Todo pan es político

Todo pan es político

 

Fue a mediados de agosto, en el mes de la Pachamama, que la primera manifestación contra la aprobación del trigo transgénico tuvo lugar a lo largo de todo el país. El Panazo ocurrió en la semana del 16, con una convocatoria a través de las redes, bajo la consigna “¡Con nuestro pan no!” y constaba en la distribución de productos panificados realizados con trigo agroecológico. Esta vez, el reclamo no era por el aumento de las materias primas sino por la posible utilización de trigo genéticamente modificado en las mesas argentinas. 

“Las principales características del trigo transgénico son, por un lado, la resistencia a la sequía. Por el otro, es que se le otorgó una resistencia a un agrotóxico que es el glufosinato de amonio, así que ya de entrada este trigo está diseñado para que pueda ser utilizado en conjunto con un agrotóxico”,  explica María Eugenia Suárez, investigadora adjunta del CONICET, especializada en ambiente, conservación y sustentabilidad. La resistencia del trigo HB4 a crecer frente a una crisis hídrica es un dato al que la investigadora agrega: “Se crea este trigo supuestamente para poder resistir a la sequía, una sequía que fue creada, en gran parte, por el propio agronegocio y por el mismo modelo de producción agropecuaria. Ahora se trata de emparchar y tratar de seguir adelante bajo el mismo modelo proponiendo algo que lo único que hace es profundizar los problemas que este propio modelo ha creado”.

Su aprobación fue publicada el año pasado durante el mes de septiembre en el Boletín Oficial por parte del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca a través de la resolución N°41/2020. En esta, se acepta la aplicación del trigo transgénico HB4 creado por la empresa rosarina Bioceres (compañía dedicada a la biotecnología agropecuaria). Pero, hay un dato que llama la atención: es necesaria todavía la aprobación por parte del Gobierno brasileño para que se pueda efectivamente comercializar este cultivo. Esta decisión no es al azar, sino que responde al hecho de que Brasil es el principal importador del trigo argentino. La comercialización de este trigo en Argentina queda supeditada a lo que Brasil decida. Lo cual es claramente una decisión para nada soberana y, por otro lado, muestra muy claramente que la finalidad que se busca con este paquete tecnológico es la exportación”  sostiene Suárez. 

Marcha por la crisis climática.  

El Instituto de Agrobiotecnología de Rosario (INDEAR), empresa de investigación y desarrollo biotecnológico que surge entre la alianza del CONICET y Bioceres (una de las empresas de biotecnología agrícola más importantes de la Argentina con sus cotizaciones en la bolsa de New York) fue la encargada de la fabricación del trigo HB4. Soledad Barruti, periodista dedicada a la alimentación e industria alimentaria, en su charla junto a Darío Sztajnszrajber, en Tecnópolis durante la Feria Nuestra”, manifestó que “el 60 por ciento de la tierra cultivable está destinada a la soja de exportación (también transgénica, con su primera aprobación en 1996). La agricultura es la producción de la tierra para la alimentación humana mientras que el agronegocio es la producción de la tierra para los negocios de la Sociedad Rural Argentina. Esto hace que no se produzca para vender, se producen granos para exportar y alimentar animales encerrados en granjas industriales que luego son consumidos en los países de más alto ingreso.” A esto,  Suárez agrega que la finalidad de la producción y comercialización del trigo transgénico en Argentina no tiene que ver con paliar el hambre, no tiene que ver con la desnutrición, no tiene que ver con mejorar el bienestar del pueblo argentino sino con responder a intereses económicos que son los que priman hoy, que salgan favorecidos económicamente los mismos de siempre”.

