“No te atrevas a ensuciar la palabra libertad”

“No te atrevas a ensuciar la palabra libertad”

El Club Artístico Libertad vuelve a los escenarios para reapropiarse de la rebeldía colectiva y lleva a escena las canciones de la Guerra Civil Española.

En los tiempos históricos que corren, cuando a nivel local y global se resignifica la palabra libertad desde el individualismo, focalizando en el mercado y la competencia, reaparecen actores que enarbolan y rescatan los primeros y verdaderos sentidos del concepto.

Luego de publicar en 2019 El rayo que no cesa con sus primeras canciones de autoría, el Club Artístico Libertad (CAL) se tomó un tiempo de los escenarios hasta que decidió volver en 2024: “Veníamos sin estar en actividad desde el 2019, pero en diciembre de 2023 tiramos la gallo señal después de ver el discurso [de asunción presidencial] de este ser siniestro. Ya veníamos pensando en la vuelta, pero ahí se terminó de concretar”, cuentan sus integrantes. Volvieron en junio de este año en el Club Atlético Fernandez Fierro (CAFF), el mismo escenario donde se habían despedido cinco años atrás.

Tras agotar las entradas del pasado 2 de noviembre, lanzan una nueva fecha para revolucionar el CAFF el próximo sábado 23, siguiendo siempre la consigna “Reivindiquemos la palabra Libertad”. Así, se volverán a presentar estos 13 músicos bajo la lógica colectiva y libre, la misma que narran sus canciones y contagian al público.

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La noche calurosa del 2 de noviembre, personas mayores, familias con niños, se amontonaron frente a un escenario repleto de instrumentos: batería, teclados, guitarras eléctricas y criollas, se entremezclaban con bandoneón, violín, trompetas y trombones, saxo, clarinete y otros instrumentos algo más exóticos, como la gaita y el banjo. Las mesas no alcanzaban y se  compartían a medida que llegaba más gente al galpón del Club Atlético Fernandez Fierro en el barrio de Abasto. Había bullicio y movimiento entre las personas expectantes que compraban comidas y bebidas antes de que iniciara el show. La cantina era atendida por los mismos músicos que conforman la Orquesta Típica, fundadores de este centro cultural.

Que el regreso del Club Artístico Libertad sea en el CAFF tiene un significado especial: alguna vez tocar ahí fue su sueño, la meta a alcanzar. Hasta que en un momento se “nos dio”, dijo Demián Casaubon, cantante y guitarrista de la banda. En el CAFF encontraron “comodidad, pero principalmente una comprensión de la lógica de trabajo de los dos equipos, que hizo que no pudiéramos volver a otro lugar que no fuera acá”.

Desde el inicio de la función, el grupo representado en la voz de Casaubon invitó al público a participar, a cantar, porque “estas son canciones que antes se cantaban de manera colectiva”. La interacción constante también incluyó en ocasiones explicar el origen histórico de algunos temas.

 

El CAL se formó en 2009 a partir de la fusión de músicos provenientes de otras bandas y a la que luego se sumaron más artistas. Casaubon recuerda que “de entrada fue algo que siguió las lógicas de la banda tradicional. Pero no queríamos estar limitados a que si un integrante faltaba no pudiésemos hacer el ensayo o el show. Así surgió la idea de Club, donde vale más la voluntad que las obligaciones y responsabilidades. Se formó este colectivo a partir de los que teníamos ganas de brindar. Nos juntamos cómo y cuándo podemos. Cada uno aporta con su instrumento y su sonoridad, aunque eso va cambiando y se van haciendo distintos arreglos. Nunca tuvimos demasiados requerimientos musicales porque, justamente, nos organizamos en función de proyectos y no de personas, lo cual hace todo más fácil. Permite otra entrada y salida. Por eso no te va a pasar, como sí quizás cuando vas a ver una banda que te gusta, que al faltar un integrante te volves con la sensación de que algo faltó”.

La misma lógica de lo colectivo se da en el armado de las canciones. Durante la puesta musical del 2 de noviembre presentaron dos nuevas composiciones Identidad y otra canción aún sin nombre definido con la que se invitó al público al proceso de bautizarla: ¿Mi ley no es Milei o Fiebre de los Pobres? El público eufórico aprobó el primer nombre con aplausos desmedidos. La canción sin nombre, acababa de ser nombrada. “Buscamos una idea general de cómo producirlas, de la impronta y, principalmente, la sonoridad que queremos darle. Es también un proceso en conjunto pensar arreglos para cada canción y sus versiones, al que le dedicamos mucho tiempo. Pero una vez que está, después se va replicando en cada ensayo y en el caso de que falten instrumentos, ver cómo podemos sustituirlos con otras sonoridades. Es algo muy de la cocina nuestra, pero así nos gusta. Tiene que ver con nuestra forma de trabajar”, explica Casaubon sobre el proceso creativo.

