de Luciano Arruga

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=1lFHn5h2hBg&w=560&h=315]

 

El Espacio Social y Cultural Luciano Arruga es construido en el destacamento N° 8, dependiente de la Comisaria 8ª de Lomas del Mirador, gracias a la lucha de organismos de derechos humanos, familiares y amigos del joven que le dio su nombre a ese lugar donde, antes de morir, había sido detenido ilegalmente y torturado.

En el destacamento, como tal, sólo se podían realizar tareas administrativas. Sin embargo, hay huellas de los cientos de Lucianos que pasaron por allí. De la ventana ataban a los pibes. Y los dejaban ahí, como basura amarrada a las rejas. Las marcas de los chicos hoy siguen intactas, no hay lavandina que las borre. Son huellas del dolor que atravesaron los jóvenes que tuvieron que padecer el hambre de esas fieras con gorra.

En el barrio 12 de Octubre ser pobre y vestir de determinada manera basta para ser detenido y  obligado a robar para la cana: esa misma que nos tiene que cuidar. Y el pibe no se puede negar, no corre con la misma suerte que el resto de la sociedad. Luciano se negó. A él y a sus familiares los hostigaron durante años. Lo detuvieron y lo molieron a palos en la cocina del destacamento, mientras su hermana Vanesa y su mamá Mónica oían sus gritos. Pero no pudieron pararlos. El hambre de la gorra se llevó puesta su vida.

Tenía 16 años cuando lo chuparon. El 31 de enero del 2009 salió a buscar dinero a lo de su hermana Vanesa. Hoy, 9 años después, nunca volvió. Lo vieron por última vez en el destacamento, alrededor de las 22. Y no hubo más noticias suyas, hasta el 17 de octubre del 2014. Cinco años después apareció el cuerpo enterrado en el Cementerio de Chacarita como NN. Claro, no había habido  oportunidad de reconocerlo si en el libro de guardias del Hospital Santojanni , donde lo había llevado la Policía,figuraba como un “hombre de 35 años de tes blanca”. Luciano era un pibe morocho y tenía 16 años.

Luciano murió atropellado en el cruce de la Avenida General Paz a la altura de Emilio Castro. Los testigos declararon verlo correr desesperado y sin zapatillas, lastimado. Es una avenida de carril rápido. Hay un cruce bajo nivel para los peatones. Luciano vivía a pocas cuadras. Sabía que no se cruza por allí. Cruzó corriendo en la madrugada de ese 31 de enero. Lo atropelló un auto. En la autopsia además de las marcas del vehículo, aparecieron signos de tortura: golpes en todo el cuerpo y una costilla rota.

En el destacamento se cuidaron. Se encargaron de lavar el patrullero y toda huella que se pudiera borrar. Moni no dejaba de preguntar por su hijo. Pero nadie le daba respuesta. Hasta que luego de cinco años, luego de buscarlo 1.866 días, apareció enterrado en Chacarita.

Luciano Arruga representa una problemática social que tiene relación con las políticas neoliberales y el silenciamiento social de prácticas represivas, de violencia institucional, de represión estatal. No es un caso aislado sino el accionar de instituciones corruptas. 

El delito de detención forzada de personas es definido por Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, como “el crimen de crímenes, porque se viola todos los derechos de una persona, se la priva de todos sus derechos. Es imprescriptible y permanente, todos los días la persona sigue desaparecida”. Se incorporó por la Ley 26.679 en el Código Penal en el año 2011.

Y es paradójico, porque en una democracia se supone que nadie tiene que desaparecer. Sin embargo, a Luciano lo mató la Policía, lo desapareció el Estado y lo encontramos luchando.

Lee la entrevista a Vanesa Orieta publicada el año pasado por ANCCOM: AQUÍ

Mirá la fotogalería de ANCCOM:

 

Transgresión

Transgresión

“Todos tenemos la parte masculina y la parte femenina”, dice Naty Menstrual.
“No me siento ni mujer ni hombre”, dice Karen Bennett.
“Creo que soy un devenir”, dice Susy Shock.