Las consecuencias de la aplicación de este trigo no solo suponen una desventaja económica a otros productores dedicados a la agroecología, sino que también vulnera aspectos sanitarios y ecológicos: “Más allá de lo económico, los que salimos perjudicados somos todos, incluyendo a los mismos participantes del agronegocio, sus nietos, sus hijos y seres queridos —asegura la científica—. Porque la producción de este trigo transgénico, como cualquier producción bajo este modelo agroindustrial de producción, es dañina a nivel socioambiental, empezando con el uso de agrotóxicos y porque seguimos avanzando sobre bosques nativos para poder seguir ampliando la frontera agrícola”. Sumado a esto, se han verificado innumerables casos de contaminación transgénica (como la soja y el maíz) a cultivos aledaños que pretenden ser orgánicos, “La soberanía alimentaria y así como el derecho de los pueblos de decidir qué es lo que quiere consumir y que es lo que quiere producir se ve totalmente vulnerado. Hay un montón de productores que quieren producir de otra manera y quieren empezar a producir un modelo diferente a través de la selección de semillas y  el fomento de otro modelo agropecuario. Al implementar este trigo transgénico y como ya ha sucedido con otros productos transgénicos se ve una clara vulneración y alejamiento de alcanzar una soberanía alimentaria”, agrega Suárez.  

Organizaciones que conforman la Plataforma Socioambiental se expresan contra la autorización del trigo tránsgenico.

¿Es posible una soberanía alimentaria en un país dominado por el agronegocio y la industria alimentaria hegemónica? Barruti da una respuesta desalentadora: Lo que termina habiendo es una sociedad cada vez más destruida por lo que está comiendo, mientras el dinero no le alcanza para comer mejor. Es un sistema muy tremendo que no deja a nadie del otro lado. No hay otro lado, si lo que hay es un montón de resistencias donde lo que predomina es una necesidad de tener una relación con la vida distinta, con los alimentos y la producción distinta”. Un ejemplo de estas resistencias es la creación de la Plataforma Socioambiental (impulsora del Panazo), integrada por instituciones como la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), el Movimiento Nacional Campesino Indígena-Somos tierra, entre otras. “Mientras desde algunas miradas la posibilidad de salir de la crisis se basa en seguir insertándonos en cadenas internacionales de valor sobre la base de profundizar la destrucción de nuestros territorios y culturas, consolidando nuestra dependencia como país, la concentración y desigualdad social; nosotros y nosotras estamos convencidxs de que hay que apostar y amplificar lo que las organizaciones sociales y populares ya hacemos en nuestros territorios desde un lugar virtuoso en términos sociales y ambientales” manifiesta la UTT en su página web anunciando la creación de este proyecto. 

Según el informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo”, publicado en 2020 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), junto con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el sistema alimentario actual es responsable de las emisiones de gases de efecto invernadero entre el 21% y el 37%, sin tener en cuenta otros efectos medioambientales (como en el caso local, las deforestaciones). A esto se le suma que los costos sanitarios relacionados con la dieta superarán los 1,3 billones de dólares para el año 2030. Agregan, además, la responsabilidad de los estados frente a este problema mundial que engloba al hambre, la salud y el medioambiente: “Los países tendrán que reequilibrar las políticas e incentivos agrícolas para llevar a cabo medidas de inversión y políticas que tengan en cuenta la nutrición en toda la cadena de suministros de alimentos, a fin de reducir las pérdidas de alimentos y potenciar la eficiencia en todas las fases”.  En línea con el informe, Barruti sostiene que “los sectores más marginalizados, más empobrecidos y con menos derechos de nuestra sociedad son los productores de alimentos primarios bajo un esquema donde hay un puñado de grandes empresarios que hacen un acaparamiento de las ganancias”. 

Según la científica del CONICET, “no podemos avanzar hacia una soberanía alimentaria sin que el pueblo esté informado sobre lo que consume y tenga acceso a alimentos de calidad. Por eso, hay que avanzar sobre esta visibilización y concientización con información real sobre qué es lo que estamos consumiendo hoy en día y ponerlo, también, en cuestionamiento”. En definitiva, un aspecto tan cotidiano (para algunos) como la comida, es sin duda una de las discusiones más políticas y relevantes de la actualidad.

«No hay Planeta B»

«No hay Planeta B»

Cuando el día atardeció y el sol se puso en el Congreso, alrededor de las 19, cientos de antorchas encendidas lo despidieron aferradas por manos pintadas de negro, simulando ser petróleo y en rechazo a los hidrocarburos. Eran miles las personas, la mayoría jóvenes, que a espaldas del Congreso de la Nación reclamaban que no se les diera la espalda. 

