Por Sofía Monzón
Fotografía: Gentileza Telam

La crisis sanitaria está en un momento crítico, según un comunicado de  la OMS del 27 de abril “hubo casi tantos casos en el mundo en una semana como en los primeros cinco meses de la pandemia”. El organismo insiste en que más que nunca hay que concentrarse en la vacunación.

En promedio, en los países de ingresos más bajos, una de cada quinientas personas ha recibido una de las vacunas, mientras que en los ricos una de cada cuatro ya está inmunizada total o parcialmente. La desigual distribución remite a nociones como carrera por las vacunas o nacionalismo de vacunas que circulan por los medios desde hace más de un año.

Hay iniciativas que intentan dar respuesta, como COVAX, impulsada por la OMS, la Coalición para las Innovaciones en la Preparación ante Epidemias (CEPI) y la asociación Gavi. Esta última tiene entre sus miembros fundadores a Bill Gates, defensor incondicional de la medicina monopolista.

COVAX se define como una “colaboración global innovadora para acelerar el desarrollo, la producción y el acceso equitativo a las pruebas, tratamientos y vacunas de COVID-19”, pero muchos países latinoamericanos plantearon sus críticas, como lo hicieron en la 27 Cumbre Iberoamericana, por la falta de solidaridad de los estados más ricos en la distribución de vacunas.

Valeria Arza, investigadora independiente del CONICET y coordinadora de proyectos de Ciencia Abierta, afirma: “Es muy parcial la solución, se necesita algo más radical que permita aprovechar la capacidad productiva existente y sobre todo generar incentivos para invertir en mejorarla. De esa forma, aun pagando un precio justo por las licencias, se podrían disminuir costos de transporte, logísticos y aumentar la producción de vacunas. Necesitamos una estrategia a largo plazo, equitativa y global”.

Biden anunció que su país cambiará de posición y, finalmente, respaldará la iniciativa de liberar las patentes.

A raíz de una propuesta realizada por India y Sudáfrica ante la OMC en octubre de 2020, una alternativa empezó a tomar vuelo: suspender temporalmente las secciones del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC) que atentan contra la producción de vacunas a gran escala y el suministro oportuno de productos médicos en general. El acuerdo establece ciertas flexibilidades para momentos de emergencia, pero “además de las patentes, hay otros derechos de propiedad intelectual que también pueden suponer un obstáculo, y las opciones para superarlo son limitadas”, señalan ambas naciones en su iniciativa.

Arza sostiene que es una cuestión de economía política: “El potencial de que te penalicen desde la OMC hace que ningún país se anime a hacer uso de estas herramientas. Se necesita un posicionamiento global, o por lo menos del sur global”.

La propuesta logró el patrocinio de 58 países y entre los que se oponen están Estados Unidos, Brasil y Japón, aunque este miércoles Joe Biden, el jefe de la Casa Blanca, anunció que finalmente su país respaldará el levantamiento del derecho a la propiedad. En Argentina, Itai Hagman, diputado del Frente de Todos, presentó un proyecto de ley para que la liberación de patentes se impulse también desde el Congreso.

Además se sumaron organizaciones como Amnistía Internacional y Médicos sin Fronteras con petitorios especiales que advierten sobre la necesidad de vacunar a la mayor parte de la población mundial antes que las nuevas cepas avancen haciendo que las vacunas existentes pierdan efectividad. Las próximas reuniones ordinarias del Consejo de ADPIC para tratar el tema serán el 8 y 9 de junio de 2021.

La vacuna de Astrazeneca que fue desarrollada en un 97 por ciento con financiamiento público.

El principal argumento de quienes se niegan a flexibilizar las restricciones, en consonancia con los lineamientos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), es que las patentes incentivan la investigación y la innovación para mejorar la calidad de vida humana.

Mariano Fressoli, investigador adjunto en CONICET en el área de estudios sociales de la ciencia y la tecnología, explica dos razones para refutar tal idea: “El papel que ha adquirido la patente en el capitalismo actual tiene que ver con el neoliberalismo, que en el ámbito científico se relaciona con la desinversión de la investigación y la obligación que se impone a las universidades y laboratorios de patentar para financiarse. Pero muchas de las innovaciones que se producen partieron de los recursos del sector público”, señala. Un ejemplo es la vacuna de Astrazeneca que fue desarrollada en un 97 por ciento con financiamiento público, según The Guardian.

Un segundo punto para refutar que las patentes contribuyen a la producción de conocimiento, opina Fressoli, son las innovaciones en torno a las licencias abiertas que existen desde la década del 80: “Primero se usaron para software, hardware libre y obras culturales. Este sistema de propiedad intelectual protege una forma de hacer innovación que es mucho más dinámica, rica y creativa mediante la participación voluntaria de gente con intereses diversos”.

Hay sistemas de drogas y vacunas abiertas como Open Source Malaria. En Estados Unidos existe Foldit, una aplicación de simulación de proteínas que puede descargar cualquiera y, en Argentina, Cientopolis es un proyecto para la ciencia ciudadana. “La mayoría usa este tipo de herramientas cotidianamente, como Wikipedia o Linux, falta demostrar didácticamente desde la comunicación que funcionan”, agrega.

La OMS insiste en que, para superar la pandemia, más que nunca hay que concentrarse en la vacunación.

Más allá de que la consigna es #LiberenLasPatentes, el reclamo es más amplio. Las patentes son diagramas, pero para producir a gran escala se necesita el know how, el conocimiento tácito no codificado y la transferencia de tecnología. Bregar por la apertura de patentes es necesario, pero Fressoli sostiene que también hace falta cambiar la orientación de la financiación pública para que los científicos no tengan como única opción la producción o la transferencia de conocimiento en las empresas o, si es bajo esa opción, que sea con licencia abiertas.

La discusión sobre la propiedad intelectual abre un debate para pensar si el modelo de producción de conocimiento está a la altura de los desafíos de nuestros tiempos. Al respecto, el investigador dice: “La pandemia es un llamado de atención para la vida en general, el sistema de transporte, de salud, la producción de alimentos, la crisis climática y la producción científica. La necesidad de resolver problemas técnicos y generar conocimiento que vamos a tener en las próximas décadas es enorme. Los mecanismos restrictivos desincentivan porque, ¿quién va a participar voluntariamente cuando los beneficios de eso que se produce quedan en pocas manos? Es algo para pensar, no el siglo que viene sino en los próximos años”.