«La violencia machista tiene una matriz política, cultural y económica»

«La violencia machista tiene una matriz política, cultural y económica»

«Seguimos demandando un salario de cuidado y que se mejore la atención para las violencias machistas», dice Dillon.

El 3 de junio de 2015, cientos de miles de manifestantes se encontraron en las plazas de todo el país para exigir un freno a la violencia machista. Sin saberlo, estaban viviendo un momento bisagra en la Argentina. Ese día fue histórico y marcó un antes y un después para la sociedad, propulsando una revuelta feminista de organización y toma de conciencia. Aquel primer Ni Una Menos cristalizó en las calles un grito que se venía gestando lentamente y provocó un estallido social que aceleró un cambio necesario. La marea feminista fue creciendo de manera exponencial, haciéndose sentir en cada espacio y proponiendo una transformación de la realidad entera.

Este año, debido a la pandemia del covid 19, no se podrá salir a las calles. Aún así, más de 60 organizaciones feministas se reunieron en asambleas virtuales y armaron una serie acciones para que el reclamo no pase desapercibido. “Nos sostienen las redes feministas. Vivas, libres y desendeudadas nos queremos” es la consigna para este año. 

Marta Dillon, integrante del Colectivo Ni Una Menos y editora del suplemento “Las 12” del diario Página 12, hace un recorrido por lo alcanzado en estos últimos años y para pensar acerca de la movilización virtual.

Tras cinco ediciones consecutivas de marchas multitudinarias y plazas repletas de personas, este año el reclamo colectivo Ni Una Menos no copará las calles. ¿Cómo va a ser la manifestación este año?

Vamos a hacer un vivo en las redes tratando de abarcar todos los hechos que han sucedido desde el 3 de junio de 2015: desde los paros feministas, las huelgas internacionales feministas, el armado de la intersindical, la emergencia de activismos como el de la diversidad corporal, la columna antirracista y otros. Tenemos anotadas más de 48 personas para este vivo que va a durar más o menos cuatro horas. En el medio habrá un ruidazo y la lectura en vivo del documento que se leerá desde distintas organizaciones. También invitamos a colgar banderas y pañuelos de las puertas, de las ventanas, cuando salgamos a la calle para hacer visible que seguimos organizadas y que cuando decimos Ni Una Menos estamos denunciando la violencia machista pero también reconociéndonos entre nosotras y entre nosotres como aliades para seguir en la lucha.

¿Qué particularidades tiene el reclamo este año?

Estamos atravesando una crisis de cuidados. Sabemos que son principalmente las identidades femeninas las que estamos llevando la mayor carga de las tareas de cuidado, tanto en el sistema de salud como dentro de nuestras casas o en las organizaciones territoriales. Hay una enorme carga de trabajo sobre las espaldas de las compañeras y eso necesita visibilización. También seguimos demandando un salario de cuidado y la posibilidad de que se mejore el sistema de atención para las violencias machistas, que está totalmente colapsado. Otro punto importante es el tema de la deuda que es algo que venimos denunciado desde los feminismos porque es un sistema de obediencia. Muchas no pueden salir de los círculos de violencia justamente porque tienen la vida expropiada en función de tener que sostener la vida cotidiana a través del endeudamiento.

La consigna para este año tiene mucho que ver con lo que estabas diciendo de que nos cuidamos entre nosotras.

Así es. Sabemos que muchas de las compañeras que sobreviven cotidianamente a la violencia machista es porque tienen otra compañera que está cerca, que las alienta a denunciar, que las ampara en su propia casa o que consigue generar las redes para poder decirle basta a la violencia machista aun en este contexto tan cerrado que estamos atravesando. Nos cuidamos entre nosotras y entre nosotres. Y demandamos al Estado, por supuesto, pero sabemos que dependemos y que confiamos y que nos sostenemos cotidianamente por nuestras redes.

«Muchas tienen la vida expropiada al tener que sostener la vida cotidiana a través del endeudamiento», señala Dillon.

¿Qué cambios observás desde ese primer Ni Una Menos?

Me parece que hubo un cambio en la escucha y cambió la tolerancia a la violencia machista. Hubo un estallido y después hubo un proceso de crecimiento, un proceso revolucionario en muchos sentidos. Se fue entendiendo que la violencia machista y los femicidios no son hechos que tienen que ver con relaciones interpersonales sino con una matriz política, cultural, económica. Se empezaron a politizar espacios que no estaban ligados al feminismo o donde el feminismo tenía muchos problemas para hacerse oír, como los sindicatos, las escuelas secundarias, en los contenidos culturales. 

¿Y qué cambios notás dentro del movimiento feminista?

Lo que ha sucedido en los últimos cinco años es enorme. Estamos discutiendo desde cómo nos enamoramos hasta cómo se compone nuestro sueldo. Las redes feministas se han fortalecido y multiplicado. Empezaron a surgir otros activismos que ya venían dándose pero que, dentro de esa marea feminista que tiene esa capacidad de transformarse y de abarcar y de integrarse con otras narraciones, tuvieron otra visibilidad, otros diálogos y otra potencia. El paro nos permitió pensarnos ya no solamente desde el lugar de víctimas de violencia o de sujetas de asistencia social, sino como productoras de valor y con capacidad de cambiarlo todo y de detener el mundo. Las tareas de cuidado, la división sexual de trabajo, no son conceptos nuevos pero que se pusieron en acto de otra manera en la calle. Y eso después volvió a las casas, a los barrios, a las plazas, a los lugares de trabajo en forma de discusión, de politización, de entender los propios vínculos. 