 

“Hoy salimos a la calle, porque no hay Planeta B”, cantaban las voces enérgicas y resonantes que llegaron a la Plaza del Congreso alrededor de las 18.30. Los cantos fueron súbitamente interrumpidos por el ritmo de los bombos de murga de Talleres Batuka, que recibían a todas las columnas que ya concluían su recorrido iniciado en Plaza de Mayo. 

Una hora antes, mujeres cubiertas con un atuendo de un color violeta llamativo, emulando aquella vestimenta de las mujeres de los países islámicos, caminaron en total silencio en contraste con su alrededor para terminar ubicadas en primera línea de la marcha. Extendieron sus brazos hacia los costados y guiaron las banderas que se aproximaban. Llamaron la atención de los concurrentes, y cientos de fotos las tuvieron como protagonistas. Formaban parte de Extinction Rebellion Argentina (extinción o rebelión), un movimiento social a nivel mundial que se caracteriza por realizar actos de resistencia no violenta. 

La marcha por la Crisis Climática de alcance mundial, se replicó a lo largo de toda la Argentina. En la Ciudad de Buenos Aires la movilización partió desde la Plaza de Mayo hasta el Congreso. Reunió más de 10 mil personas, encolumnadas con organizaciones o no encolumnadas, pero cada cual con su reclamo latente. La heterogeneidad de partidos y colores políticos colmaron la plaza unidas por la preocupación por el futuro. 

“Hoy las organizaciones sociales, los cooperativistas, los ambientalistas, todos estamos peleando lo mismo y lo estamos haciendo en el mismo lugar donde hace unos meses propusimos una Ley de Envases con Inclusión Social”, dijo Leonor Larraburu, referente de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores, desde un escenario montado sobre un camión, frente mismo al Congreso y de cara a las columnas y banderas que se concentraban en la plaza.

La juventud que se reunió en las calles reclama un cambio de paradigma y sus carteles ilustraban el reclamo. “Nuestras políticas ambientales son un chiste pero nadie se está riendo”, decía uno. “El pueblo / consciente  /defiende el medio ambiente”, resaltaban los diversos manifiestos sostenidos por manos igual de diversas, niños acompañdos de sus madres, jóvenes con máscaras de animales, trabajadores organizados, entre otros. 

Los mensajes fueron contundentes y tan numerosos como la cantidad de asistentes. Sin embargo no solo los jóvenes estuvieron presentes, gente de otras generaciones también hizo suyo el reclamo.

“Yo estoy acá por el planeta, porque creo que hay que defenderlo y no hay que esperar más. La voz y la fuerza tiene que venir de abajo hacia arriba, declaró con convicción Susana Fernández, de 68 años. Susana forma parte de un proyecto llamado “Zurciendo el planeta”, donde mujeres latinoamericanas cosen y bordan para compartir mensajes sobre la emergencia climática y las muchas maneras de vivir de un modo sustentable. 

El futuro preocupa, y con él el mundo que se le deja a las generaciones venideras. “Es el momento de salir a la calle y pelear por aquello que nos están quitando, la posibilidad de un futuro, así como estamos no va a quedar nada. Nos quedan menos de 10 años para cambiar el rumbo, no queda mucho más tiempo”, exclamó Joaquín Gonzalez, de 18 años, miembro del MST. 

La convocatoria estaba impulsada desde las redes, con itinerarios e invitaciones a participar, incluso si no se tuviese compañía Jóvenes por el Clima convocaba a unírseles. Las razones para marchar eran, y son, varias. Las más concretas, la crisis climática que acecha y ya está en todos lados; la necesidad de tomas de decisiones de manera urgente para no superar los 1,5°C de calentamiento; presionar por una ley de humedales que se encuentra “cajoneado” desde noviembre de 2020 y exigir por una transición hacía energías sustentables. 

A las 15, tres horas antes de que las columnas desembocaran frente al Congreso ya habían comenzado a concentrar los asistentes en Plaza de Mayo, con pecheras distintivas de cada organización o alguna remera que los distinguiese. Las banderas fueron desplegadas una hora después y a eso de las 16.45 las columnas ya estaban expectantes para iniciar su recorrido. Con la gente llegando, también lo hicieron los vendedores que  esta vez tuvieron un menú diferente al del resto de las marchas: mucha de la oferta era vegana. Las olas de gente se fueron sumando desde todos los extremos de Plaza de Mayo, hasta confluir en una sola en la calle Avenida de Mayo mientras de frente el sol iba cayendo. 

