“En cuanto la mujer cuenta lo que le pasa, su palabra se pone en duda”

“En cuanto la mujer cuenta lo que le pasa, su palabra se pone en duda”

Eleona Ghioldi posando frente a dos de las fotografías de su muestra.Luego de haber pasado por el Centro Cultural Rojas y el Polo Integral de las Mujeres en Salta, la muestra Guerreras. Historia de resiliencia se puede visitar hasta el 11 de marzo en el Museo Evita. En diálogo con ANCCOM, Eleonora Ghioldi cuenta acerca de su trayectoria, de la continuidad de este  proyecto y de otros que aún están en proceso, también vinculados a la lucha de género.  

¿Qué te llevó de  la sociología a la fotografía?

Cuando tenía 20 años comencé a realizar fotografía y empecé a estudiarla a la vez. Después de un par de años me quise dedicar de lleno a la fotografía. Luego me mudé a Estados Unidos y allí me puse a estudiar intensivamente. Soy una persona muy visual, no las puedo separar porque me encantan ambas áreas de estudio. A los 24 años, en 1986, tuve mi primer trabajo. Consistía en la impresión de fotos en blanco y negro en un laboratorio vinculado a museos, exponían fotógrafos reconocidos como Wim Wenders o Helmut Newton. No era nada comercial, fue una experiencia increíble. Me abrió la cabeza. En ese momento se imprimía todo con película, no existía lo digital, entonces se podía observar todo el proceso creativo cuando se efectuaba el revelado y la impresión. Luego trabajé para documentales, lo que me posibilitó  darme cuenta de lo que quería decir y quizás solo con fotografía no me alcanzaba. Por eso la idea de los testimonios, de incorporar audios, videos y entrevistas.

¿Por qué emigraste a los Estados Unidos?

No fue planeado, supuestamente era por un mes.  Una vez allá, me di cuenta que podía estudiar fotografía de una manera más seria que lo que se ofrecía acá en ese momento y me quedé.

¿Cuándo surgió  Guerreras?

Hace siete años. Siempre quise respetar que sea un espacio de charla. Si bien está terminado, hay personas que se acercan porque quieren participar, específicamente familiares de víctimas de femicidios. Es muy difícil para mí decir que no aunque no estoy activamente tratando de incorporar historias.

¿Qué es lo que te plantean?

Que la historia se sepa, que no caiga en el olvido. Y para mí  lo importante es que sea un espacio de diálogo abierto, que no pasen a ser cifras. Con el testimonio y el audio, la intención es salir del anonimato, del número. Que la gente se conecte con que son personas, historias. Por eso la idea de que en los audios fuese una constante que digan el nombre, la edad en que fueron abusadas, la experiencia que tuvieron y la relación que tenían con el abusador. Hay hermanos, médicos, hay padres, amigos, extraños.

Tu inquietud es que se refleje la idea de red, que estén interconectadas, ¿por qué?

Porque quería demostrar que todos tenemos una persona conocida que ha sufrido algún tipo de violencia sexual, se puede armar un árbol o una red enorme sin límite que demuestre que todos conocemos a alguien sin necesidad de visitar una organización. Luego de hacer una fotografía para el testimonio le decía a esa persona que si tenía una amiga que tuvo una experiencia y que quiera formar parte del proyecto que le pase mi contacto. Siempre la respuesta  era “no sé, quizás, tengo que ver”… Entonces yo contestaba “pensalo, estoy segura que conocés a alguien”.

¿Cómo llegaste a los testimonios de Ciudad Juárez?

A través de una amiga de una amiga que conocía a unas chicas que son parte de un colectivo que se llama Bordamos por la Paz, son familiares de víctimas de desapariciones y asesinatos.

Eleona Ghioldi posando de brazos cruzados en un patio con algunas plantas.

«Que la historia se sepa, que no caiga en el olvido. Y para mí  lo importante es que sea un espacio de diálogo abierto, que no pasen a ser cifras», explica Eleona Ghioldi.

¿Qué lugar tiene la violencia de género con el entramado de relaciones que propone el capitalismo?

La violencia contra la mujer está relacionada con un todo. La violencia en contra de la mujer aumenta tomando forma en su expresión más extrema que es el femicidio, abusos, esterilización forzada.  En Estados Unidos, en los años 60, se dio mayormente con hispanos, mujeres negras y nativas que cuando iban a hospitales públicos las esterilizaban sin consentimiento luego de parir. Cuando fueron llevados los médicos a la Corte no fueron penalizados. Estos casos sistemáticos muestran  cómo se entretejen todas las formas discriminatorias: cuanto más precaria es la situación económica, más se agudiza ese entrecruzamiento. Luego se cambió la ley, si una mujer quiere ligarse las trompas después de dar a luz necesita 48/72 horas por ley de hablarlo con el médico para dar margen a la posibilidad de arrepentimiento.

En los testimonios se ve el maltrato que padecen las víctimas o los familiares durante el proceso judicial, ¿lo notaste más fuerte en Argentina?

En dos de los tres casos de Argentina lo mencionaron. De todos los que documenté  en Estados Unidos, solamente dos personas hicieron la denuncia, y de ellas solo una (un profesor de danzas) fue a la cárcel. En la muestra también hay un video de tres horas de entrevistas a profesionales para darle un marco teórico a la información obtenida de los testimonios. La abogada peruana Julissa Mantilla dice allí que este estereotipo del silenciamiento no es verdad, las mujeres hablamos del tema. Lo contamos en el ámbito privado porque es el único en el que sabemos que nos van a creer y que no nos van a enjuiciar. ¿Qué pasa cuando la mujer cuenta? ¿Dónde está la justicia? ¿Cómo protege a la mujer? Es una llamada de atención. No es que la mujer no habla, está silenciada en un marco público porque no está protegida, en cuanto cuenta lo que le pasa su palabra se pone en duda.

Retratos fotográficos de la muestra de Eleona Ghioldi.

«La violencia contra la mujer está relacionada con un todo. La violencia en contra de la mujer aumenta tomando forma en su expresión más extrema que es el femicidio, abusos, esterilización forzada», plantea Eleona Ghioldi.

