Malestar Arena

Malestar Arena

Vecinos de Villa Crespo continúan reclamando contra los recitales que se realizan en el megaestadio propiedad del diario La Nación y de Movistar. ¿Cómo alteró la vida en el barrio?

Vecinas y vecinos del barrio porteño de Villa Crespo realizaron un corte entre la avenida Dorrego y Corrientes, el lunes 12, en rechazo al Megaestadio Movistar Arena, perteneciente al diario La Nación, Movistar y la multinacional AEG WordWine. El reclamo está dirigido contra  la realización continua de recitales que genera múltiples incomodidades  en quienes residen en la zona, sumado a la falta de respuesta y de atención por parte de las autoridades a sus reclamos.

Estas inconformidades han estado presentes desde la inauguración del estadio en el 2019 y los vecinos conviven con ellas. Las molestias se intensificaron con el pasar de los años con una leve pausa por la pandemia, sin embargo en el último semestre del  2022 se han agravado todos los inconvenientes haciendo imposible la vida cotidiana en el barrio. 

«Los vecinos y vecinas ya estamos cansados de todos los inconvenientes que tenemos producto de los recitales, los siete días de las semana en el Movistar Arena. Venimos reclamándole al Gobierno de la Ciudad desde antes de noviembre del 2019 cuando se inauguró, porque ya preveíamos lo que iba a pasar. Comenzó luego con un aforo de 2.500 personas, más tarde con 4.000 y ahora está al 100%, y desde los últimos seis meses hubo 91 recitales», dijo Luis, un vecino autoconvocado contra el Megaestadio. 

En los últimos 180 días hubo 91 recitales, lo que significa un evento cada dos días. Esto para los habitantes de casi ocho cuadras a la redonda se convierte en:

  • Ruidos que se originan a la entrada y a la salida de los shows, que por lo general son en horario nocturno.
  • –  Vibraciones en los edificios.
  • – Cortes en las calles y la imposibilidad de transitar por las mismas, y acceder libremente a los domicilios.
  • – Autos en doble fila estacionados en las veredas, tapando garajes y rampas para personas con discapacidad.
  • Imposibilidad de estacionar los autos en las puertas del propio domicilio.
  • -Acampes prolongados de quienes van a los recitales, ocasionando molestias a quienes viven más cerca por el ruido, la música, la ausencia de baños químicos, etc.
  • La suciedad que queda después de cada evento, botellas, alcohol, orina en la puerta de las casas, etc.

 Los vecinos de lo que han denominado como “Molestar Arena” conviven con  diversas situaciones. “Las personas que viven alrededor del estadio no pueden circular libremente, trapitos que en convivencia con la policía, al que vive en algunas de las cuadras que están rodeando el estadio cuando quiere estacionar su auto en la puerta, le cobran dos o cuatro mil pesos, una barbaridad. Tenemos un problema en las vibraciones en los edificios altos, los sonidos de los bajos hacen que retumben en los edificios hasta ocho cuadras a la redonda. Hay fans que acampan, sin ningún tipo de cuidado a la una de la mañana, tenemos filmaciones de gente que está cantando, que está con música a todo dar, por supuesto ni el Gobierno de la Ciudad ni el Movistar pone baños químicos, entonces es una mugre las veredas”, comentó Luis. 

“No damos más, viene desde que abrieron este Megaestadio Movistar Arena, que en principio se llamaba microestadio y pensamos que iba a ser algo chico, cuando nos dimos cuenta ya era tarde, ya estaba construido. Cuando comenzaron los recitales empezaron los problemas, pero este último semestre ya se ha vuelto intolerable para todos los que vivimos cerca porque tenemos recitales casi todos los días y tiene una capacidad como para dos Luna Park, entonces es todos los días entrando y saliendo quince mil personas dos veces por días, y algunos acampan, es un caos, los trapitos, el ruido, es un descontrol, los vecinos estamos que no damos más”,  comentó Laura González Vidal perteneciente a la comunidad. 

