«Las cosas en el país serían muy diferentes si la dictadura no se hubiera llevado lo mejor de esa generación»

«Las cosas en el país serían muy diferentes si la dictadura no se hubiera llevado lo mejor de esa generación»

En una nueva audiencia virtual del juicio por los crímenes cometidos en el Pozo de Banfield, el Pozo de Quilmes y la Brigada de Investigaciones de Lanús declararon los testigos Silvia Cavecchia, compañera de detención de Miguel Ángel Calvo en el Centro Clandestino La Cacha, quien le relató su paso por el Pozo de Banfield mientras compartieron cautiverio; Yamil Robert, hermano de Norma Robert, detenida en Pozo de Quilmes; y Norberto Borzi, hermano de Oscar, detenido en la Brigada de Lanús. Tanto Miguel Ángel Calvo como Oscar Borzi permanecen desaparecidos.

La primera testigo en prestar declaración fue Silvia Cavecchia, secuestrada el 1° de marzo de 1977, junto a otros dos compañeros, en Formosa capital. Pasados 25 días de cautiverio, Silvia fue trasladada por vía aérea a la provincia de Buenos Aires. “Nos llevan en una avioneta que manejaba un piloto, un copiloto y tres asientos en los que íbamos nosotros, esposados en el asiento de atrás” y agregó: “Un Ford Falcón venía al encuentro, lo vimos por la ventanilla. Nos bajan y nos meten a los tres en un baúl”. De esta manera, la testigo relató su llegada al Centro Candestino de Detención La Cacha, ubicado en la ciudad de La Plata, donde padeció un interrogatorio seguido de torturas. Luego del tormento, Silvia fue llevada a un sótano con otra gente, donde alguien le indicó: “No tengas miedo, ya pasaste lo peor, destabicate”. A pesar del terror, la testigo narró que consiguió quitarse la venda de los ojos y reconoció en esa voz a Miguel Ángel Calvo. Silvia Cavecchia estructuró su testimonio alrededor de la figura de Miguel Ángel. Lo describió como una persona que resultó fundamental durante el período de detención, de quien recordó que obraba “siempre apostando a hacernos reír un poco a todos los que estábamos atados a camastros en el piso” y sentenció: “La parte humana, la encontré ahí con él”. La testigo relató que el piso de aquel sótano se encontraba lleno de cables sueltos que “Cachito” Calvo desarmaba para armar figuras con los alambres pelados, que luego regalaba a sus compañeros de cautiverio. Asimismo, Calvo era quien se ubicaba frente a la escalera del sótano y alertaba acerca de la presencia de los guardias.

A diferencia de las torturas que Miguel Ángel Calvo refirió a su compañera haber sufrido en el Pozo de Banfield, en La Cacha “nunca se lo habían llevado para interrogarlo, nunca le pegaron” y asegura Silvia que pensó que él “era una persona que ya salía”. Luego de algunos días, aconteció un “traslado” en el que se llevaron a todas las personas que estaban en cautiverio con Silvia en el sótano. La testigo puntualizó que tomó conciencia cabal de que “Cachito” Calvo no había salido en libertad a partir de una conversación que ella tuvo con un carcelero que le hizo una seña con la mano, y le alertó sobre el destino de su compañero: “Yo siempre lo interpreté como que «se fue en un avión y lo tiraron»”.

Finalizando su testimonio, Cavecchia exigió “Justicia, Verdad y cárcel a los genocidas”.

El segundo testigo en declarar fue Yamil Robert, hermano menor de Norma Robert, quien permaneció secuestrada en el Pozo de Quilmes a partir del 15 de octubre de 1976. Acerca de su hermana Norma, el testigo contó que, previo a su secuestro, ella residía en la ciudad de La Plata, donde estudiaba Arquitectura y convivía con su marido, Miguel Ángel Andreu. “Mi cuñado sale un día de la casa, desaparece y hasta el día de hoy no sabemos nada de él”, señaló Robert, haciendo referencia al secuestro de Andreu, semanas antes de la desaparición de su esposa. A partir de este hecho, Norma retornó a la casa de sus padres en la ciudad de Carhué, al interior de la provincia de Buenos Aires. Pasado un tiempo, el testigo narró las circunstancias en que se produjo el secuestro de su hermana: “Un sábado a la tardecita, casi noche, mi padre está parado afuera en la puerta de la casa, donde para un auto color negro y preguntan si era la casa de Robert”. Yamil describió que, sin mediación de la violencia, “se bajaron 4 hombres armados pidiendo por Norma”. De acuerdo con el testimonio, los hombres subieron a la hermana mayor de los Robert al auto negro para tomarle declaración, prometiendo dejarla pronto en libertad: “La sentaron atrás, entre medio de los dos policías. Parte el auto, y nunca más tuvimos noticias de Norma”.