La muestra dispara la reflexión acerca del vínculo entre arte y denuncia…

El interrogante es qué es el arte y qué queremos de él. Todo puede ser arte. Es lo que uno hace, lo que está creando. Nunca me interesó llamarme artista o llamarlo arte, siempre lo llamo trabajo. Es una herramienta, utilizo lo que siento que va a sumar a la historia que estoy tratando de contar, sea con una foto, un testimonio, un audio, una instalación, un video. El audio lo incorporé porque no quería que fuera solo mi visión, que como fotógrafa es imposible de eludir, el audio funciona como un puente para permitir que el sujeto pueda decir lo que está sintiendo y abrir un espacio para que la persona que está fotografiada pueda decir lo que ella piensa. Por eso llega de otra manera.

¿Hiciste la muestra fuera de Argentina?

En Estados Unidos hice una pero privada porque este trabajo es autogestionado. Llegó un momento en el que se me estaba acabando el dinero, no podía seguir imprimiendo. Fue una iniciativa comunitaria para finalizarla, poder pagar a la editora para que termine el video, imprimir las fotos, enmarcarlas. Mis amigos me incentivaron, fue invitación de boca en boca. Vinieron personas que no me conocían, cuando les contaban del trabajo se involucraban y querían cooperar para que lo pueda terminar. A raíz de eso pude montarlo para que se muestre en el Centro Cultural Rojas que abrió para el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo de 2018, y estuvo un mes. En julio llegó al Polo Integral de las Mujeres en Salta, allí permaneció por tres meses. Atrajo a mucha gente para que conozcan la organización que tiene muchísimas actividades para la mujer en situación de riesgo,  también existe un punto destinado a tomar denuncias para que las víctimas puedan realizar los trámites en un solo lugar.

¿Estás encarando proyectos nuevos?

Gracias a haber estado en Salta pude hacer entrevistas a mujeres transexuales que van a formar parte de uno de los otros dos trabajos que estoy haciendo sobre roles de masculinidad. Va a ser muy abarcativo, su fecha de finalización es a largo plazo. El otro es sobre la legalización del aborto en el que hay testimonios de personas gestantes, entonces incluyo hombres que nacieron mujer, en este estoy a la mitad del proceso de investigación.

La muestra termina en marzo, ¿hay posibilidades de que continúe?

Estamos en tratativas, con seguridad se va a exponer en la Universidad de Junín. Hay propuestas para llevarla a Brasil y España. A mí me interesa que continúe en Argentina y en Latinoamérica.

Grupo de gente viendo la muestra de Eleonora Ghioldi.

«Nunca me interesó llamarme artista o llamarlo arte, siempre lo llamo trabajo. Es una herramienta, utilizo lo que siento que va a sumar a la historia que estoy tratando de contar, sea con una foto, un testimonio, un audio, una instalación, un video», cuenta Ghioldi.

«Estamos en una cultura violatoria»

«Estamos en una cultura violatoria»

«Entre tanta angustia dije: ´Yo no puedo dar el ejemplo del silencio´», subraya Ariell Luján.

El 1 de julio pasado Cristian Aldana, cantante de “El otro yo”, fue sentenciado a 22 años de cárcel por corrupción de menores. El juicio fue un hecho histórico en el país: por primera vez, un músico fue condenado a prisión por denuncias de abuso sexual de parte de sus fans. Para Ariell Carolina Luján, una de las siete presonas que presentaron denuncia, todo esto duró diez años: desde sus primeros acercamientos a la comisaría, hasta la sentencia, incluyendo una contradenuncia que recibió de Diego Boris, socio y amigo de Aldana. “La reparación siempre está en nuestras manos”, sentenció.

Ya pasó un tiempo desde que se sentenció el caso, ¿cómo te encuentra?

 Y… me encuentra… Lo que sucedió fue que ni bien se dictó la sentencia, que para mí fue uno de los tantos grandes momentos de cierre, me sentí super emocionada. Pero yo seguía con las denuncias que me hizo el presidente del INAMU, no podía sentirme del todo feliz, tranquila. Yo lo festejé, pero sentí que tenía que seguir, que no me podía relajar.  

¿Y ahora que Diego Boris retiró las denuncias?

Y… ahí respiré un poco mejor. Ahora sí puedo decir que me siento en un nuevo comienzo. Y estoy en pleno proceso de recordarme todos los días que todo lo que pasó es gracias a mí. 

Veintidós años de sentencia, ¿qué te parece?

Mi festejo no es tanto por los veintidós años, que sí son importantes y generan una jurisprudencia, sino fue también todo lo que llevó. Yo hace diez años que estoy con eso: desde que logré que deje de ir a mi casa y no verlo más, hasta que pude denunciarlo las primeras veces, las pancartas y el juicio… fue mucho tiempo. Lo que yo pude festejar es como yo misme me pude llevar a este lugar de independencia, de agruparme. Siento que hicimos un trabajo muy interesante como grupa de personas que denuncian y escrachan, acompañándonos en los procesos emocionales, dándonos nuestros tiempos, respetándonos los procesos emocionales. 

«Lo que pude festejar con el fallo es como yo misme me pude llevar a este lugar de independencia», dice Luján.

¿Ahora cómo estás?

Ahora estoy en un proceso de agradecerme todo lo que me banqué. Es un camino duro, pero hoy tengo muchas más herramientas para cuestiones como la revictimización. Ya no me me encuentra sin las herramientas discursivas, psicológicas, ahora me puedo defender de otra manera. Siento como un festejo de agradecimiento constante de haberme animado a recuperarme, a recuperar mi territorio, a recuperarme a mí, a encontrarme con mis compañeres tejiendo esto que es la reparación. 

¿Quién te contuvo durante todo este tiempo?

Yo ahora, hace poquito, empecé a ver que la construcción es la movida, no sólo en términos grandes, también en términos individuales: la construcción de la reparación, la construcción de la justicia, de la memoria. Hablamos tanto de deconstrucción, pero después hay que construir de nuevo. Siento que son todas construcciones, y la contención es una construcción clave de eso que es la reparación. A mí no me gusta hablar en términos de sanación porque no estoy enferma, ni ellos están enfermos, todo lo contrario, son muy normales y muy sanos, me gusta hablar de reparación: si hay algo que se rompió cuando sos víctima, hay algo que se construye y se repara cuando dejás de serlo.