Carlos “Charlie” Scullie, voz y bajo eléctrico del Club, suma: “Lo colectivo se nota mucho en que todos aportamos y no hay una voz que dirige. Hace que quizás lo que cada uno tiene en mente sobre para dónde tiene que ir o cómo va a ser, nunca termina siendo exactamente así porque somos muchos los que estamos pensando esto. Sin embargo, tenemos una línea común que nos mantiene vivos a pesar de que siempre hay cosas nuevas y sorpresas. Alguna vez nos dijeron que teníamos una lógica similar a la murga, porque aparecía uno, de la nada, donde antes había otro y todo sigue sonando”.

El Club Artístico Libertad está formado por un total de 19 personas: 13 músicos y otros 6 integrantes más entre artistas audiovisuales, técnica y sonido.

Por ser el cantante, en la puesta en escena le toca a Casaubon dirigir la emocionalidad que se genera, “procesar la sensibilidad, la respuesta del público es increíble, es algo de lo que tengo registro todo el tiempo. Si bien el show está organizado desde un punto de vista estético: empezar fuerte, después bajar en intensidad y levantar hacia el final, que busca darle recorrido a la gente para que, primero entienda de qué vamos y después pueda encontrar momentos de goce y disfrute. Dejamos toda la cuestión emotiva hacia el final, y las cosas que empiezan a pasar ahí son hermosas, increíbles”.

Tal como lo describe, el público que en un inicio parecía muy solemne, sentado, escuchando atentamente, a medida que avanzaba la noche se entregaba a algo que empezaba a gestarse en el ambiente. Muchos se levantaban de las sillas, hacían percusión en las mesas al ritmo de la música y se escuchaban los olé. Otros, permanecían sentados pero bamboleaban sus cuerpos y cabezas, y agitaban las manos en el aire. Algunas canciones, las más conocidas, se entonaban con más fuerza, y el público tapaba la voz de Demián. Entre una y otra canción, cambiaban de instrumentos repetidas veces, pero a pesar de lo que generaban en conjunto cada cual lograba identificarse en el total musical.

Si el cimbronazo de emociones provocado por la música acaso no era suficiente, se incrementaba aún más con la propuesta visual: imágenes de policías reprimiendo y obreros arando la tierra -de los que es muy difícil identificar si son de aquí o de allá, de ahora o de entonces-. Madres y Abuelas marchando en Plaza de Mayo. En la puesta artística completa que propone el Club, ritmos, letras e imágenes incitan al público a despertar, a levantarse de sus sillas, pero también levantarse contra las injusticias y opresiones que, como en las propias canciones, viven los trabajadores. Así se logra una sinergia total, una experiencia de un todo contagioso entre un arriba y un abajo del escenario que se vuelve indiferente.
Gran parte del repertorio resulta del registro y resguardo histórico de canciones y melodías tradicionales de los movimientos obreros y anarquistas. Su primer álbum Rojo y Negro: Canciones Republicanas de la Guerra Civil Española (2017) recopila canciones que en la década del 30 eran cantadas por republicanos buscando la valentía y esperanza que los hermanara para hacerle frente al franquismo. En esta oportunidad, estuvieron junto a la bailarina Guadalupe D’Aniello, que acompañó las canciones con bailes de flamenco y una representación con abanicos del temaLos dos Gallos” y también acompañó Mónica Puertas, divulgadora y organizadora de recorridos históricos sobre la Guerra Civil. Para Casaubon “el rescate histórico no tiene que ver con la nostalgia. De ninguna manera nos paramos en el lugar de los derrotados, de la revolución que no sucedió, de los mundos perdidos. Al contrario, lo vemos desde la alegría del rebelde, de eso que va creciendo en el encuentro con un otro y que no lo pueden callar. Algunas de las canciones que tocamos son de hace varios siglos pero no pierden actualidad”.

El arte es su forma de colaborar con algo mayor, el CAL siente una especie de responsabilidad social con su repertorio: “Tanto el Club como el CAFF nos dan el espacio, simbólico y físico, para que la gente pueda levantar el puño y cantar las canciones de la Guerra Civil Española, pero también sacarse un poco de adentro la congoja que vive día a día. Gratifica saber que buscan en el consumo cultural estas ideas y mensajes», explica Scullie. El surgimiento de discursos violentos, el desprecio por los espacios públicos y el hostigamiento a quienes piensan diferente, amparados por una supuesta “libertad”, vuelve necesario diferenciar los nuevos significados de los que históricamente representó la palabra. “Lo que propone este gobierno es la libertad individual y la libertad no es individual, la libertad es colectiva, siempre lo fue”, explica Nahuel Tamayo, guitarrista del grupo. Y Scullie agrega: “Esa es la gran diferencia de base, y desde donde nos paramos también. Nosotros nos llamamos Club Artístico Libertad desde hace 15 años y ahora apareció este señor que le da a la palabra un valor distinto, que para nosotros es equívoco. ‘No te atrevas a ensuciar la palabra libertad’ -parte de la nueva canción Mi ley no es Milei–  porque para nosotros tiene otro valor, incluso la palabra libertario: libertarios de la guerra civil, es lo opuesto a lo que hoy tenemos en Balcarce 50. Para nosotros es importante hacer ese contrapunto, es el valor nuestro”.

