El sobreviviente

El sobreviviente

Lo que en otro contexto hubiera sido un encuentro presencial, la cuarentena obligó a limitarlo a una llamada telefónica, de esas que dejan la oreja roja. “Soy el sobreviviente del asesinato de Carlos Mugica”, se presenta Ricardo Capelli, quien fuera amigo y colaborador del emblemático sacerdote. Parece una simple voz en el teléfono, pero también es un pedazo de historia viviente.

Desde su casa, en la que lleva a cabo el aislamiento social preventivo y obligatorio, recorre aquellos años de su vida que, durante mayo, parecieron un poco más recientes: el 11 del mes pasado se cumplió un nuevo aniversario de la noche lluviosa en la que Mugica fue asesinado y en la que Capelli casi pierde la vida a causa de las balas de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA). El contexto también revive memorias: en días en que la Villa 31 aparece en todos los medios debido a la falta de servicios básicos y al avance del coronavirus, es imposible no recordar la lucha y el compromiso del padre Mugica en ese barrio y con los pobres.

Corría el año 1954 cuando Capelli y Mugica se conocieron en un cumpleaños de la hermana del cura, Marta. “Las casualidades no existen”, afirma Capelli, haciendo referencia al hecho de que había asistido de “colado” a la fiesta, acompañando a otro amigo. Allí conoció Carlos Mugica Echagüe, un muchacho rubio y carismático perteneciente a la aristocracia y antiperonismo de la época. Aún no era sacerdote: hacía poco que había ingresado al Seminario Metropolitano de Buenos Aires luego de haber abandonado la Carrera de Derecho.

Los dos amigos fueron retratados en 1972, en la quinta de la familia Mugica, por la prensa alemana.

En aquel entonces, Mugica tenía 23 años y usted, 17. ¿Cómo fue que se hicieron amigos? ¿Qué cosas tenían en común, a pesar de la diferencia de edad?

En realidad aún no había muchas cosas en común, él hacía dos años que estaba en el seminario y yo era operador de las Bolsas de Cereales y Comercio. Nos encontrábamos en idas al cine o partidos de fútbol, y ambos teníamos conceptos antiperonistas o no peronistas, influidos por nuestras familias y actividades.

Habiendo pasado ya tantos años, si mira retrospectivamente, ¿cree que reconoce en ese Carlos del 1954 algún indicio de quien llegaría a ser?

No sé si tenía conciencia de hasta dónde llegaría, dado que aún no había movimientos muy profundos de curas con ideologías populares. En ese momento lo entendía más bien como una forma de «salvar su alma». De todos modos, en esa época, Carlos ya se reunía con gente joven e iba a campamentos, además de todas las actividades que resultaban luego de esos encuentros.

En esa época también había empezado a ir a una capilla que estaba en la villa que pertenecía a la escuela Mallinckrodt, allí comienza el contacto con los habitantes de esa zona.

¿Cuál era la relación de Mugica con la Iglesia?

Era mala. La Iglesia estaba enfrentada con los curas tercermundistas, les decían “curas comunistas”. Carlos tenía miedo de que lo echaran de la Iglesia por su conducta o su forma de pensar. Incluso años después, cuando escribe “Peronismo y cristianismo”, el libro que está conformado por muchos escritos de su autoría, no lo firma por temor a la respuesta de sus superiores.

 

Del golpe del 55 a los curas tercermundistas

El golpe de Estado a Perón, en 1955, los encontró festejando en la Plaza de Mayo a la autodenominada Revolución Libertadora. Se sentían muy lejanos del presidente que acababan de derrocar. En ese entonces, ambos colaboraban con monseñor Juan José Iriarte, recorriendo las zonas humildes cerca de la Basílica de Santa Rosa de Lima, ubicada en Balvanera. Fue sobre la calle Catamarca que encontraron una frase escrita en una pared que sería puntapié para su transformación política: «Sin Perón no hay Patria ni Dios. Abajo los cuervos.» La leyenda de tiza era una referencia a los curas, y la tristeza de los humildes -una muy diferente de lo que ellos sentían- se entendía en las palabras.

Mencionó antes que con Mugica tenían en común conceptos antiperonistas o no peronistas. ¿Qué cambios atraviesan respecto de estas concepciones y por qué?

Carlos y yo ya trabajábamos en los conventillos de la zona de la iglesia Santa Rosa de Lima. Cuando derrocan a Perón, empezamos a ver a la gente pobre muy deprimida, asustada, con miedo y caída. Era como que les habían quitado a su protector. Y ahí empezó nuestra conversión política. Entendimos que si la gente estaba así, Perón representaba lo que la gente quería. Ahí comienza nuestro cambio. Además, Carlos veía en Cristo como un revolucionario que estaba al lado de los pobres y que se jugó por ellos. Por eso, para él, ser cristiano era estar con los humildes. Y así vivió.

Mugica hace un viaje y allí conoce a Perón en su exilio, en Puerta de Hierro. ¿Cambia algo en él a partir de ese encuentro?

En el ‘67 Carlos viaja a Bolivia, donde intenta retirar los restos del Che Guevara; luego va a Cuba, intenta reunirse con Fidel Castro pero fracasa. De ahí viaja a Europa donde coincide con el Mayo Francés. Durante esa travesía -que duró alrededor de dos años- se formó el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM) y lo invitan a integrarse. Él acepta de inmediato. Es durante ese lapso, también, que estuvo en Puerta de Hierro visitando a Perón y vino obnubilado. A partir de entonces ya tomó al peronismo como base de su lucha cristiana por los puntos en común que tenían: la lucha por la igualdad y la justicia social. Era lo que buscaba. En todo esto que comento hubo también un cambio total de la lucha de la Iglesia (aunque no de la dirigencia eclesiástica) para con los pobres, que era para ellos el verdadero fundamento de la representación de Cristo en la tierra.

 

El cura obrero

Cuando Mugica regresa de su viaje, se encuentra con que había sido apartado de su labor en la iglesia de Mallinckrodt. A los sectores de la Iglesia ligados a las Fuerzas Armadas no les había resultado simpática la serie de encuentros que había tenido el sacerdote durante su estadía en el exterior del país. Frente a esta situación, Alejandro Mugica -su hermano- le construye su propia capilla en el barrio Comunicaciones de la Villa 31 para que realizara allí sus tareas pastorales: la capilla Cristo Obrero, lugar donde luego -y hasta el día de hoy- descansarían sus restos.

En ese momento es cuando Capelli también comienza a tomar contacto con los vecinos y vecinas de Retiro, a través de su colaboración con Mugica.

¿Cómo era la vida cotidiana y las tareas que realizaban en la capilla Cristo Obrero, de la Villa 31 de Retiro?

El trabajo en las villas era día a día. Debido a los acontecimientos, no se podía hacer de las distintas actividades una cosa formal. Pero lo fundamental era concientizar a la gente de su importancia y del papel que deberían tener en la sociedad: fortalecer la igualdad, la justicia y la inclusión. Allí se trabajaba mucho en comunidad, incluso con los que veníamos “del asfalto”, como solían recordarme. Era una comunidad y eso era lo hermoso.

Mugica trabajaba desde sus creencias religiosas y sociales junto con los sectores populares, ¿cómo es que usted llega a ser un colaborador en esas tareas y acciones?

No tengo idea como me fui internando en ese lugar. Seguía con mi trabajo, iba a mi oficina y a la tarde me cambiaba de ropa y me iba a laburar al barrio, con los amigos -mis amigos- que conocí allí. Fue una de las experiencias más fecundas que tuve. Y la sigo teniendo.

¿Alguna vez Mugica sintió contradicciones entre su origen social, de clase alta, y su trabajo pastoral en la villa?

Nunca sintió contradicciones entre su origen y su destino, como él lo entendía. Pero aunque no se quiera, quedan pautas que se notan y yo se las hacía ver. Le causaba gracia, se reía pero trataba de no hacerlas notar nuevamente.

Montoneros

Mugica se desempeñó también como asesor espiritual del Colegio Nacional Buenos Aires. Fue así que llegó a conocer a quienes varios años después se convertirían en la cúpula de la organización Montoneros; entre ellos, Mario Firmenich y Juan Manuel Abal Medina.