¿Sentís que la reparación también está en cómo enfrentamos conflictos como estos?

Sí, claro. Comprender que la reparación está en nuestras manos, la independencia, autonomía, tenemos que sabernos en esa construcción. Yo creo que es una contención colectiva, pero primero es individual. En las crisis podía estar todo el mundo, podes complementar tus procesos con muchísimas herramientas, pero tu primer herramienta sos vos. Salir a la calle es una construcción todos los días. Tenemos que entender que está todo bien si caemos, no hay que idealizar tampoco: los recuerdos son los recuerdos, el cuerpo es el cuerpo, no dejan de existir. Estamos en una cultura de la violación, todo te lo recuerda. 

¿Cómo surgió el #yanonoscallamosmás?

La frase la pensé en la desesperación: yo estaba viviendo en San Martín de los Andes y Cristian llegó a la feria para cantar. Yo estaba con dos personas que también habían sufrido sus abusos y cuando me enteré me exasperé: había llegado a mi lugar de pertenencia. Durante todos esos años, desde que lo denuncié y le mandé el mensaje, diciéndole ´te voy a denunciar y me van a creer a mí´, estuve todo este tiempo pensando dónde me lo iba a cruzar y qué hacía si lo veía. Y, de repente, me lo encontré ahí. Y entre tanta angustia dije: ´Yo no puedo dar el ejemplo del silencio´. Entonces hice una pancarta y se la dicté a mi amiga, porque yo no podía ni escribir del miedo. Yo temblando, llorando, estaba harta del silencio. Fue el nivel de hartazgo máximo. La frase viene del mismo barro, como la flor del loto: no es un basta pasivo, todo lo contrario: es un ya no nos callamos más y ahora cagaron. 

«Estoy en un proceso de agradecerme todo lo que me banqué», dice Luján.

¿Habías pensado en el costo que iba a tener denunciar?

Yo el costo que pensé era el que iba a quedar como la loca resentida para siempre. Jamás pensé que iba tener una relevancia social como la que tuvo. Yo con esto empecé en un contexto donde este feminismo no existía. Vos llegabas a la Comisaría de la Mujer -que son de los lugares más violentos que hay-, y te atendían con el arma ahí, en traje de policía. Nunca pensé que iba a tener una repercusión más que las violencias que ya existían: ´Sos una mentirosa´, ´nadie te va a escuchar´. Lo único que sentía era resentimiento, sed de venganza, un odio demasiado amplio, pero yo sé que si no hubiese sido resentida no hubiese podido con todo este proceso. Hay que dejar de sentir el odio contra nosotres mismes y empezarlo a sentir contra los machos. Hay que cambiar de bando el odio. Hay que dejar de pensar en ´sos el cuerpo abusado, no servís para nada, sos un tacho de basura y te merecés eso para toda la vida´. Ese es el loop que queda, nosotres tenemos que salir de ese laberinto. Sentir mucha bronca es una gran puerta hacia una autonomía muy poderosa, un gran motor para generar justicia colectiva. 

Y con la contradenuncia de Boris, ¿pensás que lo hizo para callarte de nuevo?

Siento que siempre que abrimos la boca va a haber un precio que pagar porque vivimos en la cultura del silencio también. Pero siento que el activismo vale la alegría y no la pena. 

¿Sos consciente que estás siendo parte de un proceso muy concreto?

Apenas estoy cayendo, estoy ubicándome, cómo repercute eso. A veces sí, a veces no. A veces siento que estamos destruyendo las idolatrías, estamos repensando adónde poner este pedestal, a quién admirás.

Son los paradigmas que se están rompiendo… 

Sí. Se está fisurando eso, la cultura de la violación, la cultura toda… porque se está fisurando la moral cristiana, lo del bien y el mal, víctima, victimario, la heterosexualidad. Vivimos en constantes relaciones de poder, que recién ahora estamos poniendo en jaque. 

¿Cómo pensas que el periodismo retrata casos como el tuyo?

Durante mucho tiempo lo hicieron todo como no quería. Agradezco haber tenido la lucidez de seguir mis intuiciones, y antes de empezar el juicio me junté con Laura Salomé y Lucía Cholokian, porque me quemaba la cabeza pensar que una vez más me iban a editar como me estaban editando. Y ahí pasó que en esas notas ellas escribían ´macho´ y todo lo que yo pensaba del sistema judicial, me sentí colaborando… porque al fin y al cabo yo era una de las protagonistas. Hicimos un trabajo interesante juntes. 

¿Cómo te llevas con quien no te cree?

Antes era terrible, cuando era chica me hacía sentir muy mal. Hubo amistades que perdí, gente con la que me dejé de hablar. Pero en todos estos años comprendí esto de las construcciones y empecé a abortar todo lo que tenía que ver con abusos, porque la reparación también tiene que ir rompiendo el abuso de todas las prácticas cotidianas. Y yo mucho no creo en el ´yo te creo hermana´, no es que yo le creo a alguien porque soy buena y tengo buena conciencia y le voy a creer. Capaz que la piba está mintiendo, yo qué sé, cada quien sabe lo que dice y lo que no. Lo que yo pienso es que tenemos que entender que estamos en una cultura violatoria… ¡cómo no va a suceder! Es comprensión, es coherencia, no es ´te creo no te creo´. Me parece grave, no que no me creas, sino que no entiendas que estamos en una sociedad patriarcal y misógina. Para mí es entender dónde estamos, en qué país, en qué lugar del mundo, en qué año, en qué contexto.

Vas a editar un libro dentro de poco.

Sí, estoy escribiendo hace un año. Con el blog de wordpress de #yanonoscallamosmás hice dos fanzines y me dieron ganas de hacer un librito. Hablo del proceso del juicio, de la autodefensa, de la reparación, de que el abuso no es un destino, como dice une amigue. Se llama Nuestra venganza es nuestra autonomía, porque pensándolo, la palabra venganza me encanta, me empodera. Y creo que fue la que hizo posible todo esto. 

