La maldición de alquilar

La maldición de alquilar

En la Ciudad de Buenos Aires viven cerca de tres millones de habitantes, de los cuales el 35,7% es inquilino.

Alquilar trae cada vez más dificultades: encontrar la zona y el departamento, tener que dejar sumas cada vez más altas a los propietarios e inmobiliarias, reclamar arreglos y negociar la suba en la renovación del contrato, son solo algunos problemas. El sector inmobiliario tiene su propia lógica y los inquilinos quedan sujetos a las fluctuaciones de un mercado cada vez más voraz y exclusivo.

En la Ciudad de Buenos Aires viven cerca de tres millones de habitantes, de los cuales el 35,7% es inquilino. La cifra comprende a cerca un millón de personas que alquilan unas 370 mil propiedades, muchos de ellos son jóvenes de provincias o extranjeros que vienen a estudiar y a trabajar pero que se encuentran con muchísimas trabas a la hora de acceder a la vivienda.

Además de las sumas exorbitantes, la documentación exigida se convierten en un problema para cualquiera pero sobre todo para los que recién llegan a nuestro país. Ese es el caso de  Arturo Revilla, que llegó de Venezuela hace un año y cuenta su experiencia: “Para empezar a alquilar fue un desastre, te piden garantía de un propietario, cosa que no tenés y el DNI, pero cuando recién llegás te dan apenas la residencia precaria”.  En medio de la desesperación, Revilla, su mujer y su cuñado buscaron quien los reciba y encontraron una propietaria en el barrio de Balvanera que los aceptó pero aprovechó la situación y puso otras condiciones: “Para ingresar pagamos: un mes de depósito, un mes de alquiler (que era la comisión de la inmobiliaria) y tres meses por adelantado, además nos decía que debíamos ser agradecidos porque nadie nos iba a alquilar en esas condiciones, que éramos extranjeros y no teníamos los mismos derechos y que si no nos gustaba que nos fuéramos. Nos amenazó varias veces con sacarnos.” El aumento que hacía la propietaria cada tres meses y que concluyó con un pago de 13.500 por mes, los hizo buscar otro lugar donde vivir, aunque cuenta Revilla que los problemas continúan.

Otro caso es el del estudiante Agustín Kiperwas (23), cuando se mudó al barrio de Belgrano. Lleva dos años viviendo en la ciudad y tras la renovación del contrato sostuvo: “El alquiler no coincide con el salario de ningún trabajador. Además, te piden depósito, seguro, garantía… Hoy el salario mínimo es de 8.000 pesos y un departamento de un ambiente sale 6000 limpios. Si viviera solo, el alquiler sin el resto de los servicios ni expensas ni impuestos, se llevaría el 50% de mis ingresos”.

Clarisa Busemi (31) es periodista y cuenta: “En mi primera experiencia en Callao al 200 tuve que salir a  tocar puertas de edificios y contactarme con dueños directos. En ese sentido tuve suerte porque el propietario era un tipo pragmático y se fijó si el garante, mi padre, que tiene un inmueble en Resistencia no pertenecía al Veraz y no hubo problema”. Pero permanecer en el departamento no fue una opción: “Tenía que renovar contrato, subía mucho el alquiler y yo seguía sin agua caliente. Un delirio. Si tenés problemas no te los solucionan.” dijo resignada.  El nuevo departamento también lo consiguió por una dueña directa que rastreó las referencias de su garante, pero con el cambio aparecieron otros problemas: “Un día me levanté y había una catarata de agua que venía del techo. Ya no me entra agua pero esto fue hace un año y siguen sin arreglar. No sé a dónde va la plata de las expensas.” concluye indignada.

De lo que va de 2018, los alquileres subieron 12% y la inflación 9,7%.

