El regreso a la carpa blanca

El regreso a la carpa blanca

Volvió la carpa blanca de los docentes. A 19 años de aquella que se erigiera frente al Congreso, emblemática durante los ’90 en defensa de la educación estatal, el sitio elegido esta vez para montar el reclamo es el Palacio Pizzurno. Después de más de diez años las federaciones de los docentes universitarios, CONADU y la CONADU histórica, confluyeron en un paro nacional en defensa de la universidad pública y para exigir, entre otros reclamos, un aumento salarial cercano al 40 por ciento frente a la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores docentes producto de la progresiva inflación, de la devaluación y el costo de la quita de los subsidios a los servicios.

La movilización frente al Ministerio de Educación contó con la presencia de la Federación de Educadores Bonaerenses (FEB), la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), la Asociación Docentes Universidad Nacional de Salta (ADIUNSA), la Federación Docente de la Universidad de Buenos Aires (FEDUBA), la Asociación Gremial Docente de la Universidad de Buenos Aires (AGD-UBA), la Federación Universitaria de La Plata (FULP), la Asociación de Docentes e Investigadores de la UNCuyo (FADIUNC), ADU San Luis (ADUNLu), la Asociación de Docentes Artistas e Investigadores de la UNA (ADAI), la Agremiación Docente Universitaria marplatense (a.d.u.m. Mar del Plata) y la Unión de los Trabajadores de la Educación (UTE).

Los gremios de la CONADU concentraron a las 14 en la esquina de Callao y Paraguay y marcharon desde allí hasta el Ministerio de Educación donde coincidieron con los sindicatos de la CONADU histórica que acababa de finalizar el plenario de secretarios generales.

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“Estamos reclamando el inicio de la paritaria desde hace tres meses y todavía no tenemos ninguna oferta salarial del gobierno nacional”, manifestó a ANCCOM el secretario general de la CONADU Pedro Sanllorenti, y explicitó, además de éste, otros reclamos de la Federación, como la recomposición salarial del 40 por ciento con retroactividad y una cláusula de revisión y reajuste en julio dada la incertidumbre de los valores que alcanzará la inflación. Sanllorenti comentó que la reunión de negociación con las autoridades del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) y la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) “fue un fiasco, sólo se limitaron a escuchar nuestras demandas”, y que por lo tanto se determinó este paro nacional y la instalación de la carpa junto con la CONADU histórica. “Hace diez años que no hacíamos una acción gremial en conjunto, esta vez creemos que era necesario –explicó-. La demanda por abajo se siente cuando hacemos asambleas en cada universidad, en las que los docentes reclaman que necesitan un aumento de salario urgente. Esa demanda hay que atenderla y por eso estamos acá».

Sanllorenti dijo que el gobierno nacional tiene una visión de la universidad pública bastante particular, ya que posee una impronta muy marcada de la universidad privada. “Hay un trabajo del centro CIFRA (Centro de Investigación y Formación e la República Argentina) que analiza todo el currículum de quienes hoy están ocupando los puestos principales del actual gobierno y se ve que no sólo provienen de la universidad privada sino también de universidades extranjeras –indicó-. Y eso tiene que ver con esta presencia de los CEOs de distintas empresas que hoy son funcionarios públicos y provienen de dos grandes sectores económicos: la banca extranjera y las empresas energéticas. Por lo tanto creo que no les simpatiza mucho la idea general de la universidad pública”.

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“En su propio discurso el Presidente dijo que le preocupaba la politización de las universidades, cuando la política es algo inherente a la universidad pública –continuó Sanllorenti-. La universidad pública no podría dar su contribución al desarrollo nacional sin discutir políticamente lo que significa ese aporte: en qué hay que investigar, en promover desarrollo de transferencias, en programas de extensión, para contribuir a mejorar las condiciones de vida de toda la población. Eso es parte de la universidad pública y nosotros rechazamos que no sea un ámbito de discusión política porque es parte de la formación que queremos impartir a los estudiantes. Y nos trae recuerdos muy feos a quienes tenemos edad para hacerlo: las propagandas durante la dictadura militar, por ejemplo, en las que se veía a un estudiante rechazando panfletos que le entregaban en la entrada de la facultad diciendo ‘yo vengo a estudiar’. Esa idea de despolitización de la universidad es la misma que están utilizando ahora. Pero sin política no se podría haber hecho la reforma universitaria. Sin política, la contribución de la universidad pública, no sólo en Argentina sino también a nivel continental, habría sido otra».

Con respecto al plan de acción en adelante, Sanllorenti informó a ANCCOM que el lunes 4 de abril habrá un plenario de secretarios generales que resolverá cómo continuar. “En principio, lo que estamos discutiendo es que si no tenemos una oferta razonable en la segunda semana de abril deberíamos continuar con medidas de fuerza –analizó-. Esto lo vamos a discutir internamente y además se supone que en la primera semana de abril podría haber una reunión oficial con el gobierno en la que presente su primera oferta. Veremos si es así”.

Federico Montero, secretario gremial de FEDUBA y secretario de prensa de CONADU, también expresó a ANCCOM la necesidad de conseguir una recomposición salarial, calificó a la reunión con CIN-SPU como “muy poco seria, sin ninguna propuesta”, y analizó que el paro nacional fue contundente, con un acatamiento del orden del 80% en todo el país. “Esta movilización tiene que ver con la universidad y con cuestiones más generales que están sucediendo en nuestro país –dijo-. Se está votando una ley para pagarle a los buitres más de 12 mil millones de dólares, y a la vez se está despidiendo gente en todo el Estado nacional, está tomado el Ministerio de Trabajo por los compañeros de ATE, no hay dinero para la salud y educación pública”.

“Nosotros entendemos que además de nuestro problema salarial está la necesidad de defender la universidad pública, tenemos que defender a la educación pública como un derecho -sostuvo Montero-. El secretario gremial de FEDUBA agregó que “para este gobierno la universidad está después de las mineras, de los sojeros, de los Fondos Buitres, y de los grandes grupos económicos. Si no hay respuesta vamos a profundizar las medidas de lucha, con nuevas jornadas de paro nacional y con otro tipo de movilizaciones. Para nosotros no es ninguna gracia tener que hacer esto, somos docentes y sostenemos día a día la universidad pública desde un gran compromiso y la verdad que es muy triste que el gobierno no escuche nuestro reclamo”.

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Por su parte, el secretario general de la Conadu histórica Luis Tiscornia explicó a ANCCOM que era la segunda jornada de un paro nacional de 48 horas que tuvo su primera fecha el 16 y 17 de marzo y puntualizó que los reclamos de la federación son “45% de aumento salarial, aplicación plena del convenio colectivo de trabajo en todas las universidades nacionales, eliminación del impuesto a las ganancias y aumento de presupuesto para las universidades públicas”. Sobre la reunión de negociación, Tiscornia manifestó que “el gobierno no hizo ninguna propuesta salarial ni dio precisiones que permitan decir que estamos negociando en serio”. Ante esta falta de respuesta, anunció que el plenario de secretarios generales había resuelto un paro nacional el 4 de abril en coincidencia con el paro nacional de Ctera, y un paro de 72 horas el 13, 14, y 15 de abril para profundizar el reclamo de la docencia universitaria.

Ileana Celotto, secretaria general de AGD-UBA, señaló como reclamo fundamental la apertura de las paritarias. “Nosotros tenemos las paritarias congeladas hasta junio, el último aumento lo recibimos en noviembre, en un cuadro inflacionario que todos los trabajadores argentinos lo sentimos –expresó a ANCCOM-. Se acaba de anunciar un nuevo tarifazo en agua, gas, colectivos, trenes, teléfono para todos los del área metropolitana: es un golpe que no podemos soportar con los bolsillos así, como los tenemos”, Celotto dijo que es necesario que el aumento salarial sea inmediato y que se vaya revalorizando de acuerdo a la inflación. “La respuesta negativa del gobierno tiene que ver con un ajuste que se está implementando a nivel nacional y en todas las provincias, que consiste en intentar que la crisis económica la paguemos los trabajadores, y en reprimirnos para que no podamos luchar, como está pasando en Santiago del Estero y en Tierra del Fuego”, sostuvo Celotto, que apuesta a que el paro nacional en las universidades, la movilización y la difusión van a ayudar a conseguir los objetivos.

Por su parte la secretaria adjunta de Conadu Verónica Bethencourt explicó a ANCCOM que si bien no es la primera vez que se demora una paritaria, el problema está en el contexto en el cual eso acontece, un contexto no sólo inflacionario o devaluatorio. “Esto se embarca en una política de Estado que está desguazando áreas sensibles que tienen que ver con el control, vinculadas a los DDHH –especificó-. Hay un vaciamiento de espacios en los que el Estado había crecido, a través del despido de muchísimos compañeros. Entonces sabemos que lo que pasa con la universidad no es una cuestión esporádica ni de caja, sino una definición política. Por eso nuestra movilización y la necesidad de visibilizar este conflicto que es salarial y sectorial pero que quiere decir mucho más. Entendemos que la universidad es una herramienta de transformación de lo social, por eso cuando vemos que hay problemas presupuestarios para cortar programas, achicar salarios, investigaciones, sabemos de qué se trata”.

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“Esto es parte de una concepción política neoliberal, con un Estado chico, que esté presente para facilitar el negocio de unos pocos y para generar una transferencia de recursos para los sectores de capital más concentrados –agregó Bethencourt-. En ese modelo de Estado, la universidad pública no tiene lugar. Cuando se deteriora el poder adquisitivo de los trabajadores, se deteriora la calidad de trabajo. Se van relajando las condiciones, porque no se pueden sostener; eso va a generar un desprestigio de la universidad, que es lo que este gobierno quiere para después cuestionar por qué es gratuita la universidad, para decir que es necesario modernizarla y poner nuevos controles. La universidad pública que nosotros queremos ha sido, y sigue siendo, el resultado de luchas populares. Queremos seguir construyendo a la universidad como un actor en la transformación social y en la mejora de calidad de vida de nuestro pueblo”.

