“El Eternauta es una historia política, no partidaria”

“El Eternauta es una historia política, no partidaria”

El escritor y guionista Luciano Saracino pondera a El Eternauta como la más trascendente obra literaria argentina, leída apasionadamente desde que se publicó, en 1957, hasta la actualidad, en sintonía con la sensacional recepción de la serie de Netflix.

Luciano Saracino es escritor, guionista y, por sobre todas las cosas, un apasionado de El Eternauta. Su amor por las historias de aventuras pueden verse en las decenas de libros que escribió, parte de una obra que abarca novelas, historietas, guiones para cine, televisión, dibujos animados. En 2013 fue el encargado de escribir la serie Germán, últimas viñetas, donde retrata la vida de Oesterheld. La historia de Juan Salvo lo marcó desde muy chico y dejó en él una huella imborrable. “La serie de Netflix me parece un hallazgo desde un montón de lugares –dice–. Volvió a encender la llama de El Eternauta. Es una serie que tiene mucho para decir y le habla al presente, al igual que lo hacía cuando se publicó originalmente en 1957”.

  Saracino, que nació en Buenos Aires, en 1978, considera que El Eternauta es la obra más trascendente de la literatura argentina, una declaración que encontró un detractor inesperado: “Me parece que se le fue un poco la mano”, consideró el periodista Eduardo Feinmann en su programa de A24. Acto seguido, clasificó a Saracino como sarasero. Y luego, tras consultar una inteligencia artificial, consignó que la obra literaria más trascendental es Martín Fierro, de José Hernández. “Lo de sarasero es una chicana, lo importante es su respuesta sobre El Eternauta: ahí es donde quiero dar el debate –dice Saracino–. Lo que hice fue mencionarla como la obra literaria más trascendental de la historia argentina. Hay una provocación por mi parte, no es inocente la afirmación. Nada de lo que hacemos es inocente, todo es político. Yo estaba colocando a la historieta dentro de la literatura. Lo que planteo es que empecemos a hablar de esta hermana menor que es la historieta, que siempre estuvo relegada. A la historieta le daban el permiso de existir, pero que no moleste demasiado. Ese es el debate que me interesa. Gritar a los cuatro vientos y justificar que la historieta también puede ser literatura. Esa es la discusión.

 

¿Por qué hablás de trascendencia?

Cuando hablo de trascendental no estoy hablando de mejor ni de más importante, sino en el sentido más literal. En ese sentido, El Eternauta quizás sea la obra literaria, si le permitimos a la historieta entrar en ese partenón, más trascendental. Trascendió su tiempo; se lee hoy en día tan placenteramente como se leía en el 57. Trascendió sus propias fronteras, ya que es publicada en todos lados del mundo. Trasciende inclusive su propio contexto, nace como historieta pero hoy en día es también una serie posicionada primera a nivel global en plataformas. Trasciende su propio libro. Uno ve la figura de El Eternauta y sin haber leído jamás el libro, puede detectar “esto es El Eternauta”. Eso no sé si lo logran otras obras. Rayuela, El Martín Fierro, El Facundo, por supuesto. No estoy hablando mal de ninguna de ellas. Yo simplemente planteo, ¿cuántos pibes hoy en día se acercan al Martín Fierro con placer y lo leen de manera independiente? Por otro lado, ¿cuántos pibes se acercan hoy a El Eternauta y lo leen apasionadamente? Eso es estar vivo. Eso, para mí, es haber trascendido. Quizás no es la obra más importante, pero es la más trascendente.

 

¿Cómo fue tu primer acercamiento con El Eternauta? ¿Qué recordás de aquel momento?

Leí El Eternauta por primera vez a los seis años, sobre la falda de mi viejo, que no me dejaba tocar las páginas porque eran tan finitas que se deshacían. Tuve la suerte de que él haya coleccionado y encuadernado esas revistas. Él amaba la historia y me hizo amarla a mí también. Me volví un gran divulgador de la historia. En mi colegio primario, yo hablaba de la historia con mis amigos todo el tiempo.

Había muchas cosas allí que me fascinaban: el partido de truco, la nevada. Otra cosa que recuerdo era la ansiedad que me generaba la aparición de los cascarudos. Recuerdo ser un niño que no se salteaba ninguna página, pero que estaba desesperado porque aparezcan. Era un nene que leía vorazmente porque quería llegar a esa parte en donde aparecían esos monstruos. He leído decenas de historietas después, e incluso muchas me han pesado hermosamente en la memoria, pero leer El Eternauta de chico fue algo único. No existían, por supuesto, el celular o internet. Había otros modos de enfrentarse al tedio y para mí, el mejor de todos era leer El Eternauta.

Yo estaba colocando a la historieta dentro de la literatura. Ese es el debate que me interesa. Gritar a los cuatro vientos y justificar que la historieta también puede ser literatura. Esa es la discusión.

Luciano Saracino

¿Qué lugar ocupaban las historias de aventura en tu infancia?

La aventura de chico era todo: las arenas movedizas, el piso de lava, los tesoros. La infancia es el territorio de la aventura y está repleta de ellas. Después aparecen los trabajos remunerados, la rutina, la escuela. Pero previo a eso, el piso es lava, y hay que saltar los sillones porque abajo lo que te toca te mata. Por eso es tan hermoso leer historias de aventuras, porque la infancia es un mapa repleto de aventuras. Además de la patria de uno, a la que uno nunca puede regresar, también es el terreno donde existió la aventura.