Se estima que el número de femicidios ha crecido en comparación con años anteriores. ¿Qué pasa con la violencia machista en la situación que se está viviendo actualmente?

Sí, los femicidios y las denuncias por violencia aumentan, se hace evidente algo que venimos denunciando desde siempre: que la familia cerrada a los parámetros heteronormativos es la tierra fértil para las violencias, donde la autoridad de padre no es discutida, donde niños y niñas no son sujetos sino objetos y donde las mujeres tienen que sostener la reproducción de la vida como si eso fuera una disposición natural y no un trabajo. La casa no es un refugio para todo el mundo. Fue una de las cosas que se rompió desde el primer Ni Una Menos: que no hay un territorio privado donde las cosas se arreglan dentro, si no que eso también es político y sacar la intimidad del encierro de las casas es lo que nos asegura poder enfrentarnos a la violencia machista. En este contexto de pandemia, donde los varones que construyen sus masculinidad en términos hegemónicos no tienen el afuera para sentirse valorados, descargan sus impotencias dentro de las casas. Lo que no puede ser expresado en las calles implosiona en los hogares y se transforma en violencia machista. 

¿Qué rol juega el Estado en todo esto?

Todo esto que estamos hablando repercute en demandas concretas al Estado, que es responsable cada vez que no llega a tiempo a contestarlas. Cada femicidio es una falla del Estado en la protección de esas mujeres o travestis. Cuando hablamos de prevención, pensamos en la ESI (Educación Sexual Integral); en la necesidad de campañas permanentes sobre la prevención de la violencia machista; hablamos de la falta de mensajes dirigidos hacia los varones; hablamos de la falta de una justicia con perspectiva de género. El Ministerio (de Mujeres, Géneros y Diversidad) es una respuesta institucional a una enorme movilización feminista pero no puede ser la única respuesta a nuestras demandas, porque son transversales. La Ley Micaela es una herramienta pero que no puede resolverse solamente con una capacitación de un día, sino que tiene que ser un cambio de perspectiva totalmente estructural.

¿Qué te parecen las medidas que se fueron tomando en la cuarentena?

Me parece que todo es insuficiente. Vos denuncias violencia y te llevan a un refugio y después ¿qué haces? ¿De dónde vienen tus ingresos, dónde vas a vivir, qué pasa si tenés hijes? ¿Qué tipo de red se construyó desde el Estado para los hogares donde hay una sola mujer a cargo y hay niños menores? Falta un plan integral, que entiendo que se está trabajando y que se va a presentar pronto por parte del Ministerio con compromiso de otros ministerios. Nunca en todos estos 70 días que llevamos de cuarentena se mencionó a la violencia machista o a la sobrecarga en las tareas de cuidado de las mujeres en los comités de crisis. Así como se reconoce a los médicos tendría que haber habido la misma mención de lo que significa tener que estar encerrada todo el día en tu casa con la persona que te agrede habitualmente. Tampoco hubo mención sobre lo que sucede con los niños y niñas que están en familias donde hay un abusador sexual o con adolescentes y jóvenes LGBT que están en sus casas y son rechazados por sus familias. El discurso es productor de desigualdades y de jerarquías y de falta de entender la salud como un entramado.

«Lo de los últimos años es enorme: discutimos desde cómo nos enamoramos hasta cómo se compone nuestro sueldo.»

Hace algunas semanas hubo una polémica por una supuesta liberación de presos. Ni Una Menos se declara antipunitivista, ¿qué tienen para decir sobre esta situación?

Dentro de las personas que cambiaron su régimen de libertad restringida, hubo algunas que habían cometido delitos de violencia sexual que fueron a prisión domiciliaria porque se cuenta con la complicidad del sistema penitenciario. Creen que quienes han cometido esos delitos no son en realidad delincuentes peligrosos para la sociedad, sino que han tenido problemas con su mujer, como dijo el gobernador de La Rioja (Ricardo Quintela). Esto habla de cómo todavía no se considera a la violencia machista como un problema político ni estructural. Ahora, que la derecha hable de femicidio solamente para generar pánico social es algo que no podemos aceptar y de ninguna manera se puede decir eso en nuestro nombre. Creemos que la cárcel no puede ser que la única respuesta frente a la violencia machista y frente a los horrores que produce el patriarcado. Pero alimentar sistemas de tortura no va a proteger las vidas de las mujeres, lesbianas, travestis y trans. Habría que revisar quiénes están presos y por qué. Y quiénes están presas: la mayoría de las mujeres y travestis están por narcomenudeo, o sea por delitos relacionados con la pobreza. Se necesita imaginación para pensar la justicia por fuera de la cárcel: una revisión social profunda, prevención y un sistema que pueda ser reparador para las víctimas y que emita mensajes pedagógicos para la sociedad. Hay cosas que no tienen más tolerancia.

 

Marta Dillon recuerda bien el estallido que significó ese primer Ni Una Menos, incluso para las que ya estaban organizadas hace años. El movimiento feminista, que originariamente debatió sobre el cuerpo, la salud sexual, la paridad y las violencias ahora problematiza y analiza también el colonialismo, el racismo, el equilibrio ecológico y los modos de producir valor. Es mucho lo conseguido desde ese entonces: la Ley Micaela, la Ley Brisa, la Ley de Paridad, el debate por el aborto legal, seguro y gratuito, el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, entre otras. Pero, sobre todo, la conquista más grande es el haber logrado que esas voces se escuchen, tengan eco y nunca más vuelvan al silencio. Hijas y nietas de las Madres y Abuelas, de los encuentros y de la organización popular el grito en las calles solo parece expandirse y promete nunca abandonar la lucha. Este 3 de junio, será con esta agenda.

