“Lo único que pretendíamos era cambiar la realidad del país”

“Lo único que pretendíamos era cambiar la realidad del país”

Entre 1979 y 1980 Montoneros llevó adelante la operación conocida como Contraofensiva que implicaba reagrupar militantes exiliados en diferentes países para retornar a la Argentina y formar parte de la resistencia contra la dictadura cívico-militar. El Tribunal Oral Federal Nº 4 de San Martín juzga a nueve militares, ex integrantes del Servicio de Inteligencia del Ejército por secuestrar, torturar y asesinar a 94 personas que participaron de esa operación.

La audiencia, plagada de inconvenientes ligados con la transmisión y la señal de internet, comenzó poco antes de las 10:30 con el testimonio virtual de Graciela Franzen, desde Misiones. La testigo fue militante de Montoneros y participó en la primera Contraofensiva. “Mi militancia fue gremial y política, pero nunca dejé la militancia barrial”, declaró al comienzo. En su familia no era la única dedicada a la política, su hermano mayor, Luis Arturo Franzen, fue un reconocido militante de Posadas asesinado durante la masacre de Margarita Belén, en Chaco.

La historia de su hermano y la suya se entrecruzan muchas veces. Luis Arturo Franzen era buscado por organizar una comisión para recuperar las tierras de Posadas que intentaban ser adueñadas por una gran inmobiliaria de la zona. Se refugió en Resistencia después de un allanamiento y en el año 1976 lo secuestraron. Al mismo tiempo allanaron su casa, obligando a Graciela Franzen a irse. “Le dije a mi mamá que la próxima iba a ser yo y me fui a las afueras del pueblo”, comentó.

Separada de su familia y lejos de su casa, Graciela Franzen fue secuestrada una madrugada en los montes donde, después de una persecución, lograron llevarla a la Casita de los Mártires, un lugar de tortura sin electricidad, donde la tuvieron un día y medio con picana eléctrica a batería. Ahí perdió la audición de un oído. “Cuando me empecé a desangrar me llevaron con un médico para que me curara y luego de una semana pasé a disposición del Poder Ejecutivo que me trasladó a la cárcel de Villa Devoto, donde pasé dos años”, contó. El derrotero de Franzen recién había comenzado para entonces y la prisión era la primera parada. 

“Me enteré de la masacre de Chaco en la cárcel, pero no sabía que mi hermano había estado ahí. Lo supe después, cuando mi mamá hizo el trámite para traer el cuerpo y enterrarlo acá”, explicó y reveló que hace poco tiempo se enteraron que el cuerpo enterrado no era el de Luis Arturo Franzen, sino el de un compañero militante. 

En 1978, el dictador Leopoldo Galtieri visitó la cárcel de Devoto e interrogó Franzen y a las otras compañeras presas, con quienes formó un gran lazo de amistad y solidaridad. “Me llevaron a un cuarto y me preguntaron dónde estaba mi hermano. Me dio tanta bronca e impotencia que les golpeé el escritorio y les grité que ellos lo habían asesinado”, siguió contando. Dos meses después la liberaron para exiliarse  en España. Se despidió a las apuradas de su familia, cinco minutos antes de abordar el avión y cuando llegó a España, siguió con la militancia y su búsqueda de independencia.

Durante su corta estadía en España trabajó como empleada doméstica del Embajador de Noruega. “Era una familia muy amorosa, comía con ellos siempre. Un día me preguntaron por qué estaba ahí y yo lo conté, porque es mi historia y no me avergüenza. Cuando los vi llorar entendí que hay cosas que nosotros habíamos naturalizado y que para el resto del mundo era una barbaridad”, expresó. Su recorrido aún no terminaba. Volvió a encontrarse con compañeros de la militancia de Montoneros con la posibilidad de retornar al país en el marco de la operación Contraofensiva. “Me despedí de mis compañeras con las que vivía y viajé a Madrid donde estuvimos semanas discutiendo sobre política y preparándonos para volver”, relató.

Salió de España con tres compañeros en 1979 rumbo al Líbano. “Fuimos a Damour, una ciudad bombardeada y estuvimos casi tres meses en una base palestina entrenando. Vivimos dos bombardeos y nos refugiamos debajo de una iglesia”, recordó. En Damour se enamoró de un palestino que le pidió que se quedara y se casara con ella. “Yo le dije que él tenía que luchar por la liberación de Palestina y yo por la de mi país, que quizá un día nos encontrábamos de nuevo. Nos despedimos en la ruta con un abrazo que aún siento hasta hoy”, recordó conmovida. 

El regreso a Argentina estuvo marcado de temores y violencias. Se alojó en un hotel donde una noche la buscaron tres personas vestidas de civil. “Mi primer pensamiento fue: otra vez la tortura, no. Me encerré en el baño e intenté cortarme las muñecas y el cuello con un cortapapeles”, expresó con mucha seguridad. Su larga faena terminó en una comisaría, encerrada durante tres días. “Un guardia joven me trajo una docena de medialunas y yo ya pensaba en racionarlas. Me decía si como tres por día puedo sobrevivir si no me dan comida”, admitió. Su mayor miedo era no aguantar la tortura y delatar a sus compañeros. “Para mí era muy importante cuidarnos entre todos. La segunda vez que me secuestraron sabía de casualidad dónde estaba Figereda, uno de los líderes y me preguntaban por él, pero me pude aguantar y no lo dije”, mencionó con alivio y orgullo.

Finalmente la liberaron y recorrió las casas de los pocos familiares que tenía en Buenos Aires, hasta que encontró un trabajo de empleada doméstica con cama adentro en Caballito. Sin embargo, los miedos no se iban y durante un viaje de fin de semana de la familia que la empleaba, Franzen le rogó a su vecina que la dejara dormir en su casa porque no quería irse a un hotel. “La primera noche la pasé en un hotel sin pegar un ojo. La segunda noche pude entrar a la casa donde trabajaba saltando la medianera de la vecina y como no tenía la llave de mi cuarto dormí en un hueco a la intemperie. Al otro día la vecina me alojó en su casa, porque se había sentido muy mal”; agregó recordando con cariño su solidaridad.