 

¿A qué atribuís tantas lecturas políticas acerca de la historia de El Eternauta?

El Eternauta es, desde su concepción, una historia política pero no partidaria. Es un libro político que habla sobre la solidaridad, el héroe colectivo y la idea del grupo. Para mí lo más espectacular de la historia y que trae como novedad es que el malo de la historia no se ve nunca, no tiene nombre, es una entidad que está por encima, los Ellos. Hoy en día lo vemos y decimos, ¿qué estaba diciendo cuando establecía que el mal no tenía nombre, cuando no podías verlo? Eso es política, por supuesto. Es una obra tremendamente ideológica pero no partidista.

El Eternauta en el 57 no fue escrito por un autor peronista. Te diría que lo contrario. Eso lo vuelve todavía más interesante. Depende de quién lo lea, El Eternauta va a hablarle a esa persona y la va a mirar a los ojos. Para todos va a tener una mirada y un modo de decir diferente. En su momento, el kirchnerismo utilizó como bandera el “Nestornauta”. Ese tipo de cuestiones hacen que mucha gente que no leyó la obra crea que esta adscribía a cierto tipo de ideas.

 

¿Qué te cautiva de la figura de Oesterheld tanto en tanto pensador como también creador de historias?

Oesterheld era un intelectual muy lúcido que sabía leer perfectamente su tiempo. En su época, la historieta era un medio masivo de comunicación. Llegaba a las masas, a la gente. Se leían historietas de género: westerns, gauchescas, ciencia ficción. El obrero, la ama de casa, el empleado; todos leían historietas. Las historietas en Argentina eran parte de nuestro consumo cultural diario. Oesterheld percibe todo esto. Se pregunta entonces, ¿por qué no darle al pueblo literatura de calidad? Historietas que tengan una profundidad que hasta ahí no tenían. Lo que hace, entonces, es estudiar los géneros para luego revertirlos. Géneros que venían ya un poco vetustos, que habían sido escritos miles de veces, Oesterheld los reescribe de una manera novedosa, como los westerns y el Sargento Kirk. La idea de hacer algo nuevo de eso que parecía totalmente viejo hasta ese momento.

¿Por qué Oesterheld se inicia en la militancia política?

Después del 57, lo que cambia en Oesterheld es el mundo que lo rodea. Cambia el contexto y la sociedad. Ese pueblo al que él le escribía, ahora era peronista. Él venía, si se quiere, del socialismo o del antiperonismo. Pero se reconvierte para entregar la vida por una causa a la que él inclusive había visto con malos ojos. Eso nos habla de una persona amplia, que se puede permitir cambiar de opinión y, por sobre todas las cosas, que amaba profundamente a sus hijas. Ellas fueron quienes empezaron a acercarse al movimiento y lo acercaron a Oesterheld también. No al revés. Él decidió que sus pasos iban a ser detrás de sus hijas y detrás de ese pueblo al que le escribía.

 

Germán, la serie sobre Oesterheld

En 2013 Saracino guionó la serie Germán, últimas viñetas, en donde retrata la vida de Oesterheld tras escribir El Eternauta. Allí vemos al escritor lidiar con editoriales tradicionalistas y una nueva generación de historietistas incipiente, con la dictadura militar como telón de fondo. La producción fue emitida por primera vez en 2013 por

De migrantes a actrices

De migrantes a actrices

«Todas las Fuerzas», la película de Luciana Piantanida ganadora del BAFICI 2024 se estrena en cines este jueves. Una película de mujeres que cuidan, investigan y vuelan.

Todas las fuerzas, la nueva ficción de Luciana Piantanida, se estrena este jueves 15 de mayo en salas de cine. La película, que obtuvo el premio a Mejor Película de la Competencia Argentina en la 26ª edición del BAFICI, combina el realismo social con elementos del género fantástico, y está protagonizada por mujeres migrantes trabajadoras que debutan como actrices.

La cámara sigue a Marlene, una mujer boliviana que vive en la casa de la mujer mayor a la que cuida. Tiene un trabajo que es a tiempo completo, la tarea de cuidar no puede dejarse de lado, menos cuando pagan por eso. Sin embargo, todo cambia cuando se entera de la desaparición de una amiga. A partir de ahí, encuentra en la oscuridad de la noche, el momento para hacer su investigación que la lleva a descubrir una red de mujeres que, como ella, dan un brinco más allá de lo humanamente posible. En un entorno de precarización y trabajo en negro, ese carácter mágico surge como respuesta a todo lo que se les exige a sus cuerpos.

“No tengo idea de quiénes son mis vecinas”, confiesa Piantanida, que vive en el barrio de Once, lugar que se convierte en el punto de partida de la película. Desde esa pregunta nace el guion: una historia íntima y poderosa que aborda las tensiones de clase, las desigualdades y las tareas de cuidado desde una óptica descolonizante y feminista. “Esta película quiere ser un policial, pero sin policías, y en vez de detective privado tiene a una mujer migrante que se escapa de su trabajo para ir tras las pistas”.

La directora —que forma parte de la productora Pensar con las manos, junto a Andrea Testa y Francisco Márquez— construye un relato visual potente, donde los cuerpos desaparecen, vuelan, mueven objetos. Lo fantástico no es un escape, sino una forma de resistencia. “Los superpoderes nacen como una contraparte de todo lo que se le exige al cuerpo femenino. La sociedad desecha, no valora el trabajo de estos cuerpos, entonces ese carácter mágico muestra todas las potencialidades que tienen. Son poderes que salvan, que nos salvan del encierro”.