Las entradas para la función de este próximo sábado 23 se pueden obtener a través de la página web del CAFF o en el siguiente enlace. El Club Artístico Libertad, además, promete una última función para cerrar el año el próximo 6 de diciembre.

«Gracias a la serie mi música llegó a mucha gente»

«Gracias a la serie mi música llegó a mucha gente»

Reconocida como intérprete de la banda sonora de series como Buenos chicos y Envidiosa y confirmada para el Quilmes Rock 2025, Mora Fisz lanza Sinestesia, su álbum debut, inspirado en la capacidad de asociar emociones con colores.

Luego de tres años de trabajo, Mora Fisz finalmente lanza su primer disco. Sin caer en los clichés, explora a lo largo de diez canciones las distintas etapas por las que atraviesa un vínculo amoroso. “Quería que cada canción fuera genuina, que representara algo de mí», asegura.

A pocos días de presentarlo en Casa Temple, Fisz, en diálogo con ANCCOM, cuenta cómo superó los bloqueos creativos durante la composición, destaca la importancia de respetar los tiempos del proceso y explica por qué decidió no incluir colaboraciones con otros artistas.

¿Cómo fue componer tu primer álbum?

Todo arrancó cuando lancé mi primer tema “Mil cosas”. En ese momento, si bien no había un plan de cómo hacerlo, sabía que quería hacer más música. Esa canción me dio ganas de contar una historia más grande, en la cual pudiésemos exponer una relación en todas sus etapas, tanto las positivas como las negativas. Y así nació la idea de un proyecto más ambicioso: mi primer álbum.

¿Por qué elegiste llamarlo Sinestesia

Para mí era muy importante ponerle un título que pudiese representar todo el proyecto y por eso pensé mucho cuál podría ser. Un día descubrí la palabra sinestesia, que tiene que ver con la idea de asociar cosas directamente con un color en particular y me di cuenta que pegaba perfecto con el concepto que quería plasmar en el álbum. Consulté a los productores y les gustó, así que empezamos a darle a cada canción un color distinto según la historia que contaba.

¿Qué te motivó a estructurar el álbum como una historia de amor, en lugar de componer solo canciones sueltas?

Este álbum es mi carta de presentación, acá muestro mi forma de escribir, la música que escucho y cómo me gusta narrar las cosas. Decidimos contar una historia porque me copa mucho cuando los artistas lo hacen en sus discos. Me acuerdo cuando Rosalía sacó “El mal querer”, un álbum que cuenta una historia a través de capítulos, me alucinó. Entonces, cuando surgió la posibilidad de hacer un álbum, que es algo con lo que siempre soñé, aproveché para explorar este recurso. Por eso decidí ir un poco más allá, contar algo diferente y que también sea divertido de escuchar.

¿Cuáles fueron los principales desafíos al escribir y producir las canciones?

A la hora de pensar un álbum, además de tener en cuenta la cantidad de canciones que van a entrar, hay que fijar una fecha para terminarlo, lo que genera que en muchas ocasiones se terminen poniendo canciones de relleno. No quería que pase eso, buscaba que cada tema cumpliese una función y me hicieran sentir orgullosa. El proceso de búsqueda fue muy difícil y atravesé momentos de frustración y de bloqueo. Me pasó muchas veces de no poder escribir porque no se me ocurría nada y sentir que no lo iba a poder terminar nunca. O incluso de hacer una canción que en el momento me parecía fantástica y después cuando la escuchaba dos días después no me gustaba. La verdad es que me costó mucho llegar a un punto en el que estaba realmente contenta porque soy muy perfeccionista y estoy atenta a los detalles. Pero por suerte logramos llegar a ese punto y hoy estoy muy contenta con como quedó todo. Definitivamente fue un proceso que valió la pena.

Este álbum es completamente solista, ¿por qué decidiste no incluir colaboraciones con otros artistas?

Es algo que se tiene que dar de manera orgánica. En este no se dio, pero porque las canciones eran muy personales, entonces tomamos la decisión de hacer un álbum completamente solista. Igualmente estoy abierta a conocer artistas con los que podamos tener buena onda y conectar en la composición para hacer algo juntos.

¿Qué significa como artista emergente que tus canciones hayan formado parte de novelas como Buenos Chicos o Envidiosa, la producción de Netflix?