“Nuestro desarrollo tiene que ser armónico con la naturaleza. Pedimos una democracia directa, no se puede hacer nada sin consultar a los pueblos”, declaró contundente, desde el escenario, Mariano Sánchez Toranzo, ambientalista que lleva adelante diversas acciones en pos de la defensa y el cuidado del medio ambiente, y fue despedido con un vitoreo. 

Al cierre, desde la Red Nacional por los Humedales reclamaron “decir basta. Basta de ser funcionales a los antiguos paradigmas de progreso, estamos todos en el mismo río y se está secando. Basta del Estado Ecocida. Basta de pelearnos entre nosotros por cual es la bandera más grande o más chica. Y a los muchos que se suman por primera vez hoy, bienvenidos, vengan siempre, los necesitamos.”

“Vivo dentro del lenguaje”

“Vivo dentro del lenguaje”

Llegamos. Una puerta de color rojizo adornada con una media luna y una ventana en el medio con la cara de la escritora dibujada indicaba que algo fantástico nos esperaba: un espacio consagrado a la literatura. 

La autora de Aquí pasan cosas raras, El mañana, Zoorpresas zoológicas, Conversación con las máscaras, entre otras obras, nos invita a pasar. Una casa-cofre de recuerdos en la que se pueden explorar vivencias, viajes, escritos, relatos y mucho encanto. 

Luisa explica el protocolo —por el malvado SARS-CoV-2—, y una vez que tomamos los recaudos correspondientes sacamos todo el material para poder realizar la entrevista. Valenzuela nos guía hacía el lugar en donde pasaremos la mañana de uno de los últimos días otoñales. Entre cafés, bizcochuelo casero, y custodiadas por la atenta mirada de las máscaras de los tres Reyes Magos, empezó a contar la historia de cómo el microrrelato llegó a su vida sin saber que eso que había escrito era un microrrelato. 

“A principios de los años noventa, hubo un gran Congreso en Salamanca de Literatura Hispanoamericana en donde yo tenía que participar de una mesa de cuentos. Veo una [mesa] sobre microrrelatos, y me digo qué interesante, qué será esto. Lo dirigía Francisca Noguerol, una de las grandes profesoras de Salamanca. Ella hacía su ponencia, explicaba lo del microrrelato, toda la teoría que se estaba gestando en esa época. Y citan un cuento mío que se vuelve emblemático, un cuento de 1967 que se llama El abecedario. Empiezo a interesarme, a mirarlo como género y a aprender un poco de la teoría”, recuerda Valenzuela. 

El microrrelato, como su palabra lo indica, es breve, conciso y deja que el lector complete la parte que falta. La cotidianidad está colmada de pequeños detalles, y ahí es donde cobra vida. Una palabra, un objeto, un animal pueden ser los protagonistas de estas pequeñas historias que dejan mucho en la vida del lector cuando lo lee por primera vez. La autora dice: “Dos cosas lográs con el microrrelato. Primero, no te da miedo porque es corto, no sentís que sea apabullante. Segundo, tenes que prestar mucha atención a las palabras, los vocablos y a los puntos y aparte, a toda la puntuación”.

“El microrrelato es la cosa más linda de la tierra porque esa misma gente: novelistas, cuentistas, ensayistas, cuando hacemos microrrelatos nos convertimos en otra persona mucho más jocosa, juguetona. Hay una cosa lúdica, muy literaria y una pasión por la literatura que también está en todo escritor, pero con el microrrelato está latente. Hay mucha atención al lenguaje”, agrega. 

La habitación 201 

El tiempo parece detenido en ese rincón del hogar donde disfrutamos el desayuno. Bajo la mesita de vidrio asomaba una sirena de cerámica tratando de ver a las extrañas que estaban sentadas ahí. Si miraba al techo podía ver un tucán pispiando lo que anotaba. A mis espaldas se percibía una leve brisa que las máscaras de Luisa soplaban como un llamado. Porque Luisa colecciona máscaras de todo tipo que condensan cada uno de sus recorridos.

