Un libro sonoro

Un libro sonoro

Experiencias desde la comunicación comunitaria y sugerencias para nuevas creaciones se recopilan en «Poscat. El podcast después del podcast», el libro de Ernesto lamas y Gastón Montells que se presenta el miércoles 6 de diciembre en FM La Tribu.

Poscat. El podcast después del podcast es un registro abierto que tematiza el formato sonoro y la comunicación comunitaria desde diversas experiencias en Argentina y Latinoamérica. El libro es el resultado de una seguidilla de seminarios que llevan el mismo nombre, dictados por Gastón Montells y Ernesto Lamas, autores y compiladores, que empezaron el proyecto en 2020 y que continúa hasta hoy. “En un contexto tan singular como ha sido la pandemia, el podcast funcionó como una especie de fogón digital que, con distintos husos horarios y desde distintos territorios, nos agrupó a conversar”, contó Montells en una entrevista para ANCCOM.

“El libro documenta reflexiones sobre la comunicación comunitaria alternativa y las narrativas artísticas sonoras de manera colectiva. Es una especie de itinerario de cuaderno, la imaginamos así.” La edición fue ideada cuidadosamente y ningún detalle gráfico queda suelto. De la mano del estudio de diseño El Fantasma de Heredia, las páginas fueron intervenidas con garabatos, palabras subrayadas, se sumaron anécdotas compinches, frases filosóficas e imágenes imponentes. “Le queríamos dar a la impresión gráfica el ritmo y los atributos de la oralidad. Desde su concepción el libro habilita a intervenirlo”, marcas que registran algo de eso volátil e íntimo que pasa en una conversación con uno mismo o con otros.

Gastón Montells y Ernesto Lamas –que se conocen hace 30 años– escribieron “el libro de sus sueños”. Como no querían ninguna restricción externa, decidieron inagurar su propia editorial: El nombre del Mar ediciones, y estrenaron allí su primera publicación.

El libro viene a llenar un espacio vacío en la literatura sobre el tema, habilitando la conversación sobre una historia que es reciente pero importante. “Queríamos poner mucho énfasis en los podcast pensados para los proyectos comunitarios, desde la comunicación alternativa. Habilitar la pregunta por la voz pública de muchos sectores subalternos que no llegan a los medios hegemónicos: ¿cómo pueden hacer para contar historias?”, planteó Lamas.

 El libro consta de tres partes que emulan el recorrido de los talleres, privilegiado espacio de producción colectiva. En la primera parte, “Cuadernos desde el mar”, se reúnen conceptos y perspectivas inéditos que son el resultado de investigaciones y la experiencia de los autores. Son “paisajes conceptuales”, como explicó Montells, porque “tienen una gran raíz pero son inacabados, en permanente transformación”.

En “Anotaciones desde los territorios de la oralidad” se hace referencia a proyectos y experiencias dignas de ser amplificadas, entre ellas Las Raras podcast, La Voladora Radio, Vokaribe.mp3. Además, se puede encontrar una parte técnica, con ejes a tener en cuenta al producir un podcast, consejos, softwares de producción, plataformas y bibliotecas, e incluso un listado de fondos de fomento para todos aquellos que se aventuren a producir una pieza artística.

Por último, en “Voces desde la indisciplina” aparecen otros y otras autoras que ilustran cómo a partir del podcast se pueden visibilizar temáticas y perspectivas relacionadas al género, a la vida en situación de encierro, la discapacidad, la cancelación y el escrache virtual, entre otros.

Para los autores, “en la creación y los sentidos elaborados del libro hay una cantidad muy grande de personas que participaron de manera muy diversa, más de 40 referentes de radio comunitarias de América Latina, integrantes de más de 200 organizaciones populares de Argentina, estudiantes de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, tanto de los seminarios que hemos dado como de las clases de Taller 3. Hay una autoridad de sentido ahí colectiva que es, para nosotros, muy conmovedora”.

En relación al formato, Lamas afirmó: “Si se autopercibe podcast, es podcast”. Se trata de un formato novedoso, pero a su vez antiguo. Si bien empezó en 2004, pasó mucho tiempo hasta que se consolidó. Su boom durante la pandemia popularizó su producción, tanto desde medios masivos como desde pequeños productores que se lanzaron a probarlo. Si bien tiene algunas de las características de la radio, la relación entre estos formatos es de solidaridad mutua. “La oralidad de siempre aparece relanzada de modos singulares en todo una ingeniería artefactos digitales, de medios, pero también de procesos domésticos. Queremos que el libro sea inspirador para movilizar otras iniciativas creativas”.