Mientras tanto la buscaban por todos lados. En Paraguay y en Argentina. Un pariente que pertenecía a Gendarmería estaba detrás de ella intentando rastrearla por todas las casas de familiares y la obligó a irse del país nuevamente. Pasó la frontera a Brasil en un taxi y por la ventana vio carteles con las caras de sus compañeros Montoneros, eran buscados en todos lados. “En Brasil viajé varios días hasta que encontré a un primo hermano de mi papá que vivía en un campo con vacas”, recordó. 

Se quedó allí durante cuatro años, moviéndose de casa en casa y trabajando como empleada en diferentes lugares. “A vece,s a algunas personas le contaba mi historia, a otras no, pero el desarraigo era muy grande, yo quería volver a mi patria. Soñaba todos los días con el regreso a mi casa”, agregó. En año 1983 se comunicó con su madre, a través de cartas le contó de las elecciones y ella rezó frente a la televisión en blanco y negro esperando el retorno de la democracia. “Ya estaba embarazada cuando volví, con mi documento de verdad y a mi casa de siempre, donde aún vivo”, finalizó con una sonrisa.

La historia de Graciela Franzen, con tres secuestros, dos desarraigos y diferentes identidades, marca una constante en la historia de la militancia durante la dictadura instaurada en 1976. Diego Menoyo, el segundo  testigo de la audiencia del jueves, también vivió una historia signada por el exilio, la lucha y la convicción. Oriundo de Córdoba, estudiaba Astronomía y Física en la universidad, era delegado de un curso de tan sólo cuatro alumnos. “Allanaron el departamento donde vivía mi novia buscándome a mí y la secuestraron a ella”, explicó para comenzar a contar cómo fue el derrotero de su vida. “Quedé en condición ilegal porque si me encontraban me iban a agarrar, entonces desde la organización se decidió que todos los que estábamos así fuéramos a Buenos Aires”, explicó. Su primera parada fue en la Ciudad durante tres meses y luego en Quilmes, donde conoció a su actual compañera, también militante. Juntos se comunicaron nuevamente con Montoneros y se trasladaron a Florencio Varela, donde trabajaron acompañando los reclamos barriales. 

“Mi responsable era un chico llamado Manolo que fue desaparecido junto a su mujer durante 1977 y ahí nos fuimos a una pensión a Mármol, porque sabíamos que nos buscaban a nosotros también”, recordó. Para enero de 1979 se exilian en Asunción, Paraguay. Las condiciones, creían Menoyo y su compañera, no estaban dadas para tener una discusión política que cambiara las cosas. “Pero aceptamos con la condición de volver cuando se pudiera”, especificó para dar a entender su compromiso político. Pasaron un mes en Asunción, viajaron a México y se conectaron con un compañero que los llevó a una casa donde, como Graciela Franzen, estuvo discutiendo política y estableciendo las bases para volver al país en el marco de la segunda operación Contraofensiva Montonera. “Creíamos que la dictadura se había agotado políticamente y no desconocíamos la situación de represión. La situación política hacía imperioso intervenir ya”, afirmó.

Viajaron a Cuernavaca para capacitarse en el manejo de aparatos de interferencia de radio y televisión, y luego de pasar una semana en España y tres en Lima, retornaron a Buenos Aires para establecerse en las zonas de Lomas de Zamora y Termperley. “No nos queríamos quedar en el exilio y volvimos para hacer transmisiones en Buenos Aires. Subíamos a edificios altos para que tuvieran más influencia y logramos hacer transmisiones más generales, grabadas por Firmenich y otras más locales, de la zona, que hacíamos nosotros mismos”, explicó. Otro de sus trabajos fue en una revista llamada Boletín Sindical que imprimían caseramente y la distribuían en las fábricas con la idea de encontrar la resistencia popular que ya se estaba gestado. “El pueblo estaba logrando, de alguna manera, tener herramientas para generarle conflictos a las patronales y al gobierno, y a ellos queríamos llegar”, agregó. “Se podría plantear si no éramos jóvenes suicidas, pero lo único que pretendíamos era cambiar la realidad del país y teníamos asesinos feroces en frente”; expresó Menoyo al final de su testimonio, agradeciendo el juicio en memoria de muchos compañeros desaparecidos. “Nunca nadie nos dio una orden que tuvimos que cumplir como si fuéramos soldaditos. Todo fue por una convicción política, con discusión y consenso entre nosotros, porque queríamos un país distinto”, concluyó.

¿Cómo funcionaba la inteligencia militar de la dictadura?

¿Cómo funcionaba la inteligencia militar de la dictadura?

La investigadora Stella Segado declaró en la causa conocida como «Contraofensiva montonera».

Entre 1979 y 1980 Montoneros llevó adelante la operación Contraofensiva delineada en 1978 por Roberto Perdía y Mario Firmenich, jefes de la organización. El plan consistió en reagrupar militantes exiliados de diferentes países que regresaron a la Argentina para formar parte de una campaña de resistencia contra el terrorismo de Estado y generar consenso social para que la dictadura cívico militar llegara a su fin. El Tribunal Oral Federal Nº 4 de San Martín juzga a nueve militares, ex integrantes del Servicio de Inteligencia del Ejército, que pertenecían a los batallones 201 y 601 con base en Campo de Mayo, por secuestrar, torturar y asesinar a 94 personas.

En la primera audiencia virtual del juicio, que comenzó cerca de las diez de la mañana, testificó Stella Segado, licenciada en Gestión de Políticas Públicas, especialista en Archivos y Derechos Humanos e investigadora del Archivo CONADEP de la entonces Subsecretaría de Derechos Humanos. Segado le explicó a las querellas, los defensores y los jueces el funcionamiento de la estructura de inteligencia militar durante los años 1976 y 1980 para poner en contexto el objeto del juicio y conocer cómo funcionaban los Batallones 201 y 601.

