«Me salvaron los cuerpos de mis compañeros que cayeron muertos arriba mío»

«Me salvaron los cuerpos de mis compañeros que cayeron muertos arriba mío»

El sobreviviente Hugo Cardozo testificó en el juicio que investiga la masacre del Pabellón Séptimo en plena dictadura militar.

El pasado miércoles 23 se llevó a cabo una nueva audiencia del juicio oral por la Masacre del Pabellón Séptimo del 14 de marzo de 1978. En ella se iniciaron las declaraciones testimoniales y habló el sobreviviente Hugo Ricardo Cardozo.

En los tribunales federales de Retiro se reanudaron las audiencias. El presidente del Tribunal Oral Federal 5, Nicolás Toselli, hizo mención de todas las partes de la defensa, la fiscalía y la querella. También el juez identificó la presencia de un solo imputado vía Zoom, Juan Carlos Ruiz, mientras que los imputados Horacio Martín Galíndez y Gregorio Zerda estuvieron ausentes.

En representación de la querella, Claudia Cesaroni, luego de darle la bienvenida y agradecerle por su presencia, comenzó a realizarle preguntas al testigo y querellante Cardozo.

Cardozo comentó que cuando ingresó al penal de Devoto había sido transferido de la Unidad Penitenciaria 1 de Lisandro Olmos, y que para el momento de la masacre él tendría unos 19 años. También comentó con quiénes “rancheaba” y qué tipo de actividades hacía.

Cuando se le pidió que cuente cómo vivió la noche del 13 y el 14 de marzo, el testigo inició por el incidente de la televisión encendida, ya que según él, eso fue el punto de provocación de la masacre. “Estaba en la mesa del medio, tomando mate”, dijo Cardozo. Y agregó un detalle que le había llamado la atención de ese día: el guardia “gordito” de siempre no estaba sino uno que entre su grupo lo llamaban “Kung Fu” o “El Karateka” debido a sus habilidades ya manifestadas con algunos de ellos durante sus castigos. De hecho, Cardozo mencionó que durante su paso por el penal lo castigaron dos veces y una de ellas el responsable fue “Kung Fu”, quien lo golpeó muy fuerte. Más adelante, se le consultó a Cardozo si podía identificar con nombre y apellido a esta persona, a lo que dijo que era Gregorio Zerda, uno de los imputados.

Luego de su aclaración, mencionó que “Kung Fu” gritó que apaguen el televisor para poder leer la lista de los que tenían que ir a declarar a cada juzgado. “Normalmente cuando pasaba eso, el guardia pedía que se baje el volumen pero en este caso fue distinto. “Kung Fu” insistió que el televisor se apagara, cosa que me pareció raro. A lo que el Pato Tolosa, otro de los reclusos, le dice que se deje de joder y se rehusó”, relató el testigo. A raíz de eso se desencadenó una discusión, pero él se levantó y se fue a dormir.

Horas después, a la madrugada ya del 14 de marzo un par de personas uniformadas empezaron a insistir con que saliera “el Pato”, a lo que él se rehusó. Cardozo contaba que esto de “aparecerse” horas más tarde lo solían hacer cuando querían castigar a alguien, a lo que dice haber escuchado de parte de uno de los uniformados “¿No salís? Mañana van a ver”. Cardozo contó que si bien le quedó resonando esa frase, en ningún momento consideró que eso conllevaría que los hagan vivir el infierno que atravesaron ese día.

“Lenguas de fuego”

Para el testigo, esa mañana era el inicio de un día importante porque lo visitaría su mamá. Mientras estaba calentando el agua, escuchó que el personal se acercaba para hacer la rutina de cada requisa. Previo a explicar lo que pasó ese día contó cómo funcionaba normalmente. “La requisa consistía en que al quedar todos apilados, ellos (el personal) iban tocando la espalda de cada uno y ya automáticamente sabíamos que teníamos que correr hasta la mitad del pabellón. En la mitad del pabellón estaban extendidas las mantas de nuestras camas en el piso, del otro costado una fila de personal del Servicio Penitenciario que esperaba que nosotros nos paráramos frente a ellos. Nos teníamos que ir sacando la ropa e ir entregándosela en mano hasta quedar totalmente desnudos. Después teníamos que abrir la boca, sacudirnos el cabello, levantarnos los testículos, girar, mostrar las nalgas, y una vez que hacíamos todo eso nos daban el visto bueno y juntábamos la ropa”. 

Ante la pregunta de Cesaroni acerca de cómo se conformaba la requisa, él explicó que se realizaban cada 15 días, que generalmente eran 30 personas y que en esa rutina nunca llevaban armas. “Pensar en no acatar una orden de la requisa era un suicidio. Yo hacía todo lo que me pedían”, expresó el testigo. Sin embargo, contó que esa mañana fue distinto: “No entraron 30, entraron como 70 personas gritando y corriendo desaforadamente, puteando y abriéndose en abanico en todo el pabellón”. Mientras veía que iban golpeando a sus compañeros, se levantó. Al rato, pararon y se retiraron.

“A mí me vino el miedo. Si antes pasó esto y ahora se van ¿Qué va a pasar después? Fue a partir de eso que decidimos trabar la puerta”, comentó. Buscaron apilar las camas y los colchones contra las puertas. Minutos después el personal efectivamente volvió, pero esta vez tirando gases y disparando con una ametralladora. Los detenidos, defendiéndose, comenzaron a revolear todo lo que tenían a su alcance: papas, cebolla, una radio, pilas. La idea era que los guardias no vieran hacia dónde disparaban y para eso clavaron algunos colchones a los  barrotes.

En un momento vio a uno de sus compañeros al que le arrojaron con un cartucho que le quedó clavado en el hombro, le salían chispas y corría desesperado. Al instante, de la pila de colchones bajó una llama muy delgada que terminó explotando, transformándose en “lenguas de fuego” que iban hacia ellos. El hollín empezó a quemarlo a él y al resto de sus compañeros. “Fue desesperante sentir como me asfixiaba, se escuchaban gritos por todos lados”, describió Cardozo, conmovido. Ante la asfixia, se tiró al piso y vio a su compañero “Guampa” caer súbitamente, con un hilo de sangre en su frente. Pensó que le habían disparado. Al sentir que se estaba desvaneciendo trató de levantarse, y para eso tuvo que sacarse cadáveres que estaban encima suyo. “Parece que me salvaron los cuerpos de mis compañeros que cayeron muertos arriba mío hasta que me levanté.” 

Tras el incendio, la tortura

Después de contar que estuvo gritando con los demás presos que quedaban vivos, escuchó que el personal empezó a insultarlos ordenándoles que corrieran las camas, a lo que las abrieron apenas un poco. Les exigieron que salieran de a tres. “Me quedé descalzo para poder correr. Miré hacia el pasillo y vi un cordón de policías uniformados. Me puse las manos en la cabeza para cubrirme. Me reventaron las ampollas y las quemaduras a golpes, pero ya no me dolía. Había cuerpos tirados de la gente que no pudo soportar esos golpes”, relató el testigo. Los hicieron bajar a los calabozos mientras gritaban, saltaban y pedían ayuda. 

