«Los medios tuvieron un error fortísimo: pensaron que las redes iban a ser un lugar para hacerse más conocidos».
Esteban Magnani, periodista especializado en tecnología y docente universitario, director de la Carrera de Medios Digitales y Audiovisuales de la Universidad Nacional de Rafaela, dialogó con ANCCOM sobre su libro recientemente publicado, La jaula del confort, en el cual el autor reflexiona sobre la creciente influencia que tienen las plataformas tecnológicas más importantes del mundo en la economía y la sociedad gracias al big data. Además de poder comprarse físicamente, el libro cuenta con una licencia creative commons, que permirte descargarse y leerse gratuitamente en pdf de forma legal, con la única condición de que no sea comercializado.
Al principio del libro sostiene que en los años noventa la sociedad tenía mucha esperanza en Internet y que se creía que era una herramienta fundamental para hacer del mundo un lugar mejor. Después afirma que esto ya no es así. ¿Por qué?
Porque en un primer momento la red era muy abierta y tenía un diseño que permitía que cualquiera se pudiese conectar. De alguna manera democratizaba el poder de la circulación, del contenido, de las comunicaciones. El poder de mucha gente trabajando organizadamente era algo muy interesante también, ya qué hacía que la multitud superase los poderes concentrados. Un ejemplo muy lindo es el de captcha y recaptcha, donde montones de personas rellenando captcha estaban digitalizando millones de libros que de esa manera se hacían accesibles a cualquier persona sin importar la materialidad, sin importar el papel. Así como estos, había ejemplos de todo tipo. Pero esto empieza a cambiar cuando el capital financiero busca espacios donde seguir invirtiendo. Hay una crisis de sobreacumulación, y a partir de ahí se empieza a invertir, y a buscar modelos de negocios que permitan recuperar parte de esa inversión. La inmensa mayoría fracasa, la crisis de 2001 de las puntocom hace que caigan como moscas, pero las que sobreviven tienen un negocio súper consolidado y aprovechan las particularidades del negocio tecnológico con tendencias al monopolio, que les permite a su vez recuperar el dinero invertido.
¿Estas sobrevivientes son las plataformas que después emergen como las grandes empresas tecnológicas de este siglo?
Sí, son Google, Facebook, que son empresas que no tienen más de veinte años de existencia y que tienen una capitalización bursátil mayor que la Ford, American Airlines o Texaco. Para dar un ejemplo concreto, Facebook pagó por WhatsApp 19 mil millones de dólares hace seis años, mientras que Argentina le pagó a Repsol por la estatización de YPF cinco mil millones de dólares, lo que te permite dimensionar el poder que tienen los datos actualmente y la magnitud de este negocio.
¿Es por eso que se dice que los datos son a este siglo lo que fue el petróleo al siglo anterior?
Sí, porque los datos permiten hacer muchas cosas, como ser más eficientes y aumentar la productividad de una empresa, pero también permite analizar el comportamiento humano a una escala de detalle que nunca se había logrado. A partir de la recolección de los datos que las personas dejan en la web, las empresas tienen la información concreta acerca del comportamiento de las personas y de cómo llegan a determinados consumos, lo que convierte al big data en una herramienta muy poderosa que usan a su favor y remplaza a lo que era el marketing tradicional. Por ejemplo, en un momento Google publicó que una persona hace trece búsquedas del nombre de una película antes de ir a verla. Entonces, gracias a estos datos que las personas dejan en la plataforma, la misma ya sabe cuántas entradas va a vender una película con anticipación, lo que le permite vender publicidad con un alto grado de efectividad. Este know-how se extiende a la política, no solo para lograr el voto sino también para destruir el diálogo político y plantear discursos extremos de ultra derecha, ridículos o noticias falsas.
«Es fundamental que el Estado tenga un rol activo para proteger los datos del ciudadano».
¿Además de cambiar la economía mundial, qué aspectos de la cultura y la sociedad modifican estas plataformas?