Actualizado 31/03/2016

Cuando la palabra se pagaba con sangre

Cuando la palabra se pagaba con sangre

“Todavía te seguís ocupando del caso de los desaparecidos, tené cuidado que no te llegue a pasar a vos lo mismo”, dijo la voz en el teléfono. El que escuchó la amenaza fue el periodista de la revista El Porteño, Esteban Mario Cerruti. Unos meses después, el 27 de agosto de 1983, poco antes de las primeras elecciones democráticas y con un régimen militar agonizante, un artefacto explosivo estalló la redacción de la revista.

A partir del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, la dictadura cívico-militar había impuesto en toda la sociedad argentina un régimen del terror como correlato de una radical reestructuración económica, política y social. Una de sus aristas estratégicas y principales en la perpetuación del poder fue una extorsiva mecánica de silencio sobre la prensa: a través de la censura y la manipulación de la información, de la persecución ideológica y la represión, las Fuerzas Armadas ejercieron el control total sobre los medios gráficos.

“Durante el Proceso la prensa se caracterizó no sólo por la omisión del horror sino que también operó el apoyo, el aplauso explícito y la sobreactuación”, explicó en retrospectiva el periodista Eduardo Blaustein a ANCCOM. “Cuando los medios sobreactuaron -continuó- fue porque existía una confluencia de intereses y una básica identidad de proyecto político y económico con los militares. Papel Prensa fue el caso más groseramente evidente. Había una complicidad ideológica con la política económica, con el desmantelamiento del peronismo y el desmembramiento de la resistencia de los movimientos sindicales. El caso más claro es La Nación: un diario que siempre fue de las clases altas, ligado a los intereses agrarios y al mundo judicial más conservador. Clarín, pasados dos años, tuvo el matiz de hacerle una crítica al liberalismo económico de Martínez de Hoz, porque todavía tenía la impronta de desarrollismo”. Blaustein enseguida tendió un puente hacia nuestra actualidad: “Esa idea común de refundación del país es similar a la del gobierno de Mauricio Macri hoy. Esa identificación de intereses convergentes está ahora robustecida”.

40 años atrás, la Junta Militar -integrada por Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti- derrocaba al gobierno constitucional de Isabel Martínez de Perón. El día del golpe Clarín titulaba en su tapa “Nuevo gobierno”; La Razón “Las Fuerzas Armadas han asumido hoy el ejercicio del poder”; y La Nación “Las Fuerzas Armadas asumen el poder; detúvose a la Presidenta”. Ninguno eligió hablar de interrupción constitucional, ni de golpe de Estado, ni de gobierno de facto; al hecho le otorgaron, por el contrario, legitimidad. «El título del 24 de marzo de Clarín enunciaba ‘Nuevo Gobierno’ como si fuera exactamente lo mismo el derrocamiento de un gobierno constitucional y su reemplazo por un asalto militar y civil: ahí ya uno podía advertir cuál iba a ser la posición política del diario», expresó a ANCCOM el periodista Oscar Martínez Zemborain, que en el momento del golpe era secretario general de la Comisión Interna de los periodistas y trabajadores de prensa de Clarín.

La intervención de los militares sobre los medios gráficos, radiales y televisivos fue inmediata. Conocían el poder de la palabra. A través del comunicado N° 19 establecieron la represión o la reclusión hasta diez años “al que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare noticias, comunicados o imágenes con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de las Fuerzas Armadas, de seguridad o policiales”.

Al cercenar la libertad de expresión y mutilar todas las voces, los militares se aseguraban un discurso dominante, unilateral y absoluto que legitimara todas sus acciones: venían a “salvar a la Nación del caos”. Pusieron la lupa en todas las redacciones. “En las editoriales, las crónicas y las columnas, de los medios privados y públicos se reproducían con una frecuencia atroz enunciados sobre ‘enfrentamientos’ que había entre las fuerzas militares y policiales con guerrilleros o presuntos guerrilleros -explicó Martínez Zemborain- porque la historia demostró que no hubo solamente un aniquilamiento de las organizaciones armadas sino que se devastó todo el frente gremial, las organizaciones sociales, etc. Todos, según los medios de la época, eran terroristas y habían muerto en ‘enfrentamientos`”.

“Las posibilidades de poder contar lo que estaba pasando eran muy pocas -expresó a ANCCOM el historiador y escritor socialista y libertario Osvaldo Bayer- fue un régimen de una violencia tremenda. El que ponía un poco en duda las cosas, corría el peligro de desaparecer. Fue muy peligroso para los periodistas y el mundo de la información”.

Algunos periodistas tuvieron una actitud obsecuente y cómplice con los dictadores -como Eduardo J. Paredes, fiel defensor del gobierno militar y la represión-; otros eligieron la vía del silencio digno o el disimulo. Hubo quienes cambiaron de sección en el diario o directamente de ocupación y quienes se refugiaron en la pesada clandestinidad. Estuvieron también los que denunciaban entre líneas y lenguajes subyacentes cada vez que podían –como Fernando Ferreira, que aprovechaba sus artículos de crítica de cine en la Revista El Heraldo para hablar contra la dictadura y la represión porque sabía que esas notas iban a todos los festivales del mundo. Y también hubo otros que dieron la más valiente y mortal batalla a favor de la verdad, como Rodolfo Walsh,  quien tan sólo un año después del golpe de Estado escribió y envió su famosa Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar a las redacciones de los diarios,  con un nivel de denuncia sobre lo que estaba pasando que anticipó el futuro: al día siguiente fue secuestrado y asesinado por un grupo de Tareas de la ex ESMA.

Muchos otros se tuvieron que ir. “Era cambiar la vida rotundamente -recordó Bayer en torno a su exilio-. Yo me negaba, me negaba a irme. No podía ser que estuviese condenado a muerte, si no era un hombre peligroso. No llevaba una vida política sino a través de mis escritos. Pero se vino todo encima y tuve que irme, pensando que nunca más iba a volver”.

La persecución sistemática alcanzó a intelectuales, políticos, periodistas, escritores, artistas, poetas, educadores -además de los obreros y sindicalistas, el sector más destrozado, estudiantes, empleados, profesionales, amas de casa, etc-. En las listas negras de los militares, Julio Cortázar era “peligroso”, y Pacho O’Donnell, María Elena Walsh o David Viñas tenían “antecedentes ideológicos desfavorables”.

Muerte antropológica. Muerte cultural. Muerte del pensamiento. A los bienes culturales y simbólicos que eran considerados peligrosos se aplicó el mismo mecanismo que con las personas: se los hacía desaparecer. Algunos libros que no se pudieron leer durante el Proceso fueron Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano; Pedagogía del oprimido, de Paulo Freire; La Patagonia rebelde, de Osvaldo Bayer; No habrá más penas ni olvido y Cuarteles de invierno, de Osvaldo Soriano; Pantaleón y las visitadoras, de Mario Vargas Llosa; Queremos tanto a Glenda, de Julio Cortázar, entre muchos otros. Editoriales como  EUDEBA, Siglo XXI, Centro Editor de América Latina (Ceal), Ediciones de La Flor, Grijalbo, sufrieron persecuciones y el secuestro de sus ejemplares con su posterior quema.

Mientras los medios gráficos eran clausurados, en el tercer piso del Casino de Oficiales del centro clandestino de detención y tortura de la ex ESMA había un ala dedicada al trabajo intelectual que tenía una oficina de prensa. Desde allí, periodistas secuestrados escribían los editoriales para Canal 13 -en ese momento estatal y asignado a la Marina- dictados por el “Tigre” Acosta, mientras escuchaban los gemidos de tortura de sus compañeros y veían cómo se los llevaban en los vuelos de la muerte. “El de los trabajadores de prensa fue uno de los sectores más castigados de todo el país, aseguró Martínez Zemborain, incluso en términos comparativos y relativos hubo más víctimas en el periodismo que en la Unión Obrera Metalúrgica (UOM). Más de un centenar de periodistas fueron secuestrados, torturados, asesinados y exiliados”.

En Decíamos ayer. La prensa argentina bajo el Proceso, Eduardo Blaustein y Martín Zubieta sostienen que las estrategias discursivas de la prensa, como el caso de Clarín, durante los primeros años de dictadura evadieron muchas veces el quién con verbos impersonales, desapareciendo también los por qué y los cómo. “Al recorrer los primeros meses post-golpe de las páginas políticas de Clarín, tan absolutamente neutras, tan grises, no se encuentra prácticamente ninguna vida periodística: pura y monocorde megafonía del palabrerío oficial”, explican. Los documentos y las declaraciones eran traducidos sin ningún tipo de valoración, opinión, ni comentario. No había mediación periodística.

“Cada vez que tienen que dedicar en las editoriales -el alma de los diarios- un texto sobre un nuevo aniversario del golpe, al que no llaman golpe, celebran la victoria y apoyan explícitamente la llamada lucha antisubversiva -explicó Blaustein a ANCCOM-. Lo único que había eran enredados lenguajes, como cuando La Nación habla del riesgo de evitar la feudalización en la aplicación de la violencia, que está habiendo como una especie de desorden en la represión y de lo que están hablando en realidad es de las víctimas no subversivas”. En La Opinión –señaló el periodista- hacían pequeños trucos para filtrar información: “Se apoyaba en algún editorial o nota de The Buenos Aires Herald -un diario con el que los militares se tenían que cuidar porque lo leía la comunidad estadounidense y británica- que es el único diario que se la jugaba por los derechos humanos, para decir algo”.

Desde los camuflajes más extremos y repudiables, como el secuestro, la tortura y el asesinato de víctimas traducidos como “enfrentamientos” contra “elementos subversivos” en el contexto de una “guerra inevitable”, hasta los travestismos eufóricos de una política económica y social en realidad totalmente desigual y excluyente; Clarín, La Nación y La Razón fueron cómplices del régimen militar. Jugaron, primero, un papel clave en la instalación mediática del golpe de Estado, para después respaldar las políticas y resaltar las “bondades” del gobierno de facto, justificar la represión y ocultar los crímenes. “Los grupos económicos concentrados necesitaban a los militares para eliminar a la disidencia política y social que se oponía a sus intereses. Los dictadores, por su parte, exigían no sólo una prensa silenciada mediante la censura, sino medios cómplices de sus políticas y de sus acciones” explican Daniel Cecchini y Jorge Mancielli en Silencio por sangre. La verdadera historia de Papel Prensa. Así, los tres diarios de mayor circulación nacional recibieron a cambio el monopolio de la empresa estratégica y millonaria Papel Prensa a través de la empresa fantasma Fapel creada por Ernestina Herrera de Noble, Bartolomé Mitre y Héctor Horacio Magnetto y luego de que sus propietarios –Lidia Papaleo y Juan y Eva Gravier- fueran perseguidos, secuestrados y torturados.