Luego emperzaron a escuchar más insultos: “¡Hijos de puta! ¿Qué hicieron?” imitaba el sobreviviente. Pensó que los matarían. Sin embargo, cuando abrieron la puerta había médicos y enfermeros. “No es que nos puteaban a nosotros sino al personal”. Finalmente lo llevaron en ambulancia al Hospital Salaberry. Le tuvieron que raspar los brazos quemados para quitar toda la piel muerta y prevenir una infección. La recuperación fue larga y mencionó haber estado bastante tiempo en el Hospital Penitenciario ya que le “tenía que crecer la piel de las manos”. 

Luego del alta médica lo transfirieron nuevamente a Olmos, el penal que había estado meses antes de que lo ingresen a Devoto. Pero la violencia no había terminado. Al personal de Olmos le dijeron: “Acá tenés a uno de los amotinados” y lo agarraron a patadas y a piñas, y posteriormente lo metieron en el calabozo. Contó que entre los golpes, le lastimaron los testículos e hicieron que tiempo después perdiera uno de ellos. Cesaroni continuó preguntándole acerca de qué fue de su vida tras de la masacre y después de salir de la cárcel, a lo que mencionó que obtuvo la libertad en julio de 1982. También describió las graves lesiones que conllevaron mucho tiempo de recuperación, entre ellas quemaduras en el dorso, manos, espalda y pierna. 

El testigo destacó que el Estado nunca le brindó nada ni se le reparó sobre ningún daño sufrido, ni a él ni a su familia. Contó que en el 2006 le mandó una carta a la Presidencia con la esperanza de hacer justicia. “La respuesta de Presidencia fue que me dirigiera a Derechos Humanos. Cuando me dirigía a ellos su respuesta era prácticamente que me jodiera porque como no fui preso político no podían hacer nada”, mencionó el testigo. Además, Cardozo afirmó que se guardó por muchos años todo lo sufrido y que le costó contar la verdad y comprender todo lo que había pasado: “Esquivaba las preguntas o mentía cuando me preguntaban por las quemaduras. Decía que había estado en un incendio en una fábrica”.

La vida marcada

La masacre dejó graves secuelas a Cardozo. El sobreviviente declaró que no fueron sólo las dolencias manifestadas en el alcoholismo, conllevando a un cierto aislamiento y problemas con su esposa e hijas sino también ser sonámbulo y tener una disnea. Añadió que estuvo mucho tiempo con problemas respiratorios. “Me rompieron la vida ese 14 de marzo y con los pedacitos que quedaron viví dos vidas paralelas. Yo traté de buscar y hacer justicia por aquellos que no tienen la oportunidad que tengo yo de estar relatando lo que me pasó ese día” expresó.

Luego la Fiscalía le preguntó si había declarado ante alguna autoridad judicial estos hechos, a lo que él comentó que sí. “La única vez que declaré sobre el tema fue ante un señor que se presentó al costado de mi cama con otras dos personas. Me preguntaba qué había pasado, a lo que yo le respondía casi lo mismo que ahora, capaz un poco más fresco por ser más reciente. Cada vez que decía que me habían pegado él me decía “¿Eso vas a decir?” O preguntaba si nos habíamos amotinado”. Frente a eso, Cardozo aclaró que bajo ninguna circunstancia estaba la posibilidad de entender a la masacre como un motín, menos en un contexto dictatorial. Además, comentó que cuando dio declaración aún tenía las manos vendadas y que al tiempo apareció una declaración de ese día firmada por él, lo cual, según el sobreviviente, era imposible. 

Cuando fue el momento de las preguntas de las defensas, varias de ellas fueron cuestionadas, no sólo por considerarse direccionadas hacia una posible respuesta del testigo sino también por captarse un comportamiento inapropiado. En un momento, el abogado le preguntó cómo era Tolosa, a lo que Cardozo contestó “un tipazo, un tipo amable”, que lo saludaba y tenía mucho respeto. Frente a ello el abogado respondió “con lo cual deduzco que teniendo en cuenta esa calificación de tipazo usted lo hubiera aprobado como candidato para tener una relación con una de sus hijas”. Dicha respuesta no sólo generó un alto grado de rechazo por parte del público y la querella sino que el juez tuvo que intervenir en la situación y le advirtió que no admitirá esa pregunta.

A pesar de la interrupción del juez, las preguntas carentes de utilidad o inadecuadas hacia el testigo se repitieron. Entre ellas, se le preguntó para qué sirve una requisa o cual considera que debía ser la normativa de una requisa. Toselli intervino nuevamente: “Hay preguntas que se le pueden hacer al testigo que tienen que ver con los hechos, y hay otras que tiene que ver con la valoración, que esas están reservadas para el momento de la discusión final. Le voy a pedir que de ahora en adelante, haga el esfuerzo para poder diferenciarlas antes de realizar la pregunta. 

Finalmente se agradeció a Cardozo por su asistencia y se cerró la audiencia. Tras el cuarto intermedio, el próximo miércoles será escuchado el testigo Roberto Luis Montiel.

 

La brutalidad de la picana y la sed insoportable

La brutalidad de la picana y la sed insoportable

Los sobrevivientes Raúl Antonio Morello y José Manuel Vázquez relataron sus padecimientos en una nueva audiencia que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura en la Mansión Seré y la zona de Moreno.

José Manuel Vázquez

“Me dicen que me van a matar, que les diga dónde quiero el tiro, que diga unas palabras para mi esposa”, relató Raúl Antonio Morello, víctima, sobreviviente y testigo en la megacausa Mansión Seré IV y RIBA II durante esta séptima audiencia, en torno al momento en que creyó que lo iban a matar: “Que los perdonen a ustedes, no saben lo que están haciendo”, fueron las sílabas pronunciadas por Morello aquel día como últimas palabras, durante ese simulacro de fusilamiento.

El martes 22 de octubre se realizó la séptima jornada judicial en la que hubo cuatro personas que declararon sobre los crímenes perpetrados en la ciudad de Moreno y otras localidades de la zona oeste de la provincia de Buenos Aires, bajo la jurisdicción se la Fuerza Aérea. En la sesión estuvieron presentes de forma presencial los imputados Julio Cesar Leston y José Juan Zyska, mientras que los otros tres acusados, Juan Carlos Vázquez Sarmiento, Ernesto Rafael Lynch y Juan Carlos Herrera estuvieron presentes de manera virtual, a través de la aplicación zoom. Prestaron testimonio, además de Morello, Ana María Wenk, esposa de Morello, José Manuel Vázquez, sobreviviente, y Norma Beatriz Rivas, testigo de concepto por el imputado Zyska, quien pronunció una declaración escueta y carente de significación para la causa, que no parece aportar a favor del imputado, corolario de una defensa ineficaz.