Yo aborté, para la ley argentina soy una delincuente

Yo aborté, para la ley argentina soy una delincuente

Dice lo que piensa y escribe sobre el dolor propio y ajeno. Nunca imaginó que un día seis millones de usuarias y usuarios leerían en 72 horas el posteo que publicó a escondidas desde el escritorio de un call center de Once. “Bancátela”, lo tituló. Hasta hoy, más de seis mil mujeres le han contado sus historias en su página de Facebook No me calmo nada. Zuleika Esnal las lee a diario y responde todos los mensajes. Estoy acá, mujeres sobrevivientes se llama su primer libro que está por salir a la luz editado por Grupo Editorial Sur. Son 107 testimonios seleccionados de los miles que recogió. En el patio interno de su casa en Colegiales, en una tarde calurosa de abril, dialoga con ANCCOM.

¿Cómo vivís la publicación del libro?

Feliz. Ya está en imprenta. Si alguien hace unos años me decía “escribite algo para que 6.500 mujeres hablen de lo que les pasó, 54 dejen su casa, siete denuncien a su violador y 250 den una mano gratuitamente a otra”, me hubiera muerto de risa. Hoy es real.

¿Es verdad que viralizaste desde un call center la página No me calmo nada?

Exacto. La tengo desde 2015 pero tenía 300 seguidores entre amigos y conocidos. Un día leo en el trabajo que violan a una chica de 16 años en Brasil entre 33 hombres. Ella declara: “El alma duele más que la vejiga destrozada y es más difícil de sanar”. Indignada y a escondidas, al día siguiente escribí el relato Bancatela. Lo puse público por sugerencia de una amiga. A los tres días me contacta un periodista de El País de España y me dice que estoy en la edición digital del diario  ya que lo que escribí fue compartido 36 mil veces y leído por 3 millones de personas en Argentina. Me quedé paralizada. Al rato llego a casa y tenía  57 mensajes de mujeres de distintos países de Latinoamérica contándome todo tipo de experiencias vinculadas a la violencia de género.

¿Cómo te manejaste en esos primeros casos?

Siempre igual, cuando quise preguntar algo lo pregunté, sin vueltas, con respeto y mucha inocencia. A veces se confunde la empatía con el ponerse en el lugar del otro y eso es imposible. Yo no sé qué es que tu papá te viole, a mí jamás me levantaron la mano. No sé lo que es sentir un puño en el medio de la cara. Tampoco lo tengo que saber para ayudarte.

De estas historias nace la obra teatral Piel de cordero

La escribí en un solo día luego de meses de ir procesándola. Somos tres actrices en escena tratando de abarcar los diferentes matices. En el último monólogo habla una chica muerta en primera persona, Rocío Juárez de Zárate. A mí me escribió su amiga. Me cuenta que Rocío se fue a comer un asado un domingo al mediodía con amigos y no volvió nunca más. La violaron y mataron entre dos hermanos. Ella aparece al final de esta obra porque también tenemos que hablar por las que ya no están.

¿Qué pasa en la sala?

Termina la obra y la gente se queda. Han pasado cosas maravillosas. Por ejemplo, que se levanten mujeres una por una a decir sus nombres o que termine todo el teatro de pie gritando “¡estoy acá!”.

Zuleika Esnal sentada en la escalera del patio de su casa junto a su perro.

Zuleika Esnal, actriz, escritora y creadora de la página «No me calmo nada».

¿Sufriste amenazas?

Sí, a través de Facebook, han averiguado la dirección de mi casa, me han escrito que me van a venir a buscar. Yo elijo seguir porque si me pasa algo, ya está, yo no me muero más. Estoy en cada mujer que habló, en cada piba que no podía y ahora puede. En esa chica que no salía de la puerta de su casa porque la violaron mientras dormía y ahora me manda una foto desde Plaza de Mayo con una pancarta enorme.

¿Cuál es tu postura sobre el aborto?

Yo aborté. Tarde 23 años en poder verbalizarlo. Deseo que nadie tenga que hacerlo como yo, escondida, muerta de miedo y sola en Lanús. Con un médico que ni me miró la cara y lo único que se dignó a decirme fue que tomara el antibiótico porque no se pensaban hacer cargo de una infección. Si ahora estoy horas ensayando con las actrices para gritar en el Congreso o voy a las marchas, es porque peleo para que nadie tenga autoridad legal sobre nuestros cuerpos. Me costó años entenderlo. La culpa se me había metido en un lugar tan imperceptible que, al quedar embarazada en junio del año pasado y perderlo, cuando la médica me preguntó si era mi primer embarazo, mentí y dije que sí.

¿Por qué?

Por culpa, por vergüenza. Ahí entendí el daño que me habían hecho la sociedad, el Estado, la Iglesia. Mentí, no era mi primer embarazo. Aborté a los 18, en 5ª año del secundario. Me arrepentí a último momento en la camilla mientras la enfermera me insultaba y me decía que me quedara quieta. Quise irme y me dijeron “ahora ya está pendeja” y me taparon la boca. Me desperté en otra habitación, aturdida y asustada, con algodón entre las piernas. No quiero que nadie pase eso.

Una ausencia total de acompañamiento, ¿lo sentiste así?

Nadie me hizo una ecografía o me explicó qué recaudos tenía que tomar o cómo había quedado mi cuerpo. Nadie. Eso pasa cuando abortás en este país. Tuve suerte porque tenía los 1500 pesos que salía abortar en 1994. Hay pibas que se tienen que meter en la villa, en su casa y morir desangradas. No pueden ir a la guardia de un hospital por miedo a ir presas. Yo tendría que estar presa. Yo aborté, para la ley argentina soy una delincuente.

Con la campaña #EstoyAcá, ¿transformás palabras en acción?