“Con Papel Prensa, Clarín, La Nación y La Razón, se constituyeron como agentes de la censura de la dictadura militar. Ellos, como fabricantes únicos de papel de diario, decidían a quién le vendían y a qué precio, que siempre era mucho más elevado que el precio real”, explicó Martínez Zemborain contextualizando este control y asfixiamiento de los medios competidores en un momento en que los diarios de papel tenían un peso y una preeminencia muy importante. “Clarín ingresó en la dictadura como un diario de clase media y salió como un nuevo rico, por Papel Prensa”, apuntó Blaustein.

Muchos medios fueron clausurados o apropiados por el Estado. En 1977, cuando La Opinión publicó una denuncia de posibles torturas cometidas por oficiales de las Fuerzas Armadas, los militares intervinieron el diario y secuestraron a su director Jacobo Timerman. Unos meses después, el diario fue expropiado por la Comisión Nacional de Recuperación Patrimonial. Tres años más tarde, cerró.

Otros diarios como La Prensa y sobre todo The Buenos Aires Herald mantuvieron cierta independencia periodística, denunciando muchas veces los secuestros y las muertes, y haciéndose eco de las desapariciones denunciadas por las Madres de Plaza de Mayo.

Sin embargo, “el mapa completo del horror no lo tuvo nadie en Argentina hasta algunos años después del 83”, explican Blaustein y Zubieta en Decíamos ayer. Recién cuando la dictadura comenzó a descongelarse, los principales medios gráficos se asomaron a informar más ampliamente sobre la violación de los derechos humanos, a oponerse con más firmeza a la clausura de medios y a la persecución a periodistas, e incluso a criticar el desarrollo de la economía.

Mientras en Argentina imperaba el cerco informativo, las denuncias de violaciones a los derechos humanos se penetraban desde el exterior. Eran las voces de los exiliados argentinos, de sus amigos y aliados extranjeros que gritaban la muerte y la desaparición de personas sugiriendo la responsabilidad militar en ellas; denuncias que no tardaron en ser descalificadas por el gobierno como parte de una “campaña antiargentina” destinada a “desprestigiar el país”. “Era el único argumento que podían tener, decir que había algo antiargentino en todos nosotros, cuando en realidad era antidictatorial, contra la muerte, a favor de la vida, de los que estaban presos y desaparecidos”, explicó Bayer.

Durante ese contexto de exilio, las publicaciones de periódicos editados en el exterior como Sin Censura, Denuncia y La República, funcionaron como importantes aportes de contrapeso a la desinformación que existía en América latina. A fines de 1979 en París, el grupo de intelectuales y periodistas exiliados conformado por Julio Cortázar, Osvaldo Soriano, Oscar Chino Martínez Zemborain, Carlos Gabetta, Hipólito Solari Yrigoyen y Gino Lofredo, se propusieron crear un periódico que denunciara internacionalmente las atrocidades de las dictaduras latinoamericanas, para romper el bloque informativo de la región: así nació Sin censura. Con el aporte de mil quinientos dólares cada uno para financiar las publicaciones y su distribución -lo que implicaba un gran esfuerzo para quienes se encontraban entre la imposibilidad de conseguir trabajo y la sobrevivencia- los seis conformaron el Consejo Directivo del periódico que contó con la colaboración y las voluntades de Eduardo Galeano, Gabriel García Márquez, Osvaldo Bayer, Hortensia Bussi de Allende, viuda del ex presidente chileno, entre otros. “Era una actividad de denuncia permanente, estábamos siempre atentos para receptar la información y meterla en las publicaciones”, contó el codirector del periódico Martínez Zemborain a ANCCOM.

El trabajo era artesanal y la distribución tenía que ser estratégica. Los ejemplares se enviaban por correo de París a Washington y de allí se repartían a Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay. Para distraer al control, consiguieron unos sobres de la Ford Motor Company y unos adhesivos de la Fundación Ford que cuando pasaban por la oficina de la SIDE ubicada en el Correo Argentino, que canalizaba lo que llegaba del exterior, estos seguían de largo por su no aparente “peligrosidad”.

Hoy, en perspectiva, para Martínez Zemborain “Sin Censura fue un faro bien interesante donde lo principal no daba lugar a lo secundario. En la co-dirección había procedencias políticas muy distintas pero no existían internas. Sabíamos que los regímenes militares que masacraban gente y que habían conculcado todos los derechos era sobre lo que teníamos que hablar”.

Con el mundial de fútbol del ’78 llegó la hora de la euforia popular. La cultura del pueblo argentino parecía elevarse y un aire de alegría protagonizó las tapas de los diarios. El 25 de junio el diario La Razón imprimió el titular “Argentina, el mejor país del mundo”; un día después, La Nación publicaría “La hora más gloriosa”. “Había que gritarles ¡gol! a las madres desesperadas, ¡gol! a los torturados y a las violadas, ¡gol! a los niños borrados, ¡gol! a los exiliados, ¡gol! a los presos, ¡gol! a la memoria”, escribió Bayer en Pequeño recordatorio para un país sin memoria.

En un contexto de crisis general, la guerra de Malvinas fue la última operación del régimen militar en decadencia para conseguir el consenso social y el apoyo de la sociedad, movilizada por los sentimientos nacionalistas y antiimperialistas. Mientras el general Leopoldo Galtieri y las Fuerzas Armadas empujaban hacia la muerte a cientos de soldados jóvenes mal entrenados y peor armados, daban las pautas que debían seguir los medios en la cobertura del conflicto bélico: “Evitar difundir información que: produzca pánico, atente contra la unidad nacional, reste credibilidad y/o contradiga la información oficial, pueda generar disturbios sociales…” y la lista seguía. “Estamos ganando”, mentían las tapas, construyendo la ilusión de una victoria que no tardó derrumbarse. Malvinas, ya se sabe, fue el capítulo final.

Un día antes de que asumiera Alfonsín, Martínez Zeborain volvió a su país: «La vuelta fue impresionante porque era la vuelta a un lugar donde todo era distinto,recordó. Nosotros éramos distintos, los que se habían quedado eran distintos. No estábamos todos». A los pocos días de la asunción que Martínez Zemborain vio por televisión, Hipólito Solar Yrigoyen lo llamó para decirle que el presidente Alfonsín lo quería ver. “Casi me caigo de espaldas”, rememoró el periodista. Le pidió a su hermana que le prestara plata para comprarse un traje y fue. Todavía recuerda la tremenda emoción que sintió cuando se abrió la puerta del despacho presidencial y Alfonsín estaba ahí. “¿Cómo estás?”, le preguntó al presidente. “¿Cómo estoy? Abro un cajón me salen víboras, abro otro cajón, me salen grillos. Esto es terrible”, respondió Alfonsín. Luego de esa reunión, Martínez Zemborain entró como secretario general de redacción en Télam. “Cuando llegué a la agencia, menos periodistas había de todo: servicios, prostitutas, amantes de los militares, runfla de todos lados. Eso eran los medios de comunicación”.

Cabe preguntarse si hubiese sido posible mantener la dictadura militar, en el sentido de su permanencia y alcance, sin la complicidad de los principales diarios argentinos. Para Blaustein la pregunta no tiene respuesta: “No hubiera sido posible por la lógica política y económica de que si hay una confluencia de intereses, las empresas de medios necesariamente se van a comportar como lo hicieron, explicó. Si hubieran sido liberales en serio como lo fue el director de The Buenos Aires Herald, por su poder, un poquito hubieran podido hacer. No digo que mucho más porque era jugarse la vida, y uno es respetuoso del miedo y del terror. Podrían haber omitido sin apoyar ni aplaudir. Pero hicieron lo contrario. Y sobreactuaron”.

La hegemonía mediática conservadora es para Blaustein una dimensión inacabada, todavía viva y fortalecida en nuestro presente cultural-mediático. “Los medios ganaron siempre poder económico y presencia a expensas de la política porque hacen antipolítica permanentemente, explicó. Siempre el empresariado periodístico fue más astuto que la política de turno. Cuando ya habían hecho el negocio con los militares y el régimen se estaba deshaciendo, le empezaron a pegar suavemente. Los últimos años de la dictadura, cuando comienza el deshielo, Oscar Raúl Cardoso, un gran periodista de Clarín, arriesga su propia firma en las denuncias por violaciones a los derechos humanos que llegaban del exterior. Y eso se publica en Clarín -ejemplificó-. Durante el gobierno de Carlos Menem, Clarín apoyó lo central de las políticas hasta que hizo sus negocios, se fortaleció, y cuando estaba más poderoso aún se dio el lujo de criticar al menemismo por el lado de la corrupción”.

En el mismo sentido, Martínez Zemborain revisó que así como fueron el respaldo de la dictadura militar, los medios de comunicación dominantes hostigaron luego al gobierno de Raúl Alfonsín, para más tarde apoyar la presidencia de Carlos Menem en su política de enajenar todo bien público y por su lineamiento económico a favor de sectores muy concretos y claros. “Los medios hegemónicos se fueron convirtiendo en house organ, en agentes de propaganda para defender sus propios intereses que en su momento estuvieron representados por la dictadura y en otros momentos, como ahora, por expresiones de la democracia”, explicitó Martínez Zemborain. “Con la ley de convertibilidad, solamente a un pueblo manipulado informativamente se le puede hacer creer que el peso argentino tenía el mismo valor que la unidad monetaria del país más importante de la tierra”, explicó el periodista y agregó el ejemplo de una operación mediática reciente: “Hasta diciembre las tapas de los diarios eran reflejo de una situación de inseguridad terrible. Desde la existencia de este nuevo gobierno no hay inseguridad en la Argentina”.