Pese a la masividad de eventos que trajo el fin de la pandemia, ya existía un acuerdo que establecia un límite de recitales que no se cumplió. “Para paliar un poco la problemática, pedimos que se restrinja un poco. Por problemas de salud, hay personas que con las vibraciones se tienen que ir de sus casas, porque no puede estar en la cama po que se le mueve, se marean, tienen vómitos”, comentó Luis. 

Esta situación ha impedido que la comunidad lleve una vida normal, “no se puede vender alcohol en los comercios cercanos, con lo cual todos los vecinos no podemos consumir alcohol, no podemos hacer un asado y comprar vino o cerveza porque está cerca de un estadio, lo más gracioso es que dentro del estadio sí se vende alcohol”, dijo González Vidal.

Aunque por lo general estos eventos reactivan la economía para los vecinos, “los únicos que ganaron plata fueron el Movistar Arena, no es que se haya derramado dinero al barrio, no reactivó la economía, el barrio sigue igual -comentó González Vidal y agregó-. El barrio se ha convertido en un caos sin mejoras en el resto, lo único que mejoraron fue la vereda del Movistar Arena, yo vivo a la vuelta y mi casa en las veredas están todas rotas como hace veinte años, no ha mejorado en nada el barrio”.- 

Este Megaestadio de 25 mil metros cuadrados, con una capacidad de casi 16.000 personas fue construido en un terreno público cedido por la Legislatura porteña al Club Atlanta que, a su vez, lo cedió en comodato al diario La Nación. “El terreno donde está Movistar Arena es un terreno que es de la ciudad, para un uso de la colectividad y la ley de creación los hacen exentos de pagar impuestos, y ABL durante cuarenta años -dijo Gustavo Perrone y agregó-. A la sociedad no le retribuye nada. Nos quedamos sin agua desde el viernes, y sin bomba para subir el agua y sin ascensores y vecinos míos del edificio cruzaron a pedirle que nos conectaran una canilla para cargar agua por que no teníamos y no quisieron. Ni siquiera eso, ni siquiera agua“. 

 

El megaestadio es un megaproblema

El megaestadio es un megaproblema

Finalmente, el Megaestadio Arena Movistar fue inaugurado el pasado viernes 1 de noviembre con el recital de Tini Stoessel. Luego vinieron los recitales de Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat el sábado 2, domingo 3 y jueves 7. La apertura del estadio, propiedad de La Nación y AEG Worldwide, en conjunto con Movistar, produjo varias complicaciones a los vecinos del barrio, que fueron invisibilizados por los grandes medios de comunicación. 

“Hubo corte de circulación de vehículos desde temprano. En algunos casos, la policía y agentes de tránsito pedían documentos a los frentistas para ingresar al área vallada o no permitían el ingreso”, contó a ANCCOM Gustavo, uno de los vecinos autoconvocados de Villa Crespo. Se refería al caos, no sólo vehicular, que cayó sobre el barrio el pasado fin de semana y que continuará: el megaestadio ya es un hecho. 

“Además, producto del caos vehicular, se produjo un accidente mortal”, sumó Gustavo. El accidente al cual se refirió ocurrió el día de la inauguración, cuando un hombre de 35 años fue atropellado por un colectivo en Juan B Justo y Camargo cuando intentaba cruzar el Metrobus, con la calle Camargo cortada y con una gran afluencia de autos y peatones que hizo que todo fuese más confuso. 

El vecino mencionó otros inconvenientes que tuvo el barrio por la inauguración del Megaestadio cómo los cortes de luz y otros que parecían ser cosas del pasado, cómo las inundaciones. “El domingo hubo dos a tres horas de corte de luz en Humboldt al 100 previo al recital de Sabina y Serrat”. Y añadió: “Con la tormenta que hubo el lunes 4 de noviembre, la intersección entre Camargo y Juan B Justo se inundó muchísimo, cosa que no sucedía hacia un tiempo. Nosotros creemos que estos hechos están vinculados con la construcción del estadio y la basura arrojada por el público”. 