La idea es generar una red solidaria para dotar de recursos a mujeres que viven situaciones de violencia. Ya sea desde el aprendizaje de un oficio, un servicio gratuito, clases de yoga… Quienes quieren colaborar publican en sus muros sus nombres, de dónde son y lo que ofrecen con el hashtag #EstoyAcá. Sos maestra, ayudalas a terminar el secundario. Sos psicólogo o abogado, asesoralas. Somos muchos en Argentina pero hay también personas de Colombia, Ecuador, Chile, España, Holanda. Si el Estado está ausente, nosotras tenemos que estar presentes para ellas.

Por Lucía y por todas

Por Lucía y por todas

Multitud en la marcha para pedir justicia por Lucía PérezOtra vez las mujeres salieron a las calles para exigir que dejen de matarlas. A las 17 de este miércoles se concentraron frente al Palacio de Justicia de la Nación para marchar hasta Plaza de Mayo con el lema: “Por Lucía y por todas”. Es que el fallo por el caso de Lucía Pérez generó indignación luego de que a los imputados en la causa, Matías Farías y Pablo Offidani, se los absolviera por el asesinato de la joven marplatense de 16 años, y se los condenara por venta de estupefacientes. El tercer acusado, Alejandro Maciel, resultó absuelto, demostrando que para la justicia patriarcal hay una sola culpable de su muerte: la propia adolescente.

Marta Montero y Matías Pérez, la madre y el hermano de Lucía, fueron quienes encabezaron la marcha. El crimen de la joven, allá por el año 2016, fue lo que impulsó la reacción del movimiento feminismo llevando a cabo el primer paro nacional de mujeres, convocado por el colectivo NI Una Menos como forma de protesta contra la violencia de género. Participaron miles de mujeres en todo el país, y hoy la historia se repite, pero ahora coloreada con el pañuelo verde que exige la legalización del aborto libre, seguro y gratuito.

Ludmila Coradino, de 19 años, sostiene que ya no hay precaución que valga para sentirse segura. “Yo no salgo a la calle sola. Ya no me puedo tomar un colectivo, el subte, nada. Si tengo plata uso hasta lo último para tomarme un Uber o lo que sea como para no andar caminando sola. Porque ya ni siquiera tiene que ver con salir de noche”.

El último informe del Observatorio de Femicidios en Argentina Adriana Marisel Zambrano, dirigido por la Asociación Civil La Casa del Encuentro, fue realizado durante el período que abarcó del 1 de enero al 31 de octubre de este año El resultado que arrojó fue de un femicidio cada 32 horas en nuestro país. “Yo marcho hoy para que mañana no marchen por mí”, deja leerse uno de los carteles entre la multitud.

Daniela Samudio, de 29 años, cuenta que sufrió violencia de género, al igual que muchas mujeres que forman parte de su entorno. “Me da miedo salir, me da miedo también salir con alguien que no conozco. Tengo un grupo de whatsapp en el que nos estamos avisando constantemente dónde estamos. Si yo me tomo un Uber, tengo la ubicación encendida todo el tiempo”.

Llegando al Obelisco, un grupo de manifestantes se acostó en el suelo. Tendidas, con los ojos cerrados y con la foto de Lucía en el pecho, para representar la muerte de cada mujer víctima de violencia de género. Es que 2018 se cobró 225 víctimas por femicidio. 250 chicos quedaron sin madre y el 67% de ellos son menores de edad.

Madre y hermano de Lucía Pérez

«Deberían tener cadena perpetua, no podemos permitir más esto, la terminaron de violar los jueces con la condena que dieron”, dijo Marta Montero.

Vestida de negro y con el pañuelo verde, María Fernanda De Vasconcelos cuenta que sufrió violencia patriarcal y machista con su ex pareja, es decir, violencia económica. “Me recriminaba la desigualdad de salarios que entraban al hogar, y eso ameritaba a ninguneos”. Además cuestionó el (in)accionar del Estado frente a los hechos de violencia: “No responde ni se está haciendo cargo frente a las causas que se les presenta. Está dando un presupuesto de once pesos con cincuenta por mujer. Nos están abandonando. Nosotras tejemos redes de contención de modo horizontal para responder”.

En medio del recorrido hubo una intervención artística que dejaba boquiabierta a quienes pasaban por allí. Un grupo de mujeres colgadas, desnudas, dentro de bolsas plásticas, representando el final trágico que algunas sufren, acompañado con frases como: “Nos están matando” y “Nuestras vidas no son descartables”.

Lourdes Bruno, de 22 años, asistió a la marcha “por Lucía y por todas las chicas que nunca vuelven”, ya que en su entorno hubo violencia de género y habló respecto a la hora de elegir su vestimenta para salir a la calle: “La mirada siempre está y los comentarios te hacen sentir incómoda, antes de pasar un momento de mierda decís “bueno, prefiero cuidarme”.

Carla Martilotta, de 24 años, expresa que ya no tiene miedo de salir a la calle porque se siente acompañada por sus compañeras. “No es que la calle esté más segura o que haya más conciencia en los hombres, ni que nosotras corramos menos peligro, pero la sororidad hizo que una pueda ir caminando más tranquila sabiendo que hay una compañera al lado”.

Alrededor de las 20, desde el acoplado de un camión frente a Plaza de Mayo, Marta Montero expresó el orgullo que siente por la gente que se acercó y los acompañó día a día: “No puedo creer que tanta gente haya tomado el compromiso y que haya pensado que esta hija podría ser de ellos. Gracias por estar ustedes y ser la voz de ella”.

La madre de Lucía también repudió a los jueces, a quienes llamó “sinvergüenzas”, y los acusó de haber sido comprados: “Pensaron que nos íbamos a callar, que les íbamos a tener miedo. Ellos recibieron plata de los narcos y del poder político. Hay autos de alta gama vigilando mi casa, esas mafias que piensan que van a poder con nosotros”.

Paro y movilización de mujeres para exigir justicia por el femicidio de Lucía Perez y por todas las mujeres muertas por el patriarcado. Personas acostadas boca arriba el suelo con una foto de Lucía en el pecho

“Decía que Lucía era una falopera, prostituta. Lo cual si así fuese no tiene derecho a morir como murió”, dijo Matias Pérez.