Luisa está acostumbrada a vivir con esos seres extraños. Ella habla y cuenta una anécdota tras otra. Esos viajes que ha realizado por el mundo se potencian en sus relatos fantásticos. Tal es así, que entre café y café cuenta cómo nació la serie de microrrelatos relacionados con la habitación de los hoteles que tiene como número 201. 

“Hubo un Congreso en Enchanted, Suiza. En estos Congresos se genera el carrusel de microrrelatos. Al final de los Congresos muchos de los microrelatistas, en una mesa larga, empiezan a leer. En una punta de esa mesa larga estaba David Roas, que es un especialista en microrrelato catalán. Lee un microrrelato diciendo que en una gira por España le tocó varias veces la habitación 201, a la tercera vez que le tocó no sé animo a entrar. Cuando entra no le pasa nada, y dice maldita realidad, ese es el microrrelato”, cuenta Luisa. 

Y continúa: “Llega mi turno, estaba en la otra punta de la mesa y digo, yo estoy viviendo una ficción de David Roas porque estoy en el Hotel Enchanted en la habitación 201. Y así se empezó a generar la serie 201. Me encuentro con mi editor italiano que acababa de publicar un libro mío y salimos de gira. Me tocó tres veces la habitación 201, en Italia. Entonces, escribo el primer microrrelato de la 201 que dice que en todos los hoteles antiguos de Europa como no pueden construir más hay una habitación de uso múltiple que entran universos en el multiverso. A la mañana siguiente todos se saludan con cierta distancia sin saber que durmieron todos en la misma cama”.

“Esto lo inició David Roas, luego lo tomé yo y sigue y sigue”, añade la escritora.  

La niñez

Le preguntamos a Luisa si los niños podían acceder al microrrelato, si lo podían contar o escribir, y cómo podían acceder al género. La escritora dice que “primero hay que enseñarle a los profesores sobre el microrrelato”.

“En una época no se le podían contar a los chicos cosas que les den miedo. El escritor y psicólogo Bruno Bettelheim descubre que es necesario. Necesitan el miedo para saber que los monstruos están afuera, que no son propios. Ellos creen que todo es tuyo, y no. Son cosas que están afuera, y ahí las combatís”, explica Valenzuela.

“Los niños pueden contar sus miedos. Poco a poco los vas llevando a tener conciencia de eso, y después pueden expresar con pocas palabras cosas internas. Es la conciencia del peso de las palabras. Ponés acá tal palabra, y si pusieras esta u otra que es lo mismo, te da otra connotación, podés mirarlo por otro lado. Jerome Bruner, psicólogo norteamericano del conocimiento que trabajó mucho con la niñez, decía que a los chiquitos les sorprendía lo inhabitual, lo inusual. Por ejemplo: en lugar de soplar las velitas de cumpleaños, le tiran un vaso de agua. Al chico enseguida le sorprende y le llama la atención. Eso es lo que hace el cuento, te hace pensar desde otro lugar, es lo que llamamos pensamiento lateral. Es interesante en los pequeños porque los llevás a no pensar por el camino trillado”, comenta en detalle Luisa.

Periodismo y literatura

Luisa Valenzuela dio sus primeros pasos como periodista en la revista 15 abriles. Luego, pasó por los diarios Clarín, El Mundo, La Nación; y, también, escribió para diversos diarios y revistas latinoamericanas. Nos cuenta que en junio de este año un día se despertó y le cayó una novela que va a salir en octubre.

Nace a raíz de un cuento que había escrito un mes antes, incorporé todo el trabajo de experiencia en el área de investigación que venía haciendo en esos meses. Así, armé esta novela rapidísimo, y convencí a la editorial que en lugar de publicar mi libro de las pestes, publique ese antes. Se llama Fiscal muere, es un libro policial”, adelantó la escritora.

A raíz de esta nueva publicación de contenido periodístico, le consultamos si el periodismo y la literatura pueden ir de la mano. Ella responde que “la literatura y el periodismo no pueden ir de la mano porque son dos maneras de mirar el mundo. Dos maneras de trabajar con la lengua y la información. Al periodismo lo tenés que ver horizontalmente, tenés los datos, hay que trabajar con esos datos y conjugarlos”, asegura Luisa.