A partir de la desaparición de Norma Robert, el testigo subrayó que su padre hizo “todo lo que estuvo al alcance de un padre para recuperar a la hija”, llevando adelante una búsqueda infructuosa durante el período de dictadura. “Mis padres murieron sabiendo que algo le había sucedido [a Norma], con la esperanza de que apareciera viva”. Yamil Robert completó que los restos de Norma fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense en una fosa común en el cementerio de San Martín, luego de que sus hermanas prestaran una prueba de ADN. El testigo refirió la dificultad personal que le significó atravesar el proceso de recuperación del cuerpo de su hermana: “Me llevó más de un año, hasta que un día junto con mi señora y mi hijo fuimos y retiramos el cuerpo de Norma en Buenos Aires”. Asimismo, confesó que el momento de reconocer los restos de su hermana fue “un momento muy difícil” y agregó que “tenía un tiro en el cráneo”.

El último testigo de la jornada fue Norberto Borzi, hermano de Oscar Isidro Borzi, secuestrado el 30 de abril de 1977 en la Brigada de Investigaciones de Lanús, centro clandestino de detención conocido como “El Infierno”. Norberto narró la noche del secuestro de su hermano a través de las palabras de su cuñada, Ada Miozzi, y sus tres sobrinos pequeños, Ernesto, Luis y Juan Manuel, quienes se encontraban junto a él en aquel momento. Indicó que un grupo de tareas que se identificó como “fuerzas conjuntas del Ejército y la Policía” se presentó en el domicilio de “Cacho” Borzi a las dos de la mañana. Durante el ingreso, lastimaron a Oscar en el pecho con un arma y empujaron contra la pared a Juan Manuel, su hijo de entonces tres años. El testigo manifestó que se montó un operativo de gran infraestructura para el secuestro de su hermano, y que los perpetradores permanecieron en la casa durante muchas horas: “Los chicos cuentan la forma en que lo golpeaban, que lo torturaban a su papá, que buscaban cosas en la casa. Así fue que robaron todo lo que había de valor”. Asimismo, Norberto explicó que a su cuñada la obligaron a cocinarles durante todo el tiempo en que estuvieron en el domicilio, “desde las dos de la mañana hasta aproximadamente las 7 de la tarde, que llegó el entonces jefe de Policía, Ramón Camps, junto a Miguel Etchecolatz y al médico Jorge Antonio Bergés”. 

A partir de esta circunstancia, el testigo sostuvo que el grupo de tareas intentaba apropiarse de los hijos de “Cacho” Borzi y Ada Miozzi. De acuerdo al relato, Jorge Bergés -ex médico de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, imputado en la causa por sustracción de niños, entre otros delitos- insinuó que Ernesto y Luis eran demasiado mayores para llevárselos, pero cuando intentaron apartar a Juan Manuel “su mamá lo abraza, se niega y les dice que el nene está enfermo del corazón”; por esta razón, los secuestradores desisten de esa apropiación y amenazan a Ada con “volver a buscarla”. Norberto finalizó el relato de aquella noche explicando que los secuestradores de su hermano lo subieron a un Ford Falcon y le indicaron a su familia “que lo miren, porque es la última vez que lo van a ver”. Posteriormente, a partir de testimonios de otras personas, los familiares de Oscar Borzi se enteraron de que permaneció cautivo en la Brigada de Investigaciones de Lanús. 

Oscar Isidro Borzi permanece desaparecido, estado sobre el que su hermano puntualizó que “uno a la muerte se acostumbra”, para agregar “a mí se me murió mi viejo y también fue terrible. Pero yo sé dónde están mis viejos, dónde está el cuerpo de mi viejo, yo sé qué pasó con mi viejo” y sentencia: “Con mi hermano no pasó eso”.

Sobre el final de su declaración, Norberto Borzi indicó que el secuestro de Oscar desintegró a su familia: “A partir de que se llevan a Cacho se terminó la alegría en mi casa. Ya no disfrutamos fiestas, ya no disfrutamos las reuniones familiares”. Asimismo, el testigo declaró sobre su presente que “por pensar de maneras diferentes respecto de la misma cosa, yo no tengo trato hoy con los hijos de mi hermano y con la esposa de mi hermano. Cosa que a mí me hace mucho daño” y agregó: “Esto que yo cuento de mi familia lo sé por tener trato con familiares de otros desaparecidos, y ha pasado en muchísimas familias. Y no estoy hablando de peleas por dinero o por propiedades”. En consecuencia, acerca de la última dictadura en Argentina, Norberto concluye que “este proceso militar, que nos gobernó durante todo ese tiempo, no solamente provocó males o atrasos en lo económico, sino que además provocó un daño terrible a la sociedad. No solamente en lo cultural, sino en todo sentido, porque hay familias desmembradas, porque fueron todos sus miembros desaparecidos”. En perspectiva, Norberto Borzi cierra su testimonio: “Soy un convencido de que se han llevado lo mejor de esa generación, y yo creo que las cosas en el país hubieran sido muy diferentes de no haber ocurrido esto”.