La investigadora explicó a qué se denomina “ciclo de inteligencia”, establecido a partir de las reglamentaciones de las Fuerzas Armadas vigentes entre 1973 y 1983: “Es un sistema que está conformado por distintas partes en contacto con, por lo menos, una de las otras partes, entendiendo un sistema como un conjunto de normas y procedimientos”, explicó al inicio. El trabajo en un archivo administrativo, dijo Segado, demuestra que hay documentación que es imposible de destruir, pese a los intentos de la dictadura de desaparecer todo lo relacionado a la inteligencia. “Una actuación de justicia militar, que se suele hacer por una herida de bala (de un oficial) en una operativo, forma parte de un legajo personal y no se puede eliminar porque de eso depende cobrar un seguro o demostrar que la herida fue en acto de servicio, cosas que tienen que ver con la carrera del personal. Trabajar en archivos administrativos es encontrar la huella que dejó la dictadura en este tipo de eventos dentro de los legajos personales”, expresó.

Durante la pandemia, las audiencias se realizan de manera virtual.

La exposición de Segado, que duró más de seis horas, estuvo basada, sobre todo, en dos reglamentaciones que enmarcaban la actividad de inteligencia durante la dictadura cívico-militar: el RC16-1 de Inteligencia Táctica, que antes de 1977 era de Inteligencia de Combate, y el RC16-1 de Unidades de Inteligencia. El cambio en el RC16-1 se dio a partir de, según dice el reglamento, los aprendizajes realizados en la lucha contra la subversión. A partir de esto, la testigo explicó todas las etapas de la actividad. La primera, de “Planificación”, en la que se elabora un plan con requerimientos de alta prioridad, es decir preguntas que deben ser respondidas con la búsqueda de información. Después se pasa a la “Búsqueda” y “Reunión de Información” a través de diversas fuentes, tanto abiertas (organismos públicos) como cerradas (infiltrados, por ejemplo). La siguiente instancia es la de “Procesamiento” en la que se analiza e interpreta información con un sistema de valores que clasifica la información y la fuente según su confiabilidad y veracidad.

Las últimas dos etapas eran la de “Interpretación” y “Elaboración”, en la que los analistas crean el producto real de inteligencia, generan el contexto y proveen de consejos. Su percepción general puede servir a la hora de tomar decisiones, y la “Difusión” en la que los órganos de Dirección y Ejecución remiten la información a los comandos. En general, hay una concordancia entre los niveles de inteligencia con los niveles de conducción, explicó Segado y agregó: “La conducción se encargaba de la planificación y la obtención de la información, porque eran las tareas a las que le daban mayor importancia. La elaboración e interpretación estaba dejado de lado para otras áreas de inteligencia”.

Dentro de los reglamentos estaban expresadas las acciones psicológicas que tenían que ver con disminuir la moral del “enemigo”, sostener la propia moral de la tropa y ganar la adhesión de la población indiferente y neutral. En relación a estas acciones, Segado dio un ejemplo: “En estos días de cuarentena vi un documental sobre el Plan Cóndor donde aparecía un recorte de diario que hablaba del asesinato de Noemí Molfino”, dijo haciendo referencia a la militante de Montoneros, desaparecida y asesinada en España. “Me comuniqué con la producción del documental y les pedí el recorte para verlo”, agregó, mostrando en una pantalla el documento que se adjuntó a su declaración. El titular refería a la aparición del cuerpo de Molfino en Madrid y desligaba la responsabilidad al Estado argentino y paraguayo por su muerte, al mismo tiempo que enfatizaba en el peligro que representaba la subversión.

Sostener la moral de la tropa hacía referencia a convencer que lo que se hacía era salvar a la patria, al mismo tiempo que intentaba interiorizar que las órdenes no se cuestionaban ni se preguntaba por sus razones. “Este deber de no saber es una cuestión discursiva que no tiene correlación con la realidad, porque es imposible creer que un jefe que lleva adelante una tarea no sepa qué está haciendo”, aclaró. También hizo referencia a los destacamentos 201 y 601 como unidades distintivas de otras, porque su especificidad era de inteligencia. Todo el personal que los integraba era AEI, es decir, personal con aptitud especial de inteligencia. Estos destacamentos respondían a la Jefatura II de Inteligencia del Estado Mayor General de Emergencia. 

El artículo periodístico que mostró Segado en la audiencia.

Sobre la contrainteligencia, Segado mencionó que se especializaba en oponerse a la inteligencia del adversario y neutralizar lo que éste planificó. “Había, por lo menos, sesenta grupos de tareas que se subdividían en partes, una analizaba la información, otra realizaba la investigación que buscaba obtener más información o nuevos blancos”, esclareció. Ante la pregunta sobre la competencia entre personal militar, Segado puntualizó: “Había una disputa entre la Armada y el Ejército, entre Massera y Videla, pero dentro de una unidad militar el jefe es el jefe y no había disputas. Las órdenes se cumplían y si no, había una sanción que les quitaba puntos para ascender.”

El sistema de inteligencia argentino tuvo algunas influencias del francés y las estrategias que utilizó contra Argelia, además de la Doctrina de Seguridad Nacional. “Fuimos pioneros, exportamos el modelo a otros países latinoamericanos, e incluso los oficiales del Batallón 601 dieron clases sobre inteligencia. Pude acceder a la reglamentación de El Salvador y era calcada a la nuestra», agregó Segado.

Las audiencias de Contraofensiva Montonera se llevarán a cabo de manera virtual los jueves de 9:30. La transmisión quedó a cargo del medio La Retaguardia, que lo emite en vivo por su canal de YouTube, algo novedoso en las audiencias testimoniales.

Escenas de teatro en la pandemia

Escenas de teatro en la pandemia

La pandemia del coronavirus se metió por la ventana y cambió todo lo que se conocía como “normal” hasta el momento. En este contexto, uno de los tantos sectores golpeados por la emergencia sanitaria es el artístico; la música, el teatro, el circo, entre otras expresiones. Las puertas del arte presencial se cerraron y, con ellas, las nuevas estrategias para sobrevivir a este momento se pusieron en marcha. ¿Cómo pensar un teatro sin cuerpo? ¿Un arte sin aura? ¿Inaugura una nueva época cultural o es una situación de emergencia en espera de abrir las puertas como siempre?