«La violencia machista tiene una matriz política, cultural y económica»

«La violencia machista tiene una matriz política, cultural y económica»

«Seguimos demandando un salario de cuidado y que se mejore la atención para las violencias machistas», dice Dillon.

El 3 de junio de 2015, cientos de miles de manifestantes se encontraron en las plazas de todo el país para exigir un freno a la violencia machista. Sin saberlo, estaban viviendo un momento bisagra en la Argentina. Ese día fue histórico y marcó un antes y un después para la sociedad, propulsando una revuelta feminista de organización y toma de conciencia. Aquel primer Ni Una Menos cristalizó en las calles un grito que se venía gestando lentamente y provocó un estallido social que aceleró un cambio necesario. La marea feminista fue creciendo de manera exponencial, haciéndose sentir en cada espacio y proponiendo una transformación de la realidad entera.

Este año, debido a la pandemia del covid 19, no se podrá salir a las calles. Aún así, más de 60 organizaciones feministas se reunieron en asambleas virtuales y armaron una serie acciones para que el reclamo no pase desapercibido. “Nos sostienen las redes feministas. Vivas, libres y desendeudadas nos queremos” es la consigna para este año. 

Marta Dillon, integrante del Colectivo Ni Una Menos y editora del suplemento “Las 12” del diario Página 12, hace un recorrido por lo alcanzado en estos últimos años y para pensar acerca de la movilización virtual.

Tras cinco ediciones consecutivas de marchas multitudinarias y plazas repletas de personas, este año el reclamo colectivo Ni Una Menos no copará las calles. ¿Cómo va a ser la manifestación este año?

Vamos a hacer un vivo en las redes tratando de abarcar todos los hechos que han sucedido desde el 3 de junio de 2015: desde los paros feministas, las huelgas internacionales feministas, el armado de la intersindical, la emergencia de activismos como el de la diversidad corporal, la columna antirracista y otros. Tenemos anotadas más de 48 personas para este vivo que va a durar más o menos cuatro horas. En el medio habrá un ruidazo y la lectura en vivo del documento que se leerá desde distintas organizaciones. También invitamos a colgar banderas y pañuelos de las puertas, de las ventanas, cuando salgamos a la calle para hacer visible que seguimos organizadas y que cuando decimos Ni Una Menos estamos denunciando la violencia machista pero también reconociéndonos entre nosotras y entre nosotres como aliades para seguir en la lucha.

¿Qué particularidades tiene el reclamo este año?

Estamos atravesando una crisis de cuidados. Sabemos que son principalmente las identidades femeninas las que estamos llevando la mayor carga de las tareas de cuidado, tanto en el sistema de salud como dentro de nuestras casas o en las organizaciones territoriales. Hay una enorme carga de trabajo sobre las espaldas de las compañeras y eso necesita visibilización. También seguimos demandando un salario de cuidado y la posibilidad de que se mejore el sistema de atención para las violencias machistas, que está totalmente colapsado. Otro punto importante es el tema de la deuda que es algo que venimos denunciado desde los feminismos porque es un sistema de obediencia. Muchas no pueden salir de los círculos de violencia justamente porque tienen la vida expropiada en función de tener que sostener la vida cotidiana a través del endeudamiento.

La consigna para este año tiene mucho que ver con lo que estabas diciendo de que nos cuidamos entre nosotras.

Así es. Sabemos que muchas de las compañeras que sobreviven cotidianamente a la violencia machista es porque tienen otra compañera que está cerca, que las alienta a denunciar, que las ampara en su propia casa o que consigue generar las redes para poder decirle basta a la violencia machista aun en este contexto tan cerrado que estamos atravesando. Nos cuidamos entre nosotras y entre nosotres. Y demandamos al Estado, por supuesto, pero sabemos que dependemos y que confiamos y que nos sostenemos cotidianamente por nuestras redes.

«Muchas tienen la vida expropiada al tener que sostener la vida cotidiana a través del endeudamiento», señala Dillon.

¿Qué cambios observás desde ese primer Ni Una Menos?

Me parece que hubo un cambio en la escucha y cambió la tolerancia a la violencia machista. Hubo un estallido y después hubo un proceso de crecimiento, un proceso revolucionario en muchos sentidos. Se fue entendiendo que la violencia machista y los femicidios no son hechos que tienen que ver con relaciones interpersonales sino con una matriz política, cultural, económica. Se empezaron a politizar espacios que no estaban ligados al feminismo o donde el feminismo tenía muchos problemas para hacerse oír, como los sindicatos, las escuelas secundarias, en los contenidos culturales. 

¿Y qué cambios notás dentro del movimiento feminista?

Lo que ha sucedido en los últimos cinco años es enorme. Estamos discutiendo desde cómo nos enamoramos hasta cómo se compone nuestro sueldo. Las redes feministas se han fortalecido y multiplicado. Empezaron a surgir otros activismos que ya venían dándose pero que, dentro de esa marea feminista que tiene esa capacidad de transformarse y de abarcar y de integrarse con otras narraciones, tuvieron otra visibilidad, otros diálogos y otra potencia. El paro nos permitió pensarnos ya no solamente desde el lugar de víctimas de violencia o de sujetas de asistencia social, sino como productoras de valor y con capacidad de cambiarlo todo y de detener el mundo. Las tareas de cuidado, la división sexual de trabajo, no son conceptos nuevos pero que se pusieron en acto de otra manera en la calle. Y eso después volvió a las casas, a los barrios, a las plazas, a los lugares de trabajo en forma de discusión, de politización, de entender los propios vínculos. 

