La Runfla sigue en la calle

La Runfla sigue en la calle

Tres décadas de trayectoria ininterrumpida acompañan al grupo de teatro La Runfla, nacido en el barrio porteño de Parque Avellaneda. Desde su origen, la propuesta siempre ha sido promover el uso artístico del espacio público. Lo han logrado con más de 30 espectáculos propios y giras por todo el país. El término que da nombre al grupo proviene del lunfardo, y significa “gente de una misma especie tras un objetivo común”. Desde este sábado, 20 de febrero, presentan Fragmentos de oscuridad. Los caprichosos objetos del destino, una obra inspirada en Los ciegos de Maurice Maeterlinck.

“Como grupo tenemos una suerte de premisa fundante, que orienta nuestra actividad: atraer al transeúnte, transformarlo en espectador, y a este en voluntario partícipe, si así lo decide”, dice Javier Giménez, uno de los miembros fundadores. “El teatro de calle no acontece en un lugar que ya está previamente signado como un espacio donde va a haber un espectáculo. Nosotros llevamos el teatro literalmente sobre nuestras espaldas, sobre nuestros hombros. Construimos nuestra actividad modificando el tiempo y espacio de ese lugar al que arribamos”.

Pero la pandemia forzó un cambio en la dinámica del grupo. Para la obra que presentan este año, la capacidad será limitada y los espectadores deben concurrir con reserva previa: “Esperamos que no dure mucho esto, porque nuestro trabajo está orientado a todes, a las personas que suelen ir al teatro, pero sobre todo a aquelles que no tienen esa práctica todavía. Encontrarse con un espectáculo así se transforma en la gran puerta por la que ingresan a ese mundo”, lamenta Giménez.

Fragmentos de oscuridad. Los caprichosos objetos del destino es un espectáculo que se gestó previo a la pandemia y que estaba próximo a estrenarse antes de su irrupción. Giménez cuenta: “Veníamos de una etapa que habíamos llamado `teatro urgente´, una estética y una poética de contestación inmediata a una coyuntura social, política, muy puntual de nuestro país y nuestra realidad. Nos propusimos interpelarnos sobre temas más universales. Vimos un contexto mundial de mucha incertidumbre y desorientación ante tanta violencia, crueldad, ante un mundo sumido a autodestruirse. Una injusticia que nos arrolla permanentemente sin darnos tiempo a reaccionar. Y nos preguntamos sobre la validez de nuestro oficio de teatristas en este momento. Así dimos con esta obra. Porque descubrimos que en la ceguera producto de esta fragmentación del mundo encontramos la metáfora precisa para saber interpelarnos en términos universales sobre la condición humana. Investigamos muchos textos poéticos, y nos llegó a las manos Los ciegos de Maeterlinck, donde encontramos el punto de empatía perfecto para poder contar nuestra historia”.

Durante el primer año de la pandemia de Covid-19 el grupo se concentró en adaptarse a la virtualidad y mantener vivo el proyecto. Primero en forma remota, y luego en grupos de hasta tres personas, los miembros de La Runfla continuaron trabajando. La crisis sanitaria mundial, sostienen, es una profundización antes que un quiebre en la idea propuesta. “Arrancamos antes de la pandemia, lo cual no es en detrimento de cualquier reflexión que surja de este momento, sino todo lo contrario. Se han revalorizado muchos aspectos de la obra que preparamos. Seguramente la gente que venga asociará muchos elementos con la idea de la coyuntura. Porque quizás estamos hablando de una pandemia anterior, producto de esta fragmentación. Una pandemia de insensibilidad, de desigualdad, de violencia. Es sobre eso que quisimos empezar a reflexionar y que se ve presente en todo lo que estamos viviendo como sociedad mundial”.

Otro proyecto a retomar son las reuniones entre las distintas agrupaciones que comparten esta concepción del teatro en espacios abiertos. La Runfla ha organizado 12 ediciones del Encuentro Internacional de Teatro Callejero, con participación de grupos de Argentina, Colombia, Uruguay, Suecia, Italia, Chile, España y Francia. A nivel barrial, La Runfla integra el colectivo De la calle, junto a otros grupos que han tomado al Parque Avellaneda como parte constitutiva de su identidad.