Morello, primera persona en testimoniar en esta audiencia, declaró haber vivido la escena de arrodillarse con un arma apuntando a su cabeza en repetidas oportunidades, sumado a diferentes vejaciones que vivenció en sus casi 60 días de cautiverio y tortura atroz llevadas a cabo en diferentes centros clandestinos de detención a lo largo de zona oeste: “Alguien me agarraba de los pantalones. Me empezaron a pasar la picana eléctrica por los genitales, por el cuerpo”, expresó y agregó que les pidió por favor que les sacaran las esposas porque tenía las muñecas muy hinchadas: “Me las dejaron ‘para que me haga hombre’”, detalló el testigo acerca de lo que fue una de las más brutales torturas que sufrió, que tuvo como consecuencia para su persona una grave hemorragia interna.

El objetivo de este accionar macabro era interrogarlo acerca de la labor religiosa y comunitaria que desempeñó en barrios carenciados. El testigo hizo hincapié en las tareas sociales que desempeñó en su comunidad, su trabajo en el barrio, la impartición de catequesis a jóvenes y demás. Lo creían el “ideólogo” de una corriente subversiva y le preguntaban por Aldo Ameigeiras y Alejandro Miceli. A su vez, reflexionó sobre cómo su vinculación religiosa le fue necesaria para afrontar aquel calvario: “Me sirvió mucho el monasterio, me imaginaba qué estaría haciendo un monje en mi situación: estaría rezando”, sostuvo el testigo. “Un día antes de la liberación nos traen una comida, nos sacan de la celda y nos hacen sentar en el patio”, relató. Le preguntan si él era “el padrecito”, lo hacen rezar un Ave María y un Padre Nuestro y el 25 de diciembre de 1977 lo liberan en Devoto. “Tenía las piernas quemadas por la corriente eléctrica. La brutalidad de la picana me quitó la tartamudez y a la vez la alegría. Creo en que ninguna foto nadie me va a ver sonriendo”, sostuvo la víctima en respuesta a cuáles fueron las consecuencias de la tortura sufrida. En sus palabras finales reflexionó: “Yo lamento que el código procesal penal para estos delitos no haya contemplado que los imputados estén presentes en la audiencia, para mirarlos a los ojos y medir su altura. No tienen la obligación de asistir, como a mí sí me obligaron a arrodillarme”.

Wenk, la esposa de Morello, también declaró como testigo en la jornada por la desaparición de su marido: “Estaba en el centro de Moreno esperando el colectivo. Se acercan lo que nosotros conocíamos como las Tres Marías: camionetas celestes de la aeronáutica”, comenzó a relatar acerca del día del secuestro. “Nos pusieron contra la pared y se lo llevaron a él”, sostuvo Wenk y especificó cómo se desarrolló el arduo proceso para lograr dar con su paradero: “Fue surgiendo una lista de personas a las que pedirles socorro”. A los días de desaparecer su marido, se llevan a una pareja amiga del matrimonio, que se suma a la lista de búsqueda de personas que realizó Wenk. Varios le cerraron la puerta en la cara, pero logró dar con el contacto de la esposa de un brigadier que intentó conseguir información: “Le pedí que preguntara por los tres, ella me dijo que no y respondí: “Bueno, si tengo que elegir, elijo saber de ellos dos (refiriéndose a la pareja) porque tienen un hijo”. La mujer finalmente resolvió averiguar también por la pareja amiga y a través diferentes gestiones se logró su libertad. “Decían que iba a haber una amnistía grande en Navidad, que probablemente estarían en ese listado”, expresó Wenk acerca del proceso de liberación. Aquel día, la mandan a la Policía Federal y espera en un kiosco para ver mejor: “El primero que salió fue Raúl”, relató la testigo. Pero luego a su esposo lo hicieron entrar de nuevo. Se hizo tarde y se fue a la casa de una amiga a esperar al día siguiente. Temprano en la mañana, llegó a la comisaría y le dijeron que ya habían liberado a su marido. Como no había forma de comunicarse, volvió a Moreno descreída y dispuesta a hacer su recorrido y seguir su búsqueda, pero afortunadamente, “Raúl ya estaba en casa. Fue una situación muy traumática, pero de alguna manera pudimos sobrellevarla porque siempre estuvimos acompañados por esta comunidad. Eso nos dio fortaleza para seguir adelante, para ver qué queríamos: queríamos ser médicos y ser parte del pueblo más doliente”, sostuvo Wenk.

“Sí, es Vázquez”

“En un momento escucho pasos de atrás. Me tiran contra el tejido. Me apuntan con pistolas. Me revisan. Me sacan el documento y dicen: ‘Sí, es Vázquez’”, expresó el testigo y víctima José Manuel Vázquez relatando en detalle el momento de su detención, que tuvo lugar en la parte sur de la estación del Ferrocarril Sarmiento en la localidad de Moreno el 23 de abril de 1977. Lo sorprendieron en la calle. Lo interceptó una camioneta de la Aeronáutica. Logró ver otro auto, un Peugeot donde se encontraba un conocido suyo dentro y logra preguntarle: “¿Caíste vos también?”, antes de que lo suban a la camioneta y se lo lleven. Dieron una larga vuelta por varios lugares hasta llegar a su lugar de detención. Lo bajaron y lo metieron en un calabozo. Le sacaron las esposas, pero seguía con las vendas en los ojos. Allí volvió a encontrarse con su conocido: “El tipo estaba condenado, pero quería salvar a su hijo y a su esposa”, sostuvo el testigo en relación al momento en que esta persona le reconoció que tuvo que hacer un “canje” entregando su nombre a cambio de salvar a su familia. En las torturas que le fueron ejecutadas, reconstruye que los represores “querían saber a quién conocía de Montoneros, del ERP, del Partido Comunista, si conocía al cura Pepe. Se suponía que yo tenía que saber algo”, sostuvo el testigo. También relató las condiciones a las que fue sometido en sus días de cautiverio: “Una de las peores torturas al ser humano es la sed insoportable”, en referencia a la casi nula alimentación que mantuvo aquellos días, en los que ni siquiera tuvo acceso al agua. Relató que tenían que hacer sus necesidades en la celda, ya que no había baño y que, además, no les proveyeron elemento alguno para resguardarse del frío. “Parece que te van a largar”, le dijeron antes de su liberación.

Un día lo cargan esposado y tabicado y lo dejan en un descampado a cinco cuadras de su casa: “Escuché un avión y tuve la certeza de que estuve en la base aérea de Moreno”, continuó Vázquez. En torno a la pregunta acerca de las consecuencias que le trajo el secuestro expresó: “No me quedó ni odio ni rencor, ni sed de venganza. Pero hasta el día que me muera voy a pedir memoria, verdad y justicia”.