Se estima que el número de femicidios ha crecido en comparación con años anteriores. ¿Qué pasa con la violencia machista en la situación que se está viviendo actualmente?

Sí, los femicidios y las denuncias por violencia aumentan, se hace evidente algo que venimos denunciando desde siempre: que la familia cerrada a los parámetros heteronormativos es la tierra fértil para las violencias, donde la autoridad de padre no es discutida, donde niños y niñas no son sujetos sino objetos y donde las mujeres tienen que sostener la reproducción de la vida como si eso fuera una disposición natural y no un trabajo. La casa no es un refugio para todo el mundo. Fue una de las cosas que se rompió desde el primer Ni Una Menos: que no hay un territorio privado donde las cosas se arreglan dentro, si no que eso también es político y sacar la intimidad del encierro de las casas es lo que nos asegura poder enfrentarnos a la violencia machista. En este contexto de pandemia, donde los varones que construyen sus masculinidad en términos hegemónicos no tienen el afuera para sentirse valorados, descargan sus impotencias dentro de las casas. Lo que no puede ser expresado en las calles implosiona en los hogares y se transforma en violencia machista. 

¿Qué rol juega el Estado en todo esto?

Todo esto que estamos hablando repercute en demandas concretas al Estado, que es responsable cada vez que no llega a tiempo a contestarlas. Cada femicidio es una falla del Estado en la protección de esas mujeres o travestis. Cuando hablamos de prevención, pensamos en la ESI (Educación Sexual Integral); en la necesidad de campañas permanentes sobre la prevención de la violencia machista; hablamos de la falta de mensajes dirigidos hacia los varones; hablamos de la falta de una justicia con perspectiva de género. El Ministerio (de Mujeres, Géneros y Diversidad) es una respuesta institucional a una enorme movilización feminista pero no puede ser la única respuesta a nuestras demandas, porque son transversales. La Ley Micaela es una herramienta pero que no puede resolverse solamente con una capacitación de un día, sino que tiene que ser un cambio de perspectiva totalmente estructural.

¿Qué te parecen las medidas que se fueron tomando en la cuarentena?

Me parece que todo es insuficiente. Vos denuncias violencia y te llevan a un refugio y después ¿qué haces? ¿De dónde vienen tus ingresos, dónde vas a vivir, qué pasa si tenés hijes? ¿Qué tipo de red se construyó desde el Estado para los hogares donde hay una sola mujer a cargo y hay niños menores? Falta un plan integral, que entiendo que se está trabajando y que se va a presentar pronto por parte del Ministerio con compromiso de otros ministerios. Nunca en todos estos 70 días que llevamos de cuarentena se mencionó a la violencia machista o a la sobrecarga en las tareas de cuidado de las mujeres en los comités de crisis. Así como se reconoce a los médicos tendría que haber habido la misma mención de lo que significa tener que estar encerrada todo el día en tu casa con la persona que te agrede habitualmente. Tampoco hubo mención sobre lo que sucede con los niños y niñas que están en familias donde hay un abusador sexual o con adolescentes y jóvenes LGBT que están en sus casas y son rechazados por sus familias. El discurso es productor de desigualdades y de jerarquías y de falta de entender la salud como un entramado.

«Lo de los últimos años es enorme: discutimos desde cómo nos enamoramos hasta cómo se compone nuestro sueldo.»

Hace algunas semanas hubo una polémica por una supuesta liberación de presos. Ni Una Menos se declara antipunitivista, ¿qué tienen para decir sobre esta situación?

Dentro de las personas que cambiaron su régimen de libertad restringida, hubo algunas que habían cometido delitos de violencia sexual que fueron a prisión domiciliaria porque se cuenta con la complicidad del sistema penitenciario. Creen que quienes han cometido esos delitos no son en realidad delincuentes peligrosos para la sociedad, sino que han tenido problemas con su mujer, como dijo el gobernador de La Rioja (Ricardo Quintela). Esto habla de cómo todavía no se considera a la violencia machista como un problema político ni estructural. Ahora, que la derecha hable de femicidio solamente para generar pánico social es algo que no podemos aceptar y de ninguna manera se puede decir eso en nuestro nombre. Creemos que la cárcel no puede ser que la única respuesta frente a la violencia machista y frente a los horrores que produce el patriarcado. Pero alimentar sistemas de tortura no va a proteger las vidas de las mujeres, lesbianas, travestis y trans. Habría que revisar quiénes están presos y por qué. Y quiénes están presas: la mayoría de las mujeres y travestis están por narcomenudeo, o sea por delitos relacionados con la pobreza. Se necesita imaginación para pensar la justicia por fuera de la cárcel: una revisión social profunda, prevención y un sistema que pueda ser reparador para las víctimas y que emita mensajes pedagógicos para la sociedad. Hay cosas que no tienen más tolerancia.

 

Marta Dillon recuerda bien el estallido que significó ese primer Ni Una Menos, incluso para las que ya estaban organizadas hace años. El movimiento feminista, que originariamente debatió sobre el cuerpo, la salud sexual, la paridad y las violencias ahora problematiza y analiza también el colonialismo, el racismo, el equilibrio ecológico y los modos de producir valor. Es mucho lo conseguido desde ese entonces: la Ley Micaela, la Ley Brisa, la Ley de Paridad, el debate por el aborto legal, seguro y gratuito, el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, entre otras. Pero, sobre todo, la conquista más grande es el haber logrado que esas voces se escuchen, tengan eco y nunca más vuelvan al silencio. Hijas y nietas de las Madres y Abuelas, de los encuentros y de la organización popular el grito en las calles solo parece expandirse y promete nunca abandonar la lucha. Este 3 de junio, será con esta agenda.