Fue una locura. En particular Buenos Chicos tenía una comunidad de seguidores increíble y yo no era muy consciente de la importancia que le daban a la música. Me encontré con que “Mil cosas” y “4 AM” se habían vuelto himnos de una de las parejas principales de la novela. Gracias a eso mi música llegó a mucha gente y empecé a recibir mensajes muy lindos de personas que se sentían identificadas con las letras. Eso es hermoso, porque soñé toda la vida con hacer música que le llegue a la otra persona.Y con Envidiosa me pasó que me había enganchado tanto con la serie que me había olvidado de que iba a sonar mi canción “Donde comenzó la tormenta”. Cuando la escuché no lo podía creer, fue una locura.

Y en ese caso, ¿cómo llegó la propuesta para formar parte?

Cuando terminamos las canciones del álbum con los productores empezamos a pensar cómo podíamos hacer para darles visibilidad y llegar a más personas. Ahí surgió la posibilidad de probar suerte con las producciones audiovisuales, porque a mí me pasa mucho de escuchar una canción de una película o serie y buscarla para agregarla a mi playlist. Empezamos a mandar los temas a distintas productoras para ver si alguna podía encajar. Por suerte les gustaron y nos abrieron las puertas, así que estoy muy agradecida con ellos porque es una locura lo que pasa con los fanáticos de las series y cómo se apropian de las letras.

Vas a presentarte en Casa Temple antes de tu debut en el Quilmes Rock. ¿Qué canción del disco estás más ansiosa de cantar en vivo?

“Sinestesia” me encanta. Generalmente suelo abrir o cerrar con esa porque creo que es la que más lleva la esencia del álbum. También me gusta “Mil cosas” porque todos la conocen y la cantan conmigo, algo con lo que siempre soñé. También al ser nuevas la gran mayoría de las canciones, muchas las van a escuchar por primera vez en el show.

¿Qué es lo que más te enorgullece del disco?

Haber escrito todas las canciones a partir de lo que sentía. El amor es un concepto universal y existen miles de canciones que hablan sobre eso. Lo difícil es encontrar la manera de escribir desde un lado genuino y que sea distinto a lo que dicen otras letras. Traté de hacer canciones para que quien las escuche se sienta reflejado. Y creo que lo logré.

Mora Fisz presentará Sinestesia el próximo 27 de noviembre en Casa Temple, Costa Rica 4677, CABA. La entrada es libre y gratuita.

Un evento quita mufa

Un evento quita mufa

El escritor y músico Luis Pescetti cerró el Festival de literatura infantil (FILBITA) con la lectura de cuentos elegidos por niños y niñas y sus tradicionales canciones. «En este contexto político-cultural, que existan estas iniciativas es poderosísimo», dijo el artista.

Pequeñas huellas de zapatitos en la Plaza República de Chile marcan el camino hacia el Centro Cultural Matta. La llovizna de hace unos minutos parece haber subido aún más el ánimo de algunos niños y niñas, que corren de un lado hacia otro imaginando nuevos mundos.

Adentro, miran ansiosos los libros, emocionándose cuando los personajes parecen salir de los cuentos, peleando con sus hermanos por quién es el primero en dar vuelta la página. Dejan registros de su paso en el Festival de Literatura Infantil con dibujitos en las paredes, que muestran orgullosos a sus padres. Los adultos, encantados, les toman fotos a sus hijos con la mini biblioteca de “El Gato Cascabel”, tratando de contener las impacientes manitos que quieren tocar los libros miniaturas.

Llega la hora de darle un cierre a la 14ª edición del FILBITA, el Festival de Literatura Infantil, por lo que las familias rápidamente se acoplan en el auditorio esperando ver al escritor y músico Luis Pescetti. Algunos niños y niñas con chupetes, otros más grandes, vistiendo disfraces de princesas, remeras de dibujitos animados o de equipos de fútbol, con zapatitos y vinchas de colores, stickers coloridos del Filbita pegados en su ropa, maquillaje artístico en sus cachetes, se sientan, se levantan, abrazan a sus padres, comen golosinas, lloran, se sientan, se levantan, se sientan. Una niña le da a una de las organizadoras un papelito, y vuelve a su lugar apresuradamente. Pescetti recibe esa carta, le sonríe cálidamente y saluda desde el escenario.

Las pequeñas manos no tardan en alzarse en el aire una vez que se pregunta: ¿quién quiere que le lea un libro? Facundo es el primero en ser elegido, se aproxima tímidamente al escenario, y toma asiento en la silla enfrentada al autor, quien le lee pausadamente, intercalando miradas con él y con el público. Los niños y niñas se acercan al frente del escenario, en una escucha atenta. Pescetti dice tener diez intentos para adivinar la edad de quien esté sentado junto a él. Carcajadas y aplausos resuenan en el ambiente cuando, finalmente, acierta de una vez. Algunos se animan a verlo fijamente, mostrarle sus propios cuentos y darle un abrazo.

“Amanda, ¿viste que el piso está más bajo que tus pies? ¡El piso está mal hecho!”, exclama el autor, sacando risas de adultos e infancias. Su tono de voz cambia cada vez que llega a una parte graciosa del relato, a ratos lee exageradamente lento, otras rápido, gesticulando de más y fingiendo sorpresa para hacerlos reír.