Durante un viaje al chaco santafesino, y en contacto con la injusticia con la que vivían los campesinos, los estudiantes y el mismo Mugica comienzan a organizarlos para que lucharan por su dignidad y sus derechos. Es en esa actividad que comienza a pergeñarse “una nueva forma de lucha que luego sería ‘La Orga’”, cuenta Capelli. También comienza a pensarse en la lucha armada como una salida plausible a la realidad de la que eran testigos, postura a la que Mugica adhirió tempranamente, si bien siempre se diferenció: «Estoy dispuesto a morir pero no a matar», sostenía.

Ricardo Capelli no ahonda mucho en la cuestión Montoneros, apenas le dedica unas palabras rápidas, casi al pasar. Es un poco el hastío de repetir una y otra vez aquellos momentos de su historia -la suya y la de Mugica-; pero también la falta de ganas de comenzar a mencionar nombres de personas con los que todavía mantiene una, en principio, buena relación. Sí menciona la reacción del sacerdote cuando asesinan a José Ignacio Rucci, el entonces secretario de la Confederación General del Trabajo (CGT), en 1973: “Cuando matan a Rucci se enfureció, porque él había dicho que, habiendo vuelto Perón a la Argentina, había que ‘enterrar la armas y empuñar el arado’”, recuerda Capelli. Aquel acontecimiento fue el punto de ruptura con Montoneros, si bien su amigo insiste en que la comunicación y consulta continuó constante, a pesar de que fuera uno de los militantes que se escindieron para formar la JP Lealtad.

Otra cuestión que Capelli prefiere evitar es la relación de Mugica con Lucía Cullen, una colaboradora y también gran amiga del padre, a pesar de que ha inspirado muchas historias y rumores. Quizás por esa misma razón.

El asesinato

En 1973, a Mugica le ofrecen un cargo en el Ministerio de Bienestar Social. La orden es dada por el mismo Perón, si bien a José López Rega no le gustó en lo más mínimo. El cura acepta llevar a cabo la asesoría ad honorem como una forma de poder ayudar más y mejor a su gente en la villa. El mismo Capelli le dijo, en su momento, que aquel cargo era una gran oportunidad para conseguir insumos y una mayor presencia estatal. Sin embargo, y al poco tiempo de asumir, Mugica renuncia: nada podía lograrse si nadie estaba dispuesto a escuchar dentro del Ministerio.

“La relación con López Rega no fue profunda y se resquebrajó con la denuncia de que en Bienestar Social se había engañado al pueblo”, cuenta Capelli. Según él, aquello fue la sentencia de muerte de Mugica. A partir de entonces, comenzaron las amenazas.

La noche del 11 de mayo fue lluviosa. Mugica estaba dando misa en la Parroquia San Francisco Solano, y Capelli había ido a buscarlo porque luego tenían un asado en la Villa 31. Pero nunca llegaron: mientras se dirigían al Fiat 600 de Capelli, fueron atacados.

Ricardo Capelli recuerda muy bien ese momento. Recuerda el grito de Carlos Mugica, que lo alertó de que algo grave estaba pasando. Recuerda el impacto de cuatro balas sobre su cuerpo, una de ellas a la altura del pulmón izquierdo que lo volteó como si fuera una trompada. Recuerda a su amigo siendo acribillado por uno de los hombres que solía ver dentro del Ministerio de Bienestar Social.

Luego de eso, ambos fueron trasladados al Hospital Salaberry. Al llegar, Mugica todavía se encontraba con vida, y allí pidió que operaran primero a su amigo, a Capelli.

¿Cómo fueron los días posteriores al atentado? ¿Cómo se entera de que Mugica había muerto?

A mí me operan catorce veces en dos días, porque los que armaron las balas no tuvieron la capacidad de limarlas y estaban oxidadas, por lo que se producen infecciones internas. Abrían y cerraban, una y otra vez. En ese contexto no me habían dicho nada sobre lo que le había pasado a Carlos, porque yo mismo estaba muy grave.

A los dos días aparece Jorge Conti, el secretario de Prensa del “Brujo” (López Rega), y me dice “Ricardito, que horrible lo que le pasó a Carlos”. Ahí me entero. Después de eso, Conti agrega que viene de parte de “don Pepe”, que así le decían a López Rega, y que él estaba a mi servicio para lo que necesitara. A partir de eso pido que me saquen del hospital porque sabía que me iban a matar: “Sáquenme de acá porque soy boleta”.

¿Y después de eso?

A mí me siguen operando en la clandestinidad porque una de las balas me había cortado una arteria del brazo izquierdo. Por eso, al día de hoy, no tengo tacto. Me desinfectaban las heridas con cepillo de cerda y jabón para la ropa. Después de eso, viví bajo constante amenaza. Una vuelta, cuando ya estaba mejor y empezaba a manejar de vuelta, me pusieron una corona con una bomba en donde vivía. Los mismos vecinos me avisaron: “Rajá, pusieron un bomba en la ventana de tu casa”. En 1978, incluso, estuve desaparecido. Me secuestraron y me cosieron a torturas. Pero lo que ellos querían saber, yo no lo sabía. Sin embargo, hasta el ‘83, cuando vuelve la democracia, fui controlado permanentemente. Al punto de recibir una llamada por día. Sonaba el teléfono, me decían “te vamos a matar” y colgaban.

¿Por esto es que tardó tantos años en afirmar que había sido Rodolfo Almirón, custodio de López Rega, el asesino de Mugica?

Tardé mucho a nivel legal, porque todos me recomendaban que no lo dijese, porque había servicios que todavía estaban muy atentos a lo que yo pudiera decir. Y les hice caso hasta que no aguanté más, era una situación de conciencia. Pero ya en el ‘76 decía quién había sido, y muchos medios y mucha gente lo sabía. Antes lo dije. Había dos o tres personas a las que ya se los había dicho en el momento, y me recomendaron callar para sobrevivir.

Dado que usted conoció y frecuentaba el Ministerio de Bienestar Social, ¿había escuchado rumores sobre que la Triple A o su accionar bajo las órdenes de López Rega?

Cuando yo iba al Ministerio aún no se conocía la existencia de la Triple A. Si bien había gente que merodeaba armada en los espacios comunes, todos pensábamos que eran los custodios del “Brujo”. Ahí es donde conocí a Almirón, el asesino de Carlos.

A usted le dispararon desde un lugar distinto al de Mugica, ¿logró ver al otro tirador?

No vi quien me tiró, pero las balas venían de otro lado. Yo estaba de espalda a Carlos y me pegaron de frente. El impacto me dobló y cuando caigo lo veo a Carlos y Almirón con la ametralladora envuelta en nylon porque estaba lloviendo, y cómo lo estaba acribillando mientras Carlos resbala por la pared hasta quedar sentado.

En el momento del crimen hubo versiones que sostuvieron que Montoneros había matado a Mugica.

Hubo y todavía hay gente interesada de culpar a Montoneros de la muerte. No es de sorprender. Pero yo sé quiénes fueron, lo vi a Almirón esa noche.

¿Cree que se podría haber evitado de alguna forma?

No sé si se podría haber evitado el asesinato habiendo complicidad de la Iglesia. Ellos sabían sobre las amenazas de muerte que recibía Carlos y no hicieron nada al respecto. Dejaron que pasara.

El Covid 19 y la Villa 31

A 46 años del asesinato de Carlos Mugica, pocas cosas cambiaron en el barrio al que le dedicó la última parte de su vida, en el que estaba -está- su gente. Los reclamos de los vecinos de la Villa 31 son los mismos que se lo observa enunciar en los videos de archivo de la época, en blanco y negro. Como si fuera poco, a su realidad se suma ahora también la pandemia de Covid-19, especialmente riesgosa para aquellos que habitan en lugares vulnerables, con las condiciones mínimas de subsistencia insatisfechas.

¿Qué piensa cuando ve la situación en las villas, especialmente en la 31?

Es un desastre. En el año 2018, desde el gobierno de la Ciudad dijeron que iban a estar con todos los servicios en las villas, y no hicieron nada. Y ahora está pasando todo esto, y lo peor es que va a ser culpa de los villeros. El problema es que (Horacio) Rodríguez Larreta, que ahora está haciendo bien los deberes porque sabe que es culpable, es un neoliberal. El suyo es un gobierno de ricos, que gobierna para ricos y le saca a los pobres.

¿Sigue yendo a la villa?

Sigo en contacto pero voy menos. Ahora no estoy yendo por la cuarentena, pero estuve mandando audios, apoyando como puedo. Trato dentro de todo de estar en contacto y comparto todas las actividades solidarias que se realizan en la villa.