A mí más que hablar de cambio, me gusta hablar de cómo hipertrofian ciertos rasgos que son constitutivos del ser humano, mientras atrofian otros. Por ejemplo, con las redes sociales se amplifica de forma exponencial el reconocimiento social, que es algo que está presente a lo largo de toda la historia de la humanidad. Pero esto ya no pasa con la familia, los amigos o un grupo selecto de 50 o 100 personas, sino con miles de personas, con la sociedad en sí. Uno en las redes empieza a buscar ese reconocimiento social y por eso genera toda una serie de interacciones con la comunidad para ser reconocido, que por ejemplo puede ser publicar una foto de los fideos que te cocinaste y que te comenten felicitándote, o que vos comentes la foto de la milanesa de tu amigo que se está por comer. Esto genera una serie de reconocimientos e interacciones sociales que no eran necesarias, que antes no se producían, ya que antes uno no se enteraba por internet que había comido ayer su pareja o donde estaba de vacaciones tu amigo, pero que es algo estimulado por el algoritmo de la plataforma, debido que se da cuenta que funciona y que genera horas de visualización de la plataforma. Y más horas de visualización de la plataforma significa más publicidad para mostrar y significa más ingresos. El algoritmo trata de buscar los mecanismos para mantener a la gente enganchada en la plataforma el máximo del tiempo posible, para vender más publicidad y monetizar más ese tiempo de atención. Esto es algo que hacía antes la televisión, que nos ofrecía programas para que mirásemos la publicidad. Esa publicidad era muchísimo más ineficiente porque mostraba productos a un segmento muy grande de la población que no necesariamente compartía los consumos y además tenía el grave problema que tenía que producir esos contenidos y gastar mucha plata. Una serie de Polka cuesta mucho dinero producirla, en cambio en Facebook nosotros producimos el contenido que genera la atención.
Recién mencionó a la televisión, ¿cómo se posicionan los medios de comunicación tradicionales frente al avance de estas plataformas que controlan gran parte de la información y la comunicación que circula actualmente?
Primero, creo que tuvieron un error de diagnóstico fortísimo porque pensaron que las redes sociales iban a ser un lugar para difundir sus contenidos y hacerse más conocidos. Pero lo que pasa ahora es que la gente en muchos casos no entra a los diarios, sino que lee la nota en las plataformas. Eso hace que se consuman mucho menos los medios tradicionales en forma directa, porque más allá que puede haber alguna nota que se viralice y tenga millones de visualizaciones, hay que tener en cuenta que ese dinero le va a ingresar a la plataforma, sea Facebook, Twitter o Instagram, porque mucha gente lee el encabezamiento o el primer párrafo, pero no termina entrando al link de la nota. Pero al mismo tiempo se genera una paradoja, porque si no están en las redes dejan de existir porque los modos de consumo han cambiado mucho. Después de ese error de diagnóstico se dieron cuenta que estaban compitiendo contra un monstruo que se los estaba comiendo, porque compiten por el mismo nicho de mercado, que es el publicitario. Y estas plataformas pueden vender publicidad mucho más barata porque tienen menos costos por hacer los contenidos, que de hecho casi ni tienen, porque los producimos nosotros que subimos fotos, buscamos y opinamos de todo en las plataformas. El otro inconveniente que tuvieron es que las plataformas cómo Facebook o Google tienen un mercado hipersegmentado, porque saben quién está del otro lado de la pantalla, qué le interesa, qué es lo que está mirando, entonces tienen la posibilidad de mostrar la publicidad que resulte más efectiva. Además, los medios tradicionales tampoco pueden recuperar lo que pierden en papel de forma digital, porque para poner publicidad online que sea eficiente y que aproveche los datos existentes de la persona que está del otro lado de la pantalla, tienen que contratar los servicios de Google o de Facebook para la publicidad, lo que hace que estas plataformas se terminen llevando parte de los ingresos, lo cual hace que pierdan por todos lados. Creo que el único modelo que se está visualizando, con muchas idas y vueltas, con prueba y error, es el de los abonos. Gente que paga y se suscribe para tener un servicio periodístico que le sea de confianza y que le guste. La mayoría de los diarios hoy en día están yendo hacía ese modelo, en Argentina y en el mundo. Pero lo que sucede con esto es que para sobrevivir tenés que tener una comunidad muy intensa y que te siga permanentemente, ya no dependés del lector ocasional, que es muy difícil de monetizar. Vos dependés de alguien que se ponga la camiseta de tu medio y que esté dispuesto a poner 300,400 o 500 pesos por mes para acceder a los contenidos que producís.
