El secreto cubano

El secreto cubano

La República de Cuba ya cuenta con más de un millón de habitantes vacunados con las tres dosis de sus vacunas de producción nacional, Abdala y Soberana. Recientemente, estudios sobre Abdala demostraron que posee una eficacia del 92,28% con la aplicación de las tres dosis, obteniendo uno de los mejores resultados a nivel mundial. Junto con Soberana, encabezan la lista de vacunas desarrolladas por el país insular en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología y el Instituto Finlay, ambos parte del sistema estatal de salud. Dado que no existe medicina ni instituciones de investigación privadas, la organización recae sobre la experiencia y centralización por parte del Sistema de Salud Nacional.

Emiliano Mariscal es un médico y docente argentino que luego de doce años de estudios se recibió en Cuba. Realizó la especialidad de Medicina General Integral y también de Epidemiología en La Habana. Además, participó de la brigada Henry Reeve que trabajó en Haití luego del terremoto del 2010 y la epidemia de cólera. En diálogo con ANCCOM, ante la consulta sobre su opinión sobre el sistema de salud cubano aseguró: “La primera característica del sistema de salud de Cuba es la organización, la manera en que está dispuesta desde el punto de vista institucional y organizacional del sistema, respetando fielmente lo que son los principios de la atención primaria de salud, como la accesibilidad para toda la población”.

Actualmente, el 80% de las vacunas del esquema nacional que se administran en Cuba son producidas en el país. Esto se debe, por un lado, al bloqueo de patentes y farmacéuticas de capital estadounidense, pero también por el amplio desarrollo de la isla en materia de medicina y biotecnología. “Hay toda una política que viene desde los años ochenta y tiene el empeño de desarrollar un polo tecnológico industrial, junto con una definición que tiene que ver con el nombre de una de las vacunas: Soberanía”. Para el caso de la vacuna Abdala y toda la serie que se está desarrollando contra el covid-19, primó la idea de “no apuro”, tal como la define Mariscal, ya que lo esencial no es entrar en competencia con los demás países y laboratorios, sino desarrollar vacunas de calidad que puedan ser aplicadas en toda la población, incluyendo a infantes y convalecientes. .

El sistema de salud cubano es también reconocido por manejarse con un uso eficiente de los recursos, siendo el propio sistema y sus actores quienes determinan la forma de utilizar los medios disponibles. Los servicios que proveen los centros médicos (por ejemplo, una tomografía) son utilizados a conciencia y con profesionales detrás, nunca a demanda. Esto permite que cualquier profesional, aún siendo parte del engranaje, tenga la claridad y el conocimiento para trabajar con la población asignada, “pero también ir subiendo los niveles y encontrando las respuestas”, agrega Mariscal. Éste es uno de los motivos por los cuales la organización resulta un aspecto central en su forma de trabajo. La planificación cuenta con policlínicos que pertenecen a una red de consultorios en el primer nivel de atención, donde se encuentran las especialidades básicas: laboratorio, imagen, odontología. “Es como una pequeña clínica” señala el médico. Dependiendo de la cantidad de gente que habita en cada zona, se le asigna cierta cantidad de médicos, enfermeros y trabajadores sociales que se especializan en una determinada población asignada. A su vez, trabajan en conjunto con el Comité de Defensa de la región -la organización del barrio- y los distintos organismos sociales, logrando articular a todos estos actores bajo un mismo sistema de organización. Todos los ciudadanos transitan los mismos carriles y son atendidos de igual manera: “Si hay una mujer embarazada, no deja de ser atendida en ningún lugar, pero hay un lugar específico que le hace seguimiento a esa persona. Hay un tipo de salud que está pendiente y responde de alguna manera por el seguimiento de esa embarazada”.

Al regresar de su estadía en el país caribeño, y habiendo trabajado en su sistema de salud, Mariscal prestó servicio en la Dirección de Epidemiología de Provincia y Nación en nuestro país. Tras su experiencia, señaló que Cuba y Argentina son “mundos totalmente diferentes”. Además, agrega que “la posibilidad de que exista esta idea de que haya descentralización operativa, pero que haya una centralidad en la política sanitaria que se aplica, es una de las cosas que permite los resultados que Cuba tiene”.