Cerrando su testimonio, el testigo reflexionó acerca de las implicancias y consecuencias que ocasionó el accionar de la última dictadura militar para el país: “¿Cuál es la razón por la que cometieron semejantes atrocidades?”, se preguntó y a modo de respsuesta enumeró una serie de hechos: la implicancia económica que dejó la dictadura, ligado a un modelo que quisieron instalar formado por la adquisición de deuda externa, emparentados con las familias más adineradas del país y vinculado al sector empresarial. Además, mencionó la relación del golpe con la pata civil que lo sustentaba y con un proceso orquestado a lo largo de la región sud del continente: el Plan Cóndor, que devino en la Guerra de Malvinas, conflicto que el testigo denunció que estuvo plagado de tormentos para los conscriptos, ejercidos por sus militares superiores. Sin embargo, el tribunal juzgó que estas reflexiones no eran pertinentes a los hechos de la causa y apresuraron su finalización.

De todos modos, ya en diálogo con ANCCOM, el testigo amplió su análisis y enfatizó el rol de la parte de la sociedad civil que convalidó el golpe y de las cúpulas eclesiásticas durante la dictadura: “Son responsables de las muertes, de la desaparición, de los robos de bienes materiales, las violaciones… Deben ser condenados de por vida. La historia debe condenar estos actos”.

En relación a su mayor anhelo, José Manuel Vázquez dijo: “Lo que yo quiero es imposible, es un deseo, un sueño: me gustaría que estos represores que hoy están sentados en el banquillo, que tienen derecho a la defensa que nosotros en aquella época no tuvimos, nos digan dónde están los compañeros desaparecidos. ¿Qué les cuesta? ¿Por qué no lo dicen? Yo sé que me queda poco tiempo, me voy a morir sin saber lo que pasó, qué hicieron, dónde están”.

La próxima audiencia de la causa se llevará a cabo el martes 5 de noviembre, debido a que este juicio comenzará a alternarse con el de Campo de Mayo. Se podrá acceder a lo que suceda en el tribunal a través de la transmisión de FM en Tránsito y La Retaguardia, o bien, de manera presencial en el Tribunal Federal Oral N°5 de San Martín, ubicado en Pueyrredón 3734.

Un nuevo abrazo para Abuelas de Plaza de Mayo

Un nuevo abrazo para Abuelas de Plaza de Mayo

La organización conmemora su 47° aniversario este 22 de octubre. Celebrará en el Teatro Argentino de La Plata y convoca a una campaña de abrazos, viralizada en redes sociales, durante el Día Nacional del Derecho a la Identidad.

El  22 de octubre de 1977 se conmemora el aniversario de Abuela de Plaza de Mayo, aquellas madres que seis meses después de las primeras rondas a la Pirámide de Mayo, se agruparon para, además de sus hijos e hijas desaparecidos por el terrorismo de Estado, buscar a sus nietos desparecidos o nacidos en cautiverio.  En un principio, se bautizaron como “Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos”, y más tarde adoptarían el nombre “Abuelas de Plaza de Mayo”, dando origen a una organización no gubernamental cuyo objetivo es, hasta hoy, localizar y restituir a sus legítimas familias a los niños robados por la última dictadura cívico-militar argentina.

En la actualidad, la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo está organizada en diferentes áreas. Las decisiones las toma la Comisión Directiva, que en sus orígenes estaba integrada solo por abuelas, y hoy son acompañadas por nietos, nietas y hermanos que buscan a sus familiares, que son elegidos cada año en la Asamblea Anual Ordinaria. Manuel Gonçalves, nieto restituido y secretario de la Comisión Directiva comenta en diálogo con ANCCOM: “Ellas son literalmente las madres de personas desaparecidas por una dictadura. Son irremplazables esas figuras, pero no pueden estar activas hoy como la organización lo demanda y como lo estuvieron durante muchos años. Hay un grupo de nietos y nietas que estamos en el día a día, también de hermanos que buscan y algunos tíos y tías que tratan de aportar desde su historia para encontrar a los que aún buscamos”.

Además, Abuelas tiene un equipo de trabajadores profesionales que se distribuyen en 13 áreas como Presentación Espontánea, Prensa y Difusión, Socio-vincular, Jurídica, Investigación,  Psicológica,  Sistemas, Archivo Biográfico Familiar, Recepción, Administración y la Casa por la Identidad, donde se encuentra también la biblioteca y el archivo institucional. Además, cuenta con cuatro filiales y desde 2017, la filial La Plata funciona en el Espacio para la Memoria excomisaría 5ª, que es coordinado por un nieto de la institución, Leonardo Fossati.

“Es una frase muy popular pero Dios atiende en Buenos Aires, todos lo sabemos. Sin embargo, el secuestro y la desaparición de personas se hizo a lo largo y a lo ancho de todo el país y no solo del país, sino de toda Latinoamérica, a través del el Plan Cóndor. No todas las abuelas tenían la posibilidad de viajar, así que se organizaron en filiales”, declara Adriana Metz, miembro de  Comisión Directiva y referente de la filial Mar del Plata de Abuelas.

“Donde había una abuela, hay Abuelas” fue el principio de la organización con el que se formaron las filiales. Actualmente, hay en Mar del Plata, La Plata, Córdoba y Rosario. También existe Red por la Identidad que con sus nodos puede hacer extensiva al resto del país y al mundo la atención de personas que dudan de su origen o que cuenten con información para encontrar a los nietos y nietas desaparecidos, multiplicando la difusión sobre la búsqueda, generando nuevas campañas, charlas y atendiendo consultas que llegan a través de presentaciones espontáneas de personas que dudan de su identidad.

Abuelas de Plaza de Mayo focaliza la búsqueda en personas que tengan dudas sobre su origen biológico, nacidas entre los años 1975 y 1983. Sin embargo, reciben diferentes tipos de consultas, muchas personas se acercan con dudas sobre su identidad por más que estén fuera del rango etario. Adriana agrega: “Cuando empecé a trabajar acá no entendía cómo gente que no tenía nada que ver con la búsqueda de Abuelas consultaba Después entendí que es precisamente porque al ser un organismo de derechos humanos por ahí no podremos ayudar directamente, pero sí podemos saber con quién conectarte”.

Leonardo Doval, miembro del Área Jurídica explica su trabajo: “Atendemos casos de personas que llegan con consultas jurídicas varias. Como Abuelas es un actor social muy importante en la sociedad Argentina, muchas personas, por confianza, se terminan acercando a la institución. En general, logramos hacer una derivación a algún organismo, a alguna organización que sí le pueda brindar otra ayuda”.