En estos treinta años de historia, los miembros de La Runfla encontraron dificultades para llevar adelante un concepto de teatro para el que muchos intérpretes no estaban preparados. Fue así que crearon, en coordinación con la Escuela Metropolitana de Arte Dramático, el Curso de Formación del Actor para la Actuación en Espacios Abiertos: “El parque funciona también como una instancia pedagógica de aprendizaje de este lenguaje, ya que se prepara a actores y actrices durante dos años para darle las herramientas de abordaje del espacio”, cuenta Giménez. En la actualidad, parte del elenco de La Runfla se nutre de egresados del curso.

Ante las restricciones que impone la pandemia, la tan invocada “nueva normalidad” presenta a los parques y plazas de la ciudad como espacios privilegiados para las reuniones. El enorme caudal que concentran estos lugares convoca a pensar nuevas formas de compartir este recurso escaso. “Ha habido una transformación muy fuerte en lo que era el uso que tenía el Parque Avellaneda con su impronta de espectáculos y actividad cultural. Al principio de la pandemia, y obedeciendo a las restricciones impuestas, preferimos no estar en el espacio público. Hoy ese espacio se ocupó con otro tipo de actividades, deportivas y de otra índole. Hoy el parque conlleva una fisonomía, una funcionalidad muy cambiante, donde se imponen nuevos diálogos, y necesitamos que desde el Ministerio de Cultura de Ciudad se acompañe a los grupos”, dice Giménez. El actor señala que la Ley 1153 de CABA promueve el trabajo mancomunado de vecinos y Gobierno de la Ciudad, por lo que espera una mayor presencia de este último, ya que tiene los medios económicos y humanos para garantizar los protocolos para poder desarrollar las actividades artísticas en espacio abierto.

Debido al protocolo las funciones son con reserva en el 153 6287542.

Otro laboratorio es posible

Otro laboratorio es posible

“Básicamente funciona como un test de embarazo, pero con una gota de sangre en vez de orina”, resume con orgullo la farmacéutica Florencia Tiseyra el mecanismo detrás del flamante producto de la empresa: FarmaCov, el primer dispositivo para la detección de anticuerpos de Covid-19 de producción enteramente nacional. La profesional es –junto a un centenar de bioquímicos e ingenieros químico- una de las integrantes de Farmacoop, el primer laboratorio recuperado y autogestionado por sus trabajadores del mundo.

Tiseyra ingresó a la cooperativa a fines de 2019 cuando, tras años de lucha, los trabajadores de la fundida Roux Ocefa consiguieron que el Poder Judicial les permitiera mantener la continuidad laboral y constituirse como cooperativa. “A partir de 2016 empieza el conflicto: los despidos, las suspensiones, todo el proceso que conocemos de las empresas cuando quiebran. Pero no terminaba de dar la quiebra. En el concurso lo iban comprando grupos financieros que lo que hacen es adquirir los laboratorios para vender las patentes sin hacerse cargo de los costos, fundamentalmente de las indemnizaciones, que es lo que más plata lleva. Y como parte de la estrategia de lucha, los trabajadores montaron una carpa en la puerta del laboratorio para evitar que lo desmantelaran”, cuenta. Finalmente, la orden judicial que reconoció a los trabajadores estableció también que muchos de los equipos sustraídos por los dueños anteriores fuesen devueltos, puesto que la continuidad de la empresa implicaba la conservación de los medios de producción.

Ocupar, resistir y producir

El relato contrasta con la realidad actual: donde antes había instalaciones vacías, hoy hay una planta que produce; donde había ex empleados atrincherados reclamando por sus derechos, hay trabajadores que transitan de un lado a otro, atraviesan el vestuario para llegar a la línea de producción y vuelven a los pocos minutos, siempre con una tarea por realizar y alguna prisa. La habitación en la que se exhibe el nuevo producto conecta con otras tres, y estas a su vez con otras más, lo que deviene en un laberinto de paredes blancas solo interrumpidas por equipos de medición y pilas de cajas repletas de pipetas y tubos de ensayo.