Sin embargo, muchos de los resultados obtenidos por los científicos y médicos cubanos se encuentran con trabas burocráticas al intentar publicar sus investigaciones. En este momento, la cuestión de las vacunas se enfrenta a los inconvenientes técnicos que imponen algunas publicaciones médicas. Para el docente, la cuestión ahora es “quién valida lo referido a la vacuna, la traba ahora está ahí, porque hay un referato que te tira para atrás el paper y, ¿en qué condiciones? Si comparamos el paper de Pfizer y el que le tiran atrás a Cuba, ¿es por una cuestión técnica o de conocimientos? No, es por otras cosas, entonces ahí, cuando el rol del poder se vincula con la cuestión del saber, también aparece el bloqueo en ese lugar”.

“Algo que tenga pertinencia para la publicación o la revista -científicas-, tendría que tener la obligación de avanzar hacia su publicación. Entonces, si algo es pertinente, como poner a disposición dos tecnologías vacunales y tener la posibilidad de generar matrices de producción en un continente que carece de vacunas, no sé si hay muchas cosas más pertinentes que esa”. Luego de conocerse los resultados preliminares de las vacunas, que sostienen una gran eficacia para Abdala -92,28% en el esquema de tres dosis- y una buena eficacia para Soberana -62% en el esquema de dos dosis de tres aplicadas- los investigadores han salido a contar la experiencia actual, que se encuentra respaldada científicamente.

De esta forma, y aún luego de sesenta años, la cuestión del bloqueo estadounidense sigue impactando en el desarrollo de la región. ¿Cómo estaría desarrollada la medicina cubana actualmente si la situación fuera diferente? Mariscal sostiene que “es difícil, en realidad lo que pudiera llegar a ser si no estuviera -el bloqueo-, eso es lo que molesta. No solo por Cuba, sino por el mundo. El tema de repuestos y de medicamentos, que en determinados momentos están y en otros no, porque hay muchos que son de producción nacional y otros que no. Todo lo que tiene que ver con el insumo y el tema de los altos costos también son cosas que se vuelven difíciles”. Esto se evidencia en un montón de cosas que se les dificulta conseguir, sumado a la cuestión de la investigación y la publicación.

En cuanto a producción, Cuba tiene la posibilidad de fabricar a gran escala sus vacunas, ya que cuentan con un polo industrial grande, con varias industrias biotecnológicas y experiencia previa. Mariscal ve con buenos ojos el futuro de las vacunas cubanas, considerando “hacer esta transferencia tecnológica y poder constituir en América Latina algunos polos o lugares desde donde salgan las vacunas hacia las poblaciones”. ¿Será ese el afán del país isleño? Porque Cuba nunca pensó solamente en Cuba, sino que piensa en el mundo: en América Latina y África.

La salud menstrual como justicia social

La salud menstrual como justicia social

La pandemia ocasionada por el covid-19 puso en evidencia un sinfín de asuntos sin resolver en la agenda pública, entre ellos la dificultad que atraviesa una gran parte de los cuerpos con útero en acceder a los productos de gestión menstrual. Según estimaciones de la organización Economía Femini(s)ta, en el año 2020 se necesitaron entre 2.900 y 3.800 pesos para gestionar la menstruación a través de la compra de toallitas y tampones. Evidentemente, quienes no contaron con ese dinero no pudieron acceder a ellos.

Se estima que hay alrededor de 300 millones de personas que menstrúan en el mundo; en Argentina, llegan a ser unas 10 millones. Pese a tratarse de un proceso fisiológico, la menstruación no deja de ser un hecho político y la falta de acceso a productos para utilizar esos días resulta un factor de desigualdad. ¿Por qué? En un contexto mundial donde las mujeres son quienes más sufren las consecuencias económicas -según la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, las mujeres ganan un 29% menos que sus pares varones- el período acarrea también otras complicaciones: el estigma social que carga la menstruación aún existe y genera falta de información, ausentismo escolar y laboral y una gran exposición a enfermedades e infecciones si no se higienizan correctamente los elementos utilizados o se extiende el uso de las toallitas, por ejemplo.

Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) el sector de mujeres de 14 a 29 años es el que más padece la desocupación y, por ende, la falta de acceso a los productos de higiene menstrual. Esta realidad es consecuencia, en parte, de la falta de legislación en la materia y una notable ausencia estatal en el tema.

La pobreza tiene rostro de mujer

Lucía Espiñeira, co-coordinadora de la Campaña Organización Civil Economía Femini(s)ta #MenstruAcción, señala que a partir de un informe elaborado con los datos económicos del tercer trimestre del 2020, provistos por el INDEC, se observa que las mujeres enfrentan una situación desfavorable en el área laboral provocada por la baja tasa de actividad, la imposibilidad de conseguir empleo -en conjunto con los sueldos con montos inferiores en relación a los hombres-, y una fuerte precarización laboral. Los datos indican que la tasa de actividad para las mujeres de 14 a 29 años empleadas o que buscan estarlo es de un 45,4%, en contra de un 64,5% de los varones, lo que supone una diferencia de casi 20 puntos. Sobre los datos de las personas que efectivamente están empleadas se observa la misma desigualdad: 57,7% de los varones en relación al 39.4% de las mujeres. En síntesis: solo cuatro de cada diez de ellas tienen trabajo. Además, se calcula que cada diez pobres, siete de ellos son mujeres, constituyendo así el sector con más desigualdad de condiciones laborales y salariales.

En 2020, se necesitaron entre 2.900 y 3.800 pesos anuales para gestionar la menstruación .

Generar conciencia

Espiñeira sostiene que el eje fundamental de la campaña #MenstruAcción es el acceso a la información con el fin de terminar con la desigualdad en términos de menstruación y llegar a la justicia de género, señalando que “la campaña tiene como eje dar a conocer todos los métodos de gestión menstrual, empezando por los sectores más vulnerados”.

De esta manera apuntan a la implementación de estrategias educativas a través de la Educación Sexual Integral (ESI). La importancia de abordar el tema como parte de una pedagogía menstrual es la base para erradicar los estereotipos que dañan y forman parte de un tabú instalado en la sociedad. Espiñeira señala que desde #MenstruAcción elaboraron «un material de descarga gratuita para docentes: ‘Es importante hablar de menstruación. Lo presentamos en 2019 y está hecho por nosotras a pulmón». Realizado por un equipo especializado, busca llevar el debate, la ciencia y la perspectiva de género a todo el país.

La escasa información que rodea al tema, sobre todo en los sectores más vulnerados, no solo impacta en su constante ocultamiento: la falta de conocimiento sobre las opciones de productos de contención, así como de formas de higiene, tratamientos para el dolor, amenorreas y excesos de menstruación,  puede derivar en enfermedades e infecciones. Por este motivo la necesidad de generar conciencia e incluir mayores niveles de diversidad en el tema es grande, incluyendo también a los varones y a las disidencias en la concepción de la menstruación, con el propósito de entenderla como un derecho que debe consolidarse en conjunto con políticas públicas de salud, y no como algo que debe esconderse y sobrellevarse en privado.

 

Hay que legislar

Al ser consultada por la falta de información oficial en relación a la gestión menstrual, Espiñeira señala que faltan datos cualitativos para entender la situación actual de las personas menstruantes: «No sabemos cuántas toallitas efectivamente se demandan. Para calcular, usamos un promedio de 22 por persona por ciclo, en un promedio de 13 ciclos por año, pero no sabemos cuántas personas en argentina menstrúan, cuánto menstrúan, qué métodos eligen… para eso hay que hacer encuestas enormes que el Estado debería llevar a cabo, así que siempre hacemos hincapié en que hacen falta más datos y mediciones, esto es un reclamo que también llevamos a cabo en la campaña y en los proyectos de ley que hemos presentado».