El grito de “Lucía Pérez/Presente/Ahora y siempre”, copó la plaza. Marta continuo: “Justicia por Lucía, y por tantas otras Lucías que no tienen voz, que no pueden estar, que la familia se derrumbó y no pueden seguir. Estos jueces no tienen idea qué es la violencia de género”. Y pidió que se investigue al municipio de Mar del Plata que carece de políticas públicas y sociales.

Entre mucha emoción fue contundente: “A mi hija la violaron y drogaron hasta matarla, y la seguían violando mientras dejaba de respirar. La peor muerte para un ser humano”. Concluyó: “Deberían tener cadena perpetua, no podemos permitir más esto, la terminaron de violar los jueces con la condena que dieron”.

Las miles de mujeres le abrieron el paso a Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo-Línea fundadora, para que subiera al escenario. Luego de un cálido abrazo, Marta le cedió el micrófono. “Vine para acompañar, porque sé de este dolor. Rechazo la violencia que día a día se desata. Basta de femicidios y de muertes de jóvenes, no puede ser que no puedan salir a la calle y ser libres. Repudiamos al juez que tapa el asesinato de Lucía”.

Gustavo Melmann, papá de Natalia, la joven de 16 años, violada y asesinada por al menos cinco hombres en Miramar, en 2001, agradeció a los presentes y manifestó: “Norita es el ejemplo de cuando declinamos, ella desde la mañana temprano hace más de 42 años se levanta y lucha. Las mujeres están tirando el patriarcado” y repudió el actuar de la justicia marplatense: “Se olvidaron en el fallo que había una joven muerta, ella no existió para los jueces”.

Matías Pérez hizo referencia a que el fallo hizo mención de la vida privada de su hermana: “Decía que Lucía era una falopera, prostituta. Lo cual si así fuese no tiene derecho a morir como murió”. Y terminó sus palabras pidiendo un mundo mejor para los que vengan detrás. La jornada terminó con aplausos y cánticos al pedido de ¡Justicia!

“Consideramos que la sociedad civil está madura y puede tratar el derecho al aborto”

“Consideramos que la sociedad civil está madura y puede tratar el derecho al aborto”

“El aborto clandestino es una deuda de la democracia y un feminicidio del Estado”, dice Nina Brugo, abogada labolarista feminista y Secretaria de la Mujer a nivel nacional en el partido Unidad Popular.

Nina Brugo tiene 73 años pero el espíritu de lucha de una joven idealista. Su historia de vida está marcada a fuego por el feminismo. Es sobreviviente de la dictadura más dura que sufrió la Argentina. Sus fuertes convicciones la llevaron al exilio pero el amor a su país la hizo regresar en tiempos de democracia. Actualmente integra el partido Unión Popular y desde allí levanta el estandarte de los derechos de la mujer. Hoy persigue un sueño: la transformación popular y feminista de la sociedad y desea que al menos sus nietas puedan verlo.

Nina Brugo es abogada, referente feminista y una de las fundadoras de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

¿Qué lugar ocupa en su vida el feminismo?

El feminismo es cuando la mujer toma las decisiones de toda su vida. Aquellos que están en contra del feminismo tienen miedo a la sexualidad de la mujer, que decida libremente qué hacer con su vida. El feminismo no lo puedo definir porque está inyectado en mí como el patriarcado está inyectado en muchos. Y lo hago parte de toda mi vida. Quiero cambiar todo los insultos y las bromas contra las mujeres, no dejo pasar nada. No puedo concebir mi vida sin el feminismo. Mi ideología principal es esa, una sociedad mejor, anticapitalista y antipatriarcal. Tampoco la puedo escindir de los lugares donde yo participo políticamente. Considero que los movimientos sociales son necesarios, pero hay un techo para las transformaciones que se tiene que dar en el terreno político y democrático. Es por eso que actualmente me siento orgullosa de ser la Secretaria de la Mujer a nivel nacional en el partido Unidad Popular. Desde allí buscamos construir un frente que nos lleve a las transformaciones populares y feministas. No sé si yo veré el cambio pero espero que por lo menos mis nietas lo hagan.

¿Cómo se inició el movimiento feminista en Argentina?

A fines del siglo XIX y principios del XX hubo un aluvión de inmigraciones europeas que vinieron trayendo su historia, sus luchas por la ciudadanía y allí muchas mujeres se destacaron, porque en aquel entonces la mujer no era considerada ciudadana.

Olympe de Gouges fue pionera al escribir en 1791, frente a la Declaración de los Derechos del Hombre, la Declaración de los Derechos de la Mujer y de las Ciudadanas. Eso le costó la vida, la guillotinaron. Muchas otras participaron en la toma de La Bastilla pero una vez lograda la revolución Robespierre -uno de los líderes de la Revolución Francesa- las mandó a sus casas para que se ocuparan de los asuntos naturales de la mujer. Frente a esto hubo mujeres que se levantaron. Estas cuestiones se fueron socializando en el mundo. Nuestras mujeres argentinas no se quedaban atrás, asistían los 1° de mayo junto a los trabajadores a exigir sus propias reivindicaciones. Ellas eran obligadas a trabajar entre diez y doce horas sin descanso, ni día libre por semana, junto a niños pequeños. Uno de los primeros logros de las mujeres fue la Ley Palacios, que redujo la jornada laboral para ellas y los niños. Ese proyecto fue transformador y revolucionario en muchos aspectos, no sólo en Argentina sino en el mundo, porque fue el primero en tratar la licencia por maternidad por treinta días, no paga. Pero los gobiernos conservadores se encargaron de reducir muchos de los derechos adquiridos con ese proyecto. Nuestras mujeres fueron adquiriendo cada vez más independencia. Las más radicalistas, que eran anarquistas, tenían el lema: «Sin Estado, sin patrón y sin marido».