Derecho a la Identidad para todos y todas

María Laura Rodríguez, miembro del Área de Presentación Espontánea de Buenos Aires explicaba que en los orígenes del área de Presentación Espontánea, como mucho se atendía a diez personas por año que se acercaban voluntariamente. Pero que, con el tiempo, el número fue creciendo paulatinamente. En el año 2004, el día después al que Juan Cabandié habló en la ex ESMA, habiendo sido restituido unos meses antes y dándose a conocer que había nacido en el mismo lugar, el número de entrevistas se triplicó. Esto fue creciendo exponencialmente con diferentes campañas llevadas a cabo a lo largo de los años. Rodríguez reflexiona: “Una cosa es que te vengan 20, 30 personas. Ya cuando te llegan 800 no te sirve lo que tenés construido como teoría sobre la apropiación. Lo que quedó claro es que la apropiación de bebés por razones políticas fue posible hacerla y  sostenerla porque ya existía lo que se llamó tráfico de bebés. Estaba inserta en una práctica social que preexistía a la dictadura”.

Se han registrado muchos testimonios y casos datados en la década de 1960, durante las migraciones masivas del campo a la ciudad, en las que se llevaron a cabo numerosas apropiaciones de bebés en hospitales, focalizadas en madres jóvenes, solteras y de escasos recursos económicos. “En esos caso, lo que tratamos de aportar es explicar, ordenar eso que trae desordenado la persona, tratar de darle más sentidos, más explicaciones, que la persona que viene con esa angustia se vaya mejor parada”, agrega Rodríguez, sobre cómo orientan a personas de todas las edades que dudan sobre su origen biológico. “Pudimos explicarnos que había apropiación de bebés por razones políticas, robo de bebés y torturadores pero no pudimos asumir como sociedad que también comprábamos bebés porque buscábamos ser madres a cualquier precio. En lugar de acompañar a las mujeres que en esa situación de vulnerabilidad y embarazo adolescente quizá querían ser madres, se las ponía en un lugar que parecía que era más egoístas si maternaban que si lo daban en adopción. Hay que deconstruir el concepto de abandono”.

Luego de las entrevistas orientativas, Abuelas deriva a las personas que dudan de su origen a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), que a través del estudio de la documentación y, en el caso que lo requiere, de un análisis de ADN busca esclarecer su identidad. Aquí, además se ha creado un área que se ocupa específicamente de mujeres que han tenido partos y que dieron a su bebé en adopción voluntariamente, o les dijeron que su bebé había nacido muerto. Se les guarda una muestra de ADN para ver si a futuro puede vincularse con el de otra persona que quiera resolver su identidad. 

No obstante, la restitución de la identidad no es solo a través de la inclusión genética en un grupo familiar. Abuelas cuenta con el Archivo Biográfico Familiar en el que existen entrevistas a familiares, amigos, vecinos de desaparecidos para que la persona que restituye su identidad pueda también reconstruir su historia familiar. Rodríguez explica: “En el apogeo del ADN parece que la identidad es lo biológico y nada más. Pero para Abuelas nunca fue eso, en su práctica nunca la identidad es solamente un ADN en común”.

La donación como sostén

            Claudia Poblete, que restituyó su identidad en 2000 y hace unos años integra la Comisión Directiva de Abuelas, habla sobre la transmisión y el trabajo con las nuevas generaciones. ”Los programas académicos que acompañan Abuelas interesan a las nueva generaciones que  nos ayudan a pensar estrategias de búsqueda, pero también son importantes para que el mensaje de Abuelas siga vigente en la sociedad. El trabajo que las universidades hacen junto a las Abuelas también es una herramienta muy potente de difusión”.

Desde octubre de 2023, y frente al desfinanciamiento del gobierno Nacional, Abuelas debió iniciar la búsqueda de otros fondos de financiamiento para sostener su enorme tarea. En ese sentido, cuenta con una campaña de donación activa a la que se puede acceder por la página web. Claudia agrega: “A veces causa sorpresa el hecho de saber que la remamos como la rema tanta gente. Sabiendo cómo está la situación del país, sabemos lo sensible que es hablar de plata en estos momentos y no queremos ser insensibles a eso. Acá hay gente que trabaja, que está formada y le da un valor muy grande a la institución. Nos hemos ido formando en esto que es algo muy único en el mundo y que no podemos perderlo por no poder sostener su trabajo. Por eso necesitamos del apoyo de todos y todas los que se sienten motivados a acompañar a las abuelas”.

47 años

Como todos los años, Abuelas realizará un acto aniversario para conmemorar sus 47 años de lucha, en esta ocasión el 23 de octubre, en el Teatro Argentino de La Plata, con diferentes músicos y artistas invitados y la conducción de los nietos Manuel Gocalves y Leonardo Fossati. Además, el 22 de octubre se conmemora el Día Nacional del Derecho a la Identidad. En esta oportunidad, a 20 años desde la sanción de la Ley, la Asociación convoca a la sociedad a sumarse a la campaña “Un Abrazo para Abuelas”. El objetivo en visibilizar la búsqueda de los 300 nietos y nietas que falta encontrar y la defensa del derecho humano a la identidad. La idea es compartir en las redes sociales a través de una frase, una foto, una canción, o lo que el público desee, por qué es importante seguir apoyando la lucha de las Abuelas.

Poblete comenta sobre los tiempos que atraviesa la institución: “Es un desafío hacia adentro, de construcción, y es un desafío hacia afuera que también podamos construir esta nueva identidad, con un recambio generacional. Porque no solo nos tenemos que reconocer nosotros, sino que los actores que interactúan con nosotros también tienen que poder reconocer eso. Es un trabajo y un desafío que nos encuentra en este momento, con un contexto muy contrario, así que es una situación bastante compleja. Por eso en este aniversario pedimos ese abrazo a Abuelas, porque lo necesitamos, necesitamos que cada uno busque un poquito dentro de qué manera puede abrazar a Abuelas porque sabemos que es importante para la sociedad argentina”.

Censurar rima con olvidar

Censurar rima con olvidar

Cuando ya habían comenzado las actividades, el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Alberto Baños, canceló la realización del Seminario Internacional Sobre Políticas Públicas de la Memoria que hace 15 años se realiza ininterrumpidamente en el Centro Cultural Conti.

La decimoquinta edición del Seminario Internacional Políticas de la Memoria, organizado por el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, ha sido cancelada por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, el mismo día de la inauguración, sin que mediara ningún aviso previo.

El Centro Cultural Conti, ubicado en el Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex ESMA), recibió la noticia con las actividades ya en desarrollo. El comunicado enviado desde la Secretaría de Derechos Humanos, expresó que el evento no está autorizado, que las actividades no fueron ni auspiciadas ni aprobadas, por lo que “no se autoriza la concurrencia a esas manifestaciones en el horario laboral de 08:00 a 20:00 horas”, en consecuencia quedaron canceladas y “se tomarán las medidas pertinentes para concretar esa decisión”. 

Nana González, Secretaria General Adjunta de la Junta de ATE del Ministerio de Justicia explicó en diálogo con ANCCOM: “Las actividades del seminario fueron canceladas porque revisaron las ponencias y les parecieron tendenciosas por hablar de terrorismo de Estado. Quiero recordar que el Conti está en lo que fue el mayor centro clandestino de detención tortura y exterminio de la Argentina”.