Ingrid es una de las vecinas que se sumó desde el primer momento al grupo de vecinos organizados contra el Megaestadio. Dijo que con la inauguración del estadio, se confirmó lo que más temían: que los días que hay shows, la policía ya comience a cortar las calles a la tarde complicando de manera importante el tránsito. “Las calles que cortan son Padilla, Murillo y Camargo, así como también Darwin y Humboldt, lo que impide que pasen los autos por ahí y se congestionen Juan B. Justo y Corrientes”. Y agregó: “Lo que también es problemático es la cantidad de gente que pasa por calles estrechas como Darwin y Humboldt, de pocos metros de lado a lado, y que creemos que no están preparadas para que camine tanta gente por ellas sin que se genere un caos”.

Además, Ingrid hizo énfasis en lo complicado que son las desconcentraciones de los recitales: “La gente salió haciendo mucho ruido, gritando, se escucharon silbatos que convocaban a la gente para subirse a combis. Esto pasa porque no hay circuitos para que el público se desconcentre porque en ese horario no hay transporte adecuado, no hay subte y las frecuencias de colectivos en ese momento bajan muchísimo”. Y manifestó su preocupación en que esto sea una situación permanente en el barrio: “Lo que nos abruma y nos preocupa muchísimo es que esto no es una situación excepcional -expresó-, sino algo que se va a repetir de jueves a domingos, todas las semanas por 40 años”.

Laura es una de las vecinas autoncovocadas que opinó igual que Ingrid, diciendo que con la apertura del Megaestadio terminó sucediendo lo que creían que iba a pasar. “Un par de hora antes la policía empieza a cortar las calles y esto se transforma en un caos total, sin lugar para estacionar o poder sacar el auto, y con las avenidas colapsadas”. Y agregó: “Hay autos y combis estacionadas en puertas del garaje, no solo cerca del estadio, sino que llegan hasta la Avenida Warnes, que es una avenida que después de las 18 era muy tranquila”. 

Laura también remarcó que en los días que hay recitales la vida del barrio no solo se modifica por las complicaciones del tránsito o la cantidad de gente que hay en el barrio, sino por cuestiones absurdas como por ejemplo el hecho de que la policía le prohíbe vender a los supermercados y a los kioscos alcohol cuatro horas antes de que comience el show hasta su finalización. “Si yo quiero ir a comprar una cerveza o un vino al kiosco o al almacén, en la previa o durante el concierto, no se puede hacer, lo cual es una locura porque es como si nos estuviesen aplicando una ley seca, que encima perjudica a esos comercios, que no pueden vender los días que más venden, que son los viernes, sábados y domingos  —sostuvo la vecina—. Esto es una imposición arbitraria, que su única finalidad es para que se compre en los bares que están cerca, que son los únicos que tienen permitido vender en ese momento”.

Otro de los que alzó su voz en contra del Megaestadio, a través de su perfil de Facebook, es el reconocido dramaturgo y director de teatro, y vecino de Villa Crespo, Mauricio Kartún. En su publicación compartió una nota del diario Clarín que hablaba sobre el hombre atropellado y respondió que no se trató de un accidente de tránsito de los que hay comúnmente en la ciudad, sino que lo relacionó directamente con las complicaciones que surgieron en el tráfico producto del recital. “El del viernes fue simplemente un recital más, como los dos o tres que habrá allí a partir de ahora cada semana (tiene veinte programados para noviembre). Aunque la policía intentaba desesperadamente ordenar el caos, las calles a varias manzanas alrededor colapsaron”. Y agregó: “En medio del despelote la víctima intentó cruzar la Juan B. Justo que era una caravana atorada y prácticamente inmóvil y al llegar al Metrobús fue atropellado”.