También estaban las sufragistas

Pero las sufragistas lo que más querían era tener la posibilidad de ser ciudadanas. El Código Civil de Vélez Sársfield de 1871 colocaba a las mujeres al mismo nivel que los menores y dementes, en una incapacidad total. Ellas no podían alquilar una habitación, firmar un contrato, tampoco administrar los bienes heredados de su propia familia. Los varones en un matrimonio eran dueños de hacer y deshacer, sin ninguna consulta, lo que querían con los bienes de sus esposas. Esto lo conozco muy bien porque le pasó a una de mis abuelas que quedó huérfana de niña. La primera ola feminista no paró, el movimiento fue acrecentándose, lucharon por entrar a la universidad y gracias a ello tenemos exponentes del feminismo que llegaron a ser médicas, abogadas y escritoras. La historia del movimiento de mujeres en nuestro país es importante porque fueron pioneras. El primer Congreso Internacional Feminista que se realizó en el mundo fue acá, en Buenos Aires. Luego de esa ola hubo un receso con los gobiernos conservadores. En 1947, con el peronismo hubo un resurgimiento fuerte del feminismo. Eva Perón, en su accionar, reivindicó a la mujer aunque ella decía que no era feminista. De algún modo llevó al Congreso la posibilidad del voto y aunque muchos dijeran que no lo hacía por las mujeres, sino por motivos eran partidarios, ni los propios peronistas querían permitir el sufragio femenino. Eran tan estúpidos que llegaron a decir que las mujeres no irían a votar si el día de las elecciones estaba con el ciclo menstrual. Nosotras no estábamos enroladas, sólo contábamos con la partida de nacimiento. En la década del 70 hubo una segunda ola en donde aparecieron mujeres de renombre como la escritora Silvina Bullrich y la directora de cine María Luisa Bemberg, profesionales, estudiantes universitarias, de recursos e instrucción. No estaba popularizado el movimiento, como a principios de siglo. Con la vuelta a la democracia, vino una tercera ola de feminismo que traía cuestiones feministas de distintas partes del mundo y así se hizo el Primer Encuentro de Mujeres en 1986, en Buenos Aires, en el teatro San Martín. A partir del segundo y tercer encuentro comenzaron a participar mujeres populares también. Actualmente hay un boom del feminismo entre las jóvenes de distintos sectores. 

¿Siempre fue feminista?

Los 70 eran una época en la que se discutían el anticapitalismo, el cambio de estructura, pero no se discutía el tema de la mujer separado de su rol de madre. Recuerdo que cuando estaba en la lucha por un cambio estructural, desde la militancia política, mujeres que eran feministas me preguntaban por qué si a nosotras no nos daban el lugar que nos correspondía en las organizaciones y nos relegaban cuando teníamos hijos no hacíamos la lucha feminista. En ese entonces yo tenía la convicción de que primero venía la revolución social y después el problema de las mujeres. Yo empecé con una militancia social y cristiana en la Opción por los Pobres. 

¿Qué momentos marcaron su vida y la guiaron hacia el feminismo?

Me recibí de abogada en una universidad católica. Por su parte, mi marido fue un cura tercermundista también perseguido por la dictadura y buscado en Tucumán. Tuvimos que exiliarnos durante cinco años, en el barrio Los Hornos de la Plata. Sobrevivimos en un departamento muy humilde que había construido un albañil en el patio de su casa. En 1976 tuve un parto prematuro por el estrés de las persecuciones y amenazas que sufrimos con mi marido. Di a luz en el hospital Fernández donde fui mal atendida, en ese entonces habían echado a muchas enfermeras. Los dos recién nacidos que estaban con pulmotor sufrieron una infección. Mi hija resistió una semana y falleció. En 1980, recibimos una carta que nos advertía que estábamos en peligro. La persecución era seria, después nos enteramos que en el mismo barrio, a unas cuadras, habían secuestrado a Julio López. En ese momento la única opción que teníamos era irnos de Argentina. Mi marido no quería abandonar su país, él me dijo: “Más vale morir con honor que morir con vergüenza”. Yo le respondí: “Quedate con tu honor, yo me voy con mi vergüenza”. Tuve tres partos sentada pensando que me venían a buscar, tenía cuarenta kilos menos de los que tengo ahora. Tuve hijos chiquititos, parecían famélicos, de lo delgada que estaba no tenía casi leche para darles. Era terrible la situación que se vivía. 

¿Y entonces se fueron?

Sí, mi hermano cometió la imprudencia de no exiliarse con nosotros, eso le costó la desaparición. Jamás supimos más nada de él. Nos recibió Canadá, Montreal, allá conseguimos la ciudadanía Italiana y nos fuimos a México, que era  un lugar más cercano a nosotros, América latina. En una universidad veracruzana dimos clases en una cátedra hermosa de Sociología, donde podíamos hablar de lo que queríamos con libertad. Cuando regresó la democracia, nos volvimos a nuestro país porque sentíamos que allá éramos sapos de otro pozo y cuando llegamos a Argentina no sabíamos sapos de qué pozo éramos.

¿Cómo comenzaste la militancia feminista?

Había en mí un sentimiento fundamental cuando las mujeres populares del Movimiento Evita -del cual fui cofundadora en los 70- nos decían: «Nos encanta venir acá porque no hay varones que nos digan `vos qué sabés de política´ o maridos que nos digan `callate vos no entendés nada´”. Yo sabía que las mujeres necesitaban un espacio propio. Ellas acá se sentían felices. Yo vivía y sentía el feminismo. En 1986 concurrí al primer encuentro de mujeres y me enamoré, no dejé de asistir hasta el día de hoy y espero que la vida me regale el número 33. Aunque ya había conocido feministas en México y me había comenzado a interiorizar en la teoría feminista. Mi marido vivía comprando libros, me traía los que encontraba referentes a la temática diciéndome “tomá, éste es tu problema”. Ahí en los encuentro es donde fui adquiriendo el feminismo.

¿Cómo fue recibirte de abogada en una sociedad patriarcal?

Demoré mucho para recibirme, me aplazaron tres veces en mi última materia que era Filosofía del Derecho en la Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de Buenos Aires. Recuerdo que el profesor de esa materia nos dijo en una clase de derecho natural que había personas que habían nacido para servir y otras para ser servidas. A mí eso me chocó y lo manifesté. Se armó un debate en el curso y el profesor me odió. Cada vez que rendía con él, me aplazaba. Quería abandonar la carrera pero los compañeros de militancia no me dejaron. La cuarta vez que fui a rendir me tomaron otros dos profesores, no fui nada brillante pero me defendí. Cuando salí a ver la pizarra con las notas, me vio el profesor y me llamó aparte para hablar. Me dijo que si me hubiera conocido en primer año de la carrera jamás hubiera permitido que me reciba, porque mi forma de pensar era un peligro para la humanidad. Y tenía razón, mi forma de pensar anticapitalista y feminista eran revolucionarias para la época y un peligro. En ese momento no lo entendí, no sabía si reír o llorar o ponerme feliz por haberme recibido.