La relación de los medios hegemónicos con los distintos gobiernos estuvo marcada de tensiones, negocios, pero también de recrudecimientos. “Los doce años de kirchnerismo, salvo el primer pacto de Néstor con Clarín, fue la erosión permanente -explicó Blaustein-. Uno puede cuestionar y es absolutamente discutible la capacidad de manipulación de los medios, pero en números concretos si no hubieran existido Clarín y Jorge Lanata, Daniel Scioli probablemente habría ganado las elecciones. Sin ese poder de fuego gigantesco de los medios, más allá de los errores del kirchnerismo, incluyendo los comunicacionales, las elecciones se ganaban”.

Para Blaustein no es casual que, al igual que la primera privatización que hace Menem fue Canal 13, una de las primeras medidas del gobierno de Mauricio Macri fue intervenir la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual a través de decretos de necesidad y urgencia. “Implican un retroceso en la democratización de la comunicación -sostuvo Blaustein-. Por algo es lo primero que hacen. Seguro que es un largo acuerdo político con Clarín desde muchísimo antes de las elecciones”. Blaustein agrega un matiz: para él, sin embargo, el kirchnerismo aplicó la ley con ineficiencia y autoritarismo.  

Martínez Zemborain, que acaba de ser despedido de Radio Nacional por la administración macrista,  también se refirió al tema: “Hay un nivel de concentración muy alto, el Grupo Clarín tiene 300 bocas de expendio. La LSCA era absolutamente edulcorada para ese grupo. Tenía que deshacerse de algunas empresas y venderlas, y en el primer intento se advirtió que los que venían interesados a comprar esas empresas eran testaferros de Clarín”. En el mismo sentido Blaustein señaló que “Clarín ya no es una industria meramente periodística, es un actor económico muy importante y eso lo tiene claro Magnetto. Es el mascarón de proa de un sector importantísimo de la clase empresaria”.

“La clase del macrismo es una nueva clase dirigente: egresados de universidades privadas, es el mundo social de La Nación, es una cultura política de mirada autoritaria, conservadora y despectiva hacia el Estado”, alumbró Blaustein. Ese mundo ideológico compartido fue quizás el puntapié de La Nación para publicar, en menos de 24 horas pasadas del triunfo de Mauricio Macri como presidente, el editorial “No más venganza”, levantando llena de tierra la teoría de los dos demonios que se creía sepultada. “Es un mensaje desde la soberbia del poder mediático y desde la clase alta -manifestó Blaustein-. Es el afán de revancha y la soberbia de La Nación de sentirse la clase dirigente, como si fueran los padres de la patria. Se sienten con el derecho moral y ético de presionar al próximo gobernante”. Martínez Zemborain lo graficó así: “Fue un vómito que se les escapó”.

En su discurso de apertura de las sesiones ordinarias en el Congreso de La Nación, Macri se refirió al aniversario: “Este año se cumplen 40 años del golpe militar; un golpe que consolidó la época más oscura de nuestra historia. Aprovechemos este año para gritar todos juntos Nunca Más a la violencia institucional y política». En el discurso macrista, según Blaustein, el relato sobre la Memoria, la Verdad y la Justicia va a tener una cosa distraída: “Jamás el macrismo va a decir que el terrorismo fue la otra cara de un proyecto de reconversión económica. Va a decir que estuvo mal el enfrentamiento entre argentinos, o van a tratar de reposicionar la teoría de los dos demonios. Pero nunca le van a dar una dimensión histórica y económica”.

En el gobierno de Macri la política de derechos humanos, si bien es reconocida como un campo simbólico poderoso va a tener, para Blaustein, “un lugar diluido, absolutamente hipócrita y cínico. Van a hablar de Derechos Humanos sin historización, olvidándose de los `70 y apostando a una nueva agenda propia de DDHH, más light, que apele a diversidad cultural, la pluralidad, capacidades especiales, temas de sexualidad”. Pero, Blaustein se pregunta: “¿Qué discurso sobre los DDHH se puede tener con los niveles de violencia institucional que se están registrando? Se están vulnerando derechos humanos básicos: con el protocolo anti-piquete de Patricia Bullrich, la detención de Milagro Sala, la represión a la murga del Bajo Flores. Por lo tanto es totalmente hipócrita. Si vos creás un centenar de despedidos, si la inflación va a llevar a la pobreza a un sector importante de la población, estás vulnerando el derecho a la calidad de vida y al trabajo, que son los más esenciales”.

A 40 años del golpe militar que inauguró la dictadura más siniestra de la historia argentina todavía quedan algunas dimensiones de aquella época y forman parte de nuestra identidad como sociedad. “La dictadura contribuyó a fortalecer una cultura política subyacente en nuestro país: autoritaria, con una visión muy prejuiciosa contra el rol del Estado, un sentido de no pertenencia a un proyecto colectivo y donde la idea de patria está erosionada, explicó Blaustein. Es una cultura de fondo de antipolítica y de sospecha que está entre nosotros desde siempre en nuestra sociedad, una sociedad menos cohesionada y más fragmentada desde entonces. Todo golpe de Estado citó caos, demagogia, corrupción y populismo –repasó Blaustein-. Es un discurso muy parecido al macrista. Un discurso que ancla una cultura social”.

Marcha de la bronca

Marcha de la bronca

Mientras se discutía en la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación la derogación de las leyes Cerrojo y Pago Soberano –exigida por el juez neoyorquino Thomas Griesa-, y la autorización de la emisión de la nueva deuda para pagarle a los bonistas que desistieron de entrar en los canjes de deuda externa del 2005 y el 2010, distintas agrupaciones opositoras se concentraron frente al Congreso bajo la consiga “NO a los Fondos Buitres”. Participaron de la movilización Patria Grande, Nuevo Encuentro, Partido Socialista de los Trabajadores (PTS), Partido Obrero, Partido Comunista, Tupac Amaru, Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), Peronismo Militante, Movimiento Evita, La Cámpora, MILES, Quebracho, Espacio Popular, Movimiento Nacional Alfosinista, Los irrompibles, Peronismo 26 de julio, sindicatos como la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), el Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (SUTEBA), la Asociación Gremial Docente de la Universidad de Buenos Aires (AGD-UBA), la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), la Unión de los Trabajadores de la Educación (UTE), el Sindicato Argentino de Televisión, Servicios Audiovisuales, Interactivos y de Datos (SATSAID), y también personas autoconvocadas.

A las cinco de la tarde, afuera del Congreso sonaban los bombos y redoblantes con tanta potencia que el sonido llegaba a resonar en el pecho y se mezclaba a veces con los latidos del corazón. Las banderas de los partidos políticos y las organizaciones sindicales se sostenían bien alto. Pero más alto flameaba la bandera argentina delante de la escultura de bronce de los cuatro caballos, símbolo de la República Triunfante, conducidos por la Victoria alada.

Noelis Coria, estudiante secundaria. 16 años.

Noelia Coria, estudiante secundaria. 16 años.

Muchos de los manifestantes portaban carteles que aludían a la consigna principal: “Argentina sí, Buitres no”, “No al pago de la deuda externa”, “Si endeudan el país, hipotecan el futuro”, “Buitres nunca más”, “Más deuda, menos futuro”. Y los cantos confluían entre distintas melodías y letras, los más convocantes fueron “¡Unidad de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode, se jode!”, “¡Patria sí, colonia no!” y, por supuesto, las vivas a la Patria.

En la movilización, Guillermo Parodi, Secretario Adjunto de UTE, expresó a ANCCOM su repudio al pago a los fondos buitres y a un nuevo endeudamiento para la Argentina. “Sabemos lo que representa cuando la Argentina se endeuda, sobre todo con fondos especulativos como son los holdouts. Cada vez que la Argentina vivió estas situaciones de endeudamiento hubo hiperinflación, desocupación, pérdida del poder adquisitivo y derechos del pueblo, y la posibilidad de tener una educación, una salud y trabajo dignos” explicó Parodi y contrapuso que cuando la Argentina tuvo respuestas soberanas con respecto al pago de la deuda externa se abrieron épocas de crecimiento, mayor empleo y mayor redistribución de la riqueza.

“Hoy la Argentina, que había logrado un respaldo unánime de las Naciones Unidas sobre la cuestión soberana de la deuda externa, hecha por tierra ese consenso para entregarle la soberanía a la decisión de un juez distrital de EEUU”, sostuvo el Secretario Adjunto de UTE y definió que en estos acuerdos siempre hay ganadores y perdedores: “Los ganadores son los grupos poderosos y concentrados de la economía, y los que pierden somos siempre los trabajadores”, concluyó.

Entre la multitud se distinguía un hombre que llevaba pintado en su guardapolvo blanco la imagen de un dólar. “Hoy es un día clave en el futuro de todos los argentinos. Son muchas cosas las que se ponen en juego” manifestó Sebastían Calviño Echeverría (39 años), docente de arte y comentó lo irracional que le resulta escuchar a ciertas personas decir que el pago a los buitres es injusto pero necesario. “¿Cómo puede ser que algo sea injusto y necesario a la vez? Nos están empujando a una necesidad y a una urgencia que no es tal”, reflexionó Sebastián y agregó que en su escuela cambiaron incluso las discusiones pedagógicas.

El debate convocó a agrupaciones políticas y sociales en el Congreso de la Nación bajo el lema No a los buitres.

El debate convocó a agrupaciones políticas y sociales en el Congreso de la Nación bajo el lema No a los buitres.

Con respecto al rol que los medios de comunicación están cumpliendo, Sebastián lo calificó como patético: “El juego de la derecha es polarizar. Si no hay un solo pensamiento como ellos quieren, que haya dos pero que estén marcados por ellos –sostuvo-. En este escenario me parece importantísimo que existan medios que planteen una voz distinta, que no respondan a un pensamiento unilateral y dominante”.

En referencia a las declaraciones recientes del presidente Mauricio Macri -que amenazó con que “si no hay acuerdo, habrá ajuste e hiperinflación”-, Sebastián consideró que son extorsivas: “Es un capricho: las cosas son como yo quiero o sino habrá más ajuste. Parece que nos viniera a retar o a correr con que esto es la única salida. Esa es la síntesis del pensamiento único y da una base para que todo sea pensado en términos unívocos”, apuntó.