El elenco está compuesto por Celia Santos, Silvina Sabater, Andrea Garrote, Sandra Chavez Ordoñez, Sadhit Cruzado Crispin, Gabriela Trejo Farfán, Marina Espejo Choque, Victoria Choque Callata, Nieves Torres Colque, Fulvia Almirón Oviedo y Marcelo Estebecorena. La mayoría interpreta personajes que rara vez ocupan el centro de una narrativa cinematográfica: empleadas domésticas, cuidadoras, costureras. “Siempre las protagonistas del cine son de clase media. Esta vez no”, se remarcó en la rueda de prensa posterior a la función de prensa en DAC.

Con producción de Pensar con las manos y La Dupla, y coproducción peruana, Todas las fuerzas dura 70 minutos y se proyecta en castellano y quechua. Fue además ganadora del Fondo de Coproducción Minoritaria de DAFO (Perú), participó en “Copia final” de Ventana Sur 2024, y recibió el premio Marché du Films en el BAL BAFICI.

En definitiva, esta es una película de mujeres, sobre mujeres, hecha con mujeres. Una historia que pone en primer plano los cuerpos que cuidan, que buscan, que resisten y que, cuando nadie los ve, también vuelan.

Una película de terror en Vicente López

Una película de terror en Vicente López

Los vecinos del Cine Teatro York de Vicente López denuncian que el desplazamiento de su director, Adriano Bruzzese, se debe a motivos ideológicos y pone en peligro la continuidad de un proyecto comunitario que le valió el reconocimiento de la UNESCO.

El emblemático Cine Teatro York de Vicente López se vio rodeado de vecinos una vez más, el 11 de mayo último. La comunidad se reunió, por segunda vez, en repudio al desplazamiento de Adriano Bruzzese, subsecretario de Cultura y director del proyecto Lumiton, cuyo objetivo es la curaduría y difusión de películas, y la preservación de la memoria e identidad del histórico estudio cinematográfico, el primero de nuestro país.

Como de costumbre, llegando a la calle Juan Bautista Alberdi, las personas esperan frente al Cine Teatro. Esta vez, no se arriman uno detrás del otro, en filas que continúan doblando la calle, esperando pacientemente poder entrar a alguna función, sino que se encuentran esparcidos frente al espacio cultural, sentados en el cordón de las calles o en la plaza de enfrente, aguardando que se hagan las 18 y alguien tome la palabra. Muchos vienen acompañados, pasándose de mano en mano el mate. Otros pasan el tiempo enchufados con sus auriculares y celulares. Se saludan efusivamente y se funden en abrazos entre los vecinos que se encuentran. Algunos se acercan a ver la programación de películas que proyectan esta semana, colgadas en afiches alrededor del edificio, comentan qué películas de John Cassavettes han visto y cuáles quieren ver. Otros se preguntan, abatidos, qué es lo que sucederá con Bruzzese y si hay alguna forma de revertir la situación.

“Tanto yo, como muchos acá estamos agradecidos de lo que hizo Adriano. Sé que no es él solo al que hay que agradecer, que hay un equipo, pero las personas que lideran los grupos contagian ese entusiasmo, la conciencia, el conocimiento que él tiene. Y eso es algo que hay que cuidar, porque es lo que está haciendo falta en el mundo en general y en particular ahora, acá, en Vicente López. Toda clase de arte, pero en especial el cine, tiene la posibilidad de mantener viva la cultura, Y en este caso, como se estaba tomando acá, hace a la historia, a la memoria, a la identidad”, reflexiona Lisandro Cura, vecino de la ciudad. Se moviliza pensando en el cuidado que le dan a las películas en el York, en los valores de este espacio cultural y lo mucho que creció la audiencia estos últimos años y que incluso personas de otros barrios ahora también disfrutan de la experiencia que propone la sala, aunque esto a veces le signifique a Lisandro quedarse afuera de una función por el cupo de asientos. “El cine también es esto, la posibilidad de encontrarse, la posibilidad de compartir este tipo de charlas”, afirma mirando a su alrededor, conmovido.

Bajo la gestión de Bruzzese, Vicente López fue nombrada en 2023 como Ciudad Creativa del Cine por la Unesco. También organiza ciclos como “Vecine Vecine” y “Miradas Argentinas” en distintos sitios del Municipio. Siempre con entrada libre y gratuita, y cuenta muchas veces con la visita de directores nacionales, impulsando el encuentro y debate en torno al cine nacional. La sede del museo se encuentra ubicada en la Casona de las Estrellas, por donde pasaron figuras importantes como Mecha Ortiz, Niní Marshall y Hugo del Carril. La Usina –como se lo conoce- no solo protege y restaura films, sino también organiza talleres de formación y programas culturales, y produce los registros audiovisuales de los programas culturales de la Secretaría de Cultura.

La reunión ahora se traslada a la calle de enfrente. Una numerosa cantidad de personas se acomoda en ronda, escuchando atentamente a quien inicia el debate. La decisión ya está tomada, pero los vecinos autoconvocados se preguntan por qué se rompe lo que funciona bien y qué hacer para revertir la situación y para hacerse escuchar. Se turnan entre todos levantando sus manos para no solo brindar ideas o plantear preguntas, sino también compartir recuerdos y la importancia que les significa el espacio, y los logros que el funcionario cumplió. Rememoran algunos de los ciclos que se han realizado bajo su gestión, mencionando el de Pino Solanas, y aplauden agradecidos cuando reconocen a Ángela Correa entre ellos. Teorizan sobre el motivo por el cuál han removido del puesto de trabajo a Bruzzese, e intuyen que recae en una cuestión ideológica por “ser tolerante, inclusivo, amplio”, y concluyen que deben exigir respuestas.