         Actualmente, han sido enviados más de dieciséis proyectos al poder legislativo en busca de un marco legal para defender los derechos de las personas menstruantes. Durante el año 2020 la senadora nacional por el Frente de Todos, Norma Durango, propuso dos proyectos de ley de alcance nacional en los que se contempla, por un lado, la quita del Impuesto del Valor Agregado (IVA) a los productos de gestión menstrual, entre los que se encuentran no solo las toallas y los tampones desechables, sino también las copas y toallas reutilizables. Por otro lado, el “Proyecto de Ley Nacional de Acceso Universal y Gratuito a los Productos de Higiene Menstrual” busca garantizar la distribución de elementos de contención en diversos espacios comunitarios y establecimientos, entre ellos: escuelas, centros de salud y hospitales, instituciones de alojamiento diurno y/o nocturno para personas en situación de calle, establecimientos penitenciarios e instituciones de internación de salud mental.

Este proyecto de ley también hace hincapié en la (re)construcción social de la información en torno a las implicancias de la menstruación, la cual debe revisarse y afianzarse, en pos de disminuir las desigualdades. Es fundamental el abordaje crítico de ciertas cuestiones repetidas a lo largo del tiempo, por ejemplo la concepción de la menarca como el momento en que una niña “se convierte en mujer”, idea que posiciona a las niñas y adolescentes en el horizonte heteronormativo del deseo de la maternidad.

«Usamos un promedio de 22 por persona por ciclo, en un promedio de 13 ciclos por año», dice Espiñeira.

Al respecto, Carolina Zotta, la creador y difusora del concepto de “Viva la copita”, considera que es importante aprovechar que la gestión menstrual entró en la agenda pública para pensar en políticas concretas. Hay espacios con privilegios, lo que significa más información y, por ende, mayor accesibilidad también. “Hay un mapa enorme por recorrer y con un montón de políticas que es necesario que se empiecen a abordar, y la base de todo esto es la falta de educación”, enfatizó la entrevistada. Por su parte, trabaja comercializando productos de gestión menstrual reutilizables. A medida que su proyecto creció, se fue encontrando con muchísimas preguntas de mujeres que se referían más al uso del producto que a la higiene del mismo. Y eso reflejaba un gran desconocimiento del propio cuerpo: “Como en algún punto esas eran dudas propias que había solucionado a partir de mi propia experiencia, intente ocupar ese espacio para bajar información y que sea más accesible, facilitar medios para experimentar y probar y acercarnos un poco al cuerpo y al ciclo que fue tratado siempre con mucha lejanía”, contó.

Su cuenta de Instagram «Viva la copita” reúne más de 180 mil seguidores y representa un espacio de aprendizaje sobre el cuerpo, un lugar al cual ir a buscar información cuando aparecen esas dudas.  Hoy en día colabora con Matriar, una organización civil que acaba de lanzar -en pos de profundizar el conocimiento y las necesidades de los cuerpos menstruantes- el primer relevamiento sobre la experiencia anticonceptiva en Argentina.

Entre las jurisdicciones que ya implementaron la distribución gratuita de elementos de higiene menstrual se encuentra el Municipio de Morón, Provincia de Buenos Aires, pionero en el país, seguido por la Ciudad de Santa Fe, y más tarde la Municipalidad de San Rafael, en Mendoza. A nivel provincial, Tucumán fue el primer distrito en proveer de elementos de contención menstrual a mujeres y niñas en situación de vulnerabilidad económica, social y cultural. El pasado 25 de marzo, el gobierno de La Rioja llevó a cabo el lanzamiento del “Programa Productos de Gestión Menstrual” que tiene por finalidad la provisión gratuita de elementos de gestión menstrual a través de centros y establecimientos públicos y comunitarios.

Quedó demostrado en 2020 que elegir atravesar los días de sangrado con productos reutilizables o de una forma higiénica puede resultar un privilegio para una minoría: la escasez de recursos económicos, la falta de agua potable y la poca o nula información sobre las opciones de gestión menstrual representan obstáculos que el Estado debe superar para que la justicia menstrual se convierta, finalmente, en un derecho para todos los cuerpos.