Maria Laura Riganti, de 65 años, sostenía un cartel que rezaba “Néstor y Cristina nos devolvieron la Patria. Nosotros no permitimos que la rematen. Consultan popular ya!”. La mujer tenía pintada en la frente la bandera argentina, haciendo juego con su remera de colores celeste y blanco. María Laura es jubilada y aseguraba: “Estoy dispuesta a jugarme mis últimos años por mi patria porque esto ya lo vivimos. Hoy me convoca la entrega funesta que está haciendo este gobierno de nuestra soberanía política, territorial, económica”, sostuvo y comparó al presidente con “un chanchito de alcancía que en su fisura mete fichas el Imperio”.

Ignacio Smith, militante del Partido Obrero, 38 años.

Ignacio Smith, militante del Partido Obrero, 38 años.

El endeudamiento implica para María Laura poner en juego la igualdad social que se logró después de mucho trabajo, el futuro de varias generaciones, sobretodo la más pobre. “A ellos no les importa, a ellos les importa su propia generación, el resto del pueblo no existe”, criticó agregando que la firma del acuerdo con los bonistas significa “perder la patria”: “Hay un montón de gente que tiene conciencia de pueblo, que trabaja en conjunto, que se solidariza, perder eso es desmembrarse y perder soberanía”, sentencia.

María Laura se moviliza siempre pero –dice- ahora más: “Estas movilizaciones marcan la diferencia. El presidente tiene que tener presente que nosotros somos una mitad del pueblo activa, empoderada y consciente”, opinó con firmeza.

Al costado del Congreso, sobre la calle Rivadavia, se reunieron los partidos de izquierda. El Dirigente Nacional del PTS Christian Castillo en diálogo con ANCCOM estableció el total repudio a lo que se estaba votando en el recinto. Sostuvo que el acuerdo que propone el macrismo se trata de un nuevo “estatuto del coloniaje y un acta de rendición. Nosotros desde el Frente de Izquierda tenemos una clara posición de rechazo a la vez que planteamos la necesidad de llamar a una consulta popular para que luego de una deliberación generalizada y de que haya espacios gratuitos de radio y televisión para expresar la posición, sea el pueblo el que decida.”

Castillo sostuvo que “este es un eslabón más de la cadena de endeudamiento que comenzó con la dictadura y se continuó con los distintos gobiernos” y cuyas consecuencias se traducirán en recursos más escasos para vivienda, salud, educación, obra pública y para las necesidades populares. “Mientras tanto, se está premiando a especuladores que compraron los bonos a precio de remate y mediante todo tipo de maniobra dolosa, chantajearon a la Argentina y ahora Macri se sumó a ese chantaje diciendo que sino va a haber hiperinflación y ajuste, como si no estuviésemos ya viviendo un ajuste”, denunció.

Sebastián Calviño, docente de arte, 39 años.

Sebastián Calviño, docente de arte, 39 años.

Por su parte, Gabriel Solano, dirigente Nacional del Partido Obrero puntualizó: “Nosotros tenemos un dictamen que tiene tres puntos fundamentales: rechazar el acuerdo de los fondos buitre, pedir una comisión que investigue la totalidad de la deuda (no solamente la que está en este momento en default) y un referéndum para que el pueblo decida si está de acuerdo o no en pagar esta deuda”.

Solano, en diálogo con ANCCOM, subrayó que no solamente se está haciendo un acuerdo oneroso para el país sino que va de la mano de un endeudamiento gigantesco que va a superar los 15 mil millones de dólares con los intereses respectivos. “Eso no va a ser de ninguna manera para un plan de desarrollo como dice el ministro Prat Gay sino que va a ser deuda para pagar deuda. Y eso es lo que ha llevado históricamente a la Argentina a la banca rota, y no queremos que se vuelva a repetir”.

Para el dirigente del PO, el endeudamiento no va a postergar el ajuste, lo va a potenciar, lo que significa más despidos de trabajadores públicos, menos jubilaciones, menos gasto social. En definitiva, la deuda se va a terminar pagando con el esfuerzo del pueblo.

Manifestación de agrupaciones políticas y sociales en el Congreso de la Nación en contra de la derogación de las leyes de pago a los fondos buitre.

Manifestación de agrupaciones políticas y sociales en el Congreso de la Nación en contra de la derogación de las leyes de pago a los fondos buitre.

Sobre las declaraciones de Macri, Solano sostuvo que el ajuste ya está y la hiperinflación que amenaza es una consecuencia que se da de los desbarajustes económicos pasados y presentes. “El gobierno acaba de tomar medidas inflacionarias: la devaluación del 60% del peso, la eliminación de las retenciones, el tarifazo. Es decir, la inflación está en la política oficial”, explicó.

“El acuerdo significa una hipoteca para el futuro de nuestros hijos y nietos” sostuvo Ignacio Smith, de 38 años, militante del Partido Obrero. El hombre no duda en qué significa la política del actual gobierno: “Una quita de los recursos de los trabajadores hacia los sectores empresariales.”

Entre banderas y remeras celestes, Nadia Strier, de 31 años, cantaba junto a sus compañeros militantes de Nuevo Encuentro. Se movilizaron frente al Congreso para defender “el desarrollo logrado en términos económicos, políticos y sociales. No queremos permitir un nuevo endeudamiento que es algo que vamos a pagar con nuestra vida cotidiana de acá al futuro y las próximas generaciones también”, manifestó Nadia a ANCCOM, quien calificó la deuda de “ilegítima porque fue tomada por un gobierno de facto que destinó mucha de esa plata a armar campos de concentración. La historia de la deuda externa tiene muchas cosas muy oscuras. No nos merecemos estar pagando esto con nuestro trabajo y producción”.

Parte de las expresiones en contra de la nueva Ley de Normalización de la Deuda Pública y Recuperación del Crédito.

Parte de las expresiones en contra de la nueva Ley de Normalización de la Deuda Pública y Recuperación del Crédito.

Según la joven militante, el gobierno tiene que elegir una opción de cómo llevar el país adelante sin que eso signifique un detrimento de los derechos sociales. “Siempre que hubo un gobierno neoliberal o más inclinado hacia la derecha, las opciones que se plantearon públicamente fueron las del miedo y las de una opción peor y en realidad es la no intención de generar políticas diferentes.”

“A pesar de la tristeza, seguimos todos muy fuertes, y los movimientos militantes y las organizaciones están creciendo muchísimo y se están ampliando”, expresó Natalia aunque las recientes demostraciones de violencia verbal y física ponen en peligro a las personas que eligen pelear desde la democracia, y desde movimientos pacíficos, por las condiciones que consideran que son justas.

Pablo Peralta, de 51 años, viste una camisa que permite identificarlo, por el bordado en su bolsillo izquierdo, como trabajador de Metrovías. “No hay que pagarle a los fondos Buitre, ni de esta manera ni de ninguna otra –sostuvo-. Es darle miles de millones de dólares a un grupo de parásitos que no han hecho ningún tipo de inversión productiva en el país.” Pablo sonreía bastante, aunque expresó que sus expectativas con este gobierno son negativas y consideró que el lugar que tienen los trabajadores para Macri está como el Subte: “Abajo y último».

«Si la ves a la revolución preguntale por la alegría», ironiza el cartel que sostiene Natalia Garduti, de 45 años, comerciante. “Quieren hacer un negociado con el futuro de nuestros hijos y nuestros nietos. Si hoy se firma el acuerdo con los buitres nos condenamos a 40 años de miseria y de perder todo lo que hicimos”, expresó a ANCCOM. Natalia tiene una regalaría que hace cinco años tenía muchísimos productos importados y pocos nacionales. Ahora es al revés, es mucho más lo nacional y menos lo importado, lo que permitió el trabajo de empresas familiares muy chicas. Hoy estas familias -relató Natalia- están asustadas frente a la apertura de las importaciones, saben que no van a poder competir contra esos productos.

Para Natalia, con el nuevo gobierno cambió la manera de pensar el país. “Creer que antes estábamos aislados del mundo tiene que ver más con una idea política. El gobierno de Macri es pro-capitalista, plata para pocos, hambre para muchos”, resumió.

A las siete y media, empezaba a caer la tarde. Los faroles se encendieron para seguir iluminando la Plaza Congreso y sus calles circundantes, todavía llenas de gente. Bruno y Guy venían conversando distendidos hacía rato. Bruno, de 53 años, electricista, tenía puesta una remera gris en cuya espalda estaba escrito el poema de Mario Benedetti sobre la clase media:“Clase media medio rica medio culta entre lo que cree ser y lo que es media una distancia medio grande (…)”

Movilizado por el espíritu patriótico, Bruno no acuerda con que la única solución sea el pago a los bonistas que no entraron en el canje y señaló que hasta ahora no ha habido ninguna medida que favorezca a los sectores de menos recursos. “Más que los ’90, pienso que volvimos al ’55, por el nivel de persecución que se está viviendo hoy de todo lo que representa lo nacional y popular, la solución de lo argentino por lo argentino, todo eso se desprecia en el discurso oficial”.

Algunas de las personas que se concentraron frente al Congreso de la Nación.

Algunas de las personas que se concentraron frente al Congreso de la Nación.

En línea con esto, Guy, que hasta el momento se había mantenido callado junto a su amigo, agregó: “Me genera una tristeza increíble que no hayamos podido mantener lo mejorcito que tuvimos en muchísimos años. Casi con mis 72 años nunca viví un gobierno y un modelo de país como el kirchnerista, y eso que no soy peronista y mi viejo estuvo en cana durante el peronismo por militante socialista”.

Guy, desde su formación como periodista durante su juventud opina que “más del 90% de los medios de comunicación sigue la misma cobertura ultra reaccionaria y liberal, acorde al pensamiento de derecha macrista. Faltan voces, se cortaron muchísimas.” Y en este sentido recordó: “Hay una frase que me decía mucho mi viejo: ‘El plomo de la tipografía cambió más al mundo que el plomo de las balas.’ Y eso lo copió mucho este gobierno neoliberal”.