En el libro se refiere a los distintos tipos de plataformas que hay, recorriendo los caminos que transitaron Google, Facebook, Apple y Amazon, además de las denominadas austeras, como Uber o Airbnb. ¿Cuáles son las diferencias entre cada una de estas?
Las primeras plataformas exitosas que trabajan con datos son las que tienen sus ingresos por publicidad, que son Google y después Facebook. Estas plataformas surgen en la primera oleada, que es después de las crisis de las puntocom en 2001. Una segunda oleada surge en 2008 tras la crisis financiera mundial, donde los inversores de riesgo tratan de meterse en el mundo material utilizando el poder de los datos, y ahí es donde nace Uber, por ejemplo. Uber representa el 50% de las plataformas austeras y pierde mil millones de dólares por año desde 2009, lo que marca que es una apuesta a muy largo plazo. Es una forma de quemar efectivo como forma de superar la crisis de sobreacumulación y con la promesa de que después de romper todo el mercado, se recupera lo invertido. Creo que es un modelo que está mostrando señales de agotamiento porque Uber sigue sin dar ganancia. Mucho más pequeño, dentro de ese mismo modelo, está Airbnb para la industria hotelera, Netflix para la del cine, aunque este último va a empezar a tener bastante competencia a partir de este año ya que las grandes productoras de cine también van a ingresar al negocio de los datos, prueba de eso es el lanzamiento de la plataforma de streaming de Disney. Después están Rappi, Glovo, PedidosYa que tratan de hacer lo suyo en sus ámbitos y ponerse como intermediarios gracias al control de los datos, que permite conocer los gustos del consumidor y personalizar la publicidad.
Al final del libro habla de la relación que pueden tener el big data y las Ciencias Sociales. ¿Cómo se podría producir esta vinculación?
El algoritmo puede detectar correlaciones de grandes cantidades de datos. Puede establecer que los tipos A, B y C tienen un comportamiento D. Al algoritmo no le importa cuál es la causalidad de esa correlación, pero puede ser una forma de meterse en la profundidad acerca de cómo se mueven las sociedades, incluso desde la psicología. Uno de los elementos que construyen a la subjetividad puede empezar a aparecer. Si yo desde el big data puedo tener ciertos indicios, ¿porque no puedo mirar desde la psicología que es lo que pasa con la teoría evolutiva del sujeto? ¿Qué pasa con la consolidación de la personalidad? ¿Con el definir quién soy y como me construyo a mí mismo? Esto es algo que se puede hacer para el marketing, pero también desde las ciencias blandas, que ahora cuentan con más datos que con los que contaban hace 50 años. Obviamente que hay que acceder a esos datos, porque hay un monopolio de esos datos. Google te dice como está el tránsito basándose en Google Maps, pero no te revela la base de datos ni mucho menos el algoritmo por el cual puede saber cómo está funcionando el tráfico. Es por eso que es fundamental que el Estado tenga un rol activo, primero para proteger los datos del ciudadano, porque es probable que Google sepa mucho más del tráfico en Argentina que lo que sabe el Ministerio de Transporte. Y después para empezar a acumular datos de una manera segura, responsable, dando garantías que estén anonimizados, cosa que las empresas privadas no hacen porque no tienen ningún tipo de regulación.
¿Cree que dentro del ámbito de las Ciencias Sociales se está dando el debate acerca de los usos que se le pueden dar al big data o eso todavía es algo lejano?
Creo que el debate está creciendo bastante. Hubo varios cimbronazos fuertes. Uno de ellos fue el de Edward Snowden, cuando en el 2013 revela las cosas que hacía la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Otro fue el de Cambridge Analytica, cuando el establishment estadounidense ve que un outsider como Trump gana las elecciones sorprendiendo a todos, teniendo a la mayoría de los medios en su contra. Creo que este fue un caso que sirvió para demostrar la incidencia que pueden tener las redes sociales y las noticias falsas en un proceso electoral.