La tarde transcurre entre libros de otros escritores y escritoras, de los propios nenes y nenas, o de Pescetti, con historias sobre papas sabelotodos, comisarios transformándose en avestruces, vampiros, y personajes emblemáticos como el de Natacha, una serie de libros del propio autor. “Una vez me invitaron a una actividad en la Biblioteca Nacional y no se me ocurría qué hacer y estaba muy a mil. Y dije, bueno, que traigan libros y yo los leo. Y fue maravilloso, muy tierno, muy conmovedor”, expresa Pescetti, en diálogo con ANCCOM. “Lo que busco transmitir con mis cuentos, ahora más conscientemente que antes, es que quien lo lee se sienta normal, entender: lo que me pasa, le pasa a todos. Que no se sienta ni raro ni excluido sino, no normal en el sentido de normalizado, sino de no extraño. Cuando yo veía que los chicos en el grado hacían algo, y escribía un cuento, hacía una canción, tenía ese efecto, aunque yo no me lo proponía”, confiesa.

“Lará la lero, lará la lero”, “Echele leche al café para hacer café con leche. Para hacer leche con café, ¿qué hace falta que le eche?” Las familias repiten tratando de seguir con su voz, sus pulgares y sus manos, el juego rítmico. Los padres se miran cómplices entre la euforia de sus hijos, e inmortalizan los recuerdos a través de sus cámaras.

“Yo soy un niño caníbal y nadie me quiere a mi. No me quedan amiguitos porque ya me los comí”, cantan entusiasmados El Niño Caníbal, al compás del artista y de su guitarra criolla. Parecen saberse las letras de todas las canciones que Pescetti lanzó en los años 2000. “Se oían gritos” canta en el tema ¡Bua Ja Ja Já!, y ellos gritan con ímpetu. Los pequeños espectadores encuentran su propio ritmo, y siguen las melodías alegremente, cumpliendo con uno de los objetivos del Filbita: darles lugar a todos y todas para reproducir la melodía que les da felicidad; contar, cantar y acompañar vidas y emociones.

“Participar de este evento para mi es un quita mufa. Mufa es cuando uno está enojado, chinchudo. En este contexto político-cultural, que existan estas iniciativas casi individuales de gestión, son poderosísimas, muy necesarias, muy fuertes”, reflexiona el autor, en diálogo con ANCCOM. El festival se realizó del 8 al 10 de noviembre en el Centro Cultural Matta y la Plaza República de Chile, con el fin de celebrar la literatura, la música y las infancias. Contó con la presencia de cuatro autores extranjeros y más de cincuenta argentinos, y se organizaron actividades gratuitas para chicas y chicos de todas las edades, incluyendo presentaciones musicales, lecturas, talleres y clases.

«Hacemos cine para conmover a otros»

«Hacemos cine para conmover a otros»

Se estrena en el Gaumont Oda Amarilla, un documental en el que Lucía Paz captura momentos entrañables de su madre, diagnosticada con Alzheimer, y explora los mecanismos por los que fluye la memoria.

“Mi madre tiene Alzheimer temprano e intento llegar a ella sin que medien las palabras. En un viaje de recuerdos que se fragmentan y que pierden anclaje, rastreo las piezas que nos sigan uniendo, como en un intento desesperado de atrapar nuestra historia”, relata la cineasta Lucía Paz sobre el proceso detrás de Oda Amarilla, su primer largometraje documental, que llega al Cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635, CABA) este jueves y permanecerá en cartel hasta el 13 de noviembre. La película, que ya ha recorrido diversos festivales y ha sido galardonada como Mejor Largometraje Nacional Documental en el Festival Luz del Desierto 2024, además de recibir tres premios en el Festival Audiovisual Bariloche 2024, se presenta como un espacio de reflexión sobre la memoria, el amor y la construcción de la identidad.

Construida en primera persona, la cinta nos sumerge en el íntimo camino de Lucía para capturar los recuerdos de su madre, Analía Amarilla, diagnosticada con Alzheimer a los 52 años. Frente a esto, Lucía decidió empezar a rescatar recuerdos de su madre y a construir un retrato documental de su vida. Sin embargo, en las primeras conversaciones se dio cuenta de que los recuerdos de su madre ya presentaban lagunas y fragmentaciones, lo que la llevó a emprender un proceso personal de memoria: comenzó a recordar su propia historia compartida, desde su perspectiva como hija. “Cuando empiezo con este ejercicio de recordar, me di cuenta de que algunas cosas que veía en mi mamá, y que inicialmente atribuía a la enfermedad, también me ocurrían a mí, a mi abuela e incluso a amigas. Esto me llevó a reflexionar sobre los mecanismos de la memoria: qué recuerda cada uno, cómo lo recuerda, qué se repite, qué se destaca. Así, la película empezó a enfocarse en esos procesos y en lo que activa la memoria: una fotografía, un espacio, un encuentro, una comida, una canción”, comenta la directora, en diálogo con ANCCOM.