Mientras que los vecinos continúan deliberando, circula un QR para poder unirse a un grupo de WhatsApp y una hoja para quienes deseen anotarse a una Comisión de Comunicación y Prensa y una de Representatividad. Más allá de si logran o no el cometido, resaltan la relevancia que tiene poner el cuerpo para defender sus espacios. Resuelven presentar una convocatoria vecinal a través del Instagram @vecinesdelyork para abordar a la intendenta Soledad Martínez, y nuevamente en el Cine Teatro York el próximo domingo a las 18, así como seguir difundiendo la lista de firmas solicitando la continuidad de Adriano Bruzzese, que hasta el momento cuenta con 2.923 firmas. También proponen solicitar el apoyo de los medios y actores, actrices, directores y directoras que han pasado por allí. 

Las entidades agrupadas en el Espacio Audiovisual Nacional, EAN, se unen a la protesta contra el desplazamiento del funcionario en un comunicado del 9 de mayo, exigiendo al Municipio de Vicente López revisar su destitución: “El desplazamiento de un gestor de la calidad profesional de Bruzzese pone en peligro una conquista cultural imprescindible en tiempos donde el cine y la cultura sufren permanentes ataques. Otras salas, cineclubes y centros culturales de todo el país padecen desde hace meses una programación intervenida por la censura, y falta de recursos mínimos para poder operar”.

Bajo las luces del letrero del Cine York, se acomodan, vitoreando “Y no se va, Adriano no se va”, al compás de sus aplausos. Son muchos y los del fondo levantan sus manos para dar cuenta de que están. Las cámaras toman registro de la resistencia de una comunidad profundamente agradecida con la gestión de Bruzzese, dispuestos a pelear por la cultura, el arte y su “Ciudad de Cine». Los jóvenes toman fotos, y graban testimonios del abrazo simbólico al cine.

“El York es un lugar en el que se hace homenaje al cine. Ya no quedan muchos cines de barrios en el mundo. Es muy importante hacer valer nuestras ideas, por eso la importancia de estar acá en este momento. Tengo un hijo actor, tengo una nuera vestuarista, tengo muchos amigos que trabajan en publicidad y en cine, y están todos muy preocupados, sin trabajo. Acá dejaron a una persona sin trabajo”, subraya Cecilia Ximenes.

“Mi primer recuerdo acá es cuando nos convocaron como vecindad a participar de una obra de teatro. Era un biodrama de Vivi Tellas, y participé con mi hermana. Es memorable por estar viviendo del otro lado del escenario y dando al público algo que también podemos contar desde nuestro lugar de ciudadano, de vecino. Siento al York como una casa que siempre me recibió, y por eso para mí la lucha es de valor indiscutible. Tiene que seguir adelante, tiene que seguir abierto y si pudiéramos sostenerlo de la manera que lo están sosteniendo hasta hoy, sería un logro. Pero no lo quiero sentir como un recuerdo, porque para mí todavía es actual, está vigente y tiene que seguir vigente”, confiesa Daniela Zacharías. “Tiene muchas posibilidades todavía. Hay que seguir juntos para que esto continúe juntos”. Zacharías se emociona, maravillada con la convocatoria y espera que puedan seguir haciendo la fuerza necesaria para sostener su segundo hogar. “Hoy más que nunca frente a la situación en la que está el cine nacional, hay que hacernos red. Tenemos que reconocer toda la trayectoria y lo que se viene haciendo desde hace años, rescatarlo y ponerle un valor, y no despreciar ni resignar todo eso que se conquistó. Es difícil, va a ser una ardua tarea, pero es posible porque hemos salido varias veces, varias veces nos pisaron y nos hicieron desplazar y nos volvimos a levantar, justamente este pasado que muestra el cine nos debería servir para refrescarnos y volver a despertarnos todo el tiempo”, concluye esperanzada.

El Eternauta, Malvinas y los nietos apropiados

El Eternauta, Malvinas y los nietos apropiados

El director Bruno Stagnaro, la productora Leticia Cristi, Martín Oesterheld (nieto del autor de la historieta) y Francisco Ramos, de Netflix, compartieron en la Feria del Libro detalles de la producción y lecturas sobre el suceso en que se convirtió la serie.

El protocolo de organización de una charla en la Feria del Libro es rutinario: se destina una sala y un horario, se arma una fila, como mucho veinte minutos antes del inicio y el ingreso del público se produce con la previsible calma. Sin embargo, este escenario es bien distinto al que se vivió la tarde noche del viernes en los pasillos del Pabellón Blanco de la Sociedad Rural. Desde las 18 la gente comenzó a afincarse en la puerta de la Sala Victoria Ocampo e, ignorando las órdenes del personal de la feria, armaron una fila improvisada que, media hora después, ya superaba en cantidad al aforo permitido de 250 espectadores. Todos esperaban participar de la charla “El Eternauta, la serie: del cómic a la pantalla”, pautada para las 20.30. Así, personas de todas las edades aguardaron pacientes el horario de ingreso compartiendo mates, charlas sobre el libro, cantitos futboleros que, a modo de broma, le dedicaban a los “cascarudos” y alguna que otra discusión entre los organizadores y los más rezagados en la fila que no pudieron acceder a la sala.