Durante la cuarentena ya hubo 58 femicidios

Durante la cuarentena ya hubo 58 femicidios

“En la Justicia, los divorcios y compensaciones económicas para las mujeres se encuentran paralizados”, dice Rothberg.

Desde el comienzo del aislamiento social preventivo obligatorio (ASPO), el 20 de marzo, los datos de la asociación civil La Casa del Encuentro @Casadelencuentro indican que se registraron 58 femicidios en todo el país. El último informe publicado fue el 28 de mayo y, desde entonces, hubo un femicidio más. Comparativamente con otros periodos similares, es la cifra más alta de los últimos diez años. En palabras de Ada Rico, presidenta del organismo, también cambió la modalidad empleada por los agresores: “Históricamente, las mujeres son asesinadas con armas de fuego. En cambio en estos últimos casos el índice más alto son las mujeres golpeadas. O sea que el agresor utiliza las manos como un arma. Eso es lo que hemos visto, la manera en que creció la saña en estos asesinatos de mujeres”. 

“Lo que estos datos nos muestran en cuarentena es algo que nosotras ya venimos denunciando y es que un alto índice de los femicidios suceden en el círculo más cercano de la víctima y en su propio hogar”, explicó Laura Rothberg, integrante del Área de Comunicación del Observatorio Ahora que sí nos ven, en diálogo con ANCCOM. Según su último informe, con datos hasta el 24 de mayo, 68% de los femicidas eran pareja o ex pareja de la víctima. Esto significa que gran parte de las niñas y los niños que pierden a sus madres en estos hechos violentos quedan huérfanos, bajo la custodia del Estado o de algún familiar, ya que en la mayoría de los casos es su padre el que comete el delito. “No es nuevo que a las mujeres las matan quienes dicen amarlas ni que el principal lugar donde las mujeres mueren son sus viviendas o las viviendas de los agresores. La cuarentena lo que hace es reforzarlo”, denunció Rothberg. En ese sentido, afirmó que si bien durante el aislamiento obligatorio no hubo un crecimiento exponencial de casos, sí se potencia la problemática al tener en cuenta que hay mujeres que están pasando las 24 horas del día con sus parejas violentas.

El trabajo de las organizaciones que acompañan a mujeres en situación de violencia se centra en evitar que su agresor logre aislarlas. Es una de las tácticas que suelen utilizar para manipular a la mujer y hacerle pensar que está sola, prohibiéndole contactar a sus seres queridos en busca de ayuda. Rico sostuvo que en la sede de La Casa del Encuentro tienen un centro de asistencia y ven cómo las mujeres buscan estrategias para ir y escapar de sus hogares. “Ahora no pueden y con todo esto que sucede no tenemos la manera de llegar a las mujeres. Estamos atendiendo mucho en forma telefónica, o con videollamada para la que puede. Te das cuenta que la mujer no puede hablar porque está él, nos mandan muchos mensajitos a escondidas. Nosotras les decimos que borren los mensajes de su celular porque si él mira con quién habla tendrá el control absoluto sobre ella”, señaló. El mayor peligro reside en que se naturalicen las violencias, que van menoscabando el autoestima de estas mujeres y las van volviendo cada vez más vulnerables.

El funcionamiento de la justicia también se vio afectado por la cuarentena. Según Florencia Zerda de la Red de Abogadas Feministas, “los trámites de denuncias por violencias se encuentran activos pero limitados; lo mismo que en materia penal, hay avances pero mínimos”. Otros fueros, como el laboral, se encuentran completamente paralizados. “En la justicia de familia, los divorcios y compensaciones económicas para las mujeres que durante años fueron violentadas económicamente también se encuentran paralizados”. Desde La Casa del Encuentro, afirmaron que una de las primeras medidas que pidieron al comienzo de la cuarentena es que se prorrogaran las medidas cautelares: “Nos llamaban mujeres de distintos lugares para consultarnos qué pasaba con esas medidas si ya se habían vencido”. Para Laura Rothberg, este momento muestra de forma más cruda una realidad preexistente: “Hombres violando perimetrales acercándose a mujeres que habían hecho la denuncia, que tenían botones antipánico, que tenían una exclusión del hogar, lo vemos todo el tiempo. Hoy queda mucho más en evidencia porque ese hombre además viola la cuarentena y hubo alguien que no estaba controlando que eso no sucediera”, sostuvo. Luego de 17 días de comenzada la cuarentena, el 5 de abril, se exceptuó de penalidad por incumplimiento del ASPO a las mujeres que debieran realizar denuncias por violencia de género. “Están habilitadas a hacerlo sin la tramitación de permiso alguno, porque es un caso de fuerza mayor. Pueden hacerlo y denunciar luego y con las medidas judiciales correspondientes lograr volver al hogar con custodia de alguna fuerza para retirar pertenencias o lograr que se excluya al violento de la vivienda”, afirmó Zerda.

Por otro lado, la caída de la economía es un factor que afecta a toda la población, pero a las mujeres en particular. “Muchas de las mujeres, especialmente en los sectores más vulnerables, trabajan haciendo limpieza en casas de familias, ni siquiera están formalizadas. Por lo tanto, en este momento, no están recibiendo nada de dinero. En cambio, muchos de los hombres sí trabajan en lugares donde le depositan el salario. Eso también juega en contra de ellas”, argumentó Rico e insistió en que no se puede aislar la problemática de la violencia del contexto económico. Según un informe de la Dirección de Economía, Igualdad y Género, las mujeres, además de tener peores salarios en general, enfrentan mayores niveles de informalidad (36% versus 34,2%) y mayores niveles de desocupación (10,8% versus 8,9%) que los varones.