Con respecto a la diferencia entre los temas tratados en el seminario de años anteriores y el contenido de este año, González afirmó: “La estructura del seminario es siempre la misma, la diferencia es el paraguas conceptual sobre el que se organizan las mesas. El de este año es a 40 años del Nunca Más”. 

Bajo el título “La Secretaría de DDHH CENSURA un Seminario Internacional sobre Políticas de Memoria”, el Centro Cultural expresa en su comunicado el descontento por la decisión tomada por el Secretario de Derechos Humanos, Alberto Baños, y sostiene que “como la medida fue tomada con absoluta arbitrariedad, sólo podemos conjeturar los motivos: tratar de obturar el debate democrático sobre políticas de memoria, que es el objetivo final del seminario”.

El seminario “Reflexiones, archivos y testimonios. A 40 años del Nunca Más”, se ha realizado de manera ininterrumpida entre 2008 y 2024. Del 16 al 18 de octubre, se reunirían más de 600 intelectuales, académicos y académicas, estudiantes y activistas, nacionales e internacionales, con el fin de reflexionar críticamente sobre las políticas de la memoria y proponer debates con respecto a los 40 años del Nunca Más. Bajo esta consigna, y planteando que el Nunca Más es un símbolo refundacional de la democracia, pero que funciona siempre y cuando sea aceptado socialmente, se busca responder las preguntas: ¿Qué vigencia tiene hoy el Nunca Más? ¿Sigue movilizando a la sociedad como antaño? ¿Cómo renovarlo a la luz de los nuevos desafíos que nos plantea la democracia actual? ¿Se vuelve necesario recrearlo sobre otras imágenes y representaciones? Sostienen que la paradoja es que cuanto más débiles parecen los valores encarnados en el Nunca Más, más necesarios se vuelven. La convocatoria fue de carácter abierto a la comunidad.

Además, el seminario iban a contar con otras actividades como la presentación del monólogo verbal y musical Concierto sobre Cadáveres, de Carla Crespo, en torno al poema de Néstor Perlongher, y la de los libros Los centros clandestinos de detención en Argentina. Nuevas miradas y saberes a 40 años del Nunca Más, de Débora D’Antonio y Rodrigo González Tizón, e Infancias en dictadura. Sobre narrativas, arte y política, de Natalia Montealegre Alegría y Graciela Sapriza.

El Centro Cultural Conti afirma que no tiene ni ha tenido autoridades designadas en todo este año, ni un solo peso de presupuesto. Resalta el esfuerzo de los trabajadores y trabajadoras que sostienen día a día el espacio, y manifiesta que, ante la falta de Dirección, las actividades son siempre comunicadas al secretario Baños, actualizando regularmente y con detalle las distintas áreas del lugar, para que “nada de lo que allí sucede quede fuera del conocimiento ni de Baños ni de su equipo. Especialmente el Seminario, por la forma en que está organizado, requiere meses de preparación, con lo cual es imposible que la Secretaría desconociera su realización”. 

Reabren una causa por gatillo fácil en Mendoza

Reabren una causa por gatillo fácil en Mendoza

Revocaron el sobreseimiento de los gendarmes acusados de fusilar en un retén al joven de 20 años Andrés García Campoy. El juez que los había exculpado ahora es juzgado por múltiples delitos.

La justicia de Mendoza revocó el sobreseimiento a los gendarmes investigados por la muerte de Andrés García Campoy, quien falleció de un disparo en la cabeza a la salida de un retén policial en 2014, y ordenó nuevas medidas probatorias para determinar qué fue lo que le sucedió.

La apelación interpuesta por el Ministerio Público Fiscal del sobreseimiento dictaminado por el exjuez Walter Bento, quien hoy se encuentra preso por corrupción, logró que la Sala A de la Cámara Federal de Mendoza ordenara reabrir el caso. Los jueces Manuel Alberto Pizarro y Juan Ignacio Pérez Curci resolvieron revocar el sobreseimiento a los gendarmes Maximiliano Alonso Cruz y Corazón de Jesús Velázquez imputados por la muerte de Andrés García Campoy.

El tribunal señaló que existen “defectos en la valoración de los elementos de prueba”, y se ordenó profundizar el caso y hacer nuevas pericias balísticas y forenses que no se habían hecho anteriormente, para determinar qué fue lo que sucedió el 13 de junio de 2014.

Aquel día, Andrés García Campoy, un joven mendocino de 20 años, estudiante de la Tecnicatura de Higiene y Seguridad, conducía su Peugeot 504, cuando un retén de efectivos de Gendarmería nacional, en Luján de Cuyo, lo detuvo sobre el kilómetro 1060 de la Ruta 7. Allí, en circunstancias que aún no están claras, Andrés falleció de un disparo por detrás de la cabeza.

La versión de los gendarmes fue que el joven se disparó él mismo, pero una pericia al cuerpo de Andrés dictaminó que el orificio de la bala, que era de unos siete milímetros, no correspondía a esa hipótesis por su tamaño y porque se encontraba casi en su nuca, detrás de la oreja izquierda, un posición poco natural para tratarse de un suicidio. Además no encontraron restos de pólvora en la ropa o en las manos del chico, ni sangre dentro del vehículo.

En diálogo con ANCCOM, Mónica Campoy, la madre de Andrés, comentó: “Quiero que se haga justicia por mi hijo, y espero que los gendarmes vayan presos, nadie me va a devolver a Andrés, pero lo que hicieron ellos lo tienen que pagar”. Ambos uniformados están en libertad, uno de ellos aún en funciones en esa fuerza de seguridad. “Ellos sabían lo que hacían, tendrían que haber cuidado de mi hijo, y me lo mataron”, agregó.

La causa

A pesar de que el fiscal de instrucción de turno del Ministerio Público intervino en las investigaciones iniciales ordenando el secuestro de las armas reglamentarias de los gendarmes, no se les hizo la investigación correspondiente, ya que se adujo que la bala que acabó con la vida de Andrés se destruyó en el impacto.

Una pericia psicológica en la que se entrevistó a familiares y conocidos de Andrés determinó que no había “ningún tipo de indicio para pensar que se quitó la vida”. Él incluso había pagado su cuota universitaria el día anterior, y comprado un vino como regalo por el cumpleaños de un amigo. Era un chico alegre y con proyectos de vida, según el relato de sus allegados.

En su vehículo llevaba una vieja y herrumbrada carabina de más de cien años que no funcionaba, que le había heredado su abuelo con la intención de mostrarla a una persona que quería comprarla. El testimonio de los gendarmes imputados fue que Andrés habría sacado esa arma para amenazarlos, pero que habría tomado la decisión de quitarse la vida con la misma.