Poco antes de las 16 todavía la estación no explota de personas. Todavía no son tantas las que se juntan, pero con cada tren que arriba se van sumando decenas al montón. En realidad, Constitución siempre está repleta de gente, pero hoy tiene un tinte diferente. Mucho violeta, más de lo habitual, llama la atención, enseguida. Hay algo característico que se distingue: los brillos, el pañuelo y los labios pintados. Para muchas son como uniformes. Van asomando los carteles que expresan las consignas como gritos al cielo: “Somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar”, “Nadie le preguntó a mi agresor cómo iba vestido”, “No nací mujer para morir por serlo”. En un brazo se lee un “LIBRE”, así, en mayúsculas, con letras plateadas y brillantes. No es un anhelo, es una promesa: las mujeres hoy se juntan porque quieren ser libres.
Es 9 de marzo y están de paro. Ayer domingo fue el Día Internacional de la Mujer Trabajadora pero el paro se realiza hoy, lunes, bajo la certeza de que “si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”. En Argentina, solo en marzo hubo seis femicidios, lo que acumula 69 en lo que va de 2020.
Encuentros, amigas que esperan a otras amigas, familias enteras, compañeras de trabajo, adolescentes, niñas y niños, adultas, pibas solas, pibas en grupos. Todas en la estación, listas para ir al Congreso. Un grupo de 20 jóvenes se acomoda en ronda. Tiran en el centro sus mochilas, el glitter, las pancartas. “Nosotras nos nucleamos todas en la Facultad”, explica María, una estudiante de Comunicación Social de la Universidad de Lomas de Zamora. “Somos todas compañeras que tratamos de involucrarnos en la realidad de nuestro país. Es una construcción necesariamente colectiva; juntas podemos cambiar el mundo”, afirma mientras espera que se unan más pibas a la manada. A un costado, está Micaela junto a su hermana y unas amigas. También son estudiantes universitarias de zona sur. “El feminismo nos interpela a todas de diferentes maneras”, dicen, “venimos porque nos conecta y nos emociona”.
Cerca de ellas está Romina Domínguez, que viene desde Longchamps. Está con sus hijas -una adolescente y otra de tres años- con las amigas de la más grande y con su ahijada. Mientras ataja a la más chiquita que se distrae con todo lo que pasa a su alrededor, espera a su hermana, que viene desde Temperley. Aunque cree que la sociedad todavía no está lista para tantos cambios, marcha porque quiere que sus hijas “sean libres de pensar lo que quieran” y que “no salgan con miedo a la calle”.
A un costado se congregan Graciela, Nélida, Ana, Fabiana, Gabriela y Florencia, que llegaron en tren desde Almirante Brown. En sus remeras se lee “Unidxs y organizadxs”, una organización peronista que, entre otras cosas, trabaja en conjunto con el municipio en auxilio a aquellas mujeres en situaciones de violencia. “Es importante venir para visibilizar las diferentes realidades que viven las mujeres y las disidencias sexuales”, afirma Gabriela. Graciela agrega que viene por sus hijas y sus nietas: “Yo quiero para ellas un futuro sin violencia”.
Apenas pasaron unos minutos de las cuatro de la tarde cuando llega la estampida proveniente de La Plata. Son decenas las mujeres que atraviesan los molinetes para hacerse paso: ha arribado a destino la marea feminista del tren Roca. Una chica de no más de 15 años sostiene un cartel naranja que con letras negras anuncia “en la voz de mis hermanas escucho la revolución”. Grupos y grupos llegan y se unen a los que ya estaban. Aparece la bandera multicolor del movimiento LGBT+, más carteles, más glitter, más pañuelos. Una tímida batucada se oye a lo lejos, y el murmullo se enciende a cada paso, hasta retumbar por las paredes. “Agite”, una organización estudiantil independiente de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de La Plata marca el ritmo con los bombos y los tambores, mientras continúan su camino hacia el subte. Tras ellas desfila una multitud de personas con el mismo rumbo. Las y los que pasan no pueden evitar darse vuelta: la ola verde pisa fuerte.