El primer podcast de Argentina se hizo en FM La Tribu cuando Montells era su director. Es una radio que empezó en 1989 como un proyecto de estudiantes de la Carrera de Comunicación, entre los que estaba Ernesto Lamas, y con el paso del tiempo se fue profesionalizando hasta crear una empresa sin fines de lucro. “Durante el período de dirección de Gastón, con una necesidad de amplificar la radio, creamos un sitio de podcasting donde subíamos audios que nos parecían tenían que perdurar en el tiempo, esa era la lógica”, contó Lamas. El 17 de julio de 2005 se estrenó el primer podcast que arrancaba contundente: “La tecnología sirve para decirle al mundo que no estamos de acuerdo”.

Los primeros podcast eran más bien musicales, poéticos, con algunas frases. “Después empezamos a hacer cosas más de investigación con un tema concreto, por ejemplo “Made in Bajo Flores” que investigaba la explotación de la empresa CyA en los talleres textiles”, recordó Montells. Es uno de los primeros podcasts argentinos realizado por un medio comunitario, que además recibió el premio internacional: Nuevo Periodismo de La Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).

 

El libro será presentado el miércoles 6 de diciembre a las 18.30hs en el auditorio de FM La Tribu (Lambaré 873).

MoCaSE, 30 años de resistencia por la tierra

MoCaSE, 30 años de resistencia por la tierra

El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MoCaSE) celebra, este martes 4 de agosto, su 30° aniversario: tres décadas de organización, de resistencia por las tierras que les pertenecen y de recuperación cultural e histórica, cosechando en el camino los derechos desde siempre negados. “El MoCaSE nació a raíz de los problemas de tierras, las detenciones, las represiones que eran cada vez más alevosas, en las que la misma policía actuaba de esa forma para favorecer al empresariado. Ante la impunidad que había, nos organizamos”, afirma Deolinda Carrizo, autoproclamada campesina e indígena, que para aquel entonces era tan sólo una niña. Con evidentes logros a celebrar, reclamos históricos aún sin saldar y amenazas que, aún con el mundo paralizado, acechan a las familias, este aniversario encuentra a campesinos y campesinas, pueblos indígenas y pescadores artesanales aunando sus fuerzas para que la salida de la crisis sea apostando por la soberanía alimentaria y una reforma agraria integral y popular.

Santiago del Estero es una de las tres provincias con los índices de pobreza más altos del territorio argentino. De los casi 912 mil habitantes, la población campesina es cercana al 40 por ciento y son numerosas las poblaciones originarias que habitan en la provincia: Tonocoté, Vilela, Lule-vilela, Guaycurú, Sanavirón y Quechua. Los paisajes que se pintan en cada punto del territorio distan enormemente unos de otros. En la profundidad del monte adentro, los árboles centenarios, altísimos, son las huellas de una cultura gestada desde las raíces mismas de la historia americana, talada y vuelta a crecer, una y otra vez.

Las vistas de los viejos gauchos criollos hoy en día son sólo accesibles, como tantas otras verdades y saberes, a través del relato. Si bien la flora, la fauna y el desarrollo de la vida humana en todas sus dimensiones ha sido desdibujada durante largos siglos, en los últimos 35 años los desmontes, talas y deforestaciones, especialmente para el cultivo industrial de soja transgénica, ha cambiado dramáticamente la biodiversidad y el ecosistema rural, provocando una incipiente desertificación, el empobrecimiento de la vegetación, y produciendo el vertiginoso despoblamiento de los montes.

La aplicación de políticas neoliberales durante la década del noventa y el rol cada vez más influyente del agronegocio en la economía nacional, sumado a las fuertes crisis vivenciadas en aquellos años, tuvieron consecuencias críticas en las condiciones de vida del campesinado santiagueño. Las innovaciones tecnológicas y el desarrollo de la agroindustria fueron haciendo posibles los avances de las empresas transnacionales sobre las tierras nacionales que día a día aumentaban su valor y cuyas ganancias eran usurpadas todas por las empresas.

Aquellos caminos ásperos que penetraban los montes -algunos, de hecho, imposibles de transitar- empezaron a ver llegar las inversiones en mejoramiento que durante años el campesinado supo reclamar: lejos de ser en su beneficio, las pasarelas eran montadas para que un sinfín de topadoras desfilaran por los caminos de los territorios con la orden de desmontar para luego plantar soja. Es en los lazos que se entretejieron resistiendo a tales embates es que surge el MoCaSE.