A las nueve de la noche, algunos bombos y redoblantes sonaban todavía con los cantos militantes. Varios ya habían emprendido la vuelta a casa pero muchos otros continuaban allí. Entre los que se quedaron un rato más estaba el principal dirigente del movimiento Patria Grande Itai Hagman. En diálogo con ANCCOM, marcó su posicionamiento en contra del acuerdo malo e innecesario para el país y disintió de la lectura que el gobierno presenta. “Es una política económica que se complementa claramente con un programa económico anti popular. Además nos parece que una decisión tan trascendente como esta no se puede resolver en dos semanas a las apuradas”, manifestó y se sumó al reclamo de utilizar el mecanismo constitucional de la consulta popular. A su vez, subrayó que le resulta poco transparente que haya diputados electos por fuerza de oposición que terminan apoyando el acuerdo.

“La aprobación del acuerdo supone una emisión de deuda muy importante de 12 mil millones de dólares, y además tiene una cantidad de riesgos porque no hay ninguna seguridad desde el punto de vista jurídico de que el 93% de los bonistas que han ingresado los canjes, inicien juicios contra la Argentina reclamándole el mismo trato que a los buitres –sostuvo-. Si eso ocurriera y algún juez le diera la razón, la Argentina enfrentaría juicios por ciento de miles millones de dólares lo cual serian impagables.” En este sentido, según Hagman, la Argentina repetiría el mismo mecanismo que se utilizó, primero en la dictadura y después en los 90: endeudar el país y llevarlo a una nueva crisis como fue el default del 2001. “Tenemos que tener un poco de memoria como argentinos porque hace muy poco nos pasó. La crisis del 2001 fue consecuencia de un sobrendeudamiento, si otra vez nos endeudamos va a pasar lo mismo”.

#NoALosBuitres

#NoALosBuitres

“Estamos transitando una situación bastante complicada, este es un gobierno que ha salido con una ofensiva muy fuerte”, expresó Hagman y enfatizó de cara al futuro que la tarea principal de las organizaciones populares y la juventud es construir los marcos de unidad más amplios posibles para tratar de enfrentar cada uno de estos ataques. “Hay mucha militancia en este país, hay diferencias de tradiciones y miradas políticas, pero creo que lo principal es dejarlas de lado para responder con unidad ante cada conflicto. Si logramos frenar alguna de estas políticas vamos a estar en buenas condiciones para discutir una alternativa de acá a cuatro años. Pero si no frenamos ninguna, vamos a estar más complicados…”

Para romper el cerco informativo

Para romper el cerco informativo

“¿Y si le ponemos Sin Censura?” La idea se le ocurrió a Julio Cortázar. A fines de 1979 en París, el grupo que componía junto a Carlos Gabetta, Oscar Chino Martínez Zemborain, Hipólito Solari Yrigoyen, Gino Lofredo y Osvaldo Soriano buscaba nombre para un periódico que se proponía denunciar internacionalmente los crímenes que se estaban cometiendo en las dictaduras de América Latina y romper el bloqueo informativo. El sábado pasado, en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, se proyectó S. C. Recortes de prensa, un documental que reconstruye la historia de esta publicación clave, llevada adelante por este grupo marcado por el desarraigo y el compromiso militante de contar la verdad e informar lo que se pretendía callar. Dirigido por Oriana Castro y Nicolás Martínez Zemborain (hijo de El Chino), el filme cuenta con testimonios inéditos y materiales de archivos diversos y se propone, a partir de la reconstrucción de Sin Censura, reflexionar sobre el rol de los periodistas y de los medios de comunicación en aquella época.

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S. C. Recortes de prensa es un documental que reconstruye la historia de esta publicación clave y está dirigido por Oriana Castro y Nicolás Martínez Zemborain. 

La omisión como regla

Inaugurada la dictadura argentina con el golpe de Estado de 1976, la intervención de las Fuerzas Armadas sobre los medios de comunicación fue inmediata y absoluta. Sabían muy bien el poder de la palabra: había que manipular la información y censurar las voces disidentes. Había que reprimir los cuerpos, lo que decían y lo que pensaban.

Algunos medios fueron expropiados y controlados por los propios dictadores –como La Opinión, hasta su cierre definitivo-, otros mantuvieron cierta independencia periodística –es el caso de The Buenos Aires Herald– y otros establecieron alianzas estratégicas con el gobierno militar jugando un papel decisivo –y sobreactuado- como legitimadores de la dictadura y justificadores de la represión, como el caso de  La Nación, Clarín y La Razón.

Con tan altos niveles de censura, de persecución ideológica y de represión, la omisión fue la regla de los medios de comunicación. Había que callarse la boca. Muchos periodistas eligieron el silencio, pero también hubo quienes se opusieron entre líneas escribiendo lo que se podía. Centenares de periodistas fueron perseguidos, detenidos, torturados, asesinados y desaparecidos. Y los que querían evitar ese destino, se vieron forzados a exiliarse.

En ese contexto de exilio coincidió el grupo fundador de Sin Censura. Con el aporte de mil quinientos dólares cada uno para financiar las publicaciones y su distribución –lo que implicaba un gran esfuerzo para quienes se encontraban entre la imposibilidad de conseguir trabajo y la sobrevivencia- los seis conformaron el Consejo Directivo del periódico, que contó con la colaboración y las voluntades de Eduardo Galeano, Gabriel García Márquez y Hortensia Bussi de Allende, viuda del ex presidente chileno, entre otros.

El nombre que se le ocurrió a Cortázar iba contra un principio periodístico: nunca un título debía ser negativo. Pero en una región dominada por la censura y la autocensura, en un contexto latinoamericano de manipulación informativa y de libertad de expresión cercenada, Sin Censura obedecía al objetivo y a la razón de ser del diario. Sin Censura transfiguró así el exilio en un valor de combate. El diario aglutinaba diversas ideologías: militantes del PRT, radicales, intelectuales; pero todos compartían el compromiso y la pasión por una forma de hacer periodismo, un periodismo a favor de la verdad y combativo contra la dictadura, contra la represión, contra la muerte.

El trabajo era artesanal: se reunían en una casa con sus hojas de papel escritas y tipiaban los textos en la máquina con el formato de diario, pegaban tira por tira hasta completar una película, que se imprimía y finalmente se enviaba el diario por correo postal desde Francia a Washington, punto desde el cual se repartían alrededor de tres mil ejemplares a la Argentina, mil a Chile, mil a Uruguay y quinientos a Paraguay.

Como las denuncias de violaciones a los derechos humanos que llegaban del exterior eran inmediatamente traducidas por el gobierno militar como parte de una “campaña antiargentina” que según ese razonamiento lo único que buscaba era “desprestigiar al país”, la distribución de Sin Censura tenía que ser estratégica. Si la correspondencia venía directamente de Francia, España o México, iba a ser sospechosa: la mayoría de los exiliados latinoamericanos se refugiaban en esos países. ¿Pero quién desconfiaría de Estados Unidos? Así ingresaba el diario de manera clandestina a los países de la región latinoamericana para informar sobre lo que no se decía en la prensa argentina. El Número 0 aparece fechado en noviembre de 1979. En total fueron 6 publicaciones.

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El nombre que se le ocurrió a Cortázar iba contra un principio periodístico: nunca un título debía ser negativo.

El documental

La idea del proyecto germinó en íntima relación con la historia personal de uno de sus directores: mientras hurgaba en el escritorio de su padre, Nicolás Martínez Zemborain descubrió junto a su hermano menor varios números de Sin Censura. A partir de allí, iniciaron con Oriana Castro la investigación y escribieron el guión.

A casi 40 años del golpe de Estado, el documental se proyectó en el Espacio Memoria y Derechos Humanos del Conti e inauguró el ciclo “A 40 años”. La proyección contó con la presencia de los directores y con los periodistas y protagonistas de la historia Oscar “Chino” Martínez Zemborain y Fernando Ferreira. “Nos parecía que el documental era un buen disparador: la película nos lleva todo el tiempo al presente por más que estemos hablando de algo que pasó hace 40 años”, sostuvo Oriana Castro durante el debate que surgió luego de la proyección. “En contextos tan atroces como fue el terrorismo de Estado, el trabajo de la prensa fue más abyecto y por lo tanto más evidente: ¿Cómo podían escribir que la ESMA era un centro de recuperación? Pero hoy los medios concentrados siguen cumpliendo el mismo rol: vuelve el cambio de palabras para tapar otras cosas”.

Oscar “Chino” Martínez Zemborain, recordó lo dificultoso que fue mantenerse en el exilio: “Toda nuestra tarea era desde allí denunciar el horror que se vivía acá. Había que juntar la guita para eso, en mi caso fue mi mujer la que aportó el dinero de su indemnización por su nivel de compromiso”. El periodista enfatizó que lo importante de la película es que da cuenta de que hay un hilo conductor hacia nuestra actualidad: la asociación ilícita de Papel Prensa. “Hoy están tratando de que no haya ninguna voz disidente que opine de distinta manera respecto de lo que sucede en Argentina”, opinó Martínez Zemborain condenando los despidos a periodistas. “Depende de nosotros que la impunidad se instale”, aseguró.

Fernando Ferreira habló sobre la vivencia de los que se quedaron en el país con una voz llena de emoción: “El exilio interno es el más doloroso y el más duro –dijo-. Porque los compañeros que se fueron podían gritar en las calles y no ser detenidos, nosotros ni eso podíamos hacer”. Ferreira aprovechaba las notas que escribía sobre crítica de cine en El Heraldo para hablar contra la dictadura y la represión porque sabía que esas notas iban a todos los festivales del mundo. “Hay una historia en la Argentina que aún no ha reivindicado lo heroico que significó el exilio interno de toda esa gente que tuvo que soportar estoicamente la dictadura más sangrienta, más fascista y psicópata que tuvo este país –expresó-. Que peleó con lo que pudo, muerta de hambre, desocupada, exiliada interna, y siguió peleando y no se quebró. Y no estoy hablando de un quiebre afectivo, ni de llanto, ni de la inmensa tristeza que significó vivir lo que vivimos. Estoy hablando de pasarse al enemigo, de la traición.”

Para Ferreira, los medios durante la dictadura jugaron un rol espantoso. Sin embargo, para el periodista –que actualmente trabaja en Télam y comenta que ahora la orden es decir Holdouts y ya no Fondos Buitres- “la pelea hoy sigue y va a ser cada vez más dura porque este gobierno tiene el apoyo de todo el imperialismo” y relacionó en este sentido el triunfo de Mauricio Macri en las urnas con la pérdida de la lucha por la hegemonía cultural. “Estas películas son fundamentales porque es la posibilidad de que nuestros jóvenes entiendan que es un pueblo en permanente cambio –subrayó-. La lucha en un país como el nuestro empieza todos los días”.