Kartún hizo hincapié en como el Gobierno de la Ciudad exige con distinta vara las normas de seguridad a las salas de teatro independientes que a un emprendimiento de estas características. “A las diminutas salas de teatro independiente les exige el GCBA medidas de seguridad imposibles de cumplir. Dicen proteger de esta manera a ese centenar que estará alguna vez adentro -explicó-. Y ponen entre tanto en riesgo a miles y miles afuera que sin comerla ni beberla terminan de rehenes de un negociado”. Por último, instó a que se apoye a los vecinos organizados en su reclamo: “Hay un grupo de vecinos autoconvocados movilizándose. Apoyémoslos. Pensá si te toca a vos en la otra cuadra. Y hacéte la imagen de tu vereda: dieciséis mil personas pasando a la entrada y otras tantas pasando a la salida”.

Ahora, luego de hacer volanteadas todos los sábados de octubre en Juan B. Justo y Corrientes al mediodía, este viernes 8 de noviembre los vecinos autoconvocados van a realizar un corte en Corrientes y Dorrego a partir de las 19.30 para visibilizar el daño que les provoca el Megaestadio.

La noticia que no te cuenta La Nación

La noticia que no te cuenta La Nación

En 2017, el Gobierno de la Ciudad le cedió por 40 años al club Atlanta, más de 28.000 m2 de tierras públicas.

La placidez del barrio de Villa Crespo se encuentra violentada. En septiembre de 2017, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó, con amplia mayoría (46 de 57 legisladores), la Ley 5874, por la cual, el Gobierno de la Ciudad le cedió por 40 años al club Atlanta, más de 28.000 m2 de tierras públicas ubicadas en la calle Humboldt 486, entre Padilla y Camargo. Al mismo tiempo, en esos terrenos fue autorizada la construcción de un estadio cubierto de 30 metros de altura y capacidad para 16.000 personas, donde se esperan hacer cerca de 100 eventos por año.

Una edificación de tal envergadura necesita, según la Ley 6/98 de la Legislatura porteña, que la autoridad responsable habilite un espacio institucional para que todos aquellos que puedan verse afectados o tengan un interés particular expresen su opinión respecto a la edificación. No obstante,  una vez comenzada la obra de la calle Humboldt, la única notificación que tuvieron los vecinos del barrio porteño fue por medio de una nota aparecida en el diario La Nación.

El 28 de marzo de 2018, el periódico publicó: “El Luna Park ya no estará solo: Buenos Aires tendrá un nuevo estadio techado en Villa Crespo. Un arena como los que se levantan en las grandes ciudades del mundo.” Un detalle que no advertía la nota: las empresas que llevan adelante el emprendimiento –después de que lo dejara trunco la firma Lugones Center S.A.- son el Grupo La Nación y la multinacional AEG Worldwide, conocida por construir arenas de este tipo a nivel global.

La reacción de los vecinos de Villa Crespo fue inmediata. Se autoconvocaron, se organizaron y por medio de la intervención de la Fundación de la Ciudad y el Observatorio del Derecho a la Ciudad presentaron un recurso de amparo colectivo ambiental para declarar nulas las habilitaciones ecológicas y ambientales para construir lo que sería el estadio cubierto más grande de Buenos Aires.

La única notificación que tuvieron los vecinos del barrio de Villa Crespo fue por medio de una nota publicada en el diario La Nación.

Historia de una obra inconclusa

El conflicto por el microestadio tiene su origen en el año 2005, cuando el entonces jefe de Gobierno Jorge Tellerman cedió los terrenos ubicados en la calle Humboldt entre Padilla y Camargo por medio de la Ley 1643. Siete años después, la Legislatura porteña aprobaba la Ley 4270 mediante la cual entregaba el predio en comodato a Atlanta, con el objetivo de ampliar la sede social y construir un miniestadio cultural y deportivo. Aún así, una parcela de tierra quedaba todavía en manos del Gobierno porteño. En contrapartida, le exigía al club construir una escuela, un centro cultural y un espacio verde.