Hoy Deolinda Carrizo es una de las referentes del Movimiento. “El objetivo era ser la voz del campesino y las campesinas, ser el instrumento o la herramienta con la cual presentarse ante las autoridades de la provincia o de lo que fuera para dialogar sobre la cuestión en conflicto –recuerda-. Cuando nos empezamos a organizar vimos que había otros procesos tanto a nivel nacional como en Latinoamérica. En 1997 nos incorporamos a la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC), que es el rostro de la Vía Campesina en América Latina y el Caribe”. Desde allí, dan fuerza a sus históricas banderas de lucha: la Soberanía Alimentaria y la Reforma Agraria, mamadas desde los inicios y construidas día a día en un proceso consciente de recuperación identitaria.

“Cuando hablamos de Reforma Agraria no nos referimos a la clásica, sino a una integral y popular, concebida desde la práctica misma de los pueblos campesinos, indígenas y pescadores artesanales, que ha ido tomando cada vez más fuerza” asegura la referente y agrega: “Hablamos de una vuelta al campo, de ese proceso político de retorno a la tierra para generar una matriz productiva de alimentos variados, sanos y accesibles para los pueblos y cuidando la madre tierra. La vuelta al campo es fundamental para garantizar la soberanía alimentaria: su corazón late con las semillas nativas, criollas, en mano de los pueblos”.

“Venimos trabajando en la propuesta de Soberanía Alimentaria, en respuesta a las políticas neoliberales que los organismos internacionales como la Organización Mundial del Comercio (OMC), Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional (FMI) y transnacionales, y a su término de seguridad alimentaria que promovían con la revolución verde, imponiendo la explotación de la tierra, a través de monocultivos y agrotóxicos en manos de transnacionales como Syngenta, Bayer-Monsanto, Dupont y otras. La Soberanía Alimentaria es hoy una estrategia reconocida en la FAO para terminar con el hambre en el mundo”, redactan desde el Movimiento en una carta recientemente publicada a partir de lo acontecido con la cerealera Vicentin. Deolinda Carrizo afirma que esto último “ha abonado más la discusión que ya se viene dando desde diferentes espacios. Ha habido una madurez social en cuanto a la discusión de la soberanía alimentaria”.

Red de radios

Además de la ardua lucha por sus tierras, su identidad y su memoria, como fruto de su proyecto político y su militancia han concretado enormes proyectos -que también suponen la conquista de derechos arrancados- como una universidad propia, una escuela agroecológica, la gestión de seis radios, congresos multitudinarios y pasantías con estudiantes de distintas universidades.

Ernesto Lamas, comunicador, docente y uno de los fundadores de FM La Tribu, dialoga con ANCCOM acerca de la experiencia que supuso la creación de la red de radios del MoCaSE, de la cual fueron parte desde el colectivo de la radio porteña. “Ellos se habían planteado como un desafío el tema de la comunicación: contar con medios propios. Las pocas veces que aparecían en medios siempre era o con una nota que los estigmatizaba o con temas de violencia en los que los hacían aparecer como usurpadores de tierra. Tenían muy poco espacio en medios de comunicación provincial, ni que hablar en los nacionales”.

Guiados por el deseo y la necesidad de alzar sus voces históricamente silenciadas, empezaron a trabajar en conjunto para FM del Monte, la primera radio del movimiento, situada en Quimilí. La primera emisión fue en 2003; durante los años subsiguientes se pusieron al aire cinco radios más. “La red de radios es un gran ejemplo de cómo el ejercicio del derecho humano a la comunicación se pone en práctica –afirma Lamas-. Esa idea de que todos pueden recibir, buscar y difundir información en este caso se llevó a la práctica, incluso antes de la vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual”.

Sin dudas exclamar y denunciar al aire lo que muchos prefieren mantener en los márgenes y pelear un lugar dentro de un ecosistema de medios fuertemente concentrado requiere una enorme persistencia y valentía. En este sentido, el comunicador entiende que “el hecho de que las radios comunitarias hayan sobrevivido a estos cuatro años de vaciamiento del Estado y de políticas públicas de desguace de la ley, demuestra la capacidad, la resistencia y la legitimidad que tienen como medios. Yo creo que son una expresión clara de la necesidad y el derecho que tienen las comunidades a tener una voz propia que visibilice otras agendas y también son una demostración de por qué es importante que el Estado garantice en parte su funcionamiento, porque está demostrado que la concentración de medios es achicar la democracia”.