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En los vagones de la línea C no entra un cuerpo más, hasta que frena en Avenida de Mayo, donde queda prácticamente vacío. Al salir, el cielo anuncia con sus nubes una lluvia amenazante. En la pared de un edificio unas mujeres pintan un stencil gigante. Son tres profesoras de Bellas Artes, que hace poco decidieron juntarse para hacer intervenciones artísticas en la via pública. “Queríamos acompañar la movilización con alguna acción, por eso cambiamos la conocida imagen de Banksy de un hombre tirando flores, por una mujer con una botella con fuego en la mano”, explica Pía. La imagen se acompaña de la frase “agradezcan que pedimos justicia y no venganza”.
Sobre 9 de Julio y Avenida de Mayo, justo debajo de la estatua de Don Quijote de la Mancha, Adriana y Eli de la Comunidad Danzante se encuentran con sus compañeras para ultimar los detalles antes de bailar la danza del Tinku. “Para nosotras representa el encuentro con otras comunidades. El Tinku reivindica nuestras raíces ancestrales. Es una danza guerrera, de resistencia y lucha”, explica Adriana. Su compañera, Eli, agrega: “Reivindicamos el feminismo comunitario, antipatriarcal, antiracista”.
En esa misma esquina, se concentra la Asamblea por la Salud Integral Travesti-trans-no binarie. “Decidimos visibilizar el conflicto que tenemos para acceder a los tratamientos de reversión hormonal en todo el país. En julio del año pasado los laboratorios que proveen de nuestro tratamiento al Estado se bajaron de las licitaciones y ahora está habiendo faltantes en todo el país”, cuenta Ese Montenegro, uno de los referentes del colectivo. “Una de las cosas que reclamamos es la producción estatal de hormonas. No podemos seguir siendo rehenes de las multinacionales, ellos definen nuestra vida según sus ganancias”. Ante la pregunta de si encuentran amparo en el feminismo, contesta que sí pero señala que hay un avance del discurso fascista transexcluyente que le preocupa. “Con ese grupo no transamos”, declara.
Un poco más atrás está el proyecto “Preservativo para Vulvas”. La iniciativa surgió hace un año y ya se expandió por varias ciudades del país. Desde el colectivo denuncian la falta de voluntad política y de información que hay sobre el tema y plantean cuatro ejes de acción: concreción de un preservativo para vulvas, distribución gratuita de los métodos que ya existen en otros países vecinos, la creación de un protocolo ginecológico con perspectiva de género y la difusión de información para docentes. Sofia, referente del movimiento, también exige que en las escuelas se hable de sexo, y que específicamente enseñen cómo cuidarse entre personas con vulva”.
El ruido va en aumento y a los cánticos se le suman las bocinas: poco a poco se va complicando el tránsito en la 9 de Julio. Las personas no paran de caminar rumbo al Congreso, con banderas, bombos y pancartas. Carla Oviedo, docente de primer grado en una escuela doble jornada de Quilmes, se detiene a ver una murga del partido de San Martín. Su delantal está intervenido con la frase “la seño te cree siempre”, en referencia al abuso infantil. “En las escuelas tendrían que poder encontrar ese apoyo. Las maestras tenemos un rol importante, pero sin políticas estatales nos excede la situación”. Ella aplica la Educación Sexual Integral en su aula pero denuncia que, al no estar debidamente reglado, queda a discreción de cada docente hacerlo o no.
A pocos metros de la Plaza de los dos Congresos, se despliega una pancarta gigante con el lema “Separación de la Iglesia y el Estado”. En la columna que avanza hay cantos, hay intervenciones artísticas, hay saltos, hay movimiento. Las mujeres organizadas vienen de todos puntos de la Capital y Gran Buenos Aires y se agrupan bajo las consignas más diversas: algunas que surgieron recientemente, como “la revolución de las viejas”, otras que ya tienen años de lucha, como “Mamá Cultiva”. En el centro de la Plaza, un grupo de mujeres artistas con hijes y carteles que decían “Vomite todo aquí”. Karina, una de las integrantes del movimiento, describe que se trata de poesía de la urgencia, una escritura catártica, donde se invitan a las personas a participar para sacarse las opresiones mediante la escritura y la deposite en un chango vomitario”.