En tiempos donde surgen centenares de fenómenos digitales con millones de visualizaciones, que rara vez logran traspasar la pantalla y tienen su manifestación en las calles, El Eternauta viene a romper con esta regla. Es que la obra escrita por Héctor Germán Oesterheld interpela a su público más allá de la serie, lo conecta con su argentinidad, le genera orgullo y la siente como propia, aunque no haya vivido en la época en la que fue escrita o no haya formado parte de la producción de la serie. En este sentido, Bruno Stagnaro, director de la serie, recuerda el desafío que fue despegarse afectivamente de la historieta para adaptarla: “A mí El Eternauta me lo hizo conocer mi viejo a los 10 años. Él nos lo traía, a mí y a mi hermano, todas las semanas y era un ritual esperar ese día, la expectativa por leerlo, pelear por quien lo leía primero y demás. Cuando me metí en esto, me di cuenta que esa fue la experiencia de la mayoría. Entonces de eso, que está buenísimo y es el corazón de El Eternauta, yo me tenía que despojar para poder generar lo mismo. Ir al hueso de la historia para recuperar la emoción”.

 

A Stagnaro lo acompañaron Martín Oesterheld, nieto de Héctor German Oesterheld -autor de la obra- y asesor creativo de la serie; Francisco Ramos, vicepresidente de contenidos para Netflix en Latinoamérica y Leticia Cristi, productora de la serie. Todo esto bajo la conducción de la periodista Hinde Pomeraniec. El eje de la charla giró en torno al proceso de adaptación del guion y las dificultades de llevar a cabo una producción con las dimensiones que requiere la ciencia ficción. Francisco Ramos ahonda en esto: “Los espectadores de todo el mundo están acostumbrados a que el universo de la ciencia ficción les resulte ajeno, una cosa que nunca vamos a vivir, con naves espaciales y demás. En El Eternauta pareciera ser que todo lo que nos sucede nos podría pasar y creo que eso se percibe en todos los países”. Leticia Cristi, por su parte, cuenta su experiencia al producir la serie y los desafíos que tuvieron que afrontar junto a su equipo: “Por suerte el proceso de escritura fue largo y nos iba permitiendo desarrollar y pensar distintos caminos. Tuvimos muchas charlas con Bruno de lectura donde le decía ´me encanta lo que escribiste pero no tengo idea como se hace. Y un poco entre todos fuimos paso a paso, nos aventuramos con ingenio, profesionalismo, audacia y responsabilidad, al igual que lo hacen los personajes en la serie. Lo pudimos hacer gracias a que existe en el país una industria desde hace tantos años con gente muy calificada y profesional, así que también es de todos ellos”.

Martín Oesterheld atravesó un doble desafío. Por un lado, ser consultor creativo de la producción y, por el otro, la ligazón afectiva que lo une con la historieta y su historia familiar. “En el mundo del cine siempre se decía que era una historia maldita e inadaptable. Para mí no era ni maldita ni inadaptable, era improducible. Una vez que conseguimos ordenarla legalmente y nos acercamos, por una carambola, a Netflix, por un abogado argentino, las cosas se dieron. A mí hay dos cosas que me generan mucha emoción, la primera es que El Eternauta es la historia de un sobreviviente y, al actualizarlo, surgió la idea de que Juan Salvo sea un sobreviviente de Malvinas, eso se fue dando. Lo otro es que una de las locaciones que usó Bruno fue donde vivió los últimos años de su vida mi abuelo, el edificio del Rulero. Yo le decía a Bruno ´Mira vos, no te puedo creer´, se ve que era algo que estaba en el aire”. Por su parte, Stagnaro no desaprovechó la ocasión para explicar algunas decisiones que tuvo que tomar en la adaptación: “Adaptar la obra al presente fue de las primeras cosas que decidimos porque creo que respeta el espíritu del autor cuando hizo la obra. Oesterheld hace jugar todo el tiempo la ciudad como un personaje más y juega mucho con esta sensación de los lectores de estar transitando por los mismos espacios en los que transcurre la historia. Entonces nos parecía que si planteamos regresar la historia cincuenta años para atrás, esa ciudad era otra y no iba a dialogar tanto con la obra. Lo mismo pasa con las publicidades, que fue un tema bastante candente en estos días como si hubiera habido plata de por medio y en realidad todo lo contrario. La idea era captar esas publicidades tal como estaban como si fueran vestigios de una civilización que se está derrumbando”.

 

Ante la consulta de la conductora del evento, Hinde Pomeraniec, acerca de la elección de Ricardo Darín como Juan Salvo, el director reconoció: “Cuando Matías (Mosteirín, productor de la serie) me propone que sea Ricardo, yo inicialmente no lo veía por una cuestión relacionada a la edad, me parecía que al ser una historia muy física, íbamos a estar complicados, así que quedó ahí. Después, dándole vueltas, me di cuenta que la edad de Darín coincide con la que tendría un veterano de Malvinas y eso resolvía algo muy importante para mí en la adaptación que era el vínculo del personaje con el mundo de las armas. Uno está acostumbrado a verlo en las series de afuera y se da por sentado porque viene de sociedades donde eso tiene una proximidad, pero en la nuestra no, y está bueno que sea así. Entonces, de alguna manera, algo que parecía problemático como la edad de Ricardo, nos resolvió muchas cosas, sumado a que la Guerra de Malvinas es una herida que sigue vigente y me pareció necesario evocarla”.