El Congreso de la Nación iluminado con motivo del Ni una menos.

Ni Una Menos: un antes y un después

El 3 de junio de 2015 la sociedad salió a la calle para exigir un Estado presente frente a la violencia de género. “Ni Una Menos fue importantísimo porque toda la sociedad tomó conciencia de lo que significa la violencia de género. Se logró que sea un tema de agenda”, recordó Rico. Por su parte, Rothberg señaló que Ni Una Menos le puso un nombre a algo que ya pasaba: “Cuando a una mujer la mataba un hombre era un caso más de los miles. Era una estadística que no estaba desagregada, una muerte por asesinato y punto. Ahora sabemos que esa muerte tiene sus particularidades propias y que responde a una lógica sobre la que está estructurada nuestra cultura. Entonces ahí podemos pensar de qué manera proponemos soluciones para esta problemática”. También remarcó que es importante comprender que es un hecho que afecta a la sociedad entera y no solo a las mujeres. Ambas apuntan al Estado como principal responsable de revertir esta situación y a la necesidad de políticas públicas integrales para hacerle frente. De hecho, ambos observatorios surgieron en distintos momentos ante la falta de estadísticas oficiales. “Siempre hablamos de la necesidad de políticas públicas integrales y del compromiso de los tres poderes del Estado”, afirmó Rothberg y denunció que en los últimos cuatro años hubo un desfinanciamiento absoluto en todos los programas de asistencia a las víctimas de violencia de género y la promesa de construcción de refugios que nunca se cumplió.

En las últimas semanas, algunas de las medidas que se han tomado desde el Ministerio de Mujeres, Equidad y Géneros, incluyen un refuerzo a la línea 144 (Programa de Asistencia Telefónica sobre Violencia de Género), el traslado a hoteles a las solicitantes de refugio y la campaña “barbijo rojo”, mediante la cual se asegura la asistencia a mujeres que soliciten dicho elemento en farmacias. Sin embargo, esta última recibió críticas por parte de grupos feministas. Rico explicó que no es lo mismo una mujer en la Ciudad de Buenos Aires que va a cualquier farmacia y no conoce a nadie, que una de un pueblo donde saben quién es ella y quién es su pareja. En ese sentido, afirmó que es necesaria una mirada abarcativa que contemple más allá del Área Metropolitana. Un asunto pendiente que señala la activista es que el Ministerio forme parte del comité de crisis, encargado de pensar las medidas para paliar la pandemia y proteger a la población.

¿Cómo acompañar?

Desde el Observatorio Ahora que sí nos Ven expresan que lo importante es tener paciencia y mucha empatía. Recomiendan informarse para poder brindar ayuda; una de las posibilidades es llamando al 144 para obtener asesoramiento. Ahora también tienen una línea de atención por Whatsapp al 1127716463 y una dirección e-mail: linea144@mingeneros.gob.ar En caso de emergencia, se debe llamar al 911. 

Dengue: un mejor diagnóstico y una peor situación sanitaria

Dengue: un mejor diagnóstico y una peor situación sanitaria

Desde que un grupo de científicos de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) anunció dos meses atrás la creación de un test altamente efectivo que en cinco minutos detecta dengue, fueron entregadas para diagnóstico 30.000 unidades. La empresa de base tecnológica incubada en la UNSAM, Chemtest, tiene una capacidad de producción mensual de 100.000 dispositivos reactivos, y según su presidente, Juan Manuel Capece, ese caudal podría duplicarse. Las provincias de Corrientes y Santiago del Estero han adquirido el test, y también algunos laboratorios privados, en el marco del fuerte brote registrado en gran parte del país como consecuencia de la picadura del mosquito aedes aegypti.

El producto fue fruto de cinco años de trabajo en el seno del Instituto de Investigación en Biotecnología de la UNSAM. Chemtest, por otra parte, fue fundada en 2013, y surgió con el objetivo de vincular científicos con el sector privado para fomentar la producción nacional de tecnología. Desde su fundación, han logrado kits de detección de numerosas enfermedades tanto humanas como animales. Actualmente trabajan en una tecnología similar para diagnosticar coronavirus, también en pocos minutos, que esperan tener listo en las próximas semanas.

El test detecta dengue de forma indirecta, mediante los anticuerpos que se producen en el organismo ante la presencia del virus. “Lo que hicimos fue desarrollar un sistema que fuera un test serológico en formato rápido con mayor sensibilidad diagnóstica de los que hoy están circulando en el mercado”, describe Juan Ugalde, uno de los investigadores que desarrolló el kit. El científico especializado en Biología Molecular y Biotecnología, que también es fundador de la empresa, explica que el test que desarrollaron tiene una sensibilidad del 95 por ciento –es decir, alta detección de casos- y una especificidad del 90 por ciento –es decir, que hay poca probabilidad de que hayan “falsos positivos”- en personas con más de cinco días de fiebre. Según Ugalde, los tests que circulan en Argentina tienen una efectividad del 70 por ciento, y eso descarta su uso: por su baja sensibilidad diagnóstica, no son confiables.

Chemtest, fue creada por Andrés Ciocchini, Diego Comerci y Juan Ugalde, investigadores del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la UNSAM.