Tres artistas transgresivas presentan una visión crítica y reflexiva sobre diferentes temas que nos atraviesan como sociedad: identidad, ‘ser hombre’, ‘ser mujer’, prostitución, igualdad y
transfobia, entre otros.

Karen es cantante, guitarrista y compositora, traductora de alemán e inglés. Susy canta, escribe y
es docente. Naty, también es escritora, actriz, locutora y diseñadora de indumentaria.

Acompañamos a las tres por los lugares donde fluyen y brotan sus virtudes, donde lucen sus
talentos: un recital en el bar El Viejo Buzón, el “Poemario Transpirado” en Casa Brandon, la vigilia del
último ‘Ni una menos’, un café concert en Pride Café y un día de trabajo en la feria de San Telmo.

“Diseñé una remera que dice: ser puto, ser trans, ser trava, ser torta, ser bolita, ser negro, ser
hombre: ser humano”, dice Naty.

“Siempre trato de decirles a mis amigas mujeres: ‘Dejen de ser mujeres, no seamos ni hombres,
ni mujeres’. Es la forma más grosa de romper con el modelo machista”, dice Karen.

“Ser travas es lo más maravilloso que nos puede pasar, el problema es lo que le pasa a este
mundo con esto”, dice Susy.

Desde sus experiencias personales y únicas, Naty, Karen y Susy cuentan cómo comenzaron a
dedicarse a aquello que aman hacer, cómo lograron visibilizarse tal como deseaban y con qué
dificultades se encontraron en ese camino.

Mirá el especial de ANCCOM:

 

Actulizada 02/08/2017

La reforma, con sangre entra

La reforma, con sangre entra

Tras 17 horas de debate ininterrumpido, a las 7.08 de la mañana, la Cámara de Diputados aprobó por 127 a 117 la reforma previsional que, entre otras cosas, cambiará la manera de calcular el haber jubilatorio, la Asignación Universal por Hijo y las pensiones de discapacitados y ex combatientes de Malvinas. De esta manera, el Gobierno pone en marcha un recorte en la seguridad social que, según quién lo calcule, va de 70.000 a 100.000 millones de pesos. La nueva ley se aprobó tras masivas movilizaciones de repudio que se prolongaron hasta la madrugada y, sistemáticamente, terminaron con represión y detenidos.

Con un Congreso vallado desde las 21 del domingo, más de 500 mil personas se movilizaron ayer al mediodía en contra de la reforma previsional impulsada por el Cambiemos, según estimaron algunos gremialistas que ayer convocaron. El operativo estuvo a cargo de la Policía Metropolitana y no, como ocurrió el jueves pasado, de Gendarmería. La brutalidad fue la misma: gases, balas de goma, un centenar de detenciones y sesenta heridos.

“¿Qué golpe? Si tienen los medios de comunicación, el poder económico, fuerzas de seguridad y encima el Poder Judicial. ¿Pero sabés lo que pasa? No le da la cara para sacarle a los que más tienen pero sí a los jubilados”, reflexionaba un periodista de radio mientras relataba cómo la Plaza de los Dos Congresos comenzaba a llenarse de agrupaciones políticas y gremiales.

Mientras la bancada oficialista lograba quórum y daba inicio a la sesión, las columnas de la Asociación de Trabajadores del Estado, Unidos y Organizados, La Cámpora, Nuevo Encuentro, El Hormiguero, Proyecto Popular, sindicatos docentes, partidos de izquierda, el colectivo Ni Una Menos, organismos de derechos humanos, entre muchas otras, nutrían la enorme manifestación de repudio a la baja de los haberes jubilatorios propuesta por Cambiemos. Los manifestantes ocupaban toda la Plaza de los Dos Congresos y la Avenida de Mayo hasta la calle Piedras, nueve cuadras bien abigarradas.