Un argentino acusado por crímenes de lesa humanidad, refugiado en Israel

Un argentino acusado por crímenes de lesa humanidad, refugiado en Israel

Acusado de cometer crímenes de lesa humanidad y prófugo de la justicia argentina, Teodoro Gauto vive en Haifa, al norte de Israel, bajo el nombre de Yossef Karmel. A pesar de las denuncias del periodista argentino Sergio Shlomo Slutzky en 2015 y de una orden de captura emitida por la Interpol, el exintegrante del centro clandestino platense “La Cacha” goza de plena ciudadanía en el país que aún se niega a extraditarlo.

En febrero del año 2003, Gauto y su familia se instalaron en Israel gracias a las posibilidades migratorias que el país ofrece a través de su Ley de Retorno. Esta legislación otorga ciudadanía a los miembros de la comunidad judía dispersos por el mundo en necesidad de residencia. Sin embargo, la falta de investigación sobre el pasado de Gauto llevó a que recibiera ciudadanía y ayuda económica del Estado a pesar de las acusaciones que lo comprometen.

Mientras sus compañeros son juzgados y condenados en el juicio por el CDC «La cacha», Anibal Gauto disfruta de su libertad.

“A principios del 2011, a medida que avanzaban los juicios contra las personas implicadas en La Cacha se pidió interrogarlo y se dieron cuenta que él no estaba en Argentina”, explica a ANCCOM el periodista argentino radicado en Israel Shlomo Slutzky. Su familiaridad con la causa yace en el pedido de justicia por su primo, el médico Samuel Slutzky, que fue, según testigos, torturado en el centro clandestino en el que Gauto trabajó. Samuel aún permanece desaparecido.

Cuando Slutzky descubrió que uno de los acusados y potenciales responsables del destino de su primo vivía a kilómetros de él con una nueva identidad, decidió contratar a alguien para investigarlo. El fruto de sus averiguaciones derivó en una nota que se emitió en el programa Mabat Sheni el 19 de febrero de 2015 en la televisión local israelí. En el programa, Gauto reconoce –con ciertos matices- que integró el Batallón de Inteligencia 601.

Si bien intenta minimizar su accionar al aclarar que su trabajo se reducía a confeccionar carpetas con datos, esta información significaba una “sentencia de muerte” para quien estuviera en esa lista, según Slutzky. “No tengo ni tuve ideología”, niega Gauto en la entrevista telefónica que concedió al periodista. “Tenía 20 años, me interesaba tener el auto nuevo, la pilcha nueva y esas boludeces. Por eso entré a trabajar ahí”.

Cartel con una imagen de Gauto impresa y con la solicitud de información ofreciendo recompensa para poder encontrarlo.

En la misma conversación telefónica, Gauto confiesa: «Mientras yo esté en este país y medianamente pueda estirar el tema, es decir, jugar con el tema de que no hay extradición, seguiré acá. Si yo voy a Argentina y me presento me van a encerrar en un calabozo y yo, obviamente, no estoy preparado para eso».

Esta especulación nace de una paradoja burocrática que entorpece la quita de ciudadanía del argentino prófugo. Al respecto, Slutzky aclara que “el problema es que no hay acuerdos de extradición entre los países. Desde el Ministerio de Justicia me explicaron que si fuese requerido para ser juzgado, Israel lo entregaría. Pero ahí está lo que yo llamo La trampa Gauto: en Argentina no puede llevarse a juicio a alguien que no fue investigado previamente”.

Esto permitió a Gauto vivir en libertad por 14 años y, bajo su nueva identidad, entablar relaciones en Israel al ocultar su pasado. Un ejemplo de estas relaciones es el de Ricardo Jramoy, que en la nota producida por Slutzky explica: “Hablábamos de nuestro pasado en Argentina y nuestras historias pero siempre hasta ahí. Entonces me daba sospecha”.

Slutzky lidera la batalla pública y judicial para quitarle a Gauto la ciudadana ganada por engaño y extraditarlo a Argentina.

A su vez, Shlomo Slutzky descubrió otro crimen que compromete al ex oficinista de “La Cacha”: “Descubrí, además, que fuera de las cuestiones de Derechos Humanos, Gauto se venía escapando de una orden de captura por estafa al BCRA desde 1998”. Al pasar por alto este dato, Israel desacató la orden de captura que emitió Interpol en el 2003 a causa de la defraudación de fondos efectuada por Gauto.

Si bien este pedido caducó en el año 2009, es otra prueba de la ilegalidad de la que el represor se valió para ingresar a Israel. Dicha situación irregular fue reconocida una vez que Slutzky elevó el reclamo a la Suprema Corte de Justicia, apelación que él mismo firmó como denunciante.

Slutzky concluye: “Decidí esperar. Mis compañeros querían llevar a cabo escraches, pero yo siempre preferí mantenerme en la vía judicial”.  La espera de Shlomo se dilatará hasta el 10 junio de 2018. Hasta entonces, la Suprema Corte de Justicia de Israel ordenó que el Ministro del Interior revise el caso y tome, finalmente, una decisión.

 

Actualizado 17/01/2018