El celular de Andrés, donde seguramente se hubiesen encontrado las conversaciones con este posible comprador, fue destruido, y nunca se pudo lograr la recuperación del historial de conversaciones para ser utilizado como prueba. Los mismos abogados pidieron en su momento a la compañía telefónica este listado, pero no pudieron proporcionarlo porque ya estaba retenido judicialmente.

“Ahora vamos a poner peritos balísticos y forenses para ver si por fin se puede exhumar el cuerpo de Andrés, que siempre me lo denegaron”, comentó Mónica, y señaló que “la bala sigue alojada en la cabeza de mi hijo, dicen que supuestamente se destruyó, yo quiero saber de dónde salió esa bala”. Seguramente la más grande pregunta de este caso es por qué no fueron debidamente presentadas las pruebas en tiempo y forma, y por qué nunca se permitió exhumar el cuerpo de Andrés.

“Mi abogado empezó a descubrir cosas que nunca se habían investigado, y de ahí es que podemos hacer la apelación delante de los jueces y ellos se dan cuenta de que lo que dicen los abogados es cierto, ¿cómo van a llevar una causa sin investigar?”, comentó Mónica.

 De juez a acusado

El fiscal provincial Jorge Calle, que fue quien tomó el caso por primera vez, caratuló la causa como homicidio doblemente agravado por la calidad del sujeto activo, ya que ambos imputados pertenecían a fuerzas de seguridad, y por el uso de arma de fuego. Nunca se pudo cambiar esa calificación del hecho.

Sin embargo, el fuero provincial declinó su competencia y el juicio cayó en manos del juez federal Walter Bento. Este dictaminó el 5 de septiembre de 2014 la falta de mérito de los acusados, determinó que Andrés se había suicidado, y finalemente sobreseyó a Alonso Cruz y Velázquez.

En 2023, Bento fue detenido de forma preventiva, y enfrenta acusaciones relacionadas con diversos delitos. Estos incluyen asociación ilícita, cohecho pasivo, omisión y retardo de justicia, falsedad ideológica, prevaricato, lavado de activos de origen delictivo y enriquecimiento ilícito, entre otros. Además, es señalado por haber recibido, por medio de abogados, sobornos de imputados para beneficiarlos y manipular procesos judiciales.

Mónica comentó que “cuando cayó Bento, fue más fácil para mí que me empezaron a llamar los medios, y de ahí es que surge de nuevo la causa y hemos llegado hasta acá”. 

A pesar de todo lo que se habló acerca de este juez, que incluso Mónica cree que pudo haber repercutido también en la sentencia de la causa por la muerte de su hijo, ella no dejó tampoco de creer en la justicia: “Tuve la mala suerte de que me tocó un juez corrupto, con uno diferente no habríamos estado diez años peleando”.

“Cuando pasó lo de Santiago Maldonado, yo ahí me atreví a decir que a mi hijo también lo había matado Gendarmería en un caso insólito: le pegaron un tiro saliendo de un retén», dice Mónica.

La labor social de los medios

Luego de tantos años de lucha y toda la energía gastada en el sistema judicial, de todas las marchas pidiendo justicia, de todas las veces que tuvo que contar la historia de su hijo, y de tantas situaciones adversas, Mónica aún encuentra fortaleza en Andrés. “Saco la fuerza de mi hijo, porque yo soy su voz, y tengo la esperanza de que tenga justicia”.

Mónica siempre estuvo agradecida a los medios de comunicación y a las personas que la ayudaron a difundir su historia, y que gracias a los diarios y radios que la invitaron a contarla fue que la gente empezó a reconocer el caso de Andrés. “Sin ellos nadie hubiese conocido quién fue mi hijo”.

En 2014, cuando todo esto pasó, Mónica no contó con mucha difusión de los medios, pocos sabían lo que le había pasado a Andrés García Campoy, y pocos supieron la sentencia de Walter Bento.

“Cuando pasó lo de Santiago Maldonado, yo ahí me atreví a decir que a mi hijo también lo había matado Gendarmería en un caso insólito, que le pegaron un tiro saliendo de un retén, y ahí empezaron a llegar las notas de los diarios”. Mónica también se animó a hacer la comparación con el caso de Rafael Nahuel, quien finalmente tuvo su justicia, y comentó: “Siempre que las fuerzas están involucradas en hechos así, se habla de suicidios”.

“Ahora sobre todo tengo esperanza, no la perdí nunca”, comentó Mónica y agregó: “Tengo la esperanza de que se sepa la verdad, y que mi hijo pueda descansar en paz, sabiendo que su mamá hizo las cosas bien”. Finalmente, Mónica dejó un mensaje para quienes siempre la han acompañado y para todos los que escuchan la historia de Andrés García Campoy por primera vez: “A la sociedad quiero agradecerle por estar conmigo, por acompañarme a las marchas, por ayudarme a difundir. Hoy se están enterando del caso de Andrés, eso lo ha hecho la misma gente que escucha mi testimonio, me acompaña y corre la voz. Gracias a esa gente”.

«No somos angelitos pero tenemos alas»

«No somos angelitos pero tenemos alas»

En una nueva audiencia judicial por la megacausa Mansión Seré IV y RIBA II declararon testigos ligados al sobreviviente Sergio Gobulin. Otra vez fue mencionado Jorge Bergoglio.

“Tenía una ausencia tremenda, no tenía pertenencia a una cultura, a una nación, es algo que me falta”, expresó este martes -en la sexta audiencia de la casua Mansión Seré y RIBA II- Natalia Paola Gobulin, hija del matrimonio Barzola Gobulin, quienes testimoniaron en sesiones anteriores, también de forma virtual vía zoom, dado que viven en Italia desde su exilio. Antes de iniciar su declaración, Natalia aclaró que aún tiene algunas dificultades con el idioma español. Partió desde aquella aclaración para iniciar un recorrido en el tiempo en torno a aquellas cosas que le fueron arrebatadas: “Fueron faltandome personas, yo le preguntaba a mi mamá porqué no teníamos a la familia cerca, no sabía donde quería estar. Fueron detalles pero me cambiaron como persona”, prosiguió su relato. Sobre el secuestro de su padre, mencionó que aunque ella era apenas una beba y guarda escasos recuerdos, también existieron  consecuencias: “Saber que vivieron aquellos momentos me dolió como hija, pero también lo viví en primera persona, esta sensación de miedo, una la lleva dentro”, reflexionó la testigo acerca de las consecuencias de este episodio que la atravesaron y concluyó: “En esta historia todos tenemos nuestra parte”.