La violencia institucional se respiraba en el aire antes de que los gases lo volvieran, en efecto, irrespirable. “Desde la Defensoría del Pueblo me pidieron que venga con la pechera como ‘mediadora de conflictos’. Hace 20 minutos me avisaron que ya la Policía le pegó a un par de compañeros”, contaba una mujer. “Si el jueves le dieron a los diputados, ¿no les van a dar a ustedes?”, preguntaba otra. “¿Qué onda? Re intimidatorio”, remataba una tercera.

Mientras, una joven miraba el helicóptero policial que sobrevolaba la zona. Segundos después, los militantes de La Cámpora empezaron a retirarse, lo que desconcertó a compañeros de otras organizaciones que estaban allí. “Compas, con tranquilidad, vayan dándose vuelta”. Cuatro referentes de otras agrupaciones pasaron corriendo con estruendos de fondo que no se sabía de donde provenían: “¡Replieguen las banderas! ¡Caña acá compañero, por favor! ¡Comencemos a desconcentrar!”.

Una lluvia de piedras cayó sobre la policía desde la primera fila de la marcha. El polvo blanco del gas lacrimógeno se esparció desde el centro de la plaza hacia los extremos y rápidamente la gente se cubrió las caras con sus pañuelos verdes por el aborto legal, rojos, cuadriculados blancos y negros, o con las remeras guardadas. “Dos años atrás era impensado todo esto. ¿Cómo puede ser que haya cambiado tanto? Ahora que te llegue un mensaje de cómo cuidarte y qué estrategias de prevención tener en una marcha es algo normal”, dijo un joven.

Ante la represión, la multitud respondió con cánticos que, al contrario de otras movilizaciones, fueron masivos y al unísono: “Unidad de los trabajadores y al que no le guste ¡se jode, se jode!”, o el tradicional. De manera organizada, las columnas comenzaron a desconcentrar, intentando protegerse del accionar, otra vez desenfrenado, de las fuerzas de seguridad.

A medida que en los manifestantes se dispersaban por las fuerzas de seguridad, el debate en el interior del Parlamento se calentaba. El diputado y ex ministro de Economía, Axel Kicillof, detalló, números en mano, que con la nueva ley los jubilados solo recibirán un tercio del aumento estipulado en comparación con la legislación actual. Y denunció la represión que se vivía afuera: “Quieren tapar con cámaras de televisión toda la gente que se moviliza, y, oh casualidad, sólo muestran a los infiltrados que nunca agarran”.

Victoria Donda, de Libres del Sur, apuntó contra la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich: “La única paz que puede existir (con ella) es la de los cementerios”, afirmó. La experimentada jefa de bloque del Frente Renovador, Graciela Camaño, subrayó que “la legitimidad no es una foto de una elección, sino que es una serie de acontecimientos que deben hacer al grupo político”. Y rechazó “a los violentos de afuera pero también a los de adentro porque no es la primera vez que ponen infiltrados”, dijo.

Uno de cruces más picantes se dio entre Agustín Rossi, jefe de bancada del Frente para la Victoria, con la diputada oficialista Elisa Carrió, quien se retiró del recinto: “Te hubieses ido cuando eras funcionaria de la dictadura en el Chaco, mientras que a nuestros compañeros los mataban en Margarita Belén”, le dijo Rossi. Y añadió: “Nunca habíamos tenido el Congreso militarizado desde el regreso de la democracia”, y responsabilizó a Patricia Bullrich por el operativo.

A una cuadra de allí, desde la calle Bartolomé Mitre, salían personas con las caras irritadas y los ojos inyectados en rojo por los gases. Una mujer se acercó y les ofreció agua, otra les  aconsejó ponerse limones en la boca. Cerquita, a unos metros, un chico tirado boca arriba hacía señas de que encontraba bien pero que necesitaba estar tranquilo un rato.

“Ailín no contestó todavía si está bien, ¿no?”, pregunta una amiga. “Están pidiendo levantar la sesión porque están tirando con balas de plomo”, alerta otro. Las versiones, en medio de la represión, se multiplican, igual que los cuidados entre compañeros.

