La crisis llegó a Boston

La crisis llegó a Boston

«Fueron 300 policías para desalojar a dos personas que hacían una guardia. Nos sacaron
como a narcotraficantes», denunciaron los trabajadores que tomaban el local de la
tradicional confitería Boston -en la zona de Varese de la ciudad balnearia de Mar del Plata-, tras el abandono empresario. El desalojo se produjo en la madrugada del miércoles y
estuvo a cargo de efectivos de la Policía bonaerense.

Los trabajadores de la Boston llevan más de 200 días de lucha en los que intentaron -y
siguen intentando- mantener sus fuentes de trabajo. “Señores clientes, los hermanos
Lotero nos adeudan los salarios”, avisaba un cartel. Esa es la razón por la que dos locales
de la Boston permanecieron tomados por sus trabajadores.
 
La confitería había sido fundada en 1958 por Fernando Álvarez y Miguel Potrone. Si bien
llegó a contar con seis locales distribuidos por toda la ciudad, hasta el desalojo sólo
quedaban tres: el de Varese, el de la calle Buenos Aires y el de avenida Constitución.
 
En noviembre de 2016, los fundadores vendieron la empresa a los hermanos Pablo y Juan
Manuel Lotero y a un empresario austríaco. “Dijeron que iban a abrir más locales. Pero en
un año y cinco meses cerraron dos”, cuenta Alejandra Blanco, trabajadora de la sucursal
de Varese, en diálogo con ANCCOM.
 
“Ya veníamos con dos meses atrasados de obra social y aportes cuando se vendió la
empresa”, dice Blanco. Y continúa: “De ahí en más nunca cobramos un sueldo entero.
Llegamos a cobrar en cinco cuotas. Fuimos accediendo porque no queríamos perder el
trabajo”.
 
La primera retención de tareas fue en marzo de 2018 por falta de pago de salarios. Una
conciliación obligatoria dictada por el Ministerio de Trabajo de la provincia de Buenos
Aires obligó a los trabajadores a retomar sus actividades. La segunda retención fue en
abril. Esta vez por tiempo indeterminado.
 
Frente a esta situación, los dueños de la Boston realizaron una denuncia a los
trabajadores, y hubo despidos por usurpación. La causa finalmente fue archivada. “Fuimos
a hablar con la jueza y a demostrar que esto era una toma pacífica porque nosotros no
cobrábamos”, recuerda Blanco.

Si bien probaron que no era usurpación de los locales, no pudieron garantizar mantener la
lucha en ellos. El 26 de diciembre pasado fue el primer intento de desalojo del local de
Varese. Gracias a la presencia de sindicatos y organizaciones sociales pudieron frenarlo,
pero finalmente se concretó en enero, durante una madrugada en la que dos trabajadores
hacían guardia.
 
El otro local tomado por los trabajadores, el de la calle Buenos Aires, también tiene
pedido de desalojo, pero su situación no es la misma y aun la toma continúa. Pertenece a
Pastelera Tecomar, firma detrás de Confiterías Boston. En cambio, el de Varese pertenece
a una persona particular, que lo alquilaba a los Lotero, y por eso su desalojo también era
inminente.
 
Como parte de la medida los trabajadores de la Boston venden sus tradicionales
medialunas con café a voluntad a quienes quieran colaborar con el fondo de lucha.
También agregaron facturas, budines y bebidas. Todo a precios accesibles. A los clientes
se los atiende en la puerta. Adentro del local es todo penumbras. Ordenado y limpio,
como para recibir gente, pero sin esa posibilidad. En Varese habían ubicado unas mesitas
en la calle para el que quisiera. Hoy, con una única sucursal en manos de los trabajadores
que sólo puede vender productos para llevar.  
 
Ninguno de los hornos está habilitado para ser usado. Por eso, los mismos trabajadores
despedidos cocinan en la sede del sindicato de pasteleros de Mar del Plata. Con lo
recaudado recuperan la materia prima y compran lo que les hace falta. Lo sobrante, va a
un “pozo”. “Una vez por semana las ganancias se dividen entre los que estamos”, explica
Blanco.
 
Empezaron siendo ochenta familias involucradas. Hoy quedan 26 trabajadores, catorce del
local de Varese. “Algunos consiguieron trabajo. Entre ellos, algunos siguen en la lucha.
Otros se abrieron y siguen solo con la parte legal”, dice Blanco.
 