Educación popular y formación política

En consonancia con esta necesidad de reivindicar las raíces campesinas e indígenas surgen los espacios formativos del MoCaSE, desde los cuales se busca recuperar desde la educación la experiencia y la memoria ancestral que se va perdiendo por el desarraigo producido en el bombardeo cultural actual. Inspirados en las enseñanzas de los viejos sabios del monte, como Raymundo Gómez y Tito Ravelo -dos íconos de las comunidades santiagueñas-, desde el Movimiento entienden que el pensamiento y el saber es un arma peligrosa para los intereses capitalistas.

En agosto de 2007 se inició en Quimilí la Escuela de Agroecología, donde se promueve la construcción de saberes horizontales, en un constante intercambio entre el campo y la ciudad, pero revalorizando los conocimientos propios, desde antaño deslegitimados. “Es una escuela con sistema de alternancia: una semana estamos en la escuela, las otras tres semanas en las comunidades campesinas, desde donde se debe acompañar el proceso escolar de los y las estudiantes”, cuenta Carrizo. Rompiendo con las bases y condiciones de la educación bancaria, en la escuela de Quimilí se aprende y lleva a la práctica la apicultura, la producción animal, carpintería, huerta, hilados y tejidos, energías renovables, entre otros saberes.

“Además, hicimos un relevamiento y nos encontramos con que muchos jóvenes tenían ganas de estudiar si tuvieran la oportunidad. Muchos de los chicos que terminaban la escuela no se iban a estudiar porque era inaccesible para la mayoría”. Se inauguró en agosto de 2013 la Universidad Campesina “Suri” (Sistemas Universitarios Rurales Indocampesinos), espacio de constitución y fortalecimiento del campesinado como sujeto político, económico y cultural. Entre otras tecnicaturas ya en ejercicio, en julio del corriente año dieron inicio, junto al Instituto de Estudios Psicosociales de Córdoba «Dr. Enrique Pichón Riviere», a la Escuela de Psicología Social y Popular de la Universidad Campesina Suri.

En esta búsqueda de posicionamiento y legitimación como Movimiento de Campesinos y Campesinas, la referente afirma que “nosotras nos definimos feministas, entendiendo que no se trata de un solo feminismo: consideramos que así como hay una diversidad de pueblos y culturas, también hay de feminismos. En la lucha por la tierra siempre hemos estado presentes, desde las más viejas a las más jóvenes. Y presentes no de sólo de escucha, sino haciendo las carpas, las ollas, lo que se tenga que hacer en el marco de la resistencia y la lucha campesina. Somos feministas campesinas, populares y comunitarias porque nos encontramos junto con otras mujeres en una lucha común contra el patriarcado, contra el capitalismo y el agronegocio”.

En un contexto en el que el medio ambiente y la salud intiman a la sociedad entera a aplicar cambios drásticos y urgentes, las premisas históricamente anunciadas -mucho antes de que la “onda verde” se ponga de moda- retumban con fuerza desde monte adentro. Se trata de “volver al campo. Volver al reencuentro con semillas y sistemas productivos comunitarios, agroecológicos que garanticen la salud de la población, el intercambio de conocimientos, saberes, genética, descomprimir las grandes ciudades, terminar con el hambre, la pobreza, las desigualdades sociales y de género, construir un país más justo. Ojalá -concluye Carrizo- se de una política de vuelta al campo, para fortalecer el arraigo y caminar hacia el horizonte de la soberanía alimentaria”.

En los recuerdos de Don Tito, el brujo del monte, se recupera siempre a un ser mítico de la cultura gauchesca: Sacháyoj, “el Señor del Bosque”, quien cuida y vela por cada uno de los elementos de la Madre Tierra. Es una representación de la naturaleza del Gran Chaco: quien lo respeta obtiene beneficios, quien no lo hace luego sufre las consecuencias. Inspirados en el Sacháyoj, durante estos últimos 30 años las y los campesinos organizados en el MoCaSE han sido –y son- los guardianes terrenales de lo más sagrado frente a las amenazas constantes de las topadoras inanimadas. El devenir de los acontecimientos devela, una vez más, la importancia radical de su resistencia.