El deporte también dijo presente en la jornada. A un costado, Greta Martinelli, jugadora de voley en Boca Juniors, pide por la profesionalización del voley femenino: ellas no tienen médicos, ni kinesiólogos, ni contratos, ni la paga de sus compañeros hombres. “Es un largo camino pero esperamos que se pueda lograr”, comenta con esperanza. “Trabajamos desde abajo para llegar hasta arriba”. También estuvo Romina, de 26 años, que forma parte de San Lorenzo Feminista, una organización de hinchas que busca generar un cambio dentro del club. “A veces hay acciones para combatir; el machismo dentro del fútbol pero es difícil. Se da un paso para adelante y tres para atrás”, comenta.
Hay, también, relatos más difíciles de digerir. Sobre esa misma calle, mientras caen unas tímidas primeras gotas, tres mujeres y una niña despliegan una tela sobre la vereda de los números impares. En el cartel se hacía mención a la desaparición de Claudia Repetto. Susana, su hermana, denunciaba: “Estamos pidiendo para que aparezca Claudia, desaparecida desde el domingo pasado. Su expareja se la llevó y no sabemos nada de ella. Se hicieron los rastrillajes en la playa y se encontró una pala en los acantilados”.
El día se cierra con el acto final y la lectura del documento en el que confluyen todos los reclamos. Ya es de noche cuando Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo, se sube al escenario. Una vez más y como siempre, recuerda a lxs detenidxs desaparecidxs y exige justicia. El conocido “ahora y siempre” resuena en el barrio del Congreso. Poco después de las 20 se empiezan a disipar los contingentes y comienza el regreso a los hogares. Aunque, sobre avenida Callao, aún quedan multitudes saltando al grito de “aborto legal, en cualquier lugar”.
Para comprar el espacio, el Teatro Mandril necesita reunir 500.000 dólares.
En un galpón del barrio porteño de San Cristóbal funciona desde hace 12 años el Teatro Mandril. En abril del 2020 la cooperativa que se encarga de la gestión debería renovar el contrato de alquiler, pero el propietario les comunicó su decisión de vender la propiedad. Frente a esta situación fue tomando forma el proyecto Soberanía Cultural Misión Mandril que consiste en una red de financiamiento colectivo para comprar el teatro.
Para alcanzar la suma necesaria en el plazo requerido los miembros de la cooperativa fortalecieron el espacio de asamblea y debate y pasaron de ser ocho personas a veinte. “Son ciclos orgánicos necesarios, sobre todo en este tipo de sitios autogestivos e independientes, en donde el lugar es siempre de quien lo habita”, destaca Jazmín Diarte, integrante de la cooperativa que sostiene al Mandril.
El primer objetivo de esta campaña es reunir los 500 mil dólares necesarios para preservar el lugar. El aporte mínimo es de $250 y se puede realizar a partir de la plataforma virtual soberaniacultural.com, una urna que se encuentra en el galpón o mediante transferencia bancaria. Se llegue o no al total de la suma pretendida, todo lo recaudado lo destinarán a continuar generando impacto artístico y sociocultural en otros proyectos.
Si se logra juntar lo necesario para adquirir la propiedad, el 95% de lo recaudado será usado para la compra y el 5% restante para financiar proyectos artísticos culturales. En caso de que no llegaran a adquirirlo lo que harían es invertir las proporciones del porcentaje, el 5% para que el Mandril pueda mudarse a un nuevo espacio y el 95% para financiar los proyectos. “La idea es que todos los aportes que vinieron de la comunidad, vuelvan a la comunidad”, reflexiona la integrante de la cooperativa. De esta manera el grupo decide no apropiarse enteramente de la herramienta, sino utilizarla para conformar una mesa de trabajo más diversa y alimentar una estructura que requiere sí o sí de la presencia de personas.
Si no se reúne el total de dinero necesario para adquirir el teatro, la cooperativa destinará lo recaudado a realizar acciones artísticas para la comunidad.