La película originalmente estaba concebida como una ficción inspirada en Afterlife, la cinta japonesa que explora la idea de elegir un recuerdo para llevar a la eternidad. “Al principio pensaba en reconstruir recuerdos que mi mamá quisiera ver reflejados», comenta Paz. Sin embargo, el proyecto evolucionó hacia un documental. “Prevaleció la intención de retratarnos a ambas, a Ana y a mí, en este intento de salvar y sostener un vínculo donde la memoria se escurre pero, a la vez, puede seguir construyéndose, aunque sea de una forma más instantánea”, reflexiona.

El documental, filmado en tres etapas a lo largo de un año y medio, también encontró en el agua un símbolo clave, especialmente en el vínculo entre Lucía y su madre. “Cuando me pregunté qué recuerdo importante podría representar en la película, lo primero que vino fue el jugar en el mar con ella, las dos enfrentando las olas,” relata.

“Huelo el agua del mar. El olor me recuerda a una casa. La casa a una mujer que está olvidando que es mi madre. Recojo piezas de un rompecabezas pasado y me propongo reconstruir algo de nuestra historia compartida, pero la memoria hace agua”, esboza la sinopsis del documental. Y Lucía explica:“El agua terminó siendo una gran contenedora de nuestros recuerdos, y una aliada crucial de la película en esa capacidad que tiene de fluir, de unir, de arrasar, de inundar. Creo que el agua tiene la capacidad de expresar lo indecible, y al mismo tiempo, cuando el espectador ve esas imágenes de madre e hija en la playa puede comprender profundamente algo de su propia historia”.

Este vínculo tan cercano y lleno de emociones también se extiende al público: “La película mueve emociones personales en quienes la ven, y eso me parece súper valioso”, comparte Paz. Reflexionando sobre el proyecto, añade: “Me suelen preguntar mucho sobre el aspecto personal del proyecto y el homenaje a mi mamá, pero yo siento que hacemos cine para conmover a otros. Ver las lágrimas en los ojos de los espectadores o escuchar las palabras que resuenan, hace que todo cobre sentido. Esta película abre reflexiones, invita a preguntas y conecta con historias y vínculos propios de cada uno. Es algo íntimo que lleva al espectador a la propia intimidad. Y eso, al final, es lo mejor que podemos haber logrado”.

 

Oda Amarilla se proyectará en el Gaumont con tres funciones diarias (12:30, 14:15 y 20:10) hasta el 13 de noviembre y luego se estrenará el 14 de noviembre en La Plata y el 21 de noviembre en Oberá.

 

“Esta muestra es un logro colectivo”

“Esta muestra es un logro colectivo”

Desde el 8 de noviembre, en el Centro Cultural Haroldo Conti, puede visitarse la tradicional Muestra Anual de Fotoperiodismo organizada por ARGRA, que estará en exhibición allí hasta febrero de 2025.

Concentración para repudiar la muerte de Facundo Molares, fallecido un día antes en medio de un operativo de la Policía de la Ciudad. Foto: Cris Sille 

La 35ª Muestra Anual de Fotoperiodismo Argentino, que se inaugura este viernes 8 de noviembre en “el Conti” –ubicado en el predio de la exESMA–, reúne más de 150 fotografías seleccionadas de las 2.500 imágenes enviadas por reporteras y reporteros de todo el país.

Como cada año, la exhibición ofrece una oportunidad única para reflexionar sobre los acontecimientos más significativos del año anterior a través de la mirada comprometida de quienes documentan la realidad.

En esta edición, la política ocupa un lugar central, en contraste con la anterior, dominada por la celebración del Mundial de Fútbol. Este año, además, debido a complicaciones logísticas y presupuestarias, la muestra se pasó de julio a noviembre, un retraso que refleja los desafíos que enfrentan los reporteros gráficos en la Argentina actual.

“La precarización laboral y el desmantelamiento de espacios como Télam nos afectó mucho, el 80 por ciento de nosotros estamos bajo la línea de pobreza a nivel salarial”, cuenta Sebastián Andrés Vricella, presidente de ARGRA.

«Es casi un milagro que podamos realizar esta muestra», agrega, y la define como “un logro colectivo” y “un testimonio del esfuerzo de cada profesional que sale a las calles para documentar la realidad”, muchas veces, en condiciones adversas.

“Son pocos los medios y lugares de trabajo que te dan los equipos para trabajar bien y todo eso crea un combo en donde realmente el esfuerzo que realiza cada compañero a la hora de salir a la calle tenga más valor. Cada nota, cada marcha, cada entrevista y cada momento de pausa es poner el cuerpo”, afirma.

“Tenemos una capacidad de resiliencia importante, pero somos trabajadores que necesitamos comer”, sostiene Vricella. Según él, este espacio es mucho más que una exhibición fotográfica, es una muestra independiente y democrática que recorre todo el país, llegando a lugares incluso inhóspitos por esfuerzo de profesionales que se comprometen y dejan el cuerpo para hacerlo posible.