Para finalizar, Martín Oesterheld recordó la lucha de su familia por la búsqueda de sus primos y reconoció el esfuerzo de Abuelas de Plaza de Mayo y la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CoNaDI): “La lectura que abrió la serie tiene que ver con lo que pasa en la serie y en la obra original, pero también con lo que la excede en términos del vínculo histórico cultural de lo que nos dice en tanto clásico y todo lo que tenemos para hablar todavía en la Argentina a partir de estas preguntas que aparecen. Entre ellas, nuestro trauma de los setenta y los nietos que tienen que aparecer. Pero esos canales ya existen, no necesitamos pedidos públicos, nosotros buscamos a nuestra familia hace muchos años, esos canales son Abuelas y  también CoNaDI, que está siendo absolutamente desfinanciada por este gobierno. Nuestra búsqueda es irrestricta, siempre estamos atentos a eso, no sabemos si se va a dar. Tenemos esperanza pero también informaciones que hacen que no tengamos toda la certeza. De todas maneras, hay mucha gente para buscar, no significa solamente ´busquemos a los Oesterheld´. Hay que entender qué pasa concretamente en las intimidades y eso Abuelas y CoNaDI lo tienen muy claro”.

Actuar para encontrar la verdad

Actuar para encontrar la verdad

Teatro x la identidad, el brazo artístico de Abuelas de Plaza de Mayo, celebra su 25° aniversario con una función especial en la Ciudad de Buenos Aires el lunes próximo. Una invitación gratuita a ejercitar la memoria.

Teatro x la Identidad nació en el año 2000 con un objetivo claro: colaborar en la restitución de los más de 500 bebés que fueron apropiados durante la última dictadura cívico-militar en Argentina. A lo largo de 25 años, la iniciativa impulsada por Abuelas de Plaza de Mayo, encontró en el teatro una herramienta artística para concientizar sobre el derecho a la identidad y promover la búsqueda de los nietos y nietas que aún desconocen su identidad. “No es solamente una función teatral, es una experiencia única y diferente a todo”, asegura Cristina Fridman, actriz y fundadora del ciclo en diálogo con ANCCOM.

El lunes 12 de mayo, el ciclo renovará su compromiso con una función especial en el Complejo Art Media (Av. Corrientes 6271, CABA), donde la experiencia se convertirá en un espacio de memoria y resistencia. Con entrada libre y gratuita, se presentará Hay Lugar, una intervención artística multidisciplinaria que invita al espectador no sólo a mirar sino también a participar y elegir de qué manera habitar el encuentro colectivo.

Dirigido por Juan Parodi y con la participación especial de Osqui Guzmán, Elvira Onetto, María Inés Sansemi, Eugenia Alonso, Vanesa Maja y Pablo Palavecino, el evento no será planteado como una obra de teatro sino como un cruce escénico entre la música, lo audiovisual y lo performático en tiempo real. “La idea es que el público participe y juegue junto con los actores y los músicos”, sostiene Fridman. Con esta propuesta inmersiva, el ciclo apuesta a llegar a un público más joven y distinto al que generalmente va a ver sus funciones. “Todo el tiempo nos planteamos de qué manera podemos ampliar nuestras propuestas”, menciona.

La memoria presente en todos lados

Durante estos 25 años, Teatro x la Identidad no sólo encontró en las tablas de un escenario un lugar de diálogo, sino que también extendió su propuesta artística a espacios no convencionales para acercar sus historias a nuevas audiencias. Con la creación de Teatro por la Identidad Itinerante, el ciclo logró instalarse en escuelas, plazas, espacios culturales, estadios de fútbol, cárceles e incluso excentros clandestinos de detención. Esta modalidad también permitió conectar con comunidades diversas y llevar el mensaje de la búsqueda y la memoria a cada rincón del país.

Al momento de repasar la historia de los itinerantes, Fridman recuerda una en particular, a la que define como “la más compleja”, ya que significó meterse en la boca de lo que tiempo atrás había sido el enemigo: Gendarmería Nacional Argentina. Pese a que iban a desarrollar una obra como ya lo habían hecho antes en múltiples espacios nacionales e internacionales, sabían que esta no sería una más del montón. “Teníamos que ir y ganarnos a un público que en general no le interesa ver este tipo de teatro ni escuchar lo que teníamos para decir”, comenta Fridman.

Para su sorpresa, al final de la presentación se armó un debate interesante en el que muchos de los aspirantes de la fuerza se animaban a preguntar sobre una historia de la que no tenían mucha información e incluso pedir disculpas por el accionar de personas que ni habían llegado a conocer. “Es un momento que atesoro porque fue único”, confiesa una de las fundadoras del ciclo. Probablemente se deba a que a lo largo de la obra no solamente abordaron el tema de la apropiación sino que también lo ampliaron a la cuestión de la identidad como argentinos y cada uno en su profesión. “Hablar de estos temas siempre moviliza e interpela”, asegura Fridman.

Un espíritu comunitario

Desde su conformación como asociación civil sin fines de lucro en 2004, una comisión de dirección se encarga de organizar los distintos eventos del ciclo, convirtiendo a sus miembros en productores activos del proyecto. Teatro x la Identidad también se consolidó como un movimiento que involucra a actores, dramaturgos, directores y productores comprometidos con los derechos humanos. A lo largo de los ciclos, artistas de renombre como Rita Cortese, Julieta Cardinali, Alberto Ajaka, Mauricio Dayub, Daniel Fanego y Marcelo Subiotto han puesto su voz y su talento al servicio de la lucha por la identidad y la memoria.