En un principio, quienes fueron por su café y medialunas a la Boston también pudieron
dejar su firma para colaborar con el que era el proyecto de sus trabajadores: convertir la
empresa en una cooperativa. En el último tiempo, sobre todo a partir de los pedidos de
desalojo, ya no se veían las planillas.
 
Más que como objetivo, Blanco lo ve como un “sueño”. “No sigue en pie. Para tener
cooperativa necesitás un aval que nosotros no tenemos. Hace siete meses que no
cobramos un sueldo. No tenemos capital”, explica.
 
Se dice también que una cadena de cafeterías de Mar del Plata está interesada en alquilar
el local frente a la costa, pero los trabajadores de la Boston no lo ven como solución. “Una
persona vino al local a verlo. Dijo que no había hablado de la cantidad de personas que
tomaría. De producirse eso, no sabemos si quedaríamos los catorce”, cuenta Blanco.

Hace tiempo que Mar del Plata está dentro de las ciudades con mayor índice de
desocupación del país. En el último informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos
(INDEC), de diciembre de 2018, el número ascendió al 11,8 por ciento. “La situación del
trabajo es terrible. Es tremendo ver los negocios cerrados”, dice Blanco.
 
Pero también agrega: “En el caso de la Boston los dueños se aprovecharon, vaciaron la
empresa. Se hacían 350 mil pesos de caja por día. Si mañana abre, está lleno”. Según ella
es así porque “Boston es Mar del Plata”.
 
Tal vez por la particular situación de la ciudad o por el foco que tiene durante la
temporada, varios políticos visitaron Mar del Plata de cara a las elecciones de octubre.
Algunos se hicieron presentes en la Boston. Otros prestaron su apoyo también durante el
año.
 
Pero por más que sea una ayuda, Blanco no lo ve como una solución en el largo plazo.
“Los políticos han colaborado, pero esto es un conflicto privado. Se tiene que solucionar
por medio de las leyes”, explica. Y agrega: “El público apoyó en todo. La parte judicial no
nos ayuda. Necesitás llevar la comida todos los días a tu casa. En cambio, la Justicia se
maneja en días hábiles. Los tiempos de la Justicia no van con los tiempos de los
trabajadores”.

El ajuste llega a Telefe

El ajuste llega a Telefe

A las 10 de la mañana 12 trabajadores de Telefe que realizan sus tareas en el edificio ubicado en la avenida Sir Alexander Fleming al 1101, en la ciudad de Martínez, fueron comunicados de su desvinculación del canal. En consecuencia, el Sindicato Argentino de Televisión (SATSAID) llamó al cese de actividades y programación durante todo el viernes y un paro de dos horas por turno para el sábado.

Los afectados pertenecen a los sectores de electricidad, mantenimiento electrónico, producción, promoción, posproducción y edición. Se trata de diez trabajadores que se encontraban bajo el convenio colectivo de trabajo de SATSAID y dos por fuera, según aseguró Daniel Márquez, delegado de Telefe para el sindicato.

“Comenzando un día normal de trabajo, una serie de compañeros de diferentes sectores fueron llamados a la oficina de recursos humanos y por medio de un escribano se  enteraron de la situación”, detalla Márquez.

Desde temprano, SATSAID se estableció en la puerta del canal y en horas de la tarde los trabajadores de Telefe aguardarán lo que suceda en la reunión entre la Secretaría de Trabajo, Empleo y Seguridad Social y el sindicato. De acuerdo a Daniel Cueto, delegado también de los trabajadores del canal, lo más probable es que la institución dicte la conciliación obligatoria.

Es por esto que el plan de lucha se establece como un estado de asamblea permanente para comunicar y mantener al tanto a los trabajadores de su situación. El comunicado emitido por SATSAID este viernes por la mañana reclama por la inmediata reincorporación de los empleados afectados, al igual que comunica que se ha realizado la denuncia  correspondiente a la Secretaría de Trabajo,

Empleo y Seguridad Social de la Nación, que aún no ha manifestado de manera oficial al respecto. Mientras tanto, el canal emitió un comunicado que detalla: “Lamentablemente el
día 4 de enero hemos desvinculado a 10 personas de nuestra nómina, dado que corresponden a posiciones que, en relación con las nuevas dinámicas de la industria, ya no son requeridas actualmente”.