La iniciativa de Soberanía Cultural, que nació como un apéndice del Mandril para comprar el inmueble, fue adoptando esta otra forma: como herramienta, la comenzaron a pensar en un futuro para desarrollarse autónomamente. Si bien hoy se gestiona desde el teatro, en el próximo año quedaría conformada como un instrumento del sector cultural independiente para quien lo necesite. “La idea es plantear un nuevo paradigma con respecto a los bienes culturales y cómo se los puede sostener en el tiempo independientemente de las crisis sistemáticas que tiene el país”, explica Diarte.
“En momentos como éste, caracterizados por el vaciamiento cultural de los últimos años, yo creo que el cierre no es una posibilidad. Acá los logros y los fracasos se comparten colectivamente, todes con todes”, confirma Diarte y agrega: “Trabajamos en forma horizontal, y creemos que la herramienta propone otra forma de hacer las cosas, reivindicar la autonomía y la independencia como formas comprobadas que funcionan”.
Según un informe de la Cámara del Libro, la producción editorial cayó un 45% entre el último trimestre de 2016 y 2019.
El nuevo período de gobierno comienza con un proyecto de ley que promete fomentar y promover la industria editorial en Argentina. Consiste en la creación de un Instituto Nacional del Libro Argentino (INLA), que ya obtuvo aprobación en la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados a comienzos de noviembre. El documento fue redactado con la participación de diversos actores del circuito del libro y espera su aprobación parlamentaria. Por otra parte, la nueva gestión anunció que restituye el Plan Nacional de Lectura, desactivado por el macrismo, que implicará compras de títulos por parte del Estado.
“El INLA es una entidad que va a permitir que se sienten a dialogar en una misma mesa el Estado con el sector del libro. Va a haber un instituto, como pasa con otras áreas de la cultura (como el cine), pensando todo el tiempo cómo se puede mejorar y entender qué pasa con el sector. Una de las cosas más importantes es que tiene una mirada más holística e intenta incorporar a todos los actores del circuito”, dice Víctor Malumian, fundador de la Ediciones Godot y uno de los tantos convocados para exponer en el Congreso de la Nación sobre qué enfoque debería tomar el proyecto de ley.
Carlos Díaz, que reinstaló la editorial Siglo XXI en Argentina en el año 2000, recuerda que ya hubo otro intento de fundar un instituto que fomentara la producción editorial en el país hace más de diez años: “Daniel Filmus retomó la idea, la pulió y la mejoró. Para eso contrató a un par de especialistas del mundo de la edición, dos sociólogos (Alejandro Dujovne y Heber Ostroviesky) que lo ayudaran a armar bien el proyecto y tomó referencias de otros países. La propuesta que presentaron es superior a la versión anterior. Leí el proyecto y lo apoyé. Me parece una buena iniciativa. La Argentina tiene una tradición y una potencia editorial en América Latina y, sin embargo, ningún gobierno ha tenido una política clara hacia el sector. Está bueno que el Estado, por primera vez, piense en algunas cosas para desarrollar la industria editorial”.
Laura Forni cita a Boris Spivacow: “Un libro al precio de un kilo de pan; es una necesidad básica, no un lujo”.
Díaz habla de gobierno pero también de Estado. El proyecto de ley propone la presencia de un Director del Instituto que será designado por el Poder Ejecutivo Nacional y tendrá un mandato de cuatro años. En torno a eso, el director de Siglo XXI resalta la importancia de “apostar al desarrollo y medidas de largo plazo en el país”. ¿Cómo impulsar políticas públicas que vayan más allá de un período de gobierno? Nadie tiene una respuesta clara, pero Malumian se atreve a decir que la clave está en la forma en la cual se conformará el instituto: “Tendrá un montón de actores que son del rubro. Me gustaría pensar que esa gente que vive de eso va tener una mirada filantrópica y ‘egoísta’ hacia al sector, de largo plazo, que van a pensar las medidas porque le hacen bien o no a la cuestión del libro, y no porque las puso un signo político u otro. Me parece que el punto interesante está en esa mixtura de actores que van a ser parte de la cúpula de toma de decisiones. Todos sabemos cuáles son las acciones que hay que tomar y que muchas veces no se hacen por un tema político”.