“En la literatura la mirada es vertical, tenés que penetrar en el lenguaje, escribir lo que no sabés sobre lo que sabés. En el periodismo tenés que escribir sobre lo que sabés. Recabás la información. A veces uno ayuda al otro. Cuando escribí La máscara sarda, el profundo secreto de Perón, me ayudó mucho el periodismo para hacerlo rápido y la cancha que tenía con la investigación”, agrega.

Carnaval toda la vida

Luisa, en su casa del Bajo Belgrano, atesora una impresionante colección de máscaras de todos los continentes. Están agrupadas por región y cada una cuenta una historia particular, las rodean bibliotecas llenas de libros que desbordan los estantes. 

La sala, que parece un museo, está cercada por un extenso jardín que le da aire a ese asombroso lugar repleto de naturaleza en medio de una ciudad. Ahí se respira historia antigua, mitos y los espíritus de los pueblos originarios. La de Luisa es una vida puesta al servicio de la literatura. No sabe exactamente cuándo comenzó su afición por las máscaras, y tampoco se acuerda cuál fue la primera. Siempre coleccionó, asegura, lo que le atraía de esos otros mundos.

Premios y reconocimiento

“Como mujer he tenido éxito afuera, que también es difícil. Hay una memoria argentina que a mí me preocupa mucho, y mucho más allá de lo mío, el círculo que a mí me interesa sí me reconoce, pero me preocupan mucho todos esos grandes escritores que quedan en el olvido. Inventé para PEN (poetas, ensayistas, narradores) un diccionario de escritores argentinos. Tenemos mil nombres. Quiero involucrar a todas las provincias, pero para que vean que tenemos un acervo literario enorme”, reflexiona Luisa.

Y ocurre algo inesperado en esta Era digital. El avance de la tecnología, la conectividad, los tiempos breves de la cultura, combinados al uso de las redes sociales en las que se accede a lecturas rápidas y fragmentadas, interpela a la sociedad en su máxima expresión. Preferimos leer mucho en poco tiempo, contestar mensajes, abrir el mail, bajar algún libro corto o responder un llamado. Es ahí donde el microrrelato cobra impulso y se hace cada vez más fuerte, se mete de a poquito en las lecturas cotidianas y va teniendo más seguidores.

Entrar al santuario del microrrelato es como ese jardín biblioteca-casa-museo. Todo en uno. Un mundo dentro de otros que en la brevedad del mañana ya no te deja escapar.

Por cierto, Luisa es la primera mujer en ganar el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria, en 2019, unos meses antes de que las máscaras se transformaran en barbijos.

Junto a Sandra Bianchi y Ramón Alfredo Blanco, seleccionarán textos realizados por estudiantes de sexto grado de nivel primario hasta cuarto año del secundario de las escuelas de todo el país,  hasta el próximo 10 de noviembre, en este Primer Concurso de microrrelatos. Las y los participantes deberán asumir el desafío de no pasar la extensión máxima de 150 palabras incluyendo el título. Dicen que lo bueno y breve es dos veces más bueno.

La religiosidad de los barrios populares

La religiosidad de los barrios populares

La mañana esta espléndida y el calor del sol se concentra en el techo de chapa del quincho. Entre sorbo y sorbo de café recién hecho, el sociólogo y antropólogo Pablo Semán relata cómo empezó  su día y describe las plantas que decoran la terraza de su casa. Luego de un ida y vuelta sobre los beneficios y belleza de la vegetación, la charla comienza a centrarse en el libro que posa sobre la mesa: Vivir la fe. Entre el catolicismo y el pentecostalismo, la religiosidad de los sectores populares en la argentina, su última obra, editada por Siglo XXI.

Tu investigación se centra en la religiosidad desarrollada en el Barrio Aurora. ¿Por qué elegiste ese barrio?

Por algunos indicadores me parece que es un barrio que, en términos de las experiencias religiosas, es bastante parecido a muchos otros del Gran Buenos Aires. No hay un único modo de ser de estos barrios en relación a la religión, pero es representativo de una forma muy generalizada de existencia de la vida religiosa. La elección del Barrio Aurora tuvo que ver con que allí tenía más contactos que en otros lugares. En este género de investigación uno tiene que aceptar que por más que se tengan hipótesis, variables y dimensiones muy definidas, lo más interesante es cómo el campo te permite rearticular todas tus preguntas de investigación, y de alguna manera perder en el camino todos los preconceptos y construirte una nueva valija.