“Creció en Italia un poco confundida y perdida”, analizó Roberto Gobulin, hermano menor de Sergio Gobulin, en relación a su sobrina y a su infancia lejos de sus raíces: “Natalia estaba entre Argentina e Italia”, sostuvo haciendo alusión a diferentes momentos en los que ella se debatió entre qué país elegir. El testigo también se refirió a cuando fue el nexo principal de la familia con el entonces padre Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco, situación que ya tuvo debate en la causa ante el pedido de la querella y de la defensa de incorporarlo como testigo del juicio: “Bergoglio había tocado varias puertas, creía que lo tenía detenido la Fuerza Aérea. Unos días antes de la liberación de Sergio, tuvimos una entrevista en el Colegio Máximo. Había logrado un contacto de alto mando que le había prometido que en esos días o salía o no lo veíamos más”, relató el testigo, en torno a las averiguaciones que pudieron recabar durante el periodo de desaparición de su hermano, mediante contactos militares. “Eso fue terrible para mí. Un golpe muy grande. Pero dentro de todo lo malo llegó la buena noticia, a los 18 días del secuestro me llamó Aldo Barzola: lo habían encontrado y estaba en el Hospital Italiano”. Roberto Gobulin hizo principal hincapié en que la ayuda y el compromiso de Bergoglio fue la clave para la aparición con vida de su hermano: “El se jugó por mucha gente, es una persona muy digna y valorable”, sostuvo.

Roberto Gobulin estuvo muy aprensivo por las consecuencias psicológicas que el secuestro y la tortura cimentaron sobre su hermano, durante el periodo de internación hospitalaria y a posteriori: “Estaba vencido y muy golpeado. Lo encontré quebrado en su caracter. Lo desconocía”, expresó acerca del estado de su hermano tras la liberación. De la misma forma, relató los motivos que arrojaron a su hermano y a su familia al exilio: la persecución posterior al secuestro con un mensaje claro: “A vos te conviene irte”.

Los testimonios en torno al secuestro de Sergio Gobulin se fueron sucediendo y sumaron información de lo ocurrido desde el lugar en que cada uno lo vivió. El tercero en declarar fue el único testigo que presenció el secuestro de Gobulin, Ramiro Ferreiro Rodríguez, amigo que Sergio Gobulin conoció cuando era un joven estudiante de Teología en el Colegio Máximo de San José y con quien luego volvieron a coincidir trabajando en “El Observatorio”, una imprenta de papers académicos y administrativos de la Universidad de Loyola que administra a ambas instituciones perteneciente al grupo religioso jesuita y que integra el papa Francisco. El testigo reflexionó que se puede analizar el secuestro en dos etapas, un primer momento en el que se realizaron tareas de espionaje y luego, la materialización del del hecho: “La semana anterior al secuestro vino un grupo de personas interesadas en el funcionamiento de las máquinas. Con el diario del lunes, sospechamos que en realidad hacían tareas de investigación y les interesaba en realidad el contenido de lo que publicábamos”, analizó el testigo sobre este episodio de inteligencia previo al secuestro.

“Otro día vinieron y preguntaron por Sergio. Él no estaba. Se había tomado licencia para resolver unos problemas en la construcción de su casa. Fui a la construcción a avisarle, pero cuando llegué había tres personas. Una de ellas me encara y me pide documentos, dentro de la campera me muestra un revólver. Estaban vestidos de negro. No tenían insignias ni me mostraron credenciales o identificación. A los minutos llega un auto con otras dos personas, una de las cuales era la que había ido a preguntar al Observatorio”, relató el testigo de forma muy metódica y precisa sumando datos sobre colores, cantidad exacta de personas y modelos de autos. “Lo esposaron y lo metieron en un Peugeot 204 color beige o café y se fueron junto a un 128 verde, que a la semana siguiente lo volví a ver fuera de en un edificio de la Fuerza Aérea -relató y para finalizar agregó:- En esa época se decía que si estabas cerca de un detenido corrías la misma suerte. Sentí esa persecuta, principalmente porque en el allanamiento a la casa de sus suegros habían robado fotos donde yo aparecía. Esta es la primera vez que hablo sin tener presión de ningún tipo”.

“En la época que Ana Barzola estaba por tener el bebe a mí me secuestraron”, inicia el último testimonio de la sesión, Nélida Olivieri, amiga que le facilitó al matrimonio una casilla en el fondo de su casa cuando les allanaron por primera vez, meses antes del secuestro de Gobulin, la vivienda en Villa Mitre. En su declaración hila el secuestro en primera persona, pero también aquello que vivió Sergio Gobulin y el arquitecto Alejandro Miceli, quien declaró en la audiencia anterior. “Tenía una mirada muy inocente, experiencia de otras épocas, cuando mi propio padre estuvo preso y a la gente la detenían y la golpeaban, pero luego la soltaban. No desaparecían o aparecían muertos”. Hija de un mecánico de la Fuerza Aérea, vivió su infancia en la Base Aérea de Moreno, hasta que su padre fue trasladado a Córdoba: “Para mí la Aeronáutica era lo más en la infancia. Mi papá dejó la vida ahí y fue muy duro para mi darme cuenta de que hacían eso”.

Aunque ya declaró en circunstancia de otro juicio y su caso no pertenece a esa causa, Olivieri se refirió al momento de su secuestro durante el testimonio: “Preguntaron por la maestra de cuarto grado. Yo repregunté: ‘¿La maestra de cuarto grado?’. Pero se bajaron del auto y me subieron en el baúl. De entrada supe que estaba en la Base Aérea porque escuchaba el mismo vocabulario que en toda mi infancia: hangares, pista, ‘no somos angelitos pero tenemos alas’”. Agrega que en las torturas se referían a ella como Noemí, le preguntaban por su padre médico y quién era su jefe en el ERP: “En el interrogatorio no salía que yo era estudiante de psicología. En cambio me decían que yo era de esas madres que dejaba a sus hijos para ir a poner bombas. Después de 20 años me pude enterar a qué maestra buscaban en realidad”, aunque confiesa que no recuerda con exactitud su apellido.

En diálogo con ANCCOM, la testigo amplió información sobre amigos y vecinos desaparecidos del barrio: “El doctor Rodolfo “Rolo” Freyre con quien me unió una larga amistad y el arquitecto de mi casa Alejandro Miceli. Solo después de 15 años supe que él -Miceli- también estuvo secuestrado. Nunca lo hablamos. No sé si él sabrá de mi situación. Nadie habla de esto, es muy difícil explicar. Uno se callaba y no decía nada”.

El fiscal Félix Crouse le consultó antes de finalizar su testimonio, cómo analiza a partir de las herramientas que le da su profesión el silencio por parte de las víctimas del terrrorismo de Estado. La respuesta de la sobreviviente y psicóloga fue: “Uno no hace sufrir a las personas que quiere: yo a mis papas no se los conté nunca”, y se tomó un momento para recuperar la voz.

La próxima sesión está programada para el martes 21. Aún resta  confirmar si será de manera virtual, caso en el cual se puede acceder a través de la transmisión de FM en Tránsito y el portal La Retaguardia, o bien, de manera presencial en el Tribunal Federal Oral N°5 de San Martín, ubicado en Pueyrredón 3734.