“Es difícil hacer futurología porque lo que más hay son preguntas, cómo hacer posible que se produzca teatralidad en este contexto”, planteó Ivanna Soto, editora en Revista Ñ, con un posgrado en Gestión Cultural y la carrera de Dirección Escénica de la Universidad Nacional de las Artes en curso. «Ya se está pensando un protocolo para seguir produciendo, enlazado con el reclamo por la emergencia cultural”, explicó. Es una propuesta tentativa para salir de este momento, que también se agrava porque la crisis económica impacta en esta emergencia cultural.

Parte de los que piensan cómo seguir haciendo teatro en este contexto se organizaron en el Profesores y profesoras independientes de teatro (PIT), una agrupación formada en cuarentena que empezó en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y rápidamente se replicó en todo el país. Lorena Vega, actriz, directora y docente, forma parte del PIT de CABA y, en conversación con ANCCOM, explicó cómo es el protocolo que quieren discutir con las autoridades: “Estamos intentando iniciar un diálogo con las autoridades de Cultura, tanto a nivel ciudad como nación para poner en discusión un protocolo. Queremos afinarlo para que pueda ser una herramienta para volver al trabajo cuando se flexibilice la cuarentena”.

El protocolo implica que el teatro se adapte al distanciamiento social como cualquier sector laboral: entrar con la distancia necesaria, que haya un lugar para dejar el calzado y no aglutinar los baños ni lugares comunes. También se planteó armar un diagrama para reacomodar la circulación de la gente, que las clases sean con menos personas y más cortas, y que en vez de ir a un teatro que quede más lejos, se pueda tener las clases con otro profesor en un teatro de una zona más cercana. 

El coronavirus no sólo hizo evidente la crisis sanitaria que podía ocurrir si había un colapso en la cantidad de contagios, sino que evidenció problemas estructurales en todos los ámbitos de la sociedad. “El sector viene golpeado desde antes de la pandemia y esto lo agudiza muchísimo, porque en los últimos años, sobre todo en CABA donde hay muchos teatros, y muchos independientes, hay demasiados actores y actrices y muy poco trabajo”, comentó Cristina Fridman, actriz y productora, integrante del mítico grupo teatral liderado por Claudio Gallardou “La Banda de la Risa”. Fridman plantea que esta situación puso en evidencia que la cultura tiene que ser tratada por los gobiernos de otra manera. A pesar de que el Ministerio de Cultura está dando subsidios para paliar la crisis, los actores y actrices que tienen grandes capacidades de ahorro, no son muchos. “Hay que pensar cómo hacer para que el sector no sea tan vulnerable, pandemia de por medio o no”, aseguró Firdman y enfatizó en lo necesario que se vuelve el arte en momentos como éstos para la salud. “Hay países, independientemente del color político del gobierno de turno, donde a la cultura la resguardan, porque es un patrimonio nacional que acá debería ser considerado parte de la canasta básica”, agregó.

En esta cuarentena, las plataformas de CINEAR, Teatrix y los vivos de Instagram donde los artistas hacen presentaciones “a la gorra virtual” se llenaron de visitas. La cultura es vital y necesaria y Fridman ve en eso una respuesta de la gente a la cultura que acude a ella en tiempos difíciles. “El virus paró a todos los teatros del mundo y puso en evidencia cómo el sector de la cultura está absolutamente desprotegido por las políticas (no) culturales. La presencia del Estado tiene que resguardar el patrimonio cultural del pueblo”, expresó, haciendo hincapié en lo que considera fundamental: poner sobre el tapete la política cultural, un consumo de primera necesidad que no se tiene que tocar nunca.

Entre las diferentes estrategias para sobrevivir económicamente, Fridman mencionó a los artistas solidarios, “un movimiento que se armó ahora para entregar bolsas de comida a actores y actrices que no tiene para comer” y expresó su preocupación por la gente del circo, que la cuarentena atrapó viviendo en carromatos y en lugares donde no tienen asegurado cómo resolver lo mínimo. Lorena Vega planteó la necesidad de ayudarse entre todos los que pertenecen al sector y a otros que también lo necesitan, con acciones como las del teatro independiente para apoyar a la organización social La Poderosa.

¿Cómo se configura un nuevo teatro de cuarentena? ¿Cuáles son las estrategias para seguir haciendo arte sin presencia? “Hay formas de pensar un cuerpo virtual, pero el teatro virtual es otra cosa. Una idea es pensar el uso del cuerpo virtual para una escena y otra hacer teatro por zoom”, aclaró Soto. La importancia reside en que este momento obliga a hacer las cosas de cierta manera, pero no por elección. “Es un teatro pensado desde la emergencia y la limitación, no es un teatro elegido”, agregó. El compromiso hacia la obra no es el mismo, según Soto, si se aprieta un botón desde casa y listo, que cuando se va al teatro. “Ver al actor en vivo es otra cosa, hay una comunión espacio-temporal que no se puede dejar de lado. Estamos ahí, aquí y ahora, el actor, yo y los otros espectadores, que no sólo compartimos el espacio real sino el tiempo y espacio que plantea la ficción”, puntualizó.

La presencia era un factor fundamental en el teatro y hoy se encuentra impedida. “La comunión de espectadores es imprescindible porque hay algo en la presencia que se produce ahí con el actor y los espectadores que no es igual. El teatro es completamente artesanal, no es lo mismo ver a los espectadores por zoom”, esclareció Soto. La estrategia es válida para los tiempos que corren, pero está pensada desde la limitación.

El Teatro Cervantes abrió una convocatoria para obras de teatro que se monten y filmen a teatro cerrado. Fue una estrategia buscada para dar trabajo en este momento a los trabajadores de la cultura. “También se está pidiendo que en los canales de aire vuelvan a pasar ficciones o películas nacionales para que, a través del SAGAR, la sociedad de derechos de intérpretes, el actor y actriz pueda cobrar algo”, agregó Firdman. El desafío sigue siendo el mismo, ¿cómo pensar en el teatro a futuro? En septiembre suelen empezar a planearse las funciones de verano y se ponen en marcha los ensayos, pero si el teatro aún está cerrado la duda es cómo poder planificar una actividad que aglutina tanta gente. “Este es el medio artístico más sensible, porque se hace entre personas que se tocan sin tener en cuenta un riesgo de contagio”, mencionó Soto. Pensar la creación desde el impedimento físico, que nunca estuvo antes, implica un desafío central.