Farmacoop es el engranaje final de una compleja maquinaria diseñada para dar una respuesta local a la pandemia de Covid-19. El FarmaCov Test fue desarrollado por científicos del CONICET en el Centro de Investigación y Desarrollo en Fermentaciones Industriales (CINDEFI) de la Universidad Nacional de La Plata. Por su parte, la vinculación con el sector privado refuerza el carácter nacional, ya que las empresas Bamboo Biotech SAS y Alimentos Proteicos SRL, ambas argentinas, contribuyeron a financiar el proyecto. El resultado es un test rápido de detección de anticuerpos que se inserta en una estrategia de sustitución de importaciones, con un 96% de insumos producidos en el país, lo que permite reducir su costo a unos 5 dólares por unidad.

El 96% de los insumos del test son nacionales, lo cual baja su costo y genera ahorro por sustitución de importaciones.

Como explica la trabajadora de la cooperativa, la recuperación de la planta y el ingreso al proyecto fueron procesos casi simultáneos: “Nos vinculamos con CONICET a través de los inversores que estaban buscando también un laboratorio en donde escalar la producción. Empezamos a trabajar en mayo, ellos en el desarrollo, nosotros con el montaje de toda esta planta. Pero en abril todavía estábamos terminando la puesta en marcha de la planta de alcohol en gel, que está en la parte de atrás del edificio. Todo lo que ves acá atrás era algo que estaba totalmente venido abajo, era una línea llenadora de ampollas en un momento y después de los años de la quiebra se había venido abajo”.

Tiseyra señala el cuarto contiguo, visible a través de los vidrios que lucen el nombre de la empresa pintado. Se pueden observar tres balanzas de un lado, otros tres instrumentos de medición del otro; algunos frascos Erlenmeyer recién lavados y un par de planillas con los resultados de alguna prueba reciente.

El desafío, por lo tanto, era doble. Pero allí donde los contratiempos se multiplicaban, fue fundamental la experiencia del plantel que sobrevivió al laboratorio Roux: “Se hizo todo el montaje en aéreas especiales. Por ejemplo, hay un cuarto que tiene una humedad por debajo del 35%, porque las tiras del test son sensibles a la humedad. Y todo el manipuleo de la tira cuando está expuesta tiene que respetar esas condiciones. Eso se logra con un deshumidificador rotatorio desecante que va en la parte del techo. Era una máquina que salía sumamente cara, que tenía que venir de Europa. Y un compañero recordó que ese equipo estaba en otra planta. La mayoría no lo sabíamos porque no estaba declarado en la ANMAT. Lo habían puesto para bajar la humedad en el área donde se hacían las sales de rehidratación oral, un producto bastante conocido del ex laboratorio”, explica Tiseyra. Un conocimiento especifico que representó alrededor de 100 mil dólares de ahorro para la cooperativa, e ilustra el potencial de la sinergia entre trabajadores experimentados y la fábrica.

La recuperación de una máquina abandonada generó un ahorro de cien mil dólares.

Habilitados

A mediados de enero, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) autorizó la producción y comercialización del test. Sin embargo, el camino de las habilitaciones también fue largo. Tiseyra recuerda: “Cuando yo entré, el proyecto tenía que ver con recuperar el laboratorio farmacéutico, ya que la producción de medicamentos había sido la principal actividad de Roux Ocefa. En 2018, cambió la normativa de ANMAT, que se hizo mucho más exigente. Y se hacía más difícil alcanzar los estándares de calidad nuevos con una planta que ya venía deteriorada para la normativa anterior. ANMAT hizo un acompañamiento, se hicieron tres inspecciones y todas rebotaron. Nos preparamos durante todo el verano para la cuarta inspección que iba a ser en marzo, y poco antes de eso comenzó la pandemia”.