“Ellos interpretaron de esa ley que se podía construir un estadio cubierto, cuando en verdad nunca los autorizó” explica Jonathan Valdivieso, abogado de la causa a favor de los vecinos.

En 2014, la empresa Lugones Center S.A., a cargo de Miguel José Mancini, recibió un crédito del Banco Ciudad por 100 millones de pesos para encarar la edificación del microestadio. Pero un año después, ya comenzada la obra, se desplomó un techo. Desde ese momento, el proyecto quedó parado y la constructora desapareció. Como huella, dejó un pequeño elefante blanco en el corazón del barrio bohemio.

Es en el año 2017 cuando el Grupo La Nación se introduce en la escena. Según Valdivieso, la empresa exigió al Gobierno mayor seguridad jurídica y una nueva ley que estipulara explícitamente una sesión del terreno por 40 años, la autorización para construir un microestadio, exenciones impositivas y del ABL y un compromiso oficial de mantenimiento y conservación de sumideros. Para llevar adelante la construcción, además, era necesaria una reforma del Código de Planeamiento Urbano.

“Para esta clase de edificaciones son necesarios permisos ambientales de los más rigurosos, ya que tienen un impacto más elevado que el resto”, explica Valdivieso y agrega: “La Legislatura aprobó esta construcción sin ningún tipo de examen sobre la obra. La firma que planificó la obra tampoco hizo esos exámenes y consiguió los permisos de un impacto ambiental leve”.

Según la Ley 6/98 de la Legislatura, una vez aprobados los permisos ambientales, es necesaria una audiencia pública para corroborar la conformidad de los afectados por la obra. “Esta consulta jamás sucedió”, detalla Valdivieso.

“Ellos interpretaron de esa ley que se podía construir un estadio cubierto, cuando en verdad nunca los autorizó” explica Jonathan Valdivieso, abogado de la causa a favor de los vecinos.

Fuerza Vecinal

Valdivieso presentó un recurso de amparo en el Juzgado Nº 10 en lo Contencioso Administrativo a cargo del juez Aurelio Ammirato. Una vez finalizada la feria judicial debería resolverse el pedido de medida cautelar. “Nuestra idea es declarar nulos esos permisos ambientales otorgados y posteriormente suspender la obra”, apunta Valdivieso. “Nosotros peleamos por un ambiente saludable dentro de nuestra vida urbana”, finaliza.

Mora Arauz, coordinadora de la Fundación Ciudad, completa: “Nuestro vínculo es para con el derecho de la gente a discutir su calidad de vida y los problemas ambientales que los rodean. Hay temor de los vecinos a realizar cualquier acción legal, por eso nosotros estamos para ayudarlos y representarlos. Y acá es claro, es totalmente ilegal lo que se ha hecho. Contamos con la ventaja de que hay una gran masa de vecinos organizados”.

Según la institución, ambientalmente se generará un caudal de tránsito inviable para el barrio, acompañado de excesivo ruido que impactaría directamente en la vida cotidiana de los vecinos.

“Nuestra idea es declarar nulos esos permisos ambientales otorgados y posteriormente suspender la obra”, apunta Valdivieso.

Arquitectura en disputa

Los vecinos de Villa Crespo necesitaron de asesoramiento arquitectónico y urbanístico para comprender la situación que los absorbía y para tomar conocimiento académico del caso. Por eso, el Observatorio del Derecho Ciudad analizó el caso en detalle y subrayó las irregularidades.