¿Cómo se fue instalando el debate sobre el aborto?

En 1990 se realizó la Comisión por el Derecho del Aborto a la que asistieron, entre otras referentes del feminismo argentino la doctora Dora Coledesky  y Safina Newbery, que llevaron la problemática al Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, en donde se instituyó el 28 de septiembre como Día Internacional del Derecho al Aborto. Se eligió esa fecha porque en Brasil se conmemora el Día de la Libertad de Vientre, lograda en 1871. En este encuentro surgió la consigna: “Anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. En principio, con respecto a la problemática del derecho al aborto no tenía problema, pero consideraba que era un tema tabú. En estos encuentros pude profundizar leyendo y escuchando a las compañeras al respecto y comprendí que era un derecho real que teníamos que luchar para conseguirlo. En 2003 se hizo una gran asamblea, Dora Coledesky habló y fue ovacionada. Ahí vimos la necesidad de tratar esta problemática en un taller autónomo. El taller funcionó hasta el 2005 y en ese año en la Ciudad de Córdoba fundamos la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Desde entonces estamos luchando.

¿Por qué es urgente tratar el derecho al aborto en el Congreso?

El Ministerio de Salud reconoció en el último índice de 2016 que en nuestro país se realizan entre 350.000 a 500.000 abortos clandestinos por año con riesgo a la vida y a la salud, sobre todo en mujeres de bajos recursos que no tienen acceso a tratamientos ni medicamentos y llegan a los hospitales en situaciones críticas. El aborto clandestino es una deuda de la democracia y un feminicidio del Estado porque no le está otorgando la ley.

¿Qué plantea la Campaña y el proyecto por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito?

El Proyecto no sólo apunta al aborto legal sino principalmente a que se cumpla la Ley de Educación Sexual Integral que ya está aprobada. Nuestro lema es «Educación sexual para decidir». Buscamos que se cumpla también con el Programa de Derecho Reproductivo y se le otorgue no sólo anticonceptivos a cualquier persona que lo solicite en los centros de salud, sino también información. También se está incumpliendo con la interrupción del embarazo en los casos que el Código Penal permite desde 1921: causales por peligro de vida de la mujer gestantes, afectación de la salud integral física y psíquica de la mujer, cuestiones sociales y violaciones. Exigimos que estas causales se tengan en cuenta en todos los casos y no como lo establecía ese código sólo para mujeres idiotas, es decir dementes. La irrupción del embarazo en estos casos está contemplada por todos los tratados internacionales que Argentina ha firmado. 

¿Qué le diría a quienes se oponen a la legalización del aborto?

Cuando los “Provida” nos dicen que vida hay desde el momento de la concepción yo estoy de acuerdo. Vida hay, pero no es la vida de un ser humano, es potencialmente un ser humano que se va desarrollando. La ciencia no precisa cuándo  es realmente humano. Consideramos que en el momento del nacimiento, cuando ya tiene viabilidad, podemos hablar de persona humana. Los “Provida” no tienen argumentos jurídicos sino moralistas, religiosos, ontológicos que no corresponden a una ley. Por nuestra parte, tenemos elementos jurídicos, elementos de derechos humanos. Las mujeres tienen derecho de decidir sobre su vida.  

¿Qué opina sobre la suspensión de la sesión especial que se iba a realizar el 8 de marzo para tratar la iniciativa referente al aborto?

La sesión especial del 8 de marzo fue idea de la diputada Victoria Donda y no de la Campaña. Las diputadas que firmaron para la Campaña pensaron que podía ser un hecho inédito y que era necesario tratarlo. Pero hay un hecho real y es que existen 92 diputados y diputadas que están en duda. Entonces, evidentemente, se necesita una profundización del tema. Es un riesgo ir ahí cuando la gente todavía no lo tienen bien claro. Esperemos que se junten en distintas comisiones en plenario y se puedan hacer audiencias públicas con personas preparadas. 

¿Cree que el contexto actual es favorable a la lucha de los derechos de la mujer?

 Hoy tenemos asociaciones feministas, cooperativas feministas, economistas, agrupaciones políticas feministas. En todos los ámbitos donde las mujeres nos movemos tenemos participación. Es difícil encontrar un lugar en nuestro país en donde no se hable de las temáticas que hacen a nuestros derechos como mujeres. Estamos en un momento de avance por la comprensión de sus derechos. Mientras que del lado estatal resisten a las leyes ya aprobadas, la hija de una compañera del barrio que sufría violencia de género y tenía cinco hijos pedía que le ligaran las trompas, algo que es completamente legal, y en el hospital no se lo querían hacer porque era menor de edad. 

¿Qué  expectativas tienen con el tratamiento del proyecto de ley?

Nosotras consideramos que la sociedad civil está madura y puede tratar el derecho al aborto. Creo que hemos conseguido el consenso social, pero no el de nuestros legisladores. El hecho de que el gobierno democrático que tenemos nos permita la libertad de conciencia, mientras implementa los ajustes y las políticas económicas desfavorables para los sectores populares, no quiere decir que con eso solo nos vamos a entretener las mujeres. Nosotras vamos a seguir avanzando con la lucha por la aprobación del proyecto de ley. Nos están pidiendo que demos charlas sobre las cuestiones feministas y el aborto las maestras, los alumnos de cuarto y quinto año de secundaria, magisterios. En todas partes el cuestionamiento a la cultura patriarcal está instalado. El día 6 presentamos nuestro proyecto de ley. En el 2007 ya lo habíamos presentado, pero sin firmas y nadie lo tomó. En el 2008 lo presentamos con 22 y cada año con más, alcanzamos al día de hoy las 56 firmas.