Lo que impulsó la habilitación de las instalaciones, continúa Tiseyra, fue la apertura del sector de cosméticos e higiene personal de la fábrica. “Nos contactaron del gobierno de la provincia de Buenos Aires, para sugerirnos si podíamos hacer alcohol en gel. Nosotros hicimos una fórmula que reemplazó el carbopol por otro componente, con propiedades similares. En ese momento el carbopol era noticia porque no se conseguía por ningún lado, era carísimo, los chinos no solamente habían gastado todo lo que producían sino que dejaron de producirlo por la cuarentena. Después empezamos a hacer también alcohol a 70 volúmenes, para desinfectar. Ese fue el primer producto que lanzó la empresa y con el que pudimos habilitar la planta. También el control logístico de barbijos, cuya confección es realizada por distintas Pymes y comenzó a mover la empresa”, cuenta la farmacéutica.

La producción de la cooperativa enlaza con una marcada ética respecto al lugar que ocupan estas empresas en la sociedad. En su página web, al final del listado de productos puede leerse una leyenda en negrita: “Consideramos inmoral la especulación en tiempos de emergencia”. Tanto el alcohol en gel como los barbijos son vendidos “a precios populares” y se asegura una producción diaria para dar respuesta a la demanda constante.

Además de su trabajo específico, la cooperativa realiza actividades sociales con los sectores vulnerados en su barrio.

El FarmaCov Test tiene un uso fundamental para la política sanitaria de empresas y organismos que intentan asegurar el retorno a la presencialidad. Desde Farmacoop señalan que la demanda se satisface a través de convenios con laboratorios de análisis clínicos que ofrecen el servicio: “La restricción que tiene es que son de uso exclusivo profesional. Una persona no puede ir a la farmacia a hacerse el test, sino que se venden mediante laboratorios de análisis clínicos o mediante unidades sanitarias”. Entre los clientes se destacan algunas dependencias públicas, como la Cámara de Diputados de la Nación y el Banco Provincia, y actualmente la empresa participa de una licitación de la Ciudad de Buenos Aires para la provisión de análisis destinados a docentes en el marco de la vuelta a las clases presenciales.

De esta manera, los tests comercializados por Farmacoop constituyen una primera y rápida evaluación de los potenciales casos, lo que representa un complemento a los hisopados: “Los anticuerpos IGG se generan una semana después de que tuviste el primer contacto con el virus. Con lo cual es posible que se solapen dos o tres días que podes dar positivo al PCR y a este test. Luego ya la probabilidad baja y solo das positivo a los tests de anticuerpos”, señala Tiseyra. Por esta razón, explica, es necesario realizar un hisopado ante un resultado positivo del test serológico, para confirmar si se está cursando la enfermedad en ese momento. Además, es un método útil para verificar la presencia de anticuerpos en pacientes asintomáticos, que pudieron haber transitado la enfermedad sin manifestaciones clínicas.

La fábrica

La planta de Farmacoop está situada en el límite de Villa Lugano, al sur de la ciudad. Al frente se observan las primeras casas de la Villa 15; detrás, el Barrio Piedrabuena; y a unas cuadras comienza Ciudad Oculta. La cooperativa forma parte del barrio, no solo geográficamente, sino también en la vinculación con las organizaciones locales que resisten en una de las zonas más carenciadas de la Capital: “Nosotros tenemos un acercamiento con el barrio, pero no a partir de la producción puntualmente, sino con el trabajo comunitario. El 25 de Mayo hicimos un locrazo, una olla popular para unas 700 personas. Para el Día del Niño, también hicimos chocolatada y repartimos alfajores. Hay una muy buena relación con varios comedores de la zona en términos de apoyo social”, señala Tiseyra.

Termina el recorrido. Una parada previa por el vestuario para retirarse el equipo sanitario que exigen las medidas de higiene de la planta y nuevamente el alcohol en las manos. Es la hora del almuerzo y parte del plantel ya está reunido para poner en pausa otro día de producción. Aun quedan obstáculos por superar y la pandemia amenaza con continuar exigiendo al sector, pero la historia del primer laboratorio recuperado del mundo demuestra que la organización colectiva es un remedio eficiente.