La entrada gratuita, que ha sido una de las banderas de la propuesta desde sus inicios, ha permitido el acceso y la democratización del arte. Cada función propone una reflexión sobre el pasado reciente de Argentina y el valor de conocer la verdad. “Es necesario tener un debate profundo y entender qué es lo que pasó, porque sino se va a volver a repetir”, sostiene Fridman.

Un cuarto de siglo después de su creación y en un contexto donde vuelven a aparecer discursos negacionistas, Teatro x la identidad se planta en escena con más fuerza que nunca. “El teatro siempre va a reflejar la realidad y eso no se puede tapar”, concluye Fridman

 Hay Lugar se podrá ver el 12 de mayo a las 20 en el Complejo Art Media (Av. Corrientes 6271). La entrada es gratuita y puede retirarse desde las 19:30.

 

 

«Me interesa escribir sobre otras formas de la existencia»

«Me interesa escribir sobre otras formas de la existencia»

El cordobés Chuit Roganovich ganó el premio Clarín 2024 con su novela «Si sintieras bajo los pies las estructuras mayores» y el Premio Futurock 2022 por su obra «Quiebra el álamo». Aquí habla de sus trabajos, del impacto de los premios y de lo que viene. El sábado estará en la Feria del Libro.

Roberto Chuit Roganovich, escritor cordobés y doctor en Letras, obtuvo el Premio Clarín de Novela 2024 por su obra Si sintieras bajo los pies las estructuras mayores. Anteriormente publicó Quiebra el álamo, galardonada con el Premio Futurock de Novela 2022.

Si sintieras bajo los pies las estructuras mayores transcurre en cuatro épocas dispares (1504, 1888, 1945 y un futuro remoto), y es narrada por personajes que atraviesan un escenario similar: mientras la humanidad avanza y reflexiona sobre sí misma, un organismo milenario oculto bajo la tierra irrumpe de distintas maneras en la historia. Su sola presencia aterroriza y, al mismo tiempo, sugiere una promesa de redención. Ese enigmático ser subterráneo, testigo silencioso de los siglos, une los destinos de quienes lo conocen y les ofrece una oportunidad de salvación.

En la nota que hiciste en Eterna Cadencia contabas que al principio tu idea no era publicar. ¿Cómo fue ese pasaje de escribir en solitario a publicar en dos editoriales? ¿Pasaste del miedo al entusiasmo?

El paso a la publicación fueron los premios. La primera novela que escribí, Quiebra el Álamo, se publicó en Futurock en 2022, tras ganar el premio de novela de la emisora. Y Si sintieras bajo los pies las estructuras mayores salió luego de obtener el Premio Clarín. Por supuesto que sentí miedo: en ambos casos ganaron novelas que yo no consideraba terminadas ni suficientemente pulidas. Pero también lo tomé como un punto final impuesto desde afuera, una instancia exógena que decidía que mi novela debía salir a la luz. Hasta entonces escribía porque me interesaba y, aunque la escritura requiera soledad para el primer borrador, el oficio verdadero surge en comunidad, cuando compartís tu texto con personas de confianza que te señalan qué falla y que puede funcionar. También creo que si Si Sintieras… ganó el Premio Clarín fue porque en el jurado estaban Mariana Enriquez, Samantha Schweblin y Alberto Fuguet. Si hubiesen sido otros, probablemente ganaba otra novela. Mariana y Samantha son exponentes de una literatura que explora otras formas de habitar el mundo, más cercanas al espanto, al temor, a otras cosas. A mí me interesa, además, por el hecho de ser argentino y de participar espiritualmente de este hemisferio sur. Hay heridas que todavía no han sanado.

¿Tiene un significado particular que a un cordobés gane un premio de un diario porteño?

Ganar el Clarín me hizo sentir muy bien, sobre todo siendo de Córdoba. Cuando era chico, veíamos por la calle a Luciano Lamberti, Federico Falco, Camila Sosa Villada, Eugenia Almeida… Íbamos a un slam de poesía o al cine y estaban ahí, cerca. Para los que empezábamos en Letras, eso devolvía la idea de que se podía escribir desde una provincia. Que se podía desde Córdoba. Cuando ganó Luciano el Clarín el año pasado, me alegré muchísimo. Primero porque lo quiero y segundo porque siento que necesitaba ese reconocimiento. Y ahora vengo yo, otro cordobés. Me da orgullo federal. Más aún porque estamos escribiendo algo distinto, más subterráneo. Me siento cómodo ahí.

¿Y cómo es tu método para escribir? ¿Algo ordenado: “dos páginas por día”, o más caótico, por rachas?

No tengo un método. Encuentro huecos para escribir entre trabajos y eso dificulta muchísimo volver al texto, sobre todo al principio. Después, una vez que el universo narrativo tiene coherencia interna y los personajes ganan entidad, las cosas empiezan a suceder casi solas. Pero el arranque es muy difícil. Escribo porque no puedo hacer otra cosa: a veces la lengua se vuelve un enemigo, la paso mal, pero no encuentro mejor forma de ocupar el tiempo vacío. En estos tiempos, escribir me parece un acto casi contracultural: demanda mucho tiempo y retorna muy poco, tanto económicamente como en legitimación.

Más allá del reconocimiento monetario, ¿sentís que algo de todo ese esfuerzo vuelve con los premios?