“Nuestro objetivo fue hacer una herramienta de fácil implementación, que la pueda operar alguien con entrenamiento mínimo y que no requiera de un laboratorio especializado para hacer el diagnóstico”, explica Ugalde. El biólogo afirma que la mayoría de los tests usados hasta el momento requieren de equipos especializados, o insumos importados que son caros, y que pueden tardar días en producir un diagnóstico. Para Capece el objetivo del kit rápido es que no se use solamente en hospitales o laboratorios que tengan gran equipamiento, sino también en unidades de salud más pequeñas. Además, permite una respuesta rápida por parte de la autoridades, y que así puedan actuar para controlar la propagación del virus.

Señala Capece que hay diálogos avanzados con Paraguay para comercializar los kits, y que están iniciando conversaciones con Brasil, Bolivia y Panamá, aunque aclara: “Primero, como es una industria nacional y ante la emergencia en la que estamos, queremos abastecer la necesidad de nuestro país”. Ugalde, por su parte, opina que “es importante que Argentina tenga políticas de desarrollo de estas tecnologías, que se financie la investigación para generar estos productos que en última instancia tendrán impacto en la sociedad. Eso tiene que ser política de Estado y que a la larga termine generando independencia”.

Detrás de la pademia

“El dengue no es un tema exclusivo del sector de la salud, sino que es una problemática social, ambiental, histórico y cultural”, señala Julián Antman, gerente operativo de epidemiología del Ministerio de Salud de la Ciudad. La situación en la Ciudad de Buenos Aires es crítica. “Lo que estamos observando, por la cantidad de casos y la curva de los mismos, es que estamos en una situación muy parecida a la del 2016”, explica Antman en relación al año en el que hubo un brote muy fuerte de dengue en la capital. En el último Boletín Epidemiológico Semanal -con fecha del 1º de mayo- se reportaron 5.909 casos confirmados de dengue en la Ciudad en 2020; en la más reciente semana relevada, entre el 19 y el 25 de abril, se contabilizaron 401 nuevos casos. Del informe también se desprende que, aunque hay afectados en todo el territorio capitalino, “hay 20 barrios que notificaron el 90% de los casos confirmados”. Los más afectados en relación a la densidad poblacional son Flores, Barracas, Villa Soldati, Vélez Sarsfield y Villa Lugano.

Durante la epidemia de 2016 se registraron 6.241 casos. “Si bien estamos en tendencia a disminución, hay muchos casos notificados”, explica Antman. En teoría, la temporada de dengue está llegando a su fin. Según Antman, en los últimos 11 años nunca se reportaron casos en el invierno. Sin embargo, la Agencia CTyS de la Universidad Nacional de La Matanza reportó que científicos de la Facultad de Ciencia Exactas y Naturales de la UBA recientemente hallaron que las hembras del mosquito que porta el dengue -el aedes aegypti– “desarrollaron una adaptación al clima que, en función de las horas de luz, le indica a los huevos cuándo es el momento indicado para eclosionar”. Nunca antes se había observado algo así en esta especie.

“El dengue se contagia en las casas porque el virus lo transmite es un mosquito domiciliario, porque pica especialmente entre las 6 y las 10 de la mañana, y las 6  y 10 de la noche –argumenta Antman-. Si vos ahora le sumas que la mayoría de la gente está en su casa todo el tiempo (por prevención ante el coronavirus), las probabilidades de que haya casos de dengue aumenta”. Además, manifiesta que la pandemia dificultó la promoción de las “buenas prácticas” para la prevención del dengue y que ponerlo en la agenda hoy “es todo un desafío”.

Según explica el funcionario, en la Ciudad se emplean todo tipo de diagnósticos, que varían dependiendo del momento epidemiológico. En particular, aún no se han comprado los desarrollados por ChemTest. Puede pensarse que la gravedad y la urgencia que implica el coronavirus se haya apropiado de la agenda social y estatal, en detrimento del tratamiento del dengue. “Hablar de dengue desde hace dos meses que es muy difícil”, manifiesta Antman, al tiempo que afirma: “En lo que va del año se han llevado a cabo 1.700 actividades de prevención, monitoreo y control de la enfermedad”. Sin embargo, teniendo en cuenta las cifras de infectados, la página de salud de la web del gobierno de la Ciudad dedicada al dengue no se actualiza con frecuencia –desde marzo pasado- y las campañas de difusión no parecen ser suficientes.

kilombo es resistencia

kilombo es resistencia

Tamara Lucía Beltrame Coronel

Que les toquen el pelo sin permiso, que les acaricien la piel, que les pregunten de dónde vienen, que les hablen en otros idiomas, que les burlen por sus rasgos son algunas de las tantas situaciones que les tocó afrontar a lo largo de su vida. Tamara Lucía Beltrame Coronel (23), Analía Iglesias (28) y Shirlene Silva Oliveira (33) son activistas antirracistas y  dialogaron con ANCCOM acerca de lo que ello significa.

Las primeras dos son afroargentinas: tienen antepasados afrodescendientes y nacieron en nuestro país. “La gente nos ve y no concibe que podamos ser de acá”, cuenta Tamara. El racismo es algo que vive desde que tiene memoria. En la primaria le hacían bullying por su color de piel: “Tenés una mezcla rara, no sabemos de dónde saliste”, recuerda que le decían. “De chica me costaba mucho reconocerme, en todos los espacios siempre era la única. Nunca había gente que se pareciera a mí. Siempre me sentí el sapo de otro pozo”. Analía también tuvo dificultades para delinear su identidad. Cuando era niña, decía que era descendiente de afros (por el pasado uruguayo-brasileño de su familia paterna), omitiendo el haber nacido y haberse criado aquí.