“La creatividad es lo último que se debe perder, porque además siempre caracterizó al teatro argentino hacer desde la nada y así y todo hacerlo bien, pero el teatro no se debe convertir en eso”, advirtió Soto. En respuesta a esa necesidad están los protocolos que elevó el PIT al Ministerio de Cultura para volver a dar clases y hacer teatro con los cuidados requeridos. “Está bien en tiempos de crisis buscar otras alternativas, pero que esto no se convierta en la norma porque, también, hay mucha en situación de precariedad”, mencionó. En el mismo sentido, Lorena Vega alentó que se compartieran filmaciones de las obras, pero dejó en claro que se tratan de documentos. “Está buenísimo porque hay mucha demanda y también abre más posibilidades laborales, sobre todo para los que trabajan con equipos audiovisuales, pero considero que es un documento. Esta situación puso de manifiesto que documentar los trabajos y hacerlo bien también es importante”, declaró.  

El teatro va a seguir existiendo y repensándose continuamente, en espera de poder abrir sus puertas sin cuarentena, pero con protocolos de salud. “En Italia van a abrir los teatros en junio y es esperanzador”, mencionó Soto. Tener esa perspectiva de Italia, que es un país donde realmente se vivió la crisis del coronavirus, parece alentador. “Después hay que ganar la confianza del público para volver”, planteó, pero también aseguró que “no hay que subestimar la necesidad del público por el teatro y es evidente que va a volver a las salas porque confían en esa necesidad”.

Enseñar desde casa

Enseñar desde casa

El aula está vacía. No hay chicos charlando en la primera hora, sentados en los bancos escritos con los nombres de todxs los estudiantes que dejaron su huella. Tampoco hay profesores delante del aula, escribiendo en el pizarrón, debatiendo o resolviendo con sus estudiantes. Ni banderas argentinas que izar, ni campanas que indiquen el recreo. El tiempo parece haber quedado detenido; desplazado de los lugares comunes y haberse instalado en otra área que cobra mayor importancia: la casa. Los hogares se volvieron el terreno principal donde la vida ocurre y se reacomoda en medio de una pandemia. ¿Cómo hacen los docentes para continuar su vínculo con los chicxs en este contexto?, ¿cómo se replantea la educación cuando cumplir una currícula de contenidos se vuelve lo menos importante?

“Esta situación que estamos viviendo hay que definirla como excepcional y transitoria. Es un momento de profunda ruptura”, explicó Gabriel Brener, licenciado en Ciencias de la Educación, profesor de Enseñanza Primaria y especialista en Gestión y Conducción del Sistema Educativo. Nada de lo que está ocurriendo se parece a lo anterior, dice Brener, y lo que sería más paradójico es que prima la sensación de no volver a lo anterior, como si éste fuera un punto de inflexión. “Somos contemporáneos a un cambio de época”, aseguró Marcela Martínez, socióloga e investigadora en la Universidad de San Martín. En términos de la teoría social, explicó Martínez, este momento es un acontecimiento que inaugura nuevas condiciones de existencia; una nueva temporalidad de la que no hay muchos parámetros previos para compararla. En este contexto, las escuelas y los docentes tiene un rol fundamental para atravesar estos procesos.

Desigualdad y conectividad 

La virtualización de la educación cristaliza otras problemáticas que tienen que ver con las situaciones socioeconómicas de las familias, las oportunidades al acceso, a la conectividad, y las desigualdades materiales y simbólicas. “Hace poco terminó el gobierno de Mauricio Macri y el 50% de nuestra infancia y adolescencia está bajo el nivel de pobreza. Además, se suspendió el programa de entrega de notebooks Conectar Igualdad, entonces el costo es generacional y simbólico. Es cortarle las piernas a muchas personas que son nuestro futuro y supone desparramar de manera increíble desigualdades”, recordó Brener y aseguró: “Si no controlamos esto, nos resbalamos en ese sentido común clasemediero que se apropia de nuestra existencia a través de los medios de comunicación masiva”.

La Escuela N°5 de Barracas, en la Villa 21 24, se inauguró este año un poco a las apuradas y sin muchos recursos. No hay trayectorias educativas en la institución ni legajos que den cuenta de un recorrido con los estudiantes. “Estuvimos dos semanas para conocernos y tener un mínimo de información de las familias cuando nos agarró la pandemia”, contó Gonzalo Cabrera, maestro de cuarto grado. En un contexto de mucha vulnerabilidad lo importante es construir el vínculo con las familias. “Además, todas las plataformas virtuales son inviables acá. Lo único que encontramos como forma de comunicación fue el WhatsApp, donde mandamos archivos que se puedan descargar desde la aplicación y no consuman muchos datos ni sean pesados”, agregó.

Acceder a lo virtual es desigual según el barrio, la escuela y la familia, y la comunicación entre docentes se vuelve central para planificar y construir redes de solidaridad. “Del intercambio con otros maestros aprendemos un montón, porque lo que funcionó para alguien puede servirle a otro”, recalcó Cabrera, que también hizo especial hincapié en una falta de capacitación sobre cómo llevar adelante un proceso así por parte de los maestros. “Todo lo que llega del Ministerio es pura improvisación, muchas veces mal armado y a todo hay que adecuarlo a la escuela”, remarcó. Desde el barrio 21 24 se elevó un planteo conjunto de las cinco primarias para que, cuando las familias van a buscar los bolsones de comida, se les pueda dar un cuadernillo que cada docente prepara. “Es más fácil si ellos lo tienen en papel y yo los puedo guiar por Whatsapp. No es mucho lo que pedimos, son dos toners y resmas de papel”, reclamó.

“Los chicos también se van adaptando, tengo miedo de volverles un poco locos porque en un primer momento les dije que no me manden fotos, después que sí. Nos preguntamos todo el tiempo si le mandamos mucha tarea y consultamos con las familias. Yo les digo que estamos aprendiendo juntos, que nos vamos a equivocar y que está bien que pase”, contó Wenceslao Costa Díaz, profesor de Matemática y Ciencias Naturales en séptimo grado de la Escuela N° 19 Blas Parera, en Palermo. Costa Díaz encontró más alternativas para seguir en contacto con sus estudiantes, porque en su mayoría sus chicos no tienen tantos problemas de conectividad. “Armé un canal de YouTube para hacerles videos donde resuelvo los problemas que les doy de otras formas. Aun así, no quiero hacer una reunión por Zoom porque sé que hay algunos chicos que no tienen buena conexión y me parece injusto”, agregó.