Héctor, 68 años, jubilado, estaba sentado a la sombra de un árbol en la esquina de 9 de Julio y Bartolomé Mitre con un cartel: “Los jubilados son la patria. No los traicionen. Ellos los votaron Señores Diputados”. Mientras se secaba el rostro con un pañuelo, recordaba que hace tres años podía llegar a fin de mes: “Vine con un amigo que le sacaron más de la mitad de los medicamentos, no nos podíamos quedar en casa. Yo fui obrero náutico toda mi vida, no pido riqueza, sólo dignidad”. Y con impotencia reflexionaba sobre los medios y periodistas que a esa altura, casi en cadena, mostraban únicamente el show de las piedras y las balas: “Nos mienten, ¿pero sabés una cosa? Lo que no pueden es borrarte la memoria. Yo en el 2001 vi a mis hermanos cartonear. No puedo explicar lo que fue eso”.

Por Avenida de Mayo, tomados de la mano, Daniel y Verónica se manifestaban como lo habían hecho el jueves anterior. Ambos de 62 años, él profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, explicaba: “El problema es la situación que esconde todo esto, la desinversión en materia de seguridad social”. Luego se levantó la remera y mostró los dos balazos de goma que le acababan de dar una hora atrás sólo por defender sus derechos.

Después de siete horas de represión, ya no había manifestantes en la zona del Congreso. Sin embargo, cerca de las 21.00 comenzaron a tronar las cacerolas en diferentes barrios porteños, bonaerenses y en algunas ciudades del interior, como Rosario y Santa Fe. Miles de personas, después, marcharon con ollas y cucharones a realizar una vigilia frente a las vallas que cercaban el Congreso. Como exactamente hace exactamente 16 años volvieron a sonar, espontáneamente, en repudio a la sordera y la insensibilidad del poder. El mensaje del pueblo es claro: “Si se meten con los viejos / qué quilombo se va armar”. Cerca de las 4 de la madrugada, otra vez los gases policiales lograron la dispersión. Tres horas más, los diputados aprobaron la nueva ley que cumple con  las tres exigencias del Fondo Monetario Internacional: cambio a la baja en la fórmula de sustitución, cambio en forma de actualización y prolongación de la edad jubilatoria.

Actualizado 19/12/2017

Con las defensas altas

Con las defensas altas

“En la primera denuncia que hice no tenía idea de cómo se hacía, tenía dos hijos chiquitos, de 4 y 5 años, no tenía con quien dejarlos así que salí y me fui a la comisaría. No sabía ni qué carajos estaba haciendo cuando le comenté al cana lo que quería hacer. Y encima andaba con un miedo terrible de que los chicos contaran donde habíamos estado; tuve que ir con ellos porque no tenía con quien dejarlos”. La que habla es Daniela, 45 años, víctima de violencia de género.  Su historia es solo una entre tantas que existen, y la pregunta que se formuló es la de muchas:  ¿Qué hacer? ANCCOM indagó en un recorrido institucional posible en la zona oeste del Conurbano.

“En el oeste está el agite”, dicen algunas frases pintadas en aerosol que retoman una canción de Divididos. Uno las puede ver desde el Ferrocarril Sarmiento, cuando está a punto de finalizar su recorrido en el  partido de Moreno. En la estación cientos de personas van y vienen, miles de historias que circulan en silencio, tal vez queriendo ser escuchadas, tal vez queriendo ser rescatadas. Como la de Daniela, que cuenta:  “Hubo un tiempo en que como él trabajaba en seguridad, tampoco quería hacer la denuncia pensando en que los chicos eran chiquitos y él podía llegar a perder la fuente de trabajo. Entonces, no hice una denuncia no pero sí una exposición, para que si pasaba algo por lo menos que la gente que después empezara a investigar supiera  lo que en realidad ocurría, si es que llegaban a investigar y si es que pasaba algo”, dice.

El Programa Nacional Ellas Hacen, surgido en el año 2013, fue pensado para incluir a aquellas mujeres que atraviesan una situación de vulnerabilidad dentro de una iniciativa laboral y de formación. El programa  prioriza principalmente a madres de familias numerosas, con hijos con discapacidad o víctimas de violencia de género,  las ayuda a completar sus estudios y les brinda la oportunidad de formarse en algún oficio, como así también en diferentes temáticas como talleres de prevención de la violencia y salud sexual y reproductiva.