¿Qué implica la matriz cosmológica en la religiosidad popular?

Centralmente implica que lo sagrado está adentro del mundo. Todos los que formamos parte de las clases medias universitarias, quizás ahora menos que cuando yo hice esta investigación, podemos pertenecer a un grupo religioso o incluso ser ateos. Pero compartimos una mirada sobre lo religioso que ha sido muy generalizada en buena parte de Occidente, en la que el más acá y el más allá están separados. Como dice Max Weber, hay un fenómeno en Occidente que es el desencantamiento del mundo. Es la ruptura del comercio entre los hombres y Dios. Esta es la realidad de una parte de la población occidental. La perspectiva cosmológica es la de grupos sociales que no han vivido el desencantamiento del mundo. El problema es que el término religión remite a dos cosas opuestas al mismo tiempo. Hablamos de reunir lo que está dividido, entre otras cosas los hombres entre sí y los hombres con lo sagrado, y el sentido de religión es uno. Se cree que hay una continuidad de supuestos entre la perspectiva secularizada y la cosmológica, pero no la hay. En el medio hay otra respuesta que se traga otros supuestos. Quién vive en la perspectiva cosmológica, está obligado a aceptar una palabra que no es propia de su tradición. Estar obligado a usar palabras del otro para expresar lo propio es hegemonía. En ese sentido la perspectiva cosmológica, intenta rehabilitar un punto de vista que aparece sometido en la palabra religión.

Decís que en el Barrio Aurora hay un pentecostalismo autónomo. ¿Qué características tiene esa autonomía?

Los primeros pentecostales llegaron como migrantes trabajadores a inicios del siglo XX. Después vinieron misiones organizadas desde países en las que había pentecostales y más tarde, surgieron pastores locales que armaron iglesias relacionadas con los milagros de sanidad. En ese proceso surge, de una forma invisible pero muy potente demográficamente, un pentecostalismo organizado desde y por los sectores populares que yo digo que es autónomo. En realidad casi todas las iglesias pentecostales son autónomas, pero estas tienen mayor autonomía porque no pertenecen a ninguna red, ni asociación y muchas no están inscriptas en el fichero de cultos. Son vecinos que se convirtieron al pentecostalismo en iglesias más grandes, y cuando volvieron a su barrio crearon una iglesia junto a otros vecinos. Esa autonomía en la práctica implica una desmonopolización de los medios de producción de bienes religiosos legítimamente aceptados. En ese sentido ese pentecostalismo autónomo es una revolución desde abajo. Lo que antes hacían los sacerdotes en el marco de un circulo parroquial muy selecto, integrado por las mejores familias de la zona, ahora lo hacían las personas que en la Iglesia Católica casi no podían hablar. En mi investigación buena parte de los fundadores de algunas de las iglesias pentecostales autónomas habían pertenecido al catolicismo y a organizaciones de la parroquia con algún grado de activismo, que pudieron desempeñar con más centralidad y más frutos para ellos en una iglesia autónoma.

El tema de la transversalidad religiosa está muy presente a lo largo del libro. ¿A qué refiere esto?

Hay varios flujos transversales entre los grupos religiosos. Algunos se arman desde muy abajo, desde los fieles y otros flujos surgen en parte desde líderes religiosos. Mucha gente que se hizo evangélica entre los años ´70 y´90, se encontraban con el pentecostalismo a través de la reminiscencia de sus mejores momentos en el catolicismo. Entonces hay himnos pentecostales que surgían del mundo católico, y se cantaban sin que sus fieles sintieran que estaban traspasando una frontera. Inversamente, los católicos entendieron y quisieron recuperar para ellos la emotividad, la capacidad de llamado que tienen los pentecostales. Entonces miran sin decirlo la liturgia evangélica. Hay un fenómeno mundial muy importante, no tan conocido en Argentina, que es el Movimiento de Renovación Carismática del Catolicismo (MRCC) que se denomina así mismo neopentecostal, admite que mira a las otras religiones y su objetivo de renovar el cristianismo en su totalidad. Es el movimiento del catolicismo que más crece en el mundo, aunque en nuestro país lo hace con bastante retraso ya que la Iglesia Católica en Argentina no es afecta a ese tipo de práctica y representación de la vida religiosa.