En el mismo sentido Martínez Zemborain se refirió al contexto actual de concentración mediática y proyectó con certeza: “Va a haber una necesidad imperiosa de tener muchos Sin Censura para poder tener la información imprescindible que necesitamos los ciudadanos de a pie”.

El documental de Oriana Castro y Nicolás Martínez Zemborain se resignifica por su correlato con el presente en la medida que pone en escena la compleja relación entre el poder político y los grupos económicos-mediáticos. En esa urdimbre, Sin Censura demostró que un periodismo contrahegemónico del statu quo y de compromiso militante con la verdad es posible hasta en el peor de los contextos.

El documental participó de varios festivales a nivel nacional e internacional, como el 29 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, el 39 Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, el XV Festival de Cine Latinoamericano de Trieste, Italia, en el que ganó el premio a la mejor película. Obtuvo, además, dos menciones especiales del jurado en el 1er Festival Internacional de Cine Mendoza Proyecta y en el 4to Festival Internacional de Cine de Gualeguaychú, entre otros.

Con S.C. Recortes de prensa el Centro Cultural Haroldo Conti inició un ciclo de miradas sobre la dictadura y la represión. En sábados sucesivos se proyectará Prohibido, de Andrés Di Tella; Hay unos tipos abajo, de Emilio Alfaro y Rafael Filipelli; y una serie de cortos sobre la dictadura de Stroessner en Paraguay.

Con S.C. Recortes de prensa el Centro Cultural Haroldo Conti inició un ciclo de miradas sobre la dictadura y la represión.

“Sin tecno-soberanía no hay soberanía”

“Sin tecno-soberanía no hay soberanía”

Internet no es una nube, tiene materialidad: miles de kilómetros de fibra óptica, tubos, cables que se conectan por tierra o en el fondo del mar, centros de datos, routers, computadoras. Una inmensa estructura física en la que intervienen ingenieros, operarios, marineros; un espacio de conflicto, de relaciones de poder y de lucha de intereses que involucran a empresas, a gobiernos y a nosotros, los ciudadanos.

Internet es el nuevo espacio público virtual en el que interactúa el 43 por ciento de la población mundial.  Y es también una nueva forma de desigualdad: en los países desarrollados la penetración es del 83 por ciento; en los países en desarrollo, 35 por ciento; en Argentina, el 65 por ciento de los habitantes usa Internet, y el 78 por ciento de esos argentinos conectados se agrupa en el 30 por ciento del territorio: Capital Federal, Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza.

¿Cómo funciona Internet? ¿Quiénes son sus dueños? ¿Por dónde circulan nuestros datos y qué hacen con ellos las corporaciones y los gobiernos? Esas preguntas -y muchas otras- guiaron la investigación de la periodista y politóloga Natalia Zuazo para escribir Guerras de internet, un libro que busca bajar del pedestal y cuestionar, desmitificando y secularizando, esa “primera religión de la humanidad”.

 

Internet no es una nube. ¿Cuál es entonces la Internet real y material que esconde el imaginario publicitario?  

El poder de la tecnología es muy grande y su inversión es cada vez mayor: por un lado, las empresas invierten muchísimo en publicidad y, por otro lado, hay mucho lobby de las compañías tecnológicas ante los gobiernos para adaptar las tecnologías en distintos ámbitos, como el educativo por ejemplo. Dentro de ese poder que intenta vendernos todo lo nuevo, hay algunas imágenes que la industria de la tecnología ha creado y que nos alejan de cómo funciona en realidad, cuál es su materialidad: Internet en realidad está abajo de tu mesa, sube por un caño en la pared de tu edificio -incluso lo podés ver concretamente en la calle-. Los datos no solamente están acá sino que también están en empresas extranjeras, etc. La tecnología, como cualquier otra industria, está hecha de intereses y de poder.

¿Por qué es importante dar cuenta de las luchas de poder que hay detrás de la Red?

Estamos en un momento en el cual las tecnologías están transformando gran parte de nuestras relaciones sociales; desde las personales -con las redes sociales-, las económicas -porque las máquinas van reemplazando a las actividades humanas (como la aplicación
Uber)-, y hasta las cuestiones políticas, porque hay una serie de actores vinculados al poder de Internet y a las telecomunicaciones que tienen mucho peso y con los que hay que lidiar. Entonces, si seguimos viendo a la tecnología como una cosa que está en el cielo que se maneja prácticamente sola, nunca la vamos a poder cuestionar y nos estamos olvidando de un montón de relaciones sociales que pasan a través de esos aparatos y que afectan diariamente nuestras vidas. Ignorar eso nos convierte en ciudadanos débiles, tanto frente a las corporaciones como frente a los gobiernos porque de ambos lados la tecnología es usada para el bien como para el mal.

¿Cómo se usa la tecnología para controlarnos?

Internet puede ser por su naturaleza una gran herramienta de control. Cada lugar que utilizás y en el que dejás un dato es una posibilidad de control. Por un lado, las grandes empresas privadas -como Facebook y Google, donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo-, necesitan controlar los datos de los usuarios y procesarlos en bases para después vendernos cosas, es el modelo de negocios de Internet. Ese control de la información para estas empresas es muy importante, tiene un valor comercial. Después hay controles sumamente contradictorios, porque responden a intereses muy distintos por parte de los Estados que deben acceder a cierta información, como la información pública de los ciudadanos, o controlar algunas telecomunicaciones o informaciones para dar seguridad a la ciudadanía. Todo eso implica un control de la información en Internet. El gran debate es que nuestra información que circula en Internet está alojada en una serie de servidores e infraestructura que pertenece a dueños privados, entonces el control es difícil: ¿cómo controlar algo que es privado?

 

¿Quiénes controlan los flujos de información?

Están las grandes empresas de tecnología, como Verizon, que proveen los dominios, que es toda la infraestructura lógica de Internet, y también las empresas que proveen los contenidos como Google, Facebook, Yahoo, Microsoft y Amazon. Los gobiernos a veces interfieren en la información de los ciudadanos legalmente y a veces ilegalmente. Todas estas legalidades y jurisdicciones son actualmente un debate en el mundo. Una cosa es el control de la palabra o la libertad de expresión en Internet, el control de las agencias de seguridad para brindar seguridad pero dando privacidad a los usuarios, otro tema es el control de la cultura. Hay distintos aspectos relacionados con el control en Internet, cada uno tiene sus particularidades y sus contradicciones, es muy complejo. Hay conflictos que se están dando ahora que son nuevos.

¿Cuáles son esos conflictos? 

La conectividad es un tema importante, decidir quién nos va a conectar. ¿Van a ser los Estados o las empresas privadas a cambio de controlar cada vez mayores flujos de información?

La concentración también es un conflicto, ¿cómo vamos a vivir en un mundo donde la información esté concentrada en tan pocas manos? Si toda nuestra información está contenida en un solo lugar, ¿qué va a pasar si eso algún día no está? Pasó con Infojus Noticias, cuando borraron todo el archivo de notas, siendo un sitio de información creado por el Estado con información pública que debería ser accesible a todos los ciudadanos. Pero también hay otros casos donde esa información está concentrada en unos pocos servidores privados. Otro conflicto importante es cómo garantizar la seguridad interviniendo legalmente en las comunicaciones, como en los casos de atentados terroristas o de persecución a delincuentes. Sabemos también que ya existen las ciberguerras, Estados que se roban información y que para protegerse de los ataques tienen que construir lo que se llama “las infraestructuras críticas” de los Estados, servidores donde hay almacenada información importante y estratégica para la seguridad de cada país. La seguridad ya no pasa por el cielo, por la tierra o por el mar, pasa también por esas infraestructuras que deben ser protegidas igual que una frontera, hay valor ahí.

 Y por otro lado, en el caso de los ciudadanos ¿cómo hacer privadas nuestras comunicaciones en un mundo donde el control privado de la información no está en la cabeza de nosotros? Tener el control sobre el software que utilizamos, las comunicaciones, y hacerlo inteligentemente tiene que ver con la educación tecnológica, dejar de comprar paquetes cerrados y poder saber en realidad cómo funcionan. El problema es que eso requiere tiempo, educación e inversión. Es más fácil bajar una aplicación y usarla sin cuestionar cómo funciona que dedicarle tiempo. En ese sentido, la elección sobre cómo vamos a utilizar las tecnologías me parece importante.

Todas esas decisiones tecnológicas, ¿tienen que ser decisiones políticas locales?

Tanto la infraestructura como la política de Internet están en Estados Unidos, es decir que el poder de la toma de decisiones está concentrado. Existe a nivel internacional una agenda de discusión y algunos acuerdos básicos que se plantean en los Foros de gobernanza de Internet: mantener la neutralidad en la red, la privacidad de las comunicaciones, etc. Pero después cada país se tiene que comprometer a llevar eso adelante. En el día a día existen conflictos que tienen que ver con lo local y que todavía el sistema judicial no está preparado para resolverlos, y te enfrentan a cuestiones de soberanía porque, por ejemplo, si querés hacer un reclamo a un servidor o a una empresa tenés que ir a Irlanda, o a Estados Unidos. Cada país tiene que manejar una complejidad muy grande y contar con funcionarios públicos capacitados que resuelvan ese problema. Por ejemplo, Argentina Digital tenía una cláusula que hablaba de la neutralidad en la red. Ahora se anuló Argentina Digital, y era un avance en legislación en términos internacionales. Eso es falta de conocimiento de los funcionarios. Desarrollar infraestructuras y software propios es una decisión local. Y es un tema muy importante: es definir cómo te querés ocupar de las decisiones soberanas de tecnología en tu país. Porque la solución empaquetada del poderoso siempre va a estar y siempre te la va a querer vender. Ahí es ya una decisión de tu política local, es soberanía o imperialismo. 

 

¿No hay soberanía sin ciber-soberanía? 