El Programa Nacional Ellas Hacen se convierte en una herramienta para el empoderamiento femenino al darles una oportunidad de independencia y realización personal. Foto Archivo ANCCOM.

La psicóloga e integrante del Ellas Hacen, Yanina García López,  explica que “las mujeres que sufren violencia de género muchas veces tardan en hacer las denuncias, a veces hasta años, y por lo general es por miedo. Porque reciben amenazas, muchas veces no tienen dónde ir porque la casa que habitan es la que comparten con el victimario”. Por eso,  el Programa se convierte en una herramienta para el empoderamiento femenino al darles una oportunidad de independencia y realización personal.

Micaela Guaricuyú, estudiante de Trabajo Social en la Universidad Nacional de Moreno, trabaja hace cuatro años dentro del programa y explica: “Nosotras las acompañamos en todo el proceso; desde lo legal y lo personal, porque hay mujeres que por ahí una vez que denuncian no tienen adónde ir, o no tienen qué comer, o tienen problemas de salud. En esos casos las acompañamos al médico,  como compañeras. Armamos un bolsón solidario de mercadería el cual hacemos rotar para las compañeras más necesitadas. También colaboramos con ropa, remedios y trabajamos con la salita barrial, tramitando los turnos para atender a esas mujeres o chicos que muchas veces también son golpeados.”

A pesar de que el programa esté orientado sobre todo a aquellas mujeres más vulnerables, no realiza un seguimiento de los casos, ni brinda un acompañamiento hacia las víctimas. Por esa razón, muchas de las cooperativistas del Ellas Hacen decidieron organizarse y fundar el  Frente de Compañeras, hace cuatro años. Organizamos reuniones donde no solo nos informamos sobre qué hacer sino también sobre los derechos de cada una, como así también cada vez que tenían que asistir al juzgado que le correspondía. Nosotras íbamos y las acompañábamos”, dice Guaricuyú, quien también comenta que el Frente logró agilizar la realización de los informes forenses de las víctimas, ya que el trámite en Moreno demoraba demasiado o, incluso, debían realizarse en el partido de General Rodríguez.

Daniela, después de intentar suicidarse, finalmente decidió denunciar a su abusador. Horas y horas en comisarías y fiscalías junto a sus hijos pequeños, soportando el destrato por parte de aquellos que debían protegerla. Hasta fue ella misma quien tuvo que notificarle a su golpeador que debía retirarse del domicilio.

Muchas de las cooperativistas del Ellas Hacen decidieron organizarse y fundar el Frente de Compañeras. Foto archivo ANCCOM.

“El programa Ellas Hacen fue el que me ayudó a darme cuenta de lo que estaba pasando, las vivencias, el empezar a relacionarme con otra personas, el empezar a escuchar, ir transitando. Me ayudó a darme cuenta de lo que estaba viviendo, me dio las herramientas  y también me permitió armar el círculo de contención que pude armar. Por eso, también salí de mi casa, porque él no se iba… me fui y alquilé durante tres años”, recuerda.

En Moreno también está presente Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumala). Ayelén Kelly, coordinadora zonal, dice: “Hemos sido parte del acompañamiento de varias mujeres en el distrito, hemos acompañado a Ailén y Marina,  que son dos hermanas que estuvieron privadas de su libertad durante dos años por defenderse de un acosador en la calle, luchamos y exigimos su inmediata liberación.”

Las secuelas siempre las acompañan a las Danielas, tal como lo explica García López. “La violencia psicológica tarda mucho en sanarse, muchas veces pasan años y años y siguen teniendo pesadillas o teniendo miedos. Muchas veces tienen periodos buenos y después recaen en los miedos.  Al llevar tanto tiempo se convierte como en una enfermedad crónica y las secuelas siempre están, yo creo que de por vida, solo que algunas por ahí no se ven tanto”, afirma.

Actualizado 24/10/2017