Entonces, ¿cuáles son las medidas que hay que tomar? Hay varias respuestas posibles. Por ejemplo Laura Forni, encargada de la librería La Cooperativa desde su origen en 2016 y librera hace ya diez años, cita a Boris Spivacow y dice: “Un libro al precio de un kilo de pan; es decir, que sea una necesidad básica, no un lujo”. Fiel a su rol en la industria hace una década, destaca que “una medida fundamental es que se exima a la librería de ciertos estándares de comercio. Si queremos difundir la lectura, una librería debería pasar a ser un polo cultural y difusor del libro. Pagamos lo mismo que cualquier comercio y los márgenes de ganancia en esta industria son muy pocos. Buenos Aires es una ciudad muy conocida por sus librerías. Ni hablar de que sería buenísimo que el Estado proporcione locales propios para la venta de libros”.
Por otro lado, Manuel Rud es uno de los fundadores de Limonero, una editorial dedicada al sector infantil. Él y Malumian, como representantes de pequeños sellos independientes, coinciden que uno de los flancos a atacar es la distribución y logística. Rud dice: “Es importante facilitarle a las editoriales la llegada a mercados que están un poquito más lejos. Hay un lema dentro de la industria editorial que es promover la bibliodiversidad. Bueno, esto se logra entendiendo que las pequeñas editoriales no pueden competir con las grandes y ayudándolas desde un punto de vista financiero”.
“Perder un 40% de ventas en cuatro años no es un cambio de habito cultural, es que la gente no tiene plata», dice Díaz.
Según un informe de noviembre de la Cámara Argentina del Libro, la producción editorial cayó un 45% entre el último trimestre de 2016 y 2019. “La producción baja porque baja el consumo. Lo primero que llega es la caída de ventas y detrás de eso la caída de producción”, dice Malumian. Pero, ¿por qué caen las ventas? El editor de Godot explica que es “por una multiplicidad de factores: una reducción del salario real y de la capacidad de compra muy fuerte. Por otro lado, las políticas económicas del gobierno anterior con tasas muy altas financieras no incentivaban la producción. Una cosa es que caiga el salario real, como sucedió, y otra es que además el libro aumente. Ahí se da un doble efecto.” Malumian agrega: “Por otro lado, eso deriva en cuestiones culturales más invisibilizadas. Como editor, si ves que cada vez se vende menos, es probable que te sientas impulsado a elegir entre dos títulos aquel que es una apuesta segura, en vez de apostar por algo nuevo. Hay una serie de efectos cascada. También hay mucha gente interesante que no está escribiendo porque tiene que hacer mil cosas para llegar a fin de mes y no le da el tiempo. Se da una multiplicidad de factores.”
Rud coincide en la idea de que los factores que afectan al consumo son económicos: “Esto queda claro porque la gente sigue comprando mucho en la Feria del Libro y el resto del año no compra en librerías. La Feria de Buenos Aires no vio reducida su cantidad de ventas. La gente tiene la plata para comprar libros una vez al año”. Y Carlos Díaz agrega: “Perder un 40% de tus ventas en cuatro años no es un cambio de habito cultural. Tiene que ver con que la gente no tiene plata para comprar libros. Argentina es un país con un núcleo duro de lectores muy importante. México tiene una población tres veces más grande que Argentina y los libros que hacemos en Siglo XXI se leen en las mismas cantidades acá que allá. Eso habla de la cantidad y calidad de los lectores argentinos. Es un mercado que hay que cuidar porque en América Latina no hay muchos así, incluso para España es un mercado importante”.
“Hay cambios de consumos culturales pero creo que hay que ver qué pasa si por un par de años no tenemos una tasa de 60% de inflación, tasas de Lelics del 80% y, más o menos, se vuelve predecible lo que va a pasar en el país. La competencia por el tiempo ocioso es una barranca leve hacia abajo y a lo que nos empujo el gobierno anterior es un abismo”, remata Malumian.