ARGRA se fundó en 1942 en medio de tensiones políticas y se ha mantenido fiel a sus principios fundacionales: defender los derechos de los reporteros gráficos y ofrecer una plataforma independiente y de carácter humanista para que estos puedan ejercer su profesión libremente.

Desde sus comienzos, la asociación se ha dedicado a visibilizar la realidad a partir de una perspectiva que a menudo no se muestra en los medios convencionales. “Este compromiso con la democracia y los derechos humanos sigue siendo nuestro eje”, subraya Vricella.

En el marco de esta edición, el viernes 22 de noviembre se proyectará Errante, una película de Adriana Lestido, fotógrafa y socia de ARGRA. Este film donado representa la colaboración y el espíritu de comunidad que caracteriza a los reporteros gráficos, un grupo que se apoya, se cuida y acompaña.

Con cada fotografía y en cada muestra, ARGRA reafirma su compromiso con una mirada crítica que registra y preserva los momentos que construyen nuestra historia. La 35ª edición de la Muestra Anual de Fotoperiodismo Argentino se convierte así en un espacio de reflexión sobre un año atravesado por grandes cambios, desde la perspectiva de quienes, día a día, retratan las luces y sombras de la sociedad.

“La devolución de la gente es que se ve representada y toma noción y conciencia de lo que pasó y vivió el año anterior”, concluye Vricella.

Poesía que brota entre los desechos

Poesía que brota entre los desechos

Literatura, artesanía y reciclado confluyen en las obras de Alejandra Bosch, escritora, tejedora, recicladora y creadora de Ediciones Arroyo, editorial autogestiva santafesina.

Alejandra «Pipi» Bosch es la poeta, editora y gestora cultural santafesina detrás del proyecto Ediciones Arroyo, una editorial autogestiva de poesía contemporánea que utiliza la basura como material principal para producir sus libros. Gestada en Arroyo Leyes, un pueblo costero ubicado a 20 kilómetros de la capital santafesina, la editorial ha publicado más de 130 libros de poetas nacionales e internacionales desde su creación en 2016.

Se destaca por sus llamativas ediciones artesanales: las tapas de los libros tienen un fondo negro con distintos bordados en color que las cubren de pájaros, flores y camalotes y con collages de letras. Son libros-objetos; no sólo es el texto poético, sino también una obra de arte única en cada portada. Para crearlas, Bosch recicla cajas y sachets de leche que juntan para ella una red de recolectores de distintas ciudades. Darle una segunda vida a lo que para otros es basura es la premisa.

Ediciones Arroyo es, en palabras de su creadora “un proyecto absolutamente ajeno a todo el canon y de lo que se entiende por una editorial comercial”. Alejandra y su hijo se encargan artesanalmente de todo el proceso de edición; desde la selección y curaduría de autores y poemas, la creación de ilustraciones, a la impresión, diseño y creación de las artísticas tapas. Otra característica que la hace única es que los textos son cedidos de palabra. “Los libros circulan por el ambiente literario argentino, por librerías, ferias y universidades, pero nosotros jamás hemos registrado un derecho autor. Nos mandan los textos por correo, armamos los libros, series breves de entre tres a diez poemas con alguna ilustración y el trabajo de las tapas que es lo que nos caracteriza” explicó Bosch en una entrevista para ANCCOM.

El proyecto surge de la confluencia de distintas facetas de su creadora; además de poeta, viene de un linaje de bordadoras y estudió artes visuales como primera carrera. Después de vivir 15 años en Brasil, Bosch volvió a Santa Fe y presentó un proyecto al municipio para dar talleres sobre el reciclado de los desechos  domiciliarios en donde las personas podrían aprender a tejer en crochet con bolsas de plástico y otros residuos. “Me dediqué a tejer y enseñarle a la gente a reciclar el plástico. En una oportunidad, una alumna en vez de cortar las tiritas para el tejido me trajo un sachet de leche entero y ahí se me ocurrió hacer una tapa de libro; vi que daba el tamaño justo para un libro de poesía pequeño”. Para ese momento, Bosch ya estaba en el circuito literario santafesino y había publicado su primer libro, Niño pez, en 2015. “Me inventé el trabajo perfecto porque pude cruzar mis dos pasiones: el arte y la poesía” declaró la coordinadora de Ediciones Arroyo.

La experiencia de Ediciones Arroyo trascendió fronteras y captó la atención de algunas instituciones académicas como la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), donde la editorial cartonera es vista como una referente en su campo. Esta institución brasileña, a través de su Programa de Posgrado en Ciencias de la Literatura, no solo incorporó libros de la editorial en su biblioteca, sino que ha invitado a Bosch a compartir su obra.