“El desarrollo de la ciudad a partir de la inversión privada es algo que ha dominado la sociedad y a los gobiernos. Tiene que ver con un excedente de capital que se materializa en inversión de bienes raíces”, señaló el urbanista Silvio Schachter, colaborador del Observatorio. “La lógica patrimonialista es algo que ha nacido con la Argentina misma –argumenta-. La propiedad está vista como un bien de valor privado, de cambio, y no como un bien de uso con valor social, un usufructo de tierras del Estado por parte de particulares”.

El Estado se ha transformado, con el correr de los años, en el principal vendedor de suelo urbano para uso privado. Esto se conecta,  según Schachter, con la idea de concebir a Buenos Aires como una ciudad de la cultura y del espectáculo, tratando de emular a ciudades como Londres o Paris: “La ciudad no tiene el patrimonio antropológico que puede tener alguna localidad de Mesoamérica. Entonces lo que se vende es la idea de la vida nocturna, el espectáculo, que está muy ligado a la idea del mainstream globalizado” explica Silvio.

En sintonía con esta idea, la ciudad encuentra en Atlanta un lugar ideal.  “Las grandes ciudades del mundo, tienen su propio estadio cubierto y eso les da ese status. Por eso Buenos Aires busca imitarlo”.

La educación sobre la mesa

La educación sobre la mesa

Restaurante y Parrilla Don Battaglia es una cooperativa de trabajo gestada tras la quiebra del grupo OJA. La historia fue contada hace pocos días en este espacio: el 9 de febrero de 2013 los compañeros de Battaglia toman el local tras la quiebra, pasan varios días durmiendo allí hasta que consiguen la matrícula habilitante, y se constituyen como cooperativa. El año pasado decidieron otorgar a sus trabajadores la posibilidad de cursar un bachillerato allí mismo para poder terminar sus estudios.

La historia se remonta al vínculo territorial que tiene la Cooperativa Don Battaglia con otras organizaciones del barrio de Villa Crespo, reunidas en la Mesa Territorial de Cooperativas (METECO) de la Comuna 15,  que reúne 14 cooperativas y organiza talleres y actividades, incluido un campeonato de fútbol que se disputa desde 2016.

Agostina Betes es referente de bachilleratos e integrante de la Comisión de Educación de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Además milita en el Movimiento Popular La Dignidad, organización que cuenta con el Bachillerato Popular Villa Crespo que funciona de noche en el Club Atlanta. “Decidimos participar del torneo de fútbol, donde se cruzan laburantes de la cooperativa Battaglia con profesores y estudiantes de nuestro bachillerato -cuenta-. Allí, como producto de esas comuniones que genera el deporte, los laburantes comentan que no terminaron el secundario pero sus horarios laborales no les permiten estudiar.” Significaba todo un reto para la gente del bachillerato: “Lo planeamos durante un año, porque para nosotros significaba un gran esfuerzo armar un bachi de la nada”, agrega Agostina.

Hasta que, continúa ella, “una tarde de lluvia llegó acompañada por Esteban (otro compañero docente) a la primera reunión para ver como armábamos el bachillerato. Nos sentamos con algunos de los trabajadores, que en ese momento eran todos hombres”. A partir de ese momento comenzaron a ponerse de acuerdo y decidieron que la mejor opción era hacerlo de martes a jueves en el horario intermedio, entre los dos horarios de trabajo de los trabajadores del restaurante, de mañana de 11 a 15 y el de tarde de 20 a 24. Así fue que a principios de abril del año pasado arrancaron las clases de 16 a 19.

Pensaron en un módulo de tres años, aunque aquellos que tienen estudios previos pueden cursar uno o dos años. Agostina cuenta orgullosa que son “la única experiencia de La Dignidad que funciona dentro de una cooperativa con trabajadores. Es también el único bachi de La Dignidad que funciona en turno tarde, cuando todos funcionan por la noche. Es una experiencia totalmente diferente”.

Laura, nueva profesora, escucha la charla introductoria del ciclo lectivo 2018.

Los seis bachilleratos de La Dignidad otorgan títulos oficiales.