Shirlene, en cambio, por haber crecido en Brasil vivió otra realidad. Si bien reconoce que en el país vecino también hay racismo, señala que dentro de la cultura brasileña hay referentes afrodescendientes que hablan de la lucha antirracista. “Acá la diferencia es que las personas negras no están en la historia, no las reconocen”, concluye luego de siete años de vivir en el país. Al respecto, Tamara sostiene: “En la historia hemos sido borrados. En las guerras de la independencia, mandaban al frente a las personas esclavizadas. Negres e indígenas morían primero”. A modo de reivindicación, las activistas mencionan a María Remedios del Valle, quien luchó en las batallas del Alto Perú con el ejército de Manuel Belgrano y fue una de las pocas mujeres en lograr el grado de capitana; o al sargento Cabral, también de origen afro, conocido por socorrer al General San Martín. Pero, además, explican que muchas palabras o expresiones que hacen al español rioplatense tienen un pasado racista. Términos como quilombo, denigrar, trabajo en negro, mucama, día negro también lo son. Incluso prácticas de la tradición escolar, como la de pintarle a los niños la cara con un corcho para los actos patrios.

Shirlene Silva Oliveira,

Hace pocos años, Tamara comenzó la búsqueda de sus orígenes; tarea que para gran parte del colectivo afrodescendiente en Argentina es, cuanto menos, un desafío: “Hoy digo que soy afro-originaria, porque tengo ambas ascendientes en mi sangre. Pero, más allá de mi bisabuela no sé nada. No tenemos apellidos ni nombres, porque no hay datos”, denuncia. En este sentido, recién en el censo de 2010 se preguntó a los residentes si se autopercibían parte de ese colectivo. A pesar de que aquella vez 149.493 personas afirmaron serlo, organizaciones de lucha antirracista como la Comisión 8 de Noviembre o Agrupación Xangó estiman que los números ascienden a dos millones en todo el país. Luego de la abolición de la esclavitud, las personas afrodescendientes quedaron en condiciones de vida deplorables, y muchos de ellos migraron. “Nos trajeron acá y se encargaron de ponernos a cada uno en un lugar diferente, a propósito, para que no hubiera organización -cuenta Analía-. Por eso, mi existencia es política”.

Las tres coinciden en que el activismo empezó de grande, pero que siempre lo llevaron en la piel. “Una persona nace siendo negra y no le queda mucho caudal: en algún momento eso sale”, afirma Shirlene. En el caso de Analía, la lucha activa comenzó hace dos años. “Fue cuando conocí a Luanda Silva, una artista negra que me contactó con otras afroargentinas. Fue vernos y pensar: ‘Ah, no estaba tan sola’. Nos abrazamos y lloramos mucho”. En el 2019 nació “Alto Kilombo”: un colectivo de afrodescendientes y afroargentines jóvenes que buscan encontrarse y generar un cambio. El nombre no es casual: es un intento de reivindicar la palabra. “En la época de la esclavitud, eran las sociedades en las que se refugiaban les negres cuando se escapaban de sus apropiadores. En las vueltas del lenguaje se empezó a usar como algo negativo, como desorden o lío. Incluso hay gente que piensa que es mala palabra y no, en realidad significa resistencia”, explica Tamara. El camino recorrido no ha sido fácil, en palabras de Analía: “El antirracismo duele, es entrar en la herida, es recordar, es luchar contra un montón de cosas. Pero en definitiva después te sana porque entrás a tu comunidad, con tu gente, que te valora, que te respeta y te escucha”.

Analía Iglesias

En cuanto al feminismo, las tres lo abordan desde la interseccionalidad. “Somos mujeres y el sistema nos oprime por eso, ahí podemos abrazarnos. Pero a la vez todas tenemos opresiones diferentes. A la par del sistema patriarcal está el racismo”, afirma Tamara. “Antes de mujeres nosotras somos negras: leídas, tratadas y oprimidas socialmente”, sostiene Analía, y agrega: “El feminismo blanco puede entender el patriarcado como algo estructural pero no puede ver al racismo como un sistema de opresión a igual nivel. El poder responde a lo mismo: supremacía blanca, capitalismo, patriarcado blanco y eso solo se puede entender desde la interseccionalidad”. Para Shirlene, la interseccionalidad permite saber quiénes son las personas que están en la base de pirámide social, las más desfavorecidas y entender que sin estas compañeras dentro no existe el feminismo.

Lo que plantean estas activistas es que el feminismo que ya existe tiene que “deconstruir su racismo y volverse antirracista para acompañar a las compañeras negras. Un feminismo que no es interseccional es un feminismo banal, de cartón, frágil”. El reclamo es histórico: traen a la memoria a Soujouner Truth (“¿Acaso no soy una mujer?”) y recuerdan que, mientras las mujeres blancas podían estar en la lucha feminista, las mujeres negras les cuidaban a los hijos.

«Las personas negras no están en la historia, no las reconocen”, concluye Silva Oliveira.

Las tres invitan a la gente a repensar, cuestionarse y deconstruir las estructuras. Tamara cree ver un lento cambio que se asoma en la sociedad. Analía, por su parte, agrega que no es una lucha que deba ser solo de ellas: “Hasta que les blanques no se den cuenta de que es una lucha que en primera persona tienen que empezar a erradicar elles, que son les que principalmente reproducen esta opresión, vamos a seguir luchando contra esto pero sin tener la verdadera respuesta que necesitamos”. Tal como sostuvo Ángela Davis: “No alcanza con no ser racista, hay que ser antirracista”.