CFK vs. Google: ¿Qué se discute?

CFK vs. Google: ¿Qué se discute?

Durante las primeras horas del domingo 17 de mayo, al ingresar en Google las palabras “Cristina Fernández de Kirchner”, el panel de conocimiento del buscador –un resumen de personalidades destacadas generado automáticamente– exhibía la leyenda “Ladrona de la Nación Argentina”. El encabezado se mantuvo durante suficiente tiempo como para que el agravio se viralizara y luego fuera difundido por los medios.

Por este motivo, la actual vicepresidenta presentó una demanda contra el gigante informático ante el Fuero Federal Civil y Comercial, en la que solicita una pericia que determine el origen de la publicación, cuánto estuvo activa, cantidad de visualizaciones y qué medidas se tomaron. El objetivo es demostrar cuál fue el alcance real del daño, en tanto esa información se replicó desde diversas plataformas en poco tiempo.

El abogado especializado en derecho informático Rodrigo Iglesias afirma que el curso de la denuncia podría verse obstruido de continuar por la vía civil: “La justicia ya zanjó la discusión entre responsabilidad objetiva y subjetiva con el caso de Belén Rodríguez, hace seis años”. Se trata de la modelo que en 2014 demandó a Google y Yahoo! por el uso no autorizado de su imagen al vincularla con páginas pornográficas. Según la resolución de la Suprema Corte, a la damnificada no le correspondía indemnización alguna, ya que los motores de búsqueda obraron de simples intermediarios y procedieron a bloquear el contenido en cuanto fueron notificados, como establece la doctrina de la responsabilidad subjetiva. Si se hubiese optado por considerar a estas empresas como pasibles de responsabilidad objetiva, habría alcanzado con demostrar el daño que generaba la reproducción de estas imágenes por parte de Google y Yahoo!, que el fallo desestimó al señalar que “equivaldría a sancionar a una biblioteca que ha permitido la localización de un libro de contenido dañino”.

Sin embargo, Iglesias subraya las diferencias entre la situación actual y la de entonces: “Si esta causa llegara a la Corte Suprema, hay que recordar que su conformación no es la misma que la de hace seis años. Quienes eran minoría en el fallo contra Belén Rodríguez, hoy son mayoría. También Google cambió, así como sus políticas y su influencia respecto de aquel momento”. Según el letrado, la vía penal podría ser más viable, ya que “el artículo 109 del Código Penal permitiría presentar una demanda por calumnias e injurias”.

«Para elaborar el panel de conocimiento, Google se nutrió de la información de Wikipedia, y se sabe que no es una fuente cien por ciento confiable. Entonces es posible atribuirles alguna responsabilidad, sostiene Iglesias”.

Iglesias señala ciertas particularidades del caso que habilitarían a identificar al buscador como responsable de la recopilación y jerarquización de estos contenidos. “Para elaborar ese panel de conocimiento, Google se nutrió de la información de Wikipedia, y se sabe que no es una fuente cien por ciento confiable. Si a esto le sumamos que la misma Wikipedia declaró que su base de datos fue vandalizada para modificar el perfil de Cristina Fernández, entonces es posible atribuirles alguna responsabilidad”. Y admite que “no sabemos cómo funciona el algoritmo que utiliza Google”, por lo que la relevancia de este actor aún debería establecerse.

 

La demanda de la expresidenta contra Google abre un amplio debate. Más allá de lo que se resuelva en su caso puntual, pone en agenda la cuestión de la opacidad de los algoritmos y la responsabilidad editorial de los motores de búsqueda y las redes sociales. Un debate que se está dando en la mayoría de los países y para la cual se están ensayando distintas propuestas. “Nos debemos una discusión sobre regulaciones en Argentina. El proyecto de ley sobre responsabilidad de intermediarios que se trató en 2018 era el paso a seguir tras el fallo de Belén Rodríguez. Tenía elementos positivos para comenzar a debatir el rol de estas empresas, pero no prosperó. Hoy lo que tenemos es el Código Civil y fallos como el señalado que sirven de jurisprudencia”, concluye Iglesias.