¿Cuál es la postura de la Iglesia ahora dentro de las villas?

Actualmente hay dos grupos de la Iglesia: el Grupo de Curas en Opción por los Pobres es el más radicalizado. Pero cada uno, desde su manera, ayuda a los pobres y eso es lo importante, aunque me gustaría que hubiese otro grupo. Ahora apareció “Paco” [Francisco Oliveira] que es una figura, digamos. Pero no consiguen los medios necesarios para solucionarlos problemas que tienen. Está bien que la situación es muy distinta a entonces, pero Carlos no pedía: exigía, y le daban bola. Era mucho más frontal.

No hay nadie que se asemeje a Mugica, ¿entonces?

Hay buenos, pero no es fácil tener el carisma y el respeto -y un poco el miedo, también- que le tenían a Carlos, porque él venía de una familia que pertenecía a esos grupos a los que les exigía. Era uno de ellos. Además, él era muy duro y breve: con Carlos era sí o sí. Ahora no es que no se ha conseguido nada, se han conseguido muchas cosas, pero de los privados.

Pareciera que ahora todo el mundo habla sobre la cuarentena y las acciones del gobierno. ¿Qué opina sobre la reciente aparición de Mario Firmenich y sus dichos?

Bueno, como dijeron en los medios, “éramos pocos y apareció Firmenich”. Hay gente que necesita estar en el medio. Si no me equivoco, creo que él estaba en Barcelona y desde ahí habla de Argentina. No es el momento, y ese siempre fue un problema. Yo no tengo nada contra de “La Orga”. Se han hecho cosas buenas y muchas cagadas también, pero no es momento para perder en hablar de esas cosas. Hay gente que se cree que Argentina es Cuba, pero no se puede hacer una revolución del pueblo a espaldas del pueblo.

Ya que nos adentramos en la cuestión política, ¿qué opinión tiene respecto del peronismo luego de la muerte de Perón, en democracia?

El único peronismo en la democracia fue el de Néstor y Cristina. Todo lo demás fue una puesta en escena para ganar votos.

Y de Alberto Fernández ¿qué opina?

Alberto Fernández venía con una idea bastante clara de cómo recuperar el saqueo que nos habían hecho, pero al poco tiempo apareció esta pandemia, entonces todo cambió. Está llevando muy bien las cosas, apostó por la vida. En Argentina ya llevamos muchos muertos desde la colonización, estamos llenos de muertos. A parte nos está cuidando a todos, pero le van a hacer la vida imposible. Hay gente que quiere que fracase la cuarentena, que muera mucha gente para fustigarlo.

¿Cómo vivió las elecciones del 2019?

No creí que iban a ser solo 8 puntos, nunca creí que el depredador que se fue iba a ser apoyado por tanta gente. Es por eso que ganamos las elecciones pero todavía no ganamos el poder. Creí que iba a ser más fácil.

¿Y por qué considera que hubo gente que votó a Mauricio Macri?

Es la oligarquía y la clase media que quiere pertenecer. Tienen una maceta en la casa y se creen el campo. Tratan de atacar siempre al peronismo porque está a favor de los pobres, y lo hacen con lo que sea. Por ejemplo, dicen que Cristo resucitó una sola vez y a Nisman ya lo resucitaron como diez veces y vamos por más. Es mala gente, gente que odia y el odio es lo peor porque te destruye y hacés que destruyas todo. Por eso yo no odio, ni siquiera a los que me torturaron.

El sobreviviente

El sobreviviente

Lo que en otro contexto hubiera sido un encuentro presencial, la cuarentena obligó a limitarlo a una llamada telefónica, de esas que dejan la oreja roja. “Soy el sobreviviente del asesinato de Carlos Mugica”, se presenta Ricardo Capelli, quien fuera amigo y colaborador del emblemático sacerdote. Parece una simple voz en el teléfono, pero también es un pedazo de historia viviente.

Desde su casa, en la que lleva a cabo el aislamiento social preventivo y obligatorio, recorre aquellos años de su vida que, durante mayo, parecieron un poco más recientes: el 11 del mes pasado se cumplió un nuevo aniversario de la noche lluviosa en la que Mugica fue asesinado y en la que Capelli casi pierde la vida a causa de las balas de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA). El contexto también revive memorias: en días en que la Villa 31 aparece en todos los medios debido a la falta de servicios básicos y al avance del coronavirus, es imposible no recordar la lucha y el compromiso del padre Mugica en ese barrio y con los pobres.

Corría el año 1954 cuando Capelli y Mugica se conocieron en un cumpleaños de la hermana del cura, Marta. “Las casualidades no existen”, afirma Capelli, haciendo referencia al hecho de que había asistido de “colado” a la fiesta, acompañando a otro amigo. Allí conoció Carlos Mugica Echagüe, un muchacho rubio y carismático perteneciente a la aristocracia y antiperonismo de la época. Aún no era sacerdote: hacía poco que había ingresado al Seminario Metropolitano de Buenos Aires luego de haber abandonado la Carrera de Derecho.

Los dos amigos fueron retratados en 1972, en la quinta de la familia Mugica, por la prensa alemana.

En aquel entonces, Mugica tenía 23 años y usted, 17. ¿Cómo fue que se hicieron amigos? ¿Qué cosas tenían en común, a pesar de la diferencia de edad?

En realidad aún no había muchas cosas en común, él hacía dos años que estaba en el seminario y yo era operador de las Bolsas de Cereales y Comercio. Nos encontrábamos en idas al cine o partidos de fútbol, y ambos teníamos conceptos antiperonistas o no peronistas, influidos por nuestras familias y actividades.

Habiendo pasado ya tantos años, si mira retrospectivamente, ¿cree que reconoce en ese Carlos del 1954 algún indicio de quien llegaría a ser?

No sé si tenía conciencia de hasta dónde llegaría, dado que aún no había movimientos muy profundos de curas con ideologías populares. En ese momento lo entendía más bien como una forma de «salvar su alma». De todos modos, en esa época, Carlos ya se reunía con gente joven e iba a campamentos, además de todas las actividades que resultaban luego de esos encuentros.

En esa época también había empezado a ir a una capilla que estaba en la villa que pertenecía a la escuela Mallinckrodt, allí comienza el contacto con los habitantes de esa zona.

¿Cuál era la relación de Mugica con la Iglesia?

Era mala. La Iglesia estaba enfrentada con los curas tercermundistas, les decían “curas comunistas”. Carlos tenía miedo de que lo echaran de la Iglesia por su conducta o su forma de pensar. Incluso años después, cuando escribe “Peronismo y cristianismo”, el libro que está conformado por muchos escritos de su autoría, no lo firma por temor a la respuesta de sus superiores.

 

Del golpe del 55 a los curas tercermundistas

El golpe de Estado a Perón, en 1955, los encontró festejando en la Plaza de Mayo a la autodenominada Revolución Libertadora. Se sentían muy lejanos del presidente que acababan de derrocar. En ese entonces, ambos colaboraban con monseñor Juan José Iriarte, recorriendo las zonas humildes cerca de la Basílica de Santa Rosa de Lima, ubicada en Balvanera. Fue sobre la calle Catamarca que encontraron una frase escrita en una pared que sería puntapié para su transformación política: «Sin Perón no hay Patria ni Dios. Abajo los cuervos.» La leyenda de tiza era una referencia a los curas, y la tristeza de los humildes -una muy diferente de lo que ellos sentían- se entendía en las palabras.

Mencionó antes que con Mugica tenían en común conceptos antiperonistas o no peronistas. ¿Qué cambios atraviesan respecto de estas concepciones y por qué?

Carlos y yo ya trabajábamos en los conventillos de la zona de la iglesia Santa Rosa de Lima. Cuando derrocan a Perón, empezamos a ver a la gente pobre muy deprimida, asustada, con miedo y caída. Era como que les habían quitado a su protector. Y ahí empezó nuestra conversión política. Entendimos que si la gente estaba así, Perón representaba lo que la gente quería. Ahí comienza nuestro cambio. Además, Carlos veía en Cristo como un revolucionario que estaba al lado de los pobres y que se jugó por ellos. Por eso, para él, ser cristiano era estar con los humildes. Y así vivió.

Mugica hace un viaje y allí conoce a Perón en su exilio, en Puerta de Hierro. ¿Cambia algo en él a partir de ese encuentro?