El presidente del Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC), Juan Maquieira, reconoció que el 50% de los inquilinos gasta más del 40% de su sueldo en alquiler. De lo que va de 2018, los alquileres subieron 12% y la inflación 9,7%.  Ante este panorama, el año pasado los legisladores porteños aprobaron el proyecto de reforma de la Ley 2340 que busca mejorar el acceso a la vivienda a través de los alquileres. La propuesta busca proteger a propietarios e inquilinos. Algunos puntos son que el pago de la comisión la haga el propietario y que las inmobiliarias no cobren gastos de gestión. El cumplimiento de la ley está bajo el control del Instituto de la Vivienda de la Ciudad.

Desde el año pasado se formó una Mesa de Diálogo conformada por distintas organizaciones de protección a inquilinos y cada una fue presentando sus propuestas, también lo hizo el mercado inmobiliario. A mediados de junio se volvieron a reunir y se trató de comenzar a estudiar sistemas de garantías públicas, a contabilizar viviendas vacías, impulsar registros de alquiler gratuito y obligatorio, difusión de derechos y también abrir espacios de mediación entre inquilinos y propietarios.

Por su parte, el presidente de la Asociación Civil de Inquilinos Agrupados, Gervasio Muñoz, asegura que la cuestión de la vivienda está completamente privatizada. No sólo la comercialización sino las políticas sobre el tema. “Esto sucede porque el estado se ha retirado completamente”, afirma. Desde la agrupación vienen impulsando una ley nacional que contemple los reclamos de los inquilinos. Aunque ya cuenta con media sanción en el Senado ha sido “cajoneada” en Diputados.  “El mercado inmobiliario maneja mucho dinero y la clase política forma parte de él”, asegura Muñoz, quien sostiene que los inquilinos piensan que el problema es transitorio porque van a ser propietarios. “Pero estamos yendo a un mundo en el que cada vez va a haber más inquilinos y que el sueño de la casa propia no va a ser posible bajo ningún punto de vista. Hay que girar el sentido común de querer ser propietarios a querer alquilar de una manera justa”, sentencia.

 

 

Sudáfrica mía

Sudáfrica mía

Personas dispersas observando exhibiciones de fotografías.

Somnyama Ngonyama se exhibe en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA) hasta este domingo.

Somnyama Ngonyama significa en zulú “¡Salve, oscura leona!” y así se titula la exhibición de esta artista, que  nació en Umlazi, Durban en 1972. La fotógrafa vive y trabaja en la ciudad de Johannesburgo, se llama a sí misma activista visual  y está comprometida con la causa de la comunidad LGBTQ. Vía e-mail, Muholi le señala a ANCCOM  sobre este primer contacto con Argentina: “Fui invitada para exponer las fotografías de Somnyama Ngonyama. Esta es una exhibición itinerante y estuvo recientemente expuesta en Suiza, Suecia y Reino Unido”. La sudafricana no descarta repetir la experiencia en estas latitudes: “Si me dan la oportunidad exhibiré futuros proyectos también asociados a los temas de raza, género y sexualidades” y agrega que actualmente se encuentra  en Filadelfia, Estados Unidos, trabajando en colaboración con un proyecto visual en el Women’s Mobile Museum, junto al Philadelphia Photo Art Center.

Las obras que se exhiben en Buenos Aires forman parte de un proyecto  que comenzó en 2012 pero que sigue actualizándose. En los trabajos expuestos,  la artista se autorretrata y pone en evidencia su propia historia, su condición de mujer, su negritud y la historia de su país. A través de su trabajo destaca que el  apartheid no es cosa del pasado y las imágenes son tan bellas como políticas.

Pared con leyenda y foto, todo en blanco y negro.

Las fotografías interpelan al espectador, lo retan a sostener la mirada.