La crisis cala hasta los huesos

La crisis cala hasta los huesos

“Huesitos” transita por el undécimo año de su existencia tras haber sido recuperada por los trabajadores. Un camino que no fue fácil ni lo es aún, ya que por la situación económica en la actualidad sus máquinas funcionan solo dos días a la semana en el edificio ubicado en Salcedo 470, Wilde.

La Cooperativa de Trabajo Huesitos Wilde Ltda., que se dedica a la fabricación de entretenimientos para mascotas, está integrada por ex obreros de Starpet S.A. y se constituyó como respuesta a la quiebra que en 2006 dejó sin empleo a 180 personas.

La firma Starpet S.A. había desembarcado en la localidad de Avellaneda en 1996 y llegó a emplear a más de 200 personas. Se dedicaba exclusivamente a la fabricación y exportación de huesos de cuero vacuno. Diez años después, la compañía presentó inesperadamente la quiebra. Los motivos del conflicto aún no están claros para los trabajadores: «Aparentemente fue un problema interno con los socios que estaban radicados en Estados Unidos», cuenta Mary Chávez, secretaria y socia fundadora de la cooperativa. Pero para Marcelo, esposo de Chávez y encargado de la comercialización, “se dejó de exportar por diversos motivos. Según la empresa, se les quitó los beneficios que le daba el Estado, y así dejó de ser negocio para los empresarios y se fueron”.

Frente a la quiebra, “la gente del Sindicato de Obreros Curtidores decidió no hacer nada y la fábrica fue vaciada en su gran totalidad, se llevaron hasta los inodoros», recuerda Chávez, aún asombrado. Asimismo, indica que la idea de nuclearse en una cooperativa de trabajo nació de la mano de Joaquín Escobar, Director General de Economía Social y Solidaria de la Municipalidad de Avellaneda: “Él nos ayudó, nos brindó información de cómo era una cooperativa, cómo se formaba. Porque nosotros, hasta ese entonces, veníamos, trabajábamos, cobrábamos nuestro sueldo, y nos íbamos. O sea: cero experiencia en administrar”. De esta forma, a fines de enero de 2007, se reunieron 33 personas y armaron Huesitos Wilde que comenzó a funcionar de manera autogestionada el 18 de octubre de ese año.

Actualmente, la empresa cuenta con 30 trabajadores y es presidida por Marcelo Quiroga. La fábrica se divide en dos sectores, uno artesanal, donde se producen los huesos de cuero crudo vacuno anudados; y otro industrial, que elabora palitos para perros hechos de cuero molido y almidón. El edificio ocupa una superficie de 4.490 metros cuadrados y está compuesto por tres pabellones con pisos de cemento y techos de chapa de zinc deterioradas.

El taller dispone de una decena de mesas de trabajo pero solo una se encuentra operando. Parado junto a ella, Walter empaqueta palitos para perros. Es uno de los asociados más antiguos y relata que aprendió el oficio de armado de huesos en 1989 y nunca más trabajó en otra cosa. Hoy instruye a cinco armadoras que tiene a su cargo. “Antes, se exportaba bastante. Se alcanzó a sacar 30 containers en un mes, ahora no hacemos ni uno y había 96 armadores, ahora somos diez”, rememora. Además, reconoce que “está medio jodido el tema de laburo porque no hay ventas. Los palitos se venden pero los huesos están complicados, lo que más afecta es el tema del dólar”. Los aumentos en la materia prima que necesita Huesitos son constantes: “Los que te venden el cuero te lo venden en dólares, entonces los costos al día de hoy son tan variables que es imposible cubrirlos”, detalla Marcelo Chávez.

Chávez fue supervisor en Starpet S.A. y renunció antes de la quiebra, pero volvió en 2009 cuando Huesitos comenzaba a dar sus primeros pasos como fábrica recuperada. “Hace seis años fue una época buena por desgracias ajenas, dos fábricas cerraron y teníamos muchos encargues de esos clientes. Además, había un buen poder adquisitivo por lo cual teníamos buena demanda”. Pero el panorama se empezó a complicar a partir de 2015. Chávez explica que se trata de un sector de la industria que tradicionalmente exporta sus productos y por eso, “en el mercado interno no le vendés a nadie, porque no es un producto de primera necesidad. Vos antes de gastar 30 pesos en un hueso le comprás un kilo de Dogui al perro”.