Solana Camaño es co-coordinadora del Centro de Actividades Infantiles, un programa del Ministerio de Educación de la Ciudad, en la sede de la asociación civil Detrás de Todo, de la Villa 31 bis. El trabajo de las docentes en la organización es acompañar las trayectorias escolares de los chicos y llevar adelante talleres artísticos de música, pintura y plástica los sábados, y de educación sexual integral y derechos del niño para escuelas primarias. El barrio está muy colapsado con la telefonía móvil y la conectividad, y muchas familias no pueden acceder a los blogs de las escuelas. “Decidimos ayudar a sostener las tareas escolares y escuchar lo que les pasa a las familias, los chicos, las madres. Gestionamos la posibilidad de repartir viandas, que además tuvimos que gestionar nosotros, a raíz de iniciativas de familias fuera del barrio que cocinan para los pibes, porque el Ministerio no mandó más viandas para los sábados”, explicó Camaño. Las actividades que están haciendo desde el Centro cumplen más la función de sostén de enseñanza. Arman juegos, búsqueda del tesoro virtual, todo en flayers para poder compartir por whatsapp para que les resulte fácil bajarlo en sus dispositivos. Las tareas están pensadas como herramientas de sostén, como otros espacios posibles, en medio de la pandemia. 

Los docentes se convirtieron -en este último mes marcado por la pandemia, el miedo y la incertidumbre- en malabaristas que llevan adelante una tarea muy complicada. Un peso sobre los hombros al que además se les suma sus vidas particulares como padres o madres, las tareas del hogar, sus propios miedos e inseguridades y las relaciones, siempre complejas, con las tecnologías. “En el colegio tenemos una plataforma para mandar notas de comunicación a las familias y cuando pasó esto nos dijeron que la usemos para las tareas, pero no estaba preparada para un sistema de educación a distancia y colapsó”, relató Gabriela Busetti, profesora de historia en la secundaria del colegio privado Instituto Concordia en José León Suárez. Las primeras semanas fueron muy complicadas para organizarse con los alumnos y cada profesor tuvo que encontrar una alternativa para seguir. “Yo uso el mail porque es lo más cómodo para mí, pero me doy cuenta que es muy difícil organizarse así y además de las dificultades de la conectividad, es realmente muy complicado acercar conocimientos por estos medios”, describió. En el mismo sentido, Gonzalo Cabrera dijo: “Hicimos un formulario de Google para ver cómo llevaban la tarea, donde la hacían, si se les complicaba porque estábamos mandando un montón de cosas y no sabíamos qué de todo eso estaba llegando realmente”.

“Esto dista de ser un proceso de enseñanza-aprendizaje, porque para eso necesitás estar con el otro. Nada reemplaza estar ahí enfrente, comunicando con los gestos, las posturas, lo que hace a la comunicación no verbal”, enfatiza Busetti. Un desafío permanente es seguir adelante con contenidos nuevos sin la presencia física cara a cara. “Avanzar sin ese proceso de ver lo que hacen, cómo lo piensan e intervenir en el momento necesario o sin esas discusiones entre compañeros que muchas veces tracciona ciertas lógicas de construcción de conocimiento, es imposible”, agregó Cabrera.

“Los motivos por los cuales elegimos la docencia no están garantizados con esta pandemia. Lo que más nos gusta es compartir el aula con los pibes, las miradas, los abrazos, las discusiones, ver sus caras de ‘me gustó ese cuento’ o ‘entendí ese problema de matemática’ y hoy esa parte no la tenemos”, dijo con nostalgia Natalia Daniel, maestra de primer grado en la Escuela N°20 del Distrito 7 y puntualizó: “No queremos que ésta sea la nueva normalidad. El aprendizaje es mucho más fructífero cuando compartís la mirada, el cuerpo y la grupalidad. Hay un riesgo de que, si esta virtualidad funciona, aprovechen para transformar más cosas, pero no es la enseñanza que queremos”.

El rol del docente 

“La primera tarea, en la educación obligatoria, es instaurar un cuidado que no tenga al miedo como motor principal, que no mire al otro como enemigo potencial, que tenga una vocación de cuidado comunitario”, teoriza Marcela Martínez. Repensar el lazo social se vuelve central para salir de esta pandemia capitalizando conocimiento. Imaginar otros posibles que sirvan para replantear la educación. “Esto abre la posibilidad de pensar lo social con otros componentes, como la centralidad del Estado, la ficción de que hay salidas individuales, y hasta principios más humanistas que organicen la vida con los otros”, agregó. En la misma línea Gabriel Brener aseguró: “Las políticas de corte neoliberal y el capitalismo financiero también es una muestra de lo que sucede cuando se apropia del cuerpo social la idea del miedo-ambiente, cuando prima la construcción de un otro amenazante, ahora contagioso”.

“Una de las cosas que más me preocupa es cómo ayudar a que el malestar que se está viviendo no se agrave por las sobredemandas de la educación que no atienden a las particularidades, ni las situaciones específicas de sus estudiantes. La escuela siempre ha sido un lugar de refugio y ese lugar hoy no está”, observó Rafael Mazzini, profesor y regente del Instituto Superior de Formación Docente N° 119 en San Pedro, y licenciado en Ciencias de la Educación. “Lo central de la continuidad pedagógica supone sostener un vínculo, mantenerlos enlazados. La escuela y los pibes y pibas.  Las posibilidades que podemos generar los docentes es intentar que los pibes puedan, en algunos ratos, salir de casa estando adentro”, agregó Brener.

 Acompañar en primer grado la alfabetización a distancia se transforma en una tarea titánica y las familias no siempre saben cómo llevar adelante estos procesos. “Yo creo que nuestra tarea hoy tiene que ver con sostener un vínculo con las familias. Mi desafío constante es cómo no ser una carga más en la difícil vida que les está tocando a ellos en este momento, encontrar un equilibrio entre estar cerca y no transformarnos en un peso”, señaló Natalia Daniel y agregó: “Me toca transmitir calma a los padres porque la idea no es volverlos locos”.