En el ‘67 Carlos viaja a Bolivia, donde intenta retirar los restos del Che Guevara; luego va a Cuba, intenta reunirse con Fidel Castro pero fracasa. De ahí viaja a Europa donde coincide con el Mayo Francés. Durante esa travesía -que duró alrededor de dos años- se formó el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM) y lo invitan a integrarse. Él acepta de inmediato. Es durante ese lapso, también, que estuvo en Puerta de Hierro visitando a Perón y vino obnubilado. A partir de entonces ya tomó al peronismo como base de su lucha cristiana por los puntos en común que tenían: la lucha por la igualdad y la justicia social. Era lo que buscaba. En todo esto que comento hubo también un cambio total de la lucha de la Iglesia (aunque no de la dirigencia eclesiástica) para con los pobres, que era para ellos el verdadero fundamento de la representación de Cristo en la tierra.

 

El cura obrero

Cuando Mugica regresa de su viaje, se encuentra con que había sido apartado de su labor en la iglesia de Mallinckrodt. A los sectores de la Iglesia ligados a las Fuerzas Armadas no les había resultado simpática la serie de encuentros que había tenido el sacerdote durante su estadía en el exterior del país. Frente a esta situación, Alejandro Mugica -su hermano- le construye su propia capilla en el barrio Comunicaciones de la Villa 31 para que realizara allí sus tareas pastorales: la capilla Cristo Obrero, lugar donde luego -y hasta el día de hoy- descansarían sus restos.

En ese momento es cuando Capelli también comienza a tomar contacto con los vecinos y vecinas de Retiro, a través de su colaboración con Mugica.

¿Cómo era la vida cotidiana y las tareas que realizaban en la capilla Cristo Obrero, de la Villa 31 de Retiro?

El trabajo en las villas era día a día. Debido a los acontecimientos, no se podía hacer de las distintas actividades una cosa formal. Pero lo fundamental era concientizar a la gente de su importancia y del papel que deberían tener en la sociedad: fortalecer la igualdad, la justicia y la inclusión. Allí se trabajaba mucho en comunidad, incluso con los que veníamos “del asfalto”, como solían recordarme. Era una comunidad y eso era lo hermoso.

Mugica trabajaba desde sus creencias religiosas y sociales junto con los sectores populares, ¿cómo es que usted llega a ser un colaborador en esas tareas y acciones?

No tengo idea como me fui internando en ese lugar. Seguía con mi trabajo, iba a mi oficina y a la tarde me cambiaba de ropa y me iba a laburar al barrio, con los amigos -mis amigos- que conocí allí. Fue una de las experiencias más fecundas que tuve. Y la sigo teniendo.

¿Alguna vez Mugica sintió contradicciones entre su origen social, de clase alta, y su trabajo pastoral en la villa?

Nunca sintió contradicciones entre su origen y su destino, como él lo entendía. Pero aunque no se quiera, quedan pautas que se notan y yo se las hacía ver. Le causaba gracia, se reía pero trataba de no hacerlas notar nuevamente.

Montoneros

Mugica se desempeñó también como asesor espiritual del Colegio Nacional Buenos Aires. Fue así que llegó a conocer a quienes varios años después se convertirían en la cúpula de la organización Montoneros; entre ellos, Mario Firmenich y Juan Manuel Abal Medina.

Durante un viaje al chaco santafesino, y en contacto con la injusticia con la que vivían los campesinos, los estudiantes y el mismo Mugica comienzan a organizarlos para que lucharan por su dignidad y sus derechos. Es en esa actividad que comienza a pergeñarse “una nueva forma de lucha que luego sería ‘La Orga’”, cuenta Capelli. También comienza a pensarse en la lucha armada como una salida plausible a la realidad de la que eran testigos, postura a la que Mugica adhirió tempranamente, si bien siempre se diferenció: «Estoy dispuesto a morir pero no a matar», sostenía.

Ricardo Capelli no ahonda mucho en la cuestión Montoneros, apenas le dedica unas palabras rápidas, casi al pasar. Es un poco el hastío de repetir una y otra vez aquellos momentos de su historia -la suya y la de Mugica-; pero también la falta de ganas de comenzar a mencionar nombres de personas con los que todavía mantiene una, en principio, buena relación. Sí menciona la reacción del sacerdote cuando asesinan a José Ignacio Rucci, el entonces secretario de la Confederación General del Trabajo (CGT), en 1973: “Cuando matan a Rucci se enfureció, porque él había dicho que, habiendo vuelto Perón a la Argentina, había que ‘enterrar la armas y empuñar el arado’”, recuerda Capelli. Aquel acontecimiento fue el punto de ruptura con Montoneros, si bien su amigo insiste en que la comunicación y consulta continuó constante, a pesar de que fuera uno de los militantes que se escindieron para formar la JP Lealtad.

Otra cuestión que Capelli prefiere evitar es la relación de Mugica con Lucía Cullen, una colaboradora y también gran amiga del padre, a pesar de que ha inspirado muchas historias y rumores. Quizás por esa misma razón.

El asesinato

En 1973, a Mugica le ofrecen un cargo en el Ministerio de Bienestar Social. La orden es dada por el mismo Perón, si bien a José López Rega no le gustó en lo más mínimo. El cura acepta llevar a cabo la asesoría ad honorem como una forma de poder ayudar más y mejor a su gente en la villa. El mismo Capelli le dijo, en su momento, que aquel cargo era una gran oportunidad para conseguir insumos y una mayor presencia estatal. Sin embargo, y al poco tiempo de asumir, Mugica renuncia: nada podía lograrse si nadie estaba dispuesto a escuchar dentro del Ministerio.

“La relación con López Rega no fue profunda y se resquebrajó con la denuncia de que en Bienestar Social se había engañado al pueblo”, cuenta Capelli. Según él, aquello fue la sentencia de muerte de Mugica. A partir de entonces, comenzaron las amenazas.

La noche del 11 de mayo fue lluviosa. Mugica estaba dando misa en la Parroquia San Francisco Solano, y Capelli había ido a buscarlo porque luego tenían un asado en la Villa 31. Pero nunca llegaron: mientras se dirigían al Fiat 600 de Capelli, fueron atacados.

Ricardo Capelli recuerda muy bien ese momento. Recuerda el grito de Carlos Mugica, que lo alertó de que algo grave estaba pasando. Recuerda el impacto de cuatro balas sobre su cuerpo, una de ellas a la altura del pulmón izquierdo que lo volteó como si fuera una trompada. Recuerda a su amigo siendo acribillado por uno de los hombres que solía ver dentro del Ministerio de Bienestar Social.

Luego de eso, ambos fueron trasladados al Hospital Salaberry. Al llegar, Mugica todavía se encontraba con vida, y allí pidió que operaran primero a su amigo, a Capelli.

¿Cómo fueron los días posteriores al atentado? ¿Cómo se entera de que Mugica había muerto?

A mí me operan catorce veces en dos días, porque los que armaron las balas no tuvieron la capacidad de limarlas y estaban oxidadas, por lo que se producen infecciones internas. Abrían y cerraban, una y otra vez. En ese contexto no me habían dicho nada sobre lo que le había pasado a Carlos, porque yo mismo estaba muy grave.

A los dos días aparece Jorge Conti, el secretario de Prensa del “Brujo” (López Rega), y me dice “Ricardito, que horrible lo que le pasó a Carlos”. Ahí me entero. Después de eso, Conti agrega que viene de parte de “don Pepe”, que así le decían a López Rega, y que él estaba a mi servicio para lo que necesitara. A partir de eso pido que me saquen del hospital porque sabía que me iban a matar: “Sáquenme de acá porque soy boleta”.

¿Y después de eso?

A mí me siguen operando en la clandestinidad porque una de las balas me había cortado una arteria del brazo izquierdo. Por eso, al día de hoy, no tengo tacto. Me desinfectaban las heridas con cepillo de cerda y jabón para la ropa. Después de eso, viví bajo constante amenaza. Una vuelta, cuando ya estaba mejor y empezaba a manejar de vuelta, me pusieron una corona con una bomba en donde vivía. Los mismos vecinos me avisaron: “Rajá, pusieron un bomba en la ventana de tu casa”. En 1978, incluso, estuve desaparecido. Me secuestraron y me cosieron a torturas. Pero lo que ellos querían saber, yo no lo sabía. Sin embargo, hasta el ‘83, cuando vuelve la democracia, fui controlado permanentemente. Al punto de recibir una llamada por día. Sonaba el teléfono, me decían “te vamos a matar” y colgaban.