Suba del dólar, caída de la demanda, y aumento de tarifas crean un cóctel fatal para la cooperativa, que se ve obligada a reducir jornadas de labor. “Nosotros trabajamos con gas envasado y ha aumentado en un corto tiempo un 80 por ciento”, dice la secretaria de la cooperativa. Sin embargo, la empresa sufre más el impacto de la caída de las ventas. Con una facturación mensual que ronda los 200 mil pesos solo están trabajando dos días a la semana y no llegan a vender esa producción: “El problema es que en la actualidad no hay mucha plata y al no tener una espalda financiera tenés que trabajar con el día a día. Eso genera que no se llegue a vender toda la producción y se frena la entrada de materia prima. Tenemos que parar porque no tenemos los recursos para seguir trabajando”, puntualiza Marcelo.

Pese a la delicada situación que vive Huesitos, su secretaria afirma que por el momento ninguna de las 30 fuentes laborales está en riesgo, así como no pierde la esperanza al afirmar que “en lo inmediato, la idea es vender más para poder producir más y seguir manteniéndonos, porque realmente en la Argentina no conseguís laburo. Si esto se va a pique no hay otra posibilidad de trabajo, más para gente como nosotros que solo tenemos estudios básicos. La situación es crítica”.

Muchas causas, un solo grito: “¡Basta!”

Muchas causas, un solo grito: “¡Basta!”

Adjudicar el motivo de la marcha a un reclamo particular parecía en principio insuficiente. Porque lo que caracterizó a la movilización que reunió a medio millón de personas en la Plaza de Mayo fue la variedad de causas, distintas entre sí. Pero, al final de cuentas, todas esas causas confluían en un motivo común: la política de ajuste, endeudamiento y represión a la protesta social ejercida sin descanso por el gobierno de Cambiemos.

Este lunes, mientras el presidente Mauricio Macri intentaba reinstalar -en una versión aggiornada- las relaciones carnales de Carlos Menem, en Nueva York, miles de trabajadores y trabajadoras gritaron “basta”. “Basta de despidos, basta de ajuste, basta de hambre, basta de Fondo Monetario Internacional”. Docentes, camioneros, periodistas, industriales y bancarios ingresaron por las calles aledañas y se acercaron al escenario conformando un todo heterogéneo al compás de los cantos populares: ¡Unidad de los trabajadores, y al que no le gusta se jode, se jode!.

Durante la mañana, la CTA Autónoma de Ricardo Peidro llevó a cabo un piquete en el Puente Pueyrredón de Avellaneda y desde allí la columna marchó hacia la Plaza donde tendría lugar, a las 15, el acto central que funcionó como antesala al paro general por 36 horas convocado por la CTA y de 24 horas convocado por la CGT.

A al acto de protesta se sumaron la CTA de Pablo Micheli, la CTA de los Trabajadores de Hugo Yasky, el sindicato de Camioneros de Hugo Moyano, SUTEBA, Trabajadores de Prensa y diversas organizaciones sociales como la Corriente Clasista y Combativa (CCC), la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), el Frente Darío Santillán y Barrios de Pie, entre otras. Ciudadanos y ciudadanas independientes también se hicieron presentes para reclamar por sus derechos.

Elvira está sola, agita la bandera argentina y cuenta que tiene miedo de no poder pagar el alquiler: “Soy jubilada y con la mínima hoy en día es imposible pagar todas las cuentas, alquilar y que te sobre algo para comer”. A su lado, un docente de SUTEBA le ofrece una botella de agua y se suma al descontento: “La problemática docente es gravísima, es uno de los sectores más castigados. ¿Cómo no vamos a venir? Primero murieron Sandra y Rubén en la escuela de Moreno, después torturaron a una compañera que servía un plato de comida a los chicos. Lo mínimo que podemos hacer es venir a esta plaza y dar cuenta de un reclamo que pertenece al conjunto de la clase trabajadora”.