No, definitivamente no hay. Mejor dicho, sin tecno-soberanía no hay soberanía, porque no es solamente Internet, hay un montón de software desarrollados que están localizados en objetos cotidianos. No acceder a esa tecnología genera otra desigualdad social. En Argentina hay tres dueños de Internet: Telecom, Telefónica y Fibertel Cablevisión. Manejan el 80 por ciento de las comunicaciones por Internet, son empresas que están  concentradas económica y geográficamente en el centro del país. Si observamos el mapa de Internet, es decir, por dónde pasan las rutas concretas, dónde se invierte y qué ciudadanos se dejan afuera, nos encontramos con un mapa desigual. Hay un 35 por ciento de argentinos que todavía no está conectado.  En el gobierno kirchnerista se creó una red federal de fibra óptica que venía en principio a mejorar esa situación de desigualdad en el acceso, se avanzó en la instalación de la infraestructura pero no se avanzó completamente en la implementación. Tampoco se metió con la propiedad de la tecnología, no desconcentró el mercado, no generó nuevos jugadores, hizo muy tarde una ley argentina digital, de telecomunicaciones, y tuvo muchos errores en ese sentido. En otros aspectos sí recuperó soberanía como en el tema satelital, o con el plan de Argentina Conectada.

Ahora tenemos un nuevo gobierno que dice que va a utilizar esa infraestructura de Argentina Conectada pero también le gustaría que Facebook viniera a la Argentina para llegar a los rincones del país donde no hay suficiente conexión, es muy cara, o hay un sólo proveedor. Para eso pretenden instalar Free Basics en Argentina que es una aplicación que Mark Zuckerberg desarrolló con su compañía para llevar conectividad a los países en vía de desarrollo, pero lo que no dicen es que esa es una aplicación que viene con el celular: no te conecta libremente a Internet sino que te conecta a una serie de sitios que vienen en esa aplicación, es decir, a una Internet limitada, de segunda, a una Internet para pobres. Asumir esa decisión es crear una nueva desigualdad.  ¿Quién va a conectar a esas personas y quién va a asumir ese costo? ¿Va a ser el Estado o va a privatizar esa decisión tecnológica a una empresa extranjera? Yo creo que debería ser el Estado porque la comunicación es un derecho humano y hoy para estar comunicado hay que tener Internet.

Eso implica considerar a Internet como un servicio público universal.

Tiene que ver con eso, hay que definir si Internet es un derecho para los ciudadanos o un privilegio para los que lo pueden pagar. Esto es una discusión actual porque hoy Internet es la infraestructura por donde pasa la educación, el trabajo, los trámites. Es una infraestructura que necesariamente está involucrada con todo el proceso social de una comunidad.

Julian Assange, el líder de los WikiLeaks, asegura que Internet es la mayor amenaza para la raza humana. ¿Es tan así? ¿Cómo se resuelve esta tensión entre Internet como un instrumento de emancipación o la herramienta más peligrosa de autoritarismo? 

Creo que no se resuelve. El mundo y la política son necesariamente contradictorios. Si no existiesen las contradicciones significaría que alguien tomó una decisión por nosotros. Hay momentos en los que esa contradicción se resuelve más para un lado que para el otro. En un primer momento, Internet fue más una herramienta de emancipación, de abrir el mundo y conectarlo a más personas. En la década del ’90 se empezó a privatizar y ahora estamos en un momento de total concentración. Para mí esas visiones apocalípticas o esos mensajes de peligro no contribuyen. Tampoco creo en ese optimismo irracional de que la tecnología resuelva todos los problemas, y ni siquiera que pueda resolver los problemas que la propia tecnología causa, como el calentamiento global. Es mucho más difícil el punto intermedio en dónde no tengas que pensar que Internet es la mayor herramienta de control pero si te quedás ahí, cerrá todo.

¿Qué herramientas tenemos como ciudadanos para defendernos del mal uso de la tecnología?

Primero conocer la estructura de Internet, saber cómo funciona y dónde están concretamente nuestros datos (qué software estoy utilizando: Windows, Microsoft o algún software abierto). Después, qué aplicaciones estoy usando y con qué nivel de privacidad, no es lo mismo mandar un mail sin encriptar que mandar un mail encriptado. ¿Qué redes sociales utilizo? ¿Cómo las utilizo? ¿Con qué opciones de seguridad? ¿Estoy eligiendo porque me sirve efectivamente o me lo están imponiendo? Hay que ver qué información guardar y a partir de ahí tomar decisiones. Es necesario saber que esos datos van a ser utilizados. Si vos te conectás al WiFi del subte, si abrís los términos y condiciones dice toda la información que te va a guardar ese servidor. Hay que leer los términos y condiciones. Todo eso lleva tiempo y es un trabajo constante. Pero tomar conciencia de esas pequeñas decisiones cotidianas hace una diferencia y es un paso enorme.

Desde tu rol como periodista, ¿qué mutaciones se producen en la práctica periodística en la era digital?

El periodismo tiene un problema anterior a Internet y que no tiene que ver con la tecnología, que es un problema de recursos, de tiempo y de condiciones de producción. Los periodistas cobran poco, trabajan en condiciones horribles, con sueldos bajos y pagos atrasados. A eso se suma los intereses de los medios. Una nueva posibilidad que genera Internet es la de la refutación. Antes si mentías era más difícil que te lo refuten. Hoy si publicás algo que no es cierto, tenés un millón de refutadores en las redes sociales. Eso es asombroso. El problema es cuando, habiendo tanta gente que puede controlar lo que hayas dicho, se publican notas con tal nivel de desinformación o sin chequear lo que se está diciendo. Otra facilidad es que las fuentes están ahí, disponibles a un mensaje. Cuando empecé a trabajar como periodista tenías que agarrar la guía de teléfono y te podía llevar tres días encontrarla. Entonces con la tecnología tenés más herramientas, podría ser más sencillo pero ¿se siguen las reglas? ¿Se chequea la información?

Hay quienes sostienen que en esta época se perdió ese periodismo de investigación, de mayor profundidad, y que por ende requiere de más tiempo y espacio, frente a un periodismo de relatos más livianos, más cortos. ¿Cambiaron las narrativas?

Conviven. La necesidad del buen periodismo y de que te cuenten una buena historia sigue estando. La nota, el libro, la película, no van a desaparecer. El tema es qué contás y cómo lo contás, y para eso se necesita tiempo. El buen periodismo o cualquier buena narración sobre la realidad no sólo siguen teniendo interés sino que siguen siendo necesarios. Por eso hoy, en un contexto de mucha concentración y censura de la información, los sitios que ofrecen algo distinto crecen un montón porque son una voz alternativa para publicar esa contrainformación.

¿Qué restricciones plantea Internet?

Que la información está controlada, que te la ordene Google o Facebook, que se mete muchísimo en las noticias, estas burbujas de filtro de las que habla Eli Pariser, eso por supuesto afecta un montón. Afecta en que determinadas noticias se repiten hasta el cansancio y otras quedan totalmente sepultadas.

Zygmunt Bauman plantea que las redes sociales son una trampa, zonas de confort que funcionan como espejos de nosotros mismos porque creamos nuestra propia red de acuerdo a nuestros gustos e intereses. ¿Coincidís con esto?

Efectivamente, las redes sociales tienen un efecto narcótico. Son una zona de confort si una persona piensa que toda la información del mundo que necesita conocer está en Facebook o que esa información no fue modificada o editada por alguien. Hay que recurrir a una diversidad de voces y de información. Sería una ingenuidad pensar que lo que allí sucede es toda la realidad. Pero es cierto que las redes tienden a acomodarte en un mundo más chico y es interesante preguntarse si todas las generaciones vamos a tener ese deseo de salir a buscar algo más de lo que nos fue dado. Es una cuestión de responsabilidad: qué mundo te ofrecen y qué mundo te construís vos, pero eso es una pregunta más filosófica.

Hizo mucho énfasis en los riesgos que conlleva la concentración de la información. En Argentina tenemos la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y uno de sus puntos más fuertes es la desconcentración del sistema de producción y circulación de la información. Ahora el gobierno de Mauricio Macri, con los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNUs) 13/15 y 267/15, modificó artículos centrales que tienen que ver con la cuestión de la concentración y la tenencia de licencias. ¿Qué opinión tiene sobre la nueva política de comunicación?

La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, si bien se podría haber incluido algo más sobre convergencia, fue positiva en muchos aspectos, especialmente en incluir a distintos colectivos en el debate e incorporar su palabra en la ley. Eso es una de las cosas más preocupantes de anularla por decreto. Un proceso democrático, abierto, con distintos actores del Estado, anulado por una decisión del Poder Ejecutivo a través de un Decreto me parece muy grave. Creo que la intención, detrás o delante de esto, es mantener la concentración de la palabra y generar menos espacios y reducir los que ya existen. Cualquier concentración atenta contra la comunicación, la pluralidad de voces y el derecho de informarse. Se suma, además, a la otra concentración, la de las empresas de Internet. Y una concentración de medios en una época de convergencia es más peligrosa, porque concentrás infraestructura y contenido, y eso genera una concentración vertical. Se creó un organismo que agrupa a medios y telecomunicaciones, agrupa la aplicación, la implementación y el control en todo un mismo organismo. Esa estructura de control vertical, cuyos miembros además pueden ser removidos sin causa, no sólo genera una concentración institucional sino también en la toma de decisiones. Si todas las decisiones dependen de un mismo organismo no hay solución de controversias posibles, porque la solución siempre la va a decidir ese órgano. La pluralidad en la misma conformación de la autoridad de aplicación también sirve para resolver esas controversias. Con esos dos decretos, la experiencia internacional se salteó completamente. México, por ejemplo, tiene una autoridad que regula medios y telecomunicaciones, pero es más plural y toma decisiones que afectan a grandes proveedores del mercado como Telmex.  Eso es porque tiene en su estructura una toma de decisiones bastante democrática. El gobierno ha tomado un camino cuestionable: primero anular por decreto dos leyes (LSCA y Argentina Digital) y después crear un organismo único que concentra la aplicación en estas áreas. A la larga, esto puede incluso generar menos inversiones porque si mañana una empresa del sector no llega a un acuerdo con el organismo regulatorio puede llegar a retirar su inversión del país, porque no tiene otro interlocutor. Entonces siempre los grandes van a tener que estar en buenas relaciones.