 La muestra llegó a nuestro país de la mano de la directora del museo, Victoria Noorthorn, que ya venía siguiendo el trabajo de la activista en el exterior.  La curadora de la muestra, Sofía Dourron, cuenta que lo que más tiempo llevó fue investigar el abundante trabajo de Muholi. “Lo que hicimos fue estudiar en profundidad el proyecto completo para hacer una pequeña selección y  también entender el universo de estas imágenes que es muy complejo. A primera vista parece que no, pero cada elemento que aparece en las fotos está seleccionado muy cuidadosamente por Zanele, con un propósito muy específico”. Además aclara que la denuncia también refiere a la propia experiencia de la artista: “Por lo general son una reacción a un evento social, crimen de odio o bien una situación personal de discriminación. Una situación que refleje su condición de mujer negra y lesbiana en el mundo”.

Imagen de la sala , se ven tres paredes y tres personas observando fotografías.

Las obras que se exponen en MAMBA forman parte de un proyecto que comenzó en 2012 y sigue actualizándose.

Dourron detalla:  “Durante muchísimos años retrató a la comunidad LGBT sudafricana por ser particularmente invisibilizada y su objetivo era dejar un registro de una comunidad que había sido borrada.  En 2012 decidió dar vuelta a cámara sobre su propio cuerpo. El autorretrato se convirtió en una herramienta muy importante”.

Sobre un fondo blanco inmaculado el protagonismo lo tienen las fotografías que no sólo se hacen visibles sino que observan al espectador, lo retan a sostener la mirada, lo interpelan y cumplen finalmente con su misión: aparecen en el espacio público voces que no fueron escuchadas.

El trabajo de la curadora está alineado con las problemáticas que se repiten tanto a nivel internacional  como en nuestro país. “A mí, lo que me interesaba era entender un poco cómo es la comunidad de afrodescendiente o la actual comunidad afroamericana residente en Argentina. Y cómo se vive acá también no sólo la discriminación sino el borramiento cultural”, dice Dourron.

Personas observando un gran autorretrato. Una mujer sacando un foto con su cámara a otra obra que no llega a verse.

Somnyama Ngonyama es una exhibición itinerante que ya recorrió varios países.

 Mar Díaz es una visitante más entre las miles personas que desfilaron por el MAMBA. “No es una obra que circule en Buenos Aires y por eso creo que tiene un peso importante. Yo me reconozco afrodescendiente y me parece que es importante porque interpela a los argentinos contra el mito de que en el país no hay negros.  Tiene que ver con la construcción de identidad del país. El objetivo del artista lo logra con el tamaño de las imágenes, con las miradas”, cuenta.

 Por otro lado, Guillermo, otro visitante, dice: “Entré virgen, porque no tengo idea de esto pero algunas imágenes me parecieron inquietantes”. Muy cerca de él, Melisa indica: “Me gustó mucho porque hay una composición muy cuidada y hay mucha complicidad con el receptor de la imagen”.

Dos personas observando fotografías pequeñas, se ve un gran auterretrato.

Zanele Muholi logra en el autorretrato exhibir su propia historia y la de su país.

Como es habitual, al museo también lo recorren extranjeros que se sintieron convocados por la problemática con la que ella trabaja: “Fantástica. Especialmente la forma que busca las miradas de las mujeres. En cada mirada tienes un mensaje distinto. Los capturó muy bien. Debería ir a Brasil también”, afirma  Laura, una turista brasileña. “Muy impactante. Quedé realmente impresionado. La belleza y la fuerza del trabajo. La composición y el contraste. Demuestra lo difícil que es ser lesbiana y negra. Lo mismo pasa en Brasil”, reconoce por su parte Sergio, también del país vecino.

 La muestra se puede visitar en Avenida San Juan 350 hasta este domingo. Quienes visiten esta exposición también podrán recorrer las salas donde se exhiben actualmente las obras de Tomás Saraceno: “Cómo atrapar el universo en una telaraña”, Alberto Goldenstein: “La materia entre los bordes. Fotografías 1982-2018” y el Archivo Aldo Sessa “1958-2018: 60 años de imágenes”.