El otro profe que se acaba de sumar al proyecto es Enzo Scargiali. Sostiene que los trabajadores “tienen la necesidad de estudiar y trabajar especificidades propias de su tarea cotidiana. Porque con realizar su labor no alcanza: hay que llevarles herramientas para poder trabajar, reflexionar y seguir construyendo la cooperativa.”

Las materias que se dictan son: Salud Social, Economía Popular, Historia, Matemática con Orientación Contable, Prácticas del Lenguaje y Teoría Política. Son alrededor de 12 estudiantes,  la mayoría trabajadores de la cooperativa, pero hay algunos que vienen de afuera.

“Tenemos boletines, en los cuales no ponemos notas, lo que damos son devoluciones por escrito, donde analizamos el proceso educativo durante todo el cuatrimestre, y a su vez los alumnos nos dan su devolución sobre nuestro desempeño”, explica Enzo.

Experiencias

Joaquín entró porque vio un cartel en la entrada de Battaglia. Y Beatriz leyó en la calle un afiche del Bachillerato Villa Crespo, pero le resultaba muy tarde terminar de cursar en Atlanta a las 10 de la noche para recién entonces volver a Devoto. Por eso optó por estudiar en el restorán cooperativo.

María Salto, en tanto,  trabaja en el turno noche en el Hospital Italiano, y quiso inscribirse en el Bachillerato de Villa Crespo con el ciclo lectivo ya iniciado: “Me dijeron que no había vacantes. Justo me crucé con un compañero del hospital. Me dijo que podía hablar con alguien que podría ubicarme. Eso me dio esperanzas, dejé todos mis datos y un día me llegó un mensaje de texto. Me avisaban que tenían un lugar y que me acercara a Battaglia”, recuerda. María ya está cursando el segundo año, y asegura que tiene “excelentes compañeros, el lugar es acogedor, estamos todo el tiempo a pesar del cansancio y las dificultades que todos acumulamos. Los profes lo hacen muy llevadero”.

Los chicos y chicas del bachillerato tienen ganas de hablar. Cuentan que tienen un compañero de más de 60 años, o que hay chicos que vienen a cursar en su día de franco. Las materias les hacen ver las cosas de otra manera: destacan la importancia de ponerse en el lugar del otro. En este sentido, María afirma: “Salgo de acá y me voy a trabajar, duermo muy poco. Estoy totalmente agradecida a los profesores, el año pasado llegaba a clases y por momentos me dormía. La voluntad, el empeño, el trabajo en conjunto te llevan a seguir por más”.

Grupo de estudiantes y profesores sonríen a cámara con el pizarrón detrás.

Los 12 estudiantes reciben sus clases en el restorán entre las 16 y las 19 horas.

¿Educar para qué?

Los bachilleratos de La Dignidad surgen en 2007, están reconocidos por el Estado, otorgan títulos oficiales pero los educadores y las educadoras no cobran salario docente. En la actualidad se dictan seis. “Queríamos conservar la autonomía de decisión y la posición respecto de nuestro propio espacio de construcción político-pedagógica. Nosotros hacemos los bachis porque entendemos que la transformación social se da en muchos aspectos, y uno de ellos es la educación”, remarca Agostina.  Se trata de construir colectivamente espacios desde los cuales cuestionar la mirada hegemónica de la sociedad. Por eso se trata de formar “ya no individuos sino seres sociales emancipados. Estos espacios en el fondo tienen una razón política de ser”, cierra.

Tanto Enzo como Agostina coinciden en que no se trata de reemplazar al Estado; por el contrario aclaran que “el nuestro es un lugar inclusivo. Nosotros somos las clases populares organizadas para autogestionarse la educación. Entendemos que el Estado debería garantizar el derecho a la formación de todos y todas, pero la educación del sistema capitalista sólo forma individuos oprimidos: nuestra educación tiene otro objetivo que es liberarnos”.