Sí. Creo que la retribución real, la que yo siento como verdadera más allá de la plata, que es bastante escasa, es el acercamiento de gente que no conozco y que me escribe mensajes profundamente conmovedores. Uno publica sin saber el efecto que puede tener en otro. A veces llegan mensajes muy largos, muy íntimos, de personas que se sintieron identificadas con alguna problemática o con algún personaje. La retribución monetaria aparece y se va, se esfuma en una salida a comer. En cambio, esos mensajes están ahí, en el teléfono, te llegan un domingo a la tarde, justo cuando no estás muy bien y te conmueven. Por ahora, me aferro más a eso que al dinero.

En tu novela hay un juego de saltar entre voces y géneros: la novela gótica del Siglo XIX, el fantástico que a la vez convive con la tradición del “New Weird”. ¿Cómo trabajaste ese cruce?

Cada arco narrativo requería entrar en un universo semántico y espiritual distinto. Para escribir a Catalina tuve que pensar y hablar como capellán de Isabel la Católica; para Traverso, sumergirme en la gótica victoriana; para Ishigata, entender la voz fragmentada de alguien consumido por un cáncer y por una planta que lo devora. No podía alternar un capítulo de cada uno en frío: primero iba la investigación previa y luego la disposición espiritual que cada personaje pedía. Además, me aburro si sostengo una sola voz 400 páginas; varias voces fueron también mi forma de divertirme y mantener vivas las estrategias narrativas. En cuanto a la ciencia ficción y el New Weird, me atrae mucho más lo que está pasando ahora en el género, más que esa tradición norteamericana de la «edad de oro», donde todo era muy técnico, muy mediado por la ciencia. Por supuesto que fue necesaria la existencia de Asimov, Clarke o Philip K. Dick, pero también sus desviaciones, como Ursula K. Le Guin. 

También hay una preocupación por la historia muy marcada en la novela. No son casuales los hitos ni las épocas que elegís. ¿De dónde viene esa preocupación por lo histórico? ¿Cómo se conjuga con la idea de lo moderno, del progreso? ¿Y cómo se articula con esta planta que, de algún modo, es eterna y subterránea?

En Quiebra el Álamo, el acontecimiento que marca su pertenencia al género New Weird es una irrupción exógena. Una radicalidad que llega desde fuera. En esta segunda novela, el recorrido es inverso. Me pregunté: ¿qué pasa si eso que nos interpela en lo espiritual, lo histórico o lo político, ya estuvo siempre acá, con nosotros? En general, me interesa escribir sobre formas otras de la existencia. La preocupación por la historia creo que es generacional. No siento que las generaciones más grandes tengan las mismas inquietudes. Nosotros vivimos la historia con una profunda melancolía. Las épocas doradas de nuestros padres, que nos fueron contadas como gloriosas, nosotros las leemos como épocas que tampoco fueron tan felices. Y tampoco creemos que el futuro vaya a serlo. Entonces, nos quedamos en ese limbo, sin pasado glorioso ni futuro prometedor, intentando al menos construir futuros ficcionales donde nos sintamos un poco más cómodos. Es como una lectura, de algún modo, esperanzadora del futuro. Yo no creo que escriba sobre el apocalipsis. Yo siento que escribo sobre formas otras de la existencia que podrían funcionar como un bálsamo al mundo horrible en el que vivimos plagado de hambre, guerras y bombardeo, etc. La colonización, por ejemplo, pesa mucho en nuestra cultura. La Campaña del Desierto sin duda también. Pero Hiroshima, Nagasaki, Auschwitz, Gaza… son modulaciones universales de la violencia y la demencia. Le pertenecen a la especie. Todos tenemos que hacernos cargo, hayamos nacido en Francia, Argentina o Ruanda. Después hay violencias más particulares, más nuestras, más latinoamericanas, sobre las que me quiero hacer cargo.

La planta que tiene un papel central en tu novela, opera desde lo sublime, como un salvavidas que a la vez aterroriza. ¿Te interesa esa ambigüedad horror‑belleza?

Sí, totalmente. Me fascina la caracterización que hace Kant de lo sublime: ese momento en que la razón se suspende y lo religioso, la revelación de tu pertenencia al mundo, se toca con lo terrorífico. En Si sintieras…, Ishigata teme a la planta porque desconoce su potencia mortífera, pero también se enamora de ella al entender que es la respuesta viva al universo, casi un dios. Ese doble movimiento de atracción y espanto me interesa, y aún gana espesor al conectarlo con mitologías originarias, donde la planta se vuelve algo eterno y subterráneo.

Anunciaste que vas a publicar pronto un ensayo con El gato y la Caja  ¿De qué trata tu próximo libro y qué desafíos te propuso escribir un ensayo en vez de una novela?

Es un libro que reflexiona sobre nosotros, quienes habitamos los campos de la izquierda y lo nacional‑popular. Usamos mucha tinta para debatir si Milei es o no fascista o alt‑right, pero seguimos sin preguntarnos quiénes somos, qué hicimos para llegar hasta acá y qué podemos hacer para construir un mundo digno de ser vivido. Es la primera vez que escribo un ensayo tan largo: antes era ficción o textos académicos fríos. Esta vez quise mezclar ambos lenguajes y jugar con las formas discursivas. La crítica está en crisis y el lenguaje críptico nos resta capacidad de acción, por eso busqué un texto lo más digerible posible, apto para cualquier lector sin formación específica.

Roganovich va presentar su novela, Si sintieras bajo los pies las estructuras mayores en la feria del libro el 10 de mayo a las 19 en el Hall Central (Pabellón 9).