“Un chico me escribió diciéndome que no puede hacer las cosas y se frustra porque no entiende los textos y yo le dije que a esta situación, de por sí angustiante, no le sume otra angustia más”, comentó Busetti. “Si no lo entiende, no pasa nada. Ya lo va a entender y si no, no es tan grave en este contexto. No estoy calificando ahora, le saqué esa presión de encima”, sostuvo. La coyuntura actual exige reflexiones, acompañamiento y redes de vínculos basadas en la solidaridad y compartir experiencias comunes. “Evaluar tiene que ver con estandarizar y controlar y yo pienso a la evaluación como un componente inherente a la educación, no por lo que examina y disciplina, sino como acompañamiento y devolución de lo que va ocurriendo en cada casa con los pibes”, aseguró Brener.

Seguir una currícula de contenidos no parece ser crucial para la tarea docente y tampoco para los estudiantes. “Lo importante es que el otro y la otra sienta que hay un adulto disponible que le pregunta cómo está, cómo la está pasando y que, de paso, le ofrezca algo que tenga que ver con la cultura, con el conocimiento, la recreación y el juego. En este momento hay que priorizar sostener los vínculos sobre el rendimiento académico”, enfatizó. Por otro lado, Solana Camaño afirmó: “La función pedagógica trasciende los contenidos, es el hecho de estar ahí, acompañar. Es el espacio donde muchas veces los pibes cuentan situaciones de violencia y abuso. Es parte de una complejidad inabordable desde la virtualidad”.

El futuro

Cómo será el sistema de educación dentro de unos meses es un misterio. Nadie sabe cuándo se va a volver a las aulas y en qué condiciones, pero los desafíos siguen presentes. Gonzalo Cabrera remarcó una preocupación que se profundiza con la pandemia, que es la diferencia en el piso de contenidos que van a alcanzar algunos chicos durante esta etapa de virtualización de la educación frente a situaciones más vulnerables. “La vuelta a las aulas va a ser un escenario muy complejo donde vamos a tener que repensar las formas en que venimos laburando e ir construyendo un mayor equilibro para 2021”, puntualizó.

Sin embargo, no hay que dejar de pensar en la educación a futuro y cómo capitalizar toda la experiencia que se vive en el día a día de esta pandemia. “Los docentes ya no tenemos que ser dadores de información, hay tecnología que lo hace mucho mejor que nosotros, y tenemos que dirigir la educación a cuestiones más analíticas que de traspaso de la información”, teorizó Marcela Martínez. En la misma línea, Rafael Mazzini vio algo positivo: “Esto nos obliga a meternos de lleno en el siglo XXI, porque veníamos trabajando como docentes decimonónicos y da a lugar un espacio de intercambio entre docentes que va a ser muy enriquecedor”. También advirtió posibles líneas a futuro que serán batallas para conquistar más oportunidades: “El derecho a la conectividad tiene que transformarse en derecho humano. La posibilidad de que cada sujeto tenga acceso a wifi libre y un celular que le permita conectarse a este mundo multimedial y globalizado”.

La pandemia se metió por la fuerza en los hogares y no sólo provocó problemas en el sistema de salud y en la organización económica, sino que descalabró todas las vidas, todos los órdenes existentes que componían el cuerpo social. “Vamos a llegar todos con una sed de encuentro enorme de estar con otros y espero que nos sirva para recrear y reinventar nuestra manera de dar clases”, finalizó Marcela Martínez.

“Hablar de memorias significa siempre hablar de un presente”

“Hablar de memorias significa siempre hablar de un presente”

“Estoy en contra de todos los fundamentalismos, inclusive los de la memoria”, afirma Jelin.

“Cuando se dice memoria en singular significa que hay alguien que va a decir lo que se tiene que recordar y pensar, y yo estoy absolutamente en contra de la idea de que eso tiene algo que ver con la democracia”, lanzó Elizabeth Jelin para dar cuenta de su postura sobre el tema. Las memorias son plurales y diversas y se desarrollan en diferentes temporalidades, convirtiéndose en el foco de luchas sociales y políticas. Hablar de una memoria es antidemocrático. “Estoy en contra de todos los fundamentalismos, inclusive los de la memoria”, afirmó con contundencia. Una sociedad democrática permite que todos los grupos tengan el espacio para expresarse y los límites tienen que ver con la violencia, no con la censura o la limitación de la palabra. Jelin agregó: “La noción de democracia implica que hay un adversario, y que éste tiene los mismos derechos que yo en expresarse en la esfera pública”.

En su último libro, La lucha por el pasado: cómo construimos la memoria social, Jelin dice que hablar de memorias significa siempre hablar de un presente. No se trata tanto del pasado, sino de la manera en que se construye un sentido del pasado, que se actualiza en el presente y también en relación al futuro deseado en los actos de rememorar, olvidar y silenciar. La historia se desarrolla con acontecimientos encadenados unos a otros, y las memorias también. “Lo que es significativo en un momento, puede dejar de serlo después, y a lo que nadie le prestó atención, puede ser importante luego. No hay manera de que podamos prever esto de manera clara, lineal y explícita”, advirtió Jelin. Y es que las memorias nunca son únicas, acabadas y definitivas, sino que, por el contrario, son disputadas, tanto las palabras como los silencios, en los debates políticos e ideológicos de sus épocas. 

En este contexto, Jelin habló sobre lo que significaron los juicios a las juntas y la importancia del funcionamiento del aparato institucional: “Me parece importantísimo y central que haya habido juicios a los represores de la Argentina dictatorial, y en ellos, como en toda institucionalidad jurídica, hay un ritual, normas y penas graduadas. Y en algún momento la gente sale de la cárcel. Eso hace a las prácticas democráticas y ciudadanas”. No es un tema que presta a debate ni que debería preocupar, dice Jelin, sino que indica que las instituciones democráticas funcionan y juzgan por casos específicos, no por una especie de ley del más fuerte. “Celebro que funcionen, aún cuando odio la idea de encontrarme a un represor por la calle”, enfatizó. Los juicios van a terminar en algún momento, pero no así las penas, que pueden seguir por mucho más. Jelin cree que gran parte de los represores se morirá antes de las sentencias y entonces, lo que es preocupante es la lentitud de la justicia. 