¿Qué es la psicologización de la religión?

En el barrio me encontré con muchísima gente que asistía a servicios de psicoterapia y entendían los beneficios que tenía para ellos. A pesar de su bajo poder adquisitivo, adherían y sostenían el tratamiento. Se trataba de  una experiencia que conceptualizaban de una forma que les permitía articularla con lo religioso. Había una serie de prácticas y simbolizaciones de la experiencia que combinaban, lo que ellos percibían y constituían como beneficios del psicoanálisis y la religión. Esto se daba cuando para las clases medias de aquel momento, la articulación entre psicoanálisis y religión eran casi impensables. Tanto católicos como evangélicos convergen en prácticas que son toda una dimensión de la interioridad, del yo, de los conflictos familiares, y que los creyentes sienten que no la agotan en la experiencia religiosa. Entienden que esa conflictiva puede atenderse desde una combinación entre religión y recursos de psicoterapia. Lo que hay es la creación de un imaginario y un repertorio de recursos religiosos muy importante e invisibilizado, porque uno cree que sectores populares, religión y psicoanálisis son tres términos que no se casan nunca. 

¿Cuál es la relación entre religión y política?

Esa relación existe y no siempre de la misma forma. Hay motivos religiosos alimentando la inspiración política desde hace muchísimo tiempo. En el sujeto se mezclan la figura del ciudadano y el creyente. Cada sujeto elabora su ciudadanía de formas muy diferentes, entre otras apelando a su acervo de experiencia religiosa. Y a la inversa, hay muchos creyentes que elaboran su inserción en el mundo religioso a partir de su propia trayectoria en la política. Hay que entender que la proveniencia, la inserción, la trayectoria social de cada sujeto modela la forma en que se apropia de las prescripciones que la religión tiene sobre la política. ¿Qué quiere decir esto? Que sujetos que históricamente han sido peronistas y han reelaborado varias veces su peronismo, cuando los evangélicos más ortodoxos les decían que una cosa es el mundo y otra la religión, ellos respondían que eso no es así. Para nosotros, la política pasa por la ayuda pero además creemos que algo siempre tiene que ser politizado, que junto con la ayuda viene el proyecto político. Y el proyecto político es la dimensión más importante de la práctica política. Eso es lo que nosotros pensamos independientemente de la posición que tengamos. 

¿Qué opinás en torno al conflicto que surgió con la serie “El Reino”?

Más allá de que no hay ficción que no esté determinada socialmente, y de que es ridículo impugnar el análisis de ese hecho así como pedir que se prohíba la serie, la polémica expresa una tensión clave. La que se da entre los derechos relativos a la agenda de diversidad y género, que una parte de la sociedad teme que los evangélicos amenacen, y los derechos de ciudadanía religiosa. Me parece importante resaltar que las reacciones expresaron un cuestionamiento de las generalizaciones y las homologaciones parte-todo en que se sostiene la pretensión de denuncia de la serie. Los efectos del feminismo y del pluralismo, han abonado una sana reacción contra la estigmatización de un grupo religioso por parte de algunos sectores del público. Y los evangélicos, algunos al menos, podrán encontrar ahí algo para aprender más allá de que la serie les resulte ofensiva. Al tomar como espejo de su hipótesis ficcional el caso brasileño y al explotar el temor de un mercado desinformado, subtiende la posibilidad de que en todos lados puede ser o es igual. La verdad sociológica es que el mundo evangélico en Argentina no se ha comportado hasta acá como lo hizo el brasileño en ningún momento de los últimos 30 años. La reacción del público evangelicofóbico se ve estimulada por una presentación distorsiva e impide percibir, qué en los sectores populares los grupos evangélicos han sido muchas veces un refugio para las mujeres que enfrentan la violencia doméstica, por ejemplo. Sí se atendiera más a la realidad que a las series, podríamos hacernos cargo de una pregunta que urge para quienes tienen intereses democráticos: los evangélicos están para quedarse por lo que es necesario plantearse políticas que los incluyan.