¿Por esto es que tardó tantos años en afirmar que había sido Rodolfo Almirón, custodio de López Rega, el asesino de Mugica?

Tardé mucho a nivel legal, porque todos me recomendaban que no lo dijese, porque había servicios que todavía estaban muy atentos a lo que yo pudiera decir. Y les hice caso hasta que no aguanté más, era una situación de conciencia. Pero ya en el ‘76 decía quién había sido, y muchos medios y mucha gente lo sabía. Antes lo dije. Había dos o tres personas a las que ya se los había dicho en el momento, y me recomendaron callar para sobrevivir.

Dado que usted conoció y frecuentaba el Ministerio de Bienestar Social, ¿había escuchado rumores sobre que la Triple A o su accionar bajo las órdenes de López Rega?

Cuando yo iba al Ministerio aún no se conocía la existencia de la Triple A. Si bien había gente que merodeaba armada en los espacios comunes, todos pensábamos que eran los custodios del “Brujo”. Ahí es donde conocí a Almirón, el asesino de Carlos.

A usted le dispararon desde un lugar distinto al de Mugica, ¿logró ver al otro tirador?

No vi quien me tiró, pero las balas venían de otro lado. Yo estaba de espalda a Carlos y me pegaron de frente. El impacto me dobló y cuando caigo lo veo a Carlos y Almirón con la ametralladora envuelta en nylon porque estaba lloviendo, y cómo lo estaba acribillando mientras Carlos resbala por la pared hasta quedar sentado.

En el momento del crimen hubo versiones que sostuvieron que Montoneros había matado a Mugica.

Hubo y todavía hay gente interesada de culpar a Montoneros de la muerte. No es de sorprender. Pero yo sé quiénes fueron, lo vi a Almirón esa noche.

¿Cree que se podría haber evitado de alguna forma?

No sé si se podría haber evitado el asesinato habiendo complicidad de la Iglesia. Ellos sabían sobre las amenazas de muerte que recibía Carlos y no hicieron nada al respecto. Dejaron que pasara.

El Covid 19 y la Villa 31

A 46 años del asesinato de Carlos Mugica, pocas cosas cambiaron en el barrio al que le dedicó la última parte de su vida, en el que estaba -está- su gente. Los reclamos de los vecinos de la Villa 31 son los mismos que se lo observa enunciar en los videos de archivo de la época, en blanco y negro. Como si fuera poco, a su realidad se suma ahora también la pandemia de Covid-19, especialmente riesgosa para aquellos que habitan en lugares vulnerables, con las condiciones mínimas de subsistencia insatisfechas.

¿Qué piensa cuando ve la situación en las villas, especialmente en la 31?

Es un desastre. En el año 2018, desde el gobierno de la Ciudad dijeron que iban a estar con todos los servicios en las villas, y no hicieron nada. Y ahora está pasando todo esto, y lo peor es que va a ser culpa de los villeros. El problema es que (Horacio) Rodríguez Larreta, que ahora está haciendo bien los deberes porque sabe que es culpable, es un neoliberal. El suyo es un gobierno de ricos, que gobierna para ricos y le saca a los pobres.

¿Sigue yendo a la villa?

Sigo en contacto pero voy menos. Ahora no estoy yendo por la cuarentena, pero estuve mandando audios, apoyando como puedo. Trato dentro de todo de estar en contacto y comparto todas las actividades solidarias que se realizan en la villa.

¿Cuál es la postura de la Iglesia ahora dentro de las villas?

Actualmente hay dos grupos de la Iglesia: el Grupo de Curas en Opción por los Pobres es el más radicalizado. Pero cada uno, desde su manera, ayuda a los pobres y eso es lo importante, aunque me gustaría que hubiese otro grupo. Ahora apareció “Paco” [Francisco Oliveira] que es una figura, digamos. Pero no consiguen los medios necesarios para solucionarlos problemas que tienen. Está bien que la situación es muy distinta a entonces, pero Carlos no pedía: exigía, y le daban bola. Era mucho más frontal.

No hay nadie que se asemeje a Mugica, ¿entonces?

Hay buenos, pero no es fácil tener el carisma y el respeto -y un poco el miedo, también- que le tenían a Carlos, porque él venía de una familia que pertenecía a esos grupos a los que les exigía. Era uno de ellos. Además, él era muy duro y breve: con Carlos era sí o sí. Ahora no es que no se ha conseguido nada, se han conseguido muchas cosas, pero de los privados.

Pareciera que ahora todo el mundo habla sobre la cuarentena y las acciones del gobierno. ¿Qué opina sobre la reciente aparición de Mario Firmenich y sus dichos?

Bueno, como dijeron en los medios, “éramos pocos y apareció Firmenich”. Hay gente que necesita estar en el medio. Si no me equivoco, creo que él estaba en Barcelona y desde ahí habla de Argentina. No es el momento, y ese siempre fue un problema. Yo no tengo nada contra de “La Orga”. Se han hecho cosas buenas y muchas cagadas también, pero no es momento para perder en hablar de esas cosas. Hay gente que se cree que Argentina es Cuba, pero no se puede hacer una revolución del pueblo a espaldas del pueblo.

Ya que nos adentramos en la cuestión política, ¿qué opinión tiene respecto del peronismo luego de la muerte de Perón, en democracia?

El único peronismo en la democracia fue el de Néstor y Cristina. Todo lo demás fue una puesta en escena para ganar votos.

Y de Alberto Fernández ¿qué opina?

Alberto Fernández venía con una idea bastante clara de cómo recuperar el saqueo que nos habían hecho, pero al poco tiempo apareció esta pandemia, entonces todo cambió. Está llevando muy bien las cosas, apostó por la vida. En Argentina ya llevamos muchos muertos desde la colonización, estamos llenos de muertos. A parte nos está cuidando a todos, pero le van a hacer la vida imposible. Hay gente que quiere que fracase la cuarentena, que muera mucha gente para fustigarlo.

¿Cómo vivió las elecciones del 2019?

No creí que iban a ser solo 8 puntos, nunca creí que el depredador que se fue iba a ser apoyado por tanta gente. Es por eso que ganamos las elecciones pero todavía no ganamos el poder. Creí que iba a ser más fácil.

¿Y por qué considera que hubo gente que votó a Mauricio Macri?

Es la oligarquía y la clase media que quiere pertenecer. Tienen una maceta en la casa y se creen el campo. Tratan de atacar siempre al peronismo porque está a favor de los pobres, y lo hacen con lo que sea. Por ejemplo, dicen que Cristo resucitó una sola vez y a Nisman ya lo resucitaron como diez veces y vamos por más. Es mala gente, gente que odia y el odio es lo peor porque te destruye y hacés que destruyas todo. Por eso yo no odio, ni siquiera a los que me torturaron.

“Seguimos teniendo formas de abrazarnos”

“Seguimos teniendo formas de abrazarnos”

Con la pandemia de covid-19 y el aislamiento social preventivo y obligatorio, pareciera que nada más pasa en el país y en el mundo. Que no hay más enfermedades que el coronavirus -a excepción, quizás, de aquellas “de base” de los grupos de riesgo-; que no hay más padecimientos que los de la angustia por el encierro; que la única contracara de la cuarentena es la económica. Sin embargo, pasan otras cosas, de esas de la vida “normal” que pasaban antes de toda la incertidumbre por el nuevo virus; aunque poco se hable de ellas. La donación y trasplante de órganos es una de esas cuestiones.

 

Donar en pandemia

“Donación y trasplante evidentemente han cambiado en el país desde la aparición del covid-19”; sostiene María Eugenia Vivado, presidenta de la Asociación Solidaria de Insuficientes Renales (ASIR). Parece una constatación obvia, pero aun así necesaria. “A partir del inicio de la cuarentena, la donación y trasplantes han bajado ostensiblemente”, agrega.

Es difícil comparar números cuando los contextos que se analizan son tan diferentes. En el 2019, no había una pandemia que afecta a todo el mundo, y mucho menos una cuarentena que detuvo la mayor parte de la circulación en el país. Sin embargo, los datos hablan: en lo que va del aislamiento social hasta el cierre de esta nota, el Sistema Nacional de Información de Procuración y Trasplante de la República Argentina (SINTRA) registró 68 donantes; el año pasado, la cantidad llegó a 348 en el mismo período de tiempo.