“Lo significativo este momento, puede no serlo después, y a lo que nadie le prestó atención, puede importar luego.»

Los silencios, los olvidos y los baches también ocupan un lugar central en las memorias. En su libro, Jelin asegura que lo que el pasado deja son huellas en documentos y papeles y en el mundo simbólico. Estas huellas no constituyen “memoria” hasta que no son evocadas y ubicadas en un marco que les otorgue sentido. La dificultad, entonces, radica no sólo en los pocos registros, sino en los impedimentos para acceder e interpretar esas huellas, ocasionadas a veces por mecanismos de represión y desplazamientos. Los juicios tienen una doble importancia ahí, además de juzgar y condenar según las leyes, también se ocupan de investigar lo que pasó en casos específicos para descubrir lo que sucedió con personas con nombre y apellido. “Va a haber cosas que no se sepan, pasa en todos los ámbitos de la vida. Silencios hay siempre. El asunto es cuando esos silencios son históricos, que impiden conocer. A esta altura, por los juicios, evidencias, materiales de la reconstrucción de los sitios de clandestinidad, por documentos y testimonios, sabemos un montón de cómo funcionó el aparato represivo durante la dictadura”, afirmó Jelin. Quedan huecos, no se sabe qué pasó exactamente con personas específicas, pero se sabe el patrón, lo sistemático. La verdad histórica general está, lo que falta es la verdad “jurídica”, que se maneja a través de casos, porque no se puede condenar en abstracto, sino por crímenes determinados. 

“La democracia implica libertad de palabra y de escucha”, afirmó Jelin. Libertad para escuchar diferentes voces y para expresarlas, donde toda censura es una limitación a los procesos democráticos. “La experiencia indica que prohibir ciertos discursos, llamados negacionistas, no garantiza nada. En cambio, en Alemania, Italia, España y Francia, los grupos de derecha están más fuertes que nunca. Muchos nos preguntamos si hay un efecto boomerang”, teorizó. En Argentina los discursos que relativizan la violencia de la dictadura no son negacionistas. No niegan lo que sucedió, sino que lo justifican o lo relativizan. “Si alguien sale a decir que no hubo vuelos de la muerte y se le prohíbe decirlo, ¿qué va a hacer? Lo va a gritar más fuerte”, explicó y puso un ejemplo: “Hace unos días vi una nota del que, para muchos, es el emblema de lo que llaman negacionismo, Darío Lopérfido. Decía lo mismo de siempre, que los derechos humanos son un curro. Si se le hubiese prohibido publicar eso, hubiese salido gritando y sería un escándalo. En cambio, así, pasó desapercibido”. El problema con la discusión sobre el negacionismo es que no se sabe claramente qué se dice cuando se habla del término. Es una zona gris de malentendidos, según la autora. 

Los temas que más le preocupan hoy a Jelin están lejos del negacionismo y tienen que ver con los derechos humanos. A casi cuarenta años de la transición democrática, la noción sigue estando restringida a la dictadura. “A mí me preocupa muchísimo los chicos wichis que se mueren de hambre, la desnutrición, los femicidios, las violencias extremas que vivimos hoy y que también son parte de la historia”, relató. Las marchas feministas, como la del 8M, estuvieron vinculadas a temas de género y fue de una magnitud enorme que afecta a lo que se vive hoy. “Si tenemos instituciones que se preocupan por los derechos humanos, necesitamos políticas activas que tengan que ver con estas preocupaciones actuales”, insistió. 

Hay continuidades con el pasado (el pañuelo verde y el blanco), desplazamientos de actores que han mutado (Nora Cortiñas en el escenario de la marcha del 8M), pero los dramas actuales son otros. Las muertes de mujeres por violencia de género, más de 70 en lo que va del 2020, embarazos no deseados, discriminación de diversidades sexuales, y más, son cosas que atañen a los derechos de las personas. “Por suerte tenemos una población que sabe movilizarse”, recalcó Jelin, aunque advirtió que pocas veces tiene resultados inmediatos y efectivos, y que sin embargo, hay que persistir. “La campaña del aborto tiene más de veinte años y recién hace uno se autorizó el debate”.

“Si alguien dice que no hubo vuelos de la muerte y se le prohíbe decirlo, ¿qué va a hacer? Va a gritarlo más fuerte.”

También hay otro debate que tiene que ver con el espacio público y de quién es, que se pone en juego cuando hay grafitis y pintadas, sobre todo de los movimientos sociales y feministas cuando marchan. “Siempre un derecho entra en colisión con otro. El debate se ve más claro con los piqueteros, que tienen su derecho a protestar, y los que reclaman su derecho a circular libremente”, mencionó. Los conflictos del espacio público se pueden poner en términos de comodidades cotidianas, por ejemplo un vecino escuchando música muy fuerte, o en términos de disputas políticas, que aparece en las marchas, las campañas electorales donde los partidos pegan sus carteles unos encima de otros. “Si el espacio es público, es para todos y todas”, concluyó.

“Mucha gente piensa que hay una pedagogía de la memoria, que hay que transmitir lo que ellos creen que hay que transmitir”, afirmó Jelin. Lo que cuestiona la socióloga no son los mecanismos pedagógicos, o los debates que plantean cómo enseñar la historia; sino la idea de que enseñar o decir algo va a llevar inexorablemente a que la gente sienta y piense eso. “Se pueden dar herramientas, que es lo que se hace en una sociedad democrática, para pensar: películas, ejercicios o visitas, pero cómo se apropia la nueva generación de esas herramientas es incierto y nada lo garantiza”. No habría una linealidad que indique que los chicos en las escuelas van pensar lo que sus maestros les enseñen, y esto se ve, para Jelin, en los casos europeos, como Italia, donde los jóvenes han sido educados desde la posguerra y sin embargo, el fascismo crece de una manera enorme. “Esa es una preocupación muy grande, quiero saber qué es lo que pasó como para que todo un período histórico democrático termine con tal crecimiento de las fuerzas de derecha”, finalizó.