El encuentro fue organizado por Eduardo Cohelo, Luciana di Leone –profesores de la UFRJ– y Mabel Boechat Telles, estudiante que lleva adelante su tesis doctoral sobre la obra de la poeta. En septiembre, Alejandra viajó a Río a compartir tanto el proceso editorial que lleva adelante en Ediciones Arroyo, como su propia experiencia como autora y la relación de su obra con las prácticas artesanales de bordado que heredó.

Tras descubrir a Bosch a través de una traducción en el sitio «Mulheres Que Escrevem», Boechat Telles se interesó no solo por su poesía, sino también por su labor como editora y artesana. El reciente encuentro en la Facultad de Letras de la UFRJ fue, para ella, un momento clave en su investigación: «Escuchar y conversar con Alejandra y ver sus libros hechos a mano fue muy enriquecedor para mi investigación» declaró Boechat Telles en una entrevista para ANCCOM. La estudiante señaló también la importancia de construir redes entre escritores latinoamericanos, esencial para seguir profundizando en las intersecciones entre poesía, edición y artesanía. Para Alejandra, la invitación representa un reconocimiento al trabajo autogestivo y artesanal que lleva desarrollando durante casi una década. En sus palabras, «esto indica que todavía hay gente interesada en los circuitos no comerciales, en tender puentes y redes».

La red es clave en este proyecto: una de las patas más interesantes del proyecto es la organización para la recolección de la “basura”, que luego Alejandra convierte en piezas de arte. Un gran grupo de recolectores de Arroyo Leyes, Rincón, Santa Fe, Rosario y otros puntos del país recuperan las cajas y los sachets, y se encargan de hacérselos llegar a la editorial. “Nosotros no podríamos existir si no tuviéramos a estas personas que desde el primer momento, cuando consumen un lácteo en sus casas, lo lavan, aplastan y secan para después hacérnoslos llegar” declaró la editora.

En cuanto a los autores, el catálogo empezó recuperando autores locales que habían sido publicados anteriormente y tenían cierto peso en la comunidad.  “Investigué cuales eran las voces que convocaban para las lecturas y las publicaciones en el momento. Con ese criterio seguí invitando a publicar los primeros años. Las primeras ediciones de Arroyo fueron dentro de la serie Dos Poemas. Comenzamos publicando a José Villa, Walter Lezcano, Analía Giordanino, Francisco Bitar, Fernando Callero, Santiago Venturini, Agustina Lescano y Larisa Cumin. Más tarde lo fui abriendo a otros autores no tan conocidos. Hemos dado la oportunidad a poetas nuevos que nunca habían publicado” aclaró Pipi Bosch.

Hoy en día el catálogo está abierto a quién tenga interés de publicar, la premisa es hacerlo lo más horizontal y amplio posible. Durante todo este año está abierta la convocatoria “Fluviales”, para la publicación de libros dobles, que incluyen a un poeta de Santa Fe y a otro de Paraná, fortaleciendo el diálogo literario entre ambas regiones. Para quienes deseen más información sobre esta convocatoria o quieran presentar su obra, pueden escribir a alejandraboschotero@gmail.com.

En el otro extremo de la cadena editorial, la distribución en Ediciones Arroyo es artesanal como los libros mismos: “Llevamos los libros a distintos festivales, encuentros, lecturas y ferias de literatura y poesía,  y ahí vendemos. No trabajamos con muchas librerías porque este género no es tan comercializado en el circuito mainstream. Ahora queremos exportar los libros también, pero siempre llevándolos  nosotros o los mismos poetas para que expongan su trabajo mientras los ofrecen. Siempre fuera de lo esperado en el circuito comercial”, aclaró Bosch.

En un tono reflexivo sobre la situación actual de la cultura, Bosch manifestó: «A pesar de las dificultades hay que seguir adelante y batallar, planteando nuevas formas para resistir. Nosotros somos trabajadores de la cultura que estamos en el territorio, no ganamos premios ni estamos en altas esferas. Nuestra construcción es comunitaria». El ambiente literario, según explica, es un espacio de gran resistencia, donde se forjan alternativas al dominio del canon tradicional. «Estamos permanentemente armando redes con otras editoriales, autores y universidades, tanto locales como internacionales», agrega, convencida de que el trabajo en comunidad es el camino para hacer circular la palabra poética de forma más horizontal y menos condicionada por intereses comerciales. En este sentido, Ediciones Arroyo se presenta como un modelo de cómo se puede hacer literatura desde una perspectiva más inclusiva y accesible.

Bosch concluye con una visión que trasciende lo literario: «Nos mueve el deseo, la necesidad de dejar un legado. Hay que hacerlo igual, independientemente de las circunstancias, de las becas o ayudas estatales, premios o concursos que haya. Obviamente, todo eso ayuda, pero si no está, no podemos perder el territorio». Para ella, la clave está en no abandonar los espacios que se habitan, asumir la militancia desde la vida cotidiana y entender que, como sujetos políticos, la cultura y el arte son herramientas esenciales para la transformación social.