Hay varias razones, entre ellas el cierre de fronteras que dificulta el traslado de órganos -ya sea desde el exterior como desde otras provincias- que suele realizarse en aviones sanitarios; y la menor cantidad de accidentes de tránsito, una de las principales causas de muerte entre los donantes. Pero la más determinante es la seguridad, tanto de los pacientes como de los médicos. Frente a un virus con una tasa de contagio tan alta como la del coronavirus, las precauciones aumentan lógicamente: a los controles habituales a donantes y receptores se le suman controles específicos por covid-19.

Desde la Asociación Fibroquística Marplatense (ASFIM) explican que los criterios para definir posibles donantes seguros fueron trabajados en conjunto con la Asociación Argentina de Terapia Intensiva (SATI), la Asociación Argentina de Trasplantología (SAT) y el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI), junto con el Ministerio de Salud de la Nación. A partir de ellos, se “aumentan las exigencias” para los posibles donantes: se les realizan test epidemiológicos PCR para detectar la presencia o no del virus, y sólo cuando el test da negativo, se los considera como donantes.

Lo mismo se aplica para los posibles receptores de los órganos. Además, si el órgano en cuestión son los pulmones, también se les realiza una tomografía de tórax debido a los efectos particulares que tiene el coronavirus en el sistema respiratorio. Este aumento de controles “va en desmedro de la cantidad de donantes y receptores”, como sostiene Vivado.

Una de las medidas adoptadas fue recurrir, sobre todo, a las donaciones en determinadas provincias, aprovechando la heterogeneidad del país y la menor circulación del virus en ciertas regiones. “Eso nos permite un grado mayor de seguridad, ya que podemos obtener potenciales donantes de zonas donde no hay tanta circulación, y eso brinda cierta seguridad”, explica Alejandro Bertolotti, jefe del Departamento de Trasplante de la Fundación Favaloro.

Mientras tanto, en las redes oficiales del INCUCAI continúan insistiendo en la posibilidad de reafirmar la condición de donante a través de la web, si bien todos los argentinos mayores de 18 años son donantes, salvo que deje constancia de lo contrario, a partir de la sanción de la ley 27447, “Ley Justina”. Al 8 de mayo, más de 20 mil personas ya habían reafirmado su deseo de donar por esta vía.

 

Los trasplantes continúan

La donación no es el único aspecto que se ve afectado por la pandemia, sino todo el universo del trasplante. Por ende, los pacientes que están en lista de espera y aquellos que fueron recientemente trasplantados.

“Desde el comienzo de la pandemia pudimos observar que la actividad de donación y trasplante era afectada, sobre todo en los países europeos que precedieron en el desarrollo del coronavirus y su impacto en el sistema de salud”, explica Carlos Soratti, presidente del INCUCAI. “De modo que, precozmente, se empezaron a tomar las medidas, los diagnósticos y las estrategias para poder consolidar el sistema argentino de donación y trasplante y sostener la actividad con limitaciones y disminuciones.”

A diferencia de lo que sucedió en muchos países del mundo, en Argentina no se dejaron de hacer trasplantes. “Están bastante centrados en los pacientes que lo necesitan en forma urgente para vivir”, según María Eugenia Vivado. “Los trasplantes con donante vivo, como son programados, se los prefiere postergar a fin de cuidar al donante y al receptor, para evitar que estén en hospsitales con riesgo de posible infección”, explica la presidenta de ASIR.

“No podemos esperar a que termine la cuarentena”, sostiene Bertolotti. “Hay patologías que ameritan ser tratadas como si esta pandemia no existiera, las enfermedades siguen su curso, lamentablemente, y tenemos que tratar de brindar opciones a esta gente, dentro de esta situación.” Según el INCUCAI, en lo que va de la cuarentena más de 214 personas en lista de espera recibieron un trasplante de órganos o tejidos gracias a la concreción de 68 operativos en todo el país. Si bien en su mayoría fueron trasplantes renales, también se realizaron hepáticos, cardíacos, de córneas y uno pancreático. En el Hospital Garrahan llevaron a cabo diez trasplantes y la Fundación Favaloro se realizó, incluso, uno bipulmonar.

Los trasplantes de médula ósea también siguen llevándose adelante, ya sea autólogo -con células del mismo paciente- o con donante relacionado o familiar. Además, durante la cuarentena, y gracias al Registro Internacional de Células Hematopoyéticas -del que Argentina forma parte-, “los pacientes que tenían programado recibir un trasplante con células de donantes de otros países pudieron concretarlo a pesar de las dificultades de la pandemia”, cuenta Roberto Isab, referente de la Comisión de Amigos del Hogar CUCAIBA. Incluso cuatro unidades de células donadas arribaron al país desde Israel, Brasil y Alemania en vuelos de carga gracias a la participación de Cancillería, las embajadas argentinas, las empresas transportadoras y las aerolíneas comerciales. “Todo ese esfuerzo ha dado su fruto y hoy podemos decir que a pesar de las limitaciones que impone esta lucha contra el coronavirus, la oportunidad de trasplante de órganos, de tejidos y de células en nuestro país está siendo sostenida con mucha coordinación, con mucho esfuerzo y con la participación de todas las provincias y jurisdicciones”, sostiene Soratti.

Ser paciente

Los pacientes ya trasplantados también son considerados dentro de este nuevo escenario.

“En un primer momento, la recomendación era que nadie fuera a las clínicas, que se quedaran en sus casas y que solo concurrieran a la guardia en caso de presentar síntomas, pero había otras enfermedades y patologías importantes,” cuenta Bertolotti. “Dentro de esa población tenemos a nuestros pacientes que están en lista de espera o situación de trasplante, que también requieren controles específicos muy importantes para ellos.”

Frente a esta situación, en general se comenzaron a implementar consultas virtuales entre los pacientes y los equipos de trasplante. “Los organismos nacionales, provinciales, públicos y privados relacionados a la donación y trasplante siguen trabajando y empezaron una reorganización de atención a distancia, por todos los recaudos que se debe tener frente al covid-19”, explica Vivado. “El gobierno nacional, a través del Ministerio de Salud, da directivas para la atención, vías de comunicación para que el paciente no tenga que salir de su casa. Por otro lado está garantizando la medicación para 6.840 pacientes sin obra social bajo el programa de medicación inmunosupresora”, agrega.

Pero para aquellos momentos en que es imprescindible recurrir al centro hospitalario, se implementan estrictos protocolos de seguridad para proteger a los pacientes y a los médicos. Por ejemplo, en la Fundación Favaloro se establecieron “circuitos seguros”, es decir, pasillos específicos y exclusivos para aquellos que van a realizar una consulta por trasplante o por razones ajenas a la sintomatología del coronavirus. De esta manera, no se exponen a posibles contagios.

Otra cuestión es el riesgo que corren las personas trasplantadas frente a la gran circulación del covid-19, debido a su inmunosupresión. Sin embargo, Bertolotti sostiene que “todo paciente trasplantado está recibiendo inmunosupresión, esto baja sus defensas y se expone a tener mayor vulnerabilidad para infectarse. Pero no se ha visto estadísticamente un comportamiento diferente en la población inmunosuprimida y la general, hasta el momento. “Lo importante es evitar el contagio, tanto uno sea trasplantado como no”, insiste. Sin embargo, las personas trasplantadas cuentan con una ventaja: ya tienen incorporadas como hábito las medidas de seguridad e higiene que ahora son necesarias para toda la población general.

Para complementar la poca información existente, el SINTRA puso en vigencia desde el 21 de abril un nuevo registro de infección por covid-19 para pacientes en lista de espera y trasplantados, que permite informar la incidencia y evolución de la infección viral en esta población especial. El objetivo es contar con datos nacionales acerca sobre el coronavirus para evaluar el impacto en este tipo de pacientes.

Las ONGs también cumplen un rol muy importante, más en tiempos de pandemia, para la promoción de donación de órganos y la seguridad de los pacientes, haciendo un seguimiento del cumplimiento de protocolos y leyes. “Queremos que se cumpla la Ley de Protección Integral para las Personas Trasplantadas y en Lista de espera.  Por ejemplo, en la provisión normal de la medicación; y en caso de recurrir a un centro sanitario, tengan todos los recaudos de cuidados de bioseguridad”, sostiene Vivado.

 

Día Nacional

El 30 de mayo es el Día Nacional de la Donación de Órganos en conmemoración del nacimiento del hijo de la primera paciente que dio a luz después de haber recibido un trasplante en un hospital público.