Cerca de las 16, desde el escenario, el Secretario General de la CTA, Hugo Yasky, dio comienzo al acto: “La Ciudad está llena de columnas de trabajadores y trabajadoras de distintos gremios, de distintas centrales sindicales y de movimientos sociales que tienen algo en común: la conciencia de saber que tenemos que estar más unidos que nunca. Es la primera vez que somos capaces de convocar con esta amplitud y no va a ser la última vez. El paro le va a mostrar al mundo la foto de un país que le dice no al FMI”.

La unión de distintas facciones de trabajadores –rasgo fundamental de la marcha— estuvo a la vista en todo momento. En las calles linderas a la Plaza, cientos de agentes de tránsito desplegaron el operativo impulsado por el Gobierno porteño para ordenar los vehículos y fogonear la idea de que los cortes de calle hacen que transitar la ciudad se vuelva un caos. Sin embargo, hacia el final de la jornada, una escena concreta puso en evidencia la magnitud de la protesta: dos empleados de tránsito abandonaron su tarea, se sumaron a la lucha y cantaron con ganas el himno de Charly García. Probablemente comprendieron la inutilidad de alimentar ese mito que pretende transformar, a la vista de la opinión pública, la lucha política en meras complicaciones de tránsito. De cara al cuarto paro general desde que asumió Mauricio Macri, y en medio de un contexto de crisis, pareciera que cada vez son menos los que se atreven a usar el argumento de que de una lado están los usuarios y del otro “los vagos”.

A las 17.30, la desconcentración llevó tiempo y los transportes públicos hicieron los últimos recorridos antes de parar por completo las actividades a partir de las 20. Con gran adhesión, el paro general hizo de Buenos Aires un verdadero desierto.

Mil ollas cocinando la bronca

Mil ollas cocinando la bronca

Muchas personas reunidas y en el medio dos mujeres sirviendo comida.

40.000 personas se movilizaron para expresar el rechazo al “plan de hambre y miseria del FMI”.

Como preludio del paro nacional convocado por la CGT para el 25 del corriente, organizaciones sociales que nuclean a trabajadores y trabajadoras de la economía popular, a desocupados y precarizados, desarrollaron hoy una Jornada Nacional de Lucha. Con epicentro en la Ciudad de Buenos Aires, organizaron más de mil ollas populares para exigirle al gobierno nacional y a los provinciales provinciales que “frenen el ajuste”.

Convocada, entre otras, por la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), Barrios de Pie, el Movimiento Evita, la Corriente Clasista Combativa (CCC), el Frente Popular Darío Santillán (FPDS) y el Frente de Organizaciones en Lucha (FOL), la jornada convocó a más de 40.000 personas en el cruce de las avenidas porteñas 9 de Julio y Av. de Mayo para expresar el rechazo al “plan de hambre y miseria del FMI”.

En diálogo con ANCCOM, Marianela Navarro, delegada del FOL, expresó: “Nos movilizamos para reclamar en contra del aumento del hambre y en contra del acuerdo con el FMI, porque entendemos que la actual política económica nos está llevando a la exclusión y a la más profunda miseria. Dicho acuerdo no sólo garantiza una mayor explotación laboral sino que va a generar más pobreza en nuestro pueblo y más endeudamiento”.

Una mujer y junto a ella un hombre comiendo con una cuchara.

Trabajadores de la economía popular y desocupados organizaron más de mil ollas populares para exigir al gobierno el freno del ajuste.

La movilización en el centro porteño y los cortes de ruta desplegados en diferentes puntos del país se enmarcan en el inicio del plan de lucha que impulsa el sector, con el fin de lograr no sólo que se detengan las medidas económicas de ajustes y tarifazos, sino también para exigir el tratamiento de las cinco leyes que el sector impulsa: la de Emergencia Alimentaria, la de Infraestructura Social, la de Agricultura Familiar, la de Integración Urbana y la de Emergencia en Adicciones. Asimismo, para dar respuesta urgente a la visible fragilidad social, también reclamaron por el aumento y ampliación de todos los programas de empleo.

Para “parar el ajuste en las calles” -como reza la consigna que empuja a los movimientos sociales-, el plan de lucha continuará la semana que viene con movilizaciones a las empresas eléctricas, con la intención de conseguir nuevas tarifas de servicios públicos, acordes a los ingresos que perciben los y las trabajadoras de las cooperativas.