Todos los años, el INCUCAI realiza una campaña de promoción de donación para esta fecha en particular. Debido al aislamiento social, preventivo y obligatorio, esta vez la campaña se pensó específicamente para las redes sociales, convocando a la comunidad a participar con sus mensajes bajo el hashtag #AbrazosDeVida. “Seguimos teniendo formas de abrazarnos”, sostiene uno de los mensajes en las redes oficiales.

“La imagen de la campaña es la de Matilde, una muñeca con sus brazos abiertos, diseñada por el artista plástico Felipe Giménez”, explican desde el organismo de donación y trasplante. “La acción está inspirada en la idea de abrazar la vida, como se abrazan las buenas causas, los ideales, los sentimientos y los afectos. La iniciativa tiene como fin reafirmar una actitud positiva hacia la donación y homenajear a los donantes que hacen posible que miles de personas tengan una nueva oportunidad.”

Mientras tanto, en los días previos al sábado 30, se comparten imágenes y videos de pacientes trasplantados, personal del sistema de salud y familiares de donantes enviando sus abrazos, a la vez que se invitó a toda la gente a participar de la iniciativa.

Como lo resume Bertolotti: “Nadie en el mundo está preparado para una pandemia y para un aislamiento como el que nos tocó, así que es un esfuerzo que tenemos que hacer entre todos, y apoyarnos entre todos.”

El covid-19 les pasa la factura

El covid-19 les pasa la factura

Desde el 20 de marzo, cuando comenzó el aislamiento social preventivo y obligatorio, a la mayor parte de los argentinos le resultó difícil continuar sus labores diarias. Pero para un sector de los trabajadores, la cuarentena significó no solo falta de trabajo, sino también una reducción drástica o la falta total de ingresos. Uno de esos sectores lo integran los monotributistas y autónomos que, si bien tratan de arreglárselas en el día a día sin el salario, todavía deben afrontar los gastos necesarios para mantener a sus familias.

Ailén Lucarelli, referente de Monotributistas Organizadxs y miembro de Prestadores Precarizadxs, trabaja como Acompañante Personal No Docente (APND) de un niño que asiste a una escuela estatal de la Ciudad de Buenos Aires. “Soy monotributista categoría A y trabajo en relación de dependencia encubierta para un centro categorizado que terceriza mis servicios como APND en escuelas”, cuenta. Lucarelli ha podido adaptar la atención al modo virtual, realizando videoconferencias diarias con el nene para acompañarlo en la resolución de las tareas que le dan en la escuela. Sin embargo, no percibió ningún tipo de ingreso durante la cuarentena, y diciembre fue el último mes que cobró por su trabajo.

A esta situación se le suman las constantes nuevas normas y resoluciones que se modifican entre sí; y la amenaza de recortes, rechazos o incluso eliminación de la cobertura de las prestaciones que continúan dándose online, por parte de las Obras Sociales y Prepagas. “Actualmente, después de una gran lucha y difusión en las redes de la hiperprecarización de los profesionales de la salud mental -a los que a la mayoría todavía nos deben honorarios correspondientes a meses del 2019-, nos quieren reducir o eliminar la posibilidad de continuar nuestras prestaciones de forma virtual”, explica Lucarelli.

Al respecto, desde Prestadores Precarizadxs plantean su rechazo a esta posibilidad debido a que su trabajo representa su única fuente de ingreso -si bien cobran con meses de demora- y a que los fondos para pagar las prestaciones existen. Esto también supone un perjuicio para las personas con discapacidad ya que se impide la continuidad de sus tratamientos, parte de los derechos que tienen. “Todo esto es un tira y afloje en el que no sabemos hasta cuándo podremos continuar trabajando en estas condiciones.”

«Las prepagas quieren reducirnos o eliminar nuestras prestaciones de forma virtual», explica Lucarelli.

Otro caso es el de Luis Mauregui, músico y monotributista social. “Me dedico principalmente a las clases particulares y los conciertos”, cuenta, y hace hincapié en que todo el sector de la cultura, independientemente de la condición de monotributista o no, está pasando un difícil momento. En su caso particular, se mantiene a flote con las clases: “He perdido un 50% de los ingresos, estoy reteniendo alumnos y tratando de mantener todas las clases online.”

El gobierno nacional no es ajeno a la dura situación que atraviesan monotributistas y autónomos. El 22 de marzo, apenas dos días de iniciada la cuarentena, se anunció un Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) para trabajadores independientes en situación de informalidad y monotributistas de las categorías A y B -las más bajas-, entre 18 y 65 años. El aporte consistió en una suma de diez mil pesos que debió cobrarse durante el mes de abril. Sin embargo, se registraron dificultades en el cobro de dicho ingreso y 1,1 millón de aplicantes fueron rechazados por error.

Frente a esto, y también debido a la progresiva extensión de la cuarentena, desde Anses -ahora presidido por Fernanda Raverta- se otorgará un segundo pago del IFE, correspondiente a otros diez mil pesos. Además, el gobierno lanzó una serie de créditos a tasa cero (subsidiados por el Estado), por un monto equivalente al 25% del tope de la facturación anual de la categoría en la que cada monotributista está inscripto.

“Perdí un 50% de los ingresos, estoy tratando de mantener todas las clases online”, dice Mauregui.

Según Pablo Gaut, monotributista que trabaja como valet parking en un restaurante en Costa Salguero, el subsidio del Estado es una acción acertada: “Me parece una medida lógica y más si uno mantiene los impuestos al día, te vaya bien o mal; así que es importante que el Estado contribuya cuando te está yendo mal.” Gaut pudo cobrar el IFE y subsiste también gracias al sueldo de su esposa y cursos online de música, su hobbie. Pero agrega como sugerencia que “habría que mejorar la forma en que lo dan: tendría que ser un poco más rápida y, tal vez, un poco más de plata.”

Sin embargo, no todos los monotributistas piensan así, y definitivamente no en Monotributistas Organizadxs. Para Ailén Lucarelli, “las medidas del gobierno para con el sector monotributista son, desde todo punto de vista, insuficientes.” Según la referente, el alcance del IFE es uno de los puntos cuestionables, ya que “sólo alcanza a monotributistas de las categorías A y B, además de muchos otros criterios de exclusión y rechazos por errores en los datos que aún no han tenido solución y dejan a millones de trabajadores sin poder acceder a este beneficio”. En su caso personal, aún aguarda el cobro del ingreso, sin saber con certeza cuándo podrá recibirlo.

Otro punto que genera desacuerdos es el monto de dinero que compone al IFE. “A nadie se le ocurre que diez mil pesos puedan cubrir los gastos básicos de un grupo familiar, mucho menos después de descontar las cuotas del monotributo de marzo, abril y mayo, dado que no se nos otorgó la exención del pago del monotributo”, señala Lucarelli, haciendo hincapié en que uno de los requisitos para acceder al subsidio es ser único ingreso del grupo familiar.

Los créditos a tasa cero tampoco les parecen suficientes. En primer lugar, porque quienes recibieron el IFE ya no tienen acceso a los créditos. Y también, porque entienden que el “beneficio” supone, en realidad, mayores deudas a futuro para quienes no están pudiendo facturar durante los meses de aislamiento.

Luis Mauregui también es rotundo y crítico: “El gobierno mantiene una orientación que se ha ido profundizando con la cuarentena, consistente en la negociación del pago de la deuda, el subsidio a varios empresarios, y el aval a recortes, despidos y suspensiones, pero ninguna salida concreta para los monotributistas.”

Por ello, desde Monotributistas Organizadxs proponen sus propias medidas para paliar la situación que les toca atravesar: “Exigimos al gobierno un seguro al desempleo de 30.000 pesos para todos los monotributistas que no estén pudiendo generar ingresos -o éstos se hayan visto drásticamente mermados- debido al aislamiento social, preventivo y obligatorio. Para todas las categorías y sin criterios de exclusión”, sostiene Lucarelli. “Además, una exención del pago de la cuota del monotributo durante todos los meses que dure la cuarentena. Y en tercer lugar, la cobertura irrestricta por parte de las Obras Sociales a sus afiliados monotributistas.”

Estas medidas se suman a lo que ya vienen reclamando desde enero, cuando la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) comenzó a aplicar un aumento del 51% sobre el impuesto al monotributo.

Mientras tanto, los trabajadores autónomos y monotributistas continúan reclamando y tratando de llegar ya no a fin de mes, sino a fin de la cuarentena. Fecha que todavía se mantiene en la incertidumbre.

 

El súperjefe de gobierno porteño

El súperjefe de gobierno porteño

El jueves 7 se aprobó en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires la Ley de “Emergencia Económica y Financiera”. Con 38 votos positivos y 21 en contra, el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta logró un importante avance en el control de los poderes públicos durante una sesión parlamentaria presencial.

El proyecto enviado a la Legislatura por el jefe de Gobierno provocó una gran rechazo por parte de la oposición debido no sólo a su contenido, que delega las facultades legislativas al Poder Ejecutivo; sino también a las irregularidades durante su votación: se aprobó con sólo 38 votos cuando se necesitaban, al menos, 40, y no se aplicó el procedimiento de doble lectura correspondiente a las leyes de excepción (consistente en una primera sanción, una audiencia pública y una ratificación del proyecto).

En un primer momento, el texto incluía la posibilidad del pago escalonado y recorte de los salarios de los trabajadores estatales. Pero a partir de la resistencia de importantes gremios -UTE, ATE, Metrodelegados- y varios diputados -incluidos miembros de la Unión Cívica Radical-, este artículo fue modificado. Lo mismo sucedió con un recorte de 785 millones de pesos para un programa social que atiende a comedores barriales, lo que el gobierno señaló como un “error”.

Sin embargo, el principal punto de cuestión de la ley es la delegación de facultades del Poder Legislativo al Ejecutivo. “Es algo bastante grave porque a diferencia de Nación, la Ciudad de Buenos Aires tiene absolutamente prohibida la delegación de facultades”, explica Jonatan Baldiviezo, abogado y titular del Observatorio de Derecho a la Ciudad (ODC). “Mucho menos el nivel de facultades que está delegando ahora, que habilita a suspender la vigencia de leyes, y modificar a su antojo contratos o cláusulas contractuales que derivan también de leyes”, agrega.

Dicha delegación está prohibida por el artículo 84 de la Constitución de la Ciudad y no permite ninguna excepción, a diferencia de lo que sucede a nivel nacional, donde la Constitución permite que el Congreso delegue facultades en materia de Administración y de Emergencia Pública -como sucede en la actualidad.

La legisladora Myriam Bregman denunció recortes en Salud y Vivienda mientras que Seguridad aumentó un 45%.

Según Baldiviezo, “esta concentración de poder público que permite la nueva ley no es algo aislado, es una constante en los últimos años donde el Poder Ejecutivo, de distintas formas, ha ido acumulando y concentrándolo.” El ODC y sectores ligados al progresismo entienden la normativa aprobada como la culminación de un proceso que comenzó atacando a la democracia participativa y ahora da un golpe definitivo a la democracia representativa. Ahora, el gobierno encabezado por Rodríguez Larreta puede, incluso, suspender leyes que fue obligado a cumplir por parte de la Justicia, tales como las que respecta a la creación de parques o al mantenimiento de pauta publicitaria para medios vecinales. “Estos aspectos son bastante graves porque implica, en los hechos, prácticamente cerrar la Legislatura”, sostiene el abogado.

Con la aprobación de la Ley de Emergencia, el gobierno no solo tiene “superpoderes” en lo que respecta a las facultades legislativas, sino que también tiene control total sobre la asignación de partidas presupuestarias, sin límites y sin especificación alguna sobre hacia qué áreas será redistribuido dicho presupuesto. “Ahora, de un plumazo, se le da el manejo de todo los recursos a un gobierno que ha demostrado que no pudo manejar los dos grandes problemas que tuvo la Ciudad de Buenos Aires en el último tiempo: coronavirus y dengue”, sostiene la diputada del Frente de Izquierda, Myriam Bregman. La legisladora, junto a su partido, denunció los recortes en Salud y Vivienda en función de un aumento del 45% en la partida de Seguridad para el presupuesto 2020 que se votó el año pasado. Ahora, a esta disminución, se le añade un recorte presupuestario fijo al Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC). Todo, en el contexto de la pandemia.

Este control absoluto del presupuesto fue otro de los puntos difíciles del debate, por lo que se aprobó la creación de una comisión legislativa que supervise y audite la ejecución de los fondos reasignados a la emergencia. Sin embargo, la flamante Comisión Especial de Fiscalización y Seguimiento de la Emergencia Sanitaria es integrada y presidida por legisladores oficialistas. “Nosotros, en nuestra intervención en la Legislatura, en las comisiones y en la sesión denunciamos fuertemente la Ley de Emergencia Económica porque le da poderes supremos a Horacio Rodríguez Larreta con un mínimo ‘control’, que es el de una supuesta comisión que va a controlar qué hace con las partidas, pero que concentra todo el poder en el Ejecutivo”, puntualiza Bregman. En la misma línea, a Baldiviezo le resulta “irrisorio” el hecho de que “no solamente el Poder Ejecutivo va a recibir superpoderes, sino que también se va a controlar a sí mismo”.

Según el titular del ODC, esta falta de contralor parlamentario, sumado a la delegación de facultades delegativas, puede conducir al beneficio de empresas y concesionarias por parte del Gobierno de la Ciudad, así como a concluir procesos de privatizaciones.

En lugar de ayudas, recortes

La ley de Emergencia Económica no sólo se relaciona con el Covid-19 en tanto este es su contexto, sino también en cuanto influye directamente en las consecuencias que está teniendo el virus en la Ciudad. Sobre todo, en los barrios populares.

“El primer caso de coronavirus en el Barrio Carlos Mugica (ex Villa 31-31 bis) se confirmó el 21 de abril. El 24 de abril y durante los siguientes 15 días, la falta de agua en el barrio se generalizó impidiendo a sus habitantes llevar a cabo las acciones básicas para afrontar la pandemia: el lavado frecuente de manos. En sólo cinco días, entre el 2 y el 7 de mayo, los casos confirmados aumentaron el 160%”, cuenta María Eva Koutsovitis, ingeniera civil y miembro del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP).

¿Cómo se relaciona la nueva ley con esta situación? Lo lógico sería pensar en que parte de la reasignación presupuestaria sería dirigida a planes de acción y políticas públicas que puedan afrontar y mejorar la situación que se vive en los barrios populares y otras zonas vulnerables de la ciudad. Sin embargo, no es así: “Fuera de tiempo, el GCBA impuso un improvisado protocolo donde los criterios de testeos no son claros”, sostiene Koutsovitis, y agrega: “Sin agua potable y sin protocolos adecuados adaptados a la realidad de los barrios populares es imposible afrontar adecuadamente la pandemia.”

Como si fuera poco, la Ley de Emergencia Económica y Financiera del gobierno explicita una reducción al presupuesto del Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC), organismo clave en la urbanización y lo que respecta a la cuestión habitacional de la Capital Federal. “Lo grave de la ley es que reduce las partidas para el IVC cuando la creación urgente de viviendas sociales prefabricadas es una de las medidas más rápidas, y hoy tendría que ser uno de los planes urgentes que esté haciendo el gobierno de la Ciudad en los lugares que los vecinos lo determinen, siempre decidiendo ellos el lugar y la manera”, expresa Myriam Bregman al respecto.

Según Koutsovitis, “es sumamente alarmante que la cuestión habitacional en la ciudad no sea relacionada con la fragilidad de la sociedad porteña para afrontar el coronavirus”. “La explosión del coronavirus en los Barrios Populares y ahora en paradores de personas en situación de calle, son una clara muestra que la emergencia habitacional es un elemento esencial para alimentar la aceleración de la propagación del coronavirus.”

Debido a esto, el recorte al IVC y la reasignación presupuestaria que no contempla a los sectores vulnerables no se comprenden dentro de lo que la Ley de Emergencia debería suponer. Y parecería que no es más que un “camuflaje” del Gobierno de la Ciudad para aprovechar el difícil momento en pos de acumular poder público y llevar a cabo negocios que, en otro contexto, no hubiesen sido posibles. “El Estado, con una buena cantidad de recursos como tiene la ciudad, podría estar resolviendo la cuestión habitacional; pero, contrariamente, la ley de Emergencia que se votó se reduce la cantidad de dinero que va al IVC”, expone Bregman, y concluye: “Con lo cual demuestra que la pandemia les interesa poco, y aumentar y concentrar el poder, sobre